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Aquí publicamos la continuación del artículo aparecido en el número anterior de nuestra Revista internacional. En la primera parte resaltamos que el cambio de periodo histórico en la vida del capitalismo, el paso de su ascendencia a su decadencia, es el escenario sobre el que se desarrollan los sucesos de 1905 en Rusia. En esa primera parte también insistimos en las condiciones favorables para la radicalización de las luchas que existían en Rusia: una clase obrera moderna y concentrada, con un alto nivel de conciencia frente a unos ataques capitalistas agravados por las consecuencias desastrosas de la guerra ruso-japonesa. La clase obrera, para defender sus condiciones de existencia, tiene que enfrentar directamente al Estado, y se organiza en soviet para asumir esta nueva fase histórica de su lucha. La segunda parte de este artículo analiza, más en detalle, cómo se formaron los soviets, su relación con el movimiento global de la clase obrera, así como su relación con los sindicatos. De hecho, los sindicatos ya no eran una forma de organización que necesitaba la clase obrera en ese nuevo periodo de la vida del capitalismo que se abría, y sólo podían jugar un papel positivo al estar empujados por la dinámica del movimiento, tras la estela de los soviets y bajo su autoridad.
El Soviet de diputados obreros
es el punto culminante de la Revolución de 1905
Las tendencias manifestadas en Ivanovo-Vosnesensk culminaron en el Soviet de diputados obreros de San Petersburgo.
El Soviet era el resultado del desarrollo de las luchas obreras de San Petersburgo. Contrariamente a Ivanovo-Vosnesensk, no había surgido de una lucha particular sino a iniciativa de los mencheviques que convocaron su primera reunión. Está tan enraizado en las luchas obreras que es una expresión más del movimiento en su conjunto que de una parte de él. De hecho supone un avance. Es un formalismo superficial pensar que sería menos auténticamente proletario, o en cierta forma una creación de la Socialdemocracia. En realidad los revolucionarios fueron arrastrados por la oleada de acontecimientos y por el desarrollo espontáneo de la lucha a un ritmo que no habían previsto.
El Soviet desde su aparición explicita su carácter político: “Se decide llamar inmediatamente al proletariado de la capital a la huelga general política y a elegir delegados”.
El llamamiento de su primera reunión dice: “la clase obrera tiene que recurrir a la última medida de la que dispone el movimiento obrero mundial y que le da su fuerza: la huelga general” (…) “En breve se van a producir en Rusia acontecimientos decisivos que determinarán la suerte de la clase obrera durante años, debemos ir por delante de los hechos con todas nuestras fuerzas disponibles, unificados bajo la égida de nuestro Soviet” ([1]).
La segunda reunión del Soviet planteará reivindicaciones frente a la clase dominante: “Una diputación especial se encargará de formular ante la Duma municipal las siguientes reivindicaciones: 1) adoptar medidas inmediatas para garantizar el aprovisionamiento de las masas obreras; 2) disponer de locales para las reuniones; 3) suspender toda atribución de provisiones, locales, fondos, a la policía, a la gendarmería, etc; 4º) asignar las sumas necesarias para armar al proletariado de Petersburgo que lucha por la libertad” ([2]).
El Soviet, rápidamente, se convierte en el centro de coordinación de las luchas y dirige la huelga de masas, los sindicatos y los comités de huelga específicos se ponen a sus órdenes y adoptan sus decisiones. El Manifiesto constitucional que firma el Zar, y que se publica el 18 de octubre, puede parecer un documento no muy radical, pero en el contexto político de la época expresa la relación de fuerzas entre las clases durante la revolución y tiene un significado histórico. Como señala Trostski: “El 17 de octubre, el gobierno del Zar cubierto por la sangre y las maldiciones de los siglos, había capitulado ante la sublevación de las masas obreras en huelga. Ningún intento de restauración podría borrar de la historia este acontecimiento. Sobre la corona sagrada del absolutismo, la bota del proletariado había aplicado su marca imborrable” ([3]).
