Polémica: hacia los orígenes de la CCI y del BIPR, II - La formación del Partito comunista internazionalista

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En el número anterior de la Revista internacional publicamos la primera parte de este artículo, respuesta a la polémica «Las raíces políticas de los problemas organizativos de la CCI» aparecido en el nº 15 de Internationalist Communist, publicación en inglés de Buró internacional para el Partido revolucionario (BIPR), formado por la Communist workers’ organisation (CWO) y el Partito comunista internazionalista (PCint). En esa primera parte, después de rectificar una serie de afirmaciones del BIPR

que demuestran un desconocimiento de nuestras posiciones, volvíamos a la historia de la Fracción italiana de la Izquierda comunista internacional, corriente política de la que se reivindican tanto el BIPR como la CCI. Pusimos especialmente de relieve que el antepasado de la CCI, la Izquierda comunista de Francia (Gauche communiste de France, GCF), era bastante más que un «grupo minúsculo» como así lo califica el BIPR; era, en realidad, la verdadera heredera política de la Fracción italiana al haberse formado sobre las adquisiciones de ésta. Y son esas adquisiciones las que precisamente el PCInt dejó de lado e incluso las rechazó totalmente en el momento de la formación, en 1943, y más todavía en su Congreso fundacional de finales de 1945. Esto es lo que vamos a evidenciar en esta segunda parte del artículo.

Para los comunistas, estudiar la historia del movimiento obrero y de sus organizaciones no tiene nada que ver con un prurito académico. Es, al contrario, el medio indispensable que les permite fundar un programa sólido, orientarse en la situación presente y establecer con claridad las perspectivas del porvenir. El examen de las experiencias pasadas de la clase obrera debe permitir verificar la validez de las posiciones que fueron defendidas en su tiempo por las organizaciones políticas y sacar lecciones de ellas.

Los revolucionarios de una época no se ponen de jueces de sus mayores. Pero sí deben ser capaces de poner en evidencia tanto las posiciones justas como los errores de las organizaciones del pasado, del mismo modo que deben saber reconocer el momento en que una posición correcta en determinado contexto histórico se vuelve caduca cuando cambian las condiciones históricas. Si no, tendrán las mayores dificultades para asumir su responsabilidad, condenadas a repetir los errores del pasado o a mantener una posición anacrónica.

Ese enfoque es el abecé de una organización revolucionaria. El BIPR, si nos referimos al artículo citado, comparte ese enfoque y nosotros consideramos muy positivo que esa organización haya abordado, entre otros temas, la cuestión de sus propios orígenes históricos (o más bien los del PCInt) como también los de la CCI. Nos parece que para comprender los desacuerdos entre ambas organizaciones hay que partir del examen de sus historias respectivas. Por eso nuestra respuesta a la polémica del BIPR se concentra en ese tema. Ya empezamos a hacerlo en la primera parte de este artículo sobre la Fracción italiana y la GCF. Se trata ahora de remontar a la historia del PCInt.

En realidad, uno de los puntos importantes que deben establecerse aquí es el siguiente: ¿puede considerarse, como dice el PCInt, que «el PCInt fue la creación de la clase obrera revolucionaria que había alcanzado mayor éxito desde la Revolución rusa»? ([1]). Si así fuera, habría que considerar la acción del PCInt como ejemplar y fuente de inspiración para las organizaciones comunistas de hoy y de mañana. Lo que se plantea es lo siguiente: ¿cómo y con qué debe medirse el éxito de una organización revolucionaria? La respuesta se impone: si ha cumplido con las tareas que le incumben en el período histórico en el que ha actuado. Por eso, los criterios del «éxito» que se seleccionen son ya significativos de cómo se concibe el papel y la responsabilidad de la organización de la vanguardia del proletariado.

Los criterios del «éxito» de una organización revolucionaria

Una organización revolucionaria es la expresión y a la vez factor activo del proceso de toma de conciencia que debe llevar al proletariado a asumir la tarea histórica de derrocamiento del capitalismo e instauración del comunismo. La organización es por lo tanto un instrumento indispensable del proletariado en el momento del salto histórico que representa su revolución comunista. Cuando una organización revolucionaria está confrontada a esa situación particular, como así fue con los partidos comunistas a partir de 1917 y a principios de los años 20, el criterio decisivo con el que debe apreciarse su acción es su capacidad para unificar en torno a ella y al programa comunista que defiende, a las grandes masas obreras, sujeto de la revolución. Por ello, puede decirse que el Partido bolchevique cumplió plenamente su tarea en 1917, y no sólo respecto a Rusia sino a la revolución mundial ya que fue él el principal inspirador en el programa y en la constitución de la Internacional comunista fundada en 1919. De febrero a octubre de 1917, su capacidad para vincularse a las masas en plena efervescencia revolucionaria, para proponer, en cada momento del proceso de maduración de la revolución, las consignas más adaptadas a la vez que mantenía la mayor intransigencia ante el oportunismo, fue un factor incontestable de su «éxito».

El papel de las organizaciones comunistas no se limita, sin embargo, a los períodos revolucionarios. Si así fuera, sólo habría habido organizaciones comunistas en el período entre 1917 y 1923 y cabría preguntarse qué sentido tendría la existencia del BIPR y de la CCI hoy. Está claro que, fuera de los períodos directamente revolucionarios, las organizaciones comunistas tienen el papel de preparar la revolución, o sea, contribuir lo mejor posible al desarrollo de su condición esencial: la toma de conciencia por el conjunto del proletariado de sus objetivos históricos y de los medios que emplear para alcanzarlos. Esto significa, en primer lugar, que la función permanente de las organizaciones comunistas (que es pues también la suya en los períodos revolucionarios) es definir lo más clara y coherentemente el programa del proletariado. Esto significa, en segundo lugar y en relación directa con la primera función, preparar política y organizativamente el partido que deberá encontrarse a la cabeza del proletariado en el momento de la revolución. Y eso exige en particular una intervención permanente en la clase, en función de los medios de la organización, para así ganar para las posiciones comunistas a quienes intentan romper con el dominio ideológico de la burguesía y de sus partidos.

Volviendo a eso de «la creación de la clase obrera revolucionaria que había alcanzado mayor éxito desde la Revolución rusa» o sea el PCInt (según la afirmación del BIPR), cabe plantearse la pregunta: ¿de qué «éxito» se trata?

