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Contribución para una historia del movimiento obrero en África (V)
Mayo de 1968 en Senegal
Publicamos la última parte de nuestra serie de cinco artículos sobre la lucha de clases en el África francesa, centrada en particular en Senegal. Esta serie cubre el periodo de finales del siglo xviii a 1968. El primer artículo fue publicado en la Revista Internacional no 145.
Mayo de 1968 en África, expresión de la reanudación de la lucha de clases internacional
También hubo un “Mayo del 68” en África, particularmente en Senegal, con unas características muy parecidas a las del “Mayo francés” (agitación estudiantil anticipadora de la entrada en escena del movimiento obrero), lo que no es de extrañar habida cuenta de los vínculos históricos entre la clase obrera de Francia y la de la ex colonia africana.
El carácter mundial de “Mayo del 68” es algo admitido por todos, en cambio su expresión en algunas zonas del mundo es conocido muy parcialmente cuando no es simplemente ignorado: “Eso se explica en gran parte porque esos acontecimientos ocurrieron al mismo tiempo que otros del mismo tipo por muchas partes del mundo. Esto facilitó la tarea de los analistas y propagandistas que se ocuparon en difuminar el significado del Mayo del 68 senegalés, optando por una lectura selectiva que insistía en lo estudiantil y escolar de la crisis dejando de lado sus otras dimensiones” ([1]).
El “Mayo senegalés” es pues más conocido en el medio estudiantil: estudiantes del mundo entero mandaron mensajes de protesta al gobierno de Senghor que reprimía a sus camaradas africanos. Señalemos además que la universidad de Dakar había sido la única de las colonias del África Occidental Francesa (AOF) ([2]), y eso hasta después de las “independencias”, lo que explica que en ella hubiera una importante cantidad de estudiantes africanos extranjeros.
Los órganos de prensa burgueses dieron en aquel entonces explicaciones variadas de lo que causó el movimiento de Mayo en Dakar. Pora algunos, como Afrique Nouvelle (católico), se debió a la crisis de la enseñanza. Marchés Tropicaux et Méditerranéens (negocios) consideró que era la continuación del movimiento iniciado en Francia. Jeune Afrique, por su parte, propone la conjunción del descontento político de los estudiantes y el social de los asalariados.
Hay otro punto de vista que consiste en establecer un vínculo entre el movimiento y la crisis económica: es el de Abdoulaye Bathily, uno de los protagonistas de la famosa revuelta, siendo entonces estudiante; más tarde, como investigador, hará un balance global en Mai à Dakar (Mayo en Dakar). Daremos aquí ampliamente la palabra a su testimonio desde dentro del movimiento.
Desarrollo de los acontecimientos
“El mes de mayo de 1968 ha quedado en la historia porque estuvo marcado en el mundo entero por una serie de movimientos y cambios de gran amplitud en los que los alumnos universitarios y los de secundaria sirvieron de punta de lanza. En África, Senegal fue el teatro muy marcado de la protesta universitaria y escolar. Muchos observadores de entonces concluyeron que lo de Dakar no era ni más ni menos que la prolongación del Mayo del 68 francés. (…) Habiendo participado yo al más alto nivel a la lucha de los estudiantes de Dakar, en mayo de 1968, esa tesis siempre me ha parecido errónea. (…) La explosión de Mayo del 68 vino preparada sin lugar a dudas por un clima social muy tenso. Fue la confluencia de una agitación sin precedentes de los asalariados de las ciudades, de los agentes económicos nacionales descontentos por el mantenimiento de la preponderancia francesa, de los miembros de la burocracia frente al control de los engranajes del Estado por la asistencia técnica. La crisis agrícola contribuyó también a agravar la tensión en las ciudades y en Dakar, intensificando el éxodo rural (…). El memorándum de la UNTS [Unión Nacional de Trabajadores de Senegal, NDLR] del 8 de mayo estimaba que la degradación del poder adquisitivo desde 1961 era de 92,4 %” ([3]).
Fue pues en ese contexto en el que Dakar vivió también un “Mayo 68”, entre el 18 de mayo y el 12 de junio, que casi hace tambalear el régimen profrancés de Senghor, con huelgas genérales ilimitadas del mundo estudiantil y luego del mundo del trabajo, antes de que el poder acabara con dicho movimiento mediante una represión policiaca y militar brutal, contando además con el apoyo decisivo del imperialismo francés.