Los siguientes dos meses y medio fueron testigos del conflicto entre el proletariado revolucionario, dirigido por el Soviet que aquél había hecho nacer, y la burguesía. El 21 de octubre, el Soviet, ante el decaimiento de la huelga decide ponerle fin y organiza la vuelta al trabajo de todos los obreros a la misma hora, demostrando con ello su fuerza. La manifestación planificada para finales de octubre, a favor de la amnistía de los detenidos por el Estado, se desconvocó ante los preparativos de la clase dominante para provocar incidentes. Con acciones como esa se trataba de tomar la iniciativa ante los inevitables enfrentamientos de clase que se avecinaban: “Esta era, precisamente, en su dirección general, la política del Soviet: miraba bien de frente y marchaba hacia un conflicto. Sin embargo no se sentía autorizado a acelerar su llegada. Mejor sería más tarde” ([4]).
A finales de octubre la ola de pogromos en la que se movilizan las Centurias negras aliadas al lumpen y criminales, deja entre 3500 y 4000 muertos, y 10 000 heridos. En San Petersburgo mismo, la burguesía prepara la confrontación final a través de ataques puntuales y batallas aisladas. La respuesta de la clase obrera es reforzar su milicia, tomar las armas e instaurar patrullas, lo que obliga al gobierno a enviar soldados a la ciudad.
En noviembre se desarrolla una nueva huelga, en parte como respuesta a la ley marcial instaurada en Polonia y la creación de un tribunal militar para juzgar a los soldados y marinos que se habían rebelado en Cronstadt. El Soviet, de nuevo ante la realidad de que el movimiento pierde impulso tras haber obtenido algunas concesiones, decide acabar la huelga y los obreros vuelven al trabajo como un cuerpo disciplinado. El éxito de la huelga era haber movilizado a nuevos sectores de la clase obrera y haber conectado con los soldados y los marinos: “De un solo golpe, removió las masas del ejército y, en el curso de los días que siguieron, ocasionó una serie de mítines en los cuarteles de la guarnición de Petersburgo. En el comité ejecutivo, e incluso en las sesiones del Soviet, se vio aparecer no solo a soldados aislados, sino a delegados de la tropa que pronunciaron discursos y solicitaron ser apoyados; el vínculo revolucionario se afirmó entre ellos, las proclamas revolucionarias se difundieron con profusión en ese medio” ([5]).
Aunque la tentativa de consolidar lo ganado en la jornada de 8 horas no podía mantenerse y lo adquirido se perdió una vez que la campaña fue desconvocada, su impacto sobre la conciencia de la clase obrera permanece: “Al defender el Soviet la moción que debía terminar la lucha, el portavoz del comité ejecutivo resumía de la manera siguiente los resultados de la campaña: Si no hemos conquistado la jornada de 8 horas para las masas, al menos hemos conquistado a las masas para la jornada de 8 horas. En adelante, en el corazón de todo obrero petersburgués resonará el mismo grito de batalla: ¡Las ocho horas y un fusil!” ([6]).
Las huelgas continúan, surgen nuevos movimientos espontáneos, especialmente por parte de los ferroviarios y empleados de telégrafos, pero la contrarrevolución gana fuerza progresivamente. El 26 de noviembre detienen a Georgi Nosar, presidente del Soviet. El Soviet sabe que es inevitable el enfrentamiento y adopta una resolución en la que deja claro que sigue preparado la insurrección armada. Obreros, campesinos y soldados afluyen al Soviet, apoyan su llamamiento a las armas y comienzan los preparativos. Pero el 6 de diciembre sitian el Soviet y detienen a sus miembros. El Soviet de Moscú va más lejos y llama a la huelga general e intenta transformarla en insurrección armada. Pero la reacción ya ha movilizado masivamente sus fuerzas y la tentativa de insurrección se convierte en un combate de retaguardia, en una acción defensiva. A mediados de diciembre se consuma su derrota. La represión que le sigue deja 14 mil muertos en los combates, 20 mil heridos y 70 mil prisioneros o exiliados.
