IV - La plataforma de la Internacional comunista

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Junto a los artículos de la serie «El Comunismo no es un bello ideal, sino que está al orden del día de la historia», estamos publicando algunos de los documentos clásicos del movimiento revolucionario del siglo XXº, que tratan del significado y objetivos de la revolución proletaria. En esta ocasión, transcribimos la Plataforma de la Internacional comunista, adoptada en el Congreso de su fundación (marzo de 1919), como base para la adhesión al nuevo partido mundial, de todos los grupos y corrientes auténticamente revolucionarios.

La gran oleada revolucionaria que se alzó en respuesta a la guerra imperialista de 1914-18 alcanzó, precisamente en 1919, su punto culminante. La insurrección de Octubre en Rusia y la toma del poder por el proletariado organizado en consejos obreros, encendió una llamarada que amenazó con acabar con el capitalismo mundial. Entre 1918 y 1920, Alemania, el auténtico corazón del capitalismo mundial, se vio sacudida por varios levantamientos revolucionarios; mientras, al mismo tiempo, se sucedían luchas masivas en las principales ciudades industriales del planeta, desde Italia a Escocia, de Argentina a Estados Unidos. En el momento mismo en que tiene lugar el primer congreso de la IC, llegan las noticias de la proclamación de la República de los Soviets en Hungría...

Igualmente, sin embargo, otros acontecimientos que acababan de suceder ponían de manifiesto las terribles consecuencias que tendría, para ese creciente movimiento de masas, el hecho de no ser guiado por un partido comunista centralizado a escala internacional y dotado de un programa claro. La derrota del levantamiento de Berlín en enero de 1919, especialmente marcada por el asesinato de Luxemburgo y Liebknecht, fue, en gran parte, el resultado de la incapacidad del recién nacido KPD para alertar a los trabajadores sobre las trampas y provocaciones de la burguesía, y así guardasen sus energías para un momento más propicio. La fundación de la Internacional Comunista obedecía pues también a esta exigencia imperiosa de la lucha de clases. Representaba también la culminación del trabajo desarrollado por el ala izquierda revolucionaria desde el colapso de la IIª Internacional en 1914.

Pero lejos de suponer un liderazgo impuesto desde fuera, la Internacional comunista era, en sí misma, un producto orgánico del movimiento obrero, y la claridad de sus posiciones programáticas en 1919 es un reflejo de su estrecha vinculación con las tendencias más profundas de esa oleada revolucionaria. Del mismo modo la posterior degeneración oportunista de la IC, estuvo también estrechamente ligada al declive de esa oleada, y al aislamiento del bastión ruso.

El borrador de la Plataforma fue escrito por Bujarin, y por Eberlein, delegado del KPD. Ambos tenían también el mandato de presentar sus puntos principales ante el Congreso. Las puntualizaciones de Bujarin merecen ser recordadas, pues en ellas se pone de manifiesto cómo esta plataforma incorpora algunas de las aportaciones teóricas del movimiento comunista emergido del naufragio de la socialdemocracia:

«Lo primero que aparece es una introducción teórica que da una caracterización general de la época actual, desde un punto de vista concreto, que es el de la bancarrota del sistema capitalista. Anteriormente este tipo de introducciones se limitaban a una descripción general del sistema capitalista. En la actualidad, a mi parecer, esto resulta insuficiente, ya que no debemos contentarnos con describir las características generales del capitalismo y del imperialismo, sino igualmente, mostrar el proceso de desintegración y colapso de este sistema. Este es el primer aspecto de la cuestión. El segundo es que debemos examinar el sistema capitalista no en abstracto, sino concretamente, mostrando su carácter de capitalismo mundial, y por ello deberemos examinarlo como una única entidad, un conjunto económico. Y si miramos a este sistema económico capitalista mundial, desde el punto de vista de su colapso, entonces deberemos preguntarnos: ¿Cómo se ha llegado a este colapso?. Y para ello, debemos analizar, primeramente, las contradicciones del sistema capitalista» (Actas del Primer congreso de la Internacional comunista: Informe sobre la Plataforma, traducido del inglés por nosotros).

