Enviado por Revista Interna... el
La aceleración de la crisis mundial está reduciendo cada día más el margen de maniobra de la burguesía, a la que, en su lógica de explotación capitalista, no le queda más solución que la de atacar cada vez más violenta y frontalmente el nivel de vida de la clase obrera en su conjunto.
Ataques violentos y frontales contra la clase obrera
Cada burguesía nacional adopta por todas partes las mismas medidas: planes de despidos que afectan a todos los sectores de la actividad, deslocalizaciones, incremento del tiempo de trabajo, desmantelamiento acelerado de la protección social (pensiones, salud, subsidios de desempleo), ataque contra los salarios, aumento acelerado de la precariedad en el empleo, en la vivienda, creciente deterioración de las condiciones de vida y de trabajo. Todos los obreros, tengan trabajo o estén desempleados, activos o jubilados, trabajen en el sector público o en el privado, están amenazados por esa situación.
En Italia, tras unas medidas similares a las de Francia contra las pensiones y una ráfaga de despidos en las factorías de Fiat, son ahora 3700 supresiones de empleo (más de la sexta parte de la plantilla) en la compañía aérea Alitalia.
En Alemania, el gobierno socialista y verde de Schröder, siguiendo un programa de austeridad bautizado “Agenda 2010”, ha empezado a aplicar a la vez una reducción de los reembolsos por gastos de salud, los controles de las bajas por enfermedad, la subida de las cuotas para la seguridad social y para las pensiones, así como el de la edad mínima para jubilarse que ya era de 65 años. Siemens, con el acuerdo del sindicato IG-Metall y con la amenaza de traslado a Hungría, exige que los obreros trabajen entre 40 y 48 horas en lugar de 35 antes y sin compensación salarial. Otras grandes empresas acaban de negociar acuerdos similares: la Deutsche Bahn (ferrocarriles alemanes), Bosch, Thyssen-Krupp, Continental y la industria automovilística (BMW, Opel, Volkswagen, Mercedes-Daimler-Chrysler). La misma política encontramos en Holanda, un Estado conocido ya por haber desarrollado desde hace ya mucho el trabajo a tiempo parcial. El ministro holandés de economía ha anunciado que el retorno a las 40 horas (sin aumento compensatorio) era un buen medio para relanzar la economía nacional.
El llamado “plan Hartz IV”, cuya puesta en marcha está prevista para principios de 2005 en Alemania muestra la vía que han tomado todas las burguesías, empezando por las europeas: se trata de reducir el subsidio de desempleo y su duración, así como también hacer más difíciles las condiciones para obtenerlo, especialmente la de estar obligado a aceptar una oferta de empleo mucho peor pagada que el empleo perdido.
Esos ataques no se limitan al continente europeo, sino que se llevan a cabo a nivel mundial. El constructor canadiense de aviones Bombardier Aerospace se propone suprimir entre 2000 y 3200 empleos. La firma estadounidense de telecomunicaciones AT & T prevé 12 300 despidos. General Motors suprimirá 10 000 empleos, amenazando también a factorías europeas en Suecia o Alemania. El Bank of America anunció la supresión de 4500 empleos que se añaden a los 12 500 programados en abril pasado. Y es así como en Estados Unidos, donde el desempleo está volviendo a alcanzar porcentajes récord (la expresión que se usa es “crecimiento sin empleos”), cerca de 36 millones de personas (12,5 % de la población) viven por debajo del umbral de pobreza, y entre ellas 1,3 millones cayó en la precariedad durante el año 2003, a la vez que 45 millones de personas carecen de todo tipo de cobertura social. En Israel, los municipios están en quiebra y los empleados municipales no cobran sus salarios desde hace meses. Y eso sin olvidar las condiciones de explotación espantosas en las que viven los obreros del llamado Tercer mundo en medio de una desenfrenada competencia en el mercado mundial por reducir los costes de la fuerza de trabajo.
Muchos de esos ataques son presentados como “reformas” indispensables con la única finalidad de que los proletarios acepten sin rechistar los “sacrificios”. El Estado capitalista y cada burguesía nacional pretenden que con esas pretendidas “reformas” están laborando en nombre, primero, del interés general por el bien de la colectividad; después dicen que lo hacen por preservar el futuro de nuestros hijos y de las generaciones futuras. La burguesía quiere que nos creamos que lo que procura es salvar el empleo, las cajas del seguro de desempleo y de la seguridad social, las pensiones, cuando lo que está haciendo es desmantelar de manera contundente toda protección social de la clase obrera. Para que los obreros acepten esos sacrificios, pretende que tales “reformas” son indispensables en nombre de la “solidaridad ciudadana”, para instaurar más justicia e igualdad social, contra la defensa de intereses gremiales mezquinos, contra los egoísmos y los privilegios. Cuando la clase dominante habla de más igualdad, lo que en realidad quiere imponer es la nivelación por debajo de las condiciones de vida de la clase obrera. Contrariamente al siglo xix cuando, en el contexto histórico de un capitalismo todavía en plena expansión, las reformas aceptadas por la burguesía iban en un sentido de mejora de las condiciones de vida de la clase obrera, hoy, el capitalismo ya no puede ser reformado. Ya no puede ofrecer a los trabajadores sino miseria y más miseria, una pauperización creciente. Todas esas pseudoreformas ya no son el signo de un capitalismo todavía en plena prosperidad, sino, todo lo contrario, son el signo de su quiebra irremediable.
