Intervención de la CCI – “Yo soy # 132” - ¡Para crear un mundo diferente hay que destruir el capitalismo!

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Intervención de la CCI – “Yo soy # 132”

¡Para crear un mundo diferente hay que destruir el capitalismo!

Presentamos a continuación la hoja con la que la CCI ha estado interviniendo en marchas y asambleas del movimiento “Yo soy  # 132”. Esta hoja analiza y trata de dar una perspectiva a todos aquéllos elementos que sinceramente tratan de rebelarse contra el estado de cosas existentes, intentamos explicar el origen, el contexto social e histórico y analizamos la dinámica del movimiento para proponer  una alternativa desde el punto de vista del proletariado y del marxismo, es decir, desde una perspectiva que trata de ir a la raíz de los problemas actuales ya que pensamos que no se trata de poner en el poder a tal o cual partido a través del voto, se trata de cambiar el mundo, de acabar con la explotación asalariada, pero para ello tenemos que pasar por un largo proceso de reflexión colectiva para comprender qué tenemos que hacer y con qué medios lo haremos.

 

Un creciente descontento social se percibe en el mundo. La violencia que viene tomando la crisis económica y la brutal degradación de las condiciones de vida que impone, han sido el marco e las protestas y movilizaciones en España, Grecia, Portugal, Israel, Chile, los Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá… en todas estas protestas se percibe una gran angustia sobre el futuro, por eso la pregunta que ha prevalecido en estas manifestaciones es: ¿es posible otro mundo?

La naturaleza de clase de estos movimientos no ha sido uniforme y ha variado en los diferentes países y según las fases del movimiento. Sin embargo globalmente podemos decir que han sido movimientos de las clases no explotadoras, revueltas sociales contra el Estado pero donde la clase obrera no ha estado presente sino de forma individual, no obstante su influencia se ha notado en los métodos de lucha y en las formas de organización que tomaron. La discusión libre y la toma de decisiones a través de Asambleas Generales, pertenecen a una tradición indudablemente proletaria.

La “Primavera árabe” y las movilizaciones que le continuaron por el mundo, han estado marcadas por una gruesa presencia de jóvenes que están cansados de los gobiernos tiranos y corruptos. No hay duda que en sus gritos y reflexiones hubo sinceros deseos de cambio de la realidad podrida que ofrece el capitalismo, pero ese descontento no logra encauzarse porque hay todavía una carga de ilusiones en la democracia, en el patriotismo e incluso en la religión. Por eso cuando buscan responder a la pregunta ¿otro mundo es posible?, su respuesta se queda atrapada en la vana esperanza de que basta con “democratizar el capitalismo”.

Desde la televisión y la prensa hemos visto a la clase en el poder festejar y animar estas expresiones, cuidándose muy bien de esconder los momentos en que estos movimientos avanzan cuestionando las bases del sistema de explotación.

Hay momentos en los que la burguesía se apuraba a aplaudir los “vientos democráticos” que soplaban estas movilizaciones, para así ocultar que por debajo se construía una fuerza crítica al capitalismo. Por ejemplo en España en noviembre de 2011, mientras que todos los políticos y medios de difusión centraban su atención en las elecciones y el poder de las urnas, las calles de diversas ciudades estaban efervescentes. Había Asambleas Generales y discusiones de todo tipo. Una idea fue especialmente extendida: “Derecha e izquierda, la misma mierda”. Al mismo tiempo retumbaba la consigna de “¡Todo el poder a las Asambleas!”. Son estas experiencias las que deben servir de referencia para la conducción del descontento.

La burguesía ha de lanzar una carga ideológica pesada una y otra vez para atrapar el descontento. Una y otra vez ha de insistir que no hay mejor mundo que el capitalismo, por lo que más vale dejar de pensar en la lucha de clases y centrar la atención en el accionar de los ciudadanos a través de las urnas. Pero la crisis y los ataques que degradan la vida de los explotados nos recuerdan que para crear un mundo diferente hay que destruir el capitalismo.

¿Qué representa el #132?

En México, la angustia por el futuro que ha creado la crisis económica y el continuo accionar depredador de la clase dominante y sus partidos han generado también un gran hartazgo. Este descontento está presente en todas las clases y capas no explotadoras, si bien se ha manifestado de forma más abierta en el sector estudiantil.

El movimiento denominado “#yo soy 132”, se ha nutrido por jóvenes que provienen no solamente de diferentes universidades (tanto públicas como privadas) sino principalmente de diferente origen social. De igual forma que las expresiones de “indignados” y “ocupas”, el “movimiento #132” está formado por una masa social heterogénea. Lo mismo se nota la presencia de miembros que por su origen o por su condición de asalariados forman parte de la clase obrera, como de jóvenes que provienen de la burguesía y la pequeña burguesía. No obstante la diferencia del “#132” con los “indignados” es que las expresiones de protesta en México se han mantenido bajo la estricta lógica de la disputa electoral que el Estado viene organizando.

A poco menos de dos meses para cumplirse la fecha en que ha de llevarse a cabo el climax del circo electoral, las protestas juveniles se enfocaron en criticar la actuación despótica, corrupta y criminal de un partido (PRI) y su candidato (Peña Nieto). A la par de ello han expresado su repudio a la práctica tendenciosa de los noticieros creados y difundidos por los negocios de televisión.

Es indudable que en las preocupaciones que alimentan el descontento hay sinceridad pues son expresión real del cansancio político que ha creado la actuación cotidiana de los gobiernos y sus partidos. El germen de “antipartidismo” que enarbolaba el movimiento en sus inicios, fue claro síntoma de ese hartazgo, aunque luego fue ahogado por tendencias de repudio o apoyo a tal o cual partido, reivindicando un “apartidismo” plenamente inscrito en la mistificación democrática.

