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Los años 80 se conforman como los años de la verdad para el porvenir de la humanidad.
Por su agravación inexorable, la crisis económica mundial que sacude al capitalismo desde hace 15 años revela cada día más el atolladero total en el que se encuentra ese sistema. Demuestra muy claramente la realidad de la alternativa histórica ya planteada por la Internacional Comunista: guerra o revolución o bien triunfa la propuesta proletaria a la crisis: el desarrollo de la lucha de clases que lleva hacia la revolución, o se impone la salida burguesa: el holocausto imperialista generalizado que amenaza de muerte a toda la humanidad.
Las responsabilidades de los grupos revolucionarios, como factor activo de la capacidad del proletariado para dar una salida positiva a esta alternativa son cada vez mayores. Sin embargo, para el conjunto del medio político constituido por las organizaciones revolucionarias, la aceleración de la historia en estos últimos años no se ha traducido en su reforzamiento, al contrario, se ha caracterizado por una serie de crisis organizativas internas, desbandadas activistas o parálisis en los momentos de ascenso de la lucha (Polonia en particular) y, por tendencias a la desmoralización, el desgaste y a un repliegue en sí mismas en los momentos de retroceso de las luchas. Lejos de servir de guía en la tormenta social que se está desarrollando, la vanguardia política del proletariado aparece por el contrario sacudida frecuentemente por las olas del torbellino engendrado por la crisis histórica del capitalismo.
De inmediato, la contraofensiva desencadenada por la burguesía al inicio de los años 80 ha golpeado a la clase revolucionaria y también, a su vanguardia política. Y más cuando esta no ha sido capaz de darse los medios para superar su desgaste y las divisiones, que son una herencia de la terrible contrarrevolución que pesó sobre el proletariado entre los años 20 y los 60.
Las Conferencias Internacionales de los grupos de la Izquierda Comunista (1977-80) hubieran podido constituir un polo de referencia a nivel mundial, un cuadro para comenzar, la superación de éstas debilidades. Pero el peso de la inmadurez, la esclerosis y el sectarismo, el rechazo de toda toma de posición en común que las relegó al silencio, terminó dando al traste con este esfuerzo.
En las actuales condiciones históricas, es de vital importancia que el conjunto de organizaciones revolucionarias tomen conciencia de la gravedad de la situación, de sus responsabilidades, y sepan oponer firmemente una resistencia real, eficaz, a las presiones destructivas del capitalismo acorralado. Estas responsabilidades no pueden ser aseguradas por una simple suma de esfuerzos de cada grupo tomada individualmente, se trata de establecer una cooperación consciente entre todas las organizaciones, no para realizar agrupamientos apresurados, artificiales, sino para engendrar una voluntad y una acción que dé toda su importancia a un trabajo sistemático de debates, de confrontaciones fraternales, entre las fuerzas políticas proletarias.
En este sentido el trabajo iniciado con las tres primeras conferencias de la izquierda comunista deberá ser retomado. Deberá basarse en los mismos criterios de delimitación que fueron defendidos por estas conferencias, porque estos criterios no eran circunstanciales, sino el resultado de toda una experiencia histórica de la clase obrera, desde la oleada revolucionaria que siguió a la primera guerra mundial. Deberá basarse sobre las enseñanzas del fracaso de estas conferencias y sobre el hecho de concebirlas no como simples foros de discusión, sino como un esfuerzo militante, marcándose como objetivo la toma de posición cara a los acontecimientos decisivos de la lucha de clases y de la vida de la sociedad.
Todavía no ha llegado la hora de la convocatoria de nuevas conferencias de grupos comunistas. Aún queda todo un camino por recorrer antes de que estén reunidas las condiciones de tal esfuerzo. Sin embargo, desde hoy hace falta preparar el desarrollo de tales condiciones.
Desde esta perspectiva, la CCI, en el momento de su V Congreso Internacional, dirige a todas las organizaciones revolucionarias un llamamiento para que asuman sus responsabilidades frente a la gravedad y a lo que está en juego en la situación histórica:
Reconocimiento de la existencia de un medio político proletario; los grupos comunistas deben rechazar la pretensión megalómana de ser cada uno el único poseedor de las posiciones de clase;
Desarrollo sistemático de un espíritu y una voluntad de debate y confrontación de las posiciones políticas, que son las primera condición para una decantación y una clarificación en el conjunto de este medio y de toda la clase, que ha de ocupar su lugar en las publicaciones, reuniones públicas, etc.;
Rechazo en este debate a las charlatanerías diletantes e irresponsables, del sectarismo y la denigración sistemática de las demás organizaciones.
Los formidables enfrentamientos de clase que se preparan serán igualmente una prueba de fuego para los grupos comunistas: o bien son capaces de aceptar éstas responsabilidades y entonces podrán aportar una contribución real al desarrollo de las luchas, o bien se mantendrán en su aislamiento actual y serán barridos por el viento de la historia sin haber podido llevar a cabo la función para la que la clase les ha hecho surgir.