La clase obrera ha empezado a replicar a los ataques de la burguesía
La resolución que publicamos a continuación fue adoptada por el órgano central de la CCI en junio pasado.
El proyecto central de ese texto era demostrar la existencia de un “giro” o un “viraje” en la evolución de la lucha de clases que ya habíamos propuesto en nuestros análisis de la situación desde las luchas de la primavera de 2003 en Francia y Austria contra la “reforma” de las pensiones impuesta por la burguesía. Nos proponíamos con ese texto aportar elementos de respuesta a algunos de nuestros lectores y simpatizantes que habían expresado dudas sobre la validez de nuestro análisis.
Desde entonces, la realidad de la lucha de clases misma, a través de algunos movimientos sociales, ha venido a confirmar de modo más tangible la existencia de ese giro en la lucha de clases en el ámbito internacional.
A pesar de la fuerza y la omnipresencia del encuadramiento sindical y el control permanente que los sindicatos siguen ejerciendo sobre las luchas, a pesar de las vacilaciones para entablar la lucha contra, por un lado, las maniobras de intimidación de la burguesía y, por otro, ante la falta de confianza en sus propios medios de lucha, ahora ya está claro que la clase obrera ha empezado a replicar a los ataques de la burguesía, aunque el nivel de esa respuesta esté todavía muy por debajo del de los ataques que recibe. La movilización de los tranviarios italianos o de los empleados de correos ingleses durante el invierno de 2003 y, después, la de los obreros de la factoría Fiat de Melfi (Italia meridional) en primavera contra los planes de despidos fueron ya un signo, a pesar de todas sus dificultades y su aislamiento, de ese despertar de la combatividad obrera. Hoy los ejemplos se han multiplicado y son más significativos. En Alemania, en julio pasado, más de 60 000 obreros de Mercedes-Daimler-Chrysler participaron en huelgas y manifestaciones de protesta contra el chantaje y el ultimátum de la dirección. Ésta los emplazó: o aceptan algunos “sacrificios” en cuanto a condiciones de trabajo para aumentar la productividad (chantaje especialmente dirigido a los obreros de la fábrica de Sindelfingen-Stuttgart de Bade-Würtemberg), y supresiones de empleo en las factorías de Sindelfingen, Unterürkheim y Mannheim, o, si no, tendrán que apencar con el traslado de las fábricas a otros lugares (lo que se llama “deslocalización”). No solo ya hubo obreros de Siemens, Porsche, Bosch y Alcatel, que soportan ataques similares, que participaron en esas movilizaciones sino que, aún cuando la dirección se dedicaba a jugar conscientemente la baza de la división entre obreros de diferentes factorías, el hecho de que se asociaran a las manifestaciones muchos asalariados de Bremen, ciudad adonde iban a trasladarse los empleos según el plan de deslocalización, es una expresión muy significativa de que la solidaridad obrera, aunque embrionaria, existe. Desde hace varias semanas en España, los obreros de los astilleros de Puerto Real (Andalucía) o de Sestao (Bilbao), han desencadenado un movimiento muy duro para intentar oponerse a un plan de privatización que, en realidad, significaría supresión de miles de empleos, plan que prosigue con el actual gobierno de izquierdas, a pesar de sus promesas.
Más recientemente, una manifestación organizada por los sindicatos y los altermundialistas en Berlín el 2 de octubre, y que debía “concluir” la serie de “protestas de los lunes” contra el plan gubernamental “Hartz IV” reunió a 45 000 personas. El mismo día hubo una gigantesca manifestación en Ámsterdam, precedida de importantes movilizaciones regionales, contra los proyectos del gobierno. Oficialmente había 200 000 participantes, o sea la manifestación más importante en aquel país en estos diez últimos años. A pesar de la consigna principal dominante en esa manifestación (“¡No al gobierno, sí a los sindicatos!”), la reacción más espontánea de los propios participantes fue la “sorpresa” y el “asombro” de encontrarse tanta gente junta. Cabe recordar que Holanda fue, junto con Bélgica, uno de los primeros países señalados por la reanudación internacional de luchas obreras en el otoño de 1983.
Cada uno de esos movimientos sirve de revelador de la reflexión que está hoy calando profundamente en el proletariado: la acumulación, la amplitud y la naturaleza de los ataques de la burguesía no sólo acaban disolviendo las ilusiones que la clase dominante intenta esparcir, sino que además exigen a los explotados un nivel de conciencia cada vez más elevado por la inquietud y los interrogantes sobre el destino, el porvenir para ellos, sus hijos y las generaciones venideras que es capaz de ofrecer un sistema de explotación cada vez más intolerable. Consciente de sus responsabilidades en la lenta maduración de esta toma de conciencia entre los obreros de la quiebra del sistema capitalista, la CCI ha intervenido muy activamente en las luchas. En Alemania en el mes de julio, en España en septiembre, la CCI hizo unas hojas que difundió ampliamente, interviniendo así directamente en la situación local. El 2 de octubre, tanto en Ámsterdam como en Berlín, la venta de nuestra prensa alcanzó récords territoriales, como así había ocurrido ya en Francia durante las luchas de la primavera de 2003, lo cual también es una ilustración significativa de las características y las potencialidades del giro actual.
Wim (11 de octubre)