Enviado por Accion Proletaria el
A menos de 2 años de las históricas elecciones que auparon a la casa Blanca al primer presidente afro-americano -acabando con 8 años de gobierno de G. W. Bush-, la administración Obama tiene serios problemas. El circo electoral trabaja a toda máquina para preparar las elecciones al Congreso de 2010, que los analistas políticos y los sondeos nos dicen que casi con seguridad darán de nuevo el control al Partido Republicano, si no en las dos cámaras, al menos en una. Los comentaristas de los media están atónitos de que, sólo dos años después del colapso económico que amenazó con hundir la economía, el pueblo americano esté a punto de votar mayoritariamente al partido cuya política "fundamentalista" en defensa de los mercados mientras estaba en el gobierno, hizo inevitable ese colapso. Las tendencias antidemocráticas y anti-Obama, son tan apabullantes, nos dicen, que el presidente podría no superar la prueba de su reelección en 2012
¿Qué impacto tiene en la clase obrera todo este murmullo electoral? ¿Han perdido completamente la cabeza los votantes como parece concluir una parte de los media del aumento de la popularidad de los Republicanos y el Tea Party? ¿Cuál es la estrategia global de la burguesía frente a estas elecciones y para el 2012? ¿Los problemas del gobierno Obama reflejan una inquietud creciente en la burguesía sobre su capacidad para llevar a cabo las medidas para superar la crisis económica más seria desde la Gran Depresión, o expresan la incapacidad de la burguesía para gestionar su aparato político en el contexto de la descomposición social?
La clase obrera no tiene nada que ganar del circo electoral
En primer lugar, como revolucionarios, hemos de señalar que para la clase obrera no hay nada en juego en el resultado de estas elecciones independientemente del partido que gane. Como trabajadores, el resultado electoral no concierne a nuestras condiciones de vida; todas las fracciones de la burguesía en el periodo actual de decadencia del capitalismo son igualmente reaccionarias. Sea cual sea el partido (o facción del mismo) que esté en el gobierno, se verá obligado a adaptar su política a las necesidades del capital nacional para imponer la austeridad a la clase obrera y gestionar la administración del Estado. Eso por supuesto no quiere decir que todos los partidos puedan cumplir estas tareas con la misma eficacia. Por tanto, insistimos, los trabajadores tiene que resistir los cantos de sirena de los diferentes partidos burgueses y sus aparatos de propaganda para que participen en las elecciones. Es fácil denunciar el Tea Party -prácticamente indistinguible del ala derecha del Partido Republicano- que promueve el libre mercado por encima de todo, las leyes anti-inmigración, el populismo más demagógico y extrañas teorías sobre conspiraciones "socialistas" o "comunistas" y complots islamistas de la Casa Blanca para "vender la patria" a AlQaeda.
Sin embargo, si es evidente el rechazo de los trabajadores al programa descaradamente antiobrero de la derecha, no pueden por eso caer presos de la propaganda de la izquierda burguesa, que trata de usar el asqueroso extremismo de una derecha cada vez más beligerante y paranoica, para asustarnos y llevarnos a una estrategia defensiva de protección del Estado contra la retórica anti-solidaria de la derecha. Hemos de condenar todas las facciones de la burguesía independientemente de su barniz ideológico y de su discurso político. Es cierto que el Partido Republicano y sus aliados del Tea Party están desplegando actualmente un registro particularmente asqueroso y que sin duda muchos políticos de la derecha creen realmente en el discurso que sueltan, pero esto no puede cegar a la clase obrera para que asuma los llamamientos de los Demócratas de defender el Estado burgués. Si caemos en esa trampa, nos veremos atrapados en el terreno del enemigo de clase.
La Estrategia Política de la burguesía
Internationalism ha desarrollado un análisis de las crecientes dificultades de la burguesía USA remontándose como mínimo a las disputadas elecciones del 2000, en las que perdió el candidato de consenso de la burguesía por el voto de los distritos electorales más reaccionarios de la América "profunda", dando paso a 8 años más de presidencia de G.W. Bush en los que se vio comprometido el prestigio imperialista de Estados Unidos y la economía doméstica rodó literalmente por los suelos. La burguesía USA fue finalmente capaz de manipular efectivamente su aparato electoral en 2008, con la elección de Barrack Obama a la presidencia. La campaña electoral de 2008 ayudó a la burguesía a revitalizar la ilusión electoral y aupó al gobierno un equipo más capaz de poner en marcha la política para gestionar el hundimiento en la crisis económica y el reforzamiento de la imagen imperialista USA en la escena internacional. Con una machacona campaña electoral centrada en la elección del primer presidente afro-americano, la burguesía fue capaz de instilar confianza en el electorado (particularmente en las generaciones más jóvenes) y asegurar que Obama derrotaría al decrépito tandem McCain-Pain.
