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1. La elección de Donald Trump de presidente de Estados Unidos, que siguió de cerca al resultado inesperado del referéndum sobre la Unión Europea en el Reino Unido, ha creado una ola de inquietud, miedo, pero también de cuestionamiento en todo el mundo. ¿Cómo podrían “nuestros” gobernantes, aquellos que están supuestamente a cargo del actual orden mundial, permitir que tales cosas sucedan –en unos cambios que parecen ir en contra de los intereses "racionales" de la clase capitalista? ¿Cómo ha podido ocurrir que un bravucón, un necio, un estafador narcisista esté ahora a la cabeza del Estado más poderoso del mundo? Y lo más importante: ¿qué nos indica todo eso sobre dónde se dirige el mundo? ¿Nos estaremos hundiendo en una crisis de civilización, o en una de la humanidad misma? Son preguntas a las que los revolucionarios deben dar respuestas claras y convincentes.
2. En nuestra visión, la condición real de la sociedad humana sólo puede ser comprendida desde el punto de vista de la lucha de clases, de la clase explotada de esta sociedad, el proletariado, el cual no tiene interés en esconder la verdad y cuya lucha le obliga a superar todas las mistificaciones del capitalismo para derribarlo. Del mismo modo, sólo es posible comprender los sucesos "actuales", inmediatos o localizados, situándolos en un marco histórico mundial. Es la esencia del método marxista. Por eso, y no simplemente porque 2017 marca el centenario de la revolución en Rusia, es por lo que comenzamos remontándonos un siglo o más atrás para comprender la época histórica en la que se están produciendo los acontecimientos más recientes en la situación mundial: la del declive o decadencia del modo de producción capitalista.
La revolución en Rusia fue la respuesta de la clase obrera a los horrores de la primera guerra mundial imperialista. Como lo afirmó la Internacional comunista en 1919, aquella guerra marcó el comienzo de la nueva época, y el fin del período ascendente del capitalismo, del primer gran estallido de la "globalización" capitalista cuando ese sistema chocó contra las barreras de la división del mundo en Estados nacionales rivales: era “la época de guerras y revoluciones”. La capacidad de la clase obrera para derribar el estado burgués en todo un país y dotarse de un partido político capaz de guiarla a la “dictadura del proletariado” muestra que la perspectiva de abolir la barbarie capitalista es una posibilidad y una necesidad históricas. Más aún, el partido bolchevique, que en 1917 estuvo en la vanguardia del movimiento revolucionario, reconoció que la toma del poder por los soviets obreros en Rusia sólo podría mantenerse si era el primer asalto de una incipiente revolución mundial. De igual modo, la revolucionaria alemana Rosa Luxemburgo entendió que si el proletariado mundial no respondía al desafío planteado por la insurrección de Octubre poniendo fin al sistema capitalista, la humanidad se hundiría en una época de creciente barbarie, una espiral de guerras y destrucción que pondría en peligro la civilización humana.
Con la revolución mundial en la mira y con la necesidad de crear para el proletariado un polo de referencia alternativo a la Socialdemocracia, desde entonces contrarrevolucionaria, el partido bolchevique se puso a la cabeza de la creación de la Internacional Comunista cuyo primer congreso se realizó en Moscú en 1919. Los nuevos partidos comunistas, particularmente los de Alemania e Italia, serán las puntas de lanza en la extensión de la revolución proletaria hacia Europa occidental.
3. La revolución en Rusia fue la chispa que hizo arder una cadena mundial de huelgas y levantamientos de masas que obligaron a la burguesía a poner fin a la matanza imperialista de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, la clase obrera internacional no pudo tomar el poder en otros países, aparte de algunos pequeños intentos en Hungría y en algunas ciudades alemanas. Frente a la mayor amenaza de su potencial sepulturero, la clase dominante logró superar sus rivalidades más ásperas para unirse contra la revolución proletaria: aislar el poder soviético en Rusia por medio del bloqueo, así como mediante la invasión y el apoyo a la contrarrevolución armada; haciendo uso de los partidos socialdemócratas y de los sindicatos, que ya habían demostrado su lealtad al capital al participar en el esfuerzo de la guerra imperialista, para infiltrarse o neutralizar los consejos obreros en Alemania y desviarlos hacia una acomodación con el nuevo régimen burgués “democrático”. Pero la derrota no sólo mostró la capacidad para gobernar de una clase dominante reaccionaria que como tal logró mantenerse, sino también fue el resultado de la inmadurez de la clase obrera que se vio obligada a hacer una transición repentina de la lucha por reformas a la lucha por la revolución, y aún llevaba en sí muchas ilusiones profundas en la posibilidad de mejorar el régimen capitalista a través del voto democrático, la nacionalización de industrias clave, o los beneficios sociales para las capas más pobres de la sociedad. Además, la clase trabajadora había quedado severamente traumatizada por los horrores de la guerra -en la cual la flor y nata de su juventud quedó diezmada y marcada por profundas divisiones entre obreros de las naciones “vencedoras” y los de las “vencidas”.
En Rusia, el Partido Bolchevique, enfrentado al aislamiento, la guerra civil y el colapso económico, y cada vez más asimilado al aparato del Estado soviético, cometió errores serios y desastrosos que llevaron a conflictos violentos con la clase obrera, sobre todo mediante la política del “terror rojo” lo que significaría la supresión de las manifestaciones y organizaciones políticas obreras, culminando en el aplastamiento de la revuelta de Cronstadt en 1921, una revuelta que lo que exigía era la restauración del poder soviético genuino que había existido en 1917. En el plano internacional, la Internacional Comunista, que se vio crecientemente maniatada por las necesidades del Estado soviético en lugar de los intereses de la revolución mundial, empezó restaurando las políticas oportunistas que socavaron su claridad original, como así se plasmó en la táctica del frente unido adoptada en 1922.
Esta degeneración suscitó la emergencia de una importante oposición de izquierda, principalmente en los partidos alemán e italiano. Y a partir de dicha oposición la Fracción italiana fue capaz, a finales de los años 20, de sacar las lecciones de la derrota final de la revolución.
4. La derrota de la oleada revolucionaria mundial verificó así las advertencias de los revolucionarios en 1917-18 sobre las consecuencias de tal fracaso: un nuevo hundimiento en la barbarie. La dictadura del proletariado en Rusia no sólo degeneró, sino que se convirtió en una dictadura capitalista contra el proletariado, proceso que fue confirmado (aunque no comenzado) por la victoria del aparato estalinista con su doctrina del "socialismo en un país". La "paz" instalada para poner fin a la amenaza de la revolución pronto dio paso a nuevos conflictos imperialistas que se aceleraron e intensificaron con el estallido de la crisis mundial de sobreproducción en 1929, otra señal de que la expansión del capital se estaba enfrentando a sus propios límites de funcionamiento. La clase obrera en los países centrales del sistema, especialmente Estados Unidos y Alemania, sufrió de lleno los golpes de la depresión económica, pero, tras haber intentado y fracasado en hacer la revolución una década antes, era, sobre todo, una clase derrotada, a pesar de algunas expresiones reales de resistencia de clase, como en Estados Unidos y España. Fue así incapaz de cerrar el camino a otra nueva marcha hacia la guerra mundial.
5. El tridente de la contrarrevolución tenía tres puntas principales: el estalinismo, el fascismo, la democracia, cada una de las cuales ha dejado profundas cicatrices en la psique de la clase obrera.
La contrarrevolución alcanzó su mayor profundidad en los países donde la antorcha revolucionaria había alumbrado más: Rusia y Alemania. Pero en todas partes, frente a la necesidad de exorcizar el espectro proletario, de hacer frente a la mayor crisis económica de su historia y de prepararse para la guerra, el capitalismo adquirió una forma cada vez más totalitaria, infiltrándose por todos los poros de la vida social y económica. El régimen estalinista marcó la pauta: una economía de guerra total, el aplastamiento de toda disensión, niveles de explotación espeluznantes, un inmenso campo de concentración. Pero el peor legado del estalinismo -tanto en vida como tras su muerte, décadas después, fue el haberse disfrazado de heredero de la Revolución de Octubre. La centralización del capital en manos del Estado se vendió al mundo como socialismo, la expansión imperialista como internacionalismo proletario. Aunque en los años en que la Revolución de Octubre seguía siendo una memoria viva, muchos obreros siguieron creyendo ese mito de la madre patria socialista, muchos más se fueron alejando de todo pensamiento de revolución por las sucesivas revelaciones de la verdadera naturaleza del régimen estalinista. El daño que el estalinismo ha hecho a la perspectiva del comunismo, a la esperanza de que la revolución de la clase obrera pueda inaugurar una forma más elevada de organización social, es incalculable, sobre todo porque el estalinismo no se había descolgado de no se sabe qué nube sobre el proletariado, sino que fue la derrota internacional del movimiento de clase y sobre todo la degeneración de su partido político lo que lo hicieron posible. Después de la deserción traumática de los partidos socialdemócratas en 1914, por segunda vez en menos de dos décadas, las organizaciones por las que la clase obrera tanto se había sacrificado para crearlas y defenderlas, la habían traicionado y se habían convertido en su peor enemigo. ¿Podría haber peor golpe contra la confianza en sí del proletariado, contra su convicción en la posibilidad de llevar a la humanidad a un nivel superior de vida social?
El fascismo, inicialmente un movimiento de marginados de las clases dominantes y medias, e incluso de renegados del movimiento obrero, pudo ser absorbido por las fracciones más poderosas del capital alemán e italiano, porque coincidía con sus necesidades: completar el aplastamiento del proletariado y movilizarse para la guerra. El fascismo se especializó en el uso de técnicas “modernas” para dar rienda suelta a las fuerzas oscuras de lo irracional que se esconde bajo la superficie de la sociedad burguesa. El nazismo en particular, producto de una derrota mucho más devastadora de la clase obrera en Alemania, alcanzó niveles desconocidos en lo irracional, estatalizando e industrializando el pogromo medieval y arrastrando a unas masas desmoralizadas a una marcha desquiciada hacia la autodestrucción. La clase obrera, en general, no sucumbió a ninguna creencia positiva en el fascismo; fue, en cambio, mucho más vulnerable al atractivo del antifascismo, que fue el lema principal en el reclutamiento para la guerra que se avecinaba. Pero el horror sin precedentes de los campos de muerte nazis no por eso dejó de ser, al igual que gulag estalinista, un enorme golpe contra la confianza en el futuro de la humanidad -y por lo tanto en la perspectiva del comunismo.
La democracia, la forma dominante del poder burgués en los países industriales avanzados, se presentó como el oponente a esas formas “totalitarias” -lo que no le impidió apoyar al fascismo cuando éste estaba dando el golpe definitivo al movimiento obrero revolucionario o aliarse con el régimen estalinista en la guerra contra la Alemania hitleriana. La democracia ha demostrado ser una forma mucho más inteligente y duradera de totalitarismo capitalista que el fascismo, el cual se desmoronó en los escombros de la guerra, o el estalinismo, que (con la notable excepción de China y el atípico régimen de Corea del Norte) cayó bajo el peso de la crisis económica y de su incapacidad para competir en el mercado mundial capitalista, cuyas leyes había intentado eludir por decreto estatal.
Los gestores del capitalismo democrático también se vieron obligados, por la crisis del sistema, a utilizar el Estado y el poder del crédito para doblegar las fuerzas del mercado, pero no se vieron obligados a adoptar la forma extrema de la centralización de arriba abajo impuesta por una situación de debilidad material y estratégica de los regímenes del bloque ruso. La democracia ha sobrevivido a sus rivales y se ha convertido en la única opción en los principales países capitalistas de Occidente. Hasta hoy es tabú poner en entredicho la necesidad de haber apoyado la democracia contra el fascismo en la Segunda Guerra Mundial; y quienes sostienen que tras la fachada de la democracia está la dictadura de la clase dominante son despreciados como teóricos de la conspiración. Ya en los años 1920 y 1930, el desarrollo de los medios de comunicación masiva en las democracias proporcionó un modelo para la difusión de la propaganda oficial que Goebbels envidiaba, mientras que la penetración de las relaciones mercantiles en las esferas del ocio y la vida familiar, de lo que fue pionero el capitalismo norteamericano, proporcionaron un canal más sutil para la dominación totalitaria del capital que recurrir únicamente a soplones y al terror sin disfraz.
6. Contrariamente a las esperanzas de la muy reducida minoría revolucionaria que mantuvo posiciones internacionalistas durante los años 30 y 40, el final de la guerra no produjo un nuevo resurgir revolucionario. Al contrario, fue la burguesía, con Churchill en vanguardia, la que sí aprendió las lecciones de 1917 y abortó toda posibilidad de revuelta proletaria, bombardeando a mansalva las ciudades alemanas y con la política de “dejar a los italianos cocerse en su propia salsa” cuando surgieron huelgas masivas en el norte de Italia en 1943. El fin de la guerra, profundizó así la derrota de la clase obrera. Y de nuevo, contrariamente a las expectativas de muchos revolucionarios, la guerra no fue seguida por una nueva depresión económica y un nuevo impulso hacia la guerra mundial, aunque los antagonismos imperialistas entre los bloques "victoriosos" siguieran siendo una amenaza constante sobre la humanidad. En cambio, el período de posguerra fue testigo de una fase de expansión real de las relaciones capitalistas bajo el liderazgo estadounidense, aun si una parte del mercado mundial (el bloque ruso y China) intentara aislarse de la penetración del capital occidental. La continuación de la austeridad y la represión en el bloque del Este provocó importantes revueltas obreras (Alemania del Este 1953, Polonia y Hungría 1956), pero en Occidente, tras algunas expresiones de descontento posteriores a la guerra, como las huelgas en Francia en 1947, hubo una atenuación gradual de la lucha de clases, hasta el punto de que los sociólogos pudieron comenzar a teorizar el "aburguesamiento" de la clase obrera como resultado de la expansión del consumismo y el desarrollo del Estado del bienestar. De hecho, esos dos aspectos del capitalismo después de 1945 siguen siendo importantes lastres añadidos contra la posibilidad de que la clase obrera se reconstituya como fuerza revolucionaria. El consumismo atomiza a la clase obrera y vende la ilusión de que todos pueden alcanzar el paraíso de la propiedad individual. El providencialismo, que solía ser introducido por los partidos de izquierda presentándolo como conquista de la clase obrera, es incluso un instrumento más revelador de control capitalista; socava la autoconfianza de la clase obrera y la hace depender de la benevolencia del Estado; y más tarde, en una fase de migración masiva, su organización por el Estado-nación significaría que acceder a la salud, a la vivienda y otros beneficios ha acabado siendo un poderoso factor para transformar a los inmigrantes en chivos expiatorios y de otras divisiones en la clase obrera. Mientras tanto, junto con la aparente desaparición de la lucha de clases en los años 1950 y 60, el movimiento político revolucionario quedó reducido al estado más aislado de su historia.
7. Algunos de aquellos revolucionarios que sí mantuvieron una actividad durante aquel período sombrío empezaron a argumentar que el capitalismo había aprendido a controlar las contradicciones económicas analizadas por Marx, gracias a la administración burocrática del Estado. Pero otros, más clarividentes, como el grupo de Internacionalismo de Venezuela, reconocieron que los viejos problemas (los límites del mercado, la tendencia decreciente de la tasa de ganancia) no podían ser atajados, y que las dificultades financieras experimentadas a finales de años 60 anunciaban una nueva fase de crisis económica abierta. También reconocieron la capacidad de una nueva generación de proletarios para responder a la crisis mediante la reafirmación de la lucha de clases, una predicción ampliamente confirmada por el extraordinario movimiento en Francia de mayo de 1968 y la subsiguiente oleada internacional de luchas, que demostraron que las décadas de contrarrevolución habían llegado a su fin, y que la lucha proletaria era el obstáculo clave para impedir que la nueva crisis iniciara un curso hacia la guerra mundial.
8. El auge proletario de finales de los años sesenta y principios de los setenta estuvo precedido por una creciente agitación política entre amplios sectores de la población en los países capitalistas avanzados y, particularmente, entre los jóvenes. En Estados Unidos, protestas contra la guerra de Vietnam y la segregación racial; movimientos de los estudiantes alemanes que manifestaron un interés por un enfoque más teórico del análisis del capitalismo contemporáneo; en Francia, la agitación de los estudiantes contra la guerra en Vietnam y el régimen represivo en las universidades; en Italia, la tendencia “obrerista” o autonomista que reafirmaba la inevitabilidad de la lucha de clases al mismo tiempo que las lumbreras de la sociología proclamaban su extinción. Se expresaba, por todas partes, una creciente insatisfacción ante una vida deshumanizada presentada como la fruta sabrosa de la prosperidad económica de la posguerra. Una pequeña minoría alentada por el resurgir de las luchas combativas en Francia y otros países industrializados, participó en la formación de una vanguardia política consciente e internacionalista, especialmente porque una minoría dentro de esta minoría empezaba a redescubrir la contribución de la Izquierda Comunista.
