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Para la humanidad el capitalismo no ofrece el menor porvenir
Tras los atentados del 11 de septiembre, la guerra en Afganistán y la reanudación de las matanzas en Oriente Próximo, otros dos acontecimientos inquietantes han saltado al ruedo de la actualidad internacional‑: la amenaza de guerra entre India y Pakistán, (dos Estados con armas nucleares que desde su nacimiento como tales Estados llevan peleándose por Cachemira de manera recurrente) y la progresión de los partidos de extrema derecha en Europa occidental, lo cual ha ofrecido la oportunidad a la burguesía de agitar el espantajo fascista y montar unas campañas democráticas gigantescas.
Nada parece relacionar esos dos acontecimientos, muy alejados geográficamente y situados en planos geopolíticos totalmente diferentes. Y sin embargo tienen raíces comunes. Para comprenderlas hay que evitar a toda costa una aproximación fotográfica a lo que ocurre en el mundo, una visión fragmentada, la que consiste en analizar cada fenómeno en sí, separado del resto. El método marxista es el único se basa en un enfoque histórico, global, dialéctico, dinámico, capaz de relacionar diferentes expresiones de los mecanismos del capitalismo para darles una unidad y una coherencia; es el único capaz de integrar esos dos hechos en un marco común.
La amenaza de una guerra nuclear en India y Pakistán por un lado, y el ascenso de la extrema derecha, por otro, ilustran, bajo formas diferentes, la realidad de la fase actual de descomposición del capitalismo caracterizado por la putrefacción de raíz de la sociedad que amenaza la existencia misma de ella. La descomposición es el resultado de un proceso histórico en el que ninguna de las dos clases antagónicas de la sociedad, el proletariado y la burguesía, han sido hasta hoy incapaces de imponer su solución frente a la crisis insoluble del capitalismo. La burguesía no ha sido capaz de arrastrar a la humanidad a una tercera guerra mundial porque el proletariado de los países centrales no está dispuesto a sacrificar sus intereses en aras de la defensa del capital nacional. Pero tampoco este ha sido capaz de afirmar sus propia perspectiva revolucionaria e imponerse como única fuerza de la sociedad que pueda ofrecer una alternativa al callejón sin salida de la economía capitalista. Por esto, aunque los combates de la clase obrera han impedido que se declare una tercera guerra mundial, no han sido capaces, en cambio, de hacer cesar la locura asesina del capitalismo. De ello es testimonio el caos sanguinario que se extiende día tras día por la periferia del sistema, un caos que ha ido en continuo aumento desde el desmoronamiento del bloque del Este. La escalada de la guerra sin fin de Oriente Próximo y la actual amenaza de un conflicto nuclear entre India y Pakistán dejan bien patente, por si falta hiciera, el “no future” apocalíptico de la descomposición del capitalismo.
Por otra parte, el proletariado de los grandes países “democráticos” ha tenido que soportar de lleno los efectos de la manifestación más espectacular de la descomposición, o sea, el desmoronamiento del bloque del Este. El peso de las campañas burguesas sobre la pretendida “quiebra del comunismo”, campañas que han dañado su identidad de clase, su confianza en sí mismo y en su propia perspectiva revolucionaria, ha sido el factor principal de sus dificultades para desarrollar sus luchas y afirmarse como única fuerza portadora de porvenir para la humanidad. Sin luchas obreras masivas en los países de Europa occidental, capaces de ofrecer una perspectiva a la sociedad, el fenómeno de putrefacción de raíz del capitalismo se ha ido manifestando en la propagación, en su tejido social, de las ideologías más reaccionarias que favorecen el ascenso de los partidos de extrema derecha, algo totalmente aberrante desde el punto de vista de los intereses de la clase dominante, es una nueva ilustración del “no future” del capitalismo.
Ante la gravedad de la situación histórica actual, les incumbe a los revolucionarios contribuir a la toma de conciencia del proletariado sobre las responsabilidades que sobre sus hombros pesan. Sólo la lucha de clases en los países más industrializados podrá abrir una perspectiva revolucionaria mundial hacia el derrocamiento del capitalismo. Sólo la revolución proletaria mundial podrá acabar de una vez con el ciego desencadenamiento de la barbarie bélica, de la xenofobia y de los odios raciales.