En el medio político proletario, la corriente bordiguista se conoce, más o menos bien, como pretende ser, es decir, un "Partido duro y puro" con un "Programa completo e inmutable".
Obviamente, esto es más una leyenda que una realidad. De hecho, del "Partido", por ejemplo, conocemos al menos 4 o 5 grupos procedentes del mismo tronco, entre ellos el PC Internacional (Programa), cada uno de los cuales pretende ser el único heredero, el único legítimo, de lo que fue la Izquierda Italiana, y encarnar el "Partido histórico" de su sueño. Esta es probablemente la "única invariabilidad" que tienen en común. Por otra parte, se sabe muy poco, o nada -y esto es cierto sobre todo para la mayoría de los militantes de estos partidos-, sobre las verdaderas posiciones de este "Partido" en su origen, es decir, en su fundación, en 1943-1944, tras y después del derrumbe del régimen de Mussolini en Italia en plena Segunda Guerra Mundial.
Para superar este desconocimiento, consideramos muy importante publicar a continuación uno de los primeros documentos de este nuevo partido (PCInt) que apareció en el primer número de su revista Prometeo. Este documento, que aborda una cuestión crucial: la posición de los revolucionarios ante la guerra imperialista y las fuerzas políticas que participan en ella, permitirá a cualquier militante hacerse una idea exacta del estado de claridad y madurez de las posiciones políticas que presidieron la fundación de este Partido, y de la acción práctica que ello, necesariamente, implica.
Para destacar mejor la diferencia (entre lo que dice ser y lo que ha sido y sigue siendo), sería bueno empezar recordando lo que decía ser. Para ello, nos limitaremos a algunas citas de un artículo que pretendía ser fundamental y que sigue siendo un punto de referencia central: Sobre el Partido compacto y poderoso del mañana publicado en el número 76 de Programme Communiste en marzo del 78.
"Su existencia (la del Partido) no está atestiguada por el hecho de que esté "terminado" y no en construcción, sino por el hecho de que crece como un organismo que se desarrolla con las células y la estructura que tenía cuando nació; que crece y se fortalece sin alterarse, con los materiales que sirvieron para constituirlo, con sus miembros teóricos y su esqueleto organizativo." (p15).
Dejando de lado el estilo siempre pomposo propio de los bordiguistas, y con grandes reservas sobre la afirmación de que los "materiales... teóricos" son la única y exclusiva condición para la proclamación del Partido, independientemente del flujo y reflujo de la lucha de clases, podemos quedarnos con la idea de que la evolución posterior de una organización depende, en gran medida, de sus posiciones políticas y de su coherencia al principio. El PCInt (Programa) es una excelente muestra de ello.
Polemizando contra nosotros, el autor del artículo se ve obligado a explicar (¡una vez no es pecado mortal!) las posiciones defendidas por la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista y la enorme contribución teórica y política de ésta en su revista Bilan y luego en la revista Octubre en los años 30 a 451.
"Reivindicar hoy la continuidad que la Fracción ha logrado, gracias a una espléndida batalla, mantener con firmeza... significa también comprender las razones materiales por las que la Fracción nos ha legado, junto a tantos valores positivos, elementos que han caducado." (p7)
Estos elementos obsoletos son, entre otros, que "no se trata de buscar en las propias armas teóricas y programáticas, sino, por el contrario, de redescubrir su fuerza y su poder en todos los puntos, y de referirse a ellas como un bloque monolítico para volver a empezar... para llegar, retomando las armas originales con exclusión de todas las demás, a una comprensión completa de las causas de su derrota, así como de las condiciones de una futura ofensiva".
Haber cometido “la imprudencia” de someter a la crítica las posiciones y orientaciones de la I.C. "ha llevado a la Fracción a ciertas defraudaciones, como, por ejemplo, en la cuestión nacional y colonial, o también con respecto a Rusia.... que en la búsqueda de un camino diferente al de los bolcheviques en el ejercicio de la dictadura, ... y también, en cierto sentido, en la cuestión del Partido o de la Internacional".
Y, más adelante, Programa cita como ilustración de las herejías de la Fracción, a Bilan que escribe "las fracciones de izquierda sólo podrán transformarse en partido, cuando los antagonismos entre la posición del partido degenerado y la posición del proletariado amenacen todo el sistema de relaciones de clase..."
Para Programa, "pasajes de este tipo alimentan evidentemente, la especulación de quienes, como el grupo Revolución Internacional, teorizan hoy como inevitable la degeneración oportunista de todo partido de clase que pretenda constituirse antes de la futura oleada revolucionaria, y que, a la espera de esta oleada y bajo el pretexto de un "Balance" preliminar para el renacimiento del partido formal, se entregan a una revisión completa de las tesis constitutivas de la Internacional." (p9)
El partido bordiguista no concibe en absoluto que se puedan criticar, a la luz de la experiencia vivida, posiciones que se han demostrado falsas o inadecuadas. ¡La famosa invariabilidad obliga! Notemos, sin embargo, que después de haberse quitado el sombrero ante la "firmeza", ante la "espléndida batalla" ante los "valores positivos", el portavoz del PCI rechaza también "firmemente" lo que constituye precisamente lo esencial de la verdadera contribución en el trabajo de la Fracción. En cuanto a nosotros, CCI, reconocemos de buen grado que esta aportación de la Fracción nos ha nutrido enormemente en nuestro propio desarrollo, y ello no sólo en la cuestión del momento de la constitución del Partido, sino en tantas otras cuestiones que el artículo denomina "dejarse llevar". El "bloque monolítico" del que habla el artículo, además de sonarnos a frase retórica, no indica más que una vuelta a las posiciones de la Fracción, e incluso un retroceso respecto a la I.C.