Bujarin sigue diciendo también que en esa época de desintegración «las anteriores formas del capital – disperso, desorganizado – ya han desaparecido. Este proceso ya se había puesto en marcha antes de la guerra pero se intensificó con ella. La guerra jugó un gran papel como organizador. Bajo su presión, el capitalismo financiero se transformó en una forma incluso superior: la forma del capitalismo de Estado».

La Internacional comunista partió pues, desde sus inicios, de una comprensión de que el desarrollo capitalista había alcanzado ya una extensión mundial, y que por tanto había topado ya con sus límites geográficos, iniciándose pues la era de su declive histórico. Esto pone en solfa a todos esos pensadores «modernos» que creen que la «globalización» es algo nuevo que, además, le conferiría al capitalismo un nuevo soplo de vida. Pero también es un recuerdo molesto para aquellos revolucionarios (en particular los de la tradición bordiguista) que se reclaman herederos de la Internacional comunista, pero que aún rechazan la noción de la decadencia capitalista como piedra angular de la política revolucionaria actual. Lo mismo sucede respecto al concepto del capitalismo de Estado, en cuya elaboración Bujarin tuvo también un papel clave, y sobre cuyo significado volveremos en esta serie sobre el comunismo. Aquí simplemente queremos dejar constancia de la importancia que le concedió la Internacional, hasta el extremo de incluirlo como rasgo fundamental de la nueva época.

Tras esa introducción general, la Plataforma se centra en las cuestiones capitales de la revolución proletaria: lo primero y principal: la conquista del poder político por la clase obrera; en segundo lugar la expropiación de la burguesía y la transformación económica de la sociedad. Sobre el primer punto, la Plataforma plantea las principales lecciones de la revolución de Octubre: la necesidad de una completa destrucción del viejo poder del Estado burgués, sustituyéndolo por la dictadura del proletariado organizada por medio de los soviets o consejos obreros. En esto, la Plataforma fue completada por las «Tesis sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado» escritas por Lenin y aprobadas por ese mismo congreso. La ruptura con la socialdemocracia, con su fetichismo sobre la democracia en general y el parlamentarismo burgués en particular se centró en torno a ese punto. En cuanto a la reivindicación del poder para los consejos obreros, era el simple pero irremplazable grito común del conjunto del movimiento internacional.

La parte sobre las medidas económicas es, lógicamente, más general, ya que, en aquel tiempo, sólo podía tener un sentido concreto en el caso de Rusia, pero, por otra parte, tampoco podía ser resuelto únicamente en Rusia. Planteaba eso sí las necesidades básicas de la transición hacia una sociedad comunista: la expropiación de las grandes empresas tanto privadas como estatales; los primeros pasos de la sustitución del mercado por la socialización de la producción, la paulatina integración de los pequeños productores en la producción socializada. En esta serie nuestra sobre el comunismo, examinaremos más adelante algunas de las dificultades y de los errores que fueron otras tantas trabas para los revolucionarios de esa época. Ello no obsta para ver que las medidas que se señalan en la Plataforma de la IC, constituyen, sin embargo, un punto de partida adecuado, y que sus debilidades hubieran podido ser superadas en el caso de un desa-rrollo victorioso de la revolución mundial.

El apartado «El camino a la victoria» es también muy general. Es muy explícito en cuanto a su insistencia en la necesidad del internacionalismo y del reagrupamiento internacional de las fuerzas revolucionarias, así como de una ruptura completa con los socialchovinistas y los kautskystas, en abierto contraste, por cierto, con la política oportunista del Frente único que imperó a partir de 1921. Sobre otras cuestiones sobre las que la IC expresó peligrosas confusiones (el parlamentarismo, la cuestión nacional, el sindicalismo) la Plataforma es extremadamente abierta. A decir verdad se menciona la posibilidad de utilizar el parlamento como una tribuna para la propaganda revolucionaria, pero sólo como una táctica subordinada a los métodos de la lucha de masas. En cuanto a la cuestión nacional no aparece mencionada en ningún punto, aunque en el Manifiesto del Congreso, la apreciación general es que la victoria de la revolución comunista en los países adelantados es la clave para la emancipación de las masas oprimidas en las colonias. Sobre la cuestión sindical, la apertura de la Plataforma es incluso más explícita, tal y como expone Bujarin en su presentación:

