Estructura y funcionamiento de la organización revolucionaria

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(Conferencia Internacional,  Enero  82)

I

La estructura que se da la organización de los revolucionarios corresponde a la función que asume en la clase obrera. Esta función comporta tareas válidas en todas las  etapas del movimiento obrero y también tareas más particulares en tal o cual época de éste,  o sea que la organización de los revolucionarios tiene características constantes y características más circunstanciales, mas determinadas por las condiciones históricas en las que surge y se desarrolla.

Entre las características constantes, podemos determinar:

A)    La existencia de un programa válido para toda la organización. Este programa, al ser la síntesis de la  experiencia del  proletariado del cual la organización revolucionaria es parte, y porque es emanación de una clase que no tiene solamente una existencia presente sino sobre todo un porvenir histórico,

  • expresa ese porvenir plasmándolo en objetivos de clase y del camino a seguir para alcanzarlos,
  • reúne las posiciones esenciales que la organización debe defender en la clase,
  • sirve de base de adhesión a la organización de revolucionarios;

B)     Su carácter unitario, expresión de la unidad de su programa y de la unidad de la clase de la que emana, que en la práctica se traduce en la centralización de su estructura.

Entre las características variables podemos señalar:

  1. El carácter más o menos amplio de su estructura, según que se sitúe en los  balbuceos del movimiento obrero (sociedades secretas, sectas), en su etapa de pleno desarrollo dentro de la sociedad capitalista (partidos de masa en la segunda Internacional) o en su etapa de enfrentamiento directo con el capitalismo para la destrucción de éste (período abierto con la revolución de 1917 y la fundación de la  Internacional Comunista) que impone a la organización criterios de selección mas  estrictos y mas restringidos;
  2.  El plano en que se plasma mas directamente su unidad programática y orgánica: carácter nacional, en el seno de un  capitalismo en pleno desarrollo porque se veía confrontada a tareas mas específicas según los países donde llevaba a cabo sus luchas (partidos de la Segunda Internacional); carácter internacional cuando el proletariado no tiene mas tarea a la orden del día que la revolución mundial, es decir, en la decadencia del capitalismo.

II

El modo de organización de la CCI participa directamente de esos elementos:

  • unidad programática y orgánica a escala mundial,
  • organización "restringida" con criterios de adhesión estrictos.

Sin embargo, el carácter unitario a nivel internacional es mucho mas fuerte en la CCI porque, contrariamente a las primeras organizaciones nacidas en el período de decadencia (Internacional Comunista, Fracciones de Izquierda), no tiene ningún enlace orgánico con las organizaciones procedentes de la Segunda Internacional donde la estructuración por naciones estaba mucho mas marcada. Por ello la CCI ha surgido desde el principio como organización internacional suscitando la aparición progresiva de secciones  territoriales y no como resultado de un proceso de aproximación de organizaciones ya formadas a nivel nacional.

Este elemento más bien "positivo" resultante de esa ruptura orgánica está contrarrestando sin embargo por toda una serie de debilidades relacionadas con dicha ruptura y que conciernen a la comprensión de las cuestiones de organización, debilidades que no son exclusivas de la CCI, sino que afectan al conjunto del medio revolucionario. Estas debilidades, que se han manifestado de nuevo en la CCI, motivaron la celebración de una Conferencia Internacional y el presente texto.

III

En el centro de las incomprensiones que han lastrado a la CCI está la cuestión de la centralización. La centralización no es un principio abstracto o facultativo de la estructura de la organización. Es la plasmación de su carácter unitario, de que una sola y única organización la que toma posición y actúa en la clase. En las relaciones entre las diferentes partes de la organización y el todo, este es siempre prioritario. No puede existir frente a la clase una posición política o una concepción de la intervención particular de tal o cual sección territorial o local. Estas deben concebirse siempre como partes de un todo. Los análisis y posiciones que se expresan en la prensa,  hojas, reuniones públicas, discusiones con los simpatizantes, los métodos empleados tanto en nuestra propaganda como en nuestra vida interna son los de la organización en su conjunto, aunque existan desacuerdos sobre tal o tal punto, en tal o cual lugar,  en tal o cual militante y aunque la organización saque al exterior los debates políticos que se desarrollan en su seno. Debe proscribirse la concepción según la cual tal o cual parte de la organización puede adoptar frente a la clase o frente a la organización posiciones o actitudes que le parecen correctas en lugar de las de la organización que serían erróneas, pues:

