El Partido y sus lazos con la clase

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I) En el marco dado por los textos de base de nuestra organización sobre la función de la organización revolucionaria, y como un desarrollo particular de su  visión, debe ser abordada la cuestión del Partido Comunista y sus relaciones con la clase [1].

II) El Partido Comunista es una parte de la clase, un organismo que, en su movimiento, esta segrega y se da para el desarrollo de su lucha histórica hasta la victoria, es decir hasta la transformación radical de la organización y las relaciones sociales para fundar una sociedad que realice la unidad de la comunidad humana mundial: cada uno para todos y todos para cada uno.

III ) En oposición a las tesis defendidas por Lenin en su libro ¿Que hacer?, del Partido “al servicio de la clase”; contrariamente a la estúpida caricatura del “leninismo” de la que se han hecho campeones las diferentes tendencias del bordiguismo, según las cuales es “el Partido el que crea a la clase”, nosotros siguiendo las posiciones defendidas por Rosa Luxemburgo afirmamos que “el Partido es un producto de la clase”, porque la constitución del Partido traduce y expresa un proceso de toma de conciencia que se opera en la clase en el desarrollo de su lucha, así como los grados de conciencia que la clase ha alcanzado. Esta formulación no tiene nada que ver con otro concepto del bordiguismo al revés, el cual, durante los años 70, tuvo su expresión más acabada en la revista Invariante, concepto según el cual “el Partido es la clase”. Tal concepto simplista sustituye el Todo, la Unidad del Todo y su movimiento real, por una estricta identificación de los elementos, ignorando las diferencias que existen y se producen y, el lazo dialéctico entre estos elementos en el seno mismo de la unidad de la cual son parte integrante.

IV) Este concepto identificador no puede comprender el papel que tienen los diferentes elementos en la unidad de la que surgen. No ve el movimiento. Es estático y no dinámico. Es fundamentalmente a-histórico. Este concepto viene a añadirse a la visión idealista, moral, de los modernistas – esos epígonos modernos del consejismo degenerado – que operan con la vieja dicotomía de blanco o negro, bien o mal, y para los cuales toda organización política es en el seno de la clase, por definición, el mal absoluto.

V) El principal defecto del consejismo de la Izquierda Holandesa, bajo la influencia de Pannekoek, es el de atribuir a las corrientes y grupos que surgen de la clase únicamente una función educadora y pedagógica. Escamotean su papel político, es decir, el de ser una parte activa y militante en el seno de la clase, elaborando y definiendo en su seno posiciones comunistas coherentemente cristalizadas en un programa, el programa comunista, por el cual estos grupos actúan de manera organizada. Al atribuirle solamente una función educadora y no de defensa de un programa comunista, Pannekoek hace de su organización consejista, el consejero de la clase. Ambas opiniones se juntan en la negación de la idea de que el Partido es parte de la clase, es uno de los organismos activos de la clase.

VI) La sociedad política es el mundo social unido de la humanidad que se perdió al dividirse en clases, y que la humanidad, personificada en el proletariado, y por medio de su lucha, procura penosamente volver a alcanzar. Por eso, la lucha del proletariado toma necesariamente un carácter político (precisamente porque se trata de la lucha de una clase). En efecto, la lucha del proletariado es fundamentalmente social en el pleno sentido del término. Conlleva, en su triunfo, la disolución de todas las clases y de la propia clase obrera en la comunidad humana reconstituida a escala del planeta. Sin embargo, esta solución pasa necesariamente por la lucha política – es decir, una lucha por la instauración de su poder sobre la sociedad - para la cual la clase obrera se da instrumentos como las organizaciones revolucionarias, partidos políticos.

VII) La formación de las fuerzas políticas que expresan y definen los intereses de clase no es algo propio del proletariado. Es algo propio a todas las clases de la historia. El grado de desarrollo, de definición y de estructuración de estas fuerzas está en relación con las clases de las que emana. Su forma más acabada se encuentra en la sociedad capitalista, la última sociedad de clases de la historia, en la cual las clases sociales conocen su desarrollo más completo, en el cual los antagonismos que las oponen se manifiestan con más claridad.

Sin embargo, aunque existen puntos comunes incontestables entre los partidos del proletariado y los de las otras clases – y sobre todo de la burguesía -, las diferencias que las oponen también son considerables.

De igual modo que para las demás clases históricas del pasado, el objetivo de la burguesía, al establecer su poder sobre la sociedad, no era el de abolir la explotación sino el de mantenerla bajo otras formas; no era suprimir la división de la sociedad en clases, sino instaurar una nueva sociedad de clases; tampoco era destruir el Estado, sino al contrario, perfeccionarlo. El tipo de organismos políticos con los que se dota la burguesía, sus métodos de acción y la intervención en la sociedad, están directamente determinados por sus objetivos; los partidos burgueses son partidos estatales que tienen por misión específica la toma y el ejercicio del poder del Estado como emanación y garantía  de la perpetuación de la división de la sociedad en clases. En cambio,  el proletariado es la última clase de la historia, la clase cuyo objetivo con la toma del poder político es la abolición de la división de la sociedad en clases y la eliminación del Estado, expresión de esa división. Por todo eso, los partidos del proletariado no son partidos estatales, no tienen por meta la toma y el ejercicio del poder del Estado, su meta final es, al contrario, la desaparición del Estado y de las clases.

VIII) Hay que precaverse contra las interpretaciones abusivas de la inoportuna frase del Manifiesto Comunista (que es comprensible en el contexto político de antes de 1.848) donde se dice que “….los comunistas no forman partido distinto…”.

Tomada al pie de la letra, esta frase está en contradicción con el hecho de que se trataba del manifiesto de una organización que precisamente se llamaba Liga de los Comunistas y a la cual servía el programa. Esto es aún más sorprendente por proceder de las dos personas que redactaron este Manifiesto, Marx y Engels, que fueron toda su vida tanto militantes del movimiento general de la clase como hombres de Partido y de acciones políticas.

EL LAZO ENTRE LA VIDA DE LA CLASE Y LA DE LAS ORGANIZACIONES POLITICAS

IX) Al ser parte integrante del movimiento general de la clase obrera que les da vida, esos organismos políticos que son los partidos, evolucionan con el desarrollo de la lucha de clases. Como cualquier organismo vivo, estos partidos políticos del proletariado tienen una historia que está indisolublemente ligada a la historia del movimiento general de la clase, con sus momentos álgidos de lucha y sus retrocesos momentáneos.

