Enviado por Internacionalismo el
A menos de cuatro meses de las elecciones presidenciales del 3 de diciembre, los sectores de la burguesía venezolana opuestos al chavismo han prácticamente “parido” un candidato único: Manuel Rosales. Han logrado, lo que hace pocas semanas parecía imposible, cuando Teodoro Petkoff, Julio Borges (del partido Primero Justicia) y el propio Manual Rosales, entre otros, competían por la candidatura opositora.
Este acuerdo, casi de última hora, obedece a la necesidad de los sectores de oposición de la burguesía venezolana de presentarse como un frente único para intentar desplazar del poder al gobierno populista izquierdista de Chávez, quien, basado en su carisma y apoyo popular tomó por asalto las instituciones del estado y ha implantado un modelo de gobierno excluyente de varios de los sectores del capital nacional que habían gobernado hasta 1998.
Es indudable que este acuerdo revitaliza a la oposición, y abona el terreno para fortalecer la polarización chavismo-oposición, con el único objetivo de embaucar al proletariado y al resto de la población tras una nueva andanada de ofrecimientos electorales. Ahora no sólo el chavismo tendrá un escenario de confrontación para seguirnos vendiendo la “revolución bolivariana” y el “socialismo del siglo XXI” como la panacea que supuestamente nos sacará de la pobreza para el año 2021; sino que, las fuerzas unificadas de la oposición ahora vienen con su arsenal de ilusiones para vendernos la tan anhelada “redistribución de la riqueza petrolera”.
En realidad con este acuerdo electoral, las diferentes facciones del capital nacional, pese a sus divisiones, lo que fortalecen es un frente común contra el proletariado venezolano, para potenciar las ilusiones de que participando en las elecciones, votando por tal o cual candidato, sea derecha o izquierda, se podrá superar su situación de pobreza y pauperización. Ilusiones, sólo ilusiones es lo único que en realidad nos pueden ofrecer tanto Chávez como Rosales, tal como nos las ofrecieron Chávez y Salas Romer en las elecciones de 1998, pues tanto unos como otros son defensores del capital nacional, que no se puede sostener sin acentuar las condiciones de miseria y pauperización sobre el proletariado y el conjunto de la población.
Los trabajadores presa de la polarización
Las fuerzas de oposición que hoy se aglutinan alrededor de la figura de Manuel Rosales (exmilitante del partido socialdemócrata Acción Democrática), son las mismas que se han confrontado con Chávez desde que asumió la presidencia a comienzos de 1999. Durante este período, chavistas y opositores han desatado una lucha a muerte por el poder, arrastrando al conjunto de la sociedad, polarizándola a favor de una u otra facción; lucha que ha dejado su secuela de muertos y heridos. En esta contienda ha sido el proletariado quien ha llevado la peor parte, ya que la burguesía (oficialista y opositora) ha podido dividirlo y debilitarlo de tal manera, que ha proseguido con sus ataques contra las condiciones de vida de las masas trabajadoras, sin que éstas hayan podido dar una respuesta unificada y contundente.
Tanto los chavistas como opositores que hoy se confrontan en la arena electoral, han sabido utilizar el ambiente de polarización de la confrontación, para acentuar el desempleo, la precarización del empleo y la desmoralización en las filas obreras. El momento estelar de esta emboscada contra los trabajadores fue durante el paro petrolero de finales del 2002 e inicios del 2003 promovido por la oposición para intentar salir de una vez por todas del gobierno de Chávez, ya que no lo pudo hacer por la fuerza durante el golpe de estado de abril de 2001. El gobierno de Chávez se aprovechó del fracaso del paro para lograr lo que pretendieron pero no pudieron hacer los anteriores gobiernos: reducir casi en un 50% la nómina de la industria petrolera, al despedir sin pago de ninguna indemnización laboral a mas de 20.000 empleados, siendo en su gran mayoría obreros, empleados administrativos y técnicos. Por su parte, los empresarios privados, aprovecharon la situación para despedir a miles de trabajadores sin pago de prestaciones sociales y precarizar aun mas las condiciones de trabajo pagando salarios por debajo del mínimo oficial. Así, la burguesía chavista y la opositora aprovecharon este momento para asestar el mas duro golpe que haya recibido el proletariado venezolano en muchas décadas, tanto en sus condiciones de vida como en su conciencia de clase, pues pudieron crear una división entre los proletarios que se manifestó en una falta de solidaridad de los trabajadores activos con los miles de trabajadores despedidos.