La propia burguesía se interroga sobre lo sucedido en 1905. Como no puede entender el carácter revolucionario de la clase obrera, la confrontación armada y la derrota del proletariado le parecen una locura: “El Soviet de Petrogrado espoleado por el éxito sucumbe a la hibris ([7]), sucumbe a un orgullo desmesurado… En vez de consolidar lo ganado se vuelve cada vez más osado y combativo. Muchos de sus dirigentes hacen el razonamiento siguiente: ¿No sería mejor hacer una autocrítica, obtener más concesiones para la clase obrera, que forzar el paso hacia una revolución socialista?. Prefieren ignorar que el éxito de la huelga general se debía a que había logrado unificar a todos los grupos sociales; no podían entender que el Soviet al concentrar su fuego contra la autocracia atraía la simpatía de las clases medias” ([8]).
La importancia de 1905 para los revolucionarios no está en las adquisiciones intermedias, fueran las que fueran, sino en sus lecciones para el desarrollo de la revolución respecto al papel del proletariado y de la organización de revolucionarios, especialmente sobre los medios que puede usar el proletariado para llevar su lucha a delante: los soviets.
Y estas lecciones se pudieron sacar gracias al “orgullo desmesurado” y a la “osadía” del proletariado, cualidades inestimables para poder acabar con el capitalismo.
Los bolcheviques dudan frente a la constitución de los soviets. En San Petersburgo la organización bolchevique de la ciudad, que participa en su formación, adopta una resolución para que el Soviet acepte el programa socialdemócrata. En Saratov se oponen hasta finales de noviembre a que se constituya un soviet; por el contrario en Moscú, tras algún retraso, participan activamente en el Soviet. Lenin viendo las potencialidades de los soviets criticó –en una carta escrita a principios de noviembre y no publicada en Pravda– a los que, en el partido, se oponían, y defendió la idea de que: “hay que llegar absolutamente a esta solución: tanto el soviet de diputados obreros como el partido”, argumentando: “me parece inútil exigir al soviet de diputados obreros que adopte el programa socialdemócrata o que se adhiera al Partido obrero socialdemócrata de Rusia” ([9]).
Después explica que el soviet ha surgido de la lucha, que es un producto del conjunto del proletariado y que su papel es agrupar al proletariado y a las fuerzas revolucionarias; y que cuando quiere agrupar a campesinos y elementos de la intelectualidad burguesa dentro de los soviets introduce una confusión significativa: “… a mi modo de ver, el soviet de diputados obreros, como centro político dirigente revolucionario, no es una organización demasiado amplia, sino, al contrario, demasiado estrecha. El soviet debe proclamarse gobierno revolucionario provisional, o bien constituirlo, incorporando para ello a nuevos diputados, no solo de los obreros, sino, primero, de los marinos y soldados, que en todas partes se sienten ya atraídos por la libertad; segundo, del campesinado revolucionario, y tercero, de la intelectualidad burguesa revolucionaria. No nos asusta esa composición tan amplia y abigarrada, sino que la deseamos, pues sin la unidad del proletariado y el campesinado, sin el acercamiento militante de los socialdemócratas y demócratas revolucionarios es imposible el éxito total de la gran Revolución rusa”.
La posición de Lenin en el momento de la revolución es justa, aunque luego no siempre fue clara debido a que, en gran medida relacionaba los soviets con la revolución burguesa, y los consideraba como base de un gobierno revolucionario provisional. Sin embargo reconocía uno de los aspectos clave de los soviets: ser una forma surgida de la propia lucha, de la huelga de masas, que agrupa a la clase, un arma de la lucha revolucionaria o insurreccional que avanza y retrocede con ella: “Los soviet de diputados son órganos de la lucha directa de las masas. Surgieron como órganos de la lucha huelguística. Por el peso de las circunstancias se convirtieron muy pronto en órganos de la lucha general revolucionaria contra el gobierno. Y, en virtud del desarrollo de los acontecimientos y del paso de la huelga a la insurrección se convirtieron inconteniblemente en órganos de la insurrección. Es un hecho absolutamente indiscutible que ese es el papel desempeñado en diciembre por toda una serie de “soviets” y “comités”. Y todos los acontecimientos han demostrado de la manera más palmaria y concluyente que la fuerza y la importancia de dichos órganos en el momento de la acción combativa depende totalmente del vigor y del éxito de la insurrección” ([10]).