No se puede estudiar y comprender la historia de este organismo, el Partido, si no es situándola en el contexto general de las diferentes etapas que recorre el movimiento obrero, de los problemas que se le plantean, del esfuerzo de su toma de conciencia, de su capacidad para responder, en un momento dado, de manera adecuada a sus problemas, de extraer las lecciones de su experiencia, y con ella formar un nuevo trampolín para sus futuras luchas.

Si ya son un factor de primer orden del desarrollo de la clase, los partidos políticos son también, a la vez, expresión del estado real de ésta en un momento dado de su historia.

X) A lo largo de su movimiento, la clase ha estado sometida al peso de la ideología burguesa que tiende a deformar, a corromper los partidos proletarios, a desnaturalizar su verdadera función. A esas tendencias se opusieron las fracciones revolucionarias dándose por tarea elaborar, clarificar y precisar las posiciones comunistas. Este fue el caso claro de la Izquierda Comunista salida de la Tercera Internacional: la comprensión de las cuestiones del Partido pasa necesariamente por la asimilación de la experiencia y de las aportaciones del conjunto de esta Izquierda Comunista Internacional.

Sin embargo, recae sobre la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista el mérito específico de haber evidenciado la diferencia cualitativa existente en el proceso de organización de revolucionarios según los períodos: el del desarrollo de la lucha de clases y el de las derrotas y sus retrocesos. La Fracción Italiana supo despejar con claridad para cada uno de los períodos, la forma de la organización de los revolucionarios y las correspondientes tareas: en el primer caso, la forma del Partido, que ejerce una influencia directa e inmediata en la lucha de clases; en el segundo caso, el de una organización numéricamente reducida cuya influencia es mucho más débil y poco operante en la vida de la clase. A este tipo de organización le dio en nombre distintivo de Fracción que, entre dos períodos del desarrollo de la lucha de clases, es decir, entre dos momentos de la existencia del Partido, constituye una unión y un vínculo, un puente orgánico entre el antiguo y futuro Partido.

La Fracción Italiana combatió las incomprensiones de Trotsky quien creía poder construir un Partido y una Internacional en cualquier situación – por ejemplo, en los años 30 -, y lo único que consiguió es que se produjeran escisiones y una enorme dispersión de los elementos revolucionarios. Rechazó los malabarismos de un Bordiga, el cual jugaba con las palabras, haciendo abstracciones sin sentido y sofismas tales como la “…invariación del programa…” y la distinción entre “Partido formal” y “Partido histórico”. En contra de estas diferentes aberraciones, la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista demostró la validez de sus tesis apoyándose firmemente en la experiencia de un siglo de historia del movimiento obrero y de sus organizaciones.

XI ) La historia real y no las fantasías sobre ella nos muestran que la existencia del Partido de clase recorre un movimiento cíclico de surgimiento, desarrollo y hundimiento. Hundimiento que se manifiesta por su degeneración interna, por su paso al campo del enemigo o, también, por su desaparición pura y simple que deja intervalos más o menos largos hasta que, de nuevo, se presentan las condiciones necesarias para su resurgimiento. Esto es verdad tanto para el período pre-marxista – empezando por la Liga de los Iguales (Babeuf) y el sucesivo surgimiento de organizaciones revolucionarias -, como para la época de la vida y la actividad de Marx y Engels, y lo mismo después de su muerte, hasta nuestros días. La Liga de los Comunistas vivió tan sólo cinco años (1.847-52), la Primera Internacional nueve años (1.864-73), la Segunda Internacional 25 años (1.889-1.914), la Tercera Internacional 8 años (1.919-27 y eso, contando holgadamente). Si es cierto que existe un  lazo evidente de continuidad que se debe a que todas ellas eran organismos de una misma clase, eran momentos sucesivos de esa unidad histórica que es la clase obrera, la cual, al igual que el sistema solar en relación con los planetas, parece presentar un Todo estable en cuyo interior se mueven los diferentes organismos, en cambio, no existe ninguna estabilidad, ninguna fijeza de ese organismo llamado Partido.

La pseudo teoría bordiguista sobre “el Partido histórico” y el “Partido formal” está llena de misticismo. Según esta teoría, el Partido “histórico”- igual que el programa – sería algo fijo, inamovible, invariable. Y este Partido solo podría manifestar su realidad en el Partido formal. ¿Pero qué ocurre con el Partido “histórico” cuando el “formal” desaparece?. Es invisible e inoperante, pero sigue subsistiendo en alguna parte, no se sabe donde, pero ahí esta porque es inmortal. Volvemos a encontrar en este desarrollo las tesis e interrogantes de la filosofía idealista y religiosa que separa el espíritu y la materia, el alma y el cuerpo, la primera, eterna beatitud, el segundo, mortal.

XII ) Ninguna teoría iluminista, voluntarista, de la generación espontánea o de la genial inteligencia, es capaz de explicar el fenómeno del surgimiento y de la existencia del Partido, y aún menos, las razones de su periodicidad, de sucesión ordenada de sus diferentes momentos. Sólo un punto de vista que tenga en cuenta el movimiento real de la lucha de clases, movimiento a su vez condicionado y determinado por la evolución del sistema capitalista y sus contradicciones, puede dar una respuesta válida al problema del Partido, integrándolo en la realidad del movimiento de la clase.

XIII ) Ese mismo punto de vista debe ser aplicado cuando se examina la variabilidad, comprobada en la historia, de ciertas funciones del Partido.

De igual manera que la filosofía, en la antigüedad, abarca diversas disciplinas, el Partido, producto del movimiento de la lucha de clases del proletariado, asegura, en los comienzos de su historia, el cumplimiento de tareas en la clase, en especial:

- es el crisol en el que se elabora la teoría de la clase proletaria.

- pone en evidencia los fines contenidos potencialmente en la lucha de ésta.

- es un órgano activo, militante en la clase, situándose en primera fila para defender sus intereses inmediatos, económicos y políticos.

- es educador, multiplicando, diversificando sus intervenciones en la clase y asegurando esta educación a todos los niveles mediante la prensa y conferencias, por la organización de clases nocturnas, con la creación de universidades obreras,….

- asegura la propaganda, la difusión de las ideas revolucionarias en la clase.

- combate enérgicamente y sin tregua las ideas, los prejuicios de la ideología burguesa que penetra constantemente en las mentes de los obreros y dificulta su toma de conciencia.

- se convierte en agitador, organizando y multiplicando las manifestaciones obreras, mítines, reuniones y demás acciones de la clase.