A partir de entonces, el conjunto de la burguesía, y en particular el gobierno chavista ha tenido las manos libres para proseguir con los mas brutales ataques a las condiciones de vida de los trabajadores: violación de las contrataciones colectivas; aumentos salariales sólo por vía de decretos; bonificación de los aumentos de sueldos y salarios, sin incidencia en las prestaciones sociales; incremento de los impuestos, en particular del IVA; precarización del empleo a través de las misiones y cooperativas, etc. Medidas asumidas en un ambiente de amenazas de despido contra los trabajadores que intenten hacer huelga, y de intimidación, no sólo de los cuerpos represivos, sino de las bandas fascistas del chavismo.
La polarización interburguesa durante este período también ha sido un duro ataque contra la conciencia de clase, pues no sólo ha socavado la imprescindible solidaridad proletaria, sino que se ha desvirtuado la propia visión del comunismo. Por una parte, los chavistas promoviendo una supuesta “revolución” que echa mano de todo el espectro ideológico que ha utilizado la izquierda de la burguesía contra el proletariado durante el siglo pasado (estalinismo, maoismo, antiimperilismo, altermundialismo, etc.), que sólo le sirve de ropaje ideológico para acentuar la precariedad, el hambre y la miseria; que nada tiene que ver con la revolución proletaria, que tiene como objetivo destruir de raíz el sistema capitalista de explotación e instaurar una sociedad basada en la abundancia. Por la otra, la oposición, también ha puesto a trabajar a toda su andanada de intelectuales para martillar en el cerebro de los trabajadores, que luchar contra Chávez es luchar contra “el comunismo” y que la única forma de superación de la actual situación es a través del fortalecimiento de la democracia.
Una de las lecciones que debe sacar el proletariado es que su terreno de lucha no es el de las confrontaciones entre las fracciones del capital nacional; en ese terreno sólo gana la burguesía. Y el electoral, es el terreno de confrontación por excelencia de las fracciones burguesas, así que los trabajadores no tienen nada que buscar participando en el carnaval electoral. Al proletariado retomar las luchas en su propio terreno (luchas por sus reivindicaciones, sustentadas en asambleas controladas por los propios trabajadores y no por los sindicatos), se verá obligado a tirar al basurero de la historia a la “revolución bolivariana”, junto con la democracia participativa y representativa, engendros ideológicos de las clases dominantes para mantener el sistema capitalista de explotación.
Un giro en la confrontación interburguesa
Con Rosales, la burguesía le da mas “brillo” mistificador a las elecciones, ya que la oposición reorienta su estrategia contra el chavismo, con miras a disminuir los niveles de abstención, que en las últimas elecciones a la Asamblea Nacional fue del orden del 80%. Antes de caer en la provocación, la oposición trata de evitar “los trapos rojos” que le lanza el chavismo y se orienta a “ganar la calle” atacando el desprestigio del equipo de gobierno. De hecho, a pesar de lo que intentan reflejar las campañas mediáticas (nacionales e internacionales) del chavismo, de los supuestos logros de la “revolución bolivariana” a favor de los pobres, varias encuestas muestran lo contrario: una de junio de 2006 de la firma Hinterlaces[1], dice que el equipo de gobierno tiene un rechazo del 73%; un 87% dice que el problema mas grave es la inseguridad; 50% considera que el desempleo ha aumentado; un 49% considera que la pobreza ha empeorado; un 59%, que el costo de la vida ha aumentado; un 53% que la corrupción ha aumentado. La paradoja, es que un 56% considera que la gestión de Chávez como gobernante ha sido buena o muy buena.
Estas cifras, que le sirven de caballo de batalla a la oposición, se ven corroboradas por la realidad cotidiana: el incremento de la indigencia y la mendicidad, principalmente entre los niños y jóvenes[2]; el incremento de la prostitución juvenil; las protestas mediante bloqueos de avenidas y autopistas, que realizan casi a diario las propias masas chavistas protestando por el incumplimiento del gobierno, principalmente en materia de vivienda y empleos; la alta criminalidad[3], que es protestada mediante bloqueos de avenidas y autopistas que realizan los conductores de taxis y transportes públicos debido a que diariamente son atracados tanto ellos como los pasajeros, y algunas de las veces, asesinados. A este drama, que se vive de cotidiano en la que el chavismo llama “la revolución bonita” hacia “el socialismo del siglo XXI” y que no es transmitido por Tele Sur (canal internacional financiado por el gobierno venezolano), se unen las luchas y manifestaciones que también casi a diario realizan los trabajadores por sus reivindicaciones.
