Submitted by Revista Interna... on
China, eslabón del imperialismo mundial, III
El maoísmo : un engendro burgués
Después de haber esbozado y diferenciado, tanto el periodo de la revolución proletaria en China
(1919-1927), como el de la contrarrevolución y guerra imperialista que le siguió (1927-1949) ([1]), y de haber mostrado que, tras la derrota de la clase obrera, la llamada «revolución popular china» no fue sino una mistificación elaborada por la burguesía con el objetivo de enrolar a las masas campesinas chinas en la guerra imperialista, quedan por exponer unos aspectos centrales de esa mistificación: el de Mao Tsetung como «líder revolucionario» y el maoísmo como una «teoría revolucionaria» y «desarrollo del marxismo». En este artículo nos proponemos, pues, mostrar al maoísmo como lo que realmente ha sido: una corriente ideológica y política burguesa más, surgida de lo más profundo del capitalismo decadente.
Contrarrevolución y guerra imperialista: las parteras del maoísmo
La corriente política de Mao Tsetung dentro del Partido comunista de China (PCCh) se originó en los años 30, en el periodo de la contrarrevolución y cuando el PCCh se había convertido ya en un organismo del capital, tras su derrota y destrucción física. Mao formó una de las tantas camarillas que se constituyeron, precisamente como producto de la degeneración del partido, para disputarse el control del mismo. Es decir, el origen del maoísmo nada tiene que ver con la revolución proletaria, si no es el hecho de que brota a partir de la contrarrevolución que la aplastó.
Por otra parte, Mao no toma el control del PCCh, y el maoísmo no se vuelve la «doctrina» oficial del mismo, sino hasta 1945, después de haber liquidado a la camarilla, hasta entonces dominante, de Wang Ming, en el tiempo en que el PCCh participa completamente en el siniestro juego de la guerra imperialista mundial. En este sentido, el ascenso de la camarilla de Mao Tsetung depende directamente de su complicidad con los grandes bandidos imperialistas.
Estas afirmaciones pueden sonar de lo más extraño a cualquiera que conozca la historia de China del siglo XX sólo a través de las obras de Mao, o que haya leído los manuales burgueses de historia de China. Lo que sucede es que Mao llevó a un extremo tal el arte de falsificar la historia de China y del PCCh (arte inspirado en el estalinismo, e iniciado desde 1928 por las camarillas que le precedieron), que hoy todavía el relato llano de los acontecimientos puede parecer un producto de la imaginación.
Esta inmensa labor de falsificación tiene como fundamento el carácter burgués y profundamente reaccionario de la ideología de Mao Tsetung. Al reescribir la historia, de tal manera que él mismo apareciera como el «líder» infalible y eterno del PCCh, a Mao le animaba no solamente el interés de reforzar su propio dominio político, sino que, en la base de este interés particular se encontraba el interés de clase de la burguesía, expresado tanto en el intento a largo plazo de borrar para siempre de la conciencia del proletariado las lecciones de su experiencia histórica revolucionaria de los años 20, como a corto plazo el de arrastrar a las masas obreras y campesinas a la carnicería imperialista que se preparaba. Ambos objetivos los cumplió perfectamente el maoísmo.
La contribución de Mao Tsetung a la liquidación del partido proletario
La mistificación tejida alrededor de Mao Tsetung se inicia desde el ocultamiento púdico de su oscuro origen político. A los historiadores maoístas les gusta repetir que Mao fue uno de los «fundadores» del PCCh, sin embargo, se muestran reacios a exponer su actividad política durante el periodo de ascenso de la lucha de la clase obrera. Tendrían que revelar que en ese tiempo, Mao Tsetung formaba parte del ala oportunista del Partido Comunista de China, la que seguía ciegamente las orientaciones del comité ejecutivo de la Internacional comunista en proceso de degeneración. Más específicamente, también tendrían que revelar que Mao fue parte del grupo del partido que ingresó en 1924 en el Comité ejecutivo del Kuomingtang, el partido nacional popular de la gran burguesía china, con el falaz argumento de que éste no era un partido burgués sino un «frente de clases».
En marzo de 1927, la víspera del aplastamiento sangriento de la insurrección de Shanghai a manos del ejército del Kuomingtang, mientras el ala revolucionaria del Partido comunista de China exigía desesperadamente el rompimiento de la alianza con el Kuomingtang, Mao Tsetung, unido al coro del oportunismo, seguía reivindicando las acciones del Kuomingtang y deseaba salud al carnicero Chiang Kai-chek ([2]).
Pocos meses después, Qu Qiubai, que había sido compañero de Mao en el Kuomingtang, fue nombrado dirigente del PCCh a instancias de los esbirros de Stalin recién llegados a China. La misión de Qu era descargar la responsabilidad del aplastamiento de la insurrección proletaria sobre los hombros de Chen Tusiu ([3]) (quien se había pasado a la oposición de izquierda de Trotski, y simbolizaba la corriente que luchaba contra las decisiones oportunistas de la Internacional), con la acusación de que éste ¡había caído en el oportunismo y subestimado el movimiento campesino!. El corolario de esta política fue la serie de desastrosas aventuras, durante la segunda mitad de 1927, que únicamente aceleraron la dispersión y aniquilamiento del Partido comunista de China, en el que Mao participó activamente.
Según la historia reescrita por Mao en 1945, él habría criticado la «línea oportunista de izquierda» de Qu. Lo cierto es que Mao Tsetung era partidario de la política de Qu Qiubai, como lo muestra su «Informe sobre Hunán» donde predice sin parpadear el «levantamiento como una tempestad de centenares de millones de campesinos». Esta predicción se concretó en la «revuelta de la cosecha de otoño», uno de los fiascos más significativos de la política «insurreccionista» de Qu Qiubai. Con el eje de la revolución –la clase obrera– quebrantado, las tentativas de levantar a los campesinos eran un verdadero crimen. Y así, el «levantamiento de cientos de miles de campesinos» de Hunán, se redujo a la grotesca y sangrienta aventura de no más de cinco mil campesinos y lumpenproletarios encabezados por Mao, la cual terminó con la huida de los sobrevivientes a las montañas y la remoción de aquél al Buró político del partido.