- se convierte en organizador, creando, multiplicando y apoyando toda clase de asociaciones obreras, culturales y de defensa de las condiciones materiales inmediatas (socorros mutuos, cooperativas de producción, cajas de huelga, de solidaridad financiera) y sobre todo la formación de organizaciones unitarias y permanentes de defensa de los intereses económicos inmediatos de la condición obrera: los sindicatos.

- asegura, por la presencia de representantes obreros en los parlamentos, la lucha por reformas políticas en el interés inmediato de los obreros.

CUATRO GRANDES ETAPAS EN LA VIDA DEL PROLETARIADO: 1.848, 1.870, 1914, 1.917

  XIV ) La historia de estos últimos 140 años ha conocido cuatro grandes conmociones en el capitalismo:

- 1.848 : finalización del ciclo de las revoluciones anti-feudales de la burguesía.

- 1.870 : finalización, con la guerra franco-prusiana, de la formación de grandes conjuntos, de grandes unidades económico-políticas del capitalismo, de las naciones, y apertura de un largo período de expansión capitalista a través del mundo, el colonialismo.

- 1.914 : culminación de la fase imperialista, agudización de las contradicciones del sistema y su entrada en la fase de declive con la Primera Guerra Mundial.

- 1.917 : estallido del sistema, planteándose la necesidad inminente de transformación social.

XV ) ¿Cuál es la reacción del proletariado ante estos cuatro acontecimientos capitales?

- 1.848 : tras la burguesía aparece la gigantesca sombra del joven proletariado (Jornadas de Junio, levantamiento de los obreros en París), acontecimiento presagiado algunos meses antes por la constitución de la Liga de los Comunistas. Verdadero primer Partido del proletariado moderno, esta organización, rompiendo con el romanticismo de las asociaciones conspirativas, anuncia y demuestra en un  programa coherente, crítica del capitalismo ( El Manifiesto Comunista ), el inevitable hundimiento de este sistema bajo el peso de sus insuperables contradicciones internas. Designa al proletariado como sujeto de la solución histórica, sujeto que, con su revolución, tendrá que poner fin  a la larga historia de la división de la sociedad humana en clases antagónicas y a la explotación del hombre por el hombre. Oponiéndose a toda fraseología revolucionaria y al voluntarismo, la Liga reconoce, en 1.852, la victoria del capitalismo en los primeros levantamientos del proletariado, en una situación de inmadurez histórica de las condiciones que hacen posible el triunfo de la revolución socialista. Y ante esta nueva situación de derrota, la Liga está abocada inevitablemente a desaparecer como organización política actuante y centralizada.

- 1.870:  los militantes de la Liga no desaparecieron en el paisaje. En espera de que maduraran las condiciones de un nueva oleada de luchas obreras, siguieron desarrollando un trabajo de elaboración teórica, de asimilación de experiencias en el seno de la clase, resultante de la gran conmoción social de 1.848. Por su lado la burguesía, repuesta de esa conmoción, siguió a pasos agigantados su desarrollo y expansión. Quince años después, nos encontramos ante un proletariado más numeroso, extendido a otros países, más maduro y decidido a llevar adelante grandes batallas no ya hacia la revolución, debido a la inmadurez de las condiciones objetivas para este objetivo a corto plazo, sino para la defensa de sus condiciones económicas de existencia inmediata. En este contexto, en 1.864, se funda a iniciativa de los obreros franceses e ingleses, la Primera Internacional (Asociación Internacional de los Trabajadores, AIT ) que agrupaba a decenas de miles de obreros de todos los países industrializados o en vías de industrialización, desde las Américas hasta Rusia. Los antiguos militantes de la Liga de los Comunistas se encuentran, por supuesto, en las filas de la AIT en la que ocuparán puestos de la mayor responsabilidad, como Marx que se encontraba al frente.

Año tras año, en todos los rincones del mundo, la AIT se convertirá en la bandera de obreros cada vez más numerosos, cada vez más combativos hasta el punto de llegar a ser la gran preocupación de todos los gobiernos de Europa. En esta organización general de la clase es donde se enfrentarán la corriente marxista, autentica expresión del proletariado y, la corriente anarquista de Bakunin, representante de la ideología pequeño-burguesa, la cual aún tenía una gran influencia entre los proletarios de la primera generación y entre los artesanos aún no proletarizados.

La guerra franco-prusiana, la miserable derrota del IIº Imperio y su caída en Francia, la canallada de la burguesía republicana, la miseria y el hambre de los obreros en París asediados por el ejército de Bismarck, la provocación del Gobierno….todo empujaba a los obreros parisinos a un enfrentamiento armado prematuro para acabar con el Gobierno burgués y proclamar la Comuna. El aplastamiento de la Comuna era inevitable. Y al mismo tiempo que testimoniaba su combatividad y la voluntad exasperada de la clase obrera, yendo al asalto del capital y de su  Estado, dejando a las futuras generaciones enseñanzas inestimables, su derrota, en un inmenso baño de sangre, tuvo como consecuencia inmediata la desaparición de la AIT.

- 1.914 : el triunfo asesino del capital, la masacre de la Comuna de París y, después, la desaparición de la AIT pesarían durante años y dejarían marcada a toda una generación de proletarios. Una vez cicatrizadas las heridas, poco a poco, el proletariado vuelve a tomar confianza en sí mismo y, en su capacidad de enfrentarse al capital. Lentamente las organizaciones de clase se reconstituyen: Bolsas de trabajo, Sindicatos, Partidos políticos, que tienden a centralizarse primero a escala nacional, y después a escala internacional, dando vida en 1.889 ( 18 años después de la Comuna ) a la II ª Internacional, organización estrictamente política.

Pero el mundo capitalista está entonces en pleno apogeo, en su desarrollo a nivel internacional, extrae un máximo de ganancias gracias a un mercado que aparece sin límites. Es la edad de oro del colonialismo, del desarrollo de los medios de producción y de la plusvalía relativa que sustituye a la plusvalía absoluta. La lucha del proletariado por la disminución de la jornada laboral, por el aumento de los salarios, por reformas políticas resulta “rentable”. Esta situación parece alargarse sin fin, alimenta la ilusión de que, con sucesivas reformas, el mundo capitalista podría transformarse gradualmente en una sociedad socialista. Esta ilusión se llamaba reformismo. Esta enfermedad va a penetrar profundamente en la cabeza de los obreros y en sus organizaciones políticas y económicas, va a corroer la conciencia de clase y hacerle perder de vista la meta y los medios revolucionarios.