El “Mayo senegalés” vino precedido por varios enfrentamientos con el gobierno de Senghor, sobre todo entre 1966 y 1968, cuando los estudiantes organizaban manifestaciones de apoyo a las luchas de “liberación nacional” y contra el “neocolonialismo” y el “imperialismo”.
En el ámbito escolar también hubo “huelgas de aviso”. Los alumnos del Liceo Rufisque (afueras de Dakar) desencadenaron una huelga de clases el 26 de marzo de 1968 tras unas sanciones disciplinarias impuestas a un alumno. El movimiento duró tres semanas, instaurándose así en los centros escolares de la región un clima de agitación y protesta hacia el gobierno.
El detonador del movimiento
Lo que desató, en lo inmediato, el movimiento de mayo de 1968 fue la decisión del gobierno del presidente Senghor de reducir el número de mensualidades de las becas de estudio de 12 a 10 por año, a la vez que se reducían considerablemente sus cantidades, invocando “la difícil situación económica por la que atraviesa el país”. “La nueva decisión del gobierno se extiende cual reguero de pólvora por la ciudad universitaria, causando inquietud por doquier e impulsando un sentimiento general de revuelta. Era el único tema de conversación por todo el campus. Nada más ser elegido, el nuevo comité ejecutivo de la UDES [Unión Democrática de Estudiantes Senegaleses, NDLR] se puso a desarrollar la agitación en el medio universitario sobre el tema de las becas, entre los alumnos de secundaria y ante los sindicatos” ([4]) ([5]).
En cuanto el gobierno lo anuncia, se instala la agitación y se intensifican las protestas contra el gobierno, especialmente en vísperas de unas elecciones que los estudiantes denuncian, como así lo expresa el título de una de sus hojas: “De la situación económica y social de Senegal en vísperas de la mascarada electoral del 25 de febrero…”. La agitación prosigue y, el 18 de mayo, los estudiantes deciden convocar una “huelga general de aviso” tras el fracaso de las negociaciones con el gobierno sobre las condiciones de estudios, huelga seguida masivamente en todas las facultades.
Galvanizados por el éxito de la huelga y encolerizados por la negativa del gobierno a satisfacer sus reivindicaciones, los estudiantes lanzan la consigna de huelga general ilimitada de clases y boicot de exámenes a partir del 27 de mayo. Ya en vísperas de esa fecha, se suceden los mítines en el campus y en el medio escolar en general; en resumen, se trata de un pulso con el poder. Por su parte, el gobierno echa mano de todos los medios de comunicación oficiales para amenazar con toda una serie de medidas represivas contra los huelguistas, a la vez que intenta oponer estudiantes, unos “privilegiados”, a trabajadores y campesinos. La Unión Progresista Senegalesa (el partido de Senghor) se puso a denunciar la “actitud antinacional” del movimiento estudiantil, pero tales peroratas no tuvieron ningún éxito; muy al contrario, les campañas del gobierno lo que hicieron fue agudizar más todavía la ira de los estudiantes, suscitando además la solidaridad de los asalariados y la población en general.
“Los mítines de la UED (Unión de Estudiantes de Dakar) eran los momentos culminantes de la agitación en el campus. Acudían a ellos una cantidad importante de estudiantes, alumnos, profesores, jóvenes desempleados, oponentes, y, claro está, muchos agentes de información. Al hilo de los acontecimientos, esos mítines fueron el barómetro que medía los movimientos de protesta política y social. Cada uno era una especie de ceremonia de la oposición senegalesa y de otros países presentes en el campus. Las intervenciones eran amenizadas por músicas revolucionarias del mundo entero” ([6]).
Hasta que un día se asiste a una verdadera vela de armas. El 27 de mayo a medianoche, los estudiantes, sobre aviso, oyen el ruido de botas y ven la llegada masiva de un cordón de policía que rodea la ciudad universitaria. Inmediatamente una muchedumbre de universitarios y alumnos de secundaria acude hacia las residencias para montar allí piquetes de huelga.
Lo que el poder intenta hacer, rodeando el campus universitario por las fuerzas del orden, es impedir todo movimiento desde dentro hacia fuera y a la inversa.
“Hubo así camaradas que se vieron privados de comida y otros de cama, pues, como la UED tuvo que explicarlo a menudo, las condiciones sociales son tales que muchos camaradas comen en la ciudad (no becarios) o duermen en ella por falta de alojamiento en la ciudad universitaria. Incluso los estudiantes de medicina que cuidaban de los enfermos en el hospital quedaron bloqueados en la C.U. así como otros estudiantes de medicina de urgencia. Fue el típico ejemplo de violación de los derechos universitarios” ([7]).