En 1917 esta comprensión permitió que Lenin reconociera el papel central que desempeñaban los soviets.
Los sindicatos y los soviets
Una de las principales lecciones de 1905 es sobre la función de los sindicatos. Ya hemos mencionado este punto fundamental: el nacimiento de los soviets pone en evidencia que la historia ha superado la forma sindical, pero conviene considerar esta cuestión con más detalle.
El Estado ruso prohibió durante años las asociaciones obreras, al contrario de lo que sucedía en los países capitalistas más avanzados donde los sindicatos se habían ganado el derecho a existir y reagrupaban a miles, cuando no a millones, de obreros. La situación particular que se daba en Rusia no impedía que los obreros lucharan, sino que hacía que esos movimientos tendieran a ser espontáneos y, especialmente, que las luchas generaran directamente organizaciones que tomaban la forma de comités de huelga y que desaparecían al terminar la huelga. Lo único legalmente permitido era organizar la recogida de fondos de apoyo a la huelga.
En 1905 Serguei Zubatov funda en Moscú una asociación de ayuda mutua de los trabajadores de la industria mecánica, su ejemplo cunde en otras ciudades en las que se crean organizaciones similares. El objetivo de estos sindicatos (montados y creados por la policía zarista) era separar las reivindicaciones económicas de las políticas, y permitir la satisfacción de las primeras para impedir que surgieran las segundas. Aunque tampoco se satisfacen las primeras, de un lado porque el Estado no quiere hacer la más mínima concesión (que permitiría a los sindicatos ganar un mínimo de credibilidad), y de otro porque la clase obrera y los revolucionarios los utilizan para sus propios fines: “Los zubatovistas de Moscú encontraron audiencia en los talleres ferroviarios de la línea Moscú-Kursk pero, contrariamente a los planes de esos “socialistas de la policía”, los contactos que se establecían en las cantinas y en las librerías zubatovistas también reforzaban la organización de grupos socialdemócratas” ([11]).
La amplia huelga de masas de 1902-1903, extendida por todo el sur del país con la participación de unos 225 mil trabajadores, barrió a los sindicatos zubatovistas.
Para sustituirlos, el Estado permitió la creación de starostes ([12]), o decanos de fábrica, que negocian con la dirección. Ese tipo de delegación había surgido en el pasado ante la falta de otra forma de organización, pero con la nueva ley hecha para evitar la aparición de delegados que representaran realmente los intereses de los obreros, esos individuos solo pueden elegirse con el permiso de sus patronos de los que dependen completamente. No disfrutaban de ninguna inmunidad y podían ser despedidos por sus patronos o ser directamente apartados de sus puestos por los gobernantes de la región dependientes del Estado.
Cuando estalla la revolución los sindicatos aún eran ilegales. Sin embargo se habían formado muchos sindicatos durante la primera oleada de luchas. En San Petersburgo a finales de septiembre había 16 sindicatos, en Moscú 24, así como en otras partes del país. A finales de año pasaron a 57 en San Petersburgo, 67 en Moscú. Los intelectuales y las profesiones liberales también formaban sindicatos (abogados, personal sanitario, ingenieros, técnicos…), 14 de esos sindicatos formaron la Unión de sindicatos.
