Enviado por Accion Proletaria el
En 2009, esta periodista se hizo pasar por una parada a la busca de un empleo en la Baja Normandía (Caen). ¿Su motivo?: «La crisis. Sólo se habla de esto, pero sin saber realmente lo que se dice ni qué medidas tomar. Todo da la impresión de un mundo en vías de derrumbarse. Y sin embargo a nuestro alrededor, las cosas parecen siempre en su lugar». ¿Su objetivo? Lograr un CDI (contrato de duración indefinida). Finalmente sólo lo obtendrá después de 6 meses de galeras: «las condiciones son milagrosas...: un contrato de 5,30 a 8 horas de la mañana, pagado con la tarifa del convenio colectivo, 8,94 euros por hora». Esto nos da el tono de las condiciones de vida de millones de parados o trabajadores precarios: lo que se viene a llamar "milagroso" ¡es un pobre contrato que sólo permite trabajar 2,30 horas por día, cobrando apenas algo más que el salario mínimo interprofesional!
Las Agencias de empleo temporal y el Pôle emploi[1]
Su recorrido comienza "ingenuamente" (según sus propias palabras) por las agencias de empleo temporal. Florence Aubenas llega precisando orgullosamente: "aceptaré todo". "Aquí, todo el mundo acepta todo" le respondieron. Rápidamente comienza la búsqueda por todas las ETT. Pronto comprende que no tiene ninguna posibilidad de obtener un empleo en estos tiempos de crisis: no ha trabajado desde los 20 años... no tiene ninguna experiencia profesional... no tiene un perfil fiable para la contratación temporal...
A continuación Pôle emploi, una experiencia de las más traumatizantes. Los locales son tristes, se está mal instalado para las búsquedas de empleo, hay pocos ordenadores y sólo uno tiene una impresora que funcione. Una pantalla de televisión difunde en cadena el mismo eslogan inmundo: "Tenéis derechos, pero también deberes. Podéis ser excluidos". Excluido... El estado quiere grabar esta amenaza en las mentes, como verdadera espada de Damocles... Nada subsidios, nada de derechos, nada de nada... el vacío... la nada... Todo está preparado para culpabilizar a los obreros, para hacerles creer que si son excluidos, es enteramente por su culpa. "Tenéis deberes". Escuchad: "Es normal hacer un esfuerzo para buscar un empleo, vosotros que vivís a costa de los honestos trabajadores y cobráis por no hacer nada". ¡No! Todas estas coacciones impuestas por el gobierno no tienen más que un solo objetivo: borrar el máximo de parados, para falsear las cifras de paro y contar de menos.
A lo largo de las páginas del libro, la búsqueda de empleo se convierte en un recorrido agobiante y asqueroso.
Todo comienza con la primera cita. El funcionario anuncia a Florence Aubenas que ha tener la segunda cita en las próximas 24 horas, porque sino... La segunda cita no dura más de veinte minutos; nuevas instrucciones "de arriba". Los funcionarios hablan entre ellos de "escabechina".
Y además está la cita o revisión mensual, "una obligación fijada por la administración", que obliga a desembolsar un importante gasto en transporte. «Ante la recepción, una parada espera, indignada por todo como cabe esperar, pero en silencio, con mirada de reproche. Se puede sentir que está inflada de quejas que no se atreve a expresar y que aumentan desde hace tiempo. Debe pensar sin cesar en estas convocatorias en la agencia, sobretodo por la noche. Son obligatorias una vez al mes, te pasas todo el día como bien sabe y después hay que volver en autobús. Todo para ser recibida veinte minutos en la oficina de empleo (a veces sólo diez como la última vez). En una oficina descubierta, donde un funcionario suspira porque otra vez no puede ofrecerle nada .Y durante todo este tiempo, en todas las cadenas, oye a los políticos explicar que las cifras de paro no son malas. Es para volverse loca».