  • si la organización va por un camino equivocado, la responsabilidad de los miembros que creen defender una posición correcta no es salvarse ellos, sino llevar a cabo una lucha dentro de la organización para  que vuelva por "buen camino"[1];
  • esa concepción conduce a que una parte de la organización imponga arbitrariamente su propia posición a toda la organización sobre tal o cual aspecto del trabajo (local o específico).

En la organización, el todo no es igual a la suma de las partes. Estas reciben un mandato para cumplir determinadas actividades particulares (publicaciones territoriales, intervenciones  locales...), siendo responsables ante el conjunto del mandato que han recibido.

IV

El momento culminante en que se expresa con toda su amplitud la unidad de la organización es su Congreso Internacional. En él se define, enriquece o rectifica el programa de la CCI, se precisan o modifican sus modalidades de organización o funcionamiento, se adoptan análisis y orientaciones de conjunto, se hace un balance de sus actividades anteriores y se elaboran sus perspectivas de trabajo para el futuro. Por ello la organización en su conjunto debe asumir con el mayor cuidado y energía la preparación del Congreso. Las orientaciones y decisiones de los Congresos deben servir de referencia permanente para la vida de la organización.

V

Entre dos Congresos la unidad y la continuidad de la organización se expresan en la  existencia de órganos centrales nombrados  por el Congreso y responsables ante él. En los órganos centrales descansa la responsabilidad (según su nivel de competencia: internacional o territorial) de:

  • Representar a la organización cara al exterior,
  • Tomar posición cuando sea necesario en base a las orientaciones definidas  en el Congreso,
  • Coordinar y orientar el conjunto de actividades de la organización,
  • Velar por la calidad de la intervención, especialmente de la prensa,
  • Animar y estimular la vida interna de la organización principalmente mediante la puesta en circulación de boletines de discusión internos y con tomas de posición sobre los debates cuando sea necesario,
  • Gestionar los recursos financieros y los materiales de la organización;
  • Poner en funcionamiento todas las medidas necesarias para garantizar la seguridad de la organización y su aptitud para cumplir sus tareas,
  • Convocar los Congresos.

El órgano central es una parte de la organización y como tal es responsable ante ella cuando ésta se reúne en Congreso. Sin embargo, es una parte que tiene como función específica expresar  y representar al conjunto de la organización, por lo que sus decisiones y posiciones tienen primacía siempre sobre cualquiera de las demás partes tomadas por separado.

Contrariamente a ciertas concepciones, sobre todo las llamadas "leninistas", el órgano central es un instrumento de la organización y no al revés. No es la cumbre de una pirámide según una visión jerárquica y militar de la organización de los revolucionarios. La organización no está formada por un órgano central más los militantes, sino que es un tejido firme y unido en cuyo seno se insertan, y viven todos sus componentes. Ante todo hay que ver al órgano central como el núcleo de una célula que coordina el metabolismo de una entidad viva.

En este sentido el conjunto de la organización está concernida de forma constante por las actividades de sus órganos centrales los cuales tienen como mandato hacer informes regulares de sus actividades. Aunque es únicamente ante el Congreso donde rinden cuentas los organismos centrales, han de mantener la mayor atención en cuanto a la vida de la organización.

Según las necesidades y las circunstancias  los órganos centrales pueden designar en su seno subcomisiones que tienen la responsabilidad  de ejecutar y hacer cumplir las decisiones adoptadas en las reuniones plenarias  de los órganos centrales, así como cumplir las tareas que sean necesarias entre dos  reuniones plenarias (especialmente las tomas de posición).

Estas subcomisiones son responsables ante las reuniones plenarias. Más generalmente, las relaciones establecidas entre el conjunto de la organización y los órganos centrales son válidas igualmente entre éstos y sus subcomisiones permanentes.