El 28 de mayo, en una entrevista con el rector y los decanos de la Universidad, la UED pidió que se levantara el cordón policial, mientras que las autoridades académicas exigían que los estudiantes hicieran una declaración en las 24 horas “certificando que el objetivo de la huelga no es derribar al gobierno Senghor”. Les organizaciones estudiantiles respondieron que no estaban vinculadas a ningún régimen concreto y que el tiempo que se les otorga no es suficiente para consultar las bases. El presidente del gobierno decide entonces la clausura total de los centros universitarios.
“El grupo móvil de intervención, con el refuerzo de la policía, lanzó una nueva carga ocupando los pabellones uno tras otro. Había recibido la orden de desalojar a los estudiantes por todos los medios. Así, a porrazos, culatazos, a la bayoneta o con granadas lacrimógenas e incluso ofensivas, echando abajo puertas y ventanas, los esbirros fueron a buscar a los estudiantes hasta sus habitaciones. Los guardias y los policías se portaron cual auténticos saqueadores. Robaban lo que podían, rompían lo que les molestaba, hacían trizas la ropa, los libros, los cuadernos. Maltrataron a mujeres embarazadas y zarandearon a trabajadores. En el pabellón de los casados, golpearon a mujeres y niños. Hubo un muerto y muchos heridos (unos cien) según las cifras oficiales” ([8]).
La explosión
La brutalidad de la reacción del poder provocó un arrebato de solidaridad, fortaleció la simpatía hacia el movimiento des estudiantes. En todos los ámbitos de la capital surge una fuerte reprobación hacia el comportamiento brutal del régimen, contra los maltratos realizados por la policía y el encarcelamiento de muchos estudiantes. En la noche del 29 de mayo todos los ingredientes están reunidos para que estalle un movimiento social pues la efervescencia está al máximo entre los alumnos y los asalariados.
Son los alumnos de secundaria, ya presentes masivamente durante las “huelgas de aviso” del 26 de marzo y 18 de mayo, los primeros en declararse en huelga ilimitada. Ya se realiza ahí la unión entre el movimiento universitario y el de la secundaria. Unos tras otros, todos los centros de enseñanza secundaria se ponen en huelga total e ilimitada formando a la vez comités de lucha y llamando a manifestar junto con los estudiantes.
Inquieto por la amplitud de la movilización de la juventud, ese mismo 29 de mayo, el presidente Senghor manda difundir un comunicado en los medios con el anuncio de cierre sine die de todos los centros escolares (facultades, institutos, colegios) de la región de Dakar y de San Luis, incitando a los padres de alumnos a que guarden a sus hijos en casa. Tal llamamiento no obtuvo el éxito esperado.
“El cierre de la universidad y las escuelas no hizo sino aumentar la tensión social. Les estudiantes que habían escapado a las medidas de internamiento, los alumnos y los jóvenes en general, se pusieron a levantar barricadas en los barrios populares como la Medina, Grand Dakar, Nimzat, Baay Gainde, Kip Koko, Usine Ben Talli, Usine Nyari Talli, etc. Durante los días 29 y 30 imponentes desfiles de jóvenes ocupan las vías principales de la ciudad de Dakar. Se buscaban especialmente los vehículos de la administración y de jerarcas del régimen. Circulaba el rumor de que bastantes ministros tuvieron que renunciar a sus coches oficiales, los famosos Citroen DS 21. Este tipo de vehículo oficial simbolizaba para la población en general, y los estudiantes y alumnos en particular, el “tren de vida insolente de la burguesía político-burocrática y compradora”” ([9]).
Ante la combatividad ascendente y la dinámica del movimiento, el gobierno decide reforzar sus medidas represivas ampliándolas a toda la población. El 30 de mayo, un decreto gubernamental impone, hasta nueva orden, que todos los lugares públicos (cines, teatros, cabarets, restaurantes, bares) deben cerrar hasta nueva orden; y las reuniones, manifestaciones y agrupamientos de más de 5 personas quedan prohibidos.