Además están los cursillos de búsqueda de empleo[2] que acaban "siendo peor que un trabajo". Allá, donde se presenta cada uno en su turno, cuenta su doloroso recorrido, y no mucho más... Cuando se termina el cursillo "aprender a redactar un Currículum Vitae (CV)", no hay previsto ningún material para registrar ni imprimir los nuevos CV redactados. Cuando hay que desplazarse a "una reunión especial de información", se descubre rápidamente que la oficina de empleo no tiene en realidad nada que anunciar en esta reunión. Uno de los funcionarios acaba explicando que tienen la consigna de bajar las cifras de paro y que esta reunión es uno de los medios: «Se convoca una categoría de parados, cuadros, perceptores del subsidio mínimo de inserción, poco importa. Una parte no vendrá, y sin justificante serán borrados de las estadísticas».
El personal de la oficina de empleo por otra parte no se hace ninguna ilusión sobre su propio papel: «Durante mucho tiempo ha estado constituido por trabajadores sociales. Posteriormente, el reclutamiento ha tenido como objetivo en primer lugar a los comerciales». Ya no hay que decir "demandantes de empleo" sino "clientes". Ya no se trata de "trabajo social" sino de "trabajo de cifras". "Ganar en productividad es la prioridad" del gobierno... So pena de supresión de las primas colectivas por agencia. Por consiguiente, la duración de las entrevistas no puede exceder de los 20 minutos. «En ciertas agencias, cada funcionario tiene a veces más de 180 demandantes en su cartera, cuando debía tener 60. La región tiene más de 4000 expedientes con retraso. El personal no llega nunca a conseguir el ritmo adecuado».
Y las personas se desmoronan: las tentativas de suicidio aparecen, a veces con un triste éxito: «Parece que se ahorcó en las escaleras de la oficina de empleo». Los usuarios son cada vez más agresivos. Los funcionarios de las oficinas de empleo lo tienen claro: «...un día, tendremos un drama, alguien entrará en la oficin, y nos partirá la cara o nos disparará». No, las oficinas de empleo no ilusionan a nadie, sobre todo a las personas que trabajan allí.
Al final, entonces, Florence Aubenas tendrá que decidir; decidir y aceptar un trabajo en menos de veinte minutos: "¿Quiere empezar una nueva vida? Personal de mantenimiento, ¿qué le parece?". En realidad para su perfil no corresponde ninguna gran cosa. Acepta. En cuanto al CDI que se fijó como objetivo, se trata de una misión imposible: «Este tipo de empleo no existe en vuestro circuito. Pronto no existirá por ninguna parte».
Después de 15 largos días de búsqueda, Florence Aubenas encuentra su primer empleo, aunque, un "empleo" que no quiere nadie, de los más precarios: personal de mantenimiento en un ferry en Ouistreham.
Una multitud de pequeños contratos...
Sin embargo, todos la habían prevenido: si ves un anuncio para el ferry, «no hagas caso. No respondas. No te lo pienses lo más mínimo. Olvídalo...Ese sitio es el peor de todos». Ouistreham, es peor que "el presidio y las galeras juntos". "Por hacer la limpieza durante la escala" entre las 21,30 y 22,30, todas las tardes, te sacarás «un poco más de 250 euros por mes, con las primas de los festivos o de los domingos», y es un contrato por 6 meses. Has de tener un medio de transporte. Florence Aubenas encuentra uno por casualidad: una amiga conoce alguien que le puede prestar un vehículo durante algún tiempo... El trayecto de ida dura 1 hora: «como sólo se paga el tiempo a bordo, se pierden dos horas para cobrar una». Florence Aubenas pregunta a una colega: ¿No piensas que es demasiado tiempo malgastado por el salario que pagan?" La colega no comprende nada. De dónde sale ésta que «no sabe que eso es lo normal. Para su trabajo de la mañana, tiene tres horas de trayecto».
