La relación entre Fracción y Partido en la tradición marxista II - La Izquierda comunista internacional, 1937-1952

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La polémica cuya publicación continuamos aquí no es un debate académico entre historiadores: El proletariado no posee como arma sino su capacidad de  organización y su conciencia. Esta conciencia es histórica, puesto que es un instrumento cargado de futuro, pero también porque se nutre de la experiencia histórica de dos siglos de luchas proletarias. Se trata aquí de transformar en armas para el presente y el futuro, la terrible experiencia de los revolucionarios durante los años que antecedieron a la IIª guerra mundial y en especial cómo y en qué condiciones los grupos revolucionarios pueden transformarse en  verdaderos partidos políticos del proletariado. Pero para ello, hay que restablecer ciertos hechos históricos, combatir las falsificaciones que se han propalado, incluso, y por desgracia, en el medio revolucionario.

En la primera parte de este artículo[1], mostrábamos cómo en los años cruciales, de 1935 a 1937, la Fracción de la Izquierda Italiana en el extranjero había logrado, a costa de un terrible aislamiento político, mantener el hilo rojo de la continuidad marxista, frente al naufragio en el antifascismo de las demás corrientes de izquierda y de la primera entre ellas, la corriente trotskista[2]. Fue esa dramática delimitación histórica lo que formó los cimientos políticos y programáticos en los que todavía hoy se siguen basando las fuerzas de la Izquierda Comunista Internacional. En el primer artículo, también mostramos que para los camaradas de Battaglia Comunista (publicación del Partito Comunista Internazionalista), todo eso no es válido más que hasta cierto punto, pues para ellos, en 1935, la cuestión central era la de dar una respuesta definitiva al paso a la contrarrevolución de los antiguos partidos mediante la transformación de la Fracción en un nuevo partido comunista. Esta postura, defendida en 1935 por una minoría activista (que rompe al año siguiente con la Izquierda comunista para dar su adhesión a la guerra «antifascista» de España) fue rechazada por la mayoría, la cual, fiel a la posición de siempre de la Izquierda, supeditaba la transformación en partido a la reanudación de la lucha de clase. Según los camaradas de Battaglia, la mayoría, favorable a una actitud de espera (attentista, en italiano) y que en 1935 había defendido aquella posición, según ellos errónea, la habría corregido en 1936, para volverla a adoptar en el 37, con todas sus desastrosas consecuencias.

En especial, su portavoz más prestigioso, Vercesi, «en 1936, para zanjar la controversia entre el "attentista", Bianco, y el partidista Piero-Tito, se inclinaba más bien hacia estos últimos ("hay que, considerar que, en la situación actual, aunque no tengamos y no podamos tener todavía influencia en las masas, nos encontramos ante la necesidad de actuar ya no como fracción de un partido que traicionó, sino como partido en miniatura". Bilan, nº 8). En esta frase, Vercesi parecía acercarse prácticamente a una visión más dialéctica, según la cual, ante la traición de los partidos centristas había que responder haciendo surgir nuevos partidos, no ya para guiar hacia el poder de modo irresponsable a unas masas que no estaban todavía en él (...), sino para expresar la continuidad de clase que se había interrumpido, para llenar el vacío político que se había producido, para volver a dar a la clase un punto de referencia política indispensable incluso en las fases de reflujo, y que fuese capaz, aunque fuera minúsculo, de crecer algún día, a medida que ocurrían los acontecimientos, y no estarlos esperando como al mesías. Pero, en 1937, Vercesi se echó atrás, para, en su "Informe sobre la situación internacional", volver a proponer a las fracciones como única expresión política posible del momento, renunciando así implícitamente a toda transformación. (...) Más allá de los giros personales de Vercesi, con el estallido de la guerra, la fracción se vuelve prácticamente inoperante. Es el final de todas las publicaciones (boletines internos, Prometeo, Bilan y Octobre); se hacen escasos, cuando no cesan del todo, los contactos entre las secciones francesa y belga. En 1945, la Fracción se disuelve sin haber resuelto en el terreno de la práctica uno de los problemas más importantes que habían provocado su creación en Pantin, en 1928. A pesar de todo eso, el partido nace a finales de 1942 bajo la impulsión de camaradas que se habían quedado en Italia (Partito Comunista Internazionalista), partido al que se unirán al final de la guerra muchos elementos de la Fracción disuelta»[3].

