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Publicamos a continuación el texto que nos ha enviado una lectora. Es un texto que nos permitirá entender mejor, a la luz de los descubrimientos obtenidos en psicología social y neurología, las conexiones existentes entre las condiciones de vida y el aumento de las conductas adictivas. Al explicar los mecanismos que subyacen bajo ese aumento creciente del consumo de materias estimulantes, nefastas para el organismo, esta aportación ilustra un aspecto del callejón sin salida al que conduce el capitalismo además de todo el cinismo de la clase dominante. Es importante que seamos conscientes de la realidad de los sufrimientos generados por la explotación y la barbarie de la sociedad capitalista. El llamamiento a la “conciencia colectiva”, en referencia a estas cuestiones, es totalmente válido porque se trata de un arma de los explotados para criticar y derrocar una sociedad inhumana. Aplaudimos con fuerza la iniciativa de la compañera y la animamos a seguir por ese camino.
Son numerosos los estudios que se realizan regularmente sobre las conductas adictivas de los jóvenes y las personas sin empleo. Ponen de manifiesto cómo los seres humanos sin trabajo son constantemente difamados por su supuesta falta de voluntad para enfrentarse al consumo de sustancias psicoactivas, verdaderamente alto en esta capa de la población. Por el contrario han sido pocas las investigaciones realizadas sobre el consumo de sustancias psicoactivas entre personas con empleo, cuando empíricamente se sabe que es una realidad que afecta a numerosos trabajadores y cuyas causas son múltiples y muchas veces disfrazadas. Además, las instituciones y los organismos que crea el Estado para combatir las adicciones así como los resultados que publican son, en la mayoría de los casos, hipócritas y poco fiables o ineficaces.
El consumo en las poblaciones excluidas y su ansiedad ante el futuro
Las poblaciones profesionalmente excluidas, sin empleo, consumen ante todo tabaco, alcohol, medicamentos psicotrópicos (Ansiolíticos, antidepresivos, miorelajantes, etc.), de libre venta o recomendados por un especialista (o no) pero hay quien incluso ingiere drogas ilícitas, entre las que están las denominadas de “diseño”.
Por un estudio del INPES ([1]), realizado a 2594 desempleados el año 2005, conocemos que el 10,5% de ellos son dependientes del alcohol, el 12 % consume cannabis y el 17,4 % toman medicamentos psicotrópicos; que el 45 % de los beneficiarios acogidos a la Renta Activa de Solidaridad (RSA) ([2]) tienen dificultades con el alcohol, mientras que los trabajadores ocupados están en un 15 %.
Los jóvenes son también víctimas del exceso de consumo de sustancias psicoactivas: según los estudios de la OFDT (Observatorio Francés de Drogas y Toxicomanías) ([3]) realizados en 2002 y del ADSP (Actualidad e Informes sobre la Sanidad Pública, también en Francia) ([4]) en 2007, el 40 % de los jóvenes mayores de 18 años consumen diariamente tabaco, frente al 29 % de personas con edades comprendidas entre los 18 y los 75 años. Es más, el 10,5 % de los jóvenes consumen bebidas alcohólicas en exceso y el 13,3 % fuma cannabis regularmente.
Adelantaremos algunas de las explicaciones que se suelen dar sobre las causas del consumo excesivo entre esos sectores de población que intentan insertarse en la vida social. Hay autores que piensan que la adolescencia y sus múltiples cambios (fisiológicos, psicológicos, madurez, etc.) es la causa principal de las conductas de riesgo entre los jóvenes y que ciertamente, los adolescentes perciben el alcohol como un medio para superar mejor el malestar que les genera esos cambios, o bien como una manera de facilitar su relación personal con los demás.
Aunque es cierto que un ambiente alegre, distendido o relajado no se asocia por los jóvenes al consumo de alcohol, sí que encuentran que es, en cierta medida, eficaz para lograr un “buen ambiente” y por supuesto más barato. Pero también se sabe que los profesionales del sector de las bebidas alcohólicas conocen este fenómeno y desarrollan estrategias de marketing entre los jóvenes consumidores, muy aficionados a los sabores dulces. Elaboran productos tipo Premix (premezclas) o Alcopops (licores comercializados en pequeñas botellas de diseño y etiquetado confuso) ya que el envase hace pensar en bebidas de bajo contenido alcohólico, para comercializarlos entre este público. Las bebidas, de alta graduación alcohólica (vodka, whisky, ron…) son mezcladas con bebidas sin alcohol pero muy azucaradas (soda o zumo de “frutas”), para enmascarar el fuerte sabor a etanol. De esta manera, aunque la cantidad de alcohol ingerida es menor que el de una bebida alcohólica tradicional, el riesgo estriba en que los consumidores se olvidan del alcohol que contienen y consumen mayor cantidad; con lo que se agravan las consecuencias para sus cerebros todavía en desarrollo ([5]).
Por otra parte, la ansiedad ante el futuro y el miedo al desempleo, ligados a la situación económica, acentúan también el consumo de substancias psicoactivas entre la población en situación precaria. Isabel Varescon ([6]) demuestra que la dependencia al alcohol es en muchos casos consecuencia del fracaso o la dificultad para realizar una tarea encomendada. Este fracaso se traduce en un sentimiento de incompetencia personal y social. Por su efecto analgésico, el consumo de substancias psicoactivas es un medio que tiene el individuo de paliar su baja autoestima.
La búsqueda de lazos sociales por medio del alcohol y del efecto analgésico de las substancias psicoactivas son estrategias de adaptación de las que los consumidores se dan cuenta demasiado tarde, cuando ya están en una situación muy precaria.
El consumo entre los trabajadores
Otra encuesta del INPES, realizada sobre una muestra de 15.994 “trabajadores en activo” de edades entre 16 y 65 años, estima que el 28,1 % de los encuestados presenta un tabaquismo regular, el 13,8 % consumen medicamentos psicotrópicos, el 8,1 % es alcohólico y el 8 % es consumidor habitual de drogas ilícitas. Esta encuesta ha mostrado también la relación que hay entre el tipo de substancias psicoactivas consumidas y el medio profesional, y se constata que, excepto el del área de las finanzas, ningún sector está excluido del consumo de estas substancias. El de la construcción y el de los transportes son los más afectados, ya que el consumo de tabaco, alcohol, medicamentos psicoactivos y drogas ilegales es superior al de todas las demás profesiones. El abuso del tabaco y de las drogas ilícitas está también muy extendido en el medio de la restauración (bares, hoteles y restaurantes, etc.). En lo que se refiere a los medicamentos psicotrópicos, los trabajadores domésticos y los administrativos presentan un consumo más elevado que el de otros sectores (industria, los servicios o el turismo).
Estudios recientes han demostrado que el abuso de sustancias psicoactivas en el medio laboral produce desazón y ansiedad en el trabajo, lo que es causa frecuente de estrés. El estrés aparece cuando el mal ambiente en el trabajo supera los recursos normales de un individuo (sus capacidades adaptativas). Para enfrentar estas situaciones de tensión los trabajadores desarrollan estrategias de adaptación. En este marco, los asalariados consumidores de sustancias psicoactivas lo hacen para poder sobrellevar su estrés o para aumentar su capacidad de trabajo. Concretamente, los trabajos experimentales de M. Niezborala (año 2000) realizados sobre una muestra de 2106 personas en activo, interrogadas con ocasión del reconocimiento periódico de salud en el trabajo, manifiestan que casi una persona de cada tres consume medicamentos psicoactivos para enfrentar las dificultades que encuentra en su empleo: «El 20 % utiliza un medicamento para estar en forma durante la jornada de trabajo, el 12 % toma medicamentos en la jornada laboral para tratar algún síntoma de agitación, el 18 % utiliza medicamentos para “mantenerse relajado si la jornada es difícil» ([7]).
Otros autores como Catherine Reynaud-Maurupt et Hoareau (2010) y Fontaine y Fontana (2003), concluyen también que el consumo excesivo de substancias psicotrópicas afecta esencialmente a los trabajadores activos que trabajan en condiciones laborales de gran dificultad donde se les obligan “a estar siempre al cien por cien, a tope”. Esta estrategia tiene una función clara: inducir a un estado de hiperrendimiento a fin de adaptarles mejor a las exigencias profesionales.
Por otro lado Ángel y colaboradores señalan que los asalariados que trabajan en condiciones físicas de gran dureza consumen, sobre todo substancias psicoactivas, en cantidades superiores a los de otros sectores laborales. El consumo de estas substancias es una estrategia de adaptación frente al estrés profesional. Este fenómeno es el resultado directo de la escasez de trabajo y de la creciente precariedad. De igual manera el aislamiento social, tanto en las empresas como en la vida privada, del que son, cada día más, víctimas los trabajadores, trae consigo el aumento de potenciales riesgos de aumento del consumo; éste permite por un lado establecer lazos sociales, porque se consume colectivamente (sobre todo tabaco y alcohol); y por otra, soportar los trastornos físicos y síquicos ligados al trabajo (alcohol, psicofármacos y drogas ilegales).
Demos una respuesta al desarrollo de las conductas adictivas
El abuso de productos que modifican la conducta (psicoactivos, substancias adictivas…), por grupos sociales que viven en situación de precariedad y por los trabajadores cuyas condiciones de trabajo ponen en peligro su salud física y mental, tiene para ellos consecuencias dramáticas. En Francia, por ejemplo, mueren cerca de 45.000 alcohólicos al año. El consumo excesivo de estas sustancias genera además toda una serie de situaciones de alto coste social y personal: accidentes de trabajo, enfermedades de larga duración o crónicas, lesiones irreparables, suicidios, etc. Especialistas de centros de diagnóstico y tratamiento como el Hassé Consultant ([8]), P. Angel entre otros, estiman que aproximadamente un 20 % de las bajas laborales están asociadas al consumo excesivo de sustancias psicoactivas; es más, del 40 al 45 % de los casos de accidente laboral con resultado de muerte son consecuencia directa de ese abuso.
Hay entidades y organizaciones creadas con el propósito de luchar contra la dependencia y la adicción, centros para drogodependientes… Son centros de carácter hospitalario que acogen a personas en estado de dependencia de algún producto psicoactivo (concretamente al alcohol y drogas ilegales). Su método de funcionamiento viene a ser así: cuando ingresan se les impone un tratamiento de desintoxicación física (es decir, se les priva totalmente de los productos que suelen consumir) durante aproximadamente una semana y después se les somete a un tratamiento psicológico más prolongado. Desde que se empezó a utilizar este tipo de tratamientos cada vez hay más instituciones que optan por informar a los pacientes sobre el funcionamiento psicológico de las dependencias; consiguiendo de esta manera que los enfermos pasen de un estado de culpabilidad, a comprender los mecanismos cerebrales que favorecen y regulan la dependencia.
Del abuso continuado de alcohol se sabe que el etanol desequilibra los llamados receptores GABA en las neuronas ([9]). Estos receptores se hacen dependientes y exigirán al consumidor durante toda la vida una cantidad creciente de etanol para satisfacerse. Acabar con el consumo de alcohol se hace extremadamente difícil en la medida en que el síndrome de privación (el llamado “mono”) aparece de manera más o menos grave según las características (tanto fisiológicas como sociales) de los pacientes. Se les recomienda la abstinencia total y de por vida pero estos receptores jamás recuperarán su funcionamiento normal; una pequeña cantidad de alcohol ingerida será suficiente para reactivar el proceso.
Es una cruel realidad que “el mono” (síndrome de abstinencia) no es nada en comparación con lo que les aguarda en el futuro a los ex-dependientes. Es mucho más duro escapar a las “celebraciones” sociales (fiestas, reuniones familiares, almuerzos de trabajo, etc.) donde todo está montado para empujar al consumo de bebidas alcohólicas. Los comercios, sus anuncios de propaganda y sus escaparates son un reclamo para atraer e incrementar los consumidores.
En cuanto a las bebidas “sin alcohol” hay que decir que, además de que no son muy “divertidas”, si que contienen buena parte de alcohol, y se lo debemos a una ¡sórdida legislación!, que permite que al lado de donde pone 1,2 grados de etanol pueda imprimirse la frase “Sin alcohol”, sin necesidad de indicar la cantidad real que contiene el recipiente; algo que debería ser imprescindible, ya que una mínima cantidad de alcohol es suficiente para una recaída.
Además, ¿son acaso más “marchosas” las juergas sin alcohol? Los industriales de bebidas alcohólicas seguro que dirán: ¡por supuesto que no! Lo mismo que habrá quien diga que las recaídas son una muestra de la ¡falta de voluntad de los adictos! En cuanto a lo que les aguarda en el trabajo, cuando se tiene, lo que pueden llegar a oír son frases como: “Está claro que a éste le ha servido de poco el tratamiento”. ¡Ah!, estos trabajadores que tienen la gran suerte de tener un empleo y un buen patrón que les resuelve su “pequeño problema personal”, siempre que se mantengan tan dóciles como antes de su curación, y, sobre todo antes de que recaigan. Todas estas indecencias serán siempre un medio de presión añadido para que el trabajo se haga rápidamente y sin rechistar.
La exclusión social va en aumento, como consecuencia de la precarización del empleo, del paro, de las dificultades financieras, etc.; las condiciones de trabajo son cada vez más penosas y el aislamiento social que se deriva de ello se acentúa y parece eternizarse. Los individuos buscan, lenta y laboriosamente, soluciones a esta degeneración que pueden tomar diferentes formas: desde la lucha contra estas condiciones de vida…, hasta el abandono.
Luchar contra ellas no debería ser, jamás, la adaptación del propio organismo a estas condiciones mediante el consumo de sustancias psicoactivas. Luchar contra el origen del problema es mucho más eficaz, pero para ello se requiere de una conciencia colectiva más que de una respuesta individual.
Agnosia, 17 setiembre
[2] https://www.hcsp.fr/explore.cgi/adsps?menu=11. Se trata de un subsidio mínimo para parados de larga duración que se otorga en Francia
[9] Pierre Angel, Patrick Amar, Marie Josee Gava, Brigitte Vaudolon, Mieux vivre en entreprise (2e édition).