VI

La voluntad de la mayor unidad posible en el seno de la organización preside igualmente los mecanismos que permiten la toma de posición y el nombramiento de los órganos centrales. No existe un mecanismo ideal que garantice la mejor opción en las decisiones  que haya que tomar, en las orientaciones que adoptar y los militantes que nombrar para los órganos centrales. Sin embargo, el voto y la elección son los que permitan garantizar mejor tanto la unidad de la organización  como la mayor participación posible del conjunto de ésta en su propia vida.

En general, las decisiones a todos los niveles (congresos, órganos centrales, secciones locales) se toman (cuando no hay unanimidad) por mayoría simple. Sin embargo, ciertas  decisiones que pueden tener una repercusión directa en la unidad  de la organización (modificación de la Plataforma o de los Estatutos, integración o exclusión de militantes) son tomadas por una mayoría mas fuerte que la simple ( 3/4,  3/5  .....).

Y, al contrario, y por aquellas misma voluntad de unidad, una minoría de la organización puede provocar la convocatoria de un Congreso Extraordinario a partir  del momento en que es significativa (por ejemplo las  2/5 partes); como regla general, le incumbe al Congreso zanjar las cuestiones esenciales y la existencia de una fuerte minoría que exija su celebración es indicio de que hay  problemas importantes en la organización.

Finalmente, es evidente que el voto no tiene sentido más que si los miembros que están en minoría aplican las decisiones adoptadas y que por lo tanto ya son las de la organización.

En el nombramiento de los órganos centrales es necesario tomar en cuenta tres elementos:

  • La naturaleza de las tareas que han de cumplir esos órganos,
  • La aptitud de los candidatos para esas tareas,
  • Su capacidad para trabajar de forma colectiva.

Por ello puede decirse que la asamblea (congresos y demás) que debe designar un órgano central nombra a un equipo: de ahí que sea el órgano central saliente el que hace una propuesta de candidatos. Sin embargo, la asamblea puede (y es derecho de todo militante) proponer otros candidatos si lo estima necesario y, en todo caso, elegir individualmente los miembros de los órganos centrales. Solo este tipo de elección permite a la organización dotarse de órganos en los que tenga la máxima confianza.

El órgano central tiene la responsabilidad de que se apliquen y defiendan las decisiones y orientaciones adoptadas por el Congreso que lo ha elegido. En ese sentido, es  oportuno que figure en su seno una fuerte proporción de militantes que, en el Congreso, se han pronunciado a favor de estas decisiones y orientaciones. Esto no quiere decir que solamente los que han defendido en el Congreso las posiciones mayoritarias, posiciones que se han convertido en las de la organización, puedan formar parte del órgano central.

Los tres criterios definidos arriba  son válidos cualesquiera que sean las posiciones defendidas en los debates por tal o cual candidato. Esto no quiere decir, sin embargo, que deba existir un principio de representación - por ejemplo proporcional - de las posiciones minoritarias en el órgano central. Es esa una práctica corriente en los partidos burgueses,  particularmente en los partidos socialdemócratas cuya dirección está  constituida por representantes de las diferentes corrientes o tendencias en proporción a los votos obtenidos en el Congreso. Semejante forma de designación del órgano central corresponde al hecho de que, en una organización burguesa, la existencia de divergencias se debe a la defensa de tal o cual orientación de gestión del capitalismo, o, mas sencillamente, a la defensa de los intereses de tal o cual sector de la clase dominante o de tal o cual camarilla, orientaciones e intereses que se mantienen de forma duradera y que tienen que ser conciliados  mediante un "reparto equitativo" de puestos entre sus representantes. Nada de eso ocurre en una organización comunista donde las divergencias no expresan en manera alguna la defensa de intereses materiales, o de grupos de presión particulares, sino  que son la traducción de un proceso vivo y dinámico de clarificación de los problemas que se le plantean a la clase y que tiendan por definición a ser superados por la profundización de la discusión y a la luz de la experiencia. Una representación estable, permanente y proporcional de las diferentes posiciones aparecidas  en los diversos puntos del orden del día de un  Congreso, daría la espalda al hecho de que los miembros de los órganos centrales:

  • tienen como primera responsabilidad aplicar las decisiones y las orientaciones del Congreso,
  • pueden perfectamente cambiar de posición  personal (en un sentido como otro) con la evolución del debate.