«Si hubiéramos escrito sólo para los rusos podríamos hablar del papel de los sindicatos en el proceso de reconstrucción revolucionaria. Sin embargo, a juzgar por la experiencia de los comunistas alemanes, esto resulta imposible ya que estos camaradas nos cuentan que allí, la posición que ocupan sus sindicatos es precisamente la contraria de la que ocupan los nuestros. En nuestro país los sindicatos juegan un papel vital en la organización del trabajo y constituyen un pilar del sistema soviético. En Alemania sucede todo lo contrario y esto fue debido, lógicamente, a que los sindicatos alemanes se encontraban en manos de los socialistas amarillos –los Legien y compañía– que dirigían su actividad contra los intereses del proletariado alemán. Eso continúa sucediendo aún hoy y por ello el proletariado en Alemania está disolviendo esos viejos sindicatos, levantando en su lugar nuevas organizaciones –los comités de fábrica y de planta– que intentan tomar el control de la producción en sus propias manos. Allí los sindicatos no juegan ya ningún papel positivo. No podemos, sin embargo, resolver esto de manera concreta y es por ello que decimos que, en términos generales, para gestionar las empresas deben crearse instituciones que dependan del proletariado, que estén estrechamente ligadas a la producción e insertadas en el proceso productivo».

Podemos no estar de acuerdo con algunas de las expresiones de Bujarin en este documento (en particular las que hacen mención al papel desempeñado por los sindicatos en Rusia), pero ese pasaje es muy revelador de la actitud receptiva de la Internacional en ese momento. Frente a las nuevas condiciones impuestas por la decadencia del capitalismo, la IC muestra una preocupación por expresar los nuevos métodos de lucha obrera adecuados a esa situación, y esto es una clara demostración de que su Plataforma fue el resultado del momento culminante de la oleada revolucionaria mundial, y que continúa siendo una referencia esencial para los revolucionarios de hoy.

CDW

Plataforma de la Internacional comunista

Las contradicciones del sistema mundial, antes ocultas en su seno, se revelaron con una fuerza inusitada en una formidable explosión: la gran guerra imperialista mundial.

El capitalismo intentó moderar su propia anarquía mediante la organización de la producción. En lugar de numerosas empresas competitivas se organizaron grandes asociaciones capitalistas (sindicatos, cárteles, trusts), el capital bancario se unió al capital industrial, toda la vida económica cayó bajo el poder de una oligarquía capitalista que, mediante una organización basada en ese poder, adquirió un dominio exclusivo. El monopolio suplanta a la libre competencia. El capitalista aislado se trasforma en miembro de una asociación capitalista. La organización reemplaza a la anarquía insensata.

Pero, en la misma medida en que, en los Estados considerados separadamente, los procedimientos anárquicos de la producción capitalista eran reemplazados por la organización capitalista, las contradicciones, la competencia,  la anarquía alcanzaban en la economía mundial una mayor acuidad. La lucha entre los mayores Estados conquistadores conducía inflexiblemente a la monstruosa guerra imperialista. La sed de beneficios impulsaba al capitalismo mundial a la lucha por la conquista de nuevos mercados, de nuevas fuentes de materia prima, de mano de obra barata de los esclavos coloniales. Los Estados imperialistas que se repartieron todo el mundo, que transformaron a millones de proletarios y de campesinos de Africa, Asia, América, Australia en bestias de carga, debían poner en evidencia tarde o temprano en un gigantesco conflicto la naturaleza anárquica del capital. Así se produjo el más grande de los crímenes: la guerra del bandolerismo mundial.

El capitalismo intentó superar las contradicciones de su estructura social. La sociedad burguesa es una sociedad de clase. Pero el capital de los grandes Estados «civilizados» se esforzó por ahogar las contradicciones sociales. A expensas de los pueblos coloniales a los que destruía, el capital compraba a sus esclavos asalariados, creando una comunidad de intereses entre los explotadores y los explotados, comunidad de intereses dirigida contra las colonias oprimidas y los pueblos coloniales amarillos, negros o rojos. Encadenaba al obrero europeo o americano a la «patria» imperialista.