Alentados por la experiencia de los “indignados”, el “movimiento #132” ha reconocido la necesidad de unirse en las calles, alentando la unidad y la solidaridad e incluso ha intentado usar la forma de las asambleas para reflexionar colectivamente… Hay por tanto razgos positivos que exponen estas movilizaciones, pero son muchos los problemas que tiene que enfrentar la masa de jóvenes proletarios que están participando en ellas si no quieren que su fuerza y coraje sean esterilizados y terminen siendo utilizados para reforzar las cadenas de opresión capitalista.

La burguesía, a través de los medios de divulgación, principalmente mediante los telediarios (de las mismas empresas que el #132 ha criticado), ha bautizado a este movimiento como la “primavera de los jóvenes mexicanos” y no se cansa de aplaudirlo porque reconoce que tiene como objetivo oxigenar al sistema político. Con estos argumentos, la clase en el poder no busca “ganarse las simpatías” de los jóvenes, sino alentar las ideas más confusas presentes en el movimiento y así asegurar que se quede enfangado en la esperanza del “cambio” operado por las urnas, en la democracia y en el reconocimiento al capitalismo como único camino para la humanidad. Se trata, sin duda, de evitar que los jóvenes proletarios que están mezclados en esa masa descontenta, rompan con las ataduras ideológicas de la burguesía e impriman así un carácter de clase a las movilizaciones.

Ciudadano = individuo atomizado

El primer problema que enfrenta el “#132” es que asumen que se trata de un movimiento de “ciudadanos libres”. La burguesía al instaurarse como clase dominante impuso la condición de “ciudadano” como expresión de la liberación de la población de las viejas ataduras políticas sostenidas por la aristocracia. Pero esto implicó someterla a los lineamientos económicos y políticos del capitalismo, de tal forma que sea libre de vender su fuerza de trabajo, perpetuando la explotación y sometimiento a la ideología del egoísmo individual. Dicha ideología alcanza su expresión política mayor cuando solitario y atomizado, en un ejercicio aparente de toma de decisión personal, los explotados concurren a las urnas para validar a un poder que les es ajeno y totalmente opuesto.

La burguesía, al otorgar “derechos políticos iguales a todos los ciudadanos”, pretende borrar el hecho de que la sociedad está dividida en clases sociales y que cada una de ellas tiene intereses diferentes. Por eso cuando el “#132” se define como un “movimiento ciudadano”, encadena a todos los estudiantes a los intereses de la clase dominante.

Para esos jóvenes que tienen sus raíces de clase entre la burguesía y la pequeña burguesía todo se reduce a mejorar el sistema de explotación. Pero para los jóvenes que tienen un origen proletario o ya lo son dado que su vida está sometida al trabajo asalariado, reproducir esa fórmula es servir a sus explotadores. La democracia y la apertura o veracidad de los medios de difusión son medidas que están dirigidas a abrillantar el oscuro rostro del capitalismo. Porque la democracia no es una solución sino una traba a la que hay que enfrentar. Aceptar la condición de ciudadano es aceptar la trampa burguesa que busca evitar que los trabajadores (sin importar si son jóvenes o viejos, activos, desempleados o jubilados) reconozcan su condición de explotados. Pero sobre todo, esta treta busca hacernos aceptar que no hay más alternativa que seguir el rito periódico de ir mansamente a las urnas y marcar una papeleta para elegir de entre una lista al personaje que ha de cumplir el papel de nuestro verdugo.

¿Quién puede cambiar el mundo?

Cada vez somos más los que soñamos con una sociedad donde la humanidad tome su vida en sus propias manos, donde tome sus propias decisiones. Donde no sea dividida entre explotadores y explotados, sino unida fraternalmente en su diversidad… Pero la pregunta es ¿Quién podría permitir que por fin la humanidad tome en sus manos la sociedad?

Si dijéramos que son “todos”, estaríamos suponiendo que “todos” tienen los mismos intereses y esto es falso. La burguesía luchará siempre con uñas y dientes para mantener su sistema y su posición dominante sobre la humanidad, así sea al precio de raudales de sangre, como ya lo ha hecho y de hecho, lo hace. Y en ese “todos”, también está la pequeña burguesía, que o bien trata de mantener el tren de vida que le ofrece la sociedad y en ese sentido es conservadora, o bien (cuando la proletarización la amenaza), se vuelve presa de la nostalgia de un pasado idealizado, es decir, reaccionaria.

Para convertirse en dueña de su propio destino, la humanidad debe salir del capitalismo. Y la única clase que puede derrocar este sistema es el proletariado, la clase de los trabajadores modernos. Pero esto no es un hecho ya determinado pues los trabajadores requieren ser conscientes de ello… Y lo que ahora vemos es que el descontento presente entre éstos es anulado cuando son arrastrados a la esperanza de la “democratización del capitalismo”. Por eso los proletarios requieren desarrollar su lucha, su unidad, su solidaridad y sobre todo su conciencia de clase. Para ello se requiere el impulso de la organización y el debate en su seno, amplias discusiones -lo más vivas y efervescentes posible- para desarrollar su comprensión del mundo, de este sistema y de la naturaleza de su combate.

Los debates deben ser libres y abiertos a todos aquéllos que quieran intentar responder a las numerosas cuestiones que se plantean a los explotados: ¿Cuál es el verdadero problema?, ¿cómo desarrollar la lucha con miras a la emancipación y no hacia un mayor encadenamiento?, ¿cómo organizarnos? Sobre todo, deben ser muy firmes en que no se trata de salvar o reformar este sistema agonizante y bárbaro. Cambiar el mundo no basta con salir a la calle a convocar “la unidad de los jóvenes por la democracia”. Otro mundo es posible sí, pero antes hay que destruir el capitalismo.

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