El empeño de la burguesía en sacar adelante la maniobra electoral de 2008 era aún más importante puesto que tenía lugar en medio del colapso casi total de la economía USA, en el momento en que el estallido de la burbuja especulativa afectaba al sistema financiero y cuando asistíamos a un aumento masivo del desempleo. Pero a pesar de todo el sarao que ha rodeado la "histórica" presidencia de Obama, en los dos años trascurridos desde su reelección la burguesía USA se ha mostrado incapaz de contener las fuerzas centrífugas de la descomposición que han estado desgarrando su sistema político como poco durante la última década.
En cuanto Obama fue investido, las fuerzas de la derecha se organizaron en el Tea Party para retar al presidente y en realidad a todo lo que ellos llaman el "establishment de Washington"[1] . Obligados a complacer el discurso viperino del Tea Party para mejorar sus propias expectativas electorales, muchos miembros del partido Republicano han asumido un comportamiento político cada vez más extraño y teñido ideológicamente y así hemos visto a los Republicanos en el Congreso hacer todo lo que pudieran para obstruir la puesta en marcha de la agenda doméstica del gobierno Obama. Los dos últimos años, la burguesía USA ha tenido que vérselas con una situación en la que fracciones significativas de la clase política han obstruido activamente las iniciativas del presidente para estimular la economía, racionalizar el sistema sanitario ineficaz y abotargado de la nación, dinamizar las leyes de inmigración para que ésta no resulte una carga improductiva y restaurar cierto nivel de supervisión efectiva del gobierno sobre Wall Street.
Sin embargo el obstruccionismo político del partido Republicano a la política nacional no está totalmente aislado del sentimiento político de la sociedad USA. Los rescates bancarios que marcaron los últimos meses del gobierno Bush y que continuaron durante la presidencia de Obama han sido profundamente impopulares para el electorado, puesto que la población ve que el dinero de sus impuestos se gasta para sacar de apuros a los ricos banqueros mientras la gente pierde el empleo. Más aún con el desempleo en tasas del 9,6% durante casi los dos últimos años. Realmente hay un profundo cabreo en la clase obrera. Por el momento, el partido Republicano y sus aliados del Tea Party han tenido éxito al conseguir movilizar gran parte de ese malestar tras una revuelta populista contra Washington y el gobierno supuestamente ilegítimo de Obama.
Con todo este caos a nivel nacional, ¿Se puede detectar una estrategia dominante de la burguesía para las elecciones legislativas (Midterm) de 2010 que podamos proyectar a las elecciones presidenciales de 2012? Es difícil de decir. Parece haber un consenso general en la burguesía de que Obama defiende eficazmente los intereses imperialistas de la nación en la escena internacional: disminuyendo poco a poco la implicación militar en Irak sin comprometer la posición imperialista USA allí; haciendo esfuerzos de nuevo para imponer la voluntad americana en el conflicto palestino-israelí; negociando un tratado de armamento con Rusia; aumentando los recursos militares disponibles en Afganistán y en general, reparando la imagen imperialista de USA en el mundo. En el terreno de la estrategia imperialista -aunque Afganistán sigue siendo un foco de preocupación- la burguesía parece que está bastante contenta con el gobierno Obama, como lo pone en evidencia la nada controvertida destitución del general al mando en Afganistán, Stanley McChrystal.
Sin embargo, en el terreno doméstico, la burguesía USA está desgarrada por profundas divisiones respecto a cómo responder a la persistente crisis económica, que amenaza con tensar la estructura política y social del país hasta el punto de ruptura. El gobierno Obama ha sido incapaz de reducir la tasa de desempleo, dar la vuelta a la economía y vender su programa a la población. El programa de estímulo y la legislación sanitaria siguen siendo profundamente impopulares, y no solo sirven para alimentar el frenesí del Tea Party, sino que también preocupan a los aliados "progesistas" del gobierno, que ven que Obama está demasiado cercano a los banqueros. La dificultad del gobierno Obama para enrolar lo suficiente a la población tras su política es un factor que la burguesía tiene que considerar para determinar el destino de su gobierno.
No obstante, hay una seria preocupación entre las fracciones de la burguesía sobre cómo gestionar la creciente crisis de endeudamiento nacional, que se hunde en espiral más y más profundamente, tanto bajo gobiernos republicanos como demócratas. Entre ciertas fracciones de la burguesía se va extendiendo la opinión de que, para gestionar la crisis fiscal del Estado, se necesita una política concertada de austeridad contra la clase obrera; aunque hasta ahora la burguesía ha sido incapaz de crear las condiciones políticas para poner en marcha este tipo de austeridad, como si ha ocurrido en Gran Bretaña con la coalición conservadora-liberaldemócrata. Sería particularmente arriesgado para la burguesía USA poner en marcha esas medidas de austeridad con el Partido Demócrata en el gobierno. Eso pondría en peligro en mito de que el partido Demócrata es el partido de la clase obrera y posiblemente revigorizaría el Tea Party y otros movimientos de derecha. Si se ponen en marcha esas medidas de austeridad bajo un gobierno Demócrata, se corre el riesgo de alterar la tradicional división ideológica del trabajo en el sistema político vigente más aún de lo que ya se está haciendo.