Pero este mismo método de continua corrupción, originado por el patriotismo de la clase obrera y su sujeción moral, produjo, gracias a la guerra, su propia antítesis. El exterminio, la sujeción total del proletariado, un monstruoso yugo, el empobrecimiento, la degeneración, el hambre en el mundo entero, ese fue el último precio de la paz social. Y esta paz fracasó. La guerra imperialista se trasformó en guerra civil.

Una nueva época surge. Epoca de disgregación del capitalismo, de su hundimiento interior. Epoca de la revolución comunista del proletariado.

El sistema imperialista se desploma. Problemas en las colonias, agitación en las pequeñas naciones hasta el momento privadas de independencia, rebeliones del proletariado, revoluciones proletarias victoriosas en varios países, descomposición de los ejércitos imperialistas, incapacidad absoluta de las clases dirigentes de orientar en lo sucesivo los destinos de los pueblos, ese es el cuadro de la situación actual en el mundo entero.

La Humanidad, cuya cultura ha sido devastada totalmente, está amenazada de destrucción. Sólo hay una fuerza capaz de salvarla y esa fuerza es el proletariado. El antiguo «orden» capitalista ya no existe. No puede existir. El resultado final de los procedimientos capitalistas de producción es el caos, y ese caos sólo puede ser vencido por la mayor clase productora, la clase obrera. Ella es la que debe instituir el orden verdadero, el orden comunista. Debe quebrar la dominación del capital, imposibilitar las guerras, borrar las fronteras entre los Estados, trasformar el mundo en una vasta comunidad que trabaja para sí misma , realizar los principios de solidaridad fraternal y la liberación de los pueblos.

Mientras, el capital mundial se prepara para un último combate contra el proletariado. Bajo la cobertura de la Liga de las Naciones y de la charlatanería pacifista, hace sus últimos esfuerzos por reajustar las partes dispersas del sistema capitalista y dirigir sus fuerzas contra la revolución proletaria irresistiblemente desencadenada.

A este inmenso complot de las clases capitalistas, el proletariado debe responder con la conquista del poder político, volver ese poder contra sus propios enemigos, servirse de él como palanca para la transformación económica de la sociedad. La victoria definitiva del proletariado mundial marcará el comienzo de la historia de la humanidad liberada.

La conquista del poder político

La conquista del poder político por parte del proletariado significa el aniquilamiento del poder político de la burguesía. El aparato gubernamental con su ejército capitalista, ubicado bajo el mando de un cuerpo de oficiales burgueses y de junkers, con su policía, su gendarmería, sus carceleros y sus jueces, sus sacerdotes, sus funcionarios etc., es, en manos de la burguesía, el más poderoso instrumento de gobierno. La conquista del poder gubernamental no puede reducirse a un cambio de personas en la constitución  de los ministerios sino que debe significar el aniquilamiento de un aparato estatal extraño, la apropiación de la fuerza real, el desarme de la burguesía, del cuerpo de oficiales contrarrevolucionarios, de los guardias blancos, el armamento del proletariado, de los soldados revolucionarios y de la guardia roja obrera, la destitución de todos los jueces burgueses y la organización de los tribunales proletarios, la destrucción del funcionarismo reaccionario y la creación de nuevos órganos de administración proletarios. La victoria proletaria es asegurada por la desorganización del poder enemigo y la organización del poder proletario. Debe significar la ruina del aparato estatal burgués y la creación del aparato estatal proletario. Sólo después de la victoria total, cuando el proletariado haya roto definitivamente la resistencia de la burguesía, podrá obligar a sus antiguos adversarios a servirla útilmente, orientándolos progresivamente bajo su control, hacia la obra de construcción comunista.

Democracia y dictadura

Como todo Estado, el Estado proletario representa un aparato de coerción y este aparato está ahora dirigido contra los enemigos de la clase obrera. Su misión consiste en quebrar e imposibilitar la resistencia de los explotadores, que emplean en su lucha desesperada todos los medios para ahogar en sangre la revolución. Por otra parte, la dictadura del proletariado, al hacer oficialmente de esta clase la clase gobernante, crea una situación transitoria.