"Lo que define a un núcleo muy pequeño de militantes como Partido es la clara conciencia de tener que conquistar una influencia sobre la clase que sólo posee virtualmente, y el esfuerzo dedicado a conseguir este objetivo no sólo con la propaganda de su programa, sino con la participación activa en las luchas y formas de la vida colectiva de la clase; y esto es lo que, a partir de ese momento, nos definió bien como Partido." (p14)
Aquí encontramos una “nueva definición” de la constitución del Partido. Esta vez se hace hincapié en el "activismo". Conocemos este activismo que corroe a todos los izquierdistas, de los distintos partidos desde los trotskistas hasta los maoístas. El PCI no ha dejado de caer en este pozo ayer como hoy, desde su fundación durante la guerra de 1943 hasta su apoyo activo a la guerra del Líbano en el campo palestino, pasando por la participación, junto a los trotskistas y maoístas, en todo tipo de comités fantasmas, el de los soldados, el de apoyo a la lucha de Sonacotra, el de los inmigrantes, etc. En sus acciones febriles, en efecto, se trataba menos de "defender un programa" que de ser los aguadores para "conquistar la influencia sobre la clase". Pero eso no le impide volver a caer como un gato sobre las patas y escribir:
"Observemos de paso que la Fracción en el extranjero no se ha limitado en absoluto a la "investigación teórica", sino que ha librado una dura batalla práctica. Si aún no ha sido Partido sino sólo su preludio no es por falta de actividad práctica, sino por la insuficiencia del trabajo teórico." (Nota p13)
Pasemos por alto la "insuficiencia del trabajo teórico" de la Fracción. La Fracción nunca pretendió tener un "programa acabado" en el bolsillo como el Programa Comunista, y se contentó humildemente con querer ser una contribución al desarrollo del programa a la luz de un examen crítico de la experiencia de la primera gran ola revolucionaria y de la contrarrevolución que la siguió. La Fracción carecía ciertamente de esa megalomanía propia del bordiguismo de la posguerra que, sin el menor pudor y sin sonrojarse, puede escribir:
"La historia de nuestro pequeño movimiento ha demostrado.... que el Partido no nace porque y cuando la clase ha encontrado, bajo el empuje de las determinaciones materiales, el camino único y necesario de la recuperación. Nace porque y cuando un círculo necesariamente "microscópico" de militantes ha alcanzado la comprensión de las causas de la situación objetiva inmediata y la conciencia de las condiciones de su futura inversión; porque ha sacado la fuerza, no para "completar" el marxismo con nuevas teorías.... sino para reafirmar el marxismo en su totalidad, inalterado e intacto; porque fue capaz, sobre esta base… de hacer el balance de la contrarrevolución como una confirmación total de nuestra doctrina en todos los campos." (p10)
"Porque ella (la corriente bordiguista) lo había logrado (el "Balance Global del Pasado") pudo 25 años después constituirse como conciencia crítica organizada, como cuerpo militante activo, como Partido;", aunque, precisa que "ya veremos (más adelante) en qué condiciones y sobre qué base, pero podemos decir desde el principio que no es llevado por un movimiento ascendente, sino que, por el contrario, lo precede desde lejos". (p5)
Esta base se define en estos términos:
"... la base del bloque unitario de posiciones teóricas, programáticas y tácticas reconstituido por el pequeño y "microscópico" partido de 1951-52 (¿) o de hoy, y sólo puede hacerse en sus filas" (p5-6)
Retengamos esta conclusión "sólo puede hacerse en sus filas". Sin embargo, este Partido ha tenido un lamentable accidente en el camino, un accidente del que se habla con cierta vergüenza: "En 1949… se redactó el Llamamiento por la Reorganización Internacional del Movimiento Revolucionario Marxista. Lo que allí se proponía a los pequeños núcleos dispersos de trabajadores revolucionarios que querían reaccionar.... contra el desastroso curso del oportunismo, no era ciertamente un bazar.... de los que querían construir... el tambaleante edificio de la "unidad de las fuerzas revolucionarias" del que todos divagan. Por el contrario, se les propuso un método de lucha homogéneo, basado en el rechazo de las soluciones presentadas por "grupos influenciados incluso parcialmente (¡sic!) e indirectamente (¡sic!) por las sugerencias y el conformismo... que infestan el mundo, una solución cuya "crítica doctrinal" confirmó su inanidad". (p15)
Pasemos por encima de todas estas contorsiones, a modo de explicación de un planteamiento que es suficientemente claro en su grave confusión por su propio título. Además, no era la primera vez que el Partido Bordiguista lanzaba este tipo de llamamientos, y no sólo "a los pequeños núcleos dispersos de trabajadores revolucionarios". Como veremos, dicho Llamamiento se dirigió en plena guerra imperialista, a fuerzas mucho más "serias" para la constitución de un "Frente Obrero" para la "unidad de clase del proletariado". Veamos, por lo tanto, a este Partido en funcionamiento tal y como es, tal y como fue "en su nacimiento".
El presente llamamiento es dirigido por el Comité de Agitación del Partido Comunista Internacionalista a los comités de agitación de los partidos con dirección proletaria y de los movimientos sindicales de empresa para dar a la lucha revolucionaria del proletariado una unidad de directivas y de organización en vísperas de los acontecimientos sociales y políticos que habrán de revolucionar la situación italiana y europea; para ello, se propone que estos diversos comités se reúnan para elaborar un plan de conjunto.
Para facilitar esta tarea, el Comité de Agitación del PCI expone brevemente su punto de vista programático, que podría considerarse como una base inicial para el debate. ¿Por qué hemos considerado oportuno dirigirnos a los comités de agitación de las fábricas y no a los comités centrales de los distintos partidos?
Una mirada panorámica al entorno político, que se ha puesto de manifiesto no sólo en la lucha antifascista sino también en la lucha más específica del proletariado, nos ha convencido (y no sólo hoy) de la imposibilidad de encontrar un mínimo denominador común ideológico y político para sentar las bases de un acuerdo de acción revolucionaria. Las diferentes apreciaciones de la guerra (su naturaleza y sus objetivos), las diferentes apreciaciones sobre la definición del imperialismo y las divergencias en los métodos de lucha ya sean sindicales, políticos o militares, demuestran suficientemente esta imposibilidad.
Por otra parte, todos estamos de acuerdo en considerar la crisis abierta por la guerra como la más profunda e incurable que jamás haya sufrido el régimen burgués; (también estamos de acuerdo) en considerar que el régimen fascista está acabado social y políticamente, aunque las armas alemanas le sigan dando oxígeno, aunque haya que luchar dura y sangrientamente para extirparlo del suelo italiano, y , finalmente, por considerar que el proletariado es el único protagonista de esta nueva historia del mundo que debe salir de este conflicto inhumano.
Pero el triunfo del proletariado sólo es posible a condición de que haya resuelto preventivamente el problema de su unidad en la organización y en la lucha.
Y esa unidad no se ha logrado, ni podrá lograrse nunca, sobre la base del Comité de Liberación Nacional, que surgió por razones contingentes debido a la guerra, que quiso asumir un aspecto de la guerra ideológica contra el fascismo y el hitlerismo pero que fue constitucionalmente impotente para plantear los problemas para superar tales contingencias. No asumió las reivindicaciones y los objetivos históricos de la clase obrera, que habrían chocado con las razones y los objetivos de la guerra democrática instigada y dirigida por el Comité de Liberación Nacional (C. de LN) ni se mostró incapaz de unir a las fuerzas obreras más arraigadas. Frente a la guerra, al margen de las presiones ideológicas, se puede ver a los representantes de las altas finanzas, del capitalismo industrial y agrario y a los de las organizaciones obreras codo con codo; pero ¿quién se atrevería a pensar en un C. de LN, centro motor de la lucha de clases y del asalto al poder burgués, en el que se sentasen los De Gasperis, los Gronchis, los Solens, los Gasparotos, los Croces, los Sforzas, etc.?
Si el C. de LN puede ser históricamente capaz de resolver los problemas debidos al estado de emergencia y su continuación en el marco del Estado burgués, no será en absoluto el órgano de la revolución proletaria, cuya tarea corresponde al partido de la clase que habrá comprendido las exigencias fundamentales del proletariado y se habrá adherido profundamente a la necesidad de su lucha.
Pero este mismo partido será impotente para cumplir su misión histórica si encuentra ante sí un proletariado dividido moral y físicamente, desilusionado por la inutilidad de las luchas internas, escéptico sobre la validez de su propio futuro.