El triunfo del reformismo será finalmente la derrota del proletariado. La burguesía triunfará consiguiendo atarlo a sus valores, ante todo nacionalistas, patrióticos, a corromper definitivamente a sus organizaciones, partidos y sindicatos, que pasan para siempre al campo del capital.

- 1.917 : adormecido, cloroformado, traicionado por el paso de sus organizaciones al campo burgués, alistado por el nacionalismo y el patriotismo con el que la burguesía lo atonta en fuertes dosis, el proletariado, movilizado en la guerra, despertará entre el ruido ensordecedor de los cañones, en medio de millones de cadáveres de su propia clase, sumergido en un océano de sangre, de su propia sangre. Le ha sido necesario nada menos que ese cataclismo de tres años de guerra imperialista mundial para despertarse y comenzar a tomar conciencia de la realidad.

1.917 fue la primera explosión de una oleada revolucionaria que durará años, y durante esa explosión el proletariado se verá obligado a reconstituir nuevas organizaciones de clase que correspondan a sus nuevas tareas no ya bajo la forma de sindicatos transformados para siempre en algo inadecuado para el nuevo período de decadencia del capitalismo, sino bajo la forma de los Consejos Obreros. Tampoco resucitará a la Socialdemocracia perdida para siempre y pasada al campo enemigo, sino un Partido Comunista Mundial ( la Tercera Internacional ) a la altura de la tarea que se imponía: contribuir a la marcha hacia la revolución mundial del proletariado. Con las fracciones y las minorías salidas de la Izquierda de la Segunda Internacional que habían luchado durante años contra la ideología reformista, que habían denunciado la traición de la vieja Socialdemocracia, que lucharon contra la guerra y contra la ideología de la defensa nacional, en una palabra que habían sido fieles al marxismo y a la revolución proletaria, es con quienes se va a constituir el nuevo Partido, la nueva Internacional, la Internacional Comunista (IC).

LAS VICISITUDES DE LA CONTRAREVOLUCION

 XVI ) Aquellas grandiosa primera oleada de la revolución proletaria fracasó por el hecho de haber surgido en el curso de la guerra ( esta no es la condición más favorable para el desarrollo de la revolución ). Este fracaso también se debió a la inmadurez de la conciencia del proletariado que se manifestó entre otras cosas, por la supervivencia en el seno de la nueva Internacional, de bastantes posiciones erróneas heredadas de la vieja socialdemocracia:

- las falsas respuestas en cuanto al papel del Partido en la revolución y la relación Partido-clase.

- la asimilación de la dictadura del proletariado a la dictadura del Partido.

- la confusión, particularmente peligrosa, en cuanto a la cuestión del Estado en el período de transición, proclamando “Estado proletario” o “Estado socialista”.

Estos diferentes errores, la supervivencia del Estado soviético proclamado como “Estado obrero”, los análisis insuficientes por parte de la “Oposición de Izquierdas” sobre la degeneración de la revolución, pretendiendo que se mantenía intacto su “carácter proletario”y las “adquisiciones de Octubre”, todos esos factores, combinados entre sí y a las sucesivas derrotas del proletariado en los demás países, en las cuales tiene una parte de responsabilidad, contribuyeron al restablecimiento de una relación de fuerzas a favor de la burguesía mundial, fueron los responsables del aplastamiento histórico de la clase. Este conjunto de elementos acarreará también la decadencia y degeneración y, finalmente, el paso a la burguesía de los partidos de la IC, y la muerte de esta.

La amplitud de la derrota padecida por el proletariado estará en relación directa con la amplitud de la oleada revolucionaria que la precedió. Ni la gran crisis mundial que estalló en 1.929, ni la Segunda Guerra Mundial, ni el período de reconstrucción de la posguerra conocerán luchas del proletariado de una amplitud tan significativa. Incluso en los pocos países en los que la combatividad obrera existía aún por no haber sido directamente puesta a prueba, esta combatividad será desviada fácilmente de su terreno de clase por fuerzas políticas de la izquierda para preparar así la Guerra Mundial. Así ocurrió con la huelga general de 1.936 en Francia y, el mismo año, con la insurrección del proletariado español, rápidamente encarrilada en una guerra “civil” entre fascismo y antifascismo, que sirvió de preparación y de ensayo general para la Segunda Guerra Mundial. En otros países, como en Rusia, Rumania, Polonia, Alemania, Austria, Italia, los países balcánicos, o Portugal, el proletariado fue sometido a la más negra represión, arrastrado por millones a cárceles y campos de concentración.

La más mínima condición para el surgimiento del Partido de clase está entonces ausente. Tan solo el voluntarismo y la incomprensión total de la realidad de un  Trotski, quien llega incluso a saludar en 1.936, el comienzo de la revolución en Francia y en España, quien confunde el capitalismo de Estado en Rusia con la “supervivencia de las conquistas de Octubre”, le permite lanzarse, con sus partidarios a la aventura de proclamar nuevos partidos y una nueva Internacional pretendidamente revolucionarios, después de que su corriente se dedicara a andar con idas y vueltas por los partidos socialistas de la difunta Segunda Internacional de siniestro recuerdo.

No fue, ni mucho menos, un período de movimientos centrípetos, de convergencia de fuerzas revolucionarias hacia la unificación y hacia la formación del Partido de clase; lo que caracterizó a este periodo fue, al contrario, el haber sido un movimiento categóricamente centrífugo, de dispersión de los grupos y de los elementos revolucionarios. La Izquierda inglesa, desaparecida ya desde hacia tiempo, la Izquierda rusa, sistemáticamente exterminada en las mazmorras de Stalin, la Izquierda alemana completamente liquidada. Los grupos revolucionarios que subsisten se aíslan y se repliegan sobre sí mismos, debilitándose según van pasando los meses y los años.

La guerra de 1.936 en España hará una severa selección entre esos grupos, entre los que se han dejado atrapar en las redes del antifascismo y los que se mantienen firmemente anclados en un terreno de clase. Las fracciones de la Izquierda Comunista Internacional, las cuales prosiguen y desarrollan un trabajo de comprensión teórica, sometiendo, sin ningún ostracismo, las posiciones políticas anteriores de la IC e su apogeo, a la crítica más severa, más fecunda, basada en la verdadera experiencia del movimiento desde 1.917.