Y la burguesía USA no tiene la misma urgencia inmediata de aplicar esas medidas de austeridad que otras potencias no hegemónicas. Los economistas burgueses en USA están profundamente divididos sobre cómo gestionar la crisis económica y muchos expertos bien conocidos -como Paul Krugman y Robert Reich- continúan haciendo llamamientos a más medidas Keynesianas de estímulo para reactivar los ingresos y prevenir un nuevo hundimiento de la economía. Por el momento parece que la perspectiva de que el Congreso caiga en manos republicanas en Noviembre no serviría los intereses de la burguesía nacional y sólo serviría para profundizar aún más el obstruccionismo en Washington. Sería casi imposible, con la actual realidad política, una "reforma" de las leyes de inmigración llevada a cabo por un Congreso Republicano. Para comprender completamente la posibilidad de una victoria republicana en Noviembre, tenemos que volver a nuestro análisis de la política de la burguesía USA cuando las elecciones del 2000 opusieron a Bush y Gore: la dificultad creciente de la burguesía para controlar su aparato electoral y político en el contexto de la descomposición.
Descomposición y aparato político de la burguesía USA
Como hemos argumentado desde el 2000, la burguesía USA cada vez tiene más dificultades para manipular su sistema electoral y llevar al mejor equipo posible según el momento al gobierno. Vimos como la tendencia creciente de ciertas fracciones de la burguesía a adoptar una mentalidad de "cada uno a la suya", junto a ciertos rasgos arcaicos del sistema electoral presidencial en USA, permitieron que la torpe administración de Gorge Bush llegara al gobierno en la elección presidencial del 2000 superando al candidato de consenso de la burguesía, que ocupaba entonces el puesto de Vicepresidente, Al Gore. Aún más, la creciente dificultad de la burguesía USA para establecer una estrategia de consenso antes de las elecciones, permitió a G.W. Bush ganar la reelección en 2004, a pesar del daño que su gobierno infligió a la posición imperialista de Estados Unidos.
Por eso fue un momento importante de la reciente historia de la burguesía USA que fuera capaz de organizar la exitosa campaña electoral de 2008, que de un solo golpe, revigorizó la ilusión electoral y dio nueva vida a la idea de USA como una potencia benevolente en la escena internacional. Sin embargo, en los dos años trascurridos desde esas elecciones, ha quedado claro que la burguesía ha sido incapaz de mantener este "ratito de gloria". Casi desde el mismo momento de su estreno, el gobierno de Obama ha servido para engendrar una mayor descomposición del sistema político en USA; particularmente al proveer un punto de focalización para el discurso paranoico del Tea Party. La presidencia de Obama ha reavivado los posos raciales en la sociedad americana y los ha inyectado a la vida política de la burguesía, de una manera que no se había visto desde el movimiento de los derechos civiles de los años 1950 y 1960..
El partido Republicano, por su parte, se ha aposentado en el cabreo permanente con el gobierno Obama, para mejorar sus propias perspectivas electorales para Noviembre y para 2012. Sin embargo, para recoger la recompensa de este enfado, el partido Republicano ha tenido que consentir el discurso del Tea Party, garantizando al mismo tiempo en este proceso, la legitimidad de su locura. Sin embargo, las relaciones entre el partido Republicano y el Tea Party están lejos de resultar problemáticas para el GOP (abreviatura de Gran Old Party, el partido Republicano). Los activistas del Tea Party han infiltrado las organizaciones locales del partido Republicano por todo el país y varios puestos prominentes de funcionario del Estado han ido a parar a candidatos respaldados por el Tea Party en las primarias.
Si el partido Republicano se ha beneficiado en su posición electoral de la animación del Tea Party, ha sido ampliamente a expensas de su credibilidad como partido burgués de gobierno. Si el gobierno de G.W. Bush fue un desastre para el Estado norteamericano, ¡se puede imaginar los desastres que causaría un gobierno encabezado por uno de estos charlatanes! En este momento es improbable que un gobierno republicano tuviera la habilidad y la credibilidad política para imponer eficazmente la austeridad nacional a la manera de la coalición Conservadora-liberal en Gran Bretaña. Por esta razón, podemos concluir que la posibilidad de una captura republicana de una o de las dos cámaras del Congreso no parece coincidir con los intereses globales de la burguesía nacional en este momento. Si los republicanos conquistaran una o las dos cámaras, eso haría casi imposible gobernar eficientemente los dos próximos años para la administración Obama.
Henk, 10 de Julio de 2010
[1] Sobre este tema puedes leer en nuestra web en inglés, en Internationalism nº 154: "The Tea Party: capitalist ideology in Decomposition"