Huelga general de trabajadores
Frente a esas medidas represivas y la continuación de la brutalidad policial contra la juventud en lucha, todo el país se agita, la revuelta se acentúa por todas partes y, esta vez, de una manera más extensa entre los asalariados. Los aparatos sindicales tradicionales, la Unión Nacional de Trabajadores de Senegal particularmente, que agrupa a varios sindicatos, deciden entonces entrar en escena para no ser desbordados por la base.
“La base de los sindicatos presionaba a las direcciones para la acción. El 30 de mayo, a las 18 horas, la UNTS de Cap-Vert (región de Dakar), tras una reunión conjunta con el dirección nacional de la UNTS, lanzó la consigna de huelga ilimitada a partir del 30 de mayo a las 12 de la noche” ([10]).
Ante tal situación explosiva para su régimen, el presidente Senghor decide dirigirse al país con un discurso amenazante a los trabajadores, exhortándoles a desobedecer a la consigna de huelga general, acusando a los estudiantes de estar “manipulados” desde “el extranjero”. A pesar de las amenazas del poder que se concretaron en órdenes de requisición de ciertas categorías de trabajadores, el movimiento de huelga es muy seguido tanto en el sector público como en el privado.
El 31 de mayo a las 10, se organizan asambleas generales en la sede de los sindicatos a las que se invita a delegaciones de los sectores en huelga para decidir cómo proseguir el movimiento.
“Pero las fuerzas del orden ya habían acordonado el barrio. A las diez, se dio la orden de cargar a los trabajadores dentro de la sede sindical. Echaron abajo puertas y ventanas, reventaron los armarios, destruyeron los archivos. Les bombas lacrimógenas y las porras acabaron venciendo a los trabajadores más temerarios. En respuesta a la brutalidad policiaca, los trabajadores a los que se mezclaron los estudiantes de secundaria y lumpen, atacaron vehículos y almacenes incendiando algunos de ellos. Al día siguiente, Abdoulaye Diack, secretario de estado de Información, anunciaba ante la prensa que 900 personas habían sido detenidas en la Bourse du Travail [Sede sindical] y sus alrededores. Entre ellas había 36 responsables sindicales, entre los cuales 5 mujeres. En realidad, durante la semana de la crisis, fueron detenidas unas 3000 personas. Algunos dirigentes sindicales fueron deportados (…). Lo único que se logró con todo eso fue que aumentara la indignación de la gente y la movilización de los trabajadores” ([11]).
Así, justo después de la conferencia de prensa en la que el portavoz del gobierno dio las cifras sobre las víctimas, se intensificaron las huelgas, manifestaciones y revueltas hasta que la burguesía decidió echarse atrás.
“Los sindicatos aliados del gobierno y la patronal percibieron que era necesario soltar lastre para evitar que el movimiento se profundizara entre los trabajadores que, durante las manifestaciones, habían podido tomar conciencia del peso que representaban” ([12]).
Entonces, tras una serie de reuniones entre gobierno y sindicatos, el 12 de junio, el presidente Senghor anuncia un acuerdo de fin de huelga basado en 18 puntos entre los cuales un 15 % de aumento de salarios. De modo que el movimiento termina oficialmente en esa fecha, lo que no impidió que el descontento prosiguiera y surgieran otros movimientos sociales, pues la desconfianza es requisito necesario entre los huelguistas cuando de promesas del poder se trata. Y de hecho al cabo de unas semanas después de que se rubricara el acuerdo de fin de huelga, vuelven a arrancar los movimientos sociales con episodios culminantes, y eso hasta principios de los años 70.
Es importante subrayar el desconcierto en que estuvo inmerso el poder senegalés en el momento más candente de su enfrentamiento con el “movimiento de mayo en Dakar”:
“Entre el 1o y el 3 junio, parecía como si el poder estuviera vacante. El aislamiento del gobierno se demostró con la inacción del partido en el poder. Ante la amplitud de la explosión social, las estructuras de la UPS (partido de Senghor) no reaccionaron. La federación de estudiantes UPS se limitó a repartir algunas hojas casi a escondidas contra la UDES al inicio de los acontecimientos. La situación era tanto más llamativa por cuanto la UPS había hecho alarde, tres meses antes, de haber sido plebiscitada en Dakar en las elecciones legislativas y presidenciales del 25 de febrero de 1968. Y resulta que ahora era incapaz de dar una réplica popular ante lo que estaba ocurriendo.