La Izquierda Comunista Internacional padecerá también los contragolpes de los acontecimientos. Primero con la escisión de una minoría en 1.936, que opta por la participación en la guerra de España, al lado de los republicanos antifascistas y, una segunda vez, con el abandono, al principio de la Guerra Mundial, de una minoría  que proclama la “desaparición social del proletariado” en tiempos de guerra y, como consecuencia de ello, la imposibilidad de seguir manteniendo la actividad y la organización de las fracciones. La tercera crisis, la definitiva, surge a finales de 1.945, con la escisión de la fracción francesa de la Izquierda Comunista (GCF) que se opone a la decisión de la Izquierda Comunista Internacional de que hay que disolverse y amalgamarse pura y simplemente y a título individual, en un partido proclamado en Italia y del cual se ignoraba todo, de su plataforma y de sus posiciones. Lo único que se sabía era que se había formado alrededor de dos eminentes figuras de la Izquierda Italiana de los años 20: Damen y Bordita. Así acabó la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista.

LAS PRINCIPALES LECCIONES DE LA NATURALEZA Y LA FUNCION DEL PARTIDO DESPUES DE MAS DE UN SIGLO DE HISTORIA

XVII ) Este rápido resumen de la historia del movimiento obrero nos enseña las siguientes lecciones generales:

A ) La necesaria existencia de una estrecha unión entre la clase como un todo y el Partido como órgano particular de este todo. Hay períodos en los que la clase puede existir sin Partido pero no podrá nunca existir un Partido sin clase.

B ) La clase segrega el Partido como un organismo indispensable encargado de funciones que la clase necesita en su maduración y su toma de conciencia permitiéndole así  estar capacitada para la victoria final. Es imposible suponer la victoria final del proletariado sin que haya desarrollado los órganos que le son indispensables y sobre todo la organización general unitaria de la clase que agrupa en su seno a todos los obreros, y la organización política  ( el Partido formado en base a un programa general con posiciones coherentes que señalan la meta final de la lucha del proletariado, el comunismo y los medios para conseguirlo ).

C ) Entre las organizaciones generales abiertas a todos los obreros y la organización política que es el Partido existe una diferencia sustancial en su evolución.

En el período ascendente del capitalismo, la organización general de la clase que se da por tarea la defensa de los intereses económicos inmediatos de la clase, tiene, al mismo tiempo que padece modificaciones importantes en la estructura, una existencia permanente. Este no es el caso de la organización política, el Partido, que existe de modo intermitente, en los períodos de desarrollo de la lucha y de combatividad obrera. Esta constatación señala claramente la estrecha dependencia entre la existencia del Partido y la situación de la lucha de clases. En un período de auge de las luchas, las condiciones están dadas para el surgimiento y la actividad del Partido. En los períodos de reflujo, con la desaparición de estas condiciones, el Partido tiende a desaparecer. En el primer caso, es la tendencia centrípeta la que gana y en el segundo caso, es la tendencia centrifuga la que se impone.

D ) Respecto a este punto, hay que señalar que las cosas han cambiado sensiblemente en el período de decadencia del capitalismo. En este período en el que no es posible ni tan siquiera mantener y mejorar realmente y durante un cierto tiempo las condiciones de vida del proletariado, ni puede ni debe existir una organización permanente cuya razón de ser esté fuera de esa meta. Por eso es por lo que el sindicalismo se ha vaciado de todo contenido obrero. Los sindicatos no pueden mantenerse y existir sino es como apéndices del Estado, encargados de encuadrar, controlar y desorientar cualquier acción o lucha de la clase. En este período, solo las huelgas salvajes que tienden hacia la huelga de masas, controladas y dirigidas por asambleas generales, presentan la forma posible de un contenido de clase.  Por ello las asambleas no pueden existir de modo permanente al principio de las luchas. Una organización general de la clase sólo puede existir y hacerse permanente cuando la defensa de los intereses inmediatos se combinan con la posibilidad de la revolución, en el período revolucionario. Esta organización son los Consejos Obreros. Es el único momento de la historia del capitalismo donde puede existir de forma permanente esa organización verdaderamente general, siendo entonces la plasmación de la unidad de la clase. No ocurre lo mismo con el Partido político que puede muy bien surgir antes del punto culminante que es la formación de los Consejos Obreros. Y esto porque su existencia no la condiciona el momento final, sino sencillamente un período de auge de la lucha de clases.

E ) Hemos podido constatar en el transcurso de la historia como, en la evolución de la lucha de clases, se modifican algunas funciones pasadas del Partido. Pongamos unos ejemplos:

- a medida que va desarrollándose la lucha de clases, con la acumulación de experiencias, la elevación general de la cultura de los obreros, el Partido va perdiendo su papel de educador general.

- eso es aún más cierto en lo referente a su papel respecto de la organización de la clase. Una clase obrera como fue el caso de los obreros ingleses de 1.864, capaz de tomar la iniciativa de fundar la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), no necesitaba en absoluto un tutor para organizarla. El modo de actuar consistente en “ir hacia el pueblo” o “hacia los obreros” para organizarlos, aún tenía sentido en un país atrasado como la Rusia de finales del siglo XIX. Semejante función había perdido su sentido en los países industrializados como Inglaterra, Francia, etc.…La fundación de la AIT en 1.864 no fue obra de Partido alguno. Prácticamente no existían, y en los pocos casos en que  existían, como en el caso del “Cartismo” en Inglaterra o el “Blanquismo” en Francia, estaban en plena descomposición.

La AIT fue algo mucho más parecido a la organización general que a una agrupación del estilo de la Liga de los Comunistas, es decir de tipo Partido, estrictamente agrupado y seleccionado en base a un programa teórico y político coherente. Por esto es por lo que pudieron coexistir y enfrentarse en su seno varias corrientes: marxistas (colectivistas), obreristas, proudhoniana, anarquista y hasta, al principio, una corriente tan extraña como el mazzinismo. La Internacional era un crisol en donde se decantaban las ideas y las corrientes. Un  partido es producto ya de una decantación. Por esto es por lo que las corrientes eran todavía algo informal en su seno. Un solo partido político en el pleno sentido de la palabra había nacido tras la disolución de la Liga de los Comunistas y durante la existencia de la AIT  en 1.868: el partido socialdemócrata eisenachiano, la tendencia marxista, bajo la dirección de W.Liebkneht y Bebel, Solo fue en 1.878, con ocasión de las elecciones, cuando nació, bajo la dirección de Guesde y Lafargue y, con la participación directa de Marx (quien escribió su plataforma política), el partido obrero, en Francia.