En la medida en que se logre quebrar la resistencia de la burguesía, ésta será expropiada y se trasformará en una masa trabajadora; la dictadura del proletariado desaparecerá, el Estado fenecerá y las clases sociales desaparecerán junto con él.

La llamada democracia, es decir la democracia burguesa, no es otra cosa que la dictadura burguesa disfrazada. La tan mentada «voluntad popular» es una ficción. al igual que la unidad del pueblo. En realidad, existen clases cuyos intereses contrarios son irreductibles. Y como la burguesía sólo es una minoría insignificante, utiliza esta ficción, esta pretendida «voluntad popular», con el fin de consolidar, en medio de bellas frases, su dominio sobre la clase obrera para imponerle la voluntad de su clase. Por el contrario, el proletariado, que constituye la gran mayoría de la población utiliza abiertamente la fuerza de sus organizaciones de masas, de sus soviets, para aniquilar los privilegios de la burguesía y asegurar la transición hacia una sociedad comunista sin clases.

La esencia de la democracia burguesa reside en un reconocimiento puramente formal de los derechos y de las libertades, precisamente inaccesibles al proletariado y a los elementos semiproletarios, a causa de la carencia de recursos materiales, mientras que la burguesía tiene todas las posibilidades de sacar partido de sus recursos materiales, de su prensa y de su organización, para engañar al pueblo. Por el contrario, la esencia del sistema de los soviets –de este nuevo tipo de poder gubernamental– consiste en que el proletariado obtiene la posibilidad de asegurar de hecho sus derechos y su libertad. El poder del soviet entrega al pueblo los más hermosos palacios, las casas, las tipografías, las reservas de papel etc., para su prensa, sus reuniones, sus sindicatos.  Sólo entonces es posible establecer la verdadera democracia proletaria.

Con su sistema parlamentario, la democracia burguesa sólo da el poder a las masas de palabra, y sus organizaciones están totalmente aisladas del poder real y de la verdadera administración del país. En el sistema de los soviets, las organizaciones de las masas gobiernan y por medio de ellas gobiernan las propias masas, ya que los soviets llaman a formar parte de la administración del Estado a un número cada vez mayor de obreros y de esta forma todo el pueblo obrero poco a poco participa efectivamente en el gobierno del Estado. El sistema de los soviets se apoya de este modo en todas las organizaciones de masas proletarias, representadas por los propios soviets, las uniones profesionales revolucionarias, las cooperativas etc.

La democracia burguesa y el parlamentarismo, por medio de la división de los poderes legislativo y ejecutivo y la ausencia del derecho de revocación de los diputados, termina por separar a las masas del Estado. Por el contrario el sistema de los soviets, mediante el derecho de revocación, la reunión de los poderes legislativo y ejecutivo y, consecuentemente, mediante la aptitud de los soviets para constituir colectividades de trabajo, vincula a las mismas con los órganos de las administraciones. Ese vínculo se consolida también por el hecho de que, en el sistema de los soviets, las elecciones no se realizan de acuerdo con las subdivisiones territoriales artificiales sino que coinciden con las unidades locales de la producción.

El sistema de los soviets asegura de tal modo la posibilidad de una verdadera democracia proletaria, democracia para el proletariado y en el proletariado, dirigida contra la burguesía. En ese sistema, se asegura una situación predominante al proletariado industrial, al que pertenece, debido a su mejor organización y su mayor desarrollo político, el papel de clase dirigente, cuya hegemonía permitirá al semiproletariado y a los campesinos pobres elevarse progresivamente. Esas superioridades momentáneas del proletariado industrial deben ser utilizadas para arrancar a las masas pobres de la pequeña burguesía campesina de la influencia de los grandes terratenientes y de la burguesía, para organizarlas y llamarlas a colaborar en la construcción comunista.