“Según rumores, los ministros se recluyeron en el edificio de la administración, sede del gobierno, y los altos responsables del partido y del Estado se escondieron en sus domicilios. Era ese un comportamiento de lo más singular de unos dirigentes de un partido que se decía mayoritario en el país. En un momento, circuló el rumor de que el presidente Senghor se habría refugiado en la base militar francesa de Ouakam. Tales rumores eran tanto más verosímiles porque en Dakar se conocían las informaciones sobre la “huida” del general De Gaulle a Alemania, el 29 de mayo” ([13]).
El poder senegalés se tambaleó sin duda alguna y es de lo más significativo ver la casi simultaneidad entre les momentos en que De Gaulle y Senghor buscaban apoyo o refugio de sus ejércitos.
Incluso otros “rumores” más insistentes decían claramente que fue el ejército francés, in situ, el que contuvo brutalmente a los manifestantes que se dirigían hacia el palacio presidencial causando varios muertos y heridos.
Recordemos también que para acabar con el movimiento, le poder senegalés no sólo echó mano de sus habituales perros guardianes, o sea las fuerzas de policía, sino también de las fuerzas más retrogradas: los jerarcas religiosos y los campesinos de las comarcas más remotas. En lo más candente del movimiento, el 30 y 31 de mayo, Senghor animó a los jefes de camarillas religiosas a que ocuparan los medios de información noche y día con declaraciones de condena de la huelga y de exhorto a los trabajadores para que volvieran al trabajo.
En cuanto a los campesinos, el gobierno intentó levantarlos contra los huelguistas, haciéndoles ir a la ciudad en apoyo a manifestaciones progubernamentales.
“Los reclutadores hicieron creer a aquellos pobres campesinos que Senegal había sido invadido a partir de Dakar por una nación llamada “Tudian” (“étudiant” ([14])) y que se les convocaba para defender el país. Se depositó a esos pobres campesinos en la avenida Du Centenaire (actual bulevar del General De Gaulle) con sus armas blancas (hachas, machetes, lanzas, arcos y flechas).
“Pero pronto se dieron cuenta de que les habían tomado el pelo. (…) Los jóvenes los dispersaron a pedradas y se repartieron los víveres. (…) Otros fueron apedreados al pasar por Rufisque. En fin de cuentas la revuelta mostró la fragilidad de las bases políticas de la UPS y del régimen en el medio urbano, en Dakar especialmente” ([15]).
El poder de Senghor utilizó sin ambages todos los medios, incluidos los más aviesos, para acabar con el levantamiento social contra su régimen. Sin embargo, para apagar definitivamente la hoguera, el arma más eficaz para el poder fue sin duda la labor de Doudou Ngome, jefe del sindicato principal de entonces, la UNTS. Fue él quien negoció las condiciones para acabar con la huelga general. Y para agradecérselo el presidente Senghor lo nombraría ministro unos cuantos años más tarde. Una ilustración suplementaria del papel de rompehuelgas de los sindicatos que, en compañía de la antigua potencia colonial, salvaron la cabeza de Senghor.
El rol precursor de los alumnos de secundaria en el movimiento
“Los liceos [institutos de E.M.] de la región de Cap-Vert, “caldeados” ya por la huelga del liceo de Rufisque del mes de abril, fueron los primeros en entrar en acción. Si los alumnos estaban tan dispuestos a ocupar la calle era porque se consideraban, como los universitarios, víctimas de la política educativa del gobierno y especialmente afectados por la política de fraccionamiento de las becas. Como futuros estudiantes de universidad, se consideraban parte interesada en la lucha iniciada por la UDES. De Dakar, el movimiento de huelga se extendió muy rápidamente por otros centros de secundaria del país a partir del 27 de mayo. (…) La dirección del movimiento de alumnos de instituto era muy inestable, de una reunión a otra los delegados, muy numerosos, cambiaban. (…) Un núcleo importante de huelguistas muy activas apareció también en la escuela normal de chicas de Thiès. Algunos dirigentes de secundaria se instalaron incluso en la Ciudad Universitaria y, desde ahí, coordinaban la huelga. Después se formó un comité nacional de liceos y colegios de enseñanza general de Senegal, convirtiéndose así en una especie de estado mayor del movimiento de secundaria” ([16]).
El autor describe el papel activo de los alumnos de secundaria en el movimiento masivo del Mayo del 68 local, en especial el control de su lucha mediante asambleas generales y coordinadoras. En cada liceo había un comité de lucha y asambleas generales con responsables que podían cambiar, elegidos y revocables.