CCI, Julio del 83.
Por su agravación inexorable, la crisis económica mundial que sacude al capitalismo desde hace 15 años revela cada día más el atolladero total en el que se encuentra ese sistema. Demuestra muy claramente la realidad de la alternativa histórica ya planteada por la Internacional Comunista: guerra o revolución o bien triunfa la propuesta proletaria a la crisis: el desarrollo de la lucha de clases que lleva hacia la revolución, o se impone la salida burguesa: el holocausto imperialista generalizado que amenaza de muerte a toda la humanidad.
Las responsabilidades de los grupos revolucionarios, como factor activo de la capacidad del proletariado para dar una salida positiva a esta alternativa son cada vez mayores. Sin embargo, para el conjunto del medio político constituido por las organizaciones revolucionarias, la aceleración de la historia en estos últimos años no se ha traducido en su reforzamiento, al contrario, se ha caracterizado por una serie de crisis organizativas internas, desbandadas activistas o parálisis en los momentos de ascenso de la lucha (Polonia en particular) y, por tendencias a la desmoralización, el desgaste y a un repliegue en sí mismas en los momentos de retroceso de las luchas. Lejos de servir de guía en la tormenta social que se está desarrollando, la vanguardia política del proletariado aparece por el contrario sacudida frecuentemente por las olas del torbellino engendrado por la crisis histórica del capitalismo.
De inmediato, la contraofensiva desencadenada por la burguesía al inicio de los años 80 ha golpeado a la clase revolucionaria y también, a su vanguardia política. Y más cuando esta no ha sido capaz de darse los medios para superar su desgaste y las divisiones, que son una herencia de la terrible contrarrevolución que pesó sobre el proletariado entre los años 20 y los 60.
Las Conferencias Internacionales de los grupos de la Izquierda Comunista (1977-80) hubieran podido constituir un polo de referencia a nivel mundial, un cuadro para comenzar, la superación de éstas debilidades. Pero el peso de la inmadurez, la esclerosis y el sectarismo, el rechazo de toda toma de posición en común que las relegó al silencio, terminó dando al traste con este esfuerzo.
En las actuales condiciones históricas, es de vital importancia que el conjunto de organizaciones revolucionarias tomen conciencia de la gravedad de la situación, de sus responsabilidades, y sepan oponer firmemente una resistencia real, eficaz, a las presiones destructivas del capitalismo acorralado. Estas responsabilidades no pueden ser aseguradas por una simple suma de esfuerzos de cada grupo tomada individualmente, se trata de establecer una cooperación consciente entre todas las organizaciones, no para realizar agrupamientos apresurados, artificiales, sino para engendrar una voluntad y una acción que dé toda su importancia a un trabajo sistemático de debates, de confrontaciones fraternales, entre las fuerzas políticas proletarias.
En este sentido el trabajo iniciado con las tres primeras conferencias de la izquierda comunista deberá ser retomado. Deberá basarse en los mismos criterios de delimitación que fueron defendidos por estas conferencias, porque estos criterios no eran circunstanciales, sino el resultado de toda una experiencia histórica de la clase obrera, desde la oleada revolucionaria que siguió a la primera guerra mundial. Deberá basarse sobre las enseñanzas del fracaso de estas conferencias y sobre el hecho de concebirlas no como simples foros de discusión, sino como un esfuerzo militante, marcándose como objetivo la toma de posición cara a los acontecimientos decisivos de la lucha de clases y de la vida de la sociedad.
Todavía no ha llegado la hora de la convocatoria de nuevas conferencias de grupos comunistas. Aún queda todo un camino por recorrer antes de que estén reunidas las condiciones de tal esfuerzo. Sin embargo, desde hoy hace falta preparar el desarrollo de tales condiciones.
Desde esta perspectiva, la CCI, en el momento de su V Congreso Internacional, dirige a todas las organizaciones revolucionarias un llamamiento para que asuman sus responsabilidades frente a la gravedad y a lo que está en juego en la situación histórica:
Reconocimiento de la existencia de un medio político proletario; los grupos comunistas deben rechazar la pretensión megalómana de ser cada uno el único poseedor de las posiciones de clase;
Desarrollo sistemático de un espíritu y una voluntad de debate y confrontación de las posiciones políticas, que son las primera condición para una decantación y una clarificación en el conjunto de este medio y de toda la clase, que ha de ocupar su lugar en las publicaciones, reuniones públicas, etc.;
Rechazo en este debate a las charlatanerías diletantes e irresponsables, del sectarismo y la denigración sistemática de las demás organizaciones.
Los formidables enfrentamientos de clase que se preparan serán igualmente una prueba de fuego para los grupos comunistas: o bien son capaces de aceptar éstas responsabilidades y entonces podrán aportar una contribución real al desarrollo de las luchas, o bien se mantendrán en su aislamiento actual y serán barridos por el viento de la historia sin haber podido llevar a cabo la función para la que la clase les ha hecho surgir.
CCI, Julio del 83.