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En la primera quincena de Noviembre se reunió en Paris la Segunda Conferencia de grupos comunistas. La primera, de la cual es consecuencia, había tenido lugar en Mayo del 77 en Milán (Italia) por iniciativa del Partito Comunista Internacionalista (Battaglia Conmunista). No se trata en este artículo de dar una reseña detallada de los debates. Estos aparecerán en un folleto especial para que así los militantes revolucionarios puedan seguir los esfuerzos de clarificación que hacen los grupos revolucionarios que, confrontando sus posturas, participaron en la Conferencia. Lo que nos proponemos con este artículo es sencillamente y a grandes rasgos, despejar lo importante de tal conferencia, más todavía en la actual situación, y también contestar a la actitud tan negativa que algunos grupos decidieron adoptar respecto a ella.
Para empezar hay que subrayar que esta segunda conferencia fue mejor preparada y organizada que la anterior, y esto tanto desde el punto de vista político como organizativo. La invitación a grupos se hizo en base a criterios políticos precisos. Grupos que;
- se reclaman y defienden los principios fundamentales de la Revolución proletaria de octubre de 1917 y la formación de la Tercera Internacional de1919, pero que, a partir de esos principios, afirman que hay que someter a crítica las posiciones políticas y la práctica elaborada y enunciada por la IC, a la luz de la experiencia.
- Rechazan sin ninguna reserva toda idea de que hoy existan en el mundo países con régimen socialista o con gobierno obrero, aunque sea con calificativos como “degenerado”. Rechazan toda distinción de clases que existirían entre por un lado China y los países del Bloque del Este y del otro los países del bloque occidental y denuncian como contrarrevolucionario todo llamamiento a la defensa de esos países.
- Denuncian a los Partidos Socialistas y a los P.C. y sus acólitos como partidos del capital.
- Rechazan categóricamente la ideología del “antifascismo”, la cual establece una frontera de clase entre el fascismo y la democracia y llama a los obreros a defender o apoyar a la democracia contra el fascismo.
- Proclaman la necesidad para los comunistas de trabajar por la reconstrucción del Partido, arma indispensable para la victoria de la Revolución Proletaria.
Ya sólo con enunciar esos criterios, cualquier obrero puede entender que no se trata de una cuerda de gente de “buena voluntad”, sino de grupos comunistas de verdad que se desmarcan claramente de la fauna izquierdista: maoístas, trotskistas, y por otro lado de los “modernistas” y demás consejistas del rollo “antipartido”.
Esos criterios, desde luego muy insuficientes para establecer una plataforma política de reagrupamiento, son, cuando menos, suficientes como para saber con quién se discute y en qué marco, de modo que la discusión sea fructífera y marque un punto positivo.
Además, para mejorar respecto a la primera, el orden del día de los debates quedó fijado con sobrada antelación para que así cada grupo pudiese presentar sus puntos de vista en textos escritos de antemano. El orden del día fue.
- La evolución de la crisis y las perspectivas que abre para la lucha de la clase obrera.
- La postura de los comunistas cara a los movimientos llamados de liberación nacional.
- Las tareas de los revolucionarios en el periodo actual.
Un orden del día así da idea de que la conferencia no tuvo que nada que ver con uno de esos coloquios de sociólogos y sabios economistas que se masturba con “teorías”. Fue una preocupación militante lo que presidió la conferencia, procurado despejar la mayor comprensión de la situación mundial actual, de la crisis en que está el capitalismo mundial y de las perspectivas desde un punto de vista proletario, así como las tareas resultantes para los grupos revolucionarios en el seno de su clase.
Fue, pues, con esos criterios y con una preocupación militante como fueron invitados unos doce grupos de diferentes países. La mayoría contestaron favorablemente, aunque algunos no pudieran asistir a última hora por razones diversas. Así ocurrió con “Arbetarmakt” de Suecia, de “OCRIA” de Francia y “Il Leninista” de Italia. Y también hay que mencionar que cuatro grupos se negaron a participar. Fueron “Spartacusbond” de Holanda, P.I.C. de Francia y los dos “partidos” comunistas internacionales (PCInt. “Programa” y el PCInt “il Partito Comunista”) de Italia.