El gobierno, buscando la polarización, ha centrado su campaña electoral identificando a los candidatos de la oposición con Bush. En una reciente concentración del candidato-presidente Chávez, luego de regresar de su último periplo por China y Siria, dijo: “Hay 2 candidatos: Hugo Chávez y el diablo Bush. Que los venezolanos escojan si quieren ser una república independiente o una colonia norteamericana”. Sin embargo, parece ser que la estrategia electoral antiamericanista no logra calar en las masas chavistas, ávidas de pan y trabajo. Según la encuestadora referida, hay una oposición de la población a los planes geopolíticos del gobierno y a las “donaciones” de dólares e hidrocarburos que éste hace a otros gobiernos de la región, entre ellos los de Cuba y Bolivia. Esta aparente bonanza contrasta con el alto deterioro de los servicios públicos.
Este cuadro expresa una situación realmente explosiva a nivel social, que de no ser contenida podría desembocar en revueltas con su secuela de destrucción y muertes. Chávez, que se vendió a las clases dominantes como el más indicado para controlar la conflictividad social (imprescindible para que pueda funcionar la máquina capitalista) parece que ha descuidado o se presenta incapaz de acometer esta tarea. Por otra parte, desarrolla una política económica que le ha restado competitividad a la economía venezolana y una geopolítica “radical” basada en la confrontación, que parece no está trayendo beneficios al conjunto de la burguesía nacional.
De allí la estrategia de “parir” un Rosales, que aparentemente es una estrategia más coherente de la oposición, la cual se inscribe dentro de una estrategia mas global donde participan varias burguesías de la región encabezadas por la de EEUU, que incluye dentro de ellas a burguesías “aliadas” del chavismo, como la brasileña. El objetivo es crear fuerzas internas y externas que socaven al chavismo, y que contrarresten la influencia de su movimiento a corto y mediano plazo. En ese sentido, no es de descartar que, de darse un ascenso importante de Rosales, intervengan organismos internacionales como la OEA, CE, etc., para invalidar cualquier salida forzada del chavismo por mantenerse en el poder.
Los trabajadores no se deben hacer ilusiones con el carnaval electoral
Después de un receso de un año, se abre un nuevo proceso eleccionario, un período donde oficialistas y opositores convergen para aturdir a los trabajadores con su carga de ilusiones para supuestamente tener “un futuro mejor” que nunca llega. De esta manera unos y otros oxigenan la democracia burguesa llamándonos a votar por uno u otro verdugo, para que nos montemos en el circo electoral, el mecanismo ideal mediante el cual la clase dominante perpetúa su dominación de clase.
En los 8 años de gobierno de Chávez, las condiciones de vida del proletariado y de las masas excluidas que depositaron sus esperanzas en él, han continuado el deterioro que no se ha detenido desde la época en que se alternaban el gobierno adecos y copeyanos. Los que mas se han beneficiado durante el gobierno chavista son esos sectores de la burguesía y la pequeña burguesía “excluidos” de los gobiernos anteriores, quienes son los que hoy se reparten la botija junto al sector de la clase dominante que se opone al chavismo. Son todos ellos quines ganan con las elecciones.
No son Chávez ni Rosales quienes nos van “a sacar de abajo”. Tanto uno como otro son defensores del capital nacional, aunque con modelos de gobiernos aparentemente diferentes, pero ambos sustentados en la explotación de los trabajadores.
El proletariado no debe caer en las ilusiones del carnaval electoral. No debe hacerse la ilusión que sus condiciones de vida van a mejorar con un cambio de gobierno o con la continuación del gobierno chavista. La burguesía no tiene otra opción que abrirse camino en la crisis capitalista, y para ello necesita acentuar la pauperización de la clase y la población.
Es necesario retomar el camino de la lucha, desviado y afectado por las ilusiones del “mundo mejor” que nos pintó el chavismo, que ahora también trata de pintarnos la oposición con su candidato recién parido.
Internacionalismo 15-9-06
[1] Para esta encuesta, Hinterlaces contrató a Dick Morrison, quien fue asesor de las campañas de Fox y Felipe Calderón en México, entre otras. Descifrado 13-07-06.
[2] Según las manoseadas cifras del oficial Instituto Nacional de Estadísticas, la tasa de desocupación juvenil a finales de julio 2006 (18,4%) dobla la media nacional. Casi un 40% de la población desocupada se compone de jóvenes.
[3] Clara manifestación de la crisis capitalista que ubica a los países de América Latina como los de mayores índices de criminalidad. Según un informe preparado por uno de los alcaldes de la ciudad de Caracas, opositor al chavismo, Venezuela, con un índice de 40 homicidios por cada 100 habitantes, supera el promedio de la región de 30. En promedio 44 personas son asesinadas diariamente en el país. Entre 1998 y 2004 murieron 90.027 personas de manera violenta, cifras mayores a las registradas en regiones con conflictos armados como Afganistán, Colombia o Irak (El Nacional, 13-08-06). Esta es la cruda realidad de la “revolución bolivariana” chavista.