En el tajo, tiene que limpiar en tiempo récord los baños y camarotes del ferry: por ejemplo 3 minutos máximo para las duchas. El trabajo es duro, penoso y sin interrupción. Todo debe estar perfecto. Si no lo está, hay que volver a hacerlo. «En un cuarto de hora, mis rodillas han doblado de volumen, mis brazos son devorados por el hormigueo y chorreo de calor... La hora de trabajo dura un segundo y una eternidad».
Además de este trabajo, Florence Aubenas encuentra un CDD (contrato de duración determinada) todos los sábados por la mañana para limpiar los bungalows en un camping. Es una agencia de limpieza quien la emplea, La Inmaculada.
Para lograr sobrevivir, tiene que acumular muchos empleos, muchos contratos, muchos lugares, muchos horarios y las horas de desplazamientos. Florence tiene «la impresión de pasar su tiempo rodando, pensando sin pensar, la cabeza atravesada por las combinaciones complicadas de horarios, de trayectos, de instrucciones». La Inmaculada le "propone" también hacer sustituciones. Las llamadas se efectúan de un día para otro, en el último minuto. Tiene que aceptar. Es la única forma de esperar obtener algo más que pequeños contratos. Vive en la precariedad, y duerme poco. Las condiciones de trabajo serán siempre las mismas: lavar, limpiar el polvo, aspirar en un tiempo récord una superficie inacabable, sin parar. Y si excede sus horarios, nada de cobrar horas suplementarias.
Para el empleador, dar un trabajo agotador y mal pagado es poco más o menos presentado como un favor... "si no estás contenta, hay miles fuera dispuestos a coger el puesto". Entonces la cosa es simple: los obreros no tienen elección. Tienen que aceptar todo: ser explotados sin contemplaciones, trabajar horas no remuneradas, estar siempre a disposición... El chantaje es insidioso, pero Florence sabe bien que si ella lo rechaza o se planta, "no tendrá una segunda oportunidad".
Los contratos de limpieza son disputados ásperamente por muchas empresas, que negocian los horarios siempre a la baja: «la empresa de limpieza precedente aseguraba la prestación en dos horas, La Inmaculada le quitó la plaza bajando quince minutos». Florence empezará de nuevo con tres cuartos de hora de retraso... El camping es peor. El patrón anuncia orgullosamente: «ya veréis que es verdaderamente tranquilo. Lo haréis en 3 horas máximo y vuestro contrato prevé 3,15 horas». Al final el equipo de 5 personas tarda 5 horas. «Terminamos hacia las 15,30 horas de forma penosa. No hemos comido nada durante toda la mañana, no tenemos fuerza ni para llevar los cubos, no hemos tenido tiempo de ir a los aseos, sientes que se apodera de ti una rabia loca y explosiva». Las semanas siguientes son parecidas a ésta: nos pasamos del tiempo entre 2 y 3 horas. ¡Jamás se pagará ninguna hora suplementaria!
Con otra empresa Florence tendrá la experiencia del trabajo gratuito: «¡los periodos de prueba no se os pagarán»!
Los sindicatos...
Durante su periplo, Florence Aubenas conoció a Victoria, septuagenaria que había hecho toda su carrera de mujer de la limpieza y combatiente sindicalista desde siempre. El encuentro se produjo a la salida de la manifestación contra la crisis el 19 de marzo de 2009. Victoria le explicó más tarde que ella tenía 22 años cuando se sindicó: "parecía evidente". Pero «el sindicalismo no es un asunto fácil dentro de este mundo de hombres, organizado alrededor de grandes secciones, los metalúrgicos, los astilleros navales, los carteros... En las manifestaciones algunos tienen vergüenza de estar al lado de las cajeras de Continente o de las mujeres con una escoba. Es su huelga, su manifestación, su banderola, su sindicato». Victoria está en la sección de los precarios. En las reuniones no comprende todos los términos empleados. Pero si alguien pide explicaciones, los responsables sindicales se enervan: "¿no ves que enmierdas a todo el mundo con tus preguntas? Algunos se mosquean abiertamente si un precario toma la palabra. La redacción de hojas se desarrolla siempre de la misma manera. Las chicas comienzan pero como tarden mucho tiempo, un responsable escribe la hoja en su lugar. Nadie "tiene la paciencia de escuchar lo que tienen que decir". Al final, las chicas no distribuyen la hoja porque no corresponde a sus ideas. «Las tratan de "tocapelotas"». «Carecen definitivamente de "conciencia de lucha"». En los años 1980, un amigo sindicalista de Victoria le cortó la palabra en plena reunión cuando ella daba el punto de vista de las mujeres de la limpieza: «me doy cuenta que los militantes no pasan nunca la escoba a los locales. Buscamos a alguien para hacerlo ¿Puedes ser tú, Victoria, algunas horas por semana? Tendrás un salario». Nombran entonces un responsable para dirigir la sección de "precarios", "un verdadero erudito, lleno de diplomas", porque «hace falta un intelectual para representar dignamente el sindicato... No se puede enviar una cajera o una mujer de la limpieza a las reuniones». A finales de los años 1980, el sindicato no tiene dinero para Victoria, la despiden. «Ese día, ella los vio salir de la sala riéndose... No pudo contenerse más. Gritó: "banda de puercos».
Para su amiga Fanfan, también sindicada durante el mismo período, es la misma historia. Ella fue despedida injustamente por el hipermercado donde trabajaba porque estaba a la cabeza de una pequeña sección sindical. «El sindicato no hizo nada para ayudarla. Fanfan dejó el militantismo».
El sindicalismo, órgano permanente de lucha, aparece como lo que es verdaderamente: un órgano separado de los intereses de la clase obrera, un órgano elitista donde se defiende un solo punto de vista: el de la central sindical, de los que son pagados por pretendidamente "representar a los trabajadores". Es un órgano que decide por la clase obrera en contra de los intereses de la clase obrera.
Florence Aubenas ha elegido contar la vida de los trabajadores y parados de Caen pero la misma historia se hubiera podido desarrollar en cualquier lugar. El balance hubiera sido el mismo, las experiencias narradas y el dolor por la falta de futuro idénticas.
Dicho esto, si la imagen del estado de las relaciones de explotación capitalista y la descripción del trabajo de los sindicatos son implacables ("¿A qué se debe esto? Los sindicatos han negociado durante años en Caen y las fábricas han cerrado igualmente?"), este libro finalmente no deja más salida que la desesperación. Cuando el lector termina sus casi 300 páginas, es fácil imaginarlo silencioso, descorazonado, triste y asustado por la situación dramática descrita por la periodista. Porque, a fin de cuentas, no se puede entrever ninguna perspectiva de porvenir. En la región de Caen, como en otros muchos sitios, «en menos de un siglo, no se ha creado ninguna industria, pues ha estado totalmente abandonada» y no hay más que desolación y sentimiento de "no futuro". «Francia se transformará en otro Brasil... donde se va a buscar en los vertederos de basura, tratando de sobrevivir con lo que se encuentra».
Florence Aubenas no va más allá de sus razonamientos, no saca las conclusiones que imponen sus propias descripciones.
Sí, ¡el capitalismo siembra la miseria! Sí, ¡la suerte de la clase obrera es indigna! Pero todo esto es también y sobre todo indignante. Frente al horror de la esclavitud asalariada, no es el miedo y la desesperación lo que debe animar a la clase obrera sino ¡la combatividad y la convicción de que ella puede construir otro mundo! Es justamente esta confianza en ella la que le falta actualmente y la que tanto la inhibe... hasta ahora.
Traducción de Révolution Internationale (órgano de la CCI en Francia).
[1] agencia de empleo pública relacionada con el Ministerio de Economía de Francia
[2] "Carta de candidatura espontánea", "como redactar una carta de respuesta a un pequeño anuncio", "poner en valor su saber hacer", "utilizar el teléfono en la búsqueda de empleo"...