Es esta situación bloqueada la que hemos conocido en todos los momentos de crisis de los últimos años, y contra la que se rompen las grandes aspas de la revolución proletaria. Un proletariado desunido no puede atacar al poder burgués, y debemos tener el valor de reconocer que actualmente el proletariado italiano está desunido y es escéptico como todo el proletariado europeo.
La tarea imperiosa del momento es, pues, la unidad de clase del proletariado, que encontrará en las fábricas y en todos los centros de trabajo el ambiente natural e histórico ideal para la afirmación de dicha unidad. Sólo con esta condición el proletariado podrá transformar en su beneficio la crisis del capitalismo que la guerra ha abierto pero que no puede resolver.
Concluimos nuestro llamamiento resumiendo nuestro pensamiento en algunos puntos:
1. puesto que los motivos, la finalidad y la práctica de la guerra dividen al proletariado y a sus fuerzas combatientes, debemos oponernos a la política que quiere subordinar la lucha de clases a la guerra, subordinando la guerra y todas sus manifestaciones a la lucha de clases;
2. deseamos la creación de organizaciones unitarias del proletariado, que serán la emanación de las fábricas y de las empresas industriales y agrícolas;
3. Estos organismos serán el frente único de facto de todos los trabajadores, y en ellos participarán democráticamente los comités de agitación;
4. Todos los partidos vinculados a las luchas del proletariado tendrán derecho a hacer la propaganda de sus ideas y de sus programas: además, pensamos que será en estos lugares de debates de ideas y de programas, donde el proletariado alcanzará su madurez política y la libre elección de la dirección política que le llevará a la victoria;
5. la lucha del proletariado, desde la agitación parcial hasta la insurrección armada, debe desarrollarse, para triunfar sobre una base de clase, para culminar en la conquista violenta de todo el poder que constituye la única garantía seria de la victoria.
10 de febrero de 1945
A este llamamiento señalamos la respuesta del Comité de Agitación del PDA y la del Partido del Trabajo (de Milán), que declararon que no podían tener en cuenta nuestra propuesta, aunque lo habrían hecho en condiciones más favorables, porque la línea política específica seguida por el PIL, aunque dedicada a la revolución proletaria, no le permite ejercer ningún tipo de influencia sobre las masas del norte de Italia.
Nuestro llamamiento recibió el pleno apoyo de los sindicatos revolucionarios, que aceptaron explícitamente colaborar en la creación de organizaciones de base y se declararon totalmente de acuerdo con nuestro punto de vista sobre la lucha contra la guerra.
La respuesta también vino de los comunistas libertarios, que reconocieron en los términos de la propuesta el terreno en el que ellos mismos se situaban "tanto desde el punto de vista de la situación política general, como desde el punto de vista de la actitud ante la guerra y la necesidad de una organización de clase de los trabajadores que tenga como objetivo la revolución expropiadora mediante la constitución de consejos de administración obreros", y se mostraron satisfechos de que tal punto de vista fuera compartido por los camaradas comunistas internacionalistas.
Sin embargo, es sorprendente que el PCI se haya negado a respondernos con comunicaciones verbales, habiendo ya expresado su opinión sobre nosotros en su prensa. Poco después, al término de una esporádica campaña de denigración contra nosotros (acusándonos de fascistas enmascarados), apareció un encarte en la revista "Usine" que nos calificaba de provocadores y en el que se hacía referencia directa a nuestra propuesta de constitución de organizaciones de frente único obrero, y en marzo le siguió una circular de la Federación Milanesa en la que se invitaba a vuestras organizaciones de base "a intervenir enérgicamente para depurar...".
Tradicionalmente incapaz de responder con un sí o un no, el PS respondió en cambio: "Estimados camaradas, en respuesta a su llamada, confirmamos que nuestro Partido no tiene nada en contra de que sus camaradas participen en los Comités de Agitación periféricos en las fábricas donde su Partido tiene realmente una base y que su colaboración se hace en el marco de la lucha general de masas, para la que surgieron los Comités de Agitación."
A esta carta, que eludía elegantemente la cuestión, respondimos: "Queridos camaradas, habríamos preferido que su respuesta estuviera más en consonancia con las cuestiones planteadas en nuestro documento, y en este sentido fuera más concluyente, evitando la pérdida de tiempo, sobre todo porque la situación política, tras los acontecimientos militares, se agrava cada vez más y plantea tareas cada vez más graves y urgentes para las masas y los partidos proletarios en particular."
Queremos llamar su atención sobre dos puntos:
1. nuestra propuesta no planteaba la cuestión de la adhesión a los comités existentes de tal o cual partido, sino un acuerdo entre sus órganos de dirección de tales comités para concretar un plan de acción común, para resolver todos los problemas derivados de la crisis del capitalismo como una unidad.
2. estaba implícito que nuestra iniciativa no podía tener como objetivo una "lucha general de masas", sino la creación de organismos con representación proporcional en el terreno de la clase y que avanzan hacia objetivos de clase.
Ni que decir tiene que esos comités no pueden tener nada en común con los vuestros, surgidos a partir de la política del CLN, que, como decís, no pueden considerarse organizaciones de clase. Les pedimos una respuesta más precisa sobre estos puntos de los que depende la posibilidad de un trabajo conjunto.
Hasta la fecha no ha habido respuesta.
(Prometeo nº 1 de abril de 1945)
Podemos ahorrarnos los comentarios. Este llamamiento dirigido a las (¡fuerzas vivas del proletariado!) PC y PS para la construcción de la unidad proletaria habla por sí mismo, y ello a pesar del truco táctico que consiste en que no es el propio Partido el que lo dirige directamente a los otros partidos, sino a través de un "Comité de Agitación" fantasma del Partido que lo dirige a los "Comités de Agitación" de los otros partidos.
Hay que añadir que de este Llamamiento no salió nada (¡y con razón!), salvo dejarnos un testimonio, un indicio de un partido que "creció .... con los materiales que sirvieron para constituirlo, con sus miembros teóricos y su esqueleto organizativo".
Pero sería inexacto decir que este llamamiento no produjo nada. He aquí el resultado:
"Siguiendo las directivas dadas por nuestros órganos dirigentes, bajo la presión de los acontecimientos, nuestros camaradas -después de haber advertido preventivamente a las masas contra los golpes prematuros y de haber indicado repetidamente cuáles eran los objetivos (objetivos de clase) que debían alcanzar- se unieron indistintamente a las formaciones en movimiento en el trabajo de destrucción del odioso aparato fascista participando en la lucha armada y en la detención de los fascistas..." (Panorama View). (Una mirada panorámica al movimiento de masas en las fábricas, en Prometeo nº 2, 1 de mayo de 1945; citado en A.Peregalli, l'Altra Resistanza, la disidema di sinistra in Italia 1943-45)
Hasta aquí el Partido en el Norte del país. En cuanto al Sur del país, podemos citar como ejemplo Calabria (Catanzaro) donde los militantes bordiguistas agrupados en torno a Maruca, futuro líder del grupo Damen, permanecieron dentro del PCI estalinista hasta 1944, cuando se pasaron a la "Frazione": "Maruca afirma (en 1943) que la victoria del frente antifascista es la condición histórica indispensable para que el proletariado y su partido se pongan en condiciones de cumplir su misión de clase". (citado por Peregalli, op. cit., p57)
En conclusión, en lo que respecta al partido Bordiguista, podemos decir: dime de dónde vienes y sabré a dónde vas.