El extraordinario compromiso de alumnos y alumnas fue tanto más significativo porque era la primera vez en la historia del país que esta parte de la juventud se movilizaba ampliamente como movimiento social reivindicativo frente a la nueva burguesía en el poder. Aunque el punto de partida del movimiento fue una reacción de solidaridad con un camarada víctima de un “castigo administrativo”, los estudiantes de la secundaria, al igual que los de universidad y los asalariados, tomaban conciencia de la necesidad de luchar contra los efectos de la crisis del capitalismo que el poder de Senghor quería hacerles pagar.
El imperialismo occidental en auxilio de Senghor
En el plano imperialista, Francia seguía muy de cerca la crisis provocada por sucesos de de 1968 por la sencilla razón de que Senegal era como su trastienda. Además de sus bases militares (navales, aéreas y terrestres) instaladas en la zona de Dakar, en cada ministerio y en la presidencia había un “consejero técnico” nombrado por París con el fin evidente de orientar la política del poder senegalés hacia los intereses galos evidentemente.
Recordemos que antes de ser uno de los mejores “alumnos” del bloque occidental, Senegal fue durante mucho tiempo el bastión principal histórico del colonialismo francés en África (de 1659 a 1960), y así participó, con sus “fusileros”, en todas las guerras que Francia llevó a cabo por el mundo desde la conquista de Madagascar en el siglo xix, pasando por las dos guerras mundiales hasta las de Indochina y Argelia. Es muy lógico, pues, que Francia, en su función de “gendarme delegado” para África otorgado por el bloque imperialista occidental, protegiera el régimen de Senghor por todos los medios a su alcance. “Justo después de los acontecimientos del 68, Francia intervino ante sus socios de la CEE para correr en auxilio del régimen senegalés. El Estado no poseía los medios para hacer frente a las sumas derivadas de las negociaciones del 12 de junio. En un discurso del 13 de junio, el presidente Senghor explicó que los acuerdos con los sindicatos alcanzaban la cifra de 2 mil millones de francos CFA. Una semana después de las negociaciones, el FED [Fondo europeo de desarrollo, NDLR] concedió a la Caja de Estabilización de Precios del Cacahuete un adelanto de 2 mil millones de francos CFA “para paliar las consecuencias de las fluctuaciones de los precios mundiales durante la campaña de 1967/68”. (…) Incluso los Estados Unidos, que apoyaron a Senghor durante los acontecimientos, participaron, junto con los demás países occidentales, en el restablecimiento del clima de paz social en Senegal. EEUU y Senegal firmaron unos acuerdos para construir 800 viviendas para rentas medias, por un total de 5 millones de dólares” ([17]).
Está claro que de lo que se trataba para el bloque occidental era de evitar que el régimen senegalés cayera en el campo enemigo (China y el bloque del Este).
De hecho, tras haber retomado el control de la situación, el presidente Senghor se fue de visita a “países amigos”; entre ellos Alemania que le acogió en Francfort, justo después de haber reprimido sangrientamente a los huelguistas senegaleses. Ese recibimiento en Francfort es revelador, pues Senghor fue allí para recibir ayuda y ser decorado por un miembro eminente de la OTAN. Por otra parte, la visita fue la ocasión para que los estudiantes alemanes, con “Dany el rojo” a la cabeza, se manifestaran en la calle en apoyo a sus compañeros senegaleses, como lo relata el diario francés Le Monde del 25/09/1968: “Daniel Cohn-Bendit detenido en Francfort en las manifestaciones hostiles a Leopold Senghor, Presidente de Senegal, ha sido inculpado (junto a 25 camaradas) el lunes por la tarde por un juez alemán de la ciudad por incitación a la revuelta y concentración prohibida (…).”
Los estudiantes senegaleses recibieron también el apoyo de camaradas en el extranjero que a menudo ocuparon embajadas y consulados de Senegal. Y el movimiento en Senegal tuvo naturalmente un eco en África misma: “En África, los acontecimientos de Dakar se prolongaron, gracias a la acción de las uniones nacionales (sindicatos estudiantiles). De vuelta a sus países, les estudiantes africanos expulsados de la Universidad de Dakar prosiguieron con una campaña de información. (…) Les gobiernos africanos de entonces desconfiaban de los estudiantes llagados de Dakar. Muchos de esos gobiernos mostraron cierta irritación por cómo habían sido expulsados sus ciudadanos, pero sobre todo mostraron el miedo al contagio de sus países por “la subversión llegada de Dakar y París”” ([18]).