Como de costumbre, los camaradas de BC reescriben nuestra historia a su gusto. Primero, Vercesi no era el portavoz de la mayoría attentista (como así la llama Battaglia), sino el portador de un intento de compromiso entre dos posturas que empezaron a afirmarse, aunque de manera ambigua, al final del Congreso de 1935. A principios de 1936, Vercesi usa todavía una expresión que contiene efectivamente toda la ambigüedad combatida por la mayoría, y que aparece en la cita anterior. Es cierto que la cita exacta habla de la necesidad de actuar «ya no como fracción de un partido que traicionó, sino como -si puede uno expresarse así- como un partido en miniatura». Pero incluso con esa expresión condicional, que los camaradas de BC han hecho tramposamente desaparecer, la expresión conserva toda la ambigüedad que consiste en presentar la fracción como un partido que tendría pocos militantes, cuando en realidad se trata de una forma de organización propia de fases de la lucha de la clase que no permiten la existencia de un partido, sea éste pequeño o grande. Los verdaderos portavoces de la mayoría tenían todas las razones de protestar contra esas fórmulas contradictorias que introducían como quien no quiere la cosa, la idea de que, podrían orientarse hacia una actividad de partido, cuando no existen en realidad las condiciones. No es por casualidad si el artículo de Bianco, en Bilan nº 28, que se opone al de Vercesi, se titula «Un poco de claridad, por favor». La claridad sobre el hecho de que sólo una fracción podía existir en las condiciones de entonces, queda restablecida, pero no en 1937, como lo afirma el artículo de Battaglia. Lo que dejó las cosas claras fue que la minoría, frente a los acontecimientos de España, rompió definitivamente amarras, enfangándose en el antifascismo, esclareciendo así, en los hechos mismos, adónde llevan los discursos sobre la necesidad de «acabar de una vez con las esperas». Enfrentado a ese giro brusco, Vercesi reacciona dejando momentáneamente de lado (y sólo momentáneamente, por desgracia) los discursos sobre las «nuevas fases». Al haberse mantenido con firmeza en sus posiciones, en el período crucial que va desde Julio de 1936 a Mayo de 1937 (en que se produjo el aplastamiento de los trabajadores de Barcelona), la fracción fue capaz de poner las bases de lo que hoy es la Izquierda Comunista Internacional, a costa, sin embargo, del mayor aislamiento respecto a un medio político en plena descomposición democrática. Aquella terrible presión ambiente iba a dejar obligatoriamente huellas en el seno mismo de la fracción italiana y de la recién creada fracción belga. En algunos camaradas empieza a despuntar la idea de que, en fin de cuentas, el hecho mismo de ir hacia la guerra no hace sino acercar la respuesta proletaria a la guerra misma, y, para estar preparados para esas futuras reacciones, había que empezar inmediatamente a tener una actividad «diferente». Hacia finales del 37, Vercesi empieza a teorizar el hecho de que en lugar de la guerra mundial, va a haber una serie de «guerras locales» cuya verdadera naturaleza será la de matanzas preventivas contra la amenaza proletaria venida de no sabe dónde ni cómo. Para estar preparados a esas convulsiones, había que «hacer más» y vuelve entonces a surgir, con otras palabras, aquella teoría de que la fracción debería actuar en cierto sentido como un partido en miniatura. Para tener una «actividad» de partido, en septiembre de 1937, las fracciones se meten en una absurda empresa de colecta de fondos para las víctimas de la guerra de España, para así hacerles la competencia, a nivel de las «masas», a los organismos socio-estalinistas como el Socorro Rojo, poniéndose en realidad en el terreno de éstos. Si bien en Diciembre del 36, Bilan nº 38 volvía a publicar el proyecto de 1933 de hacer un Buró Internacional de Informaciones, haciendo amargamente constar que no había la más mínima posibilidad de aceptar esta propuesta mínima, en Bilan nº 43, Vercesi declara que un simple Buró de Informaciones sería hoy «caduco y que hay que entrar en una nueva fase de trabajo» con la formación del Buró Internacional de las fracciones de izquierda. En sí misma, la exigencia de formar un órgano de coordinación entre las dos únicas fracciones existentes estaba totalmente justificada. El problema era que ese Buró, en lugar de coordinar la acción de clarificación y de formación de dirigentes, única labor posible para las fracciones en aquellas condiciones, se seguía viendo más que antes como órgano que debería estar listo en cuanto se reanudara la lucha de la clase obrera, para coordinar «la construcción de nuevos partidos y de la nueva internacional». Y así, con ese método de poner el carro delante de los bueyes, en Enero de 1938, se deja de publicar Bilan, sustituyéndolo por una revista, cuyo nombre, Octobre, quiere ser la anticipación de los movimientos revolucionarios que por parte alguna podían vislumbrarse ¡y de la que iban a sacarse ediciones en francés, inglés y alemán! El resultado de esa locura de querer actuar como «partido en miniatura» era previsible: la revista que iba a salir en tres lenguas no logra ni siquiera salir regularmente en francés, el Buró deja prácticamente de funcionar y, lo que es peor, entre los militantes, completamente desorientados, la desmoralización y las dimisiones se multiplican.