M.C.
1 El autor habla de la actividad de la Fracción del "30 al 40", ignorando por completo su existencia y actividad entre el 40 y el 45, cuando se disolvió. ¿Se debe esto a la simple ignorancia o a evitar verse obligado a hacer una comparación entre las posiciones defendidas por la Fracción durante la guerra y las del PCInt constituido en el 43-44?
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Este artículo apareció por primera vez en Internationalisme núm. 12 en agosto de 1946. Aunque es un producto del período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, sigue siendo notablemente relevante hoy, 36 años después. Aborda la cuestión de cuándo es necesaria y posible la formación del partido.
Para quienes se niegan a reconocer la necesidad de un partido político del proletariado, el problema del papel de dicho partido, su función y el momento de su formación carecen obviamente de interés.
Pero para los que han comprendido y aceptado la idea del partido como expresión de la clase obrera en su lucha contra el capitalismo, la cuestión es crucial. Para los militantes que entienden la necesidad del partido, situar la cuestión de cuándo formarlo en una perspectiva histórica es de suma importancia porque la cuestión de cuándo se forma un partido está vinculada a toda su concepción de lo que debe hacer el partido. ¿Es el partido un puro producto de la "fuerza de voluntad" de un grupo de militantes o es el resultado de la evolución de la clase obrera en lucha?
Si es un mero producto de la voluntad, el partido puede existir o formarse en cualquier momento. Si, por el contrario, es una expresión de la clase en lucha, su formación y permanencia están ligadas a los períodos de auge y declive de la lucha proletaria. En el primer caso, se trata de una visión voluntarista e idealista de la historia; en el segundo, de una concepción materialista de la historia y de su realidad concreta.
No nos equivoquemos: no es una cuestión de especulación abstracta. No se trata de una discusión escolástica sobre las palabras o etiquetas adecuadas: o "partido" o "fracción" ("grupo"). Las dos concepciones conducen a enfoques diametralmente opuestos. Un planteamiento incorrecto basado en no entender el momento histórico de la proclamación del partido lleva necesariamente a una organización revolucionaria a intentar ser lo que todavía no puede ser y a no ser lo que puede ser. Una organización de este tipo, que busque un público inmediato a cualquier precio, que transforme los principios en dogmas en lugar de mantener posiciones políticas claras basadas en un examen crítico de la historia, no sólo se encontrará desdibujando la realidad en el presente, sino que comprometerá su futuro al descuidar sus verdaderas tareas a largo plazo. Este planteamiento deja el camino libre a todo tipo de compromisos políticos y al oportunismo.
Esta es la misma imagen que Internationalisme criticó en el partido Bordiguista en 1946, y 36 años de actividad del PCI confirman ampliamente la validez de estas críticas.
Sin embargo, algunas formulaciones del Internationalisme se prestan a posibles interpretaciones erróneas. Por ejemplo, la frase: "el partido es el organismo político que el proletariado crea para unificar sus luchas". Dicho así, la afirmación implica que el partido es la única fuerza motriz hacia esta unificación de las luchas. Esto no es cierto y no es la posición que defendía Internationalisme, como puede comprobar cualquier lector de su prensa. La formulación debe entenderse en el sentido de que una de las principales tareas del partido es ser un factor, un factor activo, en la unificación de la lucha de la clase orientándola "hacia un ataque frontal contra el Estado y la sociedad capitalista, hacia la construcción de una sociedad comunista". (ibid).
En cuanto a la cuestión de la Tercera Guerra Mundial, la guerra no se produjo de la forma en que Internationalisme predijo. No hubo una guerra generalizada, sino una serie de guerras locales y periféricas denominadas luchas de "liberación nacional" o luchas "anticoloniales"; en realidad estaban supeditadas a las necesidades e intereses de las grandes potencias en su lucha por la hegemonía mundial.
No obstante, es cierto, como predijo el Internationalisme, que la Segunda Guerra Mundial dio lugar a un largo período de reacción y de profunda disminución de la lucha de clases, que duró hasta el final del período de reconstrucción.
A algunos lectores les puede chocar el uso del término "formación de cuadros" que Internationalisme anunciaba como la "tarea del momento" en ese periodo. Hoy la palabra "cuadros" sólo la utilizan los izquierdistas que preparan a los futuros burócratas para el capital contra el proletariado. Pero en el pasado, y tal como lo utilizaba Internationalisme, la idea de formar cuadros significaba que la situación no permitía a los revolucionarios tener una influencia a gran escala en la clase obrera y que, por lo tanto, el trabajo de desarrollo teórico y de formación de militantes tenía inevitablemente prioridad sobre cualquier posibilidad de agitación.
Hoy vivimos un período completamente diferente, una época de crisis abierta para el capitalismo y de renovación de la lucha de clases. Este período hace necesaria y posible la reagrupación de las fuerzas revolucionarias. Esta perspectiva sólo puede ser llevada a cabo por los grupos revolucionarios existentes y dispersos si rechazan cualquier racionalización de su propio aislamiento, si abren el camino a un verdadero debate sobre las posiciones políticas heredadas del pasado que no son necesariamente válidas hoy, si se comprometen conscientemente con un proceso de clarificación internacional que lleve a la posibilidad de un reagrupamiento de fuerzas. Este es el verdadero camino hacia la formación del partido.
Hay dos concepciones de la formación del partido que se han enfrentado desde la primera aparición histórica del proletariado, es decir, su aparición como clase independiente con un papel que cumplir en la historia y no su mera existencia como categoría económica.
Estas concepciones pueden resumirse como sigue:
* La primera concepción sostiene que la formación del partido depende esencialmente, si no exclusivamente, de los deseos de los individuos, de los militantes, de su nivel de conciencia. En una palabra, esta concepción considera la formación del partido como un acto subjetivo y voluntarista.
* La segunda concepción considera la formación del partido como un momento del desarrollo de la conciencia de clase directamente vinculado a la lucha de clases, a la relación de fuerzas entre las clases en un momento dado debido a la situación económica, política y social del momento; al legado de las luchas pasadas y a las perspectivas a corto y largo plazo de las luchas futuras.
La primera concepción, básicamente subjetiva y voluntarista, está más o menos ligada a una visión idealista de la historia. El partido no está determinado por la lucha de clases, sino que se convierte en un factor independiente determinado sólo por sí mismo y se eleva a ser la propia fuerza motriz de la lucha de clases.
Podemos encontrar ardientes defensores de esta concepción desde el principio del movimiento obrero y a lo largo de su historia hasta la actualidad. En los primeros tiempos del movimiento, Weitling y Blanqui fueron los representantes más conocidos de esta tendencia.