Vale la pena examinar de cerca los argumentos de cada uno de esos grupos y las verdaderas motivaciones de su negativa. Para “Spartakusbond” de Holanda, es bien sencillo: el grupo está en contra de cualquier idea de Partido. Se les pone el pelo de punta con solo oír la palabra “Partido”. Pero este grupo, surgido después de la segunda guerra mundial, en vano puede reclamarse de la tradición y como continuador de la izquierda comunista holandesa de la cual solo es una lamentable caricatura. A todo lo más, Spartakusbond podría reclamarse de Otto Rhule aderezado con Sneevliet, pero desde luego que no de Gorter y de Pannekoek, los cuales nunca negaron el principio de la necesidad de un partido comunista. Spartacus aparece como el final senil de la corriente Comunista Consejista convertida en secta, replegada en sí misma, aislándose cada día más del movimiento obrero internacional. Su negativa no hace sino confirmar el desgaste casi definitivo de la corriente consejista pura, para confundirse e integrarse más y más en las aguas putrefactas del izquierdismo. Triste final de una evolución irreversible fruto de un demasiado largo período de contrarrevolución.
De diferente manera aparece la actitud de P.I.C.. Tras haber dado su acuerdo de principio para la conferencia de Milán, cambia de decisión en vísperas de ésta, estimando que en las actuales circunstancias, sería un “dialogo de sordos”. Para la segunda conferencia, la negativa de principio la basa en que “no participa en conferencias “bordigo –leninistas”. También con el PIC, asistimos a una evolución precisa. Hace cinco o seis años, los compañeros que dejaron Revolution Internacionale para formar el grupo “Pour une Intervention Communiste”, basaban la separación en la intervención insuficiente de R.I. Dejando de lado el activismo verbal de P.I.C., que los ha llevado a toda clase de “conferencias” y “campañas” de toda calaña, cada una de ellas más artificial que la anterior, lo que hoy resulta evidente es lo que siempre hemos afirmado: que el verdadero debate no estriba en “intervenir o no intervenir”, sino en “cómo intervenir, en qué terreno, y con quién”. Por eso el P.I.C., que se dedica a menudo a “conferencias” con toda clase de grupos y elementos anarquizantes o grupos “autónomos” y sobre todo quiméricos, y que terminan en agua de borrajas, está bien situado para hablar de “dialogo de sordos”, cuando se trata de discusiones entre grupos verdaderamente comunistas. Y eso no es todo. De vuelta del fallido intento de formar una coriente anti-CCI, junto con “Revolutionary Perspectivas”, “Workers Voice”, y RWG (estos dos últimos se perdieron después en el paisaje sin dejar rastro), PIC, un poco escaldado por los grupos de la izquierda comunista, se conformó con elementos de la izquierda socialista, participando en el grupo iniciador que ha vuelto a lanzar la antigua revista socialista de izquierda “Spartacus”, bajo la sabia dirección de su fundador René Lefeuvre. En esta revista, en cuyas páginas pululan, entre otras cosas, la glorificación del ejército republicano de la guerra de España de 36-39, las hazañas del “antifascismo”, uno de los promotores activos de la segunda carnicería mundial, encendidos homenajes a Marceau Pivert y su PSOP (algo así como un PSU francés de antes de la guerra), al POUM, alabanzas y recuerdos enternecedores de la acción heroica trotskista en la Resistencia francesa durante la guerra, en esa revista, pues, PIC se encuentra tan a gusto, formando parte de la redacción. El delicado olfato de PIC que no aguanta el horrible hedor de los “borgigo-leninistas” parece recrearse con el perfumado incienso del Socialismo de izquierdas y el antiautoritarismo. En la pocilga de la Social-Democracia[1] PIC parece revolcarse a gusto, y encima puede darse el placer de hacer críticas “radicales” y hacer el número de “enfant terrible” ultrarrevolucionario. Cierto es que “Spartacus” es una revista muy amplia. Pero ser amplio no ha sido nunca de por sí una cualidad. Lo que de verdad da unidad y cimienta al equipo redactor de “Spartacus” es un antibolchevismo estreñido que confunden adrede y haciendo trampa con el estalinismo. Los socialistas de “izquierda” no estuvieron esperando al estalinismo para denigrar a los bolcheviques, a Lenin y demás, y