Así es como, en el periodo de la revolución proletaria, Mao Tsetung participó en la política del ala oportunista del PCCh, contribuyendo a la derrota de la clase obrera y al aniquilamiento del partido comunista en tanto que organización del proletariado.
La conversión del PCCH en un partido burgués y la creación de la camarilla de Mao
En los artículos anteriores señalamos cómo el Partido comunista de China fue exterminado física y políticamente por las fuerzas combinadas de la reacción china y el estalinismo. A partir de 1928 los obreros dejaron de militar en masa en él. En cambio, se empezó a formar el «ejército rojo» mediante el alistamiento creciente de campesinos y lumpenproletarios, en tanto que, de comunista, al partido sólo le quedó el nombre. En el PCCh no solamente empezaron a sobresalir los elementos que desde el principio habían estado más alejados de la clase obrera y más ligados al Kuomingtang, sino que en adelante fue alimentado por todo tipo de deyecciones reaccionarias: estalinistas adoctrinados en la URSS, generales del Kuomingtang, «señores de la guerra» en búsqueda de territorio, intelectuales patriotas y hasta nobles «sensatos» y grandes burgueses. Con esta plétora, el interior de este otro PCCh se volvió una guerra a muerte permanente entre camarillas disputándose el control del partido y del «ejército rojo».
Como ocurrió con todos los partidos de la Tercera internacional, la degeneración del Partido comunista de China y su conversión en un instrumento del capital, no solamente marcó el triunfo de la contrarrevolución, sino que a la vez se convirtió en una fuente de terrible confusión para la clase obrera respecto a la función y la vida interna de las organizaciones revolucionarias, confusión que los ideólogos de la burguesía no hicieron sino repercutir, amplificando este trabajo de mistificación. Así, todos los historiadores oficiales presentan al PCCh de 1928 en adelante como modelo de partido «comunista», si bien existe una división del trabajo entre, por una parte los defensores de la «democracia occidental», para quienes la guerra de camarillas en el PCCh es una «prueba» de la «sordidez», de la «turbiedad» de los comunistas, y de la invalidez del marxismo; y, de otra parte, los defensores del maoísmo, para quienes esa misma guerra clánica era una lucha entre la «línea eternamente correcta del genial presidente Mao». Ambos campos ideológicos, aparentemente opuestos, se reparten en realidad la faena para ir en el mismo sentido: identificar falazmente a las organizaciones revolucionarias del proletariado con lo contrario de éstas, es decir, con las organizaciones del capital que surgieron de la decadencia del capitalismo y de la contrarrevolución burguesa.
Lo cierto, es que Mao Tsetung habría de desplegar todas sus «potencialidades» solamente en el medio putrefacto del PCCh pasado a la burguesía. Ya desde su mítica «retirada» – huida desastrosa – a las montañas de Xikang, Mao ensayó los métodos de gángster que finalmente le llevarían al control del partido y del ejército. Primero, hizo un pacto de alianza con los jefes de los bandidos que controlaban la zona. Poco después, esos jefes fueron eliminados, y Mao tomó el control completo de la zona. Fue en este tiempo, en la inseparable compañía de Chu Te –un general enemigo de Chiang Kai-chek– cuando Mao empezó a cimentar su propia banda.
Por otra parte, Mao sabía agacharse temporalmente ante los rivales de mayor jerarquía, hasta que los podía superar. Cuando Qu Qiubai fue sustituido por Li Lisan, Mao se volvió contra Qu, en favor de la «línea» de Li Lisan, la cual, por lo demás, no era otra cosa que la continuación de la política aventurera «golpista» de su predecesor. La historia reescrita por Mao nos dice que éste se opuso rápidamente a Li Lisan. Pero en realidad, Mao participó plenamente en uno de los fracasados intentos, impulsados por la IC del « tercer periodo », por Bujarin (carta de la IC de octubre de 1929) y por Li Lisan a mediados de 1930, de «tomar las ciudades» utilizando a los «guerrilleros» del campo.
Fue solamente después, a finales de 1930, cuando Mao Tsetung cambió nuevamente de bando, cuando la camarilla encabezada por Wang Ming denominada «los estudiantes retornados» (retornados de Moscú en donde fueron formados dos años) o los «28 bolcheviques », inició una «limpieza» en el partido para tomar las riendas de éste, y Li Lisan fue destituido. Entonces ocurrió el obscuro «incidente de Futian»: Mao Tsetung realizó su segunda acción punitiva, esta vez de mayor envergadura, y ahora contra los miembros del propio PCCh que controlaban la región de Fujian, acusados según diversas versiones de ser seguidores de Li Lisan, de formar parte de una «Liga antibolchevique», o hasta ser miembros de un «Partido socialista». Los indicios más veraces de esta acción fueron dados a conocer en occidente sólo años después de la muerte de Mao. Una revista china de 1982, por ejemplo, refería que «la purga en Fujian occidental, que duró un año y dos meses e hizo estragos en toda el área soviética, comenzó en diciembre 1930 con el incidente de Futian. Un gran número de dirigentes y masas del partido fueron acusados de pertenecer al Partido socialdemócrata y perdieron la vida. El número llegó a cuatro mil o cinco mil. De hecho, no existía ningún partido socialdemócrata en el área...» ([4]).
Como pago por esa «purga», Mao Tsetung logró, en parte, congraciarse con la camarilla de los «estudiantes retornados» pues, aunque él también había sido acusado de seguir la «línea» de Li Lisan y «haber cometido excesos» en Fujián, a diferencia de otros no fue «liquidado» ni «deportado» como tantos. Y si bien fue depuesto de su mando militar, Mao fue nombrado a cambio, durante el pomposamente llamado «Primer congreso de los soviets» de China realizado a fines de 1931, «Presidente de los soviets», un cargo «administrativo» supeditado al grupo de Wang Ming.
En adelante, Mao buscaría, a la vez que consolidar su propia banda, dividir calladamente a la camarilla dominante de los «estudiantes retornados». Por lo pronto, Mao quedó supeditado a ésta, como lo muestra el hecho de que, en 1933, la alianza con el «régimen de Fujian» (formado por generales que se habían rebelado contra Chiang Kai-chek) propuesta por él, fuera rechazada por Wang Ming, para no perjudicar los tratos entre la URSS y Chiang Kai-chek, y que, meses después, Mao tuviera que retractarse públicamente de esa propuesta acusando a ese mismo régimen de «engañar al pueblo»([5]). Y como lo muestra también el hecho de que, a pesar de que Mao fuera ratificado como Presidente en 1934, Chang Wentian –miembro de la camarilla de «los estudiantes retornados» y Primer ministro de los «soviets»– era el verdadero hombre fuerte del Partido.
En la Larga marcha con la banda estalinista
La mistificación de la «Revolución popular china» siempre ha presentado a la Larga marcha como la más grande epopeya «antiimperialista» y «revolucionaria» de la historia. Ya hemos señalado que el verdadero propósito de la Larga marcha era transformar a las guerrillas campesinas, dispersas en una decena de regiones por toda China y orientadas más bien hacia luchas locales contra los terratenientes, en un ejército regular, centralizado, apto para la guerra de posiciones, que sirviera como instrumento de la política imperialista de la URSS.
Por otra parte, la mistificación nos dice que la Larga marcha fue una obra inspirada y dirigida por el Presidente Mao. Esto no fue realmente así. En primer lugar, en el periodo de preparación e inicio de la marcha, Mao Tsetung se hallaba enfermo y aislado políticamente por la banda de Wang, por lo cual no «inspiraba» nada. En segundo lugar, la Larga marcha no pudo ser «dirigida» por Mao, sencillamente porque en ese periodo no existía aún un mando concentrado del Ejército rojo (era lo que se intentaba crear), éste se hallaba formado por una decena de destacamentos dispersos, con dirigentes más o menos independientes. En todo caso, lo que daba cohesión al PCCh y al «Ejército rojo» en ese periodo era la política imperialista de la URSS, encarnada en la banda de los «estudiantes retornados», la cual basaba su fuerza en el apoyo político, diplomático y militar que recibía del régimen de Stalin.
Por último, la mistificación «enseña» que fue durante la Larga marcha cuando la «línea correcta» de Mao se elevó por encima de las «líneas incorrectas» de Wang Ming y Chang Kuotao. Lo cierto es que la concentración de las fuerzas del «Ejército rojo» agudizó las pugnas entre camarillas, por la disputa del mando central. Y también es cierto que, en esas pugnas, Mao escaló algunos puestos, si bien lo hizo aún a la sombra de la banda de Wang. Al respecto hay que señalar dos acontecimientos.
El primero, es la reunión de Tsunyi, de enero de 1935. A esta reunión los maoístas la llaman «histórica», porque se supone que a partir de allí Mao dirigiría al «Ejército rojo». La dichosa reunión fue en realidad una conspiración de las bandas del destacamento en que viajaba Mao, en la que se acordó el nombramiento de Chang Wentian (de la banda de los «estudiantes retornados») como secretario del partido, mientras que a Mao se le concedía la recuperación de su cargo anteriormente perdido en el comité militar. Estos nombramientos serían poco después cuestionados por una parte importante del partido, con el argumento de que la reunión de Tsunyi no había sido un congreso, y serían una de las causas de la escisión del PCCh.
El segundo acontecimiento sucedió a mediados de 1935, en la región de Sechuán, donde se habían concentrado varios destacamentos del «Ejército rojo». Fue aquí donde Mao Tsetung, respaldado por la banda de los «estudiantes retornados» intentó tomar el mando total del ejército, a lo cual se opuso Chang Kuotao, quien era otro viejo miembro del PCCh que había estado al frente de una «base roja» y que para entonces dirigía un destacamento mayor y mejor conservado que el de Mao y Chang Wentian. En agosto, la feroz disputa terminó con una escisión dentro del Partido y el Ejército, formándose dos Comités centrales. Chang Kuotao permaneció en la región de Sechuán con la mayor parte de las fuerzas que se habían concentrado allí. Incluso compañeros de Mao, como Liu Pocheng y Chu Te (su secuaz desde la huída a Chingkang) se pasaron al lado de Chang Kuotao. Entonces, Mao y Chang Wentian, con su disminuido destacamento salieron precipitadamente hacia la región norteña de Shensi, hacia la «base roja» de Yenán, la cual estaba señalada como el punto de concentración definitivo de los destacamentos del «Ejército rojo».
Al transcurrir los meses, la fuerzas que permanecieron en Sechuán quedaron aisladas y fueron paulatinamente diezmadas, lo que finalmente las obligaría a marchar también a Yenán. Esto sellaría el destino de Chang Kuotao: al llegar allí sería depuesto de sus cargos y, en 1938 se pasaría al Kuomingtang. De aquí, la mistificación maoísta hizo surgir la leyenda del «combate contra el traidor Chang Kuotao». A decir verdad, al cambiar de partido, lo único que hacía Chang Kuotao era salvar su propio pellejo de las purgas que Mao emprendería en Shensi. Pero, en cuanto a intereses de clase, entre Mao Tsetung y Chang Kuotao no había diferencia alguna, como no la había entre el PCCh y el Kuomingtang.
Hay que señalar también que fue durante la concentración de tropas en Sechuán cuando se publicó, haciendo eco a la política imperialista de la URSS proclamada por el séptimo congreso de la Internacional estalinizada, el llamado al frente unido nacional contra Japón, es decir, el llamado para que los explotados se subordinaran a los intereses de sus explotadores. Con ello, el PCCh no solamente reafirmaba su naturaleza burguesa, sino que se destacaba como uno de los mejores reclutadores de carne de cañón para la guerra imperialista.
El control de Yenan y la alianza con el Kuomingtang
Fue en Yenán, entre 1936 y 1945, durante la guerra contra Japón, cuando Mao, desplegando todos sus recursos de astucia, sus maniobras y purgas, se levantó con el control del PCCh y el «ejército rojo». En la guerra de facciones de Yenán pueden distinguirse tres fases que marcan el ascenso de Mao: primera, la de la eliminación del grupo fundador de la base de Yenán; después la de la consolidación de la banda de Mao y los primeros enfrentamientos abiertos contra la de Wang Ming; y, finalmente la de la eliminación de esta última.
El maoísmo glorificó la expansión del «ejército rojo» en la región de Shensi como producto de una lucha revolucionaria de los campesinos. Ya hemos dicho que en realidad esta expansión se basó, por una parte, en el método de alistamiento de los campesinos adoptado por el PCCh (la alianza de clases, en la que los campesinos obtenían una pequeña disminución de impuestos, tan pequeña que no disgustara a los terratenientes, a cambio de servir como carne de cañón) y, por otra parte, en la alianza con los «señores de la guerra» regionales y con el Kuomingtang mismo. Sobre este aspecto, son reveladores los acontecimientos de 1936, los cuales también enmarcan la liquidación de la antigua dirigencia de Yenán.
Cuando el destacamento de Mao Tsetung y Chang Wentian llegó a Yenán, en octubre de 1935, se encontró con otra lucha de facciones en el lugar. Liu Shidan, quien había fundado y dirigido la base desde principios de la década, había sido «purgado», torturado y encarcelado. El destacamento recién llegado inclinó la balanza a su favor, y Liu fue liberado, pero a cambio quedó subordinado a Mao y Chang Wentian.
A principios de 1936 los destacamentos de Liu Shidan recibieron la orden de iniciar una expedición al Este, hacia Shansi, teniendo que enfrentar a un poderoso «señor de la guerra» (Yan Jishan) y en seguida a las tropas de Chiang Kai-chek que llegaron a reforzarlo. La expedición fue derrotada y durante ella murió Liu Shidan. Poco después, salió otra expedición al Oeste que también fue derrotada. Estos acontecimientos, y en particular la muerte de Liu, permitieron a Mao y Chang Wentian tomar el control de la base de Yenán. Esto recuerda, aunque ahora en escala mayor, la manera en que Mao tomó el control de las montañas de Chingkang años antes: llegó con fuerzas maltrechas a una zona controlada por otros; formó una alianza con los jefes de esa zona; y, finalmente esos jefes fueron pretendidamente muertos «desafortunadamente», gracias a lo cual Mao logró tomar el control.
Mientras las expediciones al Este y Oeste eran derrotadas, Mao, por su parte, establecía una alianza con otro «señor de la guerra». Hacia el sur de Yenán, la región de Sian estaba controlada por el soldadote Yang Hucheng, quien había dado asilo al gobernador de Manchuria Chang Hsueliang junto con sus tropas, tras haber sido derrotado por los japoneses. Desde diciembre de 1935, Mao entró en contacto con Yang Hucheng y unos meses después estableció una pacto de no agresión con éste. Fue sobre la base de ese pacto que ocurrió el «incidente de Sian» a finales de 1936 que ya relatamos en la Revista internacional 84: Chiang Kai-chek fue hecho prisionero por Yang Hucheng y Chang Hsueliang, pero en lugar de ser enjuiciado por colaborar con los japoneses como querían éstos, bajo la presión de Stalin se aprovechó su captura para negociar una nueva alianza entre el PCCh y el Kuomingtang.
Los maoístas han tratado de ocultar el carácter de las alianzas del PCCh con los jefes de guerra y con el propio verdugo de Shangai, en las que participó Mao, como una «hábil maniobra» para aprovechar las divisiones en las clases dominantes. Es cierto que la burguesía tradicional, los terratenientes y los militaristas estaban divididos, pero no debido a intereses de clase diferentes, ni siquiera a que unos fueran «progresistas» y otros «reaccionarios» o, como decía Mao a que unos fueran «sensatos» y los otros no. Su división obedecía solamente a intereses particulares, pues a unos les convenía la unidad de China bajo el dominio de Japón porque así conservaban u obtenían poder regional, mientras que a los otros habiendo sido desplazados por los japoneses (como el señor de Manchuria por ejemplo), les convenía buscar el apoyo de las potencias antagónicas a Japón.
En este sentido, la alianza entre el PCCh y el Kuomingtang tuvo un evidente carácter de clase burgués, imperialista, concretándose de manera precisa, en un pacto de ayuda militar de la URSS al ejército de Chiang Kai-chek que incluyó cientos de aviones de caza y bombarderos y el establecimiento de una ruta con 200 camiones, que fue la principal fuente abastecimiento del Kuomingtang hasta 1941. A la vez, se estableció una zona propia para el PCCh, la «mítica» Shensí-Kansú-Ningsia, que tuvo su complemento en la integración de los destacamentos principales del «ejército rojo» (bajo el nombre de «octavo ejército» y «cuarto ejército») en el propio ejército de Chiang Kai-chek, y en la participación de una comisión del PCCh en el gobierno del Kuomingtang.
En el plano de la vida interna del PCCh, hay que señalar que los comisionados para negociar, y posteriormente participar en el gobierno de Chiang, representaban tanto a los «estudiantes retornados» (Po Ku, el mismo Wang Ming) como a la banda de Mao (Chou Enlai), reafirmándose que Mao aún no tenía el control del partido y el ejército, y que aún se mantenía, por lo menos exteriormente, del lado de los esbirros declarados de Stalin.
Le derrota de Wang Ming y el coqueteo con Estados Unidos
La pugna de Mao contra «los estudiantes retornados» no se manifestó abiertamente por primera vez hasta octubre de 1938, durante el pleno del comité central de PCCh. Mao aprovechó el fracaso en la defensa de Wuhan (sede del gobierno del Kuomingtang atacada por los japoneses) ordenada por Wang Ming, para cuestionar el mando de éste sobre el partido. Sin embargo, Mao Tsetung aún tuvo que aceptar la ratificación de Chang Wentian como «secretario general» y debió esperar dos años más para lanzar un ataque definitivo contra Wang Ming, cuando la guerra imperialista volcó la situación en el PCCh contra la banda de «los estudiantes retornados».
En efecto, a mediados de 1941, el ejército alemán invadió la URSS, y el régimen estalinista, para evitar abrir un nuevo frente de guerra por su retaguardia, prefirió firmar un pacto de no agresión con Japón. Esto trajo como consecuencia, por una parte, el cese de la ayuda militar de la URSS al Kuomingtang y, por otra, la paralización y caída política de la camarilla estalinista de Wang Ming dentro del PCCh, al quedar ésta desvalida y en una posición «colaboracionista». Pocos meses después, en diciembre, el ataque a Pearl Harbor marcó la entrada de Estados Unidos en la guerra contra Japón por el control de la región del Pacífico. Estos acontecimientos provocaron una fuerte oscilación, no sólo del Kuomingtang, sino también del PCCh, y en particular de la camarilla de Mao Tsetung, hacia los Estados Unidos.
De manera inmediata, Mao se abalanzó contra la camarilla de «los estudiantes retornados» y sus acólitos. Tal fue el fondo de la famosa «campaña de rectificación», una acción punitiva más, que duró desde 1942 hasta mediados de 1945. Mao comenzó atacando a los dirigentes del partido, especialmente a los «estudiantes retornados» como «dogmáticos incapaces de aplicar el marxismo en China». Aprovechando las rivalidades en el interior de la camarilla de Wang, Mao logró poner de su lado a algunos miembros de ella, como a Liu Chaichi a quien otorgó el puesto de secretario general del partido, y a Kang Cheng quien se convirtió en el inquisidor, el del « trabajo sucio », tal como le había correspondido al propio Mao en 1930, en Fujián.
Las publicaciones de la camarilla de Wang fueron suspendidas, y se permitieron sólo las que estaban bajo el control de Mao. Asimismo, la banda de Mao tomó el control de las escuelas del partido y de las lecturas de los militantes. La «purga» tomó fuerza, y hubo enjuiciamientos y persecuciones, que, desde Yenán, se extendieron a todo el partido y el ejército. Los «convencidos» (como Chou Enlai) quedaban subordinados a Mao. Los «recalcitrantes» eran, o desterrados a las zonas de guerra donde caían en manos de los japoneses, o directamente eliminados.
La purga alcanzó su apogeo en 1943, coincidiendo con la disolución oficial de la Internacional y la mediación de Estados Unidos entre el PCCh y el Kuomingtang. Se dice que, como producto de la «purga», fueron liquidadas entre 50 mil a 60 mil personas. Los miembros más prominentes de la banda de los «estudiantes retornados» quedaron eliminados: Chang Wentian fue expulsado de Yenán, Wang Ming estuvo a punto de morir envenenado, Po Ku perdió su posición y murió en 1946 en un «accidente aéreo»...
La «campaña de rectificación», corresponde, en el plano de la guerra, al viraje del PCCh hacia los Estados Unidos. Ya hemos abordado este aspecto en la Revista internacional nº 84. Aquí sólo hay que subrayar que fue precisamente Mao Tsetung, junto con su camarilla, quien impulsó dicho viraje, tal como queda descrito en la correspondencia oficial de la misión estadounidense asentada en Yenán en esos años ([6]), y que no es casual que el combate contra la camarilla estalinista coincida con el acercamiento a los Estados Unidos. Evidentemente, esto no hace de Mao Tsetung un «traidor al campo comunista» (como posteriormente le acusaría Wang Ming y la camarilla gobernante rusa), solamente es otra muestra del interés de clase burgués que le anima. Al igual que para Chiang Kai-chek, y para toda la burguesía china en general, para Mao Tsetung, su sobrevivencia era una cuestión de calcular fríamente a la sombra de cuál de las dos potencias imperialistas –la URSS o EUA– era más conveniente acogerse.
En este sentido, tampoco es casual que el tono de la «rectificación» se hubiera moderado al volverse evidente que la URSS triunfaría sobre Alemania. De hecho, la purga terminó «oficialmente» en abril de 1945, dos meses después de la firma del pacto de Yalta en el que, entre otras cosas, las potencias imperialistas «aliadas» decidieron que la URSS declarara la guerra a Japón y cuando ésta se disponía a invadir el norte de China. Fue por ello por lo que el PCCh tuvo que ponerse nuevamente bajo las órdenes de la URSS. La vuelta temporal de Mao al redil de Stalin no fue voluntaria, sino forzada por la repartición imperialista del mundo.
A pesar de todo, como resultado de la «rectificación», Mao Tsetung con su banda pudo finalmente tomar el control del PCCh y el ejército. Creó para sí el título de «presidente del partido» y proclamó que el «maoísmo» o «pensamiento Mao Tsetung» era «el marxismo aplicado a China». A partir de entonces los maoístas difundirían la mistificación según la cual Mao habría ascendido al mando debido a su genio teórico y estratégico y al «combate» contra todas las «líneas incorrectas». ¡Pura mentira! Al escucharles, Mao habría fundado el «Ejército rojo», elaborado la reforma agraria, dirigido triunfalmente la Larga marcha, establecido las «bases rojas»... Y fue así como Mao Tsetung, el taimado arribista, se elevó al rango de mesías.
El maoísmo: un arma ideológica del capital
Como «teoría», el maoísmo se impuso, pues, durante la guerra imperialista mundial, en el seno de un partido que, aunque se hacía llamar comunista, pertenecía ya al campo del capital. En sus orígenes, el maoísmo buscaba justificar, y con ello solidificar, la toma del control de todos los hilos de ese partido por parte de Mao Tsetung y su camarilla. Al mismo tiempo, el maoísmo tenía que justificar la participación del partido, junto con el Kuomingtang, la nobleza, los militaristas, la burguesía y las potencias imperialistas, en la guerra imperialista. Esto implicaba el ocultamiento de los verdaderos orígenes del PCCh, de tal manera que, desde el principio, el maoísmo constituyó no sólo una «interpretación» particular de la guerra de camarillas dentro del partido, sino también una tergiversación completa de la historia, tanto del propio PCCh, como de la lucha de clases. La derrota de la revolución proletaria y la degeneración del Partido comunista de China quedaron borradas, y la nueva existencia del PCCh como un instrumento del capital encontró su justificación «teórica» en el maoísmo.
Sobre la base de esa tergiversación, el maoísmo se alzó como otro más de los instrumentos de propaganda ideológica de la burguesía utilizados para, tras la bandera de la «defensa de la patria», enrolar a los trabajadores –principalmente a las masas campesinas– en la carnicería imperialista. Por último, cuando el PCCh tomó el poder, el maoísmo se convirtió en la «teoría» oficial del Estado «popular», esto es, en la tapadera de la forma del capitalismo de Estado que se instauró en China.
Por lo demás, aunque se revista con un lenguaje seudo marxista, el «pensamiento Mao Tsetung» nunca oculta que sus fuentes son otras tantas «teorías» pertenecientes al campo de la ideología burguesa.
Por una parte, ya desde la época en que participaba en la coalición del PCCh con el Kuomingtang, Mao consideraba que la lucha campesina debería supeditarse a los intereses de la burguesía nacional, representada por Sun Yatsen: «Derribar a las fuerzas feudales es el verdadero objetivo de la revolución nacional... los campesinos han realizado lo que el Dr. Sun Yatsen quiso pero no logró cumplir en los cuarenta años que consagró a la revolución nacional» ([7]). Posteriormente, las referencias a los principios de Sun estarían en el centro de la propaganda maoísta para enrolar a los campesinos en la guerra imperialista: «En lo que concierne al Partido Comunista, toda la política que ha seguido en estos diez años corresponde fundamentalmente al espíritu revolucionario de los Tres Principios del Pueblo y las Tres Grandes Políticas del Dr. Sun Yatsen» ([8]). «Nuestra propaganda debe hacerse conforme al siguiente programa: hacer realidad el Testamento del Dr. Sun Yatsen despertando a las masas populares para la resistencia común al Japón...» ([9]).
En el primer artículo de esta serie ya hemos aclarado que, durante los «cuarenta años que consagró a la revolución nacional», Sun Yatsen nunca dejó de buscar pactos y alianzas con las grandes potencias imperialistas, incluso con Japón, que el «nacionalismo revolucionario» de Sun Yatsen era una mistificación detrás de la que se escondían los intereses imperialistas de la burguesía china, y esto desde la época de la «revolución» de 1911. El maoísmo no hizo sino reapropiarse de esa mistificación, es decir, se apuntaló con los viejos temas ideológicos de la burguesía china.
Por otra parte, el «genial» «pensamiento Mao Tsetung» es, en gran medida, sólo un calco de los toscos manuales estalinistas oficiales de la época. Mao adula a Stalin como el «gran continuador del marxismo», tan sólo para retomar por su propia cuenta la brutal falsificación del marxismo llevada a cabo por Stalin y sus ideólogos. La pretendida «aplicación del marxismo a las condiciones de China» del maoísmo es sólo la «aplicación» de los temas de la ideología contrarrevolucionaria e igualmente imperialista del estalinismo.
Una falsificación completa del marxismo
Pasemos revista tan sólo a algunos de los aspectos esenciales de la supuesta «aplicación del marxismo» según el «pensamiento Mao Tsetung».
Sobre la revolución proletaria
Quien estudie la historia de China a través de las obras de Mao Tsetung jamás tendrá la menor idea de que la oleada de la revolución proletaria mundial iniciada en 1917 alcanzó también a China. El maoísmo (y tras éste, la historia oficial, maoísta y no maoísta) sepultó llana y completamente la historia de la revolución proletaria en China.
Cuando Mao menciona el movimiento obrero, es únicamente para asociarlo con la supuesta «revolución democrático-burguesa»: «La revolución de 1924-1927 tuvo lugar gracias a la cooperación de los dos partidos –el PCCh y el Kuomingang– sobre la base de un programa definido. En dos o tres años apenas, se lograron enormes éxitos en la revolución nacional... tales éxitos fueron la creación de la base de apoyo revolucionaria de Kuangtung y la victoria de la Expedición al Norte» ([10]).
Aquí, cada aseveración de Mao es una mentira: el periodo de 1924-1927, como ya hemos visto, se caracterizó no por una «revolución nacional», sino, ante todo, por el ascenso de la lucha revolucionaria de la clase obrera de las grandes ciudades chinas, hasta la insurrección contra la clase capitalista. La cooperación entre el PCCh y el Kuomingtang, es decir la subordinación oportunista del partido proletario a la burguesía, no produjo «enormes éxitos» sino derrotas trágicas para el proletariado. Finalmente, la «expedición al Norte» no fue una «victoria» de la revolución sino el movimiento envolvente de la burguesía para controlar las ciudades y aplastar al proletariado; la culminación «victoriosa» de esa expedición fue precisamente la masacre del proletariado a manos del Kuomingtang.
En una obra de 1926, en plena efervescencia del movimiento obrero, al hablar del proletariado, Mao no podía dejar de referirse a las entonces recientes «huelgas generales de Shanghai y Hongkong a raíz del incidente del 30 de mayo» ([11]). Sin embargo, en 1939, cuando el maoísmo estaba ya fermentando, el llamado «Movimiento del 30 de mayo de 1925», es reducido por Mao a una manifestación de la pequeña burguesía intelectual, y nunca menciona siquiera a la histórica insurrección de Shangai de marzo de 1927, en la cual participaron casi un millón de trabajadores ([12]).
El haber enterrado metódicamente toda la experiencia, de importancia histórica y mundial, del movimiento de la clase obrera en China, es uno des los aspectos esenciales de la contribución «original» del maoísmo a la ideología burguesa, al oscurecimiento de la conciencia de clase del proletariado; aunque, por supuesto, no es la única.
El internacionalismo
Es este uno de los principios que fundamentan la lucha histórica de la clase obrera, y por ello mismo uno de los principios de base del marxismo, el cual contiene la destrucción de los Estados capitalistas, la superación de las barreras nacionales impuestas por la sociedad burguesa. «El internacionalismo ha sido una de las piedras angulares del comunismo. Desde 1848 quedó bien afirmado en el movimiento obrero que los obreros no tienen patria... si el capitalismo encontró el marco para su desarrollo en las naciones, el comunismo sólo podrá instaurarse a escala mundial. La revolución proletaria destruirá las naciones» (Introducción a nuestro folleto Nación o Clase).
Pues bien, en boca de Mao, este principio se convierte precisamente en lo contrario, en la defensa de la nación burguesa. Según Mao el internacionalismo es idéntico al patriotismo: «¿Puede un comunista, que es internacionalista, ser al mismo tiempo patriota? Sostenemos que no sólo puede, sino que debe serlo... en las guerras de liberación nacional el patriotismo es la aplicación del internacionalismo... Somos a la vez internacionalistas y patriotas, y nuestra consigna es “luchar contra el agresor en defensa de la patria”»([13]).
Recordemos, de paso, que la supuesta «guerra de liberación nacional» de la que habla Mao aquí, no es sino la segunda guerra mundial. Así que, al enrolamiento de los trabajadores para la guerra imperialista se le llama una ¡«aplicación del internacionalismo»! Fue detrás de mistificaciones tan monstruosas como ésta, que la burguesía arrastró a los trabajadores a masacrarse entre sí.
En este caso, Mao Tsetung ni siquiera tiene el mérito de haber formulado por primera vez la ingeniosa frase de que «un internacionalista puede ser al mismo tiempo patriota», pues tan sólo retoma el discurso de Dimitrov, uno de los ideólogos al servicio de Stalin: «El internacionalismo proletario debe, pudiéramos decirlo así, “aclimatarse” en cada país... Las “formas nacionales” de la lucha proletaria no contradicen el internacionalismo proletario... la revolución socialista significará la salvación de la nación» ([14]); quien, a su vez, emula las declaraciones de los socialtraidores, estilo Kautsky, que empujaron al proletariado a la primera carnicería imperialista mundial de 1914: «Todos tienen el derecho y la obligación de defender su patria; el verdadero internacionalismo consiste en reconocer este derecho para los socialistas de todas las naciones» ([15]). Así que, sobre este aspecto, sí debemos reconocer una evidente continuidad del maoísmo, aunque no con el marxismo, sino con todas las «teorías» que lo han deformado para servicio de la burguesía.
La lucha de clases
Hemos mencionado que, en sus obras, Mao enterró la experiencia del movimiento obrero. Es cierto que habla constantemente de la «dirección del proletariado en la revolución».
Pero el aspecto más importante del «pensamiento Mao Tsetung» sobre la lucha de clases es el que remarca que los intereses de las clases explotadas deben subordinarse a los de las clases explotadoras: «Es un principio establecido que, en la Guerra de Resistencia contra el Japón, todo debe estar subordinado a los intereses de ésta. Por consiguiente, los intereses de la lucha de clases deben estar subordinados a los intereses de la Guerra de Resistencia, y no en conflicto con ellos... hay que aplicar una política apropiada de reajuste de las relaciones entre las clases, una política que, por una parte, no deje a las masas trabajadoras sin garantías políticas y materiales, y, por la otra, tenga en cuenta también los intereses de los ricos » ([16]).
Tal es el discurso de Mao Tsetung, el de un funcionario burgués clásico, que detrás de las promesas de «garantías políticas y materiales», exige los mayores sacrificios, aún la vida, a los trabajadores, en aras del «interés nacional», es decir, en aras del interés de la clase capitalista. La única peculiaridad es el cinismo con el que el maoísmo califica a esos argumentos como un «desarrollo del marxismo».
El Estado
El famoso «desarrollo del marxismo» a cargo del maoísmo sería entonces la «teoría» de la «nueva democracia», «la vía revolucionaria» para los países subdesarrollados. Según ésta teoría «la revolución de nueva democracia... no conduce a la dictadura de la burguesía, sino a la dictadura de frente único de las diversas clases revolucionarias bajo la dirección del proletariado... también difiere de la revolución socialista; sólo procura derrocar la dominación de los imperialistas, los colaboracionistas y los reaccionarios en China, pero no elimina a ningún sector del capitalismo que pueda contribuir a la lucha antiimperialista y antifeudal».