Por muy grandes que sean sus errores y por mucho que merezcan las severas críticas que Marx les dirigió, debemos considerarlos a ellos y a sus errores en una perspectiva histórica. Sus errores no deben hacernos olvidar la gran contribución que hicieron al movimiento obrero. El propio Marx reconoció su valor como revolucionarios, su dedicación a la causa proletaria, su mérito como pioneros que inspiraron a la clase trabajadora con su incansable voluntad de acabar con la sociedad capitalista.
Pero lo que para Weitling y Blanqui fue un error, una falta de comprensión de las leyes objetivas que rigen el desarrollo de la lucha de clases, se convirtió para sus seguidores posteriores en el punto central de su existencia. El voluntarismo se convirtió en un aventurerismo total.
Sin duda, los representantes más típicos de esto hoy en día son el trotskismo y todo lo relacionado con él. Su agitación no tiene más límites que sus propios caprichos y fantasías. Los "Partidos" y las "Internacionales" se activan y desactivan a voluntad. Se lanzan campañas, consignas, agitación como un enfermo en convulsiones.
Más cerca de nosotros tenemos a los RKD1 y a los CR2 que pasaron mucho tiempo en el trotskismo y lo dejaron muy tarde. Desgraciadamente, han conservado este gusto por la agitación por sí misma, la agitación en el vacío, y han hecho de ello la base de su existencia como grupo.
La segunda concepción puede definirse como determinista y objetiva. No sólo considera que el partido está determinado históricamente, sino que su formación y existencia también están determinadas por circunstancias inmediatas y contingentes.
Sostiene que el partido está determinado tanto por la historia como por la situación inmediata contingente. Para que el partido exista realmente, no basta con demostrar su necesidad histórica general. Un partido debe basarse en las condiciones inmediatas y actuales que hacen posible y necesaria su existencia.
El partido es el organismo político que el proletariado crea para unificar sus luchas y orientarlas hacia el ataque frontal al Estado y a la sociedad capitalista, hacia la construcción de una sociedad comunista.
Sin un desarrollo real de la perspectiva de la lucha de clases enraizada en la situación objetiva y no simplemente en los deseos subjetivos de los militantes, sin un alto grado de lucha de clases y de crisis social, el partido no puede existir, su existencia es simplemente inconcebible3.
El partido no puede crearse en un período de estancamiento de la lucha de clases. En toda la historia del movimiento obrero no hay ejemplos de partidos revolucionarios eficaces creados en períodos de estancamiento. Los partidos creados en estas condiciones nunca influyeron ni dirigieron eficazmente ningún movimiento de masas. Hay algunas formaciones que son partidos sólo de nombre, pero su naturaleza artificial sólo dificulta la formación de un verdadero partido cuando llega el momento. Tales formaciones están condenadas a ser sectas en todos los sentidos de la palabra. Sólo pueden escapar de su vida de secta cayendo en el aventurerismo quijotesco o en el oportunismo más burdo. La mayoría de ellas terminan con ambas cosas juntas, como el Trotskismo.
Lo que hemos dicho sobre la formación del partido es también válido para la cuestión de mantenerlo vivo después de las derrotas decisivas del proletariado en un período prolongado de reflujo revolucionario.
A menudo se utiliza el ejemplo del partido Bolchevique para rebatir nuestro argumento, pero esto es una visión puramente formalista de la historia. El partido Bolchevique después de 1905 no puede considerarse como un partido; era una fracción del Partido Socialdemócrata Ruso, dislocado a su vez en varias facciones y tendencias.
Esta era la única manera de que la fracción Bolchevique pudiera sobrevivir para servir después como núcleo central para la formación del partido comunista en 1917. Este es el verdadero significado de la historia de los bolcheviques.
La disolución de la Primera Internacional nos muestra que Marx y Engels también eran conscientes de la imposibilidad de mantener una organización revolucionaria internacional de la clase obrera en un período prolongado de reflujo. Naturalmente, los formalistas de poca comprensión reducen todo el asunto a una maniobra de Marx contra Bakunin. No es nuestra intención entrar en todos los puntos finos del procedimiento o justificar la forma en que Marx lo hizo.
Es perfectamente cierto que Marx vio en los bakuninistas un peligro para la Internacional y que lanzó una lucha para sacarlos. De hecho, creemos que fundamentalmente tenía razón en cuanto al contenido. El anarquismo ha demostrado muchas veces desde entonces ser una ideología profundamente pequeñoburguesa. Pero no fue este peligro lo que convenció a Marx de la necesidad de disolver la Internacional.
Marx repasó muchas veces sus razones durante la disolución de la Internacional y después. Ver este acontecimiento histórico como la simple consecuencia de una maniobra, de una intriga personal, no sólo es un insulto gratuito a Marx, sino que le atribuye poderes demoníacos. Hay que ser tan mezquino como James Guillaume para atribuir acontecimientos de dimensiones históricas a la mera voluntad de los individuos. Por encima de todas estas leyendas del anarquismo, hay que reconocer el verdadero significado de esta disolución.
Podemos entenderla mejor si ponemos estos acontecimientos en el contexto de otras disoluciones de organizaciones políticas en la historia del movimiento obrero.
Por ejemplo, el profundo cambio de la situación social y política en Inglaterra a mediados del siglo 19º llevó a la dislocación y desaparición del movimiento cartista.
Otro ejemplo es la disolución de la Liga Comunista tras los tormentosos años de las revoluciones de 1848-50. Mientras Marx creyó que el período revolucionario no había terminado, a pesar de las grandes derrotas y pérdidas, siguió manteniendo la Liga Comunista, reagrupando fuerzas, fortaleciendo la organización. Pero en cuanto se convenció de que el período revolucionario había terminado y que había comenzado un largo período de reacción, proclamó la imposibilidad de mantener el partido. Se declaró partidario de un repliegue organizativo hacia tareas más modestas, menos espectaculares y más realmente fructíferas teniendo en cuenta la situación: la elaboración teórica y la formación de cuadros.
No fue Bakunin ni ninguna necesidad urgente de "maniobras" lo que convenció a Marx veinte años antes de la Primera Internacional de que era imposible mantener una organización revolucionaria o una Internacional en un periodo de reacción.
Veinticinco años después, Marx escribió sobre la situación en 1850-51 y las tendencias dentro de la Liga en estos términos:
"La represión violenta de una revolución deja su huella en la mente de las personas implicadas, especialmente en las que se han visto obligadas a exiliarse. Produce tal tumulto en sus mentes que incluso los mejores se vuelven desquiciados y en cierto modo irresponsables durante un periodo de tiempo más o menos largo. No consiguen adaptarse al curso que ha tomado la historia y no quieren entender que la forma del movimiento ha cambiado..." (Epílogo de las Revelaciones del Juicio a los Comunistas en Colonia, 8 de enero de 1875).