Cuando estalla la guerra mundial en Agosto del 39, la desbandada es total, agravada por el paso a la clandestinidad, el asesinato de muchos de sus mejores dirigentes y la detención de muchos otros, las fracciones se encuentran desorganizadas. A ello contribuye en gran medida el que Vercesi, quien había defendido que la labor de fracción no servía para nada y que se necesitaba un minipartido, con el estallido de la guerra, empieza a teorizar que, en vista de que el proletariado, no reaccionaba, era «socialmente inexistente» y en tales condiciones, la labor de fracción no sirve de nada.

Lo que aparece constantemente es la puesta en tela de juicio de la fracción como órgano revolucionario en fases históricamente desfavorables. De todo ello, Battaglia Comunista saca la conclusión de que quienes se dedicaron durante la guerra a hacer un trabajo de fracción no sacaron nada en limpio. En realidad, quienes no sacaron nada en limpio, como Vercesi, fueron precisamente los que se negaron al trabajo de fracción. Contrariamente a lo que intenta hacemos creer Battaglia, la fracción se mantuvo en actividad, reorganizándose ya a principios del 40 a iniciativa de la sección de Marsella, la que encabezaba la oposición a Vercesi; la fracción organiza conferencias clandestinas anuales, reorganiza las secciones de Lyón, Toulouse, París, reanuda contactos con los camaradas que habían permanecido en Bélgica. A pesar de las inimaginables dificultades materiales, se reanuda la publicación regular de un boletín de discusión, herramienta de formación de militantes, circulan textos de orientación de la Comisión Ejecutiva, que servían de base para las discusiones con otros grupos en contacto. Esa labor clandestina desembocó en la formación (de 1942 a 1944) de una nueva fracción, la fracción francesa, y en el acercamiento a las posiciones de la izquierda italiana, de bastantes comunistas alemanes y austriacos que habían roto con el trotskismo, corriente pasada ya entonces al campo de la contrarrevolución.

No se puede comprender en verdad cómo habrían conseguido hacer todo eso, en condiciones tan difíciles, personas que, según Battaglia, se habían quedado tranquilamente refugiados en sus «teorizaciones» en la «mesiánica» espera de que las masas volvieran a ser capaces por sí mismas de reconocerlos como la dirección justa. Tocamos aquí uno de los puntos esenciales de la cuestión.

Battaglia presenta a la fracción como un órgano (quizás seria mejor decir casi como círculo cultural), que, en períodos en que el proletariado no está a la ofensiva, se limita a estudios teóricos, puesto que intervenir en la clase no sirve de nada. La fracción es, al contrario, el órgano que permite la continuidad de la intervención comunista en la clase, incluso en los períodos más sombríos en los que esa intervención no tiene un eco inmediato. Toda la historia de las fracciones de la Izquierda Comunista lo demuestra de sobras. Junto a la revista teórica Bilan, la fracción italiana publicaba un periódico en italiano, Prometeo, que tenía en Francia una difusión superior a la de los trotskistas franceses, tan peritos éstos en el activismo. Los militantes de la fracción eran tan conocidos por su compromiso en las luchas de la clase que eran necesarias las intervenciones brutales de las direcciones nacionales de los sindicatos para expulsarlos de las estructuras de base que los defendían. Estos camaradas difundían la prensa, a pesar de la persecución conjunta que les hacía la policía y los sindicatos «tricolores»; golpeados hasta la sangre, volvían una y otra vez a difundir octavillas, con la pistola bien visible al cinto para dar claramente a entender su voluntad de dejarse aplastar allí mismo antes de renunciar a intervenir en su clase. A un obrero de la fracción, un tal Piccino, agarrado por estalinistas cuando estaba difundiendo la prensa y entregado por ellos a la policía francesa, le dieron tal paliza que lo dejaron minusválido de por vida, pero no por ello dejó de volver a difundir la prensa. En una carta de Abril de 1929, Togliatti pedía ayuda al aparato represivo de Stalin contra la «basura bordiguista», confesando que el empecinamiento de los camaradas de la fracción le estaba creando problemas por todas partes donde había obreros italianos. Viniendo del enemigo de clase, era ése el mejor de los reconocimientos.

Se necesita valor para presentar como teóricos en zapatillas y albornoz a militantes eliminados en campos de concentración, a militantes caídos en manos de la Gestapo cuando atravesaban clandestinamente la frontera para mantener el contacto con los camaradas de Bélgica, a militantes indocumentados y buscados por la policía que participaban en huelgas ilegales, a militantes que a la salida de las fábricas tenían que pasar entre los matones estalinistas encargados de asesinarlos y que sólo lograban salvarse saltando los muros del recinto. Battaglia escribe que los camaradas en el extranjero deberían haberse batido por transformar la guerra imperialista en guerra civil y que «las enseñanzas de Lenin (...) deberían haber tenido más crédito» sobre todo «en camaradas que se habían criado en la tradición leninista». Pero ¿hacían otra cosa los camaradas de las fracciones italiana y francesa cuando difundían llamamientos al derrotismo revolucionario, redactados en francés y en alemán, cuando en plena orgía patriótica de la «liberación» de París, arriesgaban la vida llamando a los obreros a desertar el encuadramiento de los «partisanos»?