9. Como muy bien lo sabemos nosotros, la cita entre esa minoría y un más amplio movimiento de clase sólo ocurrió escasas veces durante los movimientos de finales de los 60 y principios de los 70. Esto se debió en parte a que la minoría politizada estaba fuertemente dominada por el descontento pequeñoburgués: el movimiento estudiantil, en particular, carecía del componente proletario aparecido tras los cambios en la organización del capitalismo durante las décadas siguientes. Y a pesar de los poderosos movimientos de clase en todo el mundo, a pesar de serios enfrentamientos entre los trabajadores y las fuerzas de contención en su seno (o sea, los sindicatos y los partidos de izquierda) la mayoría de las luchas de clases fueron defensivas y pocas veces plantearon cuestiones directamente políticas. Además, la clase obrera se enfrentaba a divisiones importantes dentro de sus filas como clase mundial: el "telón de acero" entre el Este y el Oeste, y la división entre los llamados trabajadores "privilegiados" de los centros del capital y las masas empobrecidas de las antiguas zonas coloniales. Mientras tanto, la maduración de una vanguardia política se vio obstaculizada por una visión de una revolución inmediata y por prácticas activistas, típicas de la impaciencia pequeñoburguesa, que no lograba captar el carácter a largo plazo del trabajo revolucionario y la gigantesca escala de las tareas teóricas a las que se enfrentaba la minoría politizada. El predominio del activismo hizo vulnerables a la recuperación por el izquierdismo a amplias partes de la minoría o, cuando las luchas bajaban de intensidad, a la desmoralización. Mientras tanto, los que rechazaban el izquierdismo eran a menudo obstaculizados por las nociones consejistas que negaban por completo el problema de la construcción de la organización. Sin embargo, una pequeña minoría fue capaz de superar esos obstáculos y asirse a la tradición de la Izquierda Comunista iniciando una dinámica hacia el crecimiento y el agrupamiento que se mantuvo durante los años 1970, pero que también conoció su fin a principios de los años 80, fin simbolizado por la ruptura de las Conferencias Internacionales de la Izquierda Comunista. El fracaso de las luchas de aquel período para alcanzar un nivel político más avanzado e ir echando las semillas de los problemas que, en las calles y reuniones de 1968, se habían planteado sobre la sustitución del capitalismo del Este y del Oeste por una nueva sociedad, tuvo consecuencias muy significativas en la década siguiente.
Sin embargo, aquel enorme estallido de energía proletaria no sólo y simplemente se "agotó", sino que requirió un esfuerzo concertado de la clase dominante para desviarlo, descarrilarlo y reprimirlo. Eso ocurrió sobre todo en el plano político, haciendo un uso máximo de las fuerzas de la izquierda capitalista y de los sindicatos, los cuales tenían una influencia considerable en la clase obrera. Ya fuera con de la promesa de elección de gobiernos de izquierda, o mediante la estrategia de “izquierda en la oposición” completada con el desarrollo del sindicalismo radical, a lo largo de dos décadas que siguieron a 1968, la instrumentalización de órganos que los trabajadores consideraban en cierta medida como propios, fue indispensable para contener las luchas de clase.
10. A pesar de ciertas pausas, la dinámica de la lucha desencadenada en 1968 continuó a través de los años 70. La cumbre de la maduración de la capacidad de autoorganización y extensión se alcanzó en la huelga de masas en Polonia de 1980. Sin embargo, aquel cénit también marcó el comienzo de un declive. Aunque las huelgas en Polonia revelaron la interacción clásica entre demandas económicas y políticas, en ningún momento los trabajadores en Polonia plantearon el problema de una nueva sociedad. En este aspecto, las huelgas estaban "por debajo" del nivel del movimiento del 68 en el que la cuestión de la autoorganización, aunque embrionaria, sí proporcionó un contexto para un debate mucho más radical sobre la necesidad de la revolución social. El movimiento en Polonia, con algunas excepciones muy limitadas, consideraba el "occidente libre" como la sociedad alternativa que querían, el ideal de gobierno democrático, los "sindicatos libres" y todo lo demás. En Occidente mismo, hubo algunas expresiones de solidaridad con las huelgas en Polonia, y a partir de 1983, frente a una crisis económica que se agravaba rápidamente, vimos una oleada de luchas cada vez más simultáneas y globales en su alcance; en varios casos mostraron un conflicto creciente entre trabajadores y sindicatos. Pero la yuxtaposición de las luchas por el mundo entero no significó automáticamente que se comprendiera la necesidad de la internacionalización consciente de las luchas; tampoco los enfrentamientos contra los sindicatos, que, por supuesto son parte del Estado, implicaron una politización del movimiento en el sentido de una comprensión de que el Estado debe ser derrocado, o de una capacidad creciente para proponer una perspectiva para la humanidad. Más incluso que en los años 70, las luchas de los años 80 en los países avanzados permanecieron en el terreno reivindicativo sectorial y por eso también fueron vulnerables al sabotaje mediante formas radicalizadas de sindicalismo[1]. La agravación de las tensiones imperialistas entre los dos bloques en aquel periodo hizo sin duda surgir una preocupación creciente respecto a la amenaza de guerra, pero acabó siendo en gran parte desviada hacia movimientos pacifistas, los cuales por definición impedían que hubiera una conexión consciente entre resistencia económica y peligro de la guerra. Para los pequeños grupos de revolucionarios que mantuvieron una actividad organizada durante ese período, aunque pudieron intervenir más directamente en ciertas iniciativas de los trabajadores, a un nivel más profundo, chocaban con un ambiente generalizado de desconfianza de “la política”, predominante en la clase obrera, y ese abismo creciente entre la clase y su minoría política fue también un factor adicional en la incapacidad de la clase para desarrollar su propia perspectiva.
11. La lucha en Polonia, y su derrota, proporcionaría una suma de la relación global entre las clases. Las huelgas dejaron en claro que los trabajadores de Europa del Este no estaban dispuestos a luchar en una guerra en nombre del imperio ruso y, sin embargo, no fueron capaces de ofrecer una alternativa revolucionaria a la profunda crisis del sistema. Por otra parte, el aplastamiento físico de los trabajadores polacos tuvo consecuencias políticas muy negativas para la clase obrera de toda aquella región, ausente como clase en las sublevaciones que iniciaron la desaparición de los regímenes estalinistas, y que fueron posteriormente vulnerables a una siniestra oleada de propaganda nacionalista que hoy está incorporada en los regímenes autoritarios que reinan en Rusia, Hungría y Polonia. La clase dirigente estalinista, incapaz de lidiar con la crisis y la lucha de clases sin una represión despiadada, mostró que carecía de la flexibilidad política necesaria para adaptarse a las circunstancias históricas cambiantes. Así, en 1980-81 la escena estaba ya preparada para el colapso del bloque oriental en su conjunto, anunciando una nueva fase en el declive histórico del capitalismo. Pero esta nueva fase, que definimos como la de la descomposición del capitalismo, tiene sus orígenes en un bloqueo mucho más amplio entre las clases. Los movimientos de clase que estallaron en los países avanzados después de 1968 marcaron el fin de la contrarrevolución, y la continua resistencia de la clase obrera constituyó un obstáculo para la "solución" de la burguesía a la crisis económica: la guerra mundial. Era posible definir aquel período como un "curso hacia enfrentamientos masivos de clase", e insistir en que no se podía abrir un camino hacia la guerra sin una derrota frontal de una clase obrera renuente a alistarse tras las banderas nacionales. En la nueva fase, la desintegración de ambos bloques imperialistas hizo desaparecer la guerra mundial como posibilidad, independientemente del nivel de la lucha de clases. Lo cual significaba que la cuestión del curso histórico ya no podía plantearse en los mismos términos. La incapacidad del capitalismo para superar sus contradicciones sigue significando que sólo puede ofrecer a la humanidad un futuro de barbarie cuyos contornos ya pueden vislumbrarse en una combinación infernal de guerras locales y regionales, devastación ecológica, pogromos y violencia social fratricida. Pero a diferencia de la guerra mundial, que exige una derrota directa, tanto física como ideológica de la clase obrera, este "nuevo" descenso a la barbarie opera de una manera más lenta e insidiosa, lo que puede gradualmente erosionar a la clase obrera y hacerla incapaz de reconstituirse como clase. El criterio para medir la evolución de la relación de fuerzas entre las clases ya no puede ser el de impedir la guerra mundial, y en general se ha vuelto más difícil de prever.
12. En la fase inicial del resurgimiento del movimiento comunista después de 1968, la tesis de la decadencia del capitalismo ganó numerosos partidarios y proporcionó el fundamento programático de una izquierda comunista revivida. Hoy ya no es así: la mayoría de los nuevos elementos que buscan en el comunismo la respuesta a los problemas que enfrenta la humanidad encuentran todo tipo de razones para rechazar el concepto de decadencia. Y cuando se trata de la noción de descomposición, que definimos como la fase final del declive capitalista, la CCI parece estar más bien sola. Otros grupos aceptan la existencia de las principales manifestaciones del nuevo período; la inextricable maraña interimperialista, el retorno de ideologías profundamente reaccionarias como el fundamentalismo religioso y el nacionalismo galopante, la crisis de la relación del hombre con el mundo natural; pero pocos, si existen, llegan a la conclusión de que esta situación se deriva de una situación de atasco en la relación de fuerzas entre las clases; pocos están de acuerdo en que todos estos fenómenos son expresiones de un cambio cualitativo en la decadencia del capitalismo, de toda una fase o período que no podrá invertirse sino es mediante la revolución proletaria. Esta oposición al concepto de descomposición a menudo toma la forma de diatribas contra las tendencias "apocalípticas" de la CCI, ya que hablamos de ella como la fase terminal del capitalismo, o contra nuestro "idealismo", ya que, aunque vemos la larga crisis económica como factor clave de la descomposición, no sólo vemos factores puramente económicos como elementos decisivos en el inicio de la nueva fase. Detrás de esas objeciones está el fracaso en comprender que el capitalismo, como la última sociedad de clases de la historia, está condenado a ese tipo de impase histórico por el hecho de que, a diferencia las sociedades de clases anteriores cuando entraban en su declive, el capitalismo no puede desde su interior hacer surgir un modo nuevo y más dinámico de producción, mientras que el único camino hacia una forma superior de vida social debe ser construida no como resultado automático de leyes económicas, sino a partir de un movimiento consciente de la inmensa mayoría de la humanidad dirigido por el proletariado, lo cual es por definición la tarea más ardua que deba ser asumida en la historia.
13. La descomposición ha sido el producto del bloqueo en la batalla entre las dos clases principales. Pero se ha revelado también en sí misma como factor activo en las crecientes dificultades de la clase desde 1989. Las muy bien orquestadas campañas sobre la muerte del comunismo que acompañaron la caída del bloque ruso –que demostraron la capacidad de la clase dominante para utilizar contra los explotados las manifestaciones de la descomposición- fue un elemento muy importante para socavar aún más la confianza en sí misma de la clase y su capacidad para reafirmar su misión histórica. El comunismo, el marxismo, incluso la propia lucha de clases, fueron declarados trasnochados, historia muerta. Sin embargo, los efectos negativos enormes y duraderos de los acontecimientos de 1989 sobre la conciencia, la combatividad y la identidad de clase del proletariado no son solamente el resultado de la gigantesca campaña anticomunista. También hay que explicar la eficacia de tal campaña. Esta eficacia solo puede ser comprendida en el contexto del desarrollo específico de la revolución y la contrarrevolución desde 1917. Con el fracaso de la contrarrevolución militar contra la URSS (derrota de los ejércitos blancos en la guerra civil) y, al mismo tiempo la derrota de la revolución mundial emergió una constelación completamente inesperada, sin precedentes: la de una contrarrevolución que procedía del bastión proletario y la de una economía capitalista en la Unión Soviética sin una clase capitalista históricamente desarrollada. El resultado no fue ni mucho menos la expresión de una necesidad histórica más elevada, sino una aberración histórica: la dirección de una economía capitalista por una burocracia contrarrevolucionaria de Estado burgués, una burocracia ni cualificada ni adaptada a tal tarea. La economía bajo dirección estalinista pudo aparecer como eficaz para la URSS en la prueba de la Segunda Guerra Mundial, pero fracasó completamente, a largo plazo, para generar un capital nacional competitivo. Aun cuando los regímenes estalinistas fueron formas particularmente reaccionarias de la sociedad burguesa decadente, no por ello fueron un retorno a una especie de régimen feudal o despótico, como tampoco eran, ni mucho menos, economías capitalistas “normales”. Con su hundimiento, el estalinismo hizo su último servicio a la clase dominante. Lo peor de todo han sido las campañas sobre la muerte del comunismo, pues parecieron haber encontrado una confirmación en la realidad misma. Las aberraciones del estalinismo respecto a un capitalismo que funciona más o menos normalmente eran tan graves y considerables, que parecía efectivamente que no era capitalista para la población. Antes del desmoronamiento y durante mucho tiempo, fue capaz de mantenerse, lo que parecía probar que había alternativas posibles al capitalismo. Aunque tal alternativa particular al capitalismo no era para nada algo atractivo para la mayoría de los obreros, su existencia dejaba abierta, sin embargo, una posible brecha en la armadura ideológica de la clase dominante. El resurgimiento de la lucha de clases en los años 60 fue capaz de aprovechar esa brecha para desarrollar la visión de una revolución que fuera a la vez anticapitalista y antiestalinista y basada, no sobre una burocracia de Estado o un partido-Estado, sino sobre los consejos obreros. Si durante los años 60 y 70, muchos consideraban la revolución mundial como una utopía irrealizable, un sueño fútil, eso se debía al enorme poder de la clase dominante o lo que se consideraba como la marca egoísta y destructiva inherente a nuestra especie. Sin embargo, tales sentimientos de desesperanza podían encontrar, y encontraban alguna vez, un contrapeso en las luchas masivas y la solidaridad proletaria. Después de 1989, tras hundimiento de los regímenes “socialistas”, apareció un nuevo factor cualitativo: la impresión de la imposibilidad de una sociedad moderna no basada en los principios capitalistas. En esas circunstancias, es mucho más difícil para el proletariado desarrollar no solamente su conciencia y su identidad de clase, sino incluso sus luchas económicas defensivas, pues la lógica de las necesidades de la economía capitalista pesa mucho más si ésta parece no tener alternativa alguna.
Y, aun cuando no sea ni mucho menos necesario que toda la clase obrera se haga marxista o desarrolle una clara visión del comunismo para hacer una revolución proletaria, la situación inmediata de la lucha de clases se ha alterado considerablemente, pues depende de si hay o no hay amplios sectores de la clase que consideren que es posible poner en entredicho el capitalismo.
14. Y a la vez, con una labor de zapa más artera, el avance de la descomposición en general y por su propia dinámica iba socavando en la clase obrera su identidad y conciencia de clase. Esto era particularmente evidente entre los desempleados de larga duración o empleados a tiempo parcial, abandonados en las cunetas por los cambios estructurales introducidos en los años 1980: mientras que en el pasado los desempleados habían estado en la vanguardia de la lucha obrera, en ese período empezaron a ser mucho más vulnerables a la lumpenización, al gansterismo y a la difusión de ideologías nihilistas como el yihadismo o el neofascismo. Como predijo la CCI inmediatamente después de los acontecimientos del 89, la clase estaba a punto de entrar en un largo período de reflujo. Pero la longitud y la profundidad de este reflujo han resultado incluso mayores de lo que suponíamos. Importantes movimientos de una nueva generación de la clase trabajadora en 2006 (el movimiento anti-CPE en Francia) y entre 2009 y 2013 en numerosos países del mundo (Túnez, Egipto, Israel, Grecia, Estados Unidos, España...), junto con cierto resurgimiento de un medio interesado por las ideas comunistas, hacía factible pensar que la lucha de clases volvía a ocupar un lugar central y que una nueva etapa en el desarrollo del movimiento revolucionario estaba a punto de abrirse. Pero una serie de acontecimientos de la última década ha mostrado cuán profundas son las dificultades que enfrenta el proletariado mundial y su vanguardia revolucionaria.
15. Las luchas en torno a 2011 estuvieron explícitamente ligadas a los efectos de la profundización de la crisis económica, sus protagonistas se referían frecuentemente, por ejemplo, a la precariedad del empleo y a la falta de oportunidades para los jóvenes incluso después de varios años de educación universitaria. Pero no existe un vínculo automático entre el agravamiento de la crisis económica y el desarrollo cualitativo de la lucha de clases, una lección clave de la década de 1930, cuando la Gran Depresión tendió a desmoralizar aún más a una clase obrera ya derrotada. Y habida cuenta de los largos años de retroceso y desorientación que le precedieron, la convulsión financiera de 2007-2008 tendrá un impacto muy negativo sobre la conciencia del proletariado.