combatir, en nombre del “socialismo democrático”, a la revolución de Octubre y al comunismo. Por antibolchevismo, los socialistas de izquierda siempre han andado al maloliente rabo de la Social Democracia, de los Scheideman-Noske, de los Turati y de los Blum, Esto no molesta a PIC para colaborar y andar con ellos. Y no es en las críticas y en la continuidad de la Izquierda Comunista en donde PIC va a buscar su crítica contra esta o aquellas posición de los bolcheviques o de Lenin, sino en las basuras de los consulados zaristas y de Kerenski o husmeando en el estercolero de la izquierda socialista. En su fiebre anti bolchevique, lo que PIC olvidó es que, cualesquiera que sean nuestras divergencias con los bolcheviques, éstas no pueden hacer cambiar nuestro juicio sobre la Social Democracia, sea de izquierda o de derecha, pues lo que separa a los comunistas de la Social Democracia es ese abismo infranqueable, el que pertenecen a las clases mortalmente enemigas, los comunistas al proletariado, la social democracia a la burguesía. Aunque sólo fuera esta lección, se la debemos por completo a Lenin y al partido bolchevique. No es pues por casualidad, sino por haber olvidado esta lección, si PIC desde las columnas de Spartacus en donde se ha hecho su nidito, se siente capaz para negarse a discutir con “bordigo-leninistas”. Uno puede preguntarse si es el “antileninismo” visceral lo que ha acercado el PIC a la izquierda socialista o, si al contrario, ha sido el acercamiento al socialismo de izquierda y al izquierdismo lo que lo ha transformado en duro anti bolchevique. Lo que si queda claro es que PIC está en un punto situado, por ahí, entre los socialistas de izquierda y Lenin, lo cual da como resultado un anti bolchevismo violento (o radicalismo de boquilla) en colaboración con los socialistas de izquierda (oportunismo en la práctica).
Lo cachondo de la historia, y no lo menos, son cosas como ese artículo publicado por el “Jeune Taupe” (Joven Topo, bimensual de PIC) sobre el grupo “Combat Communiste” por su no ruptura total con los trotskistas, recordándoles en esta ocasión (por una vez no es pecado): «Como decía Lenin en Zimmerwald respecto a los social demócratas, que estaban fuera del campo proletario y, por lo tanto en el de la burguesía y si nosotros somos un poco consecuentes, no podemos considerarlos como compañeros en el error y menos todavía militar con ellos»[2]. O sea que PIC no parece completamente amnésico, aunque a menudo se le vaya la cabeza. Cuando se trata de criticar a “Combat Comuniste”, se acuerda muy bien de que «para él (Lenin), los social demócratas eran enemigos de clase con los que había que cortar. De ahí que la Tercera Internacional se constituyera como oposición a los intentos de reconstitución de la segunda»[3] . Muy buena memoria tiene PIC, pero poco debe mirarse al espejo. A no ser que lo que les parece indispensable, o sea la ruptura con el trotskismo, se menos evidente cuando se trata de colaborar con la izquierda socialista. También estamos de acuerdo con la conclusión del artículo citado: «Los años venideros que tendrán que conocer el resurgir del proletariado en el escena histórica como sujeto de sus propio devenir, no tolerarán las más mínima confusión teórica. Lo que hoy es inconsistencia y fantasía se volverá mañana peligro mortal y teoría contrarrevolucionaria. Es ahora cuando hay que pronunciarse claramente, que hay que escoger su campo»[4].
Perfecto ¿Hay que concluir entonces que PIC, al negarse a venir a la Conferencia por miedo a contaminarse por los “bordigo.leninistas” y quedarse tranquilamente en las filas de Spartacus, ya ha escogido su campo?. El porvenir nos lo dirá.
En cuanto a los dos PCInt. Bordiguistas, estos no se dignaron dar a conocer directamente su negativa, sino que se contentaron con publicar cada uno sendos artículos en su prensa, de tono insultante y en plan despectivo. Cuando uno se autodenomina Partido Comunista Internacional, uno se queda en su rango y no se rebaja a contestar a otros que no son más que… simples grupos. Hay que mantener su dignidad, oiga, incluso cuando no se es en realidad más que un grupito, dividido, para más inri, y subdividido en unos tres o cuatro partidos comunistas internacionalistas, que se ignoran mutuamente.