En este pasaje podemos ver un aspecto fundamental del pensamiento de Marx que se pronuncia contra quienes no quieren tener en cuenta que la forma del movimiento, las organizaciones políticas de la clase obrera, las tareas de esta organización no son siempre las mismas. Estas siguen la evolución de la situación objetiva. Para responder a los que creen ver en este pasaje una simple justificación a posteriori de Marx, es interesante observar los argumentos de Marx en la época de la Liga, tal como los formuló en el debate con la tendencia de Willich-Schapper. Cuando explicó al Consejo General de la Liga por qué proponía una escisión en septiembre de 1850, Marx escribió, entre otros puntos
"En lugar de una concepción crítica, la minoría ha adoptado una concepción dogmática. Ha sustituido una concepción materialista con una idealista. En lugar de ver la situación real como la fuerza motriz de la revolución, sólo ve la mera voluntad ...
... Dice (a los obreros): 'Debemos tomar el poder de inmediato o de lo contrario debemos irnos todos a casa a dormir'.
Al igual que los demócratas, que han hecho un fetiche de la palabra "pueblo", ustedes hacen un fetiche de la palabra "proletariado". Al igual que los demócratas, ustedes sustituyen el proceso de revolución con la fraseología revolucionaria".
Dedicamos estas líneas especialmente a los camaradas de los RKD o de los CR que a menudo nos han reprochado no querer "construir" el nuevo partido.
En nuestra lucha desde 1932 contra el aventurerismo trotskista en la cuestión de la formación del nuevo partido y de la IV Internacional, los RKD sólo vio quién sabe qué tipo de "vacilaciones" subjetivas. Los RKD nunca ha entendido el concepto de "fracción", es decir, de una organización específica con tareas específicas correspondientes a una situación específica cuando no puede existir o formarse un partido. En lugar de esforzarse por comprender esta idea, prefieren la simple traducción de la palabra ‘fracción’ al estilo de los diccionarios, para apoyar su afirmación de que el "bordiguismo" sólo quería ‘reparar’ al viejo PC. Aplican al Comunismo de Izquierda la medida que aprendieron en el trotskismo: ‘o se está a favor de la reparación del viejo partido o hay que crear uno nuevo".
La situación objetiva y las tareas de los revolucionarios correspondientes a esta situación, todo eso es demasiado prosaico, demasiado complicado para los que prefieren la salida fácil a través de la fraseología revolucionaria. La patética experiencia de la organización de los RC no fue aparentemente suficiente para estos camaradas. Ven el fracaso de los CR simplemente como el resultado de una cierta precipitación, mientras que en realidad toda la operación era artificial y heterogénea desde el principio, agrupando a los militantes en torno a un programa de acción vago e inconsistente. Atribuyen su fracaso a la pobre calidad de las personas implicadas, y se niegan a ver cualquier relación con la situación objetiva.
A primera vista puede parecer extraño que grupos que dicen pertenecer a la Izquierda Comunista Internacional, y que durante años han luchado junto a nosotros contra el aventurerismo trotskista de crear artificialmente nuevos partidos, estén ahora montados en el mismo caballo de batalla, y se hayan convertido en los campeones de una ‘construcción’ aún más rápida.
Sabemos que en Italia ya existe el Partido Comunista Internacionalista que, aunque muy débil numéricamente, intenta sin embargo cumplir el papel del partido. Las recientes elecciones a la Asamblea Constituyente, en las que participó el PCI italiano, han revelado la extrema debilidad de su influencia real sobre las masas, lo que demuestra que este partido apenas ha superado las limitaciones de una fracción. La Fracción Belga llama a la formación del nuevo partido. La Fracción Francesa de la Izquierda Comunista (FFGC), formada recientemente y sin principios básicos bien definidos, sigue sus pasos y se ha asignado la tarea práctica de construir el nuevo partido en Francia.
¿Cómo explicar este hecho, esta nueva orientación? No cabe duda de que un cierto número de individuos4 que se han adherido recientemente a este grupo no hacen más que expresar su incomprensión y su no asimilación del concepto de "fracción", y que siguen expresando en el seno de los diferentes grupos de la Izquierda Comunista Internacional las concepciones trotskistas del partido que tenían ayer y que siguen teniendo hoy.
Es igualmente correcto, además, ver la contradicción que existe entre la teoría abstracta y la política práctica en la cuestión de la construcción del partido como una adición más a la masa de contradicciones que se han convertido en un hábito para todos estos grupos. Sin embargo, todo esto todavía no explica las conversiones de todos estos grupos. Esta explicación hay que buscarla en su análisis de la situación actual y sus perspectivas.
Conocemos la teoría de la ‘economía de guerra’ planteada antes y durante la guerra por la tendencia Vercesi en la Izquierda Comunista Internacional. Según esta teoría, la economía de guerra y la guerra misma son períodos de mayor desarrollo de la producción y de expansión económica. Por lo tanto, una ‘crisis social’ no podía aparecer durante este período de ‘prosperidad’. Sólo con la ‘crisis económica de la economía de guerra’, es decir, en el momento en que la producción bélica ya no pudiera abastecer las necesidades del consumo de guerra, cuando la continuación de la guerra se viera obstaculizada por la escasez de materias primas, esta crisis de nuevo estilo abriría una crisis social, y una perspectiva revolucionaria.
Según esta teoría, era lógico negar que las convulsiones sociales que estallaron durante la guerra pudieran llegar a cualquier cosa. De ahí también la negación absoluta y obstinada de cualquier significado social en los acontecimientos de julio de 1943 en Italia5. De ahí también la completa incomprensión del significado de la ocupación de Europa por los ejércitos aliados y rusos, y en particular de la importancia de la destrucción sistemática de Alemania, de la dispersión del proletariado alemán hecho prisionero de guerra, exiliado, dislocado y temporalmente inofensivo e incapaz de todo movimiento independiente.
Para estos camaradas, la reanudación de la lucha de clases y, más precisamente, la apertura de un curso revolucionario ascendente sólo podía ocurrir después del final de la guerra, no porque el proletariado estuviera impregnado de ideología nacionalista patriótica, sino porque las condiciones objetivas para tal lucha no podían existir durante el período de guerra. Este error, ya refutado históricamente (la Comuna de París y la Revolución de Octubre), e incluso parcialmente en la última guerra (véanse las convulsiones sociales en Italia 1943, y ciertos signos de espíritu derrotista en el ejército alemán a principios de 1945) iba a ir fatalmente acompañado de un error no menos grande, que sostiene que el período posterior a la guerra abre automáticamente un curso hacia la renovación de las luchas de clases y las convulsiones sociales.
La formulación teórica más completa de este error se encuentra en el artículo de Lucain, publicado por L'Internationaliste de la Fracción belga. Según su esquema, cuya invención intenta atribuir a Lenin, la transformación de la guerra imperialista en guerra civil sigue siendo válida si ampliamos esta posición para incluir el período de posguerra. En otras palabras, es en el período de posguerra donde se realiza la transformación de la guerra imperialista en guerra civil.
Una vez postulada y sistematizada esta teoría, todo se simplifica y sólo hay que examinar la evolución de la situación y los acontecimientos a través de ella y a partir de ella.