Un elemento importante en esto fue la proliferación del propio sistema de crédito que había sido central en la expansión económica de los años 90 y 2000, pero cuyas contradicciones intrínsecas precipitaron esta vez la quiebra. Ese proceso de ‘financiarización’ funcionaba entonces no sólo a nivel de las grandes instituciones financieras, sino que repercutió también en la vida de millones de trabajadores. En este aspecto, la situación es muy diferente a la de las décadas de 1920 y 1930, cuando en su mayor parte las llamadas clases medias (pequeños propietarios, profesiones liberales, etc.), pero no los trabajadores, tenían ahorros que perder; y cuando la protección estatal era apenas suficiente para evitar que los trabajadores se murieran de hambre. Si, por una parte, por lo tanto, la situación material inmediata de muchos trabajadores en esos países es menos dramática que hace ocho o nueve décadas, por otra parte, millones de trabajadores precisamente en esos países se encuentran en unos aprietos inexistentes en los años 30: se han convertido en deudores, a menudo a altos niveles. Durante el siglo XX, y todavía en gran medida antes de 1945, los únicos créditos que tenían los trabajadores lo eran en la taberna, la cafetería o la tienda locales. Los obreros sólo podían confiar en su propia solidaridad de clase en tiempos de dificultades. Los créditos a proletarios empezaron a ser importantes para la vivienda o la construcción, pero estalló en las últimas décadas con el desarrollo de los créditos al consumidor a escala masiva. El desarrollo cada vez más refinado, astuto y perverso de la economía crediticia para gran parte de la clase obrera ha tenido consecuencias muy negativas para la conciencia de clase proletaria. La expropiación de los ingresos de la clase obrera por parte de la burguesía se oculta y aparece incomprensible cuando toma la forma de una devaluación de los ahorros, de la quiebra de los bancos o de los seguros, o de la confiscación de la propiedad de la vivienda por el mercado. El incremento de la precariedad del “Estado de bienestar” y su financiación facilita la división de los trabajadores entre los que pagan por los sistemas públicos, y los que son mantenidos por ellos sin pagar lo equivalente. Y el hecho de que millones de trabajadores hayan caído en la deuda es un nuevo medio, adicional y poderoso de disciplinar al proletariado.
Incluso si el resultado neto del crac ha sido la austeridad para muchos y una ignominiosa transferencia de riqueza en provecho de una pequeña minoría, el resultado global del crac no ha servido para afinar o ampliar una comprensión del funcionamiento del sistema capitalista: el resentimiento en contra de la creciente desigualdad ha sido en gran medida dirigida contra la “elite urbana corrupta”, que se ha convertido en importante aliciente vendedor para el populismo de derechas. Y aun cuando la respuesta a la crisis y sus injusticias actuales hicieron surgir formas más proletarias de lucha, tales como las del movimiento Occupy en EEUU, estaban también muy lastradas por una tendencia a echar la culpa a banqueros codiciosos y hasta a sociedades secretas que habrían tramado deliberadamente el crac para fortalecer su control sobre la sociedad.
16. La oleada revolucionaria de 1917-23, como los movimientos insurreccionales anteriores de la clase (1871, 1905), se desencadenaron a causa de una guerra imperialista, llevando a los revolucionarios a considerar que la guerra proporciona las condiciones más favorables para la revolución proletaria. En realidad, la derrota de la oleada revolucionaria mostró que la guerra podía crear divisiones profundas en la clase, en particular entre los proletarios de naciones “vencedoras” y los de las “vencidas”. Y como lo demostró lo ocurrido al final de la Segunda Guerra Mundial, la burguesía había sacado las lecciones necesarias de lo ocurrido en 1917, demostrando su capacidad para limitar las posibilidades de reacciones proletarias contra la guerra imperialista, desarrollando, en particular, estrategias y formas de tecnología militar que hacen cada vez más difícil la confraternización entre ejércitos enemigos.
Contrariamente a las promesas de la clase dominante occidental, tras la caída del bloque imperialista ruso, la nueva fase histórica que se abrió no fue de paz y estabilidad, sino de extensión del caos militar, guerras cada vez más brutales que han devastado grandes territorios de África y Oriente Medio e incluso ha golpeado a las puertas de Europa. La barbarie se ha extendido por Irak, Afganistán, Ruanda y ahora Yemen, Libia y Siria, aunque igualmente el este de Ucrania. Esta evolución ha podido despertar el horror y la indignación entre sectores importantes del proletariado mundial -incluidos los de los centros capitalistas cuyas propias burguesías han estado directamente implicadas en estas guerras-, sin embargo, las guerras de la descomposición sólo muy raramente han provocado una oposición proletaria. En los países más directamente afectados, la clase obrera ha sido demasiado débil para organizarse contra los gánsteres militares locales y sus patrocinadores imperialistas.
Una demostración patente ha sido la actual guerra en Siria, que ha visto no sólo la destrucción despiadada de la población por bombardeos aéreos, operaciones militares directas y una represión inmisericorde, sobre todo por las fuerzas oficiales del Estado. El descontento social inicial ha sido totalmente desviado por la creación de frentes militares y el enrolamiento de los opositores al régimen en un sin fin de bandas armadas, cada cual más brutal que la vecina. En los centros capitalistas, esas situaciones tan espantosas han engendrado sobre sentimientos de desesperación e impotencia -porque parece como si cualquier intento de rebelarse contra el sistema actual sólo pudiera terminar en una situación peor. El triste destino de la "Primavera árabe" se ha podido usar fácilmente como nuevo argumento contra la posibilidad de la revolución. Pero el salvaje desmembramiento de países enteros en las periferias de Europa en los últimos años ha empezado a tener un efecto boomerang sobre la clase obrera en los centros del sistema. Esto puede resumirse en dos cuestiones: por un lado, el desarrollo en todo el mundo y de forma cada vez más caótica de una crisis de refugiados que es realmente planetaria en su alcance; y por el otro, el desarrollo del terrorismo.
17. Lo que inició la crisis de refugiados en Europa fue la apertura de las fronteras de Alemania (y Austria) a los que huían por la "ruta balcánica" en el verano de 2015. Los motivos de esa decisión de la canciller Merkel eran dobles. En primer lugar, la situación económica y demográfica de Alemania (una industria próspera que se confrontaba a una escasez de fuerza de trabajo calificado y "motivado"). En segundo lugar, el peligro de colapso del orden público en el sudeste de Europa a través de la concentración de cientos de miles de refugiados en países incapaces de gestionarlos.
La burguesía alemana, sin embargo, había calculado mal las consecuencias de su decisión unilateral sobre el resto del mundo, en particular sobre Europa. En Oriente Medio y en África, millones de refugiados y otras víctimas de la miseria capitalista comenzaron a hacer planes para ir a Europa, en particular a Alemania. En Europa, las normas de la UE como "Schengen" o el "Pacto de Dublín para los refugiados" han hecho del problema de Alemania el problema de Europa en su conjunto. De modo que uno de los primeros resultados de esa situación fue una crisis de la Unión Europea, tal vez la más grave de su historia hasta la fecha.
La llegada de muchos refugiados a Europa fue recibida inicialmente con una espontánea ola de simpatía en amplios sectores de la población –un impulso que todavía es fuerte en países como Italia o Alemania. Pero este impulso quedó pronto ahogado por una reacción xenófoba en Europa jaleada no sólo por los populistas, sino también por las fuerzas de seguridad y los defensores profesionales de la ley y el orden burgueses, alarmados por la afluencia repentina e incontrolada de personas a menudo no identificadas. El temor de una afluencia de agentes terroristas fue de la mano con el miedo a la llegada de tantos musulmanes que reforzaría el desarrollo de sub-comunidades de inmigrantes en Europa que no se identifican con el Estado-nación del país en que viven. Esos miedos se acrecentaron con el aumento de los ataques terroristas en Francia, Bélgica y Alemania. En la misma Alemania, hubo un fuerte aumento de ataques terroristas de extrema derecha contra los refugiados. En partes de la antigua RDA se desarrolló una auténtica atmósfera de pogromo. En Europa occidental en su conjunto, después de la crisis económica, la "crisis de los refugiados" se convirtió en el segundo factor más importante (aumentado por el terrorismo fundamentalista) para avivar las llamas del populismo de derechas.
Así como la crisis económica después de 2008 abrió divisiones serias en la burguesía acerca de la mejor manera de administrar la economía mundial, el verano de 2015 marcó el principio del fin de su consenso sobre la inmigración. La base de esa política había sido hasta ahora el principio de unas fronteras semipermeables. El muro contra México que Donald Trump quiere construir, que en realidad ya existe, es igual al que existe alrededor de Europa (también en forma de lanchas patrulleras militares o cárceles de aeropuerto). Pero el propósito de los muros actuales es enlentecer y regular la inmigración, no prevenirla. Haciendo que los inmigrantes entren ilegalmente, los criminaliza y así les obliga a trabajar por una miseria en condiciones abominables sin ningún derecho a beneficios sociales. Por otra parte, al obligar a personas a arriesgar sus vidas para entrar, el régimen de frontera se convierte en una especie de mecanismo de selección bárbara, donde sólo lo consigue el más atrevido, decidido y dinámico.
El verano de 2015 marcó una puesta en cuestión del sistema actual de inmigración. El desequilibrio entre el número creciente que busca acceso por un lado y la demanda menguante de asalariados en el país en el que entran por el otro (Alemania es una excepción) se ha hecho insostenible. Y como de costumbre, los populistas tienen una solución fácil a mano: la frontera semipermeable debe ser impermeable, sin importar los niveles de violencia que se requieran. Aquí otra vez, lo que proponen parece muy plausible desde el punto de vista burgués. Esto representa ni más ni menos que la aplicación de la lógica de "comunidades cerradas" a escala de países enteros.
Aquí otra vez, los efectos de esta situación para la conciencia de la clase obrera son, por el momento, muy negativos. El desmoronamiento del bloque del Este se presentó como prueba del triunfo final del capitalismo democrático occidental. Ante esto, hubo la esperanza, desde el punto de vista del proletariado, que el desarrollo de la crisis de la sociedad capitalista en todos los niveles podría servir para socavar la imagen del capitalismo como el mejor sistema posible. Pero hoy, y a pesar del desarrollo de la crisis, el hecho de que millones de personas (no sólo los refugiados) estén dispuestos a arriesgar sus vidas para tener acceso a los viejos centros capitalistas que son Europa y Norteamérica, sólo puede reforzar la impresión de que esas zonas (al menos en comparación) son, si no un paraíso, al menos islas de relativa prosperidad y estabilidad.
A diferencia de la Gran Depresión de la década de 1930, cuando la quiebra de la economía mundial se centró en Estados Unidos y Alemania, hoy, gracias a una gestión global capitalista de Estado, los países capitalistas centrales parecen que serán los últimos en hundirse. En este contexto, una situación que se asemeja a la de una fortaleza sitiada se ha alzado en particular, pero no solamente, en Europa y Estados Unidos. El peligro es real de que la clase obrera en esas zonas, aunque no esté activamente movilizada tras la ideología de la clase dominante, busque la protección de sus "propios" explotadores ("identificación con el agresor", para usar un término psicológico) contra lo que se percibe como un peligro común que viene de fuera.
18. El “contragolpe” de los ataques terroristas resultantes de las guerras en Oriente Medio comenzó mucho antes de la crisis actual de refugiados. Los ataques de Al Qaida contra las torres gemelas en 2001, seguido de más atrocidades en los transportes de Madrid y Londres, ya mostraron que los Estados capitalistas principales cosecharían lo que habían sembrado en Afganistán e Irak. Pero la serie más reciente de asesinatos atribuidos al Estado Islámico en Alemania, Francia, Bélgica, Turquía, Estados Unidos y en otros lugares, a pesar de tener un carácter aparentemente más aficionado e incluso fortuito, en los cuales se hace cada vez más difícil distinguir a un “soldado” terrorista entrenado de un individuo aislado y perturbado, y como sucede al mismo tiempo que la crisis de los refugiados, se han intensificado aún más los sentimientos de sospecha y paranoia entre las poblaciones, llevándolas a mirar hacia el Estado para la protección ante un magmático e impredecible "enemigo interior". Al mismo tiempo, la ideología nihilista del Estado Islámico y sus secuaces ofrece un breve momento de gloria para jóvenes inmigrantes rebeldes al no ver ningún futuro para ellos mismos en los semi-guetos de las grandes ciudades occidentales. El terrorismo, que en la fase de descomposición se ha ido convirtiendo cada día más en un medio de la guerra entre Estados y proto-Estados, hace también que la expresión del internacionalismo sea mucho más difícil.
19. El aumento significativo de la corriente populista ha sido pues alimentado por todos estos factores –la crisis económica de 2008, el impacto de la guerra, el terrorismo y la crisis de los refugiados –y aparece como una expresión concentrada de la descomposición del sistema, de la incapacidad de las dos clases principales de la sociedad para ofrecer a la humanidad una perspectiva de futuro. Desde el punto de vista de la clase dominante, significa el agotamiento del consenso "neoliberal" que ha permitido al capitalismo mantener e incluso extender la acumulación desde el inicio de la crisis económica abierta en los años 70 y en particular el agotamiento de las políticas keynesianas predominantes durante el boom de la posguerra. A raíz de la quiebra de 2008, que amplió la ya enorme brecha de riqueza entre el puñado de los muy ricos y la gran mayoría, la desregulación y la globalización, la "libre circulación" del capital y el trabajo en un marco trazado por los Estados más poderosos del mundo, todo eso ha sido cuestionado por una sector creciente de la burguesía, cuyo ejemplo típico es la derecha populista, aunque al mismo tiempo integre el neoliberalismo y el neokeynesianismo en el mismo discurso de campaña electoral. La esencia de la política populista es la formalización política, administrativa y judicial de la desigualdad de la sociedad burguesa. Lo que la crisis de 2008 en particular ayudó a aclarar, es que la igualdad formal es la base real de una desigualdad social cada vez más evidente. En una situación en la que el proletariado es incapaz de proponer su solución revolucionaria –el establecimiento de una sociedad sin clases– la reacción populista es querer sustituir la pseudo-igualdad hipócrita existente por un sistema descarado y "honesto" de discriminación legal. Ese es el meollo de la "revolución conservadora" propugnado por el asesor principal del presidente Trump, Steve Bannon.
Una primera indicación de lo que se entiende por lemas tales como "América primero" está dado por el programa electoral de "Francia ante todo" del Frente Nacional. Propone privilegiar a los ciudadanos franceses, en empleos, impuestos y ventajas sociales, en relación con personas de otros países de la Unión Europea, que a su vez tendrían prioridad sobre otros extranjeros. Hay un debate parecido en Gran Bretaña sobre si sí o no, después del Brexit, a los ciudadanos de la UE debería dárseles un estatuto intermedio entre nativos y otros extranjeros. En el Reino Unido, el principal argumento dado a favor del Brexit no eran las objeciones a las políticas comerciales de la UE o a un arrebato proteccionista británico contra la Europa continental, sino la voluntad política para "recuperar la soberanía nacional" respecto a la inmigración y el mercado de trabajo nacional. La lógica de tal argumentación es que, en ausencia de una perspectiva a más largo plazo de crecimiento para la economía nacional, las condiciones de vida de los nativos podrían estabilizarse más o menos discriminando a todos los demás.
20. En vez de ser un antídoto contra el reflujo largo y profundo de la conciencia de clase, la identidad de clase y la combatividad tras 1989, la pretendida crisis financiera y la del euro tuvieron el efecto contrario. En particular, los efectos perniciosos de la pérdida de solidaridad en las filas del proletariado se incrementaron significativamente. Vemos, en especial, el aumento del fenómeno del chivo expiatorio, esa manera de pensar con la que buscar a personas, sobre las que se proyectan todos los males del mundo, acusándolas de lo que va mal en la sociedad. Tales ideas abren la puerta al pogromo. Hoy el populismo es lo más llamativo, pero dista mucho de ser la única manifestación del problema, que tiende a impregnar todas las relaciones sociales. En el trabajo y en la vida diaria de la clase obrera, su incremento debilita la cooperación, reforzando la atomización y el desarrollo de la mutua desconfianza, la persecución personal, el acoso (el llamado mobbing)
El movimiento obrero marxista ha defendido durante mucho tiempo las ideas teóricas que ayudan a contrarrestar esa tendencia. Las dos ideas más esenciales han sido: a) que la explotación capitalista se ha convertido en algo no personal, ya que funciona según las "leyes" del mercado (ley del valor). Los capitalistas incluidos están obligados a obedecer a esas leyes; b) a pesar de esa naturaleza de máquina, el capitalismo es una relación social entre las clases, ya que tal "sistema" está basado y mantenido por un acto de voluntad del Estado burgués (la creación y fortalecimiento de la propiedad privada capitalista). La lucha de clases, por lo tanto, no es personal sino política. En el lugar combatir a personas, se dirige contra el sistema –y la clase que lo encarna- para transformar las relaciones sociales. Estas ideas nunca inmunizaron, incluso en las capas más conscientes del proletariado, contra la búsqueda de chivos expiatorios. Pero lo han hecho más resistente. Esto explica en parte por qué, aun en medio de la contrarrevolución, e incluso en Alemania, el proletariado resistió contra el recrudecimiento del antisemitismo mejor y por más tiempo que otros sectores de la sociedad. Esas tradiciones proletarias continuaron teniendo efectos positivos, aun cuando los trabajadores dejaron de identificarse de manera consciente con el socialismo. La clase obrera sigue siendo la única barrera a la propagación de ese tipo de veneno, aún si ciertas partes de la clase están seriamente afectadas por él.