¿Qué relación había entre sindicatos y soviet? Sencillamente, los soviets dirigían la lucha, y los sindicatos se radicalizaban bajo su dirección: “A medida que se desarrollaba la huelga de octubre, el soviet se convertía naturalmente en el centro que atraía la atención general de los hombres políticos. Su importancia crecía literalmente de hora en hora. El proletariado industrial había sido el primero en cerrar filas en torno a él. La unión de los sindicatos que se había adherido a la huelga a partir del 14 de octubre, tuvo casi inmediatamente que reconocer el protectorado del soviet. Numerosos comités de huelga –los de los ingenieros, abogados funcionarios del gobierno– regulaban sus actos por las decisiones del soviet. Sometiendo a las organizaciones independientes, el soviet unificó en torno suyo a toda la revolución” ([13]).
El ejemplo del sindicato de ferroviarios es instructivo ya que muestra a la vez lo máximo a lo que pueden llegar los sindicatos en ese periodo revolucionario, y sus límites.
Como ya hemos dicho, los ferroviarios antes de 1905 tenían fama de combativos y, los revolucionarios, incluidos los bolcheviques tenían gran influencia en ellos. A finales de enero se producen oleadas de huelgas ferroviarias, primero en Polonia, luego en San Petersburgo, después en Bielorrusia, Ucrania y en las líneas con destino a Moscú. Las autoridades empiezan por hacer alguna concesión e inmediatamente tratan de imponer la ley marcial, pero ninguna de esas dos tácticas hace que los obreros se dobleguen. En abril se funda el Sindicato de empleados y obreros de ferrocarril de todas las Rusias. Al principio ese sindicato parece dominado por los técnicos y oficinistas, mientras los obreros guardan distancia respecto a él; pero eso cambia a lo largo del año. En julio se produce una nueva ola de luchas que arranca de la base y que inmediatamente adopta una forma más política. Como ya hemos recordado, en septiembre la Conferencia sobre las jubilaciones se transforma en “Primer Congreso de delegados de empleados de ferrocarril de todas las Rusias”. Esta marea de combatividad en alza comienza a sobrepasar los límites del sindicato y se desencadenan huelgas espontáneas en septiembre, lo que fuerza a los sindicatos a reaccionar, como señala un delegado al Congreso sobre las jubilaciones: “Los empleados hicieron la huelga espontáneamente, ven inevitable una huelga en el ferrocarril Moscú-Kazan, el sindicato ve necesario apoyar a huelga en las demás vías que conectan Moscú” ([14]).
Esas huelgas se convierten en la chispa que enciende la huelga de masas de octubre: “El 9 de octubre igualmente, en una sesión extraordinaria del Congreso de delegados ferroviarios en Petersburgo, se formula y expide inmediatamente por telégrafo a todas las líneas el lema de la huelga de los ferrocarriles: la jornada de 8 horas, las libertades cívicas, la amnistía, la Asamblea constituyente.
“La huelga extiende ahora una mano dominadora por toda la extensión del país. Se deshace de todas sus vacilaciones. A medida que el número de huelguistas aumenta, su seguridad se hace mayor. Por encima de las necesidades económicas de las profesiones, se elevan las reivindicaciones revolucionarias de la clase. Despegándose de los marcos corporativos y locales, comienza a sentir que la revolución es ella misma, y esto le confiere una audacia inesperada.
“Corre sobre los raíles y, con un gesto autoritario, cierra el camino tras de sí. Advierte de su paso por el hilo telegráfico del ferrocarril: “¡La huelga! ¡Haced la huelga!” exclama en todas las direcciones” ([15]).
Los obreros de base pasan al primer plano, inundan los sindicatos con su pasión revolucionaria: “Entre el 9 y el 18 de octubre no emana ninguna nota del Buró central en la que se dé la más mínima instrucción a los sindicatos locales, y las memorias de sus líderes son especialmente silenciosas en lo que concierne los sucesos de aquellos días. De hecho, la aparición de una organización de obreros de base, promovida por el huelga, tendía a reforzar la influencia tanto de los grupos dirigentes locales como de los partidos revolucionarios a expensas del Buró central que sólo tenia de independiente su nombre, especialmente cuando la huelga implicaba a nuevas categorías de obreros” ([16]).