Como puede verse, es totalmente falso escribir que «la única posibilidad de organizar alguna oposición a las tentativas del imperialismo por resolver sus contradicciones en la guerra, era la de la formación de nuevos partidos». Si no hubo transformación en guerra civil, eso no dependía de la ausencia de «alguna oposición» por parte de las fracciones, sino porque el capitalismo mundial había conseguido quebrar los primeros intentos que se hicieron en ese sentido, primero en Italia, después en Alemania, haciendo retroceder así la más mínima perspectiva revolucionaria. Según Battaglia, sin embargo, si la Fracción se hubiese transformado en partido, la presencia de ese partido habría cambiado las cosas. ¿Y en qué sentido habrían cambiado, pues?

Para contestar a esa pregunta, veamos la acción del Partito Comunista Internazionalista fundado en Italia a finales del 42 por camaradas en tomo a Onorato Damen. Este camarada, a diferencia de la fracción, la cual rompió todos sus lazos con el PCI (el PC italiano) en 1928, se quedó en ese partido hasta la mitad de los años 30, dirigiendo todavía en 1933, la revuelta de los detenidos inscritos en ese partido en las cárceles de Civitavecchia. BC, de la que Damen fue hasta su muerte uno de los dirigentes, en el artículo citado, ironiza sobre el llamamiento a salir de los partidos comunistas pasados a la contrarrevolución, llamamiento lanzado por el Congreso de la Fracción en 1935. BC se plantea que si no podía haberse transformado en partido porque las masas permanecían sordas en aquellos momentos a los llamamientos de la fracción, ¿a quién podía dirigirse entonces tal llamamiento? «Surge espontáneamente la sospecha de que la consigna en cuestión se había lanzado con la íntima esperanza de que el proletariado no la oyera para así no plantear problemas que pusieran en entredicho el esquema abstracto del ponente». La ironía de BC no viene muy a cuento, pues el llamamiento se dirigía a aquellos camaradas que como Damen, estaban todavía en las filas del PC con la esperanza de defender posiciones de clase en su seno, y habría interesado personalmente a Damen si los estalinistas no se hubieran encargado ya de resolver el problema expulsándolo del PC a finales de 1934. ¿O piensa BC que Bilan no debería haber animado a esos camaradas a salir de aquellos partidos vendidos y pasados a la burguesía para integrarse en la fracción, único lugar en el que seguía el combate por la reconstrucción del partido de clase? BC afirma, en efecto, que en 1935, para cualquier marxista, estaba claro que la salida definitiva del PCI implicaba automáticamente la fundación del nuevo partido. Y si esto estaba tan claro, ¿por qué Damen no fundó ese nuevo partido en 1935?, ¿Por qué se dedicó a la paciente labor clandestina de selección y formación de dirigentes, exactamente igual que la Fracción en el extranjero? Si fuera cierto que era la fundación de nuevos partidos la «única posibilidad de organizar alguna oposición» a la guerra, ¿por qué no se fundó, al menos en 1939 cuando estalló la guerra, cuando en realidad se esperó hasta finales del 42, tras tres años y medio de matanzas imperialistas? Según los análisis de BC hay que concluir que esos siete años de retraso serían una locura o una traición. Según nuestros análisis, es la mejor demostración de la falsedad de la tesis que pretende demostrar que para fundar un nuevo partido basta con que el antiguo haya traicionado. Si el nacimiento del PC Internazionalista se produjo a finales de 1942, fue porque se estaba desarrollando entonces una fuerte tendencia a la reanudación de la lucha de clases contra el fascismo y contra la guerra imperialista, tendencia que llevó en pocos meses a la huelgas de Marzo de 1943, a la caída del fascismo y a la reivindicación ante la burguesía italiana de una paz separada. Aunque la burguesía mundial consiguió desviar rápidamente esa reacción de clase del proletariado italiano, fue basándose en esa reacción si los camaradas en Italia estimaron que había llegado la hora de constituirse en partido. No es por casualidad si se hizo la misma valoración, de modo totalmente independiente, por los camaradas del extranjero, en cuanto se enteraron de lo de las huelgas de Marzo del 43: la Conferencia de la Fracción, de Agosto del mismo año, declara que se ha abierto «la fase del retorno de la fracción a Italia y de su transformación en partido». No fue posible, sin embargo, ese retorno organizado, en parte a causa de dificultades materiales casi insuperables (recordemos que el propio PC Internazionalista fundado en Italia no pudo dar a conocer su existencia fuera del país hasta 1945), dificultades agravadas por el asesinato y la detención de cantidad de camaradas.