¿Desempeñó un papel decisivo en la acción del proletariado durante un período revolucionario como la había hecho el Partido bolchevique en 1917?

¿Aportó contribuciones de primer plano en la elaboración del programa comunista, siguiendo el ejemplo, entre otros, de la Fracción italiana de la Izquierda comunista, de la que el PCInt se reivindica?

¿Puso sólidos cimientos organizativos de importancia en los que podría basarse la fundación del futuro partido comunista mundial, vanguardia de la revolución proletaria venidera?

Vamos a empezar respondiendo a esta última pregunta. En una carta del 9 de junio de 1980 dirigida por la CCI al PCInt, justo después del fracaso de la Tercera conferencia de los grupos de la Izquierda comunista, escribíamos: «¿Cómo explicáis vosotros (...) que vuestra organización, desarrollada ya en el momento de la reanudación de la clase en 1968, no sacara provecho de esa reanudación para extenderse a nivel internacional, mientras que la nuestra, prácticamente inexistente en 1968, ha multiplicado sus fuerzas y se ha implantado en diez países?».

La pregunta que formulábamos entonces sigue vigente hoy. Desde entonces, el PCInt ha logrado ampliarse internacionalmente mediante la formación del BIPR, junto con la CWO (que ha adoptado, en lo esencial, sus posiciones y análisis políticos) ([2]). Pero debe reconocerse que el balance del PCInt, tras más de medio siglo de existencia, es bastante modesto. La CCI ha puesto siempre de relieve, lamentándola, la debilidad numérica extrema y el reducido impacto de las organizaciones comunistas, incluida la nuestra, en el período actual. No es nuestro estilo el de andar echando faroles o el de autoproclamarnos «verdadero estado mayor del proletariado». Dejamos a los demás grupos esa manía de tomarse por el «auténtico Napoleón» y andar proclamándolo. Dicho lo cual, apoyándose en ese criterio del «éxito», el de la «minúscula GCF», aunque dejara de existir en 1952, es mucho más satisfactorio que el del PCInt. Con secciones o núcleos en 13 países, 11 publicaciones territoriales en 7 lenguas diferentes (y entre ellas las más extendidas en los países industrializados: inglés, alemán, español y francés), una revista teórica trimestral en tres idiomas, la CCI, que se formó en base a las posiciones y análisis políticos de la GCF, es hoy, sin lugar a dudas, la organización política más importante de la Izquierda comunista. El BIPR podrá, claro está, considerar que el «éxito» actual de los herederos de la GCF, comparado con el del PCInt, sería la prueba de la debilidad de la clase obrera. Cuando ésta haya desarrollado mucho más sus combates y su conciencia, reconocerá la validez de las posiciones y las consignas del BIPR y se agrupará mucho más masivamente en torno a él. Cada uno se consuela como puede.

Así, cuando el BIPR usa el superlativo absoluto del «éxito» del PCInt, no se puede tratar (a no ser que se refugie en especulaciones sobre lo que será el PCInt en el futuro) de su capacidad para poner las bases organizativas del futuro partido mundial.

Nos vemos obligados a usar otro criterio: ¿aportó el PCInt de 1945-46 (o sea cuando adopta su primera plataforma) contribuciones de primer plano a la elaboración del programa comunista?

No vamos aquí a pasar revista a todas las posiciones políticas de esa plataforma, la cual, es cierto, contiene aspectos excelentes. Sólo vamos a evocar ahora algunos puntos programáticos, importantísimos ya en aquella época, para los que no se encuentra en la plataforma una gran claridad. Se trata de la naturaleza de la URSS, del carácter de las luchas llamadas de «liberación nacional y colonial» y de la cuestión sindical.

La plataforma actual del BIPR es clara sobre la naturaleza capitalista de la sociedad que ha existido en Rusia hasta 1990, sobre el papel de los sindicatos como instrumentos de la preservación del orden burgués que el proletariado no podrá nunca y de ninguna manera «reconquistar», y sobre el carácter contrarrevolucionario de las luchas nacionales. Sin embargo, esta claridad no existe en la plataforma de 1945 en la que la URSS era todavía considerada como «Estado proletario», en la que la clase obrera era llamada a apoyar ciertas luchas nacionales o coloniales y en la que se consideraba a los sindicatos como organizaciones que el proletariado podría «reconquistar», en particular gracias a la creación, bajo la batuta del PCInt, de minorías candidatas a su dirección ([3]). Hay que precisar que en ese mismo momento, la GCF ya había cuestionado el viejo análisis de la Izquierda italiana sobre la naturaleza proletaria de los sindicatos y ya había comprendido que la clase obrera ya no podría, en ningún modo, reconquistar esos órganos. Del igual modo, el análisis sobre la naturaleza capitalista de la URSS ya había sido elaborado durante la guerra por la Fracción italiana reconstituida en torno al núcleo de Marsella. En fin, la naturaleza contrarrevolucionaria de las luchas nacionales, el que ya sólo fueran otros tantos momentos de los enfrentamientos imperialistas entre grandes potencias, era ya algo claramente definido por la Fracción en los años 30. Por todo eso, nosotros confirmamos lo que ya dijo la GCF sobre el PCInt en 1946 y que tanto enfada al BIPR cuando se queja de que «la GCF afirmaba que el PCInt no significaba avance alguno con relación a la vieja Fracción de la Izquierda comunista que se había exiliado en Francia durante la dictadura de Mussolini». En lo que a claridad programática se refiere, lo hechos hablan por si solos([4]).

No puede, pues, afirmarse que las posiciones programáticas del PCInt de 1945 formen parte del «éxito» pues buena parte de entre ellas tuvieron que ser revisadas después, sobre todo en 1952, en el congreso que conoció la escisión de la tendencia de Bordiga, y después también. Si el BIPR nos disculpa la ironía, podríamos decir que algunas de sus posiciones actuales están más inspiradas en las de la GCF que en las del PCInt de 1945. ¿Dónde estriba pues el «gran éxito» de esta organización? Sólo queda ya la fuerza numérica y el impacto que pudiera haber tenido en un momento dado de la historia.