Solo fue a partir de 1.880 con el desarrollo acelerado del capitalismo y el nuevo auge de la lucha de clases, cuando se hicieron sentir la necesidad y la posibilidad de la formación de partidos políticos para la lucha política misma, diferenciados de las organizaciones cuya índole era la defensa de los intereses inmediato en lo económico, es decir, los sindicatos. Fue a partir de los años 1.880 que, más o menos en todos los países industrializados o en vías de industrialización, se fue emprendiendo de verdad un proceso de formación de partidos, a semejanza de la socialdemocracia alemana, la cual, iba a tomar, en 1.889, la iniciativa de la constitución de la Segunda Internacional.

La IIª Internacional fue el resultado de una decantación política que se había ido operando en el seno del movimiento obrero desde la disolución de la AIT ( 16 años antes) y de una unificación de la corriente marxista a escala internacional. Se revindicaba del “socialismo científico” tal y como lo habían formulado Marx y Engels 40 años antes del Manifiesto de la Liga de los Comunistas en 1.848. No se dio como tarea, como lo había hecho la AIT, el proceder a una encuesta sobre las condiciones de vida de la clase obrera en los diferentes países, ni el elaborar listas de reivindicaciones económicas. Este tipo de actividades que al principio aún fueron suyas, iba a dejarlas progresiva y definitivamente a los sindicatos. En cambio, se dio como tarea la lucha por las reivindicaciones políticas inmediatas: sufragio universal, derecho de reunión y libertad de prensa, participación en las campañas electorales, luchas por reformas políticas, lucha contra la política colonialista de la burguesía, contra el militarismo, etc.…al mismo tiempo que proseguía una labor de elaboración teórica y de defensa de las metas del movimiento, la revolución socialista.

Con razón Engels ( en uno de los prefacios del Manifiesto Comunista) señaló, en los años 1.880, que la AIT había cumplido enteramente su tarea en el período histórico en el que había surgido. Sin embargo, se equivocaba al concluir precipitadamente que el movimiento político de la clase, la formación de partidos en diferentes países, estaba teniendo tal desarrollo que la clase obrera ya “ …no necesitaba una organización internacional…”. La IIª Internacional, a pesar de todas sus insuficiencias, todos sus errores, toda su penetración reformista que era canalizada sobre todo por los sindicatos y que al triunfar en su seno el oportunismo se perdió para la clase obrera, cumplió una labor muy positiva, en un sentido histórico, para la clase.. Una labor que ha quedado como adquisición para el movimiento obrero aunque solo fuese por haber servido de cancha de primer orden para la confrontación y la clarificación teóricas en más de un aspecto, de lugar de enfrentamiento de las posiciones políticas de la Izquierda contra el revisionismo bersteiniano y el centrismo kautskista. En su seno vivió y se templó la Izquierda revolucionaria.

Cuando los moralistas-modernistas de cualquier matiz se complacen hoy día en sacar un balance únicamente negativo en la historia – y eso, en el mejor de los casos, cuando tienen un mínimo conocimiento de la historia – de lo que fue la Segunda Internacional en cierta época y de su aportación a la historia del movimiento obrero, solo dan muestras de su propia y total ignorancia respecto de lo que es un movimiento histórico en su desarrollo. En su ingenuidad, ni siquiera se dan cuenta de que lo poco que aún hoy conocen, se lo deben a la historia, al pasado del movimiento obrero, movimiento vivo de la clase. Los mismos que se apresuran a tirar el envoltorio con el regalo dentro, ni siquiera sospechan que sus ideas e “invenciones”, que toman por muy originales, las han cogido de donde estaban, es decir, al ser desde hace mucho tiempo algo inútil e inutilizable, en las papeleras de la época utópica de la historia del movimiento obrero. También los bastardos tienen genitores, aunque sean, en verdad inconfesables.

Y al igual que los modernistas, los bordiguistas se contentan con ignorar la historia del movimiento obrero, la historia viva de una clase en movimiento y en evolución, con sus momentos de debilidad y sus momentos de fuerza. En lugar de estudiarla y entenderla, ponen en su lugar a dioses muertos, eternamente inmóviles y momificados por el bien y mal absolutos.

XVIII ) El despertar del proletariado tras tres años de masacres imperialistas y la muerte vergonzante de la II ª Internacional marcada por la infamia de la traición, abren un período de auge de las luchas y de reconstrucción del Partido de clase. Este nuevo período de intensas luchas sociales – en el que se produce el derrumbamiento cual vulgar castillo de naipes de ciudadelas y fortalezas que un día antes parecían inexpugnables, el desmoronamiento en solo unos días del aparato militar de monarquías e imperios que parecían invulnerables como Rusia, Austria-Hungría, la Alemania prusiana – es, no un simple momento, sino un formidable salto cualitativo en la evolución histórica  y también del movimiento obrero, al planteársele de golpe la cuestión de la revolución, del desarrollo del proceso revolucionario y de la estrategia de la toma del poder político por la clase obrera.

Por primera vez en la historia, la clase obrera y sus partidos comunistas de constitución reciente han de responder a toda una serie de cuestiones cruciales, planteándose cada una de las cuales en términos de vida o muerte de la revolución. Respecto de las respuestas a estas cuestiones, la clase y los partidos tienen una idea muy vaga en su seno, o ninguna idea en absoluto, ó, también, una idea francamente anacrónica y errónea. Solo minúsculos enanitos, pero dotados de una inconmensurable megalomanía, que jamás han visto una revolución, ni de lejos ( y la revolución proletaria constituye el mayor salto en la historia de la humanidad hasta hoy ), pueden desde su pequeña altura, apuntar, sesenta años más tarde, con su dedo lleno de desprecio y suficiencia, los errores y los tanteos de aquellos gigantes que se atrevieron a lanzarse al asalto del cielo capitalista encaminándose resueltamente por la vía de la revolución.

Es cierto que la clase obrera, y particularmente los partidos y la Internacional Comunista, anduvieron a tientas a menudo, improvisaron y cometieron graves errores que entorpecieron la marcha de la revolución. Sin embargo, no solo nos han legado adquisiciones inapreciables, sino también una rica experiencia que hemos de estudiar minuciosamente para comprender las dificultades encontradas, para evitar las trampas en las que cayeron, para superar los errores que cometieron y, en base a su experiencia, poder responder mejor a los problemas que plantea en la actualidad la marcha hacia la revolución. Hay que saber aprovechar la distancia en el tiempo que hoy poseemos con respecto de aquella época para procurar resolver, aunque solo sea en parte, esos problemas, sin por ello caer en esquemas pretenciosos ni perder de vista que la próxima revolución aportará nuevos problemas que no podemos prever por completo.