21. Todo esto ha llevado a un cambio en el dispositivo político de la sociedad burguesa como un todo; un dispositivo que, por el momento, no es nada favorable al proletariado. En países como Estados Unidos o Polonia, donde los populistas están ahora en el gobierno, las protestas a gran escala en las calles han sido sobre todo en defensa de la democracia capitalista vigente y sus reglas "liberales". Otro tema movilizador de las masas es la lucha contra la corrupción en Brasil, Corea del Sur, Rumania o Rusia. El movimiento Cinco Estrellas en Italia está sobre todo estimulado por el mismo tema. La corrupción, endémica en el capitalismo, ha alcanzado proporciones epidémicas en su fase terminal. En la medida en que esto dificulta la productividad y la competitividad, quienes luchan contra ella están entre los mejores defensores de los intereses del capital nacional. Las masas con banderas nacionales en esas manifestaciones no son, por lo tanto, nada casuales. También significa renovación del interés por el proceso electoral burgués. Algunas partes de la clase trabajadora caen presas del voto por los populistas, a causa del retroceso de la solidaridad, o como una especie de protesta contra la clase política establecida. Una de las barreras para el desarrollo de la causa por la emancipación hoy es la impresión que tienen esos trabajadores de que pueden zarandear y presionar a la clase dominante más por medio de un voto populista que mediante la lucha proletaria. El peligro tal vez más grande, sin embargo, es que los sectores más modernos y globalizados de la clase, en el corazón del proceso de producción, puedan, más allá de la indignación contra la innoble exclusión populista, más allá de una comprensión más o menos clara de que esa corriente política pone en peligro la estabilidad del orden existente, acaben cayendo en la trampa de defender el régimen capitalista democrático reinante.
22. El ascenso del populismo y del anti-populismo, tiene ciertas similitudes con la década de 1930, cuando la clase obrera quedó atrapada en el círculo vicioso del fascismo y antifascismo. Pero a pesar de las similitudes, la situación histórica actual no es la misma que la de la década de 1930. En aquel momento, los proletariados en la Unión Soviética y Alemania habían sufrido un revés no solo político, sino también una derrota física. En contraposición a esto, la situación actual no es la de una contrarrevolución. Por esta razón, es remota la probabilidad de que la clase dirigente intente imponer una derrota física al proletariado; tal cosa no está al orden del día. Hay otra diferencia con 1930: la adhesión ideológica al populismo o al antipopulismo no es del todo definitiva. Muchos obreros que hoy votan por candidatos populistas pueden, del día a la mañana, encontrarse luchando junto a sus hermanos de clase, y lo mismo para los trabajadores que hoy están atrapados en las manifestaciones anti-populistas. La clase obrera, sobre todo en los antiguos centros del capitalismo, no está dispuesta a sacrificar su vida por los intereses de la nación, a pesar de la creciente influencia del nacionalismo en ciertos sectores de la clase; tampoco ha perdido la posibilidad de luchar por sus propios intereses, y este potencial sigue brotando a la superficie, aunque sea de forma mucho más dispersa y efímera que en el periodo de 1968 a 1989 y el de 2006 y 2013. Al mismo tiempo, un proceso de reflexión y maduración entre una minoría de proletarios se mantiene a pesar de las dificultades y reveses, y esto a su vez refleja un proceso más subterráneo que se está produciendo en capas más amplias del proletariado.
En estas condiciones, el intento de aterrorizar a la clase sería políticamente peligroso y contraproducente. Ello socavaría profundamente las ilusiones que puedan albergar los trabajadores sobre el capitalismo democrático, que es una de las ventajas ideológicas más importantes de los explotadores.
Por todas estas razones, es mucho más interesante para la clase capitalista utilizar contra la clase obrera los efectos negativos de la descomposición y el callejón sin salida del capitalismo.
24. Una de las principales líneas de ataque de la burguesía "liberal" contra la Revolución de octubre de 1917 ha sido y seguirá siendo, el supuesto contraste entre las esperanzas democráticas del levantamiento de febrero y el “golpe de Estado” de octubre por los bolcheviques, que habría sumido a Rusia en el desastre y la tiranía. Pero la clave para entender la Revolución de octubre es que se basó en la necesidad de romper el frente de guerra imperialista, mantenido por todas las facciones de la burguesía, especialmente su ala "democrática", y así convertirse en el primer jalón de la revolución mundial. Fue la primera respuesta clara del proletariado mundial a la entrada del capitalismo en su época de decadencia, y fue por eso sobre todo por lo que octubre de 1917, lejos de ser una ruina de una edad perdida, es una señal del futuro de la humanidad.
Hoy, tras todos los contragolpes recibidos por parte del mundo burgués, la clase obrera puede parecer estar muy lejos de reconquistar su proyecto revolucionario. Y, sin embargo, "en cierto sentido, la cuestión del comunismo está en el centro mismo de la difícil situación de la humanidad de hoy. Domina la situación mundial en la forma del vacío que ha creado por su ausencia". (Informe sobre la Situación Mundial). Las múltiples barbaridades de los siglos XX y XXI, desde Hiroshima y Auschwitz hasta Fukushima y Alepo, son el pesado precio que la humanidad ha pagado por el fracaso de la revolución comunista durante todas esas décadas pasadas; y si, a esta hora tardía de la decadencia de la civilización burguesa, las esperanzas de transformación revolucionaria quedan definitivamente frustradas, las consecuencias para la supervivencia de la sociedad humana serían aún más graves. Y sin embargo estamos convencidos de que estas esperanzas siguen vivas, todavía están fundadas en posibilidades reales.
Por un lado, se basan en la posibilidad y la necesidad objetivas del comunismo, debido al choque cada vez más violento entre las fuerzas de producción y las relaciones de producción. Tal choque se ha agudizado precisamente porque el capitalismo en decadencia, en descomposición, a diferencia de las sociedades de clase anteriores que tuvieron que soportar épocas enteras de estancamiento, no ha dejado de expandirse a nivel mundial y penetrar por todos los poros de la vida social. Esto se puede ver en varios niveles:
- En la contradicción entre el potencial contenido en la tecnología moderna y su uso real bajo el capitalismo: el desarrollo de la tecnología de la información y de la inteligencia artificial, que podría utilizarse para contribuir a liberar a la humanidad del trabajo pesado y acortar considerablemente la jornada laboral, ha llevado a la disminución del empleo, por un lado, y a la prolongación de la jornada laboral por otro.
- En la contradicción entre el carácter asociado a escala mundial de la producción capitalista, y su apropiación privada, que por un lado pone de relieve la participación de millones de proletarios en la producción de riqueza social y su apropiación por una minoría minúscula, cuya arrogancia y derroche se convierten en una afrenta a las condiciones de vida miserables o al empobrecimiento absoluto que enfrenta la vasta mayoría. El carácter objetivamente global de la asociación del trabajo ha aumentado de manera espectacular en las últimas décadas, en particular con la industrialización de China y otros países asiáticos. Estos nuevos batallones proletarios, que a menudo han demostrado ser muy combativos, constituyen potencialmente una nueva fuente de fuerza para la lucha de clases mundial, aun cuando el proletariado de Europa occidental conserva la clave de la maduración política de la clase trabajadora hacia una confrontación revolucionaria con el capital.
- En la contradicción entre el valor de uso y el valor de cambio, que se expresa sobre todo en la crisis de sobreproducción y en todos los medios que el capitalismo utiliza para superarla, en particular el recurso masivo a la deuda. La sobreproducción, ese absurdo intrínseco al capitalismo, evidencia simultáneamente la posibilidad de abundancia y la imposibilidad de lograrla bajo el capitalismo. Una vez más, un ejemplo de desarrollo tecnológico pone de manifiesto tal absurdo: Internet ha permitido distribuir gratuitamente todo tipo de mercancías (música, libros, películas, etc.) y, sin embargo, el capitalismo, debido a la necesidad de mantener la ganancia, tiene que crear una enorme burocracia para asegurarse de que cualquier distribución gratuita de este tipo se vea restringida u opere principalmente como un foro publicitario de productos. Además, la crisis de sobreproducción se concreta en continuos ataques a las condiciones de vida de la clase obrera y en el empobrecimiento de masas enteras de la humanidad.
- En la contradicción entre la extensión global del capital y la imposibilidad de ir más allá del Estado-nación. La fase particular de la globalización que se inició en los años 1980 nos ha acercado cada vez más al punto predicho por Marx en los Grundrisse: "la universalidad hacia la que [el capital] tiende sin cesar, encuentra trabas en su propia naturaleza, las que, en cierta etapa del desarrollo del capital, harán que se le reconozca a él como la barrera mayor para esa tendencia, y, por consiguiente, propenderán a la abolición del capital por medio de sí mismo"[2]. Esta contradicción, por supuesto, ya podía ser percibida por los revolucionarios en la época de la Primera Guerra Mundial, ya que la guerra misma fue la primera expresión clara de que por un lado el Estado-nación seguía perviviendo y, por otro, el capital no podía realmente superarlo. Y hoy sabemos que la desaparición -la caída, en realidad- del capital no tendrá una forma puramente económica: cuanto más cerca esté del atasco económico, mayor será su impulso hacia la "supervivencia” a expensas de los demás y con medios militares. La beligerancia abiertamente nacionalista de los Trump, Putin y demás, significa que la globalización capitalista, lejos de unificar a la humanidad, nos empuja cada vez más a la autodestrucción, incluso si este descenso al abismo ya no toma necesariamente la forma de una guerra mundial.
- En la contradicción entre producción capitalista y naturaleza, considerada como un “regalo” desde los orígenes del capitalismo (Adam Smith), una contradicción que, en la fase de descomposición, ha alcanzado niveles sin precedentes. Esto aparece de lo más evidente tanto en el vandalismo descarado de quienes niegan el cambio climático y dirigen Estados Unidos, como en el ascenso de su archienemigo, China, donde la búsqueda frenética del crecimiento a toda costa ha hecho surgir ciudades donde el aire es irrespirable, además del peligro de la aceleración del calentamiento global y -en una extraña combinación de antiguas supersticiones y capitalismo moderno y gansteril- de la destrucción de especies enteras en África y otros lugares, apreciadas por las propiedades curativas mágicas de sus cuernos o su piel. El capitalismo no puede existir sin esa obsesión del crecimiento, pero es incompatible con la salud del ambiente natural en el que la humanidad vive y respira. Así, la perpetuación misma del capitalismo amenaza la existencia de la especie humana no sólo por la vía militar, sino también por sus relaciones con la naturaleza.
La agudización insoportable de las contradicciones citadas anteriormente apunta a una única solución: la producción mundial asociada para el uso, no para la ganancia, una asociación no sólo entre los seres humanos, sino también entre los seres humanos y la naturaleza. Tal vez la expresión principal del potencial para esta transformación es que, dentro de los sectores centrales y más modernos del proletariado mundial, la generación joven, cada vez más consciente de la gravedad de la situación histórica, ya no comparte la desesperanza del no futuro de las décadas anteriores. Esta confianza se basa en la conciencia de la propia productividad asociada: sobre el potencial representado por el progreso científico y tecnológico, sobre la "acumulación" del conocimiento y de los medios de acceso a él, y sobre el crecimiento de una comprensión más profunda y crítica de la interacción entre la humanidad y el resto de la naturaleza. Al mismo tiempo, esta parte del proletariado, como vimos en los movimientos de 2011, que en su apogeo plantearon el slogan de la "revolución mundial", es mucho más consciente del carácter internacional de la asociación del trabajo hoy en día, y por lo tanto más capaces de captar las posibilidades de la unificación internacional de las luchas.
El capital impedirá a toda costa esa única solución que es la unificación global del proletariado, incluso cuando debe adoptar medios que muestren los límites inherentes de la producción para el intercambio. El desarrollo del capitalismo de Estado en la época decadente es, en cierto sentido, una especie de búsqueda desesperada de una forma de tratar de mantener una sociedad unida por medios totalitarios, un intento de la clase dominante de ejercer su control sobre la vida económica en un período en el que el despliegue de las “leyes naturales” del sistema empujan hacia su propio desmoronamiento.
24. El capitalismo no puede evitar la necesidad del comunismo, pero también sabemos que este nuevo modo de producción no puede surgir automáticamente, sino que requiere la intervención consciente de la clase revolucionaria, el proletariado. A pesar de las dificultades extremas que enfrenta hoy la clase obrera, su aparente incapacidad para renovar su "propiedad" del proyecto comunista, ya hemos subrayado nuestras razones para insistir en que esa renovación, esa reconstitución del proletariado como clase para el comunismo, todavía es posible hoy. Porque, así como no se puede evitar la necesidad objetiva del comunismo, tampoco se puede suprimir por completo el anhelo subjetivo por una nueva sociedad, o la búsqueda para entender cómo lograrlo por parte del proletariado que es la clase de la asociación.
El recuerdo de lo que realmente fue el Octubre rojo, el recuerdo de lo que fueron la Revolución alemana y la oleada revolucionaria mundial originadas por Octubre no pueden desaparecer por completo. Esos recuerdos han sido, por así decirlo, aplastados, pero todos los recuerdos reprimidos están destinados a reaparecer cuando las condiciones estén maduras. Y siempre hay, dentro de la clase obrera, una minoría que ha mantenido y elaborado la historia real y sus lecciones a un nivel consciente, lista para fertilizar la reflexión de la clase cuando ésta redescubra la necesidad de dar sentido a su propia historia.
La clase no puede alcanzar ese nivel de búsqueda a una escala masiva sin pasar por la dura escuela de las luchas prácticas. Estas luchas en respuesta a los crecientes ataques del capital son la base granítica para el desarrollo de la confianza en sí y la solidaridad sin límites generadas por la realidad del trabajo asociado.
El estancamiento alcanzado en las batallas económicas puramente defensivas del proletariado desde 1968, también requiere, por un lado, una lucha teórica, una búsqueda para comprender su pasado "profundo" y su posible futuro, una búsqueda que sólo puede llevar a la necesidad del movimiento de clase para pasar de lo local y nacional a lo universal, de lo económico a lo político, de lo defensivo a lo ofensivo. Mientras que la lucha inmediata de la clase es más o menos un hecho de la vida en el capitalismo, no hay garantía de que ese siguiente paso vital sea dado. Pero sí se expresa, por muy limitada y confusa que sea la forma, en las luchas de la generación actual de proletarios, sobre todo en movimientos como el de los Indignados en España, que de hecho fue una expresión genuina de indignación contra todo el sistema -un sistema "obsoleto" como los manifestantes proclamaban en sus banderolas-, un deseo de entender cómo funciona este sistema, y cómo sustituirlo; y, al mismo tiempo, descubrir los medios organizativos que pueden utilizarse para romper las instituciones del orden existente. Y he aquí que esos medios no son esencialmente nuevos: la generalización de las asambleas masivas, la elección de los delegados mandatados ha sido un eco muy claro de los tiempos de los soviets en 1917. Fue una clara demostración del trabajo del “viejo topo” en los subterráneos de la vida social.
Eso ya dio un primer indicio de un potencial para que se desarrolle lo que puede llamarse dimensión política y moral de la lucha proletaria: el surgimiento de un rechazo profundo, por amplios sectores de la clase, al modo de vida y al comportamiento existentes. La evolución de estos momentos es un factor importante en la preparación y maduración de luchas masivas en un terreno de clase y de la perspectiva revolucionaria.
Al mismo tiempo, el fracaso del movimiento de los Indignados para restaurar una verdadera identidad de clase subraya la necesidad de vincular esa incipiente politización en las calles y plazas, a la lucha económica, al movimiento en los lugares de trabajo donde la clase obrera todavía tiene su existencia más característica. El futuro revolucionario no radica en una "negación" de la lucha económica como proclaman los modernistas, sino en una verdadera síntesis de las dimensiones económicas y políticas del movimiento de clase, tal como se observa y se defiende en el concepto de La huelga de masas de Rosa Luxemburg0.
25. Al desarrollar esa capacidad para ver el vínculo entre las dimensiones económicas y políticas de las luchas, las organizaciones políticas comunistas tienen un papel indispensable que desempeñar, y por eso la burguesía hará todo lo posible por desprestigiar el papel del Partido Bolchevique en 1917, presentándolo como una conspiración de fanáticos e intelectuales solo interesados por echar mano del poder. La tarea de la minoría comunista no es provocar luchas, ni organizarlas de antemano, sino intervenir en ellas para esclarecer los métodos y objetivos del movimiento.