La expropiación de la burguesía
y la socialización de los medios de producción

La descomposición del sistema capitalista y de la disciplina capitalista del trabajo hacen imposible –dadas las relaciones entre las clases– la reconstrucción de la producción sobre las antiguas bases. La lucha de los obreros por el aumento de los salarios, aun en el caso de tener éxito, no implica el mejoramiento esperado de las condiciones de existencia, pues el aumento de los precios de los productos invalida inevitablemente ese éxito. La enérgica lucha de los obreros aumentos de salario en los países cuya situación no tiene evidentemente salida, imposibilitan la producción capitalista debido al carácter impetuoso y apasionado de esta lucha y su tendencia a la generalización. El mejoramiento de la condición de los obreros sólo podrá alcanzarse cuando el propio proletariado se apodere de la producción. Para elevar las fuerzas productoras de la economía, para quebrar lo más rápidamente posible la resistencia de la burguesía, que prolonga la agonía de la vieja sociedad creando por ello mismo el peligro de una ruina completa de la vida económica, la dictadura proletaria debe realizar la expropiación de la alta burguesía y de la nobleza y hacer de los medios de producción y de transporte la propiedad colectiva del Estado proletario.

El comunismo surge ahora de los escombros de la sociedad capitalista; la historia no dejará otra salida a la humanidad. Los oportunistas, en su deseo de retrasar la socialización por su utópica reivindicación del restablecimiento de la economía capitalista, no hacen sino aplazar la solución de la crisis y crear la amenaza de una ruina total, mientras que la revolución comunista aparece para la verdadera fuerza productora de la sociedad, es decir para el proletariado, y con él para toda la sociedad, como el mejor y más seguro medio de salvación.

La dictadura proletaria no significa ningún reparto de los medios de producción y de transporte. Por el contrario, su tarea es realizar una mayor centralización de los medios y la dirección de toda la producción de acuerdo con un plan único.

El primer paso hacia la socialización de toda la economía implica necesariamente las siguientes medidas: socialización de los grandes bancos que dirigen ahora la producción; posesión por parte del poder proletario de todos los órganos del Estado capitalista que rigen la vida económica; posesión de todas las empresas comunales; socialización de las ramas de la industria cuyo grado de concentración hace técnicamente posible la socialización; socialización de las propiedades agrícolas y su transformación en empresas agrícolas dirigidas por la sociedad.

En cuanto a las empresas de menor importancia, el proletariado debe, teniendo en cuenta su grado de desarrollo, socializarlas poco a poco.

Es importante, señalar aquí que la pequeña propiedad, no debe ser expropiada y que los pequeños propietarios que no explotan el trabajo de otros no deben sufrir ningún tipo de violencia. Esta clase será poco a poco atraída a la esfera de la organización social, mediante el ejemplo y la práctica que demostrarán la superioridad  de la nueva estructura social que libera a la clase de los pequeños campesinos y la pequeña burguesía del yugo de los grandes capitalistas, de toda la nobleza, de los impuestos excesivos (principalmente como consecuencia de la anulación de las deudas de Estado, etc.).

La tarea de la dictadura proletaria en el campo económico, es realizable en la medida en que el proletariado sepa crear órganos de dirección de la producción centralizada y realizar la gestión por medio de los propios obreros. Con este objeto será obligado a sacar partido de aquellas organizaciones de masas que estén vinculadas más estrechamente con el proceso de producción.

En el dominio del reparto, la dictadura proletaria debe realizar el remplazo del comercio por un justo reparto de los productos. Entre las medidas indispensables para alcanzar este objetivo señalamos: la socialización de las grandes empresas comerciales, la transmisión al proletariado de todos los organismos de reparto del Estado y de las municipalidades burguesas; el control de las grandes uniones cooperativas cuyo aparato organizativo tendrá todavía durante el período de transición una importancia económica considerable, la centralización progresiva de todos esos organismos y su transformación en un todo único para el reparto nacional de los productos.

Del mismo modo que en el campo de la producción, en el del reparto es importante utilizar a todos los técnicos y especialistas calificados, tan pronto corno su resistencia en el orden de lo político haya sido rota y estén en condiciones de servir, en lugar de al Capital, al nuevo sistema de producción.

El proletariado no tiene intención de oprimirlos. Por el contrario, sólo él les dará la posibilidad de desarrollar la actividad  creadora más potente. La dictadura proletaria reemplazará a la división del trabajo físico e intelectual, propio del capitalismo, mediante la unión del trabajo y la ciencia.

Simultáneamente con la expropiación de las fábricas, las minas, las propiedades, etc., el proletariado debe poner fin a la explotación de la población por parte de los capitalistas propietarios de inmuebles, pasar los locales de las grandes construcciones a los soviets obreros,  instalar a la población obrera en las residencias burguesas etc.

En el transcurso de esta gran transformación, el poder de los soviets debe por una parte, constituir un enorme aparato de gobierno cada vez más centralizado en su forma y además, debe convocar a un trabajo de dirección a sectores cada vez más vastos del pueblo trabajador.

El camino de la victoria

El período revolucionario exige que el proletariado ponga en práctica un método de lucha que concentre toda su energía, es decir la acción directa de las masas, incluyendo todas sus consecuencias: el choque directo y la guerra declarada contra la máquina gubernamental burguesa. A ese objetivo deben ser subordinados  todos los demás medios, tales como por ejemplo, la  utilización  revolucionaria del parlamentarismo burgués.

Las condiciones preliminares indispensables para esta lucha victoriosa son: la ruptura no solamente con los lacayos directos del capital y los verdugos de la revolución comunista –cuyo papel asumen actualmente los socialdemócratas de derecha– sino también la ruptura con el «Centro» (grupo Kautsky) que, en un momento crítico, abandona al proletariado y se une a sus enemigos declarados.

Por otra parte, es necesario realizar un bloque con aquellos elementos del movimiento obrero revolucionario que, aunque no hayan pertenecido antes al Partido socialista, se ubican ahora totalmente en el terreno de la dictadura proletaria bajo su forma sovietista es decir con los elementos correspondientes del sindicalismo.

El crecimiento del movimiento revolucionario en todos los países, el peligro para esta revolución de ser ahogada por la liga de los Estados burgueses, las tentativas de unión de los partidos traidores al socialismo (formación de la Internacional amarilla en Berna) con el objetivo de servir bajamente a la Liga de Wilson,  y finalmente la necesidad absoluta para el proletariado de coordinar sus esfuerzos, todo esto nos conduce inevitablemente a la creación de la Internacional comunista, verdaderamente revolucionaria y verdaderamente proletaria.

La Internacional que se revele capaz de subordinar los intereses llamados nacionales a los intereses de la revolución mundial logrará así la cooperación de los proletarios de los diferentes países, mientras que sin esta ayuda mutua económica, el proletariado no estará en condiciones de construir una nueva sociedad. Por otra parte, en oposición a la Internacional socialista amarilla, la Internacional sostendrá a los pueblos explotados de las colonias en su lucha contra el imperialismo, con el propósito de acelerar la caída final del sistema imperialista mundial

Los malhechores del capitalismo afirmaban al comienzo de la guerra mundial que no hacían sino defender su patria. Pero el imperialismo alemán reveló su naturaleza bestial a través de una serie de sangrientos crímenes cometidos en Rusia, Ucrania, Finlandia. Y ahora se revelan a su vez, aún a los ojos de los sectores más atrasados de la población, las potencias de la Entente que saquean el mundo entero y asesinan a1 proletariado. De acuerdo con la burguesía alemana y los socialpatriotas, con la palabra de Paz en los labios, se esfuerzan por aplastar con la ayuda de tanques y tropas coloniales ignorantes y bárbaras, la revolución del proletariado europeo. El terror blanco de los burgueses caníbales ha sido indescriptiblemente feroz. Las víctimas en las filas de la clase obrera son innumerables. La clase obrera ha perdido a sus mejores campeones: Liebchneck, Rosa Luxemburgo.

El proletariado debe defenderse por todos los medios. La Internacional comunista convoca al proletariado mundial  a esta lucha decisiva. ¡Arma contra arma! ¡Fuerza contra fuerza! ¡Abajo la conspiración imperialista del capital! ¡Viva la República internacional de los soviets proletarios!.

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