Efectivamente, el PCInt contó, entre 1945 y 1947, con cerca de 3000 miembros y una cantidad significativa de obreros que se reconocían en él. O sea que esta organización pudo haber desempeñado un papel significativo en acontecimientos históricos llevándolos por el camino de la revolución proletaria, aunque esto, en fin de cuentas, no ocurrió. Es evidente que no se trata aquí, ni mucho menos, de echarle en cara al PCInt el haber incumplido su responsabilidad ante una situación revolucionaria, pues tal situación no existía en 1945. Pero ahí es precisamente donde duele. Como dice el artículo del BIPR, el PCInt apostaba: «por una combatividad obrera no limitada al norte de Italia al final de la guerra». De hecho, el PCInt se formó en 1943 basándose en un resurgir de los combates de clase en el norte de Italia apostando por el hecho de que esos combates iban a ser los primeros de una nueva oleada revolucionaria que surgiría de la guerra como había ocurrido durante el primer conflicto mundial. La historia se encargaría de desmentir esa perspectiva. Pero en 1943 era perfectamente legítimo planteársela ([5]). Al fin y al cabo, la Internacional comunista y la mayoría de los partidos comunistas, y entre ellos el italiano, se habían formado cuando ya la oleada revolucionaria iniciada en 1917 estaba declinando tras el trágico aplastamiento del proletariado alemán en enero de 1919. Pero los revolucionarios de entonces no tenían todavía conciencia de ese retroceso (y es precisamente uno de los méritos de la Izquierda italiana el haber sido una de las primeras corrientes en constatar esa inversión en la relación de fuerzas entre burguesía y proletariado). Sin embargo, cuando se verificó la Conferencia de finales de 1945-principios del 46, la guerra ya había terminado y las reacciones proletarias por ella engendradas en 1943 habían quedado ahogadas gracias a una sistemática política preventiva de la burguesía ([6]). A pesar de ello, el PCInt no cuestionó su política anterior (aunque se alzaron algunas voces en la Conferencia constatando el reforzamiento del control burgués sobre la clase obrera). Lo que era un error normal en 1943 lo era mucho menos a finales de 1945. El PCInt, sin embargo, siguió por el mismo camino y ya nunca pondrá en entredicho la validez de la formación del Partido en 1943.

Pero lo más grave para el PCInt no es el error de apreciación del período histórico y la dificultad para reconocerlo. Más catastrófico todavía fue el modo con el que se desarrolló el PCInt y las posiciones que tuvo que adoptar para ello, sobre todo porque intentó «adaptarse» a las ilusiones crecientes de una clase obrera en retroceso.

La formación del PCInt

Cuando se formó el PCInt en 1943, se reivindicaba de las posiciones políticas elaboradas por la Fracción italiana de la Izquierda comunista. Por otra parte, si bien su principal animador, Onorato Damen, uno de los dirigentes de la Izquierda en los años 20, se había quedado en Italia después de 1924 (la mayor parte del tiempo en las cárceles mussolinianas de donde pudo salir gracias a los movimientos de 1942-43) ([7]), contaba en sus filas con cierta cantidad de militantes de la Fracción que volvieron a Italia al principio de la guerra. Y, en efecto, en los primeros números del Prometeo clandestino (nombre tradicional del periódico de la Izquierda, el de los años 20 y el de la Fracción italiana de los años 30) publicados a partir de noviembre del 43, se encuentran denuncias muy claras de la guerra imperialista, del antifascismo y de los movimientos de partisanos ([8]). Sin embargo, a partir de 1944, el PCInt se orienta a una labor de agitación hacia grupos de partisanos y difunde, en junio, un manifiesto incitando a la «transformación de las formaciones de partisanos allá donde estén compuestas por elementos proletarios de sana conciencia de clase, en órganos de autodefensa proletaria, dispuestos a intervenir en la lucha revolucionaria por el poder». En agosto de 1944, Prometeo nº 15 va más lejos en la componenda: «Los elementos comunistas creen sinceramente en la necesidad de la lucha contra el nazi-fascismo y piensan que, una vez el obstáculo derribado, podrán ir hacia la conquista del poder, venciendo al capitalismo». Es la vuelta a la idea en la que se apoyaron todos aquellos que en la guerra de España, como los anarquistas y los trotskistas, llamaban a los proletarios a «alcanzar primero la victoria sobre el fascismo y después hacer la revolución». Es el argumento de quienes traicionan la causa del proletariado para alistarse tras las banderas de uno de los campos imperialistas. No era ése el caso del PCInt, pues éste se mantuvo fuertemente impregnado por la tradición de la Izquierda del Partido comunista de Italia, la cual se había distinguido, frente al auge del fascismo, por su intransigencia de clase. Sin embargo, esos argumentos en la prensa del PCInt puedan dar la medida de la amplitud de los patinazos. Además, siguiendo el ejemplo de la minoría de la Fracción de 1936 que se había unido a las unidades antifascistas del POUM en España, cierto número de militantes y cuadros del PCInt se alistaron en grupos partisanos. La diferencia está en que la minoría había roto la disciplina organizativa, mientras que esos militantes lo único que hacían era aplicar las consignas del Partido ([9]).

Es evidente que la voluntad de agrupar la mayor cantidad de obreros en sus filas y en torno a él, en un momento en que éstos se dejaban masivamente arrastrar por las sirenas del «partisanismo», llevó al PCInt a tomar sus distancias con la intransigencia que había afirmado al principio contra el antifascismo y las «bandas partisanas». Eso no es una «calumnia» de la CCI, la cual vendría a retomar las «calumnias» de la GCF. Esa tendencia a reclutar nuevos militantes sin preocuparse demasiado por la firmeza de sus convicciones internacionalistas fue puesta de relieve por el camarada Danielis, responsable de la federación de Turín en 1945 y antiguo miembro de la Fracción: «Una cosa debe quedar clara para todo el mundo: el Partido ha sufrido la grave experiencia de una ampliación fácil de su influencia política, no en profundidad (pues es difícil), sino superficial. Debo dar cuenta de una experiencia personal que servirá de aviso ante el peligro de una influencia fácil del Partido en ciertas capas, en las masas, consecuencia automática de la no menos fácil formación teórica de los mandos... Era de suponer que ningún inscrito en el Partido habría aceptado las directivas del “Comité de Liberación nacional”. Sin embargo, el 25 de abril por la mañana [fecha de la «liberación» de Turín] toda la Federación de Turín estaba en armas para participar en el remate de una matanza de seis años, y algunos camaradas de la provincia –militarmente encuadrados y disciplinados– entraban en Turín para participar en la caza del hombre... el Partido no existía; se había volatilizado» (Actas del congreso de Florencia del PCInt, 6-9 de mayo de 1948). Se ve que Danielis también era un... «calumniador».