La defensa de Octubre rojo exige también, evidentemente, la demostración de que el estalinismo no representa ni mucho menos la menor continuidad con aquél, sino que fue, al contrario, la contrarrevolución burguesa contra lo que Octubre significó. Esta tarea es aún más necesaria hoy en vista del peso de la idea de que el derrumbe del estalinismo probaría que la realización económica del comunismo es imposible. Los efectos negativos de ese peso sobre las minorías políticas en búsqueda –ese medio inestable entre la izquierda comunista y la izquierda del capital- son considerables. Mientras que antes de 1989 las ideas confusas, pero claramente anticapitalistas, las variantes consejista o autonomista, por ejemplo, tenían una influencia relativa en tales círculos, hubo después un avance importante de concepciones basadas en la formación de redes de intercambio mutuo a nivel local, en la preservación y extensión de áreas de economías de subsistencia en las “comunas” todavía existentes. El avance de tales ideas indica que incluso los sectores más politizados del proletariado son incapaces de imaginarse una sociedad más allá del capitalismo. En tales circunstancias, uno de los factores necesarios para preparar la emergencia de una futura generación de revolucionarios es que las minorías revolucionarias existentes en la actualidad expongan de la manera más profunda y convincente posible (sin caer en el utopismo) por qué, hoy, el comunismo no solo es una necesidad sino una posibilidad muy objetiva y realizable.
Dada la naturaleza reducida y dispersa de la izquierda comunista de hoy, y de las enormes dificultades con que tropieza un medio más amplio de elementos en busca de claridad política, es evidente que hay que recorrer una gran distancia entre el pequeño movimiento revolucionario de hoy y la posible capacidad futura para actuar como auténtica vanguardia en masivos movimientos de clase. Los revolucionarios y las minorías politizadas no son productos puramente pasivos de la situación, ya que sus propias confusiones sirven para agravar aún más su desunión y desorientación. Pero, fundamentalmente, la debilidad de la minoría revolucionaria es una expresión de la debilidad de la clase como un todo, y ninguna receta organizativa o consignas activistas serán capaces de superarlo.
El tiempo ya no está a favor de la clase obrera, y ésta no podrá ir más deprisa que su propia sombra. Se ve obligada hoy a recuperar gran parte de lo que ha perdido no sólo desde 1917, sino también desde las luchas de 1968 a 1989. Para los revolucionarios esto exige un trabajo paciente y a largo plazo para analizar el movimiento real de la clase y las perspectivas reveladas por la crisis del modo de producción capitalista; y sobre la base de ese esfuerzo teórico, responder a lo que planteen quienes se acercan a posiciones comunistas. Lo más importante de esa labor es que debe ser vista como parte de la preparación política y organizativa del futuro partido, cuando las condiciones objetivas y subjetivas vuelvan a plantear el problema de la revolución. En otras palabras, las tareas de la organización revolucionaria hoy son similares a las de una fracción comunista, como las realizadas con tanta lucidez por la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista en los años 1930.
[1] Lo que se llamó desde entonces el sindicalismo de base.
[2]Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundisse) “Cuaderno IV”, Siglo XXI editores, volumen 1, p.362
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Cataluña, Barcelona en especial, es uno de esos lugares inscritos en la memoria del proletariado español y mundial. Las luchas, las victorias y las derrotas de la clase obrera en ese territorio han marcado la historia de nuestra clase. Por eso, en la situación actual, la CCI, mediante este artículo y otros precedentes en nuestra prensa territorial, quiere alertar a nuestra clase ante el peligro de verse arrastrada por la pelea nacionalista que allí está ocurriendo. De esto, no saldría indemne.
En un mismo lugar y con apenas años de distancia, dos escenarios sociales no solo distintos sino completamente contrapuestos.
Barcelona en los días posteriores al 15 de mayo del 2011. Durante el movimiento de los Indignados, la Plaza de Cataluña es un hervidero de reuniones y asambleas; de más de 40 comisiones que abordan desde las causas de la catástrofe medioambiental a la solidaridad con las luchas en Grecia contra los recortes sociales. No hay bandera alguna. En cambio, sí que hay bibliotecas improvisadas con libros aportados por gente, a la disposición de todos, para ampliar las miras de ese movimiento que expresa esencialmente la indignación por los estragos que causa la crisis capitalista y la inquietud por el futuro que la pervivencia de este sistema puede deparar para toda la humanidad. Esas mismas plazas, en Barcelona y por otras partes de España, tras el movimiento iniciado en la Puerta de Sol de Madrid, ven juntarse y debatir, con todo respeto y escucha, a gentes de todas las edades, de todas las lenguas, de todas las condiciones. En las asambleas desembocan, día tras día, manifestaciones de trabajadores, marchas de protesta contra los recortes en sanidad, delegaciones de vecinos que buscan la solidaridad de los presentes para intentar parar un enésimo desahucio, etc. Las asambleas actúan como un cerebro colectivo que intenta relacionar las distintas expresiones de lucha en búsqueda de una causa común unificadora. “Somos antisistema porque el sistema es inhumano” se proclama orgullosamente. El movimiento sufre una represión despiadada[1] [4] pero igualmente se denuncia que “Violencia también es cobrar 600 euros”[2] [5].
En esas mismas calles, hoy, cientos de miles de personas se manifiestan “por la independencia de Cataluña”, pero lo hacen instrumentalizados, como masa de maniobra que obedece convocatorias designadas por oscuros “cerebros en la sombra”, para acciones que tienen un significado incomprensible para quienes actúan de figurantes en un teatro que otros escriben. Así sucedió con quienes se llevaron los palos de la policía defendiendo las urnas en el referéndum del 1 de octubre, que vieron cómo en los días posteriores, los propios convocantes del referéndum relativizaban la propia efectividad de la consulta y la rebajaban a un acto meramente “simbólico”. O quienes se dejaron llevar por la euforia del “Ya somos república” tras la supuesta proclamación de ésta el 27 de octubre. Se trataba, como lo afirmaron después, de un acto “simbólico”, virtual, estéril. En el extremo opuesto del movimiento del 15 de Mayo de 2011, para unirse a tales actos nacionalistas, el espíritu crítico sobra. Basta con tener en las mentes un “discurso nacional” bien montado. Esto es lo normal de cualquier nacionalismo, pero en el caso de Cataluña y otros lugares “sin Estado”, ese discurso es un mejunje donde todo se mezcla en unas mentes condicionadas para que ninguna crítica pueda aparecer.
Se invoca la reivindicación de una arcadia mitificada, una patria catalana que nunca existió. En ese mecanismo, un enemigo es necesario, y sólo puede serlo el Estado central y sus supuestos vestigios “fascistas”. Y un chivo expiatorio: los españoles en general y todo lo que se les parezca, que serían la causa de todas los sufrimientos de esta sociedad; y así se está dispuesto a marchar, con la cabeza baja y las anteojeras puestas junto a los explotadores catalanes, los corruptos catalanes, los represores policías catalanes, los “ultras” que se dedican a señalar y a intimidar a los “otros” (en este caso quien se muestra tibio en un anti-españolismo necesariamente visceral). Y es ese mismo nefasto patrón de conducta el que siguen los manifestantes que en los días siguientes desfilan por esas mismas calles, esta vez “contra la independencia de Cataluña”. Esta vez el paraíso perdido usurpado es el de la “convivencia pacífica de todos los españoles”. Esta vez los chivos expiatorios sobre los que cargar las culpas de la miseria o la incertidumbre sobre el futuro son “los que se saltan la ley” o “los que quieren romper España”. Y también, a marchar codo con codo con una similar cohorte de explotadores, corruptos y represores y también de ultras españolistas que avanzan en esa misma dinámica de persecución y de intimidación violenta más o menos descarada contra los otros[3] [6].
Entre el movimiento de los Indignados de 2011 y las recientes orgías patrioteras catalanas o españolas hay una frontera de clase y un abismo de perspectivas. En aquél, y pese a todas las innegables dificultades, latía la expresión de una clase social – el proletariado – portadora de un proyecto de transformación social a escala planetaria, en busca de una explicación coherente de los orígenes de los problemas que afectan a todo el mundo, creadora de una base para una verdadera unificación de toda la humanidad y de superación, por tanto, de las divisiones de clase, de raza, de cultura, etc. Se asienta por tanto en la búsqueda de una salida revolucionaria para el futuro de la sociedad, liberando a la humanidad de las cadenas de la explotación. Las orgías patrioteras, en cambio, se basan en reminiscencias, en atavismos, de un pasado mitificado y mistificador. No solo eso, sino que justifican y ahondan la fragmentación social, separando a hermanos de clase como nacionalistas de una u otra bandera. Su perspectiva no es la del avance revolucionario, sino la del retroceso reaccionario hacia un pasado cerrado, cargado de desconfianza y miedos. El factor que los alimenta no es la búsqueda de una nueva organización social basada en la satisfacción de las necesidades de todos, sino el pudrimiento del viejo orden social que reina sobre la base del “sálvese quien pueda”
Unos y otros ofrecen explicaciones circunstanciales y locales. Según los nacionalistas catalanes estaríamos asistiendo a una reemergencia de los vestigios franquistas que permanecerían en el Estado español tras la transición democrática. Según los nacionalistas españoles la deriva independentista sería una especie de huida hacia delante para tapar las vergüenzas de un régimen de corrupción instalado en las administraciones catalanas desde hace décadas. El principal desmentido de tales patrañas justificativas es el comportamiento mismo de los actores del proceso. Desde hace décadas el principal partido de la Generalitat (la administración autonómica catalana) antes conocido como CiU y ahora como PDECat[4] [7], ha basado su hegemonía en un régimen clientelista y corrupto. Y eso no impidió a los sucesivos gobiernos de izquierda y derecha alquilar sus servicios (recibiendo suculentas contraprestaciones con cargo a los presupuestos generales del Estado) como muleta de apoyo para gobernar en Madrid. Tampoco los nacionalistas catalanes se amilanaron por los residuos “franquistas” en el Estado español para pactar con el PP[5] [8] y luego con Zapatero[6] [9] (los gobiernos tripartitos de ERC e Iniciativa[7] [10]). Cuando el PDCat vuelve a la Generalitat en 2010, el propio Artur Mas[8] [11] – heredero ungido por el mismísimo Pujol – no dudó en apoyarse en el PP para sacar adelante un programa de austeridad implacable contra las condiciones de vida de la población que más tarde inspirará al propio Mariano Rajoy[9] [12].
Por eso podemos decir que la explicación de la deriva separatista en Cataluña no se encuentra en factores específicos de la evolución histórica específica de Cataluña o España sino en las condiciones históricas mundiales, en el adentramiento del conjunto del capitalismo mundial en su etapa final de descomposición social.
El marxismo no ha negado nunca la existencia de esos factores particulares de la evolución del capitalismo en cada uno de los países. En particular ha reconocido, en el caso de los separatismos en España, levantándose como una barrera reaccionaria suplementaria frente a la necesidad del proletariado de verse como clase indivisible, el peso de un desarrollo desequilibrado entre unas zonas más abiertas al comercio y la industria, y el resto más encerrado en el aislamiento y el atraso[10] [13]. Pero el marxismo también explica que esos conflictos y contradicciones locales evolucionan condicionados por el curso del capitalismo a escala global. Esto es particularmente patente en el caso del nacionalismo. Si en los siglos XVIII y XIX la formación de algunas nuevas naciones pudo representar un avance para la demolición de estructural feudales y el desarrollo de fuerzas productivas, una vez que el capitalismo alcanzó el final de su etapa ascendente a principios del siglo XX, la “liberación nacional” se convierte en un mito netamente reaccionario al servicio, desde entonces, del encuadramiento de la población, y de la clase revolucionaria en particular, para y en la guerra imperialista[11] [14]. Por eso los verdaderos revolucionarios denunciaron siempre el carácter anti proletario de los separatismos en España[12] [15], defensores a ultranza de la explotación y enemigo declarado de la clase trabajadora, como ha tenido ocasión de comprobar en carne propia el proletariado de Cataluña, uno de los más veteranos del movimiento obrero mundial.
No es casualidad que Barcelona fuera el escenario de la primera huelga general en territorio español en 1855. Tampoco que fuera la sede del Congreso de los Trabajadores de la Región Española que en 1870 constituyó la base de la Primera Internacional en España[13] [16]. No es una mera coincidencia que contra las expresiones más avanzadas de la lucha de clases – como la huelga de La Canadiense en Barcelona1919 – la burguesía catalana desplegara el pistolerismo patronal en 1920-22 contra las huelgas y los militantes de las organizaciones anarcosindicalistas[14] [17]. No es por azar que, por ello, fueran el nacionalismo catalán (Cambó), junto a los sectores más retrógrados del Ejército español, los principales impulsores de la dictadura de Primo de Rivera (1923-30). Tampoco es casual si fue la Generalitat catalana (Companys con el respaldo de los estalinistas, y la complicidad de la propia CNT) la que se convirtiera en el bastión del Estado republicano para desviar a los trabajadores de su terreno de clase en la lucha contra la explotación a la lucha del frente militar de la pelea entre el bando fascista y el bando demócrata, tan burgueses aquél como éste, que prefiguraban los contendientes de la Segunda carnicería imperialista mundial. No es fortuito que correspondiera a la Generalitat catalana la criminal misión de arrasar a sangre y fuego la tentativa del proletariado de Barcelona en mayo de 1937, el último intento del proletariado de luchar en su propio terreno de clase contra los explotadores de todos los bandos y todas las patrias[15] [18], antes de verse aprisionado en la confrontación Inter imperialista.
No es una tampoco coincidencia, que fueran de nuevo los obreros de Cataluña, provenientes ahora en muchos casos de la emigración desde las regiones más atrasadas del país, quienes en los años 70 convirtieran de nuevo sus luchas (el Bajo Llobregat en 1973, la SEAT en el 75), en auténticos faros para la lucha de la clase obrera de España entera. La clase obrera en Cataluña, por su propio desarrollo y su propia experiencia acumulada, es un eslabón central de ese carácter asociado de la producción de toda la riqueza social que encarna el proletariado internacional y que choca en cambio con la apropiación privada, nacional, de esa riqueza. En el área de Barcelona se asientan trabajadores de más de sesenta nacionalidades, desde ingenieros en prácticas norteamericanos a trabajadores emigrantes subsaharianos. Todos ellos son parte integrante, y fundamental, de una misma clase obrera mundial. Por mucho que la ideología capitalista, y en particular a través de sus fuerzas de extrema izquierda, quiera fomentar la identificación “nacional” del proletariado con vistas, precisamente, a disgregar la unidad de clase[16] [19].
Hoy es todo ese potencial acumulado por décadas y décadas de lucha obrera lo que se ve amenazado por el avance de la descomposición social capitalista. No se trata, ni mucho menos, de una situación social en la que los trabajadores estén dispuestos a someterse sin más, como carne de cañón, a las peleas entre las diferentes bandas de la clase explotadora, lo que se correspondería a un triunfo completo de la alternativa burguesa a la crisis histórica del capitalismo. Eso se ejemplifica en la situación actual de Cataluña, en el hecho de que los trabajadores no siguen de forma entusiasta las convocatorias de huelgas generales “por la independencia”; pero no significa, empero, que los trabajadores se vean conscientes de representar una alternativa para el futuro de la humanidad que pueda desterrar la guerra de todos contra todos que lleva en sus entrañas el capitalismo en descomposición.
Especialmente generadoras de confusión para la toma de conciencia de la clase obrera, resultan las alternativas que postulan que habría una solución “racional” de estas tensiones en el seno de la clase explotadora, cuando el avance de la descomposición capitalista impulsa el arraigo entre la población de soluciones “populistas” cada vez más irracionales, como la salida de la Unión Europea (que propugnan por ejemplo la CUP o sectores de Podemos[17] [20]) a la aceptación, sin más, del Estado español como defienden los partidos “constitucionalistas”. Nacionalismo y violencia acaban necesariamente encontrándose. La ilusión de una “revolución de las sonrisas” que reivindica el separatismo catalán, o el sueño de esa vida “normalizada” que presenta como alternativa el bloque españolista, es una pura ficción mistificadora. Como señalamos ya en nuestro artículo “La barbarie nacionalista” de 1990[18] [21]: «Todo nacionalismo, grande o pequeño, lleva necesaria y fatalmente la marca de la agresión, de la guerra, del “todos contra todos”, del exclusivismo y de la discriminación».
La alternativa del proletariado mundial es una perspectiva completamente diferente para la humanidad. Como señalamos en dicho artículo sobre la barbarie nacionalista: «La lucha del proletariado lleva en germen la superación de las divisiones de tipo nacional, étnico, religioso, lingüístico, con el que el capitalismo -continuando la obra opresora de anteriores modos de producción- ha atormentado a la humanidad. En el cuerpo común de la lucha unida por los intereses de clase desaparecen de manera natural y lógica semejantes divisiones. La base común son unas condiciones de explotación que en todas partes tienden a empeorarse con la crisis mundial, el interés común es la afirmación de sus necesidades como seres humanos contra las necesidades inhumanas, cada vez más despóticas, de la mercancía y el interés nacional».