XIX ) Volviendo al problema preciso del Partido y de su función en el periodo actual y en la revolución, podemos enunciar una respuesta de lo que no es, para poder poner de relieve lo que debería ser.

A.- El Partido no puede pretender ser el único y exclusivo poseedor o representante de la conciencia de clase. No está predestinado a semejante monopolio. La conciencia de clase es algo inherente a la clase, como totalidad y en su totalidad. El Partido es el órgano privilegiado de esta conciencia y nada más. Esto no implica que sea infalible, ni que a veces en determinados momentos, esté incluso por debajo del nivel de conciencia alcanzado por otros sectores de la clase. La clase obrera no es homogénea pero tiende a serlo. Ocurre igual con la conciencia de clase que tiende a homogeneizarse y generalizarse. Le incumbe al Partido y, esta es una de sus principales funciones, contribuir conscientemente a acelerar ese proceso.

B.- Por esto mismo, el Partido tiene como tarea orientar a la clase, el fecundar su lucha; no es un dirigente o sea, que no es él quien decide solo, en lugar y en nombre de la clase.

C.- A este respecto, hay que reconocer la posibilidad de que surjan grupos ( llamados a sí mismos Partidos u de otro modo ) en el seno de la clase y de sus organizaciones unitarias, los Consejos Obreros. El Partido Comunista no es quien para, bajo ningún concepto, arrogarse el derecho de prohibir la existencia de aquellos, o para hacer presión en ese sentido. Muy al contrario, es obligación suya el combatir con energía semejantes tentativas.

D.- A semejanza de la clase, la cual, como un todo, puede estar atravesada por varias corrientes revolucionarias más o menos coherentes, el Partido dentro de su marco programático, admite la posibilidad de que hay divergencias y tendencias. El Partido comunista rechaza de plano y categóricamente la idea de un Partido monolítico.

E.- El Partido, bajo ningún concepto, puede pretender establecer un listado de recetas con las que responder a todos los problemas y en los detalles que puedan plantearse en las luchas o en el desarrollo de estas. No es un órgano ejecutivo, tampoco administrativo, ni técnico de la clase. Es un órgano político y como tal debe mantenerse. Ese principio es tanto aplicable a las luchas que preceden a la revolución como a las del propio período revolucionario, durante el cual, el Partido ni puede ni debe hacer el papel de “Estado Mayor” de la insurrección.

F.- La disciplina de la organización y en la acción que el Partido exige a sus miembros no puede ser realidad más que en el contexto de una libertad de crítica y discusión, dentro del marco de la plataforma que se ha dado. Ni puede ni debe exigir de sus miembros con divergencias sobre ciertas posiciones importantes que presenten y defiendan cara al exterior y contra sus convicciones, esas posiciones, que se hagan portavoces de ellas en nombre del Partido. Esto no es solo por la preocupación de respetar la conciencia política de sus miembros, sino en nombre del interés general de la organización como un todo. Confiar la defensa de las posiciones importantes de la organización a militantes que no las comparten implica una mala defensa de las mismas. En este mismo sentido, el Partido no puede ni debe recurrir a medidas de represión para presionar a sus miembros. Por principio, el Partido rechaza el uso de la fuerza y de la violencia como medio de persuasión y para formalmente aparentar convicción en su seno, del mismo modo que rechaza las prácticas de violencia e imposición por la fuerza físicas en el seno de la clase y en su relación con la clase.

G.- El Partido no pide a la clase que “le otorgue su confianza”, por ser quien es, que le delegue el poder de decisión por que es el Partido, ya que, por principio el Partido comunista está en contra de toda delegación de poder de la clase a un organismo, grupo o partido que no dependa como tal de su control constante. El principio comunista exige la práctica real de delegados elegidos y revocables en todo momento, responsables siempre ante la asamblea que los ha elegido; por lo tanto, el principio comunista rechaza cualquier modo de elección basado en listas presentadas por los partidos políticos. Cualquier otro modo lleva sin remedio a una práctica substitucionista.

Si bien el Partido tiene derecho a exigir la dimisión de uno de sus miembros de un puesto, de un comité, de un órgano e incluso de un puesto del Estado para que el militante que fue elegido por una asamblea ante la cual es responsable, el Partido no puede imponer su sustitución por otro de sus miembros, pues no es de su incumbencia.

H.- Y, a diferencia de los partidos burgueses, el Partido proletario no es un órgano destinado a apoderarse del Estado o a gestionarlo. Este principio procede de todo lo dicho anteriormente y de la necesaria independencia de la clase obrera para con el Estado del período de transición. El abandono de ese principio lleva irremediablemente a la pérdida por parte del Partido de su carácter proletario.

I.- De todo lo precedente se deduce que el Partido proletario de nuestros tiempos no puede ni debe ser un Partido de masas. Al no tener ninguna función estatal ni de encuadramiento de la clase, seleccionado como está alrededor de un programa lo más coherente posible, el Partido será necesariamente una organización minoritaria hasta y durante el período revolucionario. Por lo tanto, el concepto de la Internacional Comunista de “partido revolucionario de masas”, concepto que ya en su tiempo era falso y provenía de un período ya caduco, debe ser rechazado de plano.

HASTA EL FUTURO PARTIDO

 XX ) La CCI analiza el período abierto por el resurgir de las luchas obreras a partir de 1.968 como un período de reanudación histórica de combates de clase como respuesta a la crisis abierta y que se profundiza desde que se acabó la reconstrucción tras la segunda post-guerra mundial. De acuerdo con ese análisis, la CCI considera que este es un período que plantea las premisas para la reconstrucción del Partido. Sin embargo, aunque la hacen en condiciones independientes de su voluntad, son los hombres los que hacen la historia. Por lo tanto, la formación del futuro Partido será el resultado de un esfuerzo consciente, deliberado, labor en la que los grupos revolucionarios existentes deben empeñarse desde ahora. Esa labor exige una comprensión clara tanto de las características generales, válidas para todas las épocas, del proceso de formación del Partido, como de las condiciones específicas, inéditas en la historia, de su surgimiento en el futuro.

XXI ) Uno de los aspectos específicos más importantes del surgimiento del futuro Partido estriba en que se formará ya de entrada a escala mundial, contrariamente a lo ocurrido en el pasado.