Ya más en serio, si las palabras significan algo, la política del PCInt que le permitió sus «grandes éxitos» de 1945 no era ni más ni menos que oportunista. ¿Más ejemplos?. Podríamos citar la carta del 10 de febrero de 1945 dirigida por el «Comité de agitación» del PCInt «a los consejos de agitación de los partidos con dirección proletaria y de los movimientos sindicales de empresa para dar a la lucha revolucionaria del proletariado una unidad de directivas y de organización... Con este fin, se propone una unión de dichos comités para poner a punto un plan de conjunto» (Prometeo, abril de 1945) ([10]). Los «partidos con dirección proletaria» de que se trata, son, en particular, el partido socialista y el estalinista. Por muy sorprendente que parezca hoy, esa es la estricta verdad. Cuando recordamos esos hechos en la Revista internacional nº 34, el PCInt nos contestó: «El documento “Llamamiento del Comité de agitación del PCInt” contenido en el número de abril del 45 ¿fue un error?. Sí, de acuerdo. Fue el último intento de la Izquierda italiana de aplicar la táctica de “frente único en la base” preconizada por el PC de Italia en su polémica con la IC en los años 21-23. Como tal, nosotros la catalogamos entre los “pecados veniales”, puesto que nuestros camaradas supieron eliminarla tanto en el plano político como en el teórico, con una claridad que hoy nos da seguridad ante cualquiera» (Battaglia Comunista nº 3, febrero de 1983). A esto contestábamos: «Uno no puede sino admirarse ante la delicadeza y la habilidad con las que BC cuida su amor propio. Si una propuesta de frente único con los matarifes estalinistas y socialdemócratas no es más que un simple «pecado venial», ¿qué tendría que haber hecho el PCInt para poder hablar de error? ... ¿Entrar en el gobierno?» (Revista internacional, nº 34) ([11]). En todo caso, está claro que en 1944 la política del PCInt significaba un paso atrás con relación a la de la «vieja fracción» ¡Y vaya paso!. Desde hacía tiempo, la Fracción había hecho una crítica en profundidad de la táctica de frente único y nunca se le hubiera ocurrido, a partir de 1935, calificar al partido estalinista de «partido con dirección proletaria»; y no hablemos de la socialdemocracia cuya naturaleza burguesa quedó reconocida desde los años 20.

Esa política oportunista del PCInt la volvemos a encontrar en la «apertura» y la falta de rigor de que hizo prueba después de la guerra para así ampliar sus bases. Las ambigüedades del PCInt formado en el Norte del país eran poco comparadas con la de los grupos del Sur admitidos en el Partido al final de la guerra, tales como la «Frazione di sinistra dei comunisti e socialisti» formada en Nápoles en torno a Bordiga y Piston, la cual, hasta principios del 45, practica el entrismo en el PCI estalinista con la esperanza de enderezarlo, y mantiene posiciones muy vagas sobre la cuestión de la URSS. El PCInt abre también sus puertas a elementos del POC (Partido obrero comunista) que había sido durante cierto tiempo la sección italiana de la IVª Internacional trotskista.

Recordemos también que Vercesi, quien durante la guerra opinaba que no había nada que hacer y al final de ella había participado en la Coalición antifascista de Bruselas ([12]) se integra igualmente en el nuevo Partido sin que éste ni siquiera le pida que condene sus extravíos antifascistas. Sobre este episodio, O. Damen, por el PCInt, escribió a la CCI, en otoño de 1976: «El Comité antifascista de Bruselas en la persona de Vercesi, quien, en el momento de la constitución del PCInt pensó que debía integrarse en él, mantuvo sus posiciones ambiguas hasta el momento en que el Partido, rindiendo el tributo necesario a la claridad, se separó de las ramas secas del bordiguismo». Y nosotros le contestamos: «¡Hay que ver con qué finura se dicen las cosas! Él, Vercesi, pensó que debía integrarse... y el Partido ¿qué pensó? ¿O es que el Partido es un club de canasta en el que se integra quien así lo piensa?» (Revista internacional nº 8). Debe decirse que en esta carta O. Damen tuvo la franqueza de reconocer que en 1945 el Partido no había rendido «el tributo necesario a la claridad» puesto que lo haría más tarde (de hecho en 1952). Tomamos nota de esta afirmación que contradice todas las fábulas sobre la pretendida gran claridad que habría inspirado la fundación del PCInt, ya que, según el BIPR, era «un paso adelante» respecto a la Fracción ([13]).

El PCInt tampoco se puso estrecho para con los miembros de la minoría de la Fracción que en 1936 se habían alistado en las milicias antifascistas en España, metiéndose en la Unión comunista ([14]). Esos elementos pudieron entrar en el Partido sin hacer la menor crítica de sus extravíos pasados. Sobre esta cuestión, O. Damen nos escribía en la misma carta: «En lo referente a los camaradas que durante la guerra de España decidieron abandonar la Fracción de la Izquierda italiana para lanzarse a una aventura ajena a toda posición de clase, recordemos que los acontecimientos de España, que no hacían sino confirmar las posiciones de la Izquierda, les sirvieron de lección para hacerles volver al surco de la izquierda revolucionaria». A esto contestamos nosotros: «Nunca volvió a tratarse el tema del retorno de esos militantes a la Izquierda comunista, hasta el momento de la disolución de la Fracción y la integración de sus militantes en el PCInt (finales del 45). Nunca se trató de tal o cual “lección”, ni de rechazo de posiciones, ni de condena de su participación en la guerra antifascista de España por parte de esos camaradas». Si el BIPR estima que se trata de una nueva «calumnia» de la CCI, que nos diga qué documentos prueban lo contrario. Proseguíamos nosotros: «Fue sencillamente la euforia y la confusión de la constitución del partido “con Bordiga” lo que animó a esos camaradas a integrarse en él... El Partido en Italia no les pidió cuentas, no por ignorancia... sino porque no era el momento de sacar “viejas querellas”; la constitución del Partido lo borraba todo. Ese Partido, que no era demasiado vigilante sobre las actuaciones de los partisanos presentes entre sus propios militantes, no iba a mostrarse riguroso hacia esa minoría por su actividad en un pasado ya lejano, abriéndole naturalmente las puertas».

De hecho, la única organización con la que el PCInt no quería saber nada es la GCF, precisamente porque ésta seguía apoyándose en el mismo rigor y la misma intransigencia que habían caracterizado a la Fracción en los años 30. La Fracción de entonces habría condenado sin lugar a dudas aquel cajón de sastre que sirvió de base al PCInt, algo parecido a lo que practicaban en aquellos años los trotskistas y que la Fracción no cesó de criticar con la mayor vehemencia.

En los años 20, la Izquierda comunista se había opuesto al rumbo oportunista tomado por la Internacional comunista a partir del Tercer congreso, política que consistía, entre otras cosas, en querer «ir hacia las masas» en el momento en que la oleada revolucionaria estaba decayendo, haciendo entrar en sus filas a las corrientes centristas salidas de los partidos socialistas (los Independientes en Alemania, los Terzini en Italia, Cachin-Frossard en Francia, etc), lanzando una política de «Frente único» con el PS. Contra la política de «unión amplia» empleada por la IC para formar los partidos comunistas, Bordiga y la Izquierda oponían el método de la «selección» basada en el rigor y la intransigencia en la defensa de los principios. Esta política de la IC tuvo consecuencias trágicas con el aislamiento, cuando no la expulsión, de la Izquierda y la invasión del partido de elementos oportunistas que iban a ser los mejores vehículos de la degeneración de la IC y de sus partidos.

A principios de los años 30, la Izquierda italiana, fiel a su política de los años 20, guerreó en el seno de la oposición de Izquierda internacional para imponer ese mismo rigor frente a la política oportunista de Trotski, para quien la aceptación de los cuatro primeros congresos de la IC y, sobre todo, de su propia política maniobrera eran criterios mucho más importantes de agrupamiento que los combates llevados a cabo en la IC contra su degeneración. Con esta política, los elementos más sanos que intentaban construir una corriente internacional de la Izquierda comunista o fueron corrompidos, o se desanimaron, o se quedaron aislados. Construida en cimientos tan frágiles, la corriente trotskista fue de crisis en crisis hasta pasarse con armas y equipo al campo de la burguesía durante la IIª Guerra mundial. La política intransigente de la Fracción, en cambio, le valió el ser excluida de la Oposición internacional en 1933, mientras Trotski se apoyaba en una fantasmagórica «Nueva oposición italiana» (NOI) formada por elementos que, a la cabeza del PCI todavía en 1930, habían votado por la exclusión de Bordiga de ese Partido.

En 1945, preocupado por reunir la mayor cantidad de gente, el PCInt, que se reivindica de la Izquierda comunista, reanuda por cuenta propia no con la política de ésta frente a la IC y frente al trotskismo, sino con la política que precisamente había sido combatida por la Izquierda: unión «amplia» basada en ambigüedades programáticas, agrupamiento – sin exigir explicaciones – de militantes y de «personalidades» ([15]) que habían combatido las posiciones de la Fracción durante la guerra de España o durante la guerra mundial, política oportunista para con las ilusiones de los obreros sobre los partisanos y sobre los partidos pasados al enemigo, etc. Y para que el parecido fuera lo más completo posible, exclusión en la Izquierda comunista internacional de la corriente, la GCF, que reivindicaba la mayor fidelidad al combate de la Fracción, a la vez que sólo se quiso reconocer a la FFGC-bis como único representante de la Izquierda comunista en Francia. ¿Hay que recordar que esa FFGC-bis estaba formada por tres elementos jóvenes que habían hecho escisión de la GCF en mayo de 1945, de miembros de la ex minoría de la Fracción excluida durante la guerra de España y de ex miembros de la Unión comunista que se había dejado arrastrar al antifascismo en la misma época? ([16]) ¿No hay cierto parecido con la política de Trotski respecto a la Fracción y a la NOI?

Marx escribió que «si la historia se repite, la primera vez es como tragedia y la segunda como farsa». Algo de eso hay en el episodio poco glorioso de la formación del PCInt. Por desgracia, los acontecimientos siguientes iban a demostrar que la repetición por parte del PCint en 1945 de la política combatida por la Izquierda en los años 20 y 30 tuvo consecuencias dramáticas.

Las consecuencias del método oportunista del PCInt

Cuando se leen las actas de la conferencia del PCInt de 1945-46, llama la atención la heterogeneidad que en ella predomina.

Sobre el análisis del período histórico, cuestión esencial, los principales dirigentes se oponen entre sí. Damen sigue defendiendo la «posición oficial»: «El nuevo curso histórico de la lucha del proletariado va a abrirse. Le incumbe a nuestro Partido la tarea de orientar esa lucha en un sentido que permita, en la próxima e inevitable crisis, que la guerra y sus promotores sean destruidos a tiempo y definitivamente por la revolución proletaria» («Informe sobre la situación general y las perspectivas»).

Pero ciertas voces constatan, sin decirlo abiertamente, que las condiciones no son las idóneas para la formación del Partido: «... lo que hoy domina es la ideología triunfalista del CLN [Comité de liberación nacional] y del movimiento partisano, y por eso no existen las condiciones  para la afirmación victoriosa de la clase proletaria. No se puede calificar el momento actual sino como reaccionario» (Vercesi, «El Partido y los problemas internacionales»).

«Para concluir este balance político, es necesario preguntarse si debemos ir hacia adelante siguiendo una política de ampliación de nuestra influencia, o si la situación nos impone ante todo (en una atmósfera envenenada todavía) salvar las bases primeras de nuestra definición política e ideológica, reforzar ideológicamente a los mandos, inmunizándolos contra los miasmas que se respiran en el ambiente de hoy, preparándolos así para las nuevas posiciones políticas que se presentarán mañana. A mi parecer, es en esta dirección por la que debe orientarse la actividad del Partido en todos los ámbitos» (Maffi, «Informe político-organizativo para la Italia septentrional»).

En otras palabras, Maffi preconiza el desarrollo de una labor clásica de fracción.

Sobre la cuestión parlamentaria, se constata la misma heterogeneidad: «Por eso utilizaremos, en régimen democrático, todas las concesiones que se nos hagan, en la medida en que este uso no menoscabe los intereses de la lucha revolucionaria. Seguimos siendo irreductiblemente antiparlamentarios; pero el sentido de lo concreto que anima nuestra política nos hará rechazar toda postura abstencionista determinada a priori» (O. Damen, ídem).

«Maffi, recogiendo las conclusiones a que el Partido había llegado, se pregunta si el problema del abstencionismo electoral debe plantearse en su antigua forma (participar o no a las elecciones, según si la situación va o no va hacia una explosión revolucionaria) o si, al contrario, en un ambiente corrompido por las ilusiones electorales, no convendría tomar una postura claramente antielectoral, incluso a costa del aislamiento. No agarrarse a las concesiones que nos hace la burguesía (concesiones que no son una muestra de su debilidad sino de su fuerza), sino al proceso real de la lucha de clase y a nuestra tradición de izquierda» (ídem).

¿Habrá que recordar aquí que la izquierda de Bordiga en el Partido socialista italiano se hizo conocer durante la primera guerra mundial como «Fracción abstencionista»?

De igual modo, sobre la cuestión sindical, el ponente, Luciano Stefanini, afirma, contra la posición que será, finalmente, adoptada: «La línea política del Partido ante el problema sindical no es todavía lo bastante clara. Por un lado, se reconoce la dependencia de los sindicatos respecto al Estado capitalista; por otro, se invita a los obreros a luchar en su seno y a conquistarlos desde dentro para llevarlos a una posición de clase. Pero esta posibilidad queda excluida por la evolución capitalista que hemos mencionado antes... el sindicato actual no podrá cambiar su fisonomía de órgano del Estado... La consigna de nuevas organizaciones de masas no está de actualidad, pero el Partido tiene el deber de prever cuál será el curso de los acontecimientos e indicar a partir de hoy a los trabajadores cuáles serán los organismos que, al surgir de la evolución de las situaciones, se impondrán como guía unitario del proletariado bajo la dirección del Partido. La pretensión de conquistar posiciones de dirección en los actuales organismos sindicales para tranformarlos debe quedar definitivamente olvidada» (ídem).

Después de esta Conferencia, la GCF escribía: «El nuevo Partido no es una unidad política, sino un conglomerado, una adición de corrientes y de tendencias que acabarán por manifestarse y enfrentarse. El armisticio actual sólo es provisional. La eliminación de una u otra corriente es inevitable. Tarde o temprano se impondrá la definición política y organizativa» (Internationalisme, nº 7, febrero de 1946).

Tras un período de reclutamiento intenso, esa delimitación empieza a operarse. Desde finales de 1946, la confusión que la participación en las elecciones del PCInt provoca (muchos militantes tienen en mente la tradición abstencionista de la Izquierda), lleva al Partido a hacer una puntualización en la prensa titulada «Nuestra fuerza», llamando a la disciplina. Tras la euforia de la Conferencia de Turín, muchos militantes, desanimados, abandonan, de puntillas, el Partido. Algunos rompen para participar en la formación del POI trotskista, prueba de que no había sitio para ellos en una organización de la Izquierda comunista. Muchos militantes son excluidos sin que aparezcan claramente la divergencias, al menos en la prensa pública del Partido. Una de las principales federaciones hace escisión para formar la «Federación autónoma de Turín». En 1948, en el Congreso de Florencia, el Partido ya ha perdido la mitad de sus miembros y su prensa la mitad de sus lectores. El «armisticio» de 1946 se ha transformado en «paz armada» que los dirigentes procuran no perturbar ocultando las principales divergencias. Maffi, por ejemplo, afirma «haberse abstenido de tratar tal problema» porque «yo sabía que esta discusión podría haber envenenado al Partido». Lo cual no impide que el Congreso ponga radicalmente en entredicho la postura sobre los sindicatos adoptada dos años y medio antes (¡y eso que la postura de 1945 pretendía ser la de mayor claridad!). Esa paz armada va acabar desembocando en enfrentamiento (sobre todo después de la entrada de Bordiga en el Partido en 1949) y, al final, en la escisión de 1952 entre la tendencia animada por Damen y la animada por Bordiga y Maffi, la cual sería la base de la corriente «Programma comunista».

En cuanto a las «organizaciones hermanas» con las que el PCInt contaba para formar un Buró internacional de la Izquierda comunista, su suerte fue todavía menos envidiable: la Fracción belga deja de publicar L’Internationaliste en 1949, desapareciendo poco después; la Fracción francesa-bis conoce en esa misma época un eclipse de dos años, con la partida de la mayoría de sus miembros, antes de volver a aparecer como Grupo francés de la Izquierda comunista internacional que se unirá a la corriente «bordiguista» ([17]).

El «mayor éxito desde la Revolución rusa» fue, pues, de corta duración. Y cuando el BIPR, para dar fuerza a sus argumentos sobre el tal «éxito», nos dice que el PCInt «a pesar de medio siglo de dominación capitalista después, sigue existiendo y hoy crece», se olvida de precisar que el PCInt, en lo que a efectivos y audiencia en la clase obrera se refiere, poco tiene que ver con lo que era al terminar la última guerra. No insistamos en esto de las comparaciones, pero puede considerarse que la importancia actual de esa organización es más o menos parecida a la de la heredera directa de la «minúscula GCF», o sea, la sección en Francia de la CCI. Y estamos dispuestos a creer que el PCInt «está hoy creciendo». También la CCI ha podido constatar que, en los últimos tiempos, aparece un interés mayor por las posiciones de la Izquierda comunista, lo cual se plasma en cierta cantidad de adhesiones. Dicho esto, no creemos que el crecimiento actual de las fuerzas del PCInt le permita volver a contar pronto con unos efectivos como los de 1945-46.

Así, ese tan grande «éxito» acabó poco gloriosamente en una organización que, aunque ha seguido llamándose «partido», se ha visto obligada a hacer el papel de fracción. Lo más grave es que, hoy, el BIPR no saca las lecciones de esa experiencia y, sobre todo, no pone en entredicho el método oportunista en que se basaron sus «grandes éxitos» de 1945 que prefigurarían los «fracasos» que iban a llegar después ([18]).

Esta actitud no crítica hacia los extravíos oportunistas del PCInt en sus orígenes, nos hace temer que el BIPR, cuando el movimiento de la clase esté más desarrollado que hoy, recurra a los mismos tejemanejes oportunistas que hemos puesto de relieve. Ya el hecho de que el BIPR proponga como primer criterio de «éxito» de una organización proletaria la cantidad de sus miembros y el impacto que haya podido tener en un momento dado, dejando de lado el rigor programático y su capacidad para poner las bases de una labor a largo plazo, pone de relieve su enfoque inmediatista en temas de organización. Y sabemos muy bien que el inmediatismo es la antesala del oportunismo. Pueden también señalarse otras consecuencias molestas, más inmediatas todavía, de la incapacidad del PCInt para hacer la crítica de sus orígenes.

En primer lugar, el que el PCInt haya mantenido desde 1945-46 (cuando se hizo evidente que la contrarrevolución seguía siendo aplastante) la tesis de la validez de la fundación del Partido le ha llevado a revisar radicalmente el concepto que la Fracción italiana tenía sobre las relaciones entre Partido y Fracción. Para el PCInt, desde entonces, la formación del Partido puede realizarse en cualquier momento, independientemente de la relación de fuerzas entre burguesía y proletariado ([19]). Ésa es la posición de los trotskistas, no la de la Izquierda italiana, la cual siempre consideró que el Partido no podría formarse más que durante una reanudación histórica de los combates de clase. Pero al mismo tiempo, esa revisión viene acompañada de un cuestionamiento de la existencia de cursos históricos determinados y antagónicos: curso hacia enfrentamientos de clase decisivos o curso hacia la guerra mundial. Para el BIPR, esos dos cursos pueden ser paralelos, no excluirse mutuamente lo cual le lleva a una total incapacidad para analizar el período histórico actual como hemos visto en nuestro artículo «La CWO y el curso histórico, una acumulación de contradicciones», aparecido en la Revista internacional nº 89. Por eso escribíamos en la primera parte de este artículo (Revista internacional nº 90): «... De hecho, si se mira de cerca, la incapacidad actual del BIPR para hacer un análisis sobre el curso histórico se explica, en gran parte, por los errores políticos sobre la cuestión de organización y, especialmente, sobre la cuestión de las relaciones entre fracción y partido».

A la pregunta de por qué los herederos de la «minúscula GCF» han conseguido lo que no lograron los del glorioso Partido de 1943-45, es decir, constituir una verdadera organización internacional, proponemos al BIPR la respuesta siguiente: porque la GCF, y la CCI tras ella, se han mantenido fieles al método que permitió a la Fracción formar, en el momento del desastre de la IC, la corriente principal y la más fecunda de la Izquierda comunista:

  • el rigor programático como base de la constitución de una organización que rechace todo oportunismo, toda precipitación, toda política de «reclutamiento» con bases imprecisas;
  • una clara visión de la noción de Fracción y de sus relaciones con el Partido;
  • la capacidad de identificar correctamente la naturaleza del curso histórico.

El mayor éxito desde la muerte de la IC (y no desde la Revolución rusa) no es el PCInt el que lo ha obtenido, sino la Fracción. No en términos numéricos, sino en capacidad para preparar, más allá de su propia desaparición, las bases en las que podrá mañana construirse el Partido mundial.

Fabienne


[1] Suponemos que, arrastrado por su entusiasmo, se le fue la pluma al autor del artículo y que quería decir «desde el final de la oleada revolucionaria de la primera posguerra y de la Internacional comunista». En cambio, si lo que está escrito es lo que piensa, puede uno preguntarse cuál es su conocimiento de la historia y su sentido de la realidad: ¿no ha oído hablar, entre otros ejemplos, del Partido comunista de Italia, el cual, a principios de los años 20, tenía un impacto mucho mayor que el PCInt en 1945, encontrándose en la vanguardia de la Internacional entera sobre toda una serie de problemas políticos?. En todo caso, para la continuación de nuestro artículo, preferimos basarnos en la primera hipótesis, pues hacer polémica contra absurdeces no tiene el menor interés.

[2] Notemos que durante ese mismo período, la CCI se amplió en tres nuevas secciones territoriales: en Suiza y en dos países de la periferia del capitalismo, México e India, países que tanto interesan al BIPR (ver en particular la adopción por el VIº Congreso del PCInt, en abril de 1997, de las «Tesis sobre la táctica comunista en los países de la periferia del capitalismo»).

[3] Así quedó formulada la política del PCInt respecto a los sindicatos: «El contenido substancial del punto 12 de la plataforma del Partido puede concretarse en los puntos siguientes:

1) El Partido aspira a la reconstrucción de la GCL mediante la lucha directa del proletariado contra la patronal en movimientos de clase parciales y generales.

2) La lucha del Partido no puede apuntar directamente a la escisión de las masas organizadas en los sindicatos.

3) El proceso de reconstrucción del sindicato, aunque solo pueda realizarse gracias a la conquista de sus órganos dirigentes, es el resultado  de un programa de encuadramiento de las lucha de clase bajo la dirección del Partido.»

[4] EL PCInt de hoy está un tanto molesto por esa plataforma de 1945. Cuando, por ejemplo, vuelve a publicar en 1974 esa plataforma junto con el «Esquema de programa» redactado en 1944 por el grupo de Damen, pone mucho cuidado en hacer una crítica en regla de aquélla oponiéndola a éste, al que elogia sin la menor reserva. Puede leerse en la «Presentación»: «En 1945, el Comité central recibe un proyecto de Plataforma política del camarada Bordiga quien, subrayémoslo, no estaba afiliado al Partido. El documento, cuya aceptación fue exigida como un ultimátum, se le considera como incompatible con las tomas de posición firmes que el Partido ha adoptado sobre los problemas más importantes y, a pesar de las modificaciones aportadas, el documento siempre se ha considerado como contribución al debate y no como plataforma de hecho (...) El CC no podía, como hemos visto, aceptar el documento sino como una contribución muy personal al debate del futuro congreso, el cual, pospuesto a 1948, dejará en evidencia unas posiciones muy diferentes.» Habría que haber precisado QUIÉN consideraba ese documento como «una contribución al debate». Sería sin duda el camarada Damen y algunos militantes más. Pero se guardaron para sus adentros sus impresiones, puesto que, la Conferencia de 1945-46, o sea la representación del conjunto del Partido, tomó una postura muy diferente. Ese documento fue adoptado por unanimidad como plataforma del PCInt y debía servir de base de afiliación y de constitución de un Buró internacional de la Izquierda comunista. En cambio, fue el «Esquema de programa» lo que se pospuso para ser discutido en el Congreso siguiente. Si los camaradas del BIPR piensan que estamos, otra vez, «mintiendo» o «calumniando», no tienen más que referirse a las actas de la Conferencia de Turín de finales de 1945. Si mentiras hay, será en la manera con la que el PCInt presentaba en 1974 su «versión» del asunto. En realidad, el PCInt está tan avergonzado de algunos lances de su propia historia que se siente obligado a arreglarla un poco. Puede uno preguntarse también, por qué el PCInt aceptó someterse a un ultimátum de quien sea y menos todavía de alguien que ni siquiera pertenecía al Partido.

[5] Como vimos en la primera parte de este artículo, la Fracción italiana consideraba, en su Conferencia de agosto de 1943 que «con el nuevo curso abierto con los acontecimientos de agosto en Italia, se ha abierto el proceso de transformación de la Fracción en partido». La GCF, en su fundación en 1944, retomó el mismo análisis.

[6] Ya hemos puesto varias veces en evidencia en nuestra prensa, en qué consiste la política sistemática de la burguesía: esta clase, habiendo sacado las lecciones de la Primera Guerra mundial, se repartió sistemáticamente el trabajo, dejando a los países vencidos el «trabajo sucio» (represión antiobrera en el Norte de Italia, aplastamiento de la insurrección de Varsovia, etc.), a la vez que los vencedores bombardeaban sistemáticamente las concentraciones obrera de Alemania, encargándose después de ejercer de policías en los países vencidos, ocupando todo el país y guardando durante varios años a los prisioneros de guerra.

[7] La GCF y la CCI han criticado a menudo las posiciones programáticas defendidas por Damen, al igual que su método político. Esto no impide, ni mucho menos, la estima que siempre hemos tenido por la profundidad de sus convicciones comunistas, su energía militante y su valentía.

[8] «¡Obreros! Frente a la consigna de guerra nacional, que arma a los proletarios italianos contra los proletarios alemanes e ingleses, oponed la consigna de la revolución comunista, que une por encima de las fronteras a los obreros del mundo entero contra su enemigo común: el capitalismo» (Prometeo, nº 1, 1º de noviembre de 1943). «Contra el llamamiento del centrismo [es así como la Izquierda italiana calificaba al estalinismo] a unirse a los grupos partisanos, debe contestarse con la presencia en las fábricas de donde saldrá la violencia de clase que destruirá los centros vitales del Estado capitalista» (Prometeo, 4 de marzo de 1944).

[9] Sobre otros aspectos de la actitud del PCInt para con los partisanos, ver: «La ambigüedades sobre los «partisanos» en la formación del Partido comunista internazionalista en Italia», en la Revista internacional nº 8.

[10] Publicamos en la Revista internacional nº 32 el texto completo de ese llamamiento junto con nuestros comentarios sobre él.

[11] Cabe precisar que en la carta enviada por el PCInt al PS, en respuesta a la de éste al llamamiento, el PCInt se dirigía a la ralea socialdemócrata llamándolos «queridos camaradas». No era ésa, desde luego, la mejor manera de desenmascarar, ante los obreros, los crímenes cometidos contra el proletariado por esos partidos desde la Iª Guerra mundial y la oleada revolucionaria que la siguió. En cambio, sí que era un medio excelente para hinchar las ilusiones de lo obreros que todavía seguían a aquélla.

[12] Ver al respecto la primera parte de este artículo en la Revista internacional nº 90.

[13] Sobre esto, vale la pena dar otras citas del PCInt: «Las posiciones expresadas por el camarada Perrone (Vercesi) en la Conferencia de Turín (1946) (...) eran manifestaciones libres de una experiencia muy personal y con una perspectiva política caprichosa a la que no es lícito referirse cuando se quieren formular críticas a la formación del PCInt» (Prometeo nº 18, 1972). Lo malo es que esas posiciones se expresaban en el informe sobre «El Partido y los problemas internacionales» presentado en la Conferencia por el Comité central del que formaba parte Vercesi. La opinión de los militantes de 1972 es, desde luego, muy severa para con su Partido de 1945-46, un Partido cuyo órgano central presenta un informe en el que se puede decir cualquier cosa. Suponemos que después de este artículo de 1972, su autor debió recibir una buena reprimenda por haber «calumniado» de tal modo al PCInt de 1945, en lugar de retomar la conclusión que O. Damen hizo al informe: «No hay divergencias, sino sensibilidades particulares que permiten una clarificación orgánica de los problemas» (Actas, p. 16). Cierto es que el propio Damen descubrió más tarde que las «sensibilidades particulares» eran en realidad «posiciones bastardas» y que la «clarificación orgánica» consistía en «separarse de las ramas secas». Lancemos, en todo caso, un ¡viva la claridad de 1945!.

[14] Sobre la minoría de 1936 en la Fracción, ver la primera parte de este artículo en la Revista internacional nº 90.

[15] Está claro que una de las razones por las que el PCInt de 1945 aceptó integrar a Vercesi sin pedirle cuentas y que Bordiga le «forzara la mano» en el tema de la plataforma es porque contaba con el prestigio de ambos dirigentes «históricos» para atraerse al mayor número de obreros y de militantes. Un Bordiga hostil habría privado al PCInt de grupos y elementos del Sur de Italia; un Vercesi hostil habría cortado al PCInt de la Fracción belga y de la FFGC-bis.

[16] Sobre este episodio, ver la primera parte de este artículo.

[17] Podemos comprobar que la «minúscula GCF», tratada con desprecio y cuidadosamente mantenida al margen por los demás grupos, sobrevivió, a pesar de todo, durante más tiempo que la Fracción belga o la FFGC-bis. Hasta su desaparición en 1956 publicaría 46 números de Internationalisme, patrimonio inestimable sobre el que se construyó la CCI.

[18] Es verdad que el método oportunista no es el único en explicar el impacto que pudo tener el PCInt en 1945. Dos causas principales lo explican:

  • Italia es el único país en que hubo un poderoso y auténtico movimiento de la clase obrera durante la guerra imperialista y contra ella;
  • la Izquierda comunista, por el hecho de que asumió la dirección del Partido hasta 1925 con Bordiga, su fundador principal, gozaba ante los obreros de un prestigio mucho mayor que en los demás países.

Y, al contrario, una de las causas de la debilidad numérica de la GCF fue precisamente la ausencia de tradición en Francia de la Izquierda comunista en la clase obrera, la cual, además, fue incapaz de surgir durante la guerra mundial. También está el hecho de que la GCF se negó a cualquier actitud oportunista hacia las ilusiones de los obreros respecto a la «Liberación» y los «partisanos». En esto, siguió el ejemplo de la Fracción en 1936 frente a la guerra de España, lo que la dejó en el mayor aislamiento del que ella misma hablaba en Bilan nº 36.

[19] Sobre este tema, ver en particular nuestro artículo «La relación Fracción-Partido en la tradición marxista»,  Revista internacional nº 59.

 

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