Pero la debilidad fundamental era de orden político: la minoría de la Fracción Italiana ligada a Vercesi, reforzada por la Fracción Belga, negaba todo carácter de clase a las huelgas del 43, oponiéndose a toda actividad organizada por ser «voluntarista». La conferencia anual del 44 denunció las posiciones de la tendencia Vercesi y, a principios del 45, éste fue excluido de la Fracción por haber participado en el Comité de Coalición Antifascista de Bruselas. Sin embargo, la larga lucha había contribuido a reducir las energías para el retorno de la Fracción a Italia, sustituida en los hechos por retornos individuales de muchos militantes que, una vez en Italia, descubrían la existencia del partido y entraban en él, siempre a título individual. Esta política iba a ser duramente criticada por una parte de la Fracción y sobre todo por la Fracción reconstituida en Francia, la cual había desarrollado una labor clandestina contra la guerra, criticando la falta de decisión de la Fracción Italiana a favor de un retorno, a Italia, organizado. Fue entonces, en la primavera del 45, cuando llega como una bomba la noticia de que existe desde hacía años, en Italia, un partido que ya contaba «con miles de miembros» y con la contribución de Damen y Bordiga. La mayoría de la Fracción, rebosante de entusiasmo, decide, en una precipitada conferencia en Mayo 45, su autodisolución y la adhesión de sus militantes a un partido cuyas posiciones programáticas ignoraba totalmente. Como la Fracción en Francia apoyaba a la minoría que se oponía a ese suicidio político, la mayoría de la Conferencia rompió todos los lazos organizativos con el grupo francés, con el pretexto de que los camaradas franceses habían realizado su labor de derrotismo revolucionario junto con internacionalistas alemanes y austriacos que no pertenecían a las fracciones de la Izquierda Comunista.

La decisión de autodisolverse acarreó graves consecuencias para el desarrollo posterior de la Izquierda Comunista. La Fracción era depositaria de las lecciones políticas fundamentales que se habían sacado mediante la selección de las fuerzas comunistas realizada entre 1935 y 1937. La Fracción tenía el deber histórico de garantizar que el nuevo partido se formara basándose en esas lecciones, resumidas así en la primera parte de este artículo:

1)          El partido se formará mediante adhesión individual a las posiciones programáticas de la Izquierda, elaboradas por las fracciones, excluyendo toda integración de grupos de camaradas que se sitúen a medio camino entre la Izquierda y el Trotskismo.

2)          la garantía del derrotismo revolucionario será la denuncia frontal de todo tipo de «milicias partisanas», destinadas a alistar a los obreros para la guerra, como las «milicias obreras» españolas de 1936.

La ausencia de retorno organizado y la disolución de 1945 no permitieron que la Fracción cumpliera su función. Se trata ahora de saber si el partido fundado en Italia fue capaz de formarse en fin de cuentas con aquellas bases. Y esto, no para decidir cómo habría que juzgar a ese partido en particular, sino para comprender si es cierto o no que la labor de fracción es un requisito indispensable para la constitución del partido de clase.

Vamos por orden. Primero, las posiciones políticas y el método de reclutamiento. El primer congreso del PC Internacionalista (28 de Diciembre del 45 al 1 de Enero del 46), que se verifica tras la integración en el partido de los militantes de la Fracción, declara que el PC Internacionalista fue fundado en 1942 «basándose en la tradición política precisa»[4] que representa la Fracción en el extranjero a partir del 27. Los primeros núcleos se referían a «una plataforma compuesta de un breve documento en el que se fijaban las directivas que debía seguir el partido y que sigue manteniendo en lo esencial».

Resulta difícil decir hasta qué punto el documento se basaba en las posiciones de la Fracción, por la sencilla razón de que, al menos por lo que sabemos nosotros, Battaglia no se ha dignado volverlo a publicar, y eso que era corto. En el folleto de 1974 sobre las plataformas del PC Internacionalista, ni siquiera mencionan su existencia. ¡Curioso destino para la plataforma constitutiva del Partido! Nos vemos obligados a referimos a la Plataforma redactada por Bordiga en 1945 y aprobada por el primer Congreso a principios de 1946.

Sin entrar en análisis detallados, baste subrayar que ese texto admite la posibilidad de participar en las elecciones (posición rechazada por la Izquierda desde la época de la Fracción Abstencionista del PSI); que, como bases doctrinales del partido, toman «los Textos constitutivos de la Internacional de Moscú» (rechazando por lo tanto las críticas que de esos Textos había hecho la Fracción a partir de 1927); que en ese texto no se habla para nada de denunciar las luchas de liberación nacional (posición de la Izquierda a partir de 1935); y para acabar rematándola, el texto exalta nada menos que como «hecho histórico de primer orden» el alistamiento de los proletarios en las bandas armadas de «partigiani». La Plataforma es además inaceptable en otras cuestiones (y para empezar, la sindical), pero nos hemos limitado a los puntos en los que la Plataforma se sitúa fuera de las fronteras de clase marcadas ya gracias a la elaboración programática de la Izquierda Comunista.