Procedentes, tras la muerte de Bordiga, de una oscura escisión con la organización de Programma, el grupo de Florencia, siguiendo la estricta tradición del bordiguismo de que sólo puede haber un único partido en todo el universo, se autoproclamó, así de sencillo, nada menos que “Partido Comunista Internacional”. Este gran “Partido Internacional” de Florencia está, pues, bien situado para echar anatemas sobre las “miserias de los hacedores de Partido”[5]. ¿Cómo asegurarles a esos recelosos personajes que nadie en la Conferencia tenía pretensiones sobre lo que ellos consideran como su bien exclusivo?. A nadie en la Conferencia se le ocurrió plantear el problema de la constitución inmediata del Partido, ni siguiera el de la formación de una organización unificada y eso por la sencilla razón de que los grupos eran plenamente conscientes de la inmadurez de ese proyecto. Es no entender nada del problema del Partido de clase creer que se decreta con la simple voluntad de un puñado de militantes y en cualquier condición. Esa concepción voluntarista e idealista del Partido, de que se decreta en cualquier momento, independientemente del estado y desarrollo de la lucha de clases, no tiene nada que ver con la realidad que hace que el Partido es un organismo vivo de la clase que sólo surge y se desarrolla cuando las condiciones están dadas para que pueda asumir las tareas que le incumben. Los malabarismos bordiguistas sobre el partido formal y el Partido histórico sólo les sirven para tapar su ignorancia completa de la diferencia entre fracciones o grupos y el Partido y, por tanto, su incomprensión de cuando se forma efectivamente el partido.
La visión que se tiene de la naturaleza y del funcionamiento del Partido es el problema que más debates apasionados ha producido en la historia del movimiento marxista. Baste con recordar las divergencias que opusieran Rosa Luxemburgo a Lenin, entre el Partido bolchevique y la Izquierda Alemana, entre la fracción de Bordiga y la Internacional Comunista, y la fracción italiana de Bilan al PCInt., reconstituido al final de la segunda guerra. Y sigue siendo hoy un tema de discusiones y de necesarias precisiones en el movimiento de Comunistas de Izquierda. Allá ellos, si a grupos de cualquier ciudad más o menos provinciana, se les ocurre proclamarse un buen día “Partido único y mundial”; ninguna ley puede impedírselo. Otra cosa es que lo sean, y que haya que creérselo. Eso ya es megalomanía. Y, sin embargo, para la corriente bordiguista, ni hablar de poner entredicho sus conceptos sobre el Partido único y monolítico, el cual toma el poder y ejerce su dictadura en nombre del proletariado, incluso contra la voluntad de la clase. Pues, así amenaza “Il Partido”, «quien se opone a esa concepción o no acepta esta disciplina fuera del terreno de la Izquierda». No hace falta decir que esta concepción está muy lejos de ser la de Marx y Engels, quienes no andaban proclamando cada dos por tres el “Partido”, ni la de Rosa Luxemburgo, ni siquiera la de Lenin, ni la de “Bilan”, ni la de la Izquierda Italiana en general. Es algo que les pertenece a los bordiguistas. No hace falta decir, a riesgo de ser excomulgados, que tampoco es la nuestra.
Puede entenderse perfectamente que los bordiguistas eviten toda discusión con otros grupos comunistas y la confrontación de sus posiciones con las de ellos. ¡Ya ni siquiera discuten entre sí!, como así lo exige el “centralismo orgánico”. Pues es cierto que nunca se ha visto a una secta poner en entredicho los dogmas de su Biblia “invariante”. La única disputa que tienen es para saber cuál de entre sus numerosos partidos será el único, reconocido universalmente como tal. Es como un manicomio en el que cada quien se cree el verdadero el único Napoleón.
El último vástago de la antepenúltima escisión de los bordiguistas, el Partido florentino, no es por eso el menos fiero. Ofendido porque alguien se haya atrevido a invitarle a la Conferencia, lanza cual rayo su advertencia. «Los misioneros de la unificación, grupos políticos de diferentes tradiciones tienden, lo quieran o no, a formar una organización política objetivamente contra la “Izquierda y la Revolución”». Dejemos a un lado lo de “misioneros”, puesto así para ver si insulta, e insistamos una vez más que en ningún momento la Conferencia se había previsto con el objetivo de discutir acerca de la unificación de nadie con nadie. Pero no hay peor sordo que el que no quiere oír. No ha llegado todavía la hora para que se unifiquen en un único partido, los diferentes grupos comunistas que existen hoy. Pero sí que creemos que ha llegado la hora de que los grupos comunistas salgan de su aislamiento invernal que ya ha durado demasiado tiempo. Durante este período de 50 años, la contrarrevolución no sólo acabó con la clase, sino también o inevitablemente con el movimiento comunista internacional que quedó reducido a la más mínima expresión. Pocos grupos de la Izquierda Comunista aguantaron y han sobrevivido a la monstruosa avalancha contrarrevolucionaria. Y los que han sobrevivido han quedado profundamente marcados por el repliegue general, que provocó en ellos un reflejo de aislamiento, un encerrarse en sí, un espíritu de secta.
Otro reflejo fue el de liarse la manta a la cabeza, poniendo al mal tiempo buena cara, lo cual se plasmaba en la construcción artificial de Partidos, en lo cual los trotskistas se hicieron expertos antes de la segunda guerra sustituyéndoles los bordiguistas y superándolos en la faena, llevándola, según su costumbre, hasta el absurdo. En aquellas condiciones, la formación del partido bordiguista iba a contrapelo de la realidad, no pudiendo ir más que de fracaso en fracaso. Así como el despliegue de la lucha de clases es un poderoso factor en el proceso de homogeneización en la clase y por lo tanto la organización de los comunistas o sea el partido, así al contrario, un período de reacción y contrarrevolución es factor en un proceso de atomización en la clase y de dispersión en la organización de los comunistas. El partido bordiguista no podía escapar a esa ley, de ahí el proceso de escisiones en cadena en sus filas.
Bordiga tenía más reservas respecto a la oportunidad de la formación inmediata del partido. Y lo mismo Vercesi, quien dos años más tarde ponía claramente en tela de juicio esa formación, en acuerdo con la crítica que él mismo había hecho diez años antes contra las propuestas de Trotski. Pero, al menos en Trotski, la formación del Partido era una conclusión correcta, basada en un análisis erróneo de la situación. Trotski veía en la Francia del Frente Popular y en la guerra civil de España, el “principio de un resurgir revolucionario”, lo que implicaba la construcción inmediata del Partido. El Partido bordiguista ni siguiera puede invocar un análisis falso. Y por eso, se ha dedicado a desarrollar una teoría de lo más aberrante según la cual la formación del Partido está completamente desligada de la situación real de la lucha del proletariado. Incluso en Bordiga y su visión piramidal del Partido, éste, en lo alto de la pirámide, descansa, sin embargo, en una base de clase de la que es producto. Pero, en la dialéctica de los bordiguistas de hoy, el Partido está como colgado, allá arriba en el cielo, completamente despegado del movimiento real de la clase; se puede formar incluso cuando la clase está soportando las peores condiciones de la derrota y la desmoralización, pues la basta con el conocimiento teórico y la voluntad. Al dar así la espalda a toda la historia del movimiento obrero y de sus enseñanzas y al proclamarse cada grupito bordiguista Partido Mundial Único Reconstituido, no es de extrañar que no entiendan nada de los que es un período de resurgir de la lucha de clases y el proceso que necesariamente implica, la tendencia al reagrupamiento de revolucionarios. Y por eso los bordiguistas siguen yendo a contrapelo. Hace 20 años, clamaban en el desierto con llamamientos al reagrupamiento de revolucionarios. Hoy, cuando ya hay posibilidades, no paran de denigrar los esfuerzos y de encerrarse con “dignidad” en su capilla. Cualquier propuesta de discusión les parece una blasfemia; y no hablemos del agrupamiento, para ellos no puede ser otra cosa que “formar una organización política objetivamente contra la Izquierda y la revolución”. ¿Habrá que pensar que ignoran la historia, la verdadera y no la mítica, del movimiento revolucionario? La constitución de la Liga de los Comunistas, de la Primera, de la Segunda y Tercera Internacionales, de todos los partidos obreros… ¿no se hicieron por medio de encuentros discusiones, entre grupos dispersos que convergían hacia una unidad política y organizativa? ¡No era ese el proceso propuesto por la antigua Iskra de Lenin para salir de la dispersión en Círculo y que surgiera el Partido ruso?. ¿La constitución (tardía) del P.C. de Italia en Livorno no siguió acaso el mismo camino?. Y la reconstitución precipitada del PCInt., al final de la segunda guerra no fue también producto de encuentros entre varios grupos?
