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Una de las quimeras ideológicas preferidas por las fracciones de izquierda del capital (sean estos anarquistas o stalinistas) es la idea que supone que la propiedad estatal de los medios de producción es equivalente a comunismo. En esta faena todas las democracias estuvieron de acuerdo ya que se desnaturalizaba la esencia de la revolución comunista: liberar a la humanidad de las clases sociales, la alienación asalariada, las fronteras nacionales, el Estado etc.
Esta falsificación del pensamiento marxista ha servido a la burguesía como una de sus principales armas contra la consciencia de los trabajadores, ya que al presentarla como "piedra de toque" para identificar al comunismo pueden fácilmente denunciar los "crímenes comunistas" perpetrados por los regímenes de la URSS, China, Cuba, Vietnam y Norcorea, a fin de enrolar a los trabajadores tras la idea de que su única opción es vivir bajo el capitalismo, no ya como el menor de los males sino como el mejor de los mundos.
Los corifeos del stalinismo, sus oponentes trostkistas y toda laya de izquierdistas han incluso referido el "genial descubrimiento" de que, si bien la URSS no era en modo alguno socialista, tampoco era capitalista, ya que la propiedad estatal desterraba todo tipo de relaciones capitalistas de producción. En este mito fueron también arrastrados elementos sinceros y honestos que veían en esos regímenes "algo obrero", algo a "rescatar".
Es decir, según estas interpretaciones, la concentración del capital nacional en un solo agente acabaría eliminando al capitalismo. No obstante, Marx fue capaz de pronosticar teóricamente tal escenario, en el cual, señala, no deja de existir el capitalismo:
"Si el capital puede crecer aquí hasta convertirse en una masa imponente controlada por una sola mano, es porque a muchas manos se las despoja de su capital. En un ramo dado de los negocios la centralización alcanzaría su límite extremo cuando todos los capitales invertidos en aquel se confundieran en un capital singular. En una sociedad dada, ese límite sólo se alcanzaría en el momento en que el capital social global se unificara en las manos, ya sea de un capitalista singular, ya sea de una sociedad capitalista única." (El Capital, libro primero, vol. 3, Cap. XXIII, Pág. 779-80, nota b, ED. s XXI, Madrid 1975)
De igual manera, Engels alertaba sobre el error de concebir las economías nacionalizadas como socialistas:
"Si la nacionalización de la industria del tabaco fuese socialismo, habría que incluir entre los fundadores del socialismo a Napoleón y a Metternich. Cuando el Estado belga, por razones políticas y financieras perfectamente vulgares, decidió construir por su cuenta las principales líneas férreas del país, o cuando Bismarck, sin que ninguna necesidad económica le impulsase a ello, nacionalizó las líneas más importantes de la red ferroviaria de Prusia, pura y simplemente para así poder manejarlas y aprovecharlas mejor en caso de guerra, para convertir al personal de ferrocarriles en ganado electoral sumiso al gobierno y, sobre todo, para procurarse una nueva fuente de ingresos sustraída a la fiscalización del Parlamento, todas estas medidas no tenían, ni directa ni indirectamente, ni consciente ni inconscientemente nada de socialistas. De otro modo, habría que clasificar también entre las instituciones socialistas a la Real Compañía de Comercio Marítimo, la Real Manufactura de Porcelanas, y hasta los sastres de compañía del ejército, sin olvidar la nacionalización de los prostíbulos propuesta muy en serio, allá por el año treinta y tantos, bajo Federico Guillermo III, por un hombre muy listo."
Los detractores del marxismo enseñan también que la idea del capitalismo de Estado se encontraba ya contenida en el pensamiento de Lenin, sacando de su contexto la siguiente frase:
"El capitalismo de Estado representaría un paso adelante en comparación con la situación existente hoy en nuestra República Soviética. Si dentro de unos seis meses se estableciera en nuestro país el capitalismo de Estado, esto sería un inmenso éxito y la más firme garantía de que, al cabo de un año, el socialismo se afianzaría entre nosotros definitivamente y se haría invencible."
Por supuesto lo que no aclaran quienes ven en la frase anterior la "confesión" de Lenin sobre el capitalismo de Estado es que desde el inicio de la Revolución bolchevique Lenin se había mantenido fiel al análisis marxista sobre la cuestión del Estado y la burocratización propia del Estado burgués en el periodo de la decadencia:
"Inglaterra y Norteamérica, los más grandes y los últimos representantes -en el mundo entero- de la "libertad" anglosajona, en el sentido de ausencia de militarismo y burocratismo, han ido rodando hasta caer en el inmundo y sangriento pantano, común a toda Europa, de las instituciones burocrático-militares que todo lo someten y lo aplastan. Hoy, también en Inglaterra y Norteamérica, es "condición previa de toda verdadera revolución popular" el romper, el destruir, la "máquina estatal existente"
Lenin veía en el capitalismo de Estado un instrumento que garantizaría el desarrollo de las fuerzas productivas necesario para comenzar a construir el socialismo en Rusia. Hoy sabemos que este análisis era erróneo, pues el futuro de la revolución no dependía del desarrollo del socialismo en Rusia sino de la extensión de la revolución a los países capitalistas desarrollados.
El comunismo consiste en la abolición de las relaciones capitalistas de producción, las cuales son inherentes al mercado mundial. Así pues, el capitalismo no pierde un ápice de su dominación si el proletariado triunfa en un solo país y establece ahí el socialismo.
No hay que olvidar que, en última instancia, las naciones no son otra cosa que grandes empresas - mercados controlados por un grupo de capitalistas particulares locales y sus asociados externos. De este modo, lo que encontramos en los regímenes encabezados por Stalin, Mao, Castro, Ho Chi Minh, Pol Pot etc... no son otra cosa que empresas en las que han desaparecido los capitalistas individuales y han sido sustituidos por un gran capitalista impersonal que es el Estado.
Los revolucionarios deben denunciar las falsificaciones teóricas que equiparan a los regímenes capitalistas de Estado como continuación del proyecto proletario emprendido por la clase trabajadora en Octubre de 1917, exponiéndolos como lo que son, una de las formas más brutales e ineficientes de la dominación capitalista.
Para un desarrollo más detallado de esta cuestión ver nuestro artículo: La experiencia rusa, propiedad privada y propiedad colectiva, Revista Internacional nº 61. /revista-internacional/200711/2089/la-experiencia-rusa-propiedad-privada-y-propiedad-colectiva