Lo que está hoy en juego en la situación que vive el proletariado mundial en Cataluña es que la clase revolucionaria ponga por delante esa defensa de los intereses de la humanidad en su conjunto, de su solidaridad de clase internacional frente a la disgregación y la fractura social que alienta el capitalismo en descomposición. Que frente a la búsqueda de refugio en falsas identidades locales, de cifrar el futuro en el “sálvese quién pueda” a costa de los demás, del incremento del pesimismo social; se imponga, en cambio, la confianza en los valores de la asociación obrera internacional por encima de las divisiones nacionales, la conciencia de que la barbarie que anuncia el mundo actual es el resultado del sometimiento de la humanidad y del planeta a las leyes capitalistas del valor y la concurrencia. Incumbe, sobre todo, a quienes se reivindican como formaciones de vanguardia de la clase obrera la denuncia de todas las trampas tendientes a la división de nuestra clase, y, en especial aquellas que intentan justificar su apoyo a una u otra fracción de la clase explotadora en que sería “menos represiva” o más favorable a los intereses de la lucha por la liberación del proletariado. Si finalmente fracasa la alternativa revolucionaria mundial del proletariado, la perspectiva será la de una guerra de todos contra todos en la que será difícil distinguir qué fracción será más cruel e inhumana en la imposición de su supervivencia a costa del resto del género humano.
Cuando la policía intentó arrasar la acampada del 15 M en Barcelona un clamor se extendió: “Todos somos Barcelona”. Ese clamor se oyó en todas las plazas, en todas las manifestaciones de esos días y en ningún lugar con más fuerza que en la Puerta del Sol de Madrid. El recrudecimiento del nacionalismo en Cataluña es no sólo un golpe asestado al proletariado de Barcelona, sino también al de toda España, pues en todo el país, los proletarios han sido arrastrados a movilizaciones a favor o en contra de la unidad del Estado español. Este veneno también ha afectado a numerosos inmigrantes españoles que trabajan hoy en otros países europeos, en donde ha habido manifestaciones pequeñas pero significativas en torno a este tema. Y el golpe asestado al proletariado español lo es también al mundial precisamente a causa de la profundidad de las tradiciones revolucionarias del proletariado en España. Como siempre, la solidaridad con los trabajadores de España sólo podrá basarse en el desarrollo de la lucha internacional de clase.
Valerio, 5 de Diciembre de 2017
[1] [22] El 27 de mayo una salvaje carga de esta policía, ordenada por el gobierno nacionalista catalán en connivencia con el ministerio del interior español para intentar desalojar la Plaza de Cataluña, ocasiona más de 100 heridos.
[2] [23] Para un análisis del movimiento de indignados y de forma general de las luchas de 2011 ver: 2011, de la indignación a la esperanza, /content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza [24] : Revista Internacional 147:Movimiento de indignados en España, Grecia e Israel , https://es.internationalism.org/revista-internacional/201111/3264/movimiento-de-indignados-en-espana-grecia-e-israel-de-la-indignaci [25]
[3] [26] No en vano este clima de buscar culpables de todos los males sociales en la otra mitad de la población se vio azuzada por las movilizaciones contra los atentados terroristas del 17 de Agosto. Ver en Acción Proletaria: “Atentados terroristas en Cataluña: la barbarie imperialista del capitalismo en descomposición”.
[4] [27] Convergencia i Uniò (CiU) era la coalición de la derecha catalana que gobernó la comunidad autónoma desde la "transición democrática"(1978) con algunos intervalos de izquierda. Tenía dos componentes: uno más bien nacionalista y el otro más bien autonomista, pero ambas favorables al pacto con el poder central y sobre todo sólidamente unidas en sus trapicheos clientelistas que han hecho de CiU uno de los partidos más corruptos de España. La coalición se deshizo y los más nacionalistas, hoy separatistas, fundaron el Partido Demócrata Europeo de Cataluña (PDECat), con Puigdemont como candidato.
[5] [28] Partido Popular, el de Rajoy, que gobierna hoy en España, otro campeón de la corrupción.
[6] [29] Jefe del gobierno español, socialista, (2004-2011). Tras haber minimizado la crisis económica de los años 2008, implantó unas medidas anti-obreras que abrieron la vía a su intensificación brutal por parte del gobierno de Rajoy.
[7] [30] Gobierno catalán (2003-2010) formado por la "izquierda": PS, ERC (Esquerra Republicana de Catalunya) y una coalición, Iniciativa, que incluía el partido estalinista y los Verdes.
[8] [31] A. Mas fue presidente de la Generalitat entre 2010 et 2016. Tras haber inclinado la derecha hacia el independentismo, organizó el primer referéndum por la independencia. Le sucedió Carles Puigdemont.
[9] [32] Jefe de la derecha (PP) y del gobierno español. Ha impuesto el artículo 155 de la constitución mediante el cual el Estado central administra directamente la Generalitat catalana, destituyendo a los ministros y encarcelando a algunos de ellos. El presidente Puigdemont se ha refugiado en Bélgica.
[10] [33] Ello a su vez es el resultado, como clarificó el propio Marx de la excepcionalidad de las condiciones del desarrollo del capitalismo en España que contó durante siglos dónde invertir sus capitales sin tener que proceder a una modificación generalizada de las estructuras feudales y a su sustitución por la industria en la “madre patria”. Hemos resumido ese análisis de los separatismos en España en un reciente artículo: “El embrollo catalán muestra la agravación de la descomposición capitalista”.
[11] [34] Ver nuestro folleto: “Nación o Clase” y también nuestra denuncia del carácter reaccionario de la reivindicación del “derecho de autodeterminación” en nuestros artículos: “Los revolucionarios ante la cuestión nacional” Revista Internacional nº 34 y 42
[12] [35]. En otro artículo de la mencionada publicación (Bilan) de la Izquierda Comunista de Italia se explica que: “Tales fundamentos – se refiere al desequilibrio en la industrialización antes mencionado – explican por qué las regiones industriales son escenarios de movimientos separatistas desprovistos de salida que están obligados a adquirir una significación reaccionaria por el hecho de que la clase en el poder es, con todo y con ello, la capitalista, que despliega, en todo el territorio, el dominio de los bancos en los que se concentran -alrededor de los grandes magnates – los productos de la plusvalía de los trabajadores y del plus trabajo de los campesinos” (en “El aplastamiento del proletariado español”, Octubre 1934)
[13] [36] El ámbito del Congreso (la “región” española” y en absoluto la “nación catalana”) es indicativo del clima de internacionalismo que se impulsaba en estos albores del movimiento obrero, que veía en cada territorio una región de la humanidad liberada a escala planetaria.
[14] [37] Lo que aumenta la indignación que se siente cuando se ve a quienes, proclamándose herederos de la “Rosa de Foc” (el nombre que los anarquistas le daban a la Barcelona de los años 1920-30, por la multiplicación de incendios sociales), inclinan sin embargo la frente ante los combatientes contra la opresión nacional de Cataluña.
[15] [38] Recomendamos vivamente la lectura de nuestro folleto con los textos de la Izquierda Comunista sobre la guerra en España: “1936: Franco y la República masacran al proletariado”
[16] [39] La campaña que actualmente despliegan las formaciones de extrema izquierda del capital - las CUP o Podemos- sobre la identificación del interés social con el interés nacional es la heredera, con tonos más aberrantes, si cabe, de la campaña desplegada en los años 70 y 80 por sus progenitores estalinistas fomentando la subordinación de las luchas contra la explotación a las consignas de la “Llibertat” democrática o el “Estatut d’Autonomía” para Cataluña.
[17] [40] CUP: Candidatura de Unidad Popular: agrupamiento de antiguos izquierdistas de todo pelaje y anarquistas de tendencia "municipal", que dice ser "anticapitalista". Es la extrema izquierda del nacionalismo catalán, apoyo crítico y "social" de los partidos nacionalistas. Consiguieron imponer a la derecha catalanista la humillante retirada de Artur Mas, demasiado clientelista y corrupto. Son los animadores principales de los CDR (Comités de defensa de la República), de creación reciente que, junto con otras instituciones "culturales", son convocados a golpe de redes sociales para acosar, especie de brigadas de choque del nacionalismo, a todo lo que consideren como "españolista". Sobre Podemos, puede leerse entre otros artículos ‘‘Podemos: el nuevo traje del emperador capitalista’’. Es un partido nacional español con "franquicias" regionales. La de Cataluña con sus aliados (entre ellos la alcaldesa de Barcelona) no sabe bien a qué nación encomendarse; son sin embargo favorables a un referéndum acordado con el poder central.
[18] [41] Véase https://es.internationalism.org/book/export/html/2116 [42]
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El año pasado, las "élites" dominantes del capitalismo mundial quedaron conmocionadas por el resultado del referéndum en Reino Unido sobre la pertenencia británica a la Unión Europea (Brexit), y por el resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos (en las que ganó Trump). En ambos casos, los resultados obtenidos no correspondían ni a la voluntad ni a los intereses de las facciones dirigentes de la clase burguesa. Por lo tanto, estamos ante una serie de piezas interconectadas que nos impone hacer un balance inicial de la situación política de Estados Unidos y Gran Bretaña tras esos acontecimientos[1] [4]. Para ampliar el alcance de nuestro examen, también desarrollaremos un análisis de la política de la clase dominante en los dos principales países de la Europa continental, Francia y Alemania. En Francia, las elecciones presidenciales y parlamentarias tuvieron lugar a principios del verano de este año. En Alemania, las elecciones generales al Bundestag se celebraron en septiembre. La burguesía de ambos países está obligada a reaccionar ante lo que ha ocurrido en Gran Bretaña y los Estados Unidos -y han reaccionado.
Al optar por concentrarnos en estos cuatro países, estos capítulos no intentarán analizar la vida política de la burguesía en dos países -Rusia y China- que desempeñan un papel clave en la constelación actual de las potencias capitalistas e imperialistas. Queda por hacer un estudio de esa situación. Dicho esto, debemos señalar que tanto Rusia como China desempeñan un papel muy destacado en nuestro análisis de la situación política de los cuatro países capitalistas centrales "occidentales" que se examinarán en estos apartados. También nos concentraremos en la vida política de la clase dominante, sin entrar en la del proletariado. Una vez más, está claro que la situación actual plantea una serie de preguntas y retos a la clase obrera que las organizaciones revolucionarias deben abordar y ayudar a aclarar, y que intentaremos hacer en futuros artículos. Por el momento, recomendamos a los lectores que consulten la “Resolución sobre la lucha de clases internacional” de nuestro reciente Congreso Internacional, publicada en este número de la Revista Internacional.
El trasfondo histórico de estos acontecimientos políticos lo proporciona un proceso más profundo: la descomposición acelerada del orden social capitalista. Recomendamos que la lectura de éste y los siguientes artículos se complete con una lectura o relectura de nuestras “Tesis sobre la descomposición”[2] [5], disponibles en nuestro sitio web. Para nosotros, la situación actual es una fuerte confirmación de lo que esbozamos en ese texto, escrito hace más de un cuarto de siglo. En particular, el examen concreto de la situación actual confirma que es la propia clase dominante la primera y principal afectada por esta descomposición de su sistema, y que la burguesía tiene cada vez más dificultades para mantener su unidad y coherencia políticas (excepto ante una amenaza proletaria).
En reacción a la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, los medios informativos del resto del mundo, y los portavoces del "liberalismo" en los propios Estados Unidos, pintaron un cuadro sombrío de un planeta que pronto será hundido por Trump en la sima de una catástrofe proteccionista como la que ya ocurrió después de 1929. Se suponía que el proteccionismo es el programa del "populismo" político en general, y de Donald Trump en particular. Ya en ese momento, en nuestros artículos sobre el populismo y sobre la elección de Trump, argumentamos que un programa económico particular (proteccionista o de otro tipo) no es una característica importante del populismo de derechas. Al contrario, lo que caracteriza a ese tipo de populismo, en el plano económico, es la falta de un programa coherente. O bien estos partidos tienen poco o nada que decir sobre cuestiones económicas, o bien -como en el caso de Trump- quieren algo un día y lo contrario al siguiente. Eso sí, Trump en el poder ya ha demostrado su propensión hacia el "unilateralismo" al amenazar o iniciar la retirada de Estados Unidos de dos de los acuerdos comerciales más importantes: el TLCAN y el TPP[3] [6]. Es, en lo referente al TLCAN, una amenaza a la que se opondrán muchas empresas estadounidenses importantes. En cuanto al TPP, el acuerdo actual nunca se ha firmado, por lo que no es necesaria una retirada formal por parte de Estados Unidos. Al mismo tiempo, Trump ha suspendido las negociaciones del TTIP (Tratado de Libre Cambio Trasatlántico) con la Unión Europea aunque sus intenciones son confusas. Según sus propias afirmaciones, su meta es imponer un "mejor tratado" para Estados Unidos. Presionando fuertemente a los demás con toda la fuerza de su país, Trump está jugando con apuestas elevadas, como predijimos que lo haría. El resultado sigue siendo impredecible. Sin embargo, lo que está claro es que, en política económica, las clases dominantes de los demás países se han beneficiado de la retórica proteccionista de Trump para culpar unilateralmente a Estados Unidos de algo que es ante todo producto del capitalismo mundial. Lo que hemos visto recientemente es nada menos que una etapa cualitativamente nueva en la vida económica, o sea la lucha a muerte entre las principales potencias capitalistas -algo que ya había comenzado antes de que Trump se convirtiera en presidente. Y al mismo tiempo que otros gobiernos alborotan con clamorosas declaraciones en "defensa del libre comercio" contra Trump, aunque más bien todos ellos han comenzado a adoptar su retórica contra el dumping y por "el libre comercio, sí, pero también justo". Lo que fue eslogan de "comercio justo" de las ONG, es hoy el grito de guerra de la lucha económica burguesa. El proteccionismo ni es nuevo ni es exclusivo de Estados Unidos. Es parte de la competencia capitalista, practicada por todos los países.
Sin embargo, el proteccionismo formal de mercado es sólo una de las formas que adopta ese conflicto. Otra es el arma de las sanciones. Las sanciones económicas contra Moscú promovidas sobre todo por Estados Unidos apuntan contra la economía europea casi tanto como contra Rusia. En particular, la reciente renovación y agudización de las sanciones por parte de Estados Unidos (impuestas por una coalición de demócratas y republicanos contra la voluntad del presidente), han puesto abiertamente en tela de juicio nuevos acuerdos petroleros y oleoductos entre Europa occidental y Rusia, y han provocado una tormenta de protestas, sobre todo en Alemania. Ya bajo Obama, la burguesía estadounidense también había comenzado a perseguir legalmente a las empresas alemanas que operaban en Estados Unidos, como el Deutsche Bank y Volkswagen. No sería exagerado hablar de una ofensiva comercial estadounidense contra Alemania, sobre todo contra su industria automovilística. No nos cabe la menor duda de que empresas como VW o Mercedes sean culpables de todos los trucos sucios de los que se les acusa (centrados en la falsificación de los controles de contaminación). Pero esta no es la razón principal por la que se las está enjuiciando, y la prueba es que otros "culpables" difícilmente se ven afectados por procedimientos legales.
Aunque Trump, a diferencia de su predecesor, por el momento no ha tomado tales medidas, sigue amenazando masivamente, no tanto a Europa, sino sobre todo a China. Desde su punto de vista, tiene buenas razones para hacerlo. Ya en lo económico, China está aumentando actualmente dos amenazas gigantescas para los intereses de Estados Unidos. La primera es la denominada nueva Ruta de la Seda, un programa de infraestructuras masivas destinado a conectar el sur de Asia, Oriente Medio, África y Europa con China a través de un vasto sistema de ferrocarriles modernos, carreteras, puertos y aeropuertos por tierra y mar. Pekín ya ha prometido un billón de dólares para ese proyecto, el programa de infraestructuras más ambicioso de la historia hasta la fecha. La segunda amenaza es que China, pero también Japón, han comenzado a retirar capital de Estados Unidos y la zona del dólar, y a establecer acuerdos bilaterales con otros gobiernos (los llamados BRICS, pero también Japón o Corea del Sur) para aceptar el pago en las monedas de cada uno en lugar del pago con dólares[4] [7]. Aunque, por supuesto, existen límites objetivos de hasta dónde puedan llegar China y Japón sin perjudicarse a sí mismos, estos movimientos representan una seria amenaza para Estados Unidos: "Tarde o temprano, los mercados de divisas reflejarán la relación de fuerzas en el comercio internacional -lo que significa un orden multipolar con tres centros de poder. En un futuro previsible, el dólar tendrá que compartir su papel protagónico con el euro y el yuan chino" (...) Que afectará no sólo a la economía y al sector social, sino también al armamento militar de la potencia mundial"[5] [8]. De hecho, esto podría socavar, a largo plazo, la abrumadora superioridad militar de Estados Unidos, ya que actualmente financia su gigantesca maquinaria militar y su deuda pública, en gran medida gracias al papel del dólar como moneda del comercio mundial.