El PCInt de Florencia termina su articulo lamentándose: «Es penoso tener que “presenciar periódicamente tales miserias».
Poco diferentes es en cuanto a los argumentos, el artículo que le sirve de respuesta al segundo PCInt., el de “Programma”. Lo que les distingue fundamentalmente es la extremada finura de que hacen gala. El título del artículo: “La lucha entre Fottenti y Fottuti” (literalmente, algo así como entre “porculizadores y porculizados”) ya da idea de la “altura” a la que se sitúa el PCInt. “Programma”, altura que resulta a otros muy poco accesible. ¿Tendremos que suponer que “Programma” está tan impregnado de hábitos estalinistas que es incapaz de entender la confrontación entre revolucionarios si no es como “violadores” y “violados”?. Para “Programma”, ninguna discusión es posible entre grupos que se reclaman y se sitúan en el terreno del comunismo. Eso sí, pueden andar con trotskistas, maoístas y demás formando Comités-Fantasmas de soldados, o también firmar con esos y otra fauna izquierdista octavillas comunes para “la defensa de los obreros inmigrados”, pero nunca en la vida pensar en discutir con grupos comunistas, ni siquiera entre los numerosos partidos bordiguistas. Con estos sólo puede reinar la relación de fuerzas y si no pueden destruirlos, entonces hay que ignorar su existencia. Violación o prepotencia, ésa es la única alternativa en la que Programma quisiera encerrar al movimiento comunista y las relaciones entre grupos. Y como no tienen otra visión, ésa es la que ven por todas partes, atribuyéndola de buen grado a los demás. Para ellos, una Conferencia Internacional de grupos comunistas sólo puede ser y no tener más objetivo que el de “pervertir” a algún que otro elemento de otro grupo. Y desde luego, si Programma no vino a la Conferencia no fue por falta de ganas de “violar”, sino por temor a aparecer impotente.
En vano “Programma” suelta una ristra de sarcasmos contra los criterios que servían de marco para la invitación de grupos. ¿Hubiera preferido la ausencia de criterios?. O hubiera preferido otros criterios? ¿Pero cuáles, por favor? Los criterios establecidos apuntaban a delimitar un marco que permitiera discutir entre grupos que se reclaman de la Izquierda Comunista, eliminando así a las tendencias anarquizantes, trotskistas, maoístas y demás izquierdistas. Esos criterios forman un todo orgánico, no puede separárseles unos de otros como le gusta hacer a Programma. No pretenden ser una plataforma para la unificación, sino, más modestamente, un marco para saber con quien se discute y qué orientación se lleva. Pero para Programma sólo puede uno discutir consigo mismo. Por temor a ser impotente en una confrontación de posiciones con otros grupos comunistas, Programma se consuela en el “placer solitario”. Esa es la virilidad de una secta y el único medio de darse satisfacción.
Ahuecando la voz, Programma amonesta severamente a aquellos que cuestionan “el modo con que el partido bolchevique… planteó la relación entre partido comunista y clase obrera”. Por mucho que se empeñé Programma ese “modo” no es un tabú intocable e indiscutible, como nunca lo fue en el movimiento comunista, y ese “modo” no ha salido precisamente muy bien parado con la caricatura esperpéntica que de él han hecho los bordiguistas. Y cuando Programma exclama: «Sí, la Internacional rompió con la Social Democracia, pero antes había roto con todas las versiones infantiles, espontaneistas, anti-partido, iluministas, y desde el punto de vista ideológico, burguesas», lo que hace es manipular la historia a sus conveniencias. Los grupos que fueron invitados al Primer Congreso, los que van a fundar la Tercera Internacional, eran mucho más heteróclitos que lo que Programma pretende. En ese Congreso había desde anarco-sindicalistas hasta Izquierdas socialistas apenas decantadas: Los únicos puntos precisos en medio de esa falta de cohesión son:
- ruptura con la Social Democracia y
- apoyo a la revolución de Octubre.
Será más tarde cuando empiecen las rupturas y lo cierto es que van dirigidos sobre todo contra la Izquierda (no siempre muy coherente), mientras que, por otro lado, se les abren las puestas a los oportunistas y demás izquierdas socialdemócratas. ¿Desde cuándo los bordiguistas se han puesto a exaltar y a aplaudir esa orientación de degeneración oportunista de la Internacional Comunista?. Las tesis del Segundo Congreso sobre el parlamentarismo revolucionario, sobre la conquista de los sindicatos, sobre la cuestión nacional y colonial, la política de conferencias con la Segunda y Segunda y media internacionales son otros tantos pasos que marcan la regresión de la Internacional Comunista. Esa es la orientación que los bordiguistas glorifican hoy desde que se proclamaron nuevo Partido Comunista Internacional. ¿No es eso “burlarse de sus propios afiliados” como así dice el propio artículo de Programma?.
Programma nos achaca con violencia que somos “anti-partido”. Eso es puro cuento bordiguista que es tan falso como el rollo del PIC, por ejemplo, cuando nos trata de “bordigo-leninistas”. Ninguno de los grupos presentes en la Conferencia cuestionaba la necesidad del Partido. Lo que sí hay que poner en discusión es qué tipo de Partido, cuál es su función y cuáles son y debe ser las relaciones entre Partido y la clase. Es totalmente falso que el primer Congreso de la I.C:, ni las 21 condiciones hayan dado una respuesta completa y definitiva a esos problemas. La historia de la I.C., la experiencia de la Revolución Rusa y la degeneración de ambas plantean hoy en día, con el resurgir de las luchas del proletariado, a los revolucionarios, la imperiosa tarea de contestar de la manera más precisa a esos problemas. La concepción bordiguista de un partido Infalible, omnisciente y todopoderoso nada tiene que ver con el marxismo y, en cambio, parece más una visión religiosa que otra cosa. En los bordiguistas, como en la religión monoteísta de los hebreos, todas las relaciones están invertidas. Todo funciona al revés. Dios (el Partido) no es un producto de la conciencia humana, sino que es Jehová (el Partido) quien elige a su pueblo (su clase) El Partido ya no es una manifestación de un movimiento histórico de la clase, sino que es el Partido quien hace que exista la clase. No es un “dios” a imagen del hombre, sino que es el hombre quien es imagen de Dios. Así se puede entender por qué en la Biblia (El Programa), ese Dios único (Partido) no habla a su pueblo, sino que “ordena, manda y exige” en todo instante. Es un dios celoso de sus prerrogativas. Puede, si lo quiere, otorgárselo todo a su pueblo, el paraíso o la inmortalidad; pero no admitirá nunca que el hombre pueda comer la fruta del árbol de la ciencia. La conciencia, toda la conciencia, es monopolio exclusivo del Partido. Por eso es por lo que ese dios (Partido) exige la plena confianza, el absoluto reconocimiento, la toral sumisión a su gran poder, y por la más pequeña duda o discusión se vuelve dios severo del rencor, del castigo y de la venganza de un Cronstadt, de cuyo aplastamiento se reivindican los bordiguistas para ayer y para mañana. Ese dios terrorífico -el del terror rojo- ése es el modelo del Partido bordiguista. Y ése es el tipo de Partido que nosotros rechazamos totalmente.
El bordiguismo no ha constituido el Partido Internacional. Lo que ha inventado es una mitología: el mito-partido. Su Partido verdadero tiene poca consistencia, pero el mito-partido es tanto más consistente. Lo que caracteriza más que nada a ese partido-mito, es su profundo desprecio de la clase, a la cual deniega toda conciencia y toda capacidad de toma de conciencia. Y esa concepción mitológica del Partido. Partido-espantajo, se ha convertido hoy en obstáculo real al necesario esfuerzo para la construcción del partido comunista mundial del mañana. Pensamos y decimos con sinceridad. Para no seguir con polémicas, los grupos bordiguistas se encuentran hoy en una encrucijada: o entran con honradez, sin ánimos de “fottenti y fottuti”, sin ostracismos, en el camino de la confrontación y discusión en el movimiento comunista revolucionario renaciente o quedarán en el aislamiento, convirtiéndose sin remedio en una secta esclerotizada e impotente.
La Conferencia tendría ocasión de ver otro de esos números circenses con el extraño comportamiento del grupo FOR. Este, tras haberse adherido plenamente a la primera Conferencia en Milán, y haber dado su acuerdo para venir a la segunda, presentando textos de discusión, resulta que se echó atrás en la apertura de esa última so pretexto de que estaba en desacuerdo con el primer punto del orden del día, es decir, sobre la evolución de la crisis y sus perspectivas. El FOR desarrolla la tesis de que le capitalismo no está en crisis económicamente. Para él, la crisis actual no es sino una crisis coyuntural como las que el capitalismo ha tenido y superado a lo largo de su historia. De ahí que la crisis no abre perspectivas nuevas, menos aún la de la reanudación de la lucha proletaria, sino todo lo contrario. El FOR mantiene, en cambio, una tesis de “crisis de civilización” totalmente independiente de la situación económica. Esta tesis huele bastante a modernismo, herencia del situacionismo. No vamos a entrar aquí en un debate para demostrar que para los marxistas resulta de lo más absurdo hablar de decadencia y hundimiento de una sociedad histórica basándose únicamente en manifestaciones superestructurales y culturales sin hacer referencia a la estructura económica y afirmando incluso que esta estructura, básica en cualquier sociedad, está reforzándose y en su mayor expansión. Esa manera de razonar se parece más a las divagaciones de un Marcase que al pensamiento de Marx. Por eso, FOR basa la actividad revolucionaria menos en un determinismo económico objetivo que en un voluntarismo subjetivo típico de contestatarios de toda calaña. Pero hay que preguntarse: ¿son semejantes aberraciones la razón fundamental que inspiró a FOR la retirada de la Conferencia?. Desde luego que no. En esa negativa a participar, retirándose del debate, lo que aparece más que nada es el espíritu de camarilla, de cada uno en su casa, que todavía sigue impregnando tanto a los grupos que se reclaman del comunismo de Izquierda, y que sólo será superado con el resurgir de la lucha de clase del proletariado y con la toma de conciencia de los grupos revolucionarios.
Romper con ese espíritu camarillista y de repliegue, herencia de cincuenta años de contrarrevolución, demostrar que es necesario y posible establecer contactos y discusiones entre grupos revolucionarios fue de lo más positivo de los trabajos de la Conferencia. Si en Milán sólo estábamos dos grupos, ésta vez, en la segunda Conferencia en París, éramos cinco grupos de diferentes países los que participamos en el debate. Esto nos parece ser un paso muy importante que hay que continuar. De la Conferencia no salió ni una hipotética unificación, ni un efímero partido, pues la Conferencia ni siguiera lo planteó como objetivo inmediato. Ni tan siguiera hubo resoluciones comunes, y pudimos constatar la cantidad de numerosas divergencias verdaderas, pero aún más numerosas las incomprensiones, los malentendidos que circulan en el ambiente revolucionario. Y esto no tiene que desanimarnos en absoluto, pues nunca sembramos ilusiones sobre una unidad de visión preexistente. Esa unidad de visión no va a caer del cielo. Habrá de ser el fruto, precisamente, de un largo período de discusiones, de confrontaciones entre los grupos revolucionarios en un curso ascendente de lucha del proletariado. Y por todo lo dicho, depende también de la capacidad y de la voluntad de los grupos para romper con el espíritu sectario, para saber comprometerse y perseverar en el difícil camino y en el esfuerzo hacia el reagrupamiento de revolucionarios.
Los debates de la Conferencia, que saldrán en una publicación de actas, mostraron bien las insuficiencias, lagunas y confusiones, tanto en las análisis como en la perspectiva. Pero también demostraron que los encuentros y las discusiones podrán plasmarse en resultados positivos aunque limitados. La Conferencia fue una demostración de lo que Engels no cesaba de repetir, de que era de la discusión de lo que Marx y él esperaban el desarrollo del movimiento obrero.
De la Conferencia se despejó la voluntad unánime de proseguir el esfuerzo, de preparar, mejor, nuevas conferencias, ampliándolas a otros grupos que se reclaman del comunismo de Izquierda y que entran en el marco de los criterios establecidos, Es éste un propósito muy limitado y somos conscientes de que no tenemos el éxito garantizado. La historia nos demuestra que no hay garantías absolutas. Pero de lo que sí estamos convencidos es que no hay otro camino para llegar al necesario reagrupamiento de revolucionarios, para la indispensable constitución del Partido Comunista Mundial, arma del triunfo de la revolución proletaria. Por ese camino, la CCI pretende ir sin reservas con toda su convicción y voluntad.
M.C. (Enero de 1979)