En el pasado, las organizaciones políticas del proletariado tendían cuando menos hacia la unidad mundial. Sin embargo, las organizaciones mundiales eran el resultado del reagrupamiento de formaciones constituidas más o menos en el plano nacional y, alrededor de una formación procedente de un determinado sector nacional del proletariado que ocupaba una posición de vanguardia en el movimiento obrero.

La AIT por ejemplo, se formó esencialmente en 1.864 teniendo como eje principal el proletariado de Inglaterra, que era, y con mucho, el país más desarrollado de la época y el país en donde el capital era más poderoso y estaba más concentrado. La Conferencia constitutiva de la AIT tuvo lugar en Londres, ciudad que fue sede del Consejo General hasta 1.872. Las Trade-Unions fueron durante mucho tiempo las fuerzas más importantes de la AIT.

La Segunda Internacional, por su parte, se forma en 1.889 básicamente alrededor de las posiciones de la Socialdemocracia alemana, la cual era, en Europa y en el mundo, el partido obrero más antiguo, el más desarrollado y fuerte, lo cual era ante todo resultado del fantástico desarrollo del capitalismo alemán ( y por tanto de la clase obrera ) en la segunda mitad del siglo XIX.

La Tercera Internacional tuvo como polo indiscutible al partido bolchevique, no ya a causa de no se sabe qué preponderancia del capitalismo ruso, el cual estaba atrasado aunque ocupara el quinto puesto mundial, sino porque el proletariado de ese país fue el primero ( y el único ) en echar abajo el estado capitalista y tomar el poder, durante la gran oleada revolucionaria de la primera post-guerra mundial.

La situación de hoy es bastante distinta de las del pasado. Por un lado, el periodo de decadencia del capitalismo no ha permitido que aparezcan nuevos grandes sectores del proletariado mundial que hubieran podido ser el nuevo polo para el movimiento obrero en su conjunto, a semejanza de lo que fue Alemania en el siglo pasado.

Por otro lado, en el capitalismo decadente, y a causa precisamente de su decadencia, ha habido una notoria nivelación de sus características económicas , sociales y políticas, muy especialmente en los países avanzados. Nunca antes en la historia, el mundo capitalista, a pesar de sus insuperables divisiones nacionales y de bloque había llegado a semejante grado de homogeneidad, de dependencia mutua entre sus diferentes partes, debido entre otras cosas, al desarrollo del comercio mundial y al uso de los medios de comunicación modernos. Esta evolución ha repercutido en la clase obrera en una nivelación, desconocida en el pasado, de sus condiciones y modo de vida, y también en cierto modo, de su experiencia política. Y, para terminar, las circunstancias actuales del desarrollo histórico de la lucha de clases hacia la revolución, que no son las de la guerra imperialista como en 1.917, sino la agravación simultánea en todos los países de la crisis económica, lo que implica un nivel considerable de unidad de la burguesía contra el proletariado y, obligan a que ese desarrollo tienda hacia una simultaneidad, una unidad, una generalización del combate nunca vistos en el pasado. Todas esas condiciones empujan no a la formación del futuro partido mundial alrededor de tal o cual sector nacional del proletariado, sino al surgimiento ya de entrada a escala internacional alrededor de posiciones y un eje político lo más claro, coherente y desarrollado.

Es sobre todo por esta razón por lo que hoy más que nunca en el movimiento obrero, es fundamental que los diferentes grupos comunistas que hay por el mundo, movilicen y unan sus esfuerzos para construir ese eje y, antes que nada, clarifiquen lo que son hoy las pociones proletarias. Esa labor fundamental forma parte por lo tanto y de qué manera, del ya mencionado compromiso consciente y voluntario de los revolucionarios en cuanto a sus responsabilidades en el proceso de formación del futuro partido.

XXII ) De acuerdo con esa perspectiva, la CCI defiende la idea de la necesidad urgente de romper con el aislamiento en el que están inmersos los grupos comunistas existentes, de combatir la mentalidad que transforma la necesidad (objetiva) de ayer en virtud para hoy, que es en lo que se basan el espíritu de capilla y el sectarismo, para iniciar de una vez por todas una verdadera discusión internacional entre esos grupos. La discusión deberá plasmar la voluntad firme de eliminar malentendidos, incomprensiones e interpretaciones falsas de las posiciones de unos y otros, procedentes aquéllas de la mala polémica o de la ignorancia de éstas, para que se abra una verdadera confrontación de divergencias políticas que permita que se inicie un proceso de decantación y de reagrupamiento.

La CCI conoce las enormes dificultades que existen para que se realice esa tarea. Esas dificultades se deben sobre todo al terrible peso de la contrarrevolución que la clase obrera ha padecido durante más de cuarenta años y que acabó con las Fracciones de Izquierda surgidas de la Internacional Comunista, rompiendo así la continuidad histórica y orgánica entre las diferentes organizaciones políticas proletarias desde mediados del siglo pasado. A causa de esta ruptura, el futuro partido no podrá formarse según el proceso evidenciado por la Fracción Italiana, según el cual la Fracción era el puente entre el antiguo y el nuevo partido.

Esta situación hace todavía más indispensable si cabe la labor de confrontación y decantación para el agrupamiento de las organizaciones del campo comunista. La CCI se ha empeñado en esa labor, procurando mantener contactos con todos esos grupos. Propuso en su momento la realización de Conferencias Internacionales de grupos pertenecientes al campo proletario, y en ellas participó activamente. Hay que hacer constar el fracaso de esos primeros intentos, debido sobre todo a la mentalidad sectaria de ciertos grupos, ruinas esclerotizadas de la Izquierda Italiana, que se proclaman, cinco en total, y cada uno por su lado, como el “Partido histórico”. Esos pretendidos “Partidos” están abocados a la esclerosis irreversible si se mantienen en esa misma actitud.

Por lo que a la CCI se refiere, estamos convencidos de que no existe ningún otro camino, Y esa ha sido la vía que siempre triunfó en la historia del movimiento obrero, la de Marx y Engels, la de Lenin y Rosa Luxemburgo, la vía seguida por la Izquierda Comunista Internacional y “BILAN” en los años 30. Es la única vía fecunda y preñada ya de promesas, la única que, más que nunca, la CCI ha decidido proseguir y desarrollar con firmeza y determinación.

Congreso Internacional de la CCI (Verano de 1.983)


[1] Ver Función de la Organización Revolucionaria en REVISTA INTERNACIONAL nº 29

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