Incluso la policía zarista reconocía que… “… durante la huelga, los huelguistas formaban comités en cada una de las líneas férreas para asegurar su organización y su dirección” ([17]).
Una de las características de esta huelga fue la aparición de “delegados de tren” cuya misión era extender la huelga y mantener las comunicaciones entre los centros en lucha.
Entre octubre y diciembre se formaron gran cantidad de nuevos sindicatos, como muestra un informe del Gobierno, que se comprometen inmediatamente en la lucha política: “Al principio los sindicatos se forman para regular las relaciones económicas de los empleados pero, enseguida, influenciados por la propaganda contra el Estado, toman un giro más político y empiezan a luchar por derrocar el Estado y el orden social existentes” ([18]).
Esta es muy probablemente una descripción fiel de la actitud de los obreros ferroviarios que, participando en la huelga y en la insurrección armada de diciembre en Moscú estaban en le primer plano de la escena de la revolución.
Los sindicatos de ferroviarios declinan rápidamente tras la revolución. En su Tercer Congreso, diciembre de 1906, su actividad descendió notablemente respecto al año anterior a pesar de que el número de obreros representados se había duplicado. En febrero de 1907 los socialdemócratas se retiran del sindicato y éste se hunde en 1908.
En el siglo xix, la clase obrera en Gran Bretaña se batió para crear sindicatos. Al principio agrupaban solo a los obreros más cualificados, hubo que esperar a las grandes luchas de la segunda mitad de ese siglo para que los obreros no cualificados superaran su dispersión y su debilidad, y formaran sus propios sindicatos. En la Rusia de 1905 son también los obreros más cualificados los que crean primero los sindicatos pero, al contrario de lo ocurrido en Inglaterra, la falta de participación de los no cualificados, de los obreros de base, no expresaba una falta de combatividad y de conciencia de clase sino un nivel más alto de estas. La ausencia de sindicatos no impidió el desarrollo de la conciencia de clase y de la combatividad que continuó progresando en 1905 creando las condiciones favorables para la huelga de masas y la aparición de los soviets. Se dio la forma sindical, pero su contenido tendía a inscribirse en la nueva forma de lucha. En la ebullición revolucionaria los obreros creaban nuevas formas de lucha pero también inyectaban ese nuevo contenido a las viejas formas, arrastrándolas en el torbellino revolucionario. La actividad revolucionaria de la clase obrera clarificó en la práctica la situación mucho antes de que se comprendiese a nivel teórico: en 1917 cuando la clase obrera parte al asalto contra el capital lo hace con los soviets.
1905 anuncia el fin de la forma sindical de organización de la clase obrera
La Revolución de 1917 confirmará que el soviet es la única forma de organización que se adapta a las necesidades de la lucha de la clase obrera en “la era de las guerras y de las revoluciones” (términos con los que la Internacional comunista caracteriza el periodo que abre la Primera Guerra mundial en la vida del capitalismo).
La huelga de masas de 1905 y su tentativa de insurrección muestran que los consejos obreros eran capaces de tomar a su cargo todas las funciones esenciales asumidas hasta ese momento por los sindicatos, es decir ser un lugar donde el proletariado se unifica y desarrolla su conciencia de clase, especialmente bajo la influencia de la intervención de los revolucionarios ([19]). Pero, mientras que durante todo el periodo precedente, en que la clase obrera estaba aún constituyéndose, los sindicatos normalmente debían su existencia a la intervención de los revolucionarios que organizaban a su clase; en cambio las masas obreras toman a cargo espontáneamente la creación del soviet, lo que se corresponde con la propia evolución de la clase obrera, a su madurez, a su nivel más alto de conciencia, y a las nuevas condiciones de se lucha. En efecto, mientras que la acción sindical se hacía en estrecha colaboración con los partidos parlamentarios de masas en torno a la lucha sistemática y progresiva por reformas, el consejo obrero corresponde a una necesidad de la lucha al tiempo económica y política, frontal contra el poder del Estado que es ya incapaz de satisfacer las reivindicaciones obreras. Es decir, el sindicato ya no sirve para llevar a delante una lucha capaz de agrupar y unir en la acción a fracciones crecientes y diversas de la clase obrera y ser el crisol de un desarrollo general de la conciencia.