En realidad fueron casi todos los regímenes africanos los que temían el “contagio” y la “subversión” de Mayo del 68. Empezando por el propio Senghor que tuvo que recurrir a una represión violenta contra la juventud estudiantil. Muchos huelguistas fueron encarcelados o forzados a hacer un servicio militar más parecido a una deportación en campos del ejército. Se expulsó a muchos estudiantes africanos extranjeros, de entre los cuales muchos fueron maltratados de vuelta a sus países.
¿Qué lecciones sacar de los acontecimientos de Mayo del 68 en Dakar?
Sin lugar a dudas, el “Mayo en Dakar” es uno de los eslabones de la cadena del Mayo-1968 mundial. La importancia de los medios desplegados por el bloque imperialista occidental para salvar al régimen senegalés da la medida de la fuerza del movimiento de lucha de obreros, estudiantes y jóvenes escolares.
Pero por encima del radicalismo de la acción estudiantil, el movimiento de Mayo de 68 en Senegal, con su componente obrero, vino a reanudar con el espíritu y la forma de lucha proletaria que la clase obrera de la colonia de la AOF había puesto en práctica desde principios del siglo xx, pero que la burguesía africana en el poder había logrado ocultar sobre todo durante los primeros años de “independencia nacional”.
Mayo del 68 fue más que nada una apertura hacia un mundo nuevo que rompía con el periodo contrarrevolucionario, fue un despertar para muchos de sus protagonistas, sobre todo entre los jóvenes. Con su compromiso total en la lucha contra las fuerzas del capital nacional, dejaron al desnudo muchos mitos y mentiras, especialmente la del “fin de la lucha de clases”, con el pretexto de que los antagonismos eran imposibles entre la clase obrera (africana) y la burguesía (africana).
Hay que hacer notar que para lograr vencer el movimiento social, la represión policial y el encarcelamiento de miles de huelguistas fueron insuficientes; a ello hubo que añadir las trampas sindicales y el apoyo decisivo de Francia y del bloque occidental a su protegido africano. Pero también tuvieron que satisfacer gran parte de las reivindicaciones estudiantiles y de los trabajadores con un fuerte aumento de salarios.
Y lo esencial fue que los huelguistas no se quedaron “dormidos” durante mucho tiempo por el acuerdo que dio término a la huelga, pues, al año siguiente, la clase obrera reanudaba su combate con más fuerza integrándose plenamente en la oleada internacional de luchas iniciada en Mayo del 68.
Y en dicho movimiento se recurrió a unos modos de organización auténticamente proletarios, los comités de huelga y las asambleas generales, expresión de la autoorganización; fue una clara voluntad de controlar las luchas por los propios huelguistas. Es ése un aspecto característico de la lucha de la clase obrera mundial, en este caso de una de sus fracciones que forma parte plenamente del combate venidero por la revolución comunista.
Lassou (fin)
[1]) Abdoulaye Bathily, Mai 1968 à Dakar ou la révolte universitaire et la démocratie (Mayo del 60 en Dakar o la revuelta universitaria y la democracia), ediciones Chaka, Paris, 1992.
[2]) Corresponde a los siguientes países de hoy : Mauritania, Senegal, Mali, Guinea, Costa de Marfil, Níger, Burkina Faso y Benín.
[3]) Bathily, Mai à Dakar.
[4]) Ídem.
[5]) Cabe recordar aquí lo que ya dijimos cuando publicamos la primera parte de este articulo en la Revista Internacional no 145 (2011): “Por otra parte, aunque sí reconocemos la seriedad de los investigadores que transmiten las referencias, sin embargo, no compartimos ciertas interpretaciones de los acontecimientos históricos. Lo mismo ocurre con algunas nociones como cuando hablan de “conciencia sindical” en lugar de “conciencia de clase” (obrera), o, también, de “movimiento sindical” (por movimiento obrero). Lo cual no quita que, por ahora, confiamos en su rigor científico mientras sus tesis no choquen contra los acontecimientos históricos o impidan otras interpretaciones.”
[6]) Bathily, op. cit.
[7]) Ídem.
[8]) Ídem.
[9]) Ídem.
[10]) Ídem.
[11]) Ídem.
[12]) Ídem.
[13]) Ídem.
[14]) Algo así como nación “tudiante” por “estudiante”.
[15]) Bathily, op. cit.
[16]) Ídem.
[17]) Ídem.
[18]) Ídem.