Aunque tanto Estados Unidos como la Unión Europea están amenazando a China con aranceles aduaneros en respuesta a lo que ellos llaman dumping chino, lo que sobre todo quieren conseguir es que Pekín sea despojado de su estatuto de "país en desarrollo" en las instituciones económicas internacionales, (lo que le da a China muchas posibilidades legales para proteger sus propios mercados). Sin embargo, el elemento del programa económico de Trump que más ha impresionado a la clase dominante, no sólo en Estados Unidos, es su plan de "reforma fiscal". El periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung, en Alemania, declaró que, si se llevara a cabo, supondría nada menos que una "revolución fiscal"[6] [9]. Su idea principal no es nueva en sí misma, pues va en la misma dirección que las "reformas" similares de la era "neoliberal": la de gravar lo más posible el consumo y no la producción. Como todo el mundo paga impuestos por consumo, todos estos cambios son una especie de reducción de impuestos para los dueños de los medios de producción. Convencidos de que Estados Unidos es el único país importante en el que tal sistema de impuestos podría imponerse de una manera realmente radical, Trump espera, haciendo que la producción en Estados Unidos sea prácticamente libre de impuestos, hacer volver "a casa" a empresas estadounidenses con sedes ahora en lugares como Dublín o Ámsterdam, pero también a parte de su producción en el extranjero y que se hagan más atractivas para los inversores y productores extranjeros. Esto parece ser sobre todo la contraofensiva que Donald Trump tiene en mente en la etapa actual de la guerra económica.
En lo económico, Trump podrá pretender ser lo que quiera, pero en modo alguno el oponente al "neoliberalismo" que a veces dice ser. En todo caso, la meta de su gobierno de billonarios se parece más a la "culminación" de la "revolución neoliberal". Detrás de la retórica de su antiguo asesor, Steve Bannon, sobre la "destrucción del Estado" se esconde el Estado neoliberal, una forma particularmente brutal y poderosa del capitalismo de Estado. Pero el problema de la administración Trump, hoy, no es sólo que su programa económico es auto-contradictorio. También el problema es que no es muy seguro que puedan llevarse a la práctica los elementos de su programa que podrían ser muy útiles para la burguesía estadounidense. La razón de esto es el caos en el aparato político de la clase dominante líder en el mundo.
Hay hoy un presidente en el Despacho Oval que quiere gestionar el país como una empresa capitalista cualquiera, y que no parece entender gran cosa en temas como el Estado, la habilidad política o la diplomacia. Esto en sí mismo es una clara señal de la crisis política en un país como Estados Unidos. Desde 2010, la vida política de la burguesía en Estados Unidos se ha caracterizado por una tendencia de los principales protagonistas a bloquearse mutuamente. Por ejemplo, los republicanos radicales atrasaban la planificación presupuestaria de la presidencia de Obama hasta el punto de que en los momentos críticos el Estado ya casi no podía pagar los salarios de sus empleados. La obstrucción recíproca entre el Presidente y el Congreso, entre los republicanos y los demócratas, y dentro de cada uno de los dos partidos (en particular de aquéllos) ha alcanzado un nivel tal, que se ha empezado a obstaculizar seriamente la capacidad de Estados Unidos para cumplir su función de mantener un mínimo del orden capitalista mundial. Un ejemplo de ello es la reforma de las estructuras del Fondo Monetario Internacional (FMI), que llegó a ser necesaria ante el creciente peso, en particular, de los llamados “BRICS” (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) en la economía mundial. El presidente Obama reconoció que, aunque EEUU inspiró y ha orientado las instituciones económicas internacionales para que cumplieran su función de establecer ciertas "reglas del juego" de la economía mundial, no había forma de evitar que los "países emergentes" obtuvieran más derechos y votos dentro de ellas. Pero esta reestructuración fue bloqueada por el Congreso de EEUU durante no menos de cinco años. Resultado: China tomó la iniciativa de crear el llamado Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB, Asian Infraestructure Investment Bank). Peor aún: Alemania, Gran Bretaña y Francia decidieron participar en el AIIB (marzo de 2015). Se había dado un gran paso en la creación de una arquitectura institucional alternativa para la economía mundial, conducida por China. Ni siquiera la oposición en EEUU ha podido impedir la "reforma" del FMI.
Donald Trump quiso poner fin a esa tendencia hacia una progresiva parálisis en el sistema del poder norteamericano, rompiendo el poder del "establishment", de las "élites" establecidas, en particular dentro de los propios partidos políticos. Desde luego, este establishment no tiene la menor intención de ceder su poder. El resultado de la presidencia de Trump, al menos hasta la fecha, es que ha transformado la tendencia al bloqueo en una crisis total del aparato político de Estados Unidos. Una lucha furiosa de poder se ha abierto entre los seguidores de Trump y sus opositores, entre el presidente y el sistema judicial, entre la Casa Blanca y los partidos políticos, dentro del propio Partido Republicano al que Trump secuestró más o menos como parte de su oferta presidencial, e incluso en el propio entorno del presidente. Una lucha de poder que también se lleva a cabo hacia los medios de información: la CNN y la prensa de la Costa Este contra Breitbart y Fox News. Tribunales y municipios están bloqueando la política de inmigración de Trump. Su "reforma de salud" para sustituir la de Obama (Obamacare) carece del apoyo de su "propio" Partido Republicano. No se han asignado fondos para construir su muro contra México. Incluso su política exterior es impugnada abiertamente, en particular su intención de hacer un "gran acuerdo" con Rusia. Así, un presidente frustrado, al que le dan venadas y actúa a golpe de twitter, ha estado despidiendo, uno tras otro, a destacados miembros de su propio equipo. Mientras tanto, paso a paso, la oposición está construyendo un cortafuego alrededor de él mediante campañas en medios de información, investigaciones y la amenaza de enjuiciamiento e incluso destitución (impeachment). Su capacidad para gobernar el país e incluso su cordura mental, se están poniendo en entredicho públicamente. Estos procesos no son específicos de Estados Unidos. Los últimos dos años, por ejemplo, han sido testigos de una serie de manifestaciones masivas contra la corrupción, ya sea en América Latina (por ejemplo Brasil), Europa (Rumania) o en Asia (Corea del Sur). Estas son protestas, no contra el Estado burgués, sino a favor de que el Estado burgués haga su trabajo correctamente (y por supuesto son protestas contra ciertas fracciones –a menudo en provecho de otra fracción). En realidad, la corrupción no es sino un síntoma de problemas más profundos. La gestión permanente no sólo de la economía, sino del conjunto de la sociedad burguesa por parte del Estado, es un producto de la decadencia del capitalismo, la época general inaugurada por la Primera Guerra Mundial. La decadencia del sistema requiere un control permanente por el Estado con una tendencia cada vez más totalitaria: el capitalismo de Estado. En su forma actual, el aparato del Estado capitalista existente, incluyendo la administración, la toma de decisiones y los partidos políticos, es un producto de la década de 1930 y/o del período tras la Segunda Guerra mundial. En otras palabras, todo eso existe desde hace décadas. A lo largo del tiempo, se ha hecho cada vez más marcada su innata tendencia a la inercia, la ineficacia, el interés propio y la auto-perpetuación. Esto también es válido para la "clase política", con una tendencia creciente entre los políticos, los partidos políticos y otras instituciones a preservar sus propios intereses en detrimento de los del capital nacional en su conjunto. "El neoliberalismo" se ha desarrollado, parcialmente, en respuesta a ese problema. Ha intentado hacer más eficiente la burocracia mediante la introducción de elementos de la competencia económica directa en su modo de funcionamiento, pero en muchos aspectos el sistema "neo-liberal" ha empeorado la enfermedad que quería curar. La voluntad de “ahorrar” en el funcionamiento del Estado ha engendrado un nuevo aparato gigantesco de lo que se conoce como lobbies o grupos de presión. Y fuera del sistema de lobbies se ha desarrollado también el patrocinio, por individuos o grupos particulares, de lo que en Estados Unidos llaman Comités de Acción Política (PAC, Political Action Commitees), los “think tanks”[7] [10], institutos políticos o pretendidamente movimientos de base. En marzo de 2010, el Tribunal de Apelaciones de EEUU otorgó derechos a fondo perdido a dichos organismos. Desde entonces, poderosos grupos privados han estado asumiendo, cada vez más, una influencia directa en la política nacional. Un ejemplo es la Grover Norquist Initiative que acabó logrando una gran mayoría de republicanos en la Cámara de Representantes que prometieron públicamente que nunca más habría votación en favor de aumentos de impuestos. Otro ejemplo es el Instituto Cato y el Movimiento Tea Party patrocinados por los hermanos Koch (magnates del petróleo). Quizás el ejemplo más relevante en el contexto actual, es el de Robert Mercer, aparentemente matemático brillante, que utilizó sus habilidades algorítmicas para convertirse en uno de los principales multimillonarios gracias a los llamados hedge founds o fondos especulativos. Mercer, que es, en la extrema derecha, algo así como el "liberal" George Soros en el ala izquierda, ha creado un poderoso instrumento para la investigación y la manipulación de opiniones políticas llamado Analytica Cambridge. Este instituto, junto con su red de noticias supremacista blanca “Breitbart”, han sido probablemente decisivos en el triunfo presidencial de Donald Trump, y también han estado implicados en la manipulación de la opinión para obtener un resultado pro-Brexit en el referéndum del Reino Unido[8] [11].
La indicación más clara de que la obstrucción mutua en el seno de la clase dominante de Estados Unidos ha alcanzado una nueva categoría, o sea la de una crisis política a gran escala, es que, mucho más que en el pasado reciente, la orientación imperialista, la propia estrategia militar de la superpotencia se ha convertido en tema de discordia y objeto de obstrucción del Estado.
Una de las peculiaridades de las elecciones presidenciales norteamericanas de 2016 fue que (como en las proverbiales "repúblicas bananeras") ninguno de los dos candidatos aceptarían su derrota. Trump ya lo había anunciado antes de las elecciones, pero sin decir lo que haría en caso de derrota. En cuanto a Hillary Clinton, en lugar de culpar a alguien por su derrota (por ejemplo a sí misma)[9] [12], decidió culpar a Vladimir Putin. Mientras tanto, una gran parte de la ‘clase política’ de Estados Unidos había retomado este tema, de tal manera que el "Rusia-Gate" se ha convertido en el principal instrumento de la oposición a la administración de Trump en la clase dominante estadounidense. Como el mundo ahora sabe, las conexiones de Trump con Rusia remontan al año 1987, cuando Moscú era todavía la capital de la URSS y para Estados Unidos la del "Imperio del Mal". Según un reciente documental en la ZDF, el segundo canal de televisión estatal de Alemania[10] [13], fue la conexión rusa de Trump, no menos que sus vínculos de negocio con el hampa rusa, la que (posiblemente varias veces) salvó a Trump de la bancarrota. En todo caso, la idea principal de las investigaciones contra Trump sobre Rusia es que la persona que se ha convertido en presidente de Estados Unidos depende del Kremlin, y quizás incluso está siendo chantajeado por éste. Lo que es sobre todo cierto, es que los seguidores de Trump quisieron y todavía quieren cambiar radicalmente la política de Estados Unidos hacia Rusia, para hacer un "gran acuerdo" con Putin.
Aquí es necesario recordar brevemente la historia de las relaciones EEUU-Rusia desde el hundimiento de la Unión Soviética.
En los días embriagadores de la “victoria” de Estados Unidos en la guerra fría (1989-90), había una sensación fuerte de la clase dominante estadounidense de que la que fuera su superpotencia rival podría convertirse en una especie de Estado subordinado y, sobre todo, una fuente de ganancias abundantes. El primer presidente ruso Boris Yeltsin se basó en asesores americanos ("neo-liberales") en el proceso de convertir el sistema estalinista existente en una "economía de mercado". Lo que resultó fue un desastre económico. En cuanto a los asesores "expertos" de Estados Unidos, su principal preocupación era poner al máximo posible bajo control estadounidense la riqueza fabulosa en materias primas de Rusia. La Presidencia de Yeltsin (1991-1999) un gobierno tipo mafia, estaba más o menos dispuesta a vender los recursos del país al mejor postor. La administración que le sucedió, la de Vladimir Putin, aunque tiene excelentes conexiones con el hampa rusa, demostró pronto ser un régimen de otro tipo, gestionado por burócratas de los servicios secretos decididos a defender la independencia de la madre-patria Rusia, y a guardarse sus riquezas para sí mismos. Fue Putin, por lo tanto, quien impidió que se llevara a cabo el control estadounidense de la economía rusa. Esta grave pérdida correspondió a un declive más global de la autoridad estadounidense, en la que la mayoría de sus antiguos aliados e incluso algunas potencias secundarias dependientes comenzaron a desafiar la hegemonía de la única superpotencia restante en el mundo.
Desde el ascenso de Putin, los llamados “neoconservadores”, las agencias y los think tanks “conservadores” y abiertamente beligerantes de Estados Unidos, han estado abogando públicamente por un "cambio de régimen" en Moscú. Una vez más, Rusia bajo Putin se ha convertido en una especie de "Imperio del mal" para la propaganda bélica del imperialismo americano. A pesar del cambio abrupto en la política de la Rusia de Putin hacia Estados Unidos, la política estadounidense siguió siendo básicamente la misma hacia aquel país hasta 2014. Su eje principal era el cerco militar de la Federación Rusa, sobre todo mediante un despliegue de la OTAN cada vez más cercano al corazón de Rusia. Mediante la integración de los antiguos Estados bálticos de la URSS a la OTAN, la máquina militar de Estados Unidos ha acabado asediando el enclave ruso de Kaliningrado (entre Polonia y Lituania), y a estar a una distancia de 140 km entre la frontera de Estonia y los suburbios de San Petersburgo, la segunda ciudad de Rusia. Sin embargo, cuando Washington ofreció el ingreso en la OTAN a otros dos ex componentes de la Unión Soviética -Ucrania y Georgia- los demás "socios" de la OTAN lo impidieron, en particular Alemania, que se dio cuenta de que provocaría algún tipo de reacción militar por parte de Moscú.
En cambio, los “socios” de occidente acordaron un procedimiento más sutil: la Unión Europea ofreció a Ucrania un acuerdo de "libre comercio". Pero puesto que Ucrania ya tenía un acuerdo similar con la Federación Rusa, la consecuencia del acuerdo entre Bruselas y Kiev sería que las mercancías europeas, a través de Ucrania, podrían obtener acceso libre a Rusia. Bruselas, sin embargo, había excluido deliberadamente a Moscú de sus negociaciones con Kiev. La reacción de Moscú ante el acuerdo entre Bruselas y Kiev no tardó en llegar: Ucrania tendría que elegir entre un mercado compartido con la UE, o con Rusia. Apareció así una situación que llevó al enfrentamiento abierto entre las fuerzas "pro-occidentales" y las “pro-rusas” de Ucrania. A raíz de la masacre en la Plaza de Maiden en Kiev (20.02.2014), el presidente Viktor Janukovich fue derrocado y huyó a Rusia. Fue entonces cuando el viejo gran mandarín de la diplomacia norteamericana, Henry Kissinger, dijo en CNN que el cambio de régimen en Kiev era una especie de ensayo general para lo que sucedería en Moscú[11] [14]. Pero entonces sucedió algo que nadie en Washington parecía haber previsto: una contraofensiva militar rusa. Sus tres componentes principales fueron el movimiento separatista respaldado por Moscú en el este de Ucrania, la anexión de la península de Crimea en la costa ucraniana del mar Negro y la intervención militar de Rusia en Siria. Había surgido una nueva situación, en la que la coherencia y la unidad de la política USA hacia Rusia, empezaba a desmoronarse.
Aun así, podría haberse llegado a un acuerdo en Washington sobre el estrangulamiento económico de Rusia, visto como una respuesta adecuada a la contraofensiva de Moscú. Los tres pilares de esta política -aún en vigor- son: sanciones económicas (daño al sector energético ruso al mantener el precio del petróleo y el gas en el mercado mundial lo más bajo posible); intensificación de la carrera armamentística con una Rusia económicamente incapaz de seguir el paso ante tal reto. Pero a partir de 2014 hubo un creciente desacuerdo sobre cómo Estados Unidos debía responder a Rusia en lo militar. Surgió una facción de línea dura, que debía dar su apoyo a Hillary Clinton en las elecciones presidenciales de 2016. Uno de sus representantes era el comandante de las fuerzas de la OTAN en Europa, Philip Breedlove. En noviembre de 2014 y de nuevo en marzo de 2015, Breedlove difundió lo que resultó ser la falsa noticia de que el ejército ruso había invadido el este de Ucrania. Parecía un intento de crear un pretexto para una intervención de la OTAN en Ucrania. El gobierno alemán estaba tan alarmado que tanto la canciller Merkel como el ministro de Relaciones Exteriores Steinmeier condenaron en público lo que llamaron la "propaganda peligrosa" del comandante de la OTAN.[12] [15] Breedlove, evidentemente, no estaba engendrando amor, sino guerra. Según la revista alemana Cicero (04.03.16), Breedlove también propuso al Congreso de Estados Unidos atacar Kaliningrado, el puerto ruso en el Mar Báltico, como una respuesta adecuada a la agresión rusa más al sur. No era aquél el único que pensaba lo mismo. Associated Press informó que el Pentágono estaba considerando el uso de armas atómicas contra Rusia. Y en una conferencia de la US Army Association (Asociación del Ejército de EEUU) en octubre de 2016, los generales norteamericanos argumentaron que una guerra con Rusia, e incluso con China, era "casi inevitable”[13] [16]. Estos pronunciamientos han sido extremos, pero sí que muestran la fuerza arraigada de la posición "anti-rusa" en los círculos militares estadounidenses. Alarmado por esta escalada, el último jefe de Estado de la URSS, Mijaíl Gorbachov, escribió una contribución para Time Magazine (27.01.17) titulada "Parece que el mundo se prepara para la guerra", en la que advertía del peligro de una catástrofe nuclear en Europa. Gorbachov reaccionaba, entre otras cosas, a una idea cada vez más extendida por los think-tanks conservadores de Estados Unidos: que los riesgos impuestos por un conflicto nuclear con Rusia se han hecho calculables y pueden ser "minimizados" - al menos para Estados Unidos. Según esa "escuela de pensamiento" (por llamarla así) no se declararía tal conflicto, sino que se desarrollaría a partir de la actual "guerra híbrida" (Breedlove) con Rusia, en la que las diferencias entre enfrentamientos armados, guerra convencional y guerra nuclear se vuelven borrosas. Fue en respuesta a tal "pensamiento en voz alta" en Washington por lo que el Kremlin "aseguró" al mundo que la capacidad rusa para un ataque nuclear era tal, que no sólo Berlín sino también Washington serían "aniquiladas" si la OTAN atacaba a Rusia[14] [17].