La situación actual se analiza, pues, como una ‘transformación en guerra civil’. Con este análisis central como punto de partida, se declara que la situación en Italia está particularmente avanzada, justificando así la inmediata constitución del partido, mientras que los disturbios en la India, Indonesia y otras colonias, cuyas riendas están firmemente sostenidas por los diversos imperialismos competidores y por las burguesías locales, son vistos como signos del comienzo de la guerra civil anticapitalista. La masacre imperialista en Grecia también se supone que es parte del avance de la revolución. No hace falta decir que ni por un momento sueñan con poner en duda la naturaleza revolucionaria de las huelgas en Gran Bretaña y América, o incluso en Francia. Recientemente, L'Internationaliste acogió con satisfacción la formación de esa pequeña secta, la CNT, como una indicación "entre otras" de la evolución revolucionaria de la situación en Francia. La Fracción Francesa de la Izquierda Comunista llega a afirmar que el gobierno de coalición tripartito ha sido renovado debido a la amenaza de la clase proletaria, e insiste en la extrema importancia objetiva de la entrada en su grupo de unos cinco camaradas procedentes del grupo "Contre le Courant”6
Este análisis de la situación, con la perspectiva de batallas de clase decisivas en un futuro próximo, conduce naturalmente a estos grupos a la idea de la necesidad urgente de construir el partido lo más rápidamente posible. Esto se convierte en la tarea inmediata, la tarea del día, si no de la hora.
El hecho de que el capitalismo internacional no parezca preocuparse lo más mínimo por esta amenaza de lucha proletaria que supuestamente se cierne sobre él, y siga tranquilamente con sus asuntos, con sus intrigas diplomáticas, sus rivalidades internas y sus conferencias de paz en las que muestra públicamente sus preparativos para la próxima guerra, nada de esto tiene mucho peso en el análisis de estos grupos.
La posibilidad de una nueva guerra no se excluye por completo, primero porque es útil como propaganda, y porque prefieren ser más prudentes que en la aventura de 1937-39 donde negaron la perspectiva de una guerra mundial. ¡Es mejor tener una salida por si acaso! De vez en cuando, siguiendo al PCI italiano, se dirá que la situación en Italia es reaccionaria, pero esto nunca es seguido y sigue siendo un episodio aislado, sin ninguna relación con el análisis fundamental de la situación como una que está madurando ‘lenta pero seguramente’ hacia explosiones revolucionarias decisivas.
Este análisis es compartido por otros grupos como los CR, que contrapone la perspectiva objetiva de una tercera guerra imperialista con la perspectiva de una revolución inevitable; o como los RKD que, más cautelosamente, se refugia en la teoría de un doble curso, es decir, de un desarrollo simultáneo y paralelo de un curso hacia la revolución y un curso hacia la guerra imperialista. Evidentemente, los RKD no ha comprendido todavía que el desarrollo de un curso hacia la guerra está condicionado principalmente por el debilitamiento del proletariado y del peligro de la revolución, a menos que hayan retomado la teoría de la tendencia Vercesi anterior a 1939, según la cual la guerra imperialista no es un conflicto de intereses entre diferentes imperialismos, sino un acto de la mayor solidaridad imperialista con el objetivo de masacrar al proletariado, una guerra de clase capitalista directa contra la amenaza revolucionaria proletaria. Los trotskistas, con el mismo análisis, son infinitamente más coherentes, ya que no tienen necesidad de negar la tendencia a una tercera guerra; para ellos, la próxima guerra será simplemente la lucha armada generalizada entre el capitalismo, por un lado, y el proletariado reagrupado en torno al ‘Estado obrero’ ruso, por otro.
En definitiva, o bien la próxima guerra imperialista se confunde, de un modo u otro, con la guerra de clases, o bien se minimiza su peligro convirtiéndola en el precursor necesario de un período de grandes luchas sociales y revolucionarias. En el segundo caso, el agravamiento de los antagonismos Inter imperialistas y los preparativos bélicos en curso se explican por la miopía y la inconsciencia del capitalismo mundial y de sus jefes de Estado.
Podemos mantenernos totalmente escépticos ante un análisis que no se basa más que en ilusiones, halagándose con su clarividencia, y asumiendo generosamente una ceguera total por parte del enemigo. Por el contrario, el capitalismo mundial ha demostrado tener una conciencia mucho más aguda de la situación real que el proletariado. Su comportamiento en Italia en 1943 y en Alemania en 1945 demuestra que ha asimilado muy bien las lecciones del período revolucionario de 1917, mucho mejor que el proletariado o su vanguardia. El capitalismo ha aprendido a derrotar al proletariado, no sólo mediante la violencia, sino utilizando el descontento de los trabajadores y conduciéndolo en una dirección capitalista. Ha sido capaz de transformar las antiguas armas del proletariado en sus cadenas. No hay más que ver que el capitalismo actual utiliza de buen grado los sindicatos, el marxismo, la Revolución de Octubre, el socialismo, el comunismo, el anarquismo, la bandera roja y el 1º de Mayo como los medios más eficaces para embaucar al proletariado. La guerra de 1939-45 se libró en nombre de este ‘antifascismo’ que ya se había ensayado en la guerra de España. Mañana, los trabajadores serán lanzados de nuevo a la batalla en nombre de la Revolución de Octubre, o de la lucha contra el fascismo ruso.
El derecho de los pueblos a la autodeterminación, la liberación nacional, la reconstrucción, las reivindicaciones ‘económicas’, la participación de los trabajadores en la gestión y otras consignas similares, se han convertido en las herramientas más eficaces del capitalismo para destruir la conciencia de clase proletaria. En todos los países, estas son las consignas utilizadas para movilizar a los trabajadores. Las huelgas y disturbios que estallan aquí y allá se mantienen en este marco, y su único resultado es atar aún más fuertemente a los trabajadores al Estado capitalista.
En las colonias, las masas están siendo masacradas en una lucha, no por la destrucción del Estado, sino por su consolidación, su independencia de la dominación de un imperialismo en beneficio de otro. No puede haber ninguna duda sobre el significado de la masacre en Grecia, cuando vemos la actitud protectora de Rusia, cuando vemos a Jouhaux convertirse en el defensor de la CGT griega en su conflicto con el gobierno. En Italia, los obreros ‘luchan’ contra la monarquía en nombre de la república, o son masacrados por la cuestión de Trieste. En Francia, tenemos el repugnante espectáculo de los trabajadores marchando con overoles en el desfile militar del 14 de julio. Esta es la prosaica realidad de la situación actual.
No es cierto que en la posguerra se den las condiciones para un renacimiento de la lucha de clases. Cuando el capitalismo ‘termina’ una guerra mundial imperialista que duró seis años sin ningún estallido revolucionario, esto significa la derrota del proletariado, y que estamos viviendo, no en la víspera de grandes luchas revolucionarias, sino en las secuelas de una derrota. Esta derrota tuvo lugar en 1945, con la destrucción física del centro revolucionario que era el proletariado alemán, y fue tanto más decisiva cuanto que el proletariado mundial no fue consciente de la derrota que acababa de sufrir.
El curso está abierto hacia la tercera guerra imperialista. Es hora de dejar de jugar al avestruz, buscando consuelo en la negativa a ver el peligro. En las condiciones actuales, no vemos ninguna fuerza capaz de detener o modificar este curso. Lo peor que pueden hacer las débiles fuerzas de los grupos revolucionarios actuales es intentar subir una escalera descendente. Acabarán inevitablemente por romperse la crisma.