VII

Hay que acabar con el uso de los términos "democrático" y "orgánico" para calificar la centralización de las organizaciones revolucionarias:

  • porque no hace avanzar en nada la comprensión de la centralización;
  • porque esos términos llevan en sí las taras de las prácticas  que, en la historia,  han designado.

En efecto, el "centralismo democrático"  (término acuñado por Lenin) está marcado por el sello del estalinismo que lo ha empleado para enmascarar y encubrir el proceso de aplastamiento y liquidación de toda vida revolucionaria en los partidos de la internacional; proceso en el cual, por otra parte, Lenin tiene una gran responsabilidad por haber pedido y obtenido en el X° Congreso del PCUS (1921) la prohibición  de las fracciones, que erróneamente estimaba necesaria, incluso provisionalmente, ante las terribles dificultades que atravesaba la revolución. Por otra parte, la reivindicación de un "verdadero centralismo democrático" tal como era practicado en el partido Bolchevique, no  tiene sentido tampoco en la medida en que:

  • hay que rechazar algunas concepciones defendidas por Lenin, sobre todo en Un paso adelante, dos pasos atrás, en relación con el carácter jerárquico y "militar" de la organización, y que han sido explotadas por el estalinismo para justificar sus métodos;
  • el término "democrático" en sí no es el mas apropiado tanto etimológicamente ("poder del pueblo") como en el sentido que ha tomado en el capitalismo, que ha hecho de él un fetiche formalista destinado a enmascarar y hacer aceptar la dominación de la burguesía sobre la sociedad.

En cierto modo, el término "orgánico" (debido a Bordiga) sería más correcto para calificar la naturaleza del centralismo que existe en la organización de los revolucionarios. Sin embargo, el uso que ha hecho de él la corriente bordiguista para justificar un método de funcionamiento que excluye todo control de los órganos centrales y de su propia vida por el conjunto de la organización, lo descalifica y hay que rechazarlo. En efecto, para los bordiguistas, el hecho -en sí mismo justo- de que una mayoría a favor de una posición no garantiza que ésta sea correcta, o que la elección de órganos centrales no sea un mecanismo perfecto que los proteja de toda degeneración, es utilizado para defender una concepción de la organización donde el voto y la elección son negados. En esta concepción, las posiciones correctas y los "jefes" se imponen "por sí mismos" a través de un proceso llamado "orgánico", pero que en la práctica, supone confiar al "centro" la potestad  para decidir sobre todas las cosas, de zanjar  todo debate, y lleva a ese "centro" a alinearse con las posiciones de un "jefe histórico" que tendría una especie de infalibilidad  divina. Puesto que combaten cualquier forma de espíritu religioso y místico, los revolucionarios no pueden reemplazar al pontífice de Roma por el de Nápoles o Milán.

Repetimos que el voto y la elección, por muy imperfectos que sean, constituyen, en las condiciones actuales, el mejor medio para garantizar un máximo de unidad y de vida en la organización.

VIII

Contrariamente a la visión bordiguista, la organización de los revolucionarios no puede ser "monolítica". La existencia de divergencias en su seno es la manifestación de que es un órgano vivo que no tiene respuestas prefabricadas que aportar inmediatamente a  los problemas que surgen en la clase. El marxismo no es ni un dogma ni un catecismo. Es el instrumento teórico de una clase que, a través de su experiencia y en la perspectiva de su objetivo histórico, avanza progresivamente, con altibajos, hacia una toma de conciencia que es la condición indispensable para su emancipación. Como toda reflexión humana, la que preside el desarrollo de la conciencia proletaria no es un proceso lineal y mecánico, sino contradictorio y crítico, que plantea necesariamente la discusión y la confrontación de argumentos. De hecho, el famoso "monolitismo" o la famosa "invariancia " de los bordiguistas es una engañifa (esto se verifica frecuentemente en las tomas de posición de esta organización y de sus diversas secciones), o la organización está completamente esclerotizada y ya no puede participar en la vida de la clase,  o no es monolítica y sus posiciones no son invariantes.

IX

Si la existencia de divergencias en el seno de la organización es señal de que esta viva,  solo el respecto a ciertas reglas en la discusión de estas divergencias permite que sean una verdadera contribución al reforzamiento de la organización y a la mejora de las tareas, para las que la clase la ha creado.

Podemos enumerar algunas de esas reglas:

  • reuniones regulares de las secciones locales cuyo orden del día está compuesto por las principales cuestiones debatidas en el conjunto de la organización: de ninguna manera el debate puede ser ahogado;
  • circulación lo mas amplia posible de las diferentes contribuciones hechas en el seno de la organización utilizando los instrumentos previstos para ello;
  • rechazo, en consecuencia, de correspondencias secretas y bilaterales, que lejos de favorecer la claridad del debate, no pueden mas que oscurecerlo al provocar malentendidos, desconfianza y tendencia a formar una organización dentro de la organización;
  • la minoría tiene que respetar la indispensable disciplina organizativa (como ya lo hemos visto en el punto III);
  • rechazo de toda medida disciplinaria o administrativa de la organización frente a miembros que han expresado desacuerdos: de igual manera que la minoría tiene que saber comportarse como minoría en el seno de la organización, la mayoría debe saber ser una mayoría y no abusar  por el hecho de que su posición es la de la organización; esto llevaría a anular el debate de un modo u otro, por ejemplo, obligando a los miembros de la minoría a ser portavoces de posiciones a las cuales no se adhieren;
  • el conjunto de la organización está interesado en que la discusión (aunque las divergencias sean de principios conducen necesariamente a una separación organizacional) sea llevada lo mas lejos posible y lo mas  claramente posible. Tanto la minoría como la mayoría tienen que hacer lo posible (sin por ello paralizar o debilitar las tareas de la organización) para convencerse mutuamente de la validez de sus respectivos análisis o, por lo menos, permitir que se consiga una claridad mayor sobre la naturaleza y el alcance de estos desacuerdos.

En la medida en que los debates en curso en la organización conciernen al conjunto del  proletariado, es conveniente que ésta saque aquellos al exterior, respetando las condiciones siguientes:

  • que los debates se refieran a cuestiones  políticas generales que han alcanzado una  madurez suficiente para que su publicación  sea una contribución real a la toma de conciencia de la clase obrera;
  • que el lugar que ocupen los debates no ponga en entredicho el equilibrio general de las publicaciones;
  • que sea la organización como un todo la que decida y tome a su cargo la publicación en función de los criterios que orientan la publicación de cualquier artículo en la prensa: claridad y forma redaccional, interés que presentan para el conjunto de la clase obrera. Debe proscribirse la publicación de textos fuera de los órganos previstos para ellos, por iniciativa "privada" de algunos miembros de la organización.

Tampoco existe ningún "derecho" formal de ningún miembro de la organización (individuos o tendencia) para publicar un texto si los órganos responsables de las publicaciones no ven su utilidad o su oportunidad.

X

Las divergencias existentes en la organización pueden acabar plasmándose  en formas organizadas de posiciones minoritarias. Ante esta situación, ninguna medida de tipo administrativo (como la prohibición de estas formas organizadas) podrá sustituir la máxima profundización posible de la discusión pero también es conveniente que este proceso sea llevado de manera responsable, lo que supone:

  • que los desacuerdos establecidos de forma organizada, se basen en una posición positiva y coherente, y no en un montón heterogéneo de puntos en oposición y recriminaciones;
  • que la organización sea capaz de comprender la naturaleza de este proceso, que comprenda sobre todo la diferencia entre una tendencia y una fracción.

La tendencia es ante todo la expresión de la vida de la organización, por el hecho de que el pensamiento no se desarrolla nunca en línea recta  sino mediante un proceso contradictorio de discusión y confrontación de  las ideas. Así, un tendencia está generalmente destinada a reabsorberse en cuanto la cuestión planteada está suficiente clara como para que el conjunto de la organización pueda establecer un análisis único ya  sea como resultado de la discusión, ya sea por la aparición de nuevas coordenadas que afirman una visión y rechazan la otra. Por otra parte, una tendencia se desarrolla esencialmente sobre puntos que condicionan la orientación y la intervención de la organización. Por ello, su constitución no tiene como punto de partida cuestiones de análisis teóricos; esta concepción de la  tendencia lleva a un debilitamiento de la organización y a una parcelación extrema de la energía militante.

La fracción es la expresión del hecho que la organización está en crisis por la aparición en su seno de un proceso de degeneración y de capitulación frente al peso de la ideología burguesa. Contrariamente a la tendencia que solo se basa en divergencias en la orientación frente a cuestiones circunstanciales, la fracción se basa en divergencias programáticas, divergencias cuya solución solo puede ser la exclusión de la posición burguesa, o el abandono de la organización por parte de la fracción comunista. En la medida en que la fracción surge por la aparición de dos posiciones incompatibles en el seno de una misma organización, tiende a tomar una forma organizada con sus propios órganos  de propaganda. Teniendo en cuenta que la organización de la clase no tiene ningún precinto  de garantía contra la degeneración, el papel de los revolucionarios es luchar en todo momento por la eliminación de las posiciones burguesas que puedan  desarrollarse en su seno.

Cuando se encuentra en minoría en esta lucha, su tarea es la de organizarse en fracción para ganar al conjunto de la organización a las posiciones comunistas y excluir la posición burguesa. Cuando esta lucha se vuelve estéril debido al abandono del terreno proletario por la organización -generalmente en un período de reflujo de la clase- la tarea consiste en ser el puente para una reconstrucción del partido de clase que solo puede surgir en una fase de reanudación histórica de las luchas.

En cualquier caso, la preocupación que debe guiar a los revolucionarios es la que existe en el seno de la clase en general, la de no malgastar las  débiles energías revolucionarias de que dispone la clase, y velar sin tregua por el mantenimiento  y desarrollo del instrumento tan indispensable y a la vez tan frágil que la organización  de revolucionarios es.

XI

El que la organización tenga que abstenerse del uso de cualquier medio administrativo o disciplinario frente a los desacuerdos, no quiere decir que tenga que privarse de ellos en todas las circunstancias. Al contrario, es necesario que recurra a estos medios, suspensión temporal o exclusión definitiva, cuando se enfrenta a actitudes, comportamiento  o actos que van en el sentido de crear un peligro para su existencia, su seguridad o su capacidad para cumplir sus tareas. Esto se aplica tanto a los comportamientos en el seno de la organización, en la vida militante, como a los comportamientos fuera de la organización que pueden ser incompatibles con la pertenencia a una organización comunista.

Es conveniente que la organización disponga de las medidas necesarias para su protección frente a los intentos de infiltración o destrucción por parte de los órganos  del Estado capitalista o por parte de elementos que, sin estar directamente manipulados por esos órganos, tienen un comportamiento general que les favorece en su trabajo. Cuando estos comportamientos son evidentes, es deber de la organización tomar medidas no sólo a favor de su propia seguridad, sino también a favor de la seguridad de las demás organizaciones comunistas.

XII

Una de las condiciones fundamentales de la aptitud de una organización para cumplir sus tareas en la clase es una comprensión correcta, en su seno, de las relaciones que se establecen entre militantes y organización. Esta es una cuestión particularmente difícil de comprender en nuestra época debido al peso de la ruptura orgánica con las fracciones  del pasado y a la influencia del elemento estudiantil en las organizaciones revolucionarias después del 68, que han favorecido el resurgir de una de las taras del movimiento obrero en el siglo XIX: el individualismo.

De manera general, las relaciones que se establecen entre los militantes y la organización se basan en los mismos principios que los tratados anteriormente respecto a las relaciones entre las partes y el todo.

Con mayor precisión, cabe afirmar sobre esta cuestión los puntos siguientes:

  • la clase obrera no hace surgir militantes revolucionarios sino organizaciones revolucionarias: no existen relaciones directas entre los militantes y la clase. Los militantes participan del combate de la clase en tanto se convierten en miembros y toman a su cargo las tareas de la organización. No tienen ningún reconocimiento particular que conquistar frente a la clase o ante la historia. El único "reconocimiento" que les importa es el de la clase y el de la organización con la que ella se ha dotado.
  • La misma relación que existe entre un organismo particular (grupo o partido) y la clase existe también entre la organización y el militante. De la misma manera que la clase no existe para corresponder a las necesidades de las organizaciones comunistas, éstas no existen para resolver los problemas del individuo militante. La organización no es el producto de las necesidades del militante. Se es militante en la medida en que se ha comprendido y adherido
  • En este orden de ideas, el reparto de tareas y de responsabilidades dentro de la organización no tiene como finalidad la "realización" de los individuos militantes. Las tareas deben ser repartidas de modo que la organización pueda funcionar como un todo de manera óptima. Si la organización vela en la medida de lo posible por el buen estado de cada uno de sus miembros, es ante todo por su propio interés de organización. Esto no quiere decir que se ignoren las circunstancias individuales del militantes y sus problemas, sino el punto de partida y el de llegada son la capacidad de la organización para cumplir sus tareas en la lucha de clases:
  • No existen en la organización tareas "nobles" y tareas "secundarias" o menos "nobles". El trabajo de elaboración teórica y la realización de tareas prácticas, el trabajo en el seno de los órganos centrales y el trabajo específico en las secciones locales, son igual de importantes para la organización y por ello no pueden estar jerarquizados (es el capitalismo quien establece tales jerarquías). La idea según la cual el nombramiento de un militante para un órgano central sería "un ascenso" para él, un "honor" o un "privilegio", debe ser totalmente rechazada como idea burguesa que es. La mentalidad de "trepa" debe quedar totalmente proscrita de la organización  por ser algo totalmente opuesto a la entrega desinteresada que es una de las características dominantes de la militancia comunista.
  • Si es cierto que existen desigualdades de aptitud entre individuos y entre militantes, fomentadas y reforzadas por la sociedad de clases, el papel de la organización no es el de pretender abolirlas, como así lo creían las comunidades utopistas; la organización debe desarrollar al máximo la formación y las capacidades políticas de sus militantes como condición para su propio reforzamiento, pero nunca se puede plantear el problema en términos ni de una formación escolar individual de sus miembros, ni de una igualación en sus formaciones.

La verdadera igualdad que puede existir entre militantes es la que consiste en que cada uno de ellos dé el máximo de lo que puede dar para la vida de la organización - "de cada uno según sus capacidades", cita de Saint Simón, recogida por Marx. La verdadera realización de los militantes, en tanto que militantes, consiste en hacer todo lo que les incumbe para que la organización pueda cumplir con las tareas para las cuales la hecho surgir la clase;

El conjunto de estos datos significa que el militante no hace una "inversión" personal en la organización de la cual esperaría dividendos o que podría retirar si ha de marcharse. Así pues, hay que proscribir absolutamente en tanto que totalmente ajenas al proletariado todas las prácticas de "recuperación" de material o de fondos de la organización aún siendo en vistas a constituir otro grupo político;

De la misma manera, «las relaciones que se traban entre los militantes de la organización», si bien «llevan necesariamente los estigmas de la sociedad capitalista...no pueden estar en flagrante contradicción con el objetivo perseguido por los revolucionarios... Se apoyan sobre una solidaridad y una confianza mutuas que son una de las marcas de la  pertenencia de la organización a la clase portadora del comunismo» (Plataforma de la CCI).

El 23 de Octubre de 1981


[1] Esta afirmación no la hacemos únicamente para uso interno. No se refiere solamente a las escisiones que se han producido (o que puedan producirse) en la CCI. En el seno del medio político proletario hemos defendido siempre esta posición. Tal fue el caso por ejemplo de la escisión de la sección de Aberdeen de la Communist Workers Organisation (CWO), así como la escisión del Núcleo Comunista Internacionalista respecto al Partido Comunista Internacional (Programa Comunista). Criticamos entonces el carácter precipitado de dichas escisiones, basadas sobre divergencias que aparentemente no eran fundamentales y que no habían podido ser clarificadas mediante un profundo debate interno.  Por regla general la CCI se opone a las escisiones sin principios basadas sobre divergencias secundarias (aunque los militantes concernidos planteen enseguida su candidatura a la CCI, como fue el caso del grupo de Aberdeen). Toda escisión sobre cuestiones secundarias expresa una concepción monolítica de la organización que no tolera ninguna discusión ni ninguna divergencia en su seno. Es lo típico de las sectas.

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