Frente a esa creciente consideración de la opción militar contra Rusia, se desarrolló una oposición no sólo en la OTAN, sino también en el seno de la clase dominante estadounidense. La cumbre de la OTAN de septiembre de 2014 en Gales rechazó las propuestas de intervenir militarmente en Ucrania, y abandonó, al menos por el momento, la idea de que Kiev se convirtiera en miembro de la OTAN. A partir de entonces, Barak Obama, mientras estuvo en el poder, y mientras contribuía a la modernización de las fuerzas armadas ucranianas, siempre rechazó un compromiso militar directo de Estados Unidos en ese país. Pero la reacción políticamente más importante dentro de la burguesía norteamericana a la situación con Rusia fue la de Donald Trump.
Para entender cómo, en este contexto, una nueva posición sobre la política hacia Rusia llegó a formularse en el seno de la burguesía norteamericana, es importante tener en cuenta que Rusia no tiene el mismo significado para Estados Unidos que tuvo hace un cuarto de siglo, durante la "fase de luna de miel" entre Bill Clinton y Boris Yeltsin. En aquel entonces, el principal objetivo de la política estadounidense hacia Rusia era la propia Rusia, el control de sus recursos. Hoy el control norteamericano de Rusia sería más bien un medio para un nuevo objetivo: el cerco militar del nuevo enemigo número uno, o sea, China. En este nuevo contexto, Donald Trump plantea una pregunta muy sencilla al resto de su clase: Si China es ahora nuestro enemigo principal, ¿por qué no podemos tratar de ganarnos a Moscú para una alianza contra China? Rusia no es ni el amigo natural de China, ni el enemigo natural de Estados Unidos.
Sin embargo, la pregunta que más interesa a la " corriente dominante" de la burguesía norteamericana (en particular a los partidarios de Hillary Clinton) es ahora diferente: ¿Influyó el Kremlin en el resultado de las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos? La respuesta a esta pregunta no es, en verdad, difícil. Putin no sólo influyó en las elecciones, sino que incluso ayudó a crear dentro de la burguesía estadounidense un grupo proclive a hacer tratos con Moscú. El principal medio que utilizó para ello fue el más legítimo posible en la sociedad burguesa: proponer negocios. Por ejemplo, se dice que el acuerdo ofrecido a Exxon Oil y su presidente Rex Tillerson -ahora secretario de Estado (ministro de Relaciones Exteriores)- se estima en 500 000 millones de dólares. Así, podemos entender cómo, después de todos los discursos burgueses de las últimas décadas de que las fuentes de energía fósiles pertenecen al pasado, existe hoy en Washington un gobierno con una fuerte sobrerrepresentación petrolera e incluso de la industria del carbón: son la parte de la economía estadounidense a la que Rusia puede ofrecer más.
Aunque aparentemente Trump ha conseguido convencer a Henry Kissinger de su propuesta (Kissinger se ha convertido en asesor de Trump y defensor de la "distensión" con Rusia), dista mucho de haber convencido a la mayoría de sus principales oponentes. Una de las razones de esto es que lo que Dwight Eisenhower, en su discurso de despedida como presidente de los Estados Unidos (17.02.1961) llamó "complejo militar-industrial", se siente amenazado en su existencia por un posible acuerdo con Rusia. Esto se debe a que Rusia, por el momento, sigue siendo la justificación principal para el mantenimiento de tal gigantesco aparato. A diferencia de Rusia, China, por lo menos por el momento, aunque es una potencia atómica, no tiene un arsenal comparable de cohetes nucleares intercontinentales apuntando directamente a las principales ciudades de los Estados Unidos.
En Gran Bretaña, la Primera Ministra Theresa May convocó elecciones anticipadas para junio de 2017, con el objetivo de ganar una mayoría más amplia para su Partido Conservador antes de entrar en negociaciones sobre las condiciones en las que el país abandonaría la Unión Europea. En vez de eso, perdió la mayoría que tenía, haciéndose dependiente del apoyo de los unionistas protestantes del Ulster (Irlanda del Norte) del DUP. El único éxito de la Primera Ministra en estas elecciones fue que el Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP, el partido de línea dura pro Brexit a la derecha del Partido Conservador) ya no está representado en la Cámara de los Comunes. A pesar de ello, la última debacle electoral para los conservadores dejó claro que el problema fundamental sigue sin resolverse, o sea el que, hace un año, hizo posible que el referéndum sobre la adhesión británica a la Unión Europea diera el resultado “Brexit” (salida de Gran Bretaña de la UE), algo que la mayoría de las élites políticas no deseaban. Ese problema es la profunda división entre los conservadores -uno de los dos principales partidos estatales en Gran Bretaña. Ya cuando Gran Bretaña se unió a lo que entonces era la "Comunidad Europea" a principios de la década de los 1970, los tories (conservadores) estaban divididos sobre este tema. Nunca fue superado en las filas conservadoras de los tories el fuerte resentimiento contra "Europa". En los últimos años, las tensiones internas del partido se han convertido en luchas abiertas de poder, que han obstaculizado cada vez más la capacidad del partido para gobernar. En 2014, el Primer Ministro tory, David Cameron, logró que fracasaran los nacionalistas escoceses convocando un referéndum sobre la independencia escocesa, y consiguiendo una mayoría para que Escocia siguiera formando parte del Reino Unido. Envalentonado por este éxito, Cameron intentó de manera similar silenciar a los opositores a la adhesión británica a la Unión Europea. Pero esta vez había calculado muy mal los riesgos. El referéndum resultó en una estrecha mayoría a favor de la salida de la UE, mientras que Cameron había hecho campaña para quedarse. Un año más tarde, los tories están, en esto, tan divididos como siempre. Sólo que, hoy, el conflicto ya no consiste en seguir o no en la UE, sino de si el gobierno debería adoptar una actitud "dura" o "suave" en la negociación de las condiciones en las que Gran Bretaña se irá. Por supuesto, estas divisiones dentro de los partidos políticos son emanaciones de tendencias latentes más profundas dentro de la sociedad capitalista, el debilitamiento de su unidad nacional y de su cohesión en la fase de su descomposición.
Para entender por qué la clase dominante británica está tan dividida en estos temas, es importante recordar que, no hace mucho tiempo, Londres era el orgulloso gobernante del mayor y más extendido imperio de la historia humana. Gracias a este pasado dorado, la alta sociedad británica sigue siendo hoy la clase dominante más rica de Europa occidental[15] [18].Y mientras que un burgués alemán promedio se involucra tradicionalmente en una empresa industrial, un homólogo británico promedio es probable que posea una mina en África, una granja en Nueva Zelanda, un rancho en Australia, y/o un bosque en Canadá (sin mencionar propiedades inmobiliarias y participación accionaria en los Estados Unidos) como parte de una herencia familiar. Aunque el Imperio Británico, e incluso la Commonwealth británica, son cosas del pasado, disfrutan de una "vida después de la muerte" muy tangible. Los "dominios blancos" (ya no llamados así) Canadá, Australia y Nueva Zelanda, todavía comparten con Gran Bretaña el mismo monarca como cabeza formal del Estado. También comparten, por ejemplo (junto con la antigua colonia de la corona: los Estados Unidos) una cooperación privilegiada de sus servicios secretos. Muchos entre la clase dominante de estos países sienten que siguen perteneciendo, si ya no a la misma nación, sí a la misma familia. De hecho, a menudo están interconectadas por el matrimonio, por acciones en la misma propiedad y por intereses comerciales. Cuando Gran Bretaña, en 1973, bajo el mandato del primer ministro conservador, Heath, se unió a lo que entonces era el "Mercado Común" europeo, fue una conmoción e incluso una humillación para algunas partes de la clase dominante británica que su país se viera obligado a reducir o incluso cortar sus relaciones privilegiadas con sus antiguas "colonias de la corona". Todo el resentimiento acumulado durante décadas por la pérdida del Imperio Británico comenzó, desde entonces, a desahogarse contra "Bruselas". Un resentimiento que pronto se vería acrecentado por la corriente neoliberal (muy importante en Gran Bretaña desde los días de Thatcher) para la que la monstruosa "burocracia de Bruselas" era un anatema. Un resentimiento compartido por las clases dominantes en los antiguos dominios tal como Rupert Murdoch, el australiano multimillonario de los medios de comunicación, hoy uno de los más fanáticos pro Brexit. Pero aparte del peso de estos viejos vínculos, fue bastante humillante que una Gran Bretaña que una vez "reinó sobre las olas" tuviera en Europa el mismo derecho de voto que un Luxemburgo, o que la tradición del derecho romano reine en las instituciones continentales europeas en contra del antiguo derecho anglosajón.
Todo eso no quiere decir, sin embargo, que los pro Brexit tengan, o hayan tenido alguna vez, un programa coherente para abandonar la Unión Europea. La resurrección del Imperio, o incluso de la Commonwealth en su forma original, es claramente imposible. La motivación de muchos dirigentes pro Brexit, aparte del resentimiento, cuando no es una cierta incapacidad para ver la realidad, es el arribismo. Boris Johnson, por ejemplo, el líder de la fracción “Brexit”, de los tories, el año pasado parecía aún más sorprendido y pesaroso que su oponente, el líder del partido, Cameron, cuando se enteró de los resultados del referéndum. Su objetivo, de hecho, no parecía ser el Brexit, sino sustituir a Cameron en el mando del partido.
El que sean los conservadores, más que los laboristas, los que están tan divididos sobre este asunto, es también un producto de la historia. El capitalismo en Gran Bretaña triunfó, no por la eliminación, sino por el aburguesamiento de la aristocracia: los grandes terratenientes se convirtieron a sí mismos en capitalistas. Pero sus tradiciones orientaron sus intereses en el capitalismo hacia la propiedad de tierras, bienes raíces y materias primas mucho más que hacia la industria. Como ya tenían más o menos el conjunto de su propio país, su apetito de ganancias capitalistas se convirtió en uno de los principales impulsores de la expansión británica en ultramar. Cuanto más crecía el imperio, tanto mejor podía esa capa de propietarios de la tierra y de bienes raíces ponerse por encima de la burguesía industrial (esta parte que había sido inicialmente la pionera de la primera “revolución industrial” capitalista en la historia). Y mientras que el Partido Laborista, debido a sus lazos estrechos con los sindicatos, es tradicionalmente más cercano al capital industrial, los grandes terratenientes y propietarios de bienes inmuebles tienden a congregarse en las filas de los conservadores. Por supuesto, en el capitalismo moderno, las viejas distinciones entre capital industrial, de bienes raíces, comercial y financiero, tiende a disiparse como resultado de la concentración de capital y la dominación del Estado sobre la economía. Sin embargo, las diferentes tradiciones, así como los diferentes intereses que expresan todavía parcialmente, siguen teniendo vida propia.
Hoy en día existe un riesgo de parálisis parcial del gobierno. Las dos alas del Partido Conservador (que ahora se presentan como defensores de un Brexit ‘duro’ contra un Brexit ‘suave’), están más o menos listas para hacer caer a la primera ministra May. Pero, al menos por el momento, ninguna de las dos fracciones se atreve a dar el primer golpe, de tan grande como es el miedo a ensanchar la brecha en ese partido. Si el Partido Conservador fuese incapaz de resolver rápidamente este problema, importantes fracciones de la burguesía británica podrían empezar a pensar en la alternativa de un gobierno laborista. Inmediatamente después del referéndum del Brexit, el Partido Laborista se presentó en un estado aún peor que el Partido Conservador, si ello es posible. La fracción parlamentaria "moderada" estaba descontenta con la retórica de izquierda del líder de su partido, Jeremy Corbyn, que presentían estar desalentando a los votantes, y con su negativa a comprometerse a favor de mantener a Gran Bretaña en la UE. Parecían también dispuestos a derrocar a su líder. Al mismo tiempo, Corbyn los ha impresionado por su capacidad de movilizar a los jóvenes electores en las elecciones recientes. Además, es posible pensar que si el trágico incendio de la Torre Grenfell[16] [19] (del cual la población señala al gobierno conservador como responsable) hubiera ocurrido antes, en vez de justo después de las elecciones, Corbyn ahora sería primer ministro en vez de May. En el actual estado de cosas, Corbyn ha comenzado ya a prepararse para gobernar mediante el uso de algunas de sus demandas más "extremas", como la abolición de los submarinos Trident dotados con cabezas nucleares que se están modernizando.
En Francia, Emmanuel Macron y su nuevo movimiento La República en Marcha (LREM) ganó espectacularmente las elecciones presidenciales y las elecciones legislativas (en el Parlamento) en el verano de 2017. Esta victoria del mejor candidato posible para vencer al populismo en Francia ha sido el producto de su capacidad para reunir apoyo por ese objetivo en la burguesía francesa, en la burocracia de la Unión Europea y de parte de personajes políticos influyentes como Angela Merkel. El Frente Nacional (FN), el principal partido "populista" del país, no tenía ninguna posibilidad en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales contra Macron. Lastrado por el atraso de sus orígenes, en particular por la dominación del clan Le Pen, la doble derrota electoral del FN lo ha sumergido en una crisis abierta. En un editorial de primera plana sobre la situación en ese país, bajo el título “Francia cae en pedazos”, el a menudo ingenioso periódico suizo Neue Zürcher Zeitung escribió: “El sistema de partidos francés cae en pedazos”. Este análisis fue publicado el 4 de febrero de 2017, mucho antes de que la victoria de Macron obligara a poner atención en la caída de los partidos establecidos. Si, como hemos visto, el Partido Republicano de Estados Unidos ha sido capturado de rehén por Donald Trump, y el Partido Conservador en Gran Bretaña está dividido, en Francia, dos de los principales partidos establecidos están metidos en un resbaloso barrizal. El partido conservador "Los Republicanos" (LR) sólo alcanzó el 22 % de los votos en las legislativas, mientras que al Partido Socialista (PS) salió todavía más maltrecho, consiguiendo sólo 5,6%. Un mes antes, en las presidenciales, ninguno de los candidatos de estos dos partidos logró clasificarse para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales (en la que se oponen los dos candidatos que quedaron primeros en la primera ronda). En cambio, el candidato populista, de una incompetencia patente, Marine Le Pen, perdió contra la nueva estrella en ascenso, Macron, que ni siquiera tenía un partido tras sí.
Al principio de la campaña presidencial, la mayoría de los expertos esperaban una pelea entre el presidente en ese momento, François Hollande, del PS, y Alain Juppé de LR, un “modernizador”, muy apreciado por importantes corrientes dentro de la burguesía francesa. Hace cinco años, François Hollande se convirtió en Presidente después de ser nominado por el Partido Socialista, en una “primaria” altamente mediatizada -un procedimiento para la elección de candidato a la presidencia según el modelo americano. Los republicanos, pensando que lo que funcionó para los socialistas no podría fallar para ellos, decidieron hacer su propia "primaria". Haciendo esto, perdieron el control del proceso de nombramiento. En lugar de Juppé, u otro candidato más o menos fuerte, salió nombrado François Fillon. Aunque favorito del voto católico y de partes de la alta sociedad conservadora, estaba claro para una parte importante de la burguesía francesa, que Fillon no podía asegurar la victoria contra Marine Le Pen si aquél se clasificaba para la segunda ronda. El discernimiento político no parece haber sido una cualidad particular del candidato Fillon, pero sí lo fue su terquedad. A pesar del escándalo dirigido contra él, Fillon se negó a dimitir y los de LR se quedaron atrapados con su candidato convertido en “lastre”. Del lado de los socialistas, el presidente en ejercicio, Hollande, ya había renunciado a una segunda candidatura en vista de la ausencia de apoyo electoral, ni siquiera en su propio partido. En cuanto al primer ministro de Hollande, Manuel Valls, fracasó en la elección primaria del partido, en la cual para protestar contra la dirección, la base nombró en su lugar a un candidato apenas conocido, