La solidaridad humana y el gen egoísta

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Publicamos a continuación un texto del antropólogo Knight Chris, "La Solidaridad Humana y el gen egoísta"[1]. Este texto científico está basado en la teoría de Darwin del gen egoísta[2], que resume las bases para criticar las afirmaciones de que el hombre es por naturaleza un "lobo para el hombre"; por esto constituye una contribución valiosa para combatir la idea de que el comunismo sería incompatible con la naturaleza humana, y llega a la conclusión de que la solidaridad es, sin embargo, inherente a nuestra naturaleza.

En 1844, después de un viaje de cuatro años alrededor del mundo, Charles Darwin confió a un amigo que había llegado a una conclusión peligrosa. Durante siete años, escribió, «he participado en una obra muy presuntuosa» incluso «muy estúpida». Se había dado cuenta de que en cada una de las Islas Galápagos  los pinzones comían comida local ligeramente diferente, y los picos presentaban las modificaciones correspondientes. En América del Sur, había examinado un gran número de fósiles extraordinarios de animales extintos Reflexionando sobre el significado de todo esto, se sintió obligado a cambiar de opinión sobre el origen de las especies. A su amigo, Darwin escribió: «Estoy casi convencido (bastante lejos de mi opinión inicial) de que las especies no son (es como confesar un asesinato) inmutables».En aquellos días, la creencia en la transmutación - la idea de que las especies podrían evolucionar en otras - era políticamente peligrosa. 

Al mismo tiempo que Darwin escribía a su amigo, ateos y revolucionarios difundían periódicos baratos en las calles de Londres, por la defensa de las ideas evolucionistas en contra de las doctrinas establecidas de la Iglesia y el Estado. En ese momento, el teórico evolutivo más famoso fue Jean-Baptiste Lamarck, que era responsable de las  exposiciones de los insectos y gusanos  del Museo de Historia Natural de París. Estrechamente ligado al ateísmo, el cartismo[3] y otras  formas de subversión surgidas  de la Francia revolucionaria, el evolucionismo en Gran Bretaña fue designado por el término "lamarckismo". Todo "lamarckiano" - en otros términos, cualquier científico que ponía  en duda la inmutabilidad de las especies de origen divino - corría el riesgo de  ser equiparado a los comunistas, subversivos y alborotadores. Atrapado entre sus prudentes opiniones políticas  liberales y la ciencia, Darwin estaba tan nervioso que se puso enfermo, disimulando y ocultando  sus conclusiones como si hubiera cometido un asesinato.El período de levantamientos revolucionarios culminó con los acontecimientos de 1848, cuando los trabajadores organizaron insurrecciones y salieron a las calles en Gran Bretaña y en toda Europa. Con la derrota de la rebelión, la contrarrevolución se instaló[4] 

Durante la década siguiente, la amenaza de la izquierda se alejó. En 1858, otro científico - Alfred Wallace – encontró de forma independiente el principio de la evolución por selección natural. Si Darwin no publicaba sus conclusiones, Wallace ganaría toda la gloria científica. Sin  el peligro inmediato de la revolución, Darwin encontró, el coraje para publicar finalmente, en 1859,  El Origen de las Especies .En su notable libro, Darwin expuso el esquema de un concepto de evolución bastante diferente del de Lamarck. Lamarck explicó la evolución como el resultado de los esfuerzos continuos de autosuperación de todos los animales  a lo largo  sus vidas. 

La idea más siniestra y cruel de Darwin la tomó prestada del reverendo Thomas Malthus, un economista contratado por la Compañía de las Indias Orientales. Malthus no estaba interesado en el origen de las especies, su idea era política. Las poblaciones humanas, dijo, siempre crecen más rápido que el suministro de alimentos. La lucha y el hambre resultarán inevitables. La Caridad pública, dijo Malthus, sólo puede agravar el problema ayuda a que los pobres se sientan a gusto, y les  anima a reproducirse. Más bocas que alimentar conduce a una mayor pobreza y por lo tanto más demanda de ayudas sociales. La mejor política es dejar que los pobres se mueran.

El genio de Darwin consistió en vincular la botánica y la geología a esta declaración, políticamente motivada, a favor de la libre competencia y la "lucha por la supervivencia". Darwin vio la moralidad del "dejar-hacer" de Malthus en toda la naturaleza.  El crecimiento de la población en el mundo animal siempre superó a la oferta local de alimentos, de ahí la inevitabilidad de la competencia resultante en el hambre y la muerte de los más débiles. Mientras que los moralistas y sentimentales hubieran  tratado de suavizar la imagen de una naturaleza cruel y sin corazón, Darwin siguió a Malthus y lo proclamó. Así como el capitalismo castigaba brutalmente a los pobres y necesitados, la  "selección natural" eliminaba estas criaturas menos capaces de desarrollarse. Teniendo en cuenta que los menos aptos de cada generación no paraban de morir, la descendencia  de cada generación de supervivientes  era pues desproporcionadamente más numerosa, transmitiendo a todas las generaciones futuras las características hereditarias más beneficiosas. El hambre y la muerte, por lo tanto, son factores positivos en una dinámica evolutiva que castigaba  inexorablemente el fracaso  y recompensaba  el éxito.De este modo, Darwin transformó las implicaciones políticas de la teoría evolutiva. Lejos de ser  utilizada para justificar la resistencia a la explotación capitalista o a la desigualdad social, esta versión Malthusiana del evolucionismo se usó para servir a una dirección política. Darwin describió la naturaleza como un mundo sin moral. Por lo tanto, esto proporcionó una justificación de un sistema económico basado en la competencia desenfrenada, libre de toda injerencia  "moral" proveniente de la religión o del Estado.

En vida de Darwin, las principales controversias públicas en torno a su teoría opusieron a evolucionistas  contra  estos filósofos, clérigos y otros  que temían que tal visión podría conducir al colapso de la moralidad en la sociedad.Después de la muerte de Darwin en 1881, muchos pensadores influyentes trataron de mitigar la fuerza del razonamiento aparentemente duro y amoral de Darwin, buscando la manera de conciliar la teoría de la evolución con los valores religiosos y humanistas. En Rusia, el pensador anarquista Pedro Kropotkin escribió Ayuda Mutua, donde afirmó que la cooperación, no la competencia, es la ley fundamental de la naturaleza. Una forma muy común de salvar una dimensión "moral" del razonamiento de Darwin era el sugerir  que el impulso competitivo  del cambio evolutivo  enfrentaba a los  grupos entre ellos, y no entre individuos. 

El término "supervivencia del más apto" - como se decía entonces – significaba  la supervivencia del  más apto  de los grupos, la más apta de la especie, ambos considerados en su totalidad, con la estrecha participación y cooperación dentro cada especie. De acuerdo con este razonamiento, los individuos se crearon para promover los intereses de la especie. Los miembros de cualquier especie deben cooperar unos con otros, su supervivencia individual  depende del conjunto de la mayoría.Esta idea se hizo popular porque estaba muy en consonancia con las tendencias de la filosofía moral, incluyendo la tendencia de "clase media" del socialismo y el nacionalismo en el cambio de siglo. Las Naciones  se asociaron a la "raza" y se compararon  con las especies animales. Cada especie, raza o nación se suponía  dedicada a  una lucha a muerte contra sus rivales. Aquellas cuyos miembros colaboraban en la necesidad colectiva sobrevivían y aquellas cuyos miembros actuaban "egoístamente" acababan por desaparecer. Cuando los animales o los seres humanos muestran un comportamiento cooperativo, esto se explica en términos de "moral", en referencia a las necesidades del grupo.