Mao habría descubierto una nueva forma de Estado, en la que no dominaría una clase particular, sino que sería un frente o una alianza de clases. Esto puede ser una nueva formulación de la vieja teoría de la colaboración de clases, pero nada tiene que ver con el marxismo. La «teoría» de la «nueva democracia» es sólo una nueva edición de la gastada «democracia» burguesa que pretende ser el gobierno «de todo el pueblo», es decir de todas las clases, con la única diferencia de que Mao le llama «frente de diversas clases», y el propio Mao lo reconoce así: «La revolución de nueva democracia coincide en lo esencial con la revolución preconizada por Sun Yatsen con sus Tres Principios del Pueblo... Sun Yatsen declaraba: “En los Estados modernos, el llamado sistema democrático está en general monopolizado por la burguesía y se ha convertido simplemente en un instrumento de opresión contra la gente sencilla. En cambio, según el Principio de la Democracia sostenido por el Kuomingtang, el sistema democrático es un bien común de toda la gente sencilla y no se permite que sea propiedad exclusiva de unos pocos”» ([17]).
En la práctica, la teoría de la «nueva democracia» sirvió como medio de subordinar a las poblaciones mayoritariamente campesinas en las zonas controladas por el PCCh. Posteriormente, fue también la tapadera ideológica de la forma del capitalismo de Estado que se instauró en China cuando el PCCh tomó el poder.
El método materialista dialéctico
Durante décadas, las obras «filosóficas» de Mao han sido divulgadas en los círculos universitarios como «filosofía marxista». Sin embargo, la filosofía de Mao –a pesar del lenguaje pseudomarxista que maneja– no sólo no tiene nada que ver con el método marxista, sino que le es completamente antagónico. La filosofía de Mao Tsetung, inspirada en los manualitos estalinistas de la época, no es sino un medio para justificar las contorsiones políticas de su creador.
Para dar tan sólo un ejemplo, la retórica embrollada de Mao sobre «las contradicciones» se puede resumir en lo siguiente: «En el proceso de desarrollo de una cosa compleja hay muchas contradicciones y, de ellas, una es necesariamente la principal, cuya existencia y desarrollo determina o influye en la existencia y desarrollo de las demás contradicciones... En un país semicolonial como China, la relación entre la contradicción principal y las contradicciones no principales ofrece un cuadro complejo. Cuando el imperialismo desata una guerra de agresión contra un país así, las diferentes clases de éste, excepto un pequeño número de traidores, pueden unirse temporalmente en una guerra nacional contra el imperialismo. Entonces, la contradicción entre el imperialismo y el país en cuestión pasa a ser la contradicción principal, mientras todas las contradicciones entre las diferentes clases dentro del país (...) quedan relegadas temporalmente a una posición secundaria y subordinada (...) tal es también el caso de la actual guerra chino-japonesa».
En otros términos, la «teoría» maoísta de las «muchas contradicciones que cambian de lugar», quiere decir, sencillamente que el proletariado puede y debe supeditar su lucha de clase contra la burguesía en aras del «interés nacional»; que las clases antagónicas se pueden y se deben «unir» en aras de la guerra imperialista; que las clases explotadas pueden y deben subordinarse a los intereses de sus explotadores. ¡No es por nada si la burguesía se ha encargado de difundir en las universidades la filosofía maoísta a título de «marxismo»!
En suma: el maoísmo no tiene nada que ver, pues, ni con la lucha, ni con la conciencia, ni con las organizaciones revolucionarias de la clase obrera. No tiene nada que ver con el marxismo, no es ni «parte» ni «tendencia» ni «desarrollo» de éste como tampoco lo es de la teoría revolucionaria del proletariado. Por el contrario, el contenido del maoísmo es una falsificación completa del marxismo, su función es enterrar todos los principios revolucionarios, obscurecer la conciencia de clase del proletariado y sustituirla con la más tosca ideología nacionalista. Como «teoría», el maoísmo es sólo una de las formas que adoptó la ideología burguesa de la época de la decadencia del capitalismo, durante el periodo de la contrarrevolución y la guerra imperialista.
Ldo.
[1] Ver Revista internacional nº 81 y 84. [En estos artículos, los nombres propios chinos están transcritos al antiguo modo, el de antes de 1979].
[2] Informe sobre una encuesta del movimiento campesino de Hunán, Mao Tsetung, marzo de 1927.
[3] Vease cuadro a final del artículo.
[4] Citado por Lazlo Ladany, The Communist Party of China and Marxism, Hurst & Co., 1992, traducido por nosotros.
[5] Discurso de Mao durante el IIº congreso de los "soviets chinos", publicado en Japón. Citado por Lazlo Ladany, op. cit.
[6] Lost chance in China. The World War II despatches of John S. Service, JW Esherick (editor), Vintage Books, 1974.
[7] Informe sobre una encuesta del movimiento campesino de Hunán, Mao Tsetung, marzo de 1927.
[8] Las tareas urgentes tras el establecimiento de la cooperación entre el Kuomingtang y el Partido comunista, Mao Tsetung, setiembre de 1927.
[9] Problemas tácticos actuales en el frente único antijaponés, Mao Tsetung, setiembre de 1937.
[10] Ver el primer artículo de esta serie, Revista internacional nº 81.
[11] Análisis de las clases en la sociedad china, marzo de 1926.
[12] La revolución china y el PCCh, Mao Tsetung, diciembre de 1939.
[13] El papel del Partido comunista de China en la guerra nacional. Mao Tsetung, octubre 1938
[14] Informe presentado por Georgi Dimítrov, agosto 1935. En «Fascismo, democracia y frente popular. VIIº Congreso de la Internacional comunista». Cuadernos de Pasado y Presente 76, México: 1984.
[15] Citado por Lenin en El fracaso de la Segunda internacional, septiembre de 1915.
[16] El papel del PCCh en la guerra nacional, op.cit.
[17] La revolución china y el PCCh, op.cit.