Los sucesos de 1905 muestras por sí mismos que la practica sindical, instrumento por cuya constitución los obreros se batieron durante décadas, estaba perdiendo toda utilidad para la clase obrera. Si las circunstancias de 1905 dieron a los sindicatos la oportunidad de hacer todavía un papel positivo a favor de los obreros, esto sólo fue posible gracias a la propia existencia de los consejos obreros de los que los sindicatos se convirtieron en meros apéndices. En los años siguientes la sanción de la historia fue mucho más cruel para esas herramientas ya inadaptadas para la lucha obrera. En efecto en la primera carnicería mundial, la burguesía de los principales países beligerantes se adueñará de los sindicatos, poniéndolos al servicio del estado burgués, para con ellos atar a la clase obrera al esfuerzo de guerra.
Conclusion
La Revolución de 1905 es rica en lecciones de una importancia capital hoy en día para comprender el periodo histórico, para saber cuáles son las tareas y las formas de la lucha revolucionaria. La lucha de 1905 muestra los elementos esenciales de la lucha del proletariado en el periodo de decadencia del capitalismo. El desarrollo de la crisis del capitalismo platea a la lucha el objetivo de derrocar revolucionariamente al capitalismo, al tiempo que las consecuencias de la crisis, la guerra, la pobreza y una explotación aguda, imponen a toda lucha real darse una forma política. En tal situación nacieron los soviets. No fueron una especificidad rusa, sino que con diferentes ritmos y formas se dieron en los principales países capitalistas. En próximos artículos de esta serie veremos qué lecciones ha sido capaz de sacar el movimiento obrero.
North, 14/06/05
[1]) Trotski, 1905, Resultados y perspectivas, “La formación del Soviet de diputados obreros”.
[2]) Ídem.
[3]) Ídem, Capitulo 10, “El ministerio de Witte”.
[4]) Ídem, Capitulo 11, “Los primeros días de la «libertad»”.
[5]) Ídem, Capitulo 15: “La huelga de noviembre”
[6]) Ídem, Capitulo 16: “¡Las ocho horas y un fusil!”.
[7]) Ndlr: Hibris era en la Grecia antigua la personificación de la insolencia, de la trasgresión de las normas generalmente admitidas, y al castigo que reciben los hombres por ello, de querer parecerse a los dioses o pretender igualarse a ellos.
[8]) Abraham Ascher: La Revolución de 1905, Cap. X: “Días de libertad” (en inglés, traducido por nosotros).
[9]) Lenin: Obras completas,“Nuestras tareas y el Soviet de diputados obreros”.
[10]) Ídem, “La disolución de la Duma y las tareas del proletariado”.
[11]) Henry Reichman, Railwaymen and Revolution, Russia 1905 (Ferroviarios y revolución: 1905”, traducido del inglés por nosotros).
[12]) Ese término, en su origen, se refiere a un veterano nombrado por los campesinos para hacer de policía en el pueblo, mediar en las disputas y tener en cuenta todos los intereses. Todos se sometían siempre a las decisiones del staroste.
[13]) Trotski, 1905, Resultados y perspectivas, Capitulo 8: “La formación del Soviet de diputados obreros”.
[14]) Henry Reichman: Ferroviarios y revolución: 1905, Capitulo 7 (en inglés, traducido por nosotros).
[15]) Trotski, 1905, Resultados y perspectivas, Capitulo 7: “La huelga de octubre”.
[18]) Ídem, Capitulo 8.
[19]) La actitud de los revolucionarios se distingue de la de los reformistas en que frente a cualquier lucha local siempre ponían por delante los intereses comunes a todo el proletariado como clase histórica y mundial revolucionaria y no la perspectiva de un “capitalismo social”.