En Gran Bretaña, Winston Churchill declaró que a los elementos más pobres de la sociedad no se les debía permitir  reproducirse, ya que podrían debilitar la "población nacional" al hacerlo. La eugenesia se hizo muy popular, incluso entre muchas personas de izquierdas en Alemania, y jugó un papel clave en la formación de la ideología nazi. En la década de 1940,  el etólogo pionero Konrad Lorenz  deleitó a  los propagandistas nazis  cuando dijo que la guerra era algo natural y valioso. La comparaba con un modelo general en el que los mamíferos machos, durante la época del apareamiento, emprendían una batalla feroz entre sí, y las hembras se acoplaban solamente con los ganadores. Esto, dijo Lorenz, es un mecanismo sano para la eliminación de los débiles, por lo tanto, protege y mejora la pureza y el vigor de la raza.

La teoría  evolucionista de la "selección de grupo" - como se le llama ahora - recibió su formulación más sofisticada y explícita en 1962, cuando el naturalista escocés VC Wynne-Edwards publicó un libro titulado La dispersión animal aplicada  al comportamiento social .Para Wynne-Edwards, siguiendo en esto  a Malthus, el problema fundamental de  cada grupo o especie era el de la reproducción desenfrenada. La sobrepoblación finalmente llevaba a la escasez de alimentación, causando hambrunas a una escala que podría poner en peligro toda la población local. ¿Cuál era la solución? Según Wynne-Edwards era la especie en su conjunto la que debía actuar. Mecanismos especiales debían evolucionar para evitar la reproducción más allá de la capacidad de carga de su entorno. Se esperaba que los individuos mantuvieran bajo control su fertilidad en el interés del grupo.En base a esta teoría, Wynne-Edwards trató de explicar muchas características curiosas de la vida social humana y animal. En particular, pretendió  explicar el comportamiento aparentemente repugnante como el canibalismo, el infanticidio y el combate o la guerra entre  grupos. Aparentemente negativas, a un nivel más amplio  tales prácticas constituirían una serie de adaptaciones beneficiosas por las cuales cada especie trataría  de limitar su población. Muchos naturalistas se mostraban perplejos  al observar casos de aves en grandes colonias, que destruían  su descendencia común, o leones mordiendo mortalmente sus cachorros al nacer .Todo esto, decía Wynne-Edwards, podría comprenderse  ahora. Los que presentan tal  comportamiento no actúan de forma egoísta o antisocial, favorecían la especie conteniendo la población. En los humanos, las actividades violentas como la guerra tenían una función similar. De un modo u otro, los niveles de población humana debían ser limitados, la guerra, junto con otras formas de violencia, contribuía a lograrlo.Este tipo de pensamiento "seleccionista de grupo" siguió influyendo  en el darwinismo hasta la década de 1960. 

Pero, precisamente, formulándolo en términos tan explícitos y vehementes, Wynne-Edwards expresó sin querer el razonamiento del "beneficio de la especie" unos ataques focalizados con más precisión, socavando el conjunto del edificio teórico completo. Cuando los científicos comenzaron a considerar los llamados "mecanismos de reducción de la población," las razones por las que  no podría funcionar quedaron claras desde un punto de vista meramente teórico. ¿Cómo una especie entera podía movilizar a sus miembros para la acción colectiva, como si reaccionara en previsión de la escasez de alimentos en el futuro? Supongamos, por ejemplo, la existencia de un gen que podría causar o facilitar el comportamiento con las dos características siguientes: (a) beneficiaría a la especie en una fecha posterior, y al mismo tiempo, (b) impediría ahora, el éxito reproductivo de su dueño. ¿Cómo un gen así podría transmitirse en el futuro, cuando actuarían sus supuestos beneficios? Hablar de un gen con menos poder reproductor es simplemente una contradicción. .El mismo  gen no se transmitiría. Sus beneficios futuros esperados nunca se podrían realizar. La teoría de la "selección de grupo" en su totalidad era simplemente ilógica.

Esta comprensión marcó el comienzo de una revolución científica - uno de los cambios más importantes de la historia científica reciente, con muchas implicaciones para las ciencias sociales y las humanidades. Si Marx y Engels vivieran,  se colocarían a la cabeza de ese progreso. Casi todos los científicos evolucionistas están de acuerdo en que la teoría de la "selección de grupo" de Wynne-Edwards era errónea. La idea de que el sexo, la violencia o cualquier otra forma de comportamiento animal puede evolucionar "por el bien de la especie" está ahora completamente desacreditada. Los animales no practican sexo "para perpetuar la especie" lo hacen por una razón más con los pies en la tierra - para perpetuar sus propios genes. Ningún gen  puede ser diseñado para minimizar su propia réplica - en un mundo competitivo, sería rápidamente eliminado y reemplazado-. Supongamos que un león mata a sus propios cachorros para ayudar a reducir el nivel de la población total. En comparación con otros leones, este individuo en particular tendría un bajo éxito reproductivo. Independientemente de lo que pase finalmente a todo el grupo, todos los individuos de una población futura serían exclusivamente  descendientes de los reproductores más "egoístas" - estos leones programados para maximizar la transmisión de sus genes, (a expensas de sus genes rivales) a las generaciones futuras.Una vez entendido esto, los científicos fueron capaces de demostrar que los leones que mataban a los cachorros pequeños en realidad no mataban a sus propios hijos, sino los engendrados por los machos rivales. Lo mismo se aplicaba a otros casos del llamado “control de población". En todos los casos, se pudo demostrar que en los animales responsables que actuaban "egoístamente" desde un  punto de vista genético, sus genes transmitían tantas copias de sí mismos como fuera posible para las futuras generaciones, sin preocuparse demasiado acerca de cualquier impacto sobre el nivel de su población a largo plazo. El "valor selectivo" significaba la capacidad de introducir   sus genes en el futuro, no podía definirse de otra forma. 

Una de las consecuencias fue que las ideas eugenésicas como las defendidas por Winston Churchill no tenían ningún sentido darwiniano. Churchill estimaba que los pobres se reproducían demasiado rápido; eran  "menos aptos", su fertilidad debía ser contenida. Por ejemplo, supongamos que los pobres en la época de Churchill se reproducían  más que los ricos. De acuerdo con los estándares modernos darwinistas, esto habría hecho a los pobres más "aptos”", no menos. Lo mismo pasa cuando las minorías étnicas se reproducen a un ritmo mayor que los que les rodean. El término "valor selectivo", como  es entendido por los darwinistas modernos puede medirse únicamente referido a los genes - no a las razas o las especies-En el futuro, por lo tanto, los políticos reaccionarios, racistas o de otro tipo,  tendrán que propagar sus teorías sin la ayuda del darwinismo.

En lo sucesivo, el nuevo darwinismo hizo imposible colocar el interés personal de un individuo al mismo nivel de la especie. Los pensadores "seleccionistas de grupo" habían adornado de "moral" el infanticidio, la violencia o la agresión, teniendo en cuenta los intereses superiores "de la nación" o "el grupo". Los  militaristas y los genocidas se habían transformado en guardianes de los intereses superiores, sacrificando la población sobrante o eliminando los débiles para el bien de la mayoría. El Darwinismo con el "gen egoísta" puso bruscamente fin a todo esto. Los grupos o especies ya no podían compararse con la de los Estados-Naciones, descritos como conjuntos cohesionados y regulados moralmente. En su lugar, se esperaba que los animales buscaran  optimizar su valor selectivo,  obrando consciente o inconscientemente para difundir sus genes. En consecuencia,  se esperaba también que las unidades sociales no mostraran solamente  la cooperación, sino también los conflictos reiterados entre hembras y machos, jóvenes y ancianos, e incluso entre padres e hijos. Este énfasis en la lucha y el conflicto hizo converger darwinismo y el marxismo, que no admite la armonía o la fraternidad, sino que ve un mundo social  humano desgarrado por los conflictos de clase, sexo u otras formas .Ahí donde la armonía existe o  se establece con éxito, debe ser explicado, no  sólo admitido.

Una vez  "el seleccionismo de grupo" modificado, los científicos se vieron obligados a observar de nuevo la vida, abordando, clarificando y resolviendo a menudo una serie de enigmas científicos en  camino. ¿Cómo apareció la vida en la Tierra?,  ¿Cuándo y por qué evolucionó el sexo? ¿Cómo los insectos sociales llegaron a ser tan cooperativos? ¿Por qué  como  todos los organismos vivos, nos enfermamos y nos morimos? Desde ese momento, cada teoría tenía que demostrar su coherencia con el implacable "egoísmo" sin concesiones de  los genes. El resultado fue una serie de avances espectaculares intelectuales, lo que supuso una verdadera revolución que continua actualmente, en las ciencias de la vida. El libro de Richard Dawkins, El gen egoísta, que  resume muchos de estos nuevos descubrimientos, cuando se publicó en 1976 con  el aplauso general, y  la denuncias igualmente vehementes  de " la izquierda de la clase  media”.

Al igual que Karl Marx y Friedrich Engels se opusieron a las teorías "utópicas" del socialismo, los darwinistas modernos se opusieron enérgicamente a todas las teorías evolutivas sensibleras y poco realistas. El Socialismo "utópico" fracasó porque nunca se enfrentó al capitalismo. Nunca explicó cómo pasar de "A" a "B" - de la lógica competitiva  del capitalismo  a su antítesis socialista o comunista-. En cambio, los soñadores "utópicos" no hicieron  más que  oponer sus visiones idealistas con las duras realidades de la vida contemporánea, sin  preocuparse de comprender el funcionamiento del propio capitalismo. De manera similar, antes de la revolución del "Gen egoísta" en las ciencias de la vida, los biólogos habían usado la "cooperación" en el mundo animal como un principio explicativo sin haber explicado nunca  de donde venía este principio. El gran mérito del nuevo darwinismo no era ser "utópico". Cuando se descubrió que los animales, se  ayudaban entre sí o incluso arriesgan sus vidas unos por otros - como sucede a menudo - este altruismo debía explicarse y no sólo admitirse. Por encima de todo, cualquier altruismo en la conducta social debía conciliarse con el "egoísmo" replicativo de los genes de esos animales.Desde este punto de vista, el nuevo darwinismo casi se podría llamar la "ciencia de la solidaridad". 

El egoísmo es fácil de explicar. El verdadero reto es explicar por qué los animales tan a menudo no son egoístas. Este es un desafío particular en el caso de los humanos, que - quizás más que cualquier otro animal - pueden participar en  actos de valor y sacrificio en beneficio de los demás. Hay historias, cuya autenticidad se ha demostrado, como la de los soldados que durante la Primera Guerra Mundial se lanzaron sobre una granada explosiva, para salvar la vida de sus compañeros. ¿Se produjo este caso por el hecho de haberlo inculcado o enseñado laboriosamente al ser humano  o era simplemente el poder de los instintos? Si siguiendo a los darwinistas, suponemos que las personas tienen en sí mismas la capacidad de ser naturalmente cooperativos y heroicos, entonces se produce una paradoja intelectual. ¿Por qué los genes que permiten habilitar el heroísmo - estos instintos valientes que en tiempos de crisis, pueden superar nuestros impulsos más cobardes y egoístas - no se eliminan en el curso de la evolución? El hombre que muere en la batalla no tendrá más hijos. Por el contrario, el cobarde puede dejar muchos descendientes. 

Sobre esta base, ¿no deberíamos esperar que cada generación sea menos heroica y más egoísta - que la precedente?La teoría utópica de "selección de grupo" había oscurecido este problema proponiendo una respuesta demasiado fácil. El heroísmo trabajaba por el bien del grupo. El problema era que esto no explicaba cómo ese valor podría ser parte de la naturaleza humana, transmitida de generación en generación. Es precisamente esta dificultad la que movilizó a los nuevos darwinistas para encontrar  una respuesta mejor. Cuando la solución se encontró, se convirtió en la piedra angular de la ciencia evolutiva.La solución al enigma radica en la idea de " valor selectivo inclusivo". La valentía en el combate se basa en  instintos que no son tan  diferentes de los que motivan a las madres a arriesgarse en defensa de sus hijos. Precisamente porque sus genes son "egoístas" -y no a pesar de este "egoísmo" - el coraje de una madre puede apelar a profundos recursos instintivos. Efectivamente, la madre que por instinto se arriesga en  favor de sus hijos incluye a los niños como parte de su "yo" potencialmente inmortal. En términos genéticos, esto es realista porque sus hijos comparten sus genes. Es fácil ver por qué los genes "egoístas" de una madre pueden empujarla a comportarse de forma desinteresada - es decir, claramente en el mejor interés de los genes-. Una lógica similar  podría llevar a los hermanos a comportarse de forma desinteresada los unos hacia los otros.

Lejos en el pasado evolutivo, los seres humanos evolucionaron en grupos relativamente pequeños basados en el parentesco. Cualquier persona con la que has trabajado, o con quien estás estrechamente relacionado, tiene una posibilidad estadística de compartir tus genes. De hecho, los genes habrían dicho: "Replícanos, para asumir riesgos y así defender a tus hermanos y hermanas" Nosotros, los seres humanos estamos diseñados para ayudarnos entre nosotros - y hasta morir por los demás - con la condición de haber tenido la oportunidad de formar lazos de unión. Hoy en día, incluso en circunstancias en las que tenemos muchas menos probabilidades de estar emparentados, esos instintos nos siguen empujando con tanta fuerza como antes. La noción de "solidaridad fraterna" no es totalmente dependiente de factores externos y sociales, como la educación o la propaganda. No tiene por qué ser inculcada en la gente en contra de su propia naturaleza. La solidaridad es parte de una antigua tradición - una estrategia evolutiva - que hace mucho tiempo se convirtió en el centro de la misma naturaleza humana. Es una expresión inapreciable del "egoísmo" de nuestros genes.

Chris Knight


[2] La teoría del gen egoísta, a pesar de la oposición de una minoría de los teóricos de la evolución (incluyendo el difunto Stephen Jay Gould en la estructura de la teoría de la evolución) es defendida por la mayoría de ellos (sobre todo por Richard Dawkins en El gen egoísta y El fenotipo extendido).En la descripción de los genes como "egoístas", Dawkins no pretende con ello que estén equipados con voluntad o intención propia, sino que sus efectos pueden describirse como si lo fueran. Su tesis es que los genes grabados en las poblaciones son los que provocan efectos que sirven a sus propios intereses (es decir, continuar  reproduciéndose), y no necesariamente a los intereses del individuo mismo. Esta perspectiva explica, como descubriremos más adelante en este artículo de Chris Knight, el altruismo a nivel individual en la naturaleza, especialmente en el ámbito familiar: cuando un individuo se sacrifica para proteger la vida de un miembro de la familia,  reacciona   en interés de sus propios genes.
[3] Movimiento de la clase obrera nacido en Gran Bretaña en la década de los 30 el siglo XIX. Impulsaba no solamente luchas –las más famosa fueron las revueltas de 1839 y la huelga prácticamente general de 1842- sino una reflexión que hizo avanzar el programa proletario. Marx y Engels mantuvieron estrechos contactos con miembros del Cartismo.
[4] El movimiento revolucionario de 1848 tuvo una dimensión internacional, con epicentro en Francia se expandió hacia Alemania y Austria. El Manifiesto Comunista fue el referente teórico y programático que contribuyó a su surgimiento.

 

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