La Fracción Belga cree que puede salirse con la suya diciendo que, si la guerra estalla, esto demostrará que la formación del partido fue prematura. ¡Qué ingenuos! Tal error se pagará muy caro.
Lanzarse al aventurerismo de la construcción artificial y prematura del partido no sólo implica un análisis incorrecto de la situación, sino que significa apartarse del verdadero trabajo de los revolucionarios de hoy, descuidando la elaboración crítica del programa revolucionario y abandonando el trabajo positivo de formación de sus cuadros.
Pero lo peor está por venir, y las primeras experiencias del partido en Italia están ahí para confirmarlo. Querer a toda costa jugar a ser el partido en un período reaccionario, querer a toda costa trabajar entre las masas significa caer al nivel de las masas, seguir sus pasos; significa trabajar en los sindicatos, participar en las elecciones parlamentarias, en una palabra, oportunismo.
En la actualidad, orientar la actividad hacia la construcción del partido sólo puede ser una orientación hacia el oportunismo.
No tenemos tiempo para los que nos reprochan el abandono de la lucha diaria de los trabajadores y nuestra separación de la clase. Estar con la clase no es una cuestión de estar físicamente, y menos aún de mantener, a toda costa, un vínculo con las masas que en un período reaccionario sólo puede hacerse al precio de una política oportunista. No tenemos tiempo para los que, habiéndonos acusado de activismo desde 1943-45, nos reprochan ahora que queremos aislarnos en una torre de marfil, que tendemos a convertirnos en una secta doctrinaria que ha renunciado a toda actividad.
El sectarismo no es la defensa intransigente de los principios, ni la voluntad del estudio crítico; ni siquiera la renuncia temporal al trabajo exterior a gran escala. La verdadera naturaleza del sectarismo es la transformación del programa vivo en un sistema muerto, los principios que guían la acción en dogmas, ya sea gritados o susurrados.
Lo que consideramos necesario en el actual período reaccionario es hacer un estudio objetivo, captar el movimiento de los acontecimientos y sus causas, y hacerlos comprender a un círculo de trabajadores que necesariamente estará limitado en tal período.
El contacto entre los grupos revolucionarios de los distintos países, la confrontación de sus ideas, la discusión internacional organizada con el fin de buscar una respuesta a los problemas candentes que plantea la evolución histórica, este trabajo es mucho más fecundo, mucho más ‘pegado a las masas’ que la agitación hueca, realizada en el vacío.
La tarea de los grupos revolucionarios hoy es la formación de cuadros; una tarea menos atractiva, menos preocupada por los éxitos fáciles, inmediatos y efímeros; una tarea infinitamente más seria; porque la formación de cuadros hoy es la condición previa que garantiza el futuro partido de la revolución.
Marco
1 Los RKD (Comunistas Revolucionarios de Alemania). Era un grupo trotskista austriaco que se oponía a la fundación de la Cuarta Internacional en 1938 por considerarla prematura. En el exilio, este grupo se alejó cada vez más de esta "Internacional". Se opusieron particularmente a la participación en la Segunda Guerra Mundial en nombre de la defensa de Rusia, y al final se declararon en contra de toda la teoría del 'estado obrero degenerado' tan querida por el trotskismo. En el exilio, este grupo tuvo el enorme mérito político de mantener una posición intransigente contra la guerra imperialista y cualquier participación en ella por cualquier motivo. En este sentido, se puso en contacto con la Fracción de la Izquierda Italiana y Francesa durante la guerra y participó en la impresión de un folleto en 1945 con la Fracción Francesa dirigido a los obreros y soldados de todos los países, en varios idiomas, denunciando la campaña chovinista durante la ‘liberación’ de Francia, llamando al derrotismo revolucionario y a la fraternización. Después de la guerra, este grupo evolucionó rápidamente hacia el anarquismo, donde finalmente se disolvió
2 Los CR (Comunistas Revolucionarios) eran un grupo de trotskistas franceses que los RKD consiguió desvincular del trotskismo hacia el final de la guerra. A partir de entonces, siguió la misma evolución que los RKD. Estos dos grupos participaron en la Conferencia Internacional de 1947 en Bélgica, convocada por la Izquierda Holandesa que reunió a todos los grupos que seguían siendo internacionalistas y que se habían opuesto a toda participación en la guerra
3 Debemos tener cuidado de distinguir la formación de un partido de la actividad general de los revolucionarios, que siempre es necesaria y posible. La confusión de estas dos distinciones es un error muy común que puede conducir a un fatalismo desesperado e impotente. La tendencia Vercesi en la Izquierda Italiana cayó en esta trampa durante la guerra. Esta tendencia consideraba, con razón, que las condiciones del momento no permitían la existencia de un partido ni la posibilidad de una agitación a gran escala entre los trabajadores. Pero concluyó de ello que todo el trabajo revolucionario debía ser desechado y condenado. Incluso negaba la posibilidad de que existieran grupos revolucionarios en estas condiciones. Esta tendencia olvidó que la humanidad no es sólo el producto de la historia: "El hombre hace su propia historia" (Marx). La acción de los revolucionarios está necesariamente limitada por las condiciones objetivas. Pero esto no tiene nada que ver con el grito desesperado del fatalismo: ‘todo lo que se haga no conducirá a nada’. Por el contrario, el marxista revolucionario ha dicho: "Al tomar conciencia de las condiciones existentes y al actuar dentro de sus límites, nuestra participación se convierte en una fuerza adicional que influye en los acontecimientos e incluso modifica su curso". (Trotsky, El nuevo curso)
4 Se refiere a los ex miembros de Unión Comunista, el grupo que imprimió L'Internationale en los años 30 y que desapareció al estallar la guerra en 1939
5 La caída del régimen de Mussolini y el rechazo de las masas a continuar la guerra. En 1943 hubo una gran oleada de huelgas en el Norte de Italia, ver La lucha de clases contra la guerra imperialista - Las luchas obreras en Italia 1943 https://es.internationalism.org/revista-internacional/200704/1863/la-lucha-de-clases-contra-la-guerra-imperialista-las-luchas-obrera [5]
6 Un pequeño grupo constituido después de la guerra, que tuvo una existencia efímera. Sus miembros, tras un breve paso por el PCI (bordiguistas), abandonaron la política
Links
[1] https://es.internationalism.org/files/es/el_partido_comunista_internacional_programa_comunista_en_sus_origenes_como_pretende_ser_y_como_es_en_realidad_0.pdf
[2] https://es.internationalism.org/en/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierda-comunista
[3] https://es.internationalism.org/en/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/la-izquierda-italiana
[4] https://es.internationalism.org/files/es/la_tarea_del_momento-_formacion_del_partido_o_formacion_de_cuadros.pdf
[5] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200704/1863/la-lucha-de-clases-contra-la-guerra-imperialista-las-luchas-obrera
[6] https://es.internationalism.org/en/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/izquierda-comunista-francesa
[7] https://es.internationalism.org/en/tag/3/51/partido-y-fraccion