El método de reclutamiento del partido está en total consonancia con ese batiburrillo ideológico. Es más, esa mezcolanza ideológica es el resultado obligado del método de reclutamiento, basado en la absorción sucesiva de grupos de camaradas con posiciones de lo más dispar cuando no contradictorias. Al final acabaron así encontrándose en el Comité Central: los primeros camaradas del 42, los dirigentes de la Fracción que habían excluido a Vercesi en el 44, a Vercesi en persona, admitido al mismo tiempo que los miembros de la minoría expulsados en 1936 por su participación en la guerra antifascista de España. Son admitidos grupos como la Fracción de Comunistas y Socialistas de Izquierda, del Sur de Italia, los cuales, en 1944, creían en la posibilidad de «enderezar» al partido estalinista y, puestos a ello, ¡hasta al partido socialista...! y que, en 1945, se disolvieron para entrar directamente en el partido. En cambio, el principal teórico y redactor de la Plataforma de 1945, Amadeo Bordiga, no está inscrito en el partido; por lo visto, sólo se integraría en él en 1949.

Sobre la segunda cuestión que quedó clarificada en los años 1935-37, la del peligro que representaban las milicias partisanas, la degradación del PC Internacionalista va emparejada con su aumento numérico a expensas de los principios. En 1943, el PC Internacionalista se sitúa en la valiente línea de denunciar sin equívocos el papel imperialista del movimiento partisano. En el 44, ya empiezan a verse obligados a hacer concesiones a las ilusiones sobre la guerra «democrática»: «Los elementos comunistas creen sinceramente en la necesidad de la lucha contra el nazi fascismo y piensan que una vez derribado este obstáculo, podrán ir hacia la conquista del poder, venciendo al capitalismo» (Prometeo, nº 15, Agosto de 1944).

En 1945, el círculo se va cerrando con la participación de federaciones enteras (como la de Turín) en la insurrección patriótica del 25 de Abril y la adopción de una Plataforma que define el movimiento partisano como «tendencia de grupos locales proletarios a organizarse y armarse para conquistar y conservar el control de situaciones locales», lamentando únicamente que esos movimientos no tuvieran «una orientación política suficiente» (!). Se trata de la misma posición que la que defendió la minoría en 1936 sobre la guerra de España y que le costó la expulsión de la Izquierda Comunista.

Está claro ahora que las posiciones globalmente expresadas por el PC Internacionalista están por debajo del nivel de clarificación alcanzado por la Fracción y de las bases consideradas como intangibles para la construcción del nuevo partido. Los camaradas de Battaglia, al contrario, consideran al partido «nacido a finales del 42» como el que no va más de la claridad en aquel tiempo. ¿Cómo pueden conciliar semejante afirmación con las confusiones y ambigüedades que hemos mencionado? Muy sencillamente: diciendo que esas confusiones no eran las del partido, sino que eran propias de los seguidores de Bordiga que se irán de él más tarde, en 1952, para fundar Programma Comunista. Ya en la Revista Internacional le contestábamos nosotros:

«En otras palabras: ellos y nosotros hemos participado en la formación del partido: lo que en ello hubo de bueno, se debió a nosotros, lo malo fue cosa de ellos. Aun admitiendo que las cosas hubieran sido así, queda el hecho de que ese "malo" fue un elemento fundamental y unitario en el momento de constituirse el partido y del que nadie hizo la menor crítica».

Lo que queremos decir es que las debilidades eran las del partido en su conjunto y no las de una fracción particular que estaría de paso allí por casualidad. Lo primero que BC ha negado siempre, es que las puertas del partido estaban abiertas para cualquiera que expresase la voluntad de apuntarse. Y el caso es que es el propio BC quien afirma que la presencia de Vercesi, procedente del Comité de Coalición Antifascista, se explica por el hecho de que a éste «le parecía que debía adherirse al partido»[5]. ¿Qué es entonces el partido?, ¿un casino provinciano? (aunque al menos, en éste, los nuevos socios deben ser aceptados por los demás para entrar...). Cabe además recordar que Vercesi «estimaba que debía adherirse» directamente al Comité Central del PC Internacionalista, volviéndose así uno de sus principales dirigentes. Y BC va y nos dice que Vercesi estaba en el CC, pero que el partido no era responsable de lo que hacía o decía: «las posiciones expresadas por el camarada Perrone (Vercesi) en la Conferencia de Turín (1946) (...) eran libres manifestaciones de una experiencia muy personal y con una perspectiva política caprichosa a la que no es legítimo referirse para criticar la formación del PC Internacionalista»[6].

Muy bien. Lo que pasa es que cuando se leen las actas de esa primera Conferencia Nacional del PC Internazionalista, se entera uno en la página 13, que esas «libres» afirmaciones políticas «caprichosas eran nada menos que el informe sobre el «partido y los problemas internacionales» presentado por el CC a la Conferencia de la que Vercesi era ponente oficial. Pero las sorpresas no se limitan a eso, pues en la página 16, al final del informe de Vercesi, para sacar las conclusiones, fue Damen mismo quien tomó la palabra afirmando que hasta entonces «no había habido divergencias, sino sensibilidades particulares que permiten una clarificación orgánica de los problemas» Si Damen pensaba que el informe Vercesi era política caprichosa, ¿por qué negó que había divergencias? ¿Porque quizás era entonces útil una alianza sin principios?

No nos paremos más en eso y pasemos directamente a la Plataforma escrita en 1945 por Bordiga. Battaglia la reeditó en 1974, al mismo tiempo que un proyecto de Programa difundido por los camaradas agrupados en torno a Damen, con una introducción en la que se afirma que el proyecto de 1944 es mucho más claro que la Plataforma de 1945. Eso es muy cierto para algunos puntos (balance de la revolución rusa por ejemplo), pero en otros puntos, el proyecto del 44 es peor que el documento del 45. En especial, en el punto que se refiere a la táctica, se dice que: «nuestro partido, que no subestima la influencia de otros partidos de masas, se hace defensor del "frente único"». Y si volvemos a las actas de la Conferencia de Turín, allí se encuentra el Informe de Lecci (Tullio), el cual hace el balance de la labor de la fracción en el extranjero y su delimitación respecto al trotskismo: «esta demarcación presuponía en primer lugar la liquidación de la táctica de frente único de bloques políticos» (p. 8). En la Conferencia del 46, pues, algunos puntos clave del proyecto estaban ya considerados incompatibles con las posiciones de la Izquierda Comunista. Veamos ahora lo que dice la introducción hecha en 1974 a la Plataforma de 1945:

«En 1945, el CC recibe el proyecto de Plataforma política del camarada Bordiga, el cual, subrayémoslo, no estaba inscrito en el partido. El documento, cuya aceptación fue exigida en términos de ultimatum, fue considerado incompatible con las posiciones firmes adoptadas desde entonces por el partido sobre problemas importantes, y, a pesar de las modificaciones aportadas, el documento ha sido siempre considerado como contribución al debate y no como plataforma de hecho. (...) El CC no podía, como ya se ha visto, sino aceptar el documento como una contribución totalmente personal para el debate del futuro congreso, que, postergado hasta 1948, hará surgir posiciones muy diferentes (cf. Reseña del Congreso de Florencia)»[7].

Así es la reconstitución de los hechos que los camaradas de Battaglia presentaban en 1974. Para comprobar si corresponde a la realidad, volvamos a la Conferencia de enero de 1946, la cual debería haberse pronunciado sobre la «exigencia en términos de ultimatum de la aceptación» de la plataforma redactada por Bordiga. En la página 17 de la Reseña, se lee «Al final del debate, al no haberse expresado ninguna divergencia substancial, la "plataforma del Partido" es aceptada y se deja para el próximo congreso la discusión sobre el "Esquema de Programa" y sobre otros documentos en vías de elaboración». Como puede verse, ocurrió exactamente lo contrario de lo que Battaglia nos cuenta: en la Conferencia de 1946, los camaradas de Battaglia mismos votaron por unanimidad la aceptación de la Plataforma escrita por Bordiga, desde entonces convertida en base oficial de adhesión al partido, y, como tal, publicada hacia el exterior. Los delegados franceses mismos dan su adhesión a la Conferencia en base al reconocimiento de la adecuación de la plataforma (pág. 6) y la resolución de formación del Buró Internacional de la Izquierda comunista empieza con estas palabras: «el CC, teniendo en cuenta que la Plataforma del PC Internacionalista es el único documento que da una respuesta marxista ante los problemas ocasionados por la derrota de la revolución rusa y la segunda guerra mundial, afirma que con esa base y el patrimonio de la izquierda italiana puede y debe constituirse el Buró Internacional de la Izquierda comunista» Para concluir, hagamos notar que existe efectivamente un documento considerado como una simple contribución al debate y cuya discusión se postergó hasta el congreso siguiente, pero resulta que no fue la plataforma de Bordiga sino... el Esquema de Programa elaborado en 1944 por el grupo de Damen y que hoy Battaglia intenta hacer pasar por la plataforma efectiva del PC Internacionalista de los años 1940.

Faltan palabras para condenar la falsificación total de la historia del Partito Comunista Internacionalista hecha durante todos estos años por los camaradas de Battaglia. Son como las falsificaciones estalinistas con sus reescrituras de la historia del partido bolchevique, que borraban los nombres de los camaradas de Lenin fusilados o que atribuían a Trotski los errores cometidos por Stalin. Battaglia, para dar la impresión de que el tinglado se tiene de pie, ha sido capaz de hacer desaparecer de la historia del partido su propia plataforma y en otros documentos[8], no ha vacilado en atribuir a los «padres de la CCI», los camaradas de la Izquierda comunista de Francia, las piruetas de Vercesi, con quien sus padres sí que habían establecido una alianza oportunista en 1945, admitiéndolo en el CC del Partido. Ya sabemos que éste es un juicio muy duro, pero lo basamos en los propios documentos oficiales del PC Int., como el Informe de la Conferencia de 1946, que Battaglia se ha dedicado a ocultar, mientras que sí ha vuelto a publicar el informe del congreso de 1948, porque entonces ya se había roto la alianza oportunista con Vercesi. Nosotros sometemos nuestras conclusiones y nuestros juicios a la voluntad crítica de todos los camaradas del medio político internacional de la Izquierda comunista. Si los documentos que hemos citado no existiesen, que lo diga y lo demuestre Battaglia, y, si no lo hace, así sabremos una vez más de dónde proceden las falsificaciones.

Queda, sin embargo, un problema por esclarecer: ¿cómo es posible que camaradas de la valía de un Onorato Damen, camaradas que mantuvieron alta la antorcha del internacionalismo en los momentos más duros para nuestra clase, hayan podido caer tan bajo con la falsificación de ese período de su historia?. ¿Cómo es posible que los camaradas de Programa Comunista (quienes se separaron de Battaglia en 1952), hayan podido llegar incluso a hacer desaparecer en la nada su historia desde 1926 hasta 1952? En base a todo lo que hemos expuesto en este artículo, la respuesta es clara: ni unos ni otros, en los años cruciales en torno a la segunda guerra mundial, fueron capaces de asegurar, en sus fundamentos, la continuidad histórica de la Fracción de Izquierda, única base posible para el partido de mañana. No se puede, desde luego, echarles en cara el haber creído en 1943 que las condiciones del renacimiento del partido habían madurado, teniendo en cuenta que incluso las Fracciones en el extranjero compartían esa ilusión, basada en el principio de una respuesta proletaria a la guerra que se había manifestado con las huelgas de 1943 en Italia. Pero en enero de 1946, cuando se celebra el congreso de Turín, estaba entonces claro que el capitalismo haba logrado quebrar la menor reacción proletaria, transformándola en un momento de la guerra imperialista, mediante el encuadramiento en las bandas partisanas. En tal situación, era necesario reconocer que no existía la más mínima condición indispensable para la formación del partido, que había que dedicar todas las fuerzas en el trabajo de fracción, en hacer balance y formar militantes basándose en ese balance. Ni unos ni otros fueron capaces de entrar plenamente en esa vía, lo cual explica sus posteriores contorsiones. La tendencia Damen empezó a teorizar que la formación del partido no tenía nada que ver con la reanudación de la lucha de clase, yendo así en contra de su propia experiencia de 1943. La tendencia Vercesi (cercana a Bordiga) empezó a zigzaguear entre algo que todavía no era el partido pero que ya no era la fracción (el viejo «partido-miniatura» de 1936 se reconvirtió en 1948 en «fracción ampliada»), precursora de los malabarismos de Programa Comunista sobre «partido histórico/partido formal». Únicamente la Izquierda comunista de Francia (Internationalisme), de la que se reivindica hoy la CCI, fue capaz de reconocer abiertamente los errores que se hicieron al creer que en 1943 existían las condiciones para la transformación de la fracción en partido, dedicándose a la labor de balance histórico que exigían los tiempos. Por parcial que sea, ese balance sigue siendo la base indispensable desde la que habrá que reconstruir el partido de mañana.

En la continuación de este trabajo, hemos de analizar lo que tal balance debe representar en el proceso de agrupamiento de revolucionarios que se está realizando a escala mundial.

Beyle



[1] Revista Internacional, nº 59, 4º trimestre de 1989.

[2] Véase el folleto: La Izquierda Comunista de Italia, 1917-1952 y su Suplemento sobre las relaciones entre la Izquierda italiana y la Oposición de izquierda internacional, publicados, en francés e italiano, por la CCI.

[3] «Frazione-Partito nell'esperienza della Sinistra Italiana », en Prometeo nº 2, marzo de 1979.

[4] Compte-rendu de la première conférence nationale du Parti Communiste Internationaliste d'Italie. Publicaciones de la Gauche communiste internationale, 1946.

[5] «Carta de Battaglia Comunista a la CCI», publicada en la Revista Internacional nº 8 de diciembre de 1976 Junto con nuestra respuesta.

[6] Prometeo nº 18, antigua serie, 1972:

[7] Documents de la Gauche italienne nº 1, Ed. Prometeo, enero de 1974.

[8] Battaglia Comunista nº 3, febrero de 1983, artículo reproducido en la Revista Internacional nº 34, 3er trimestre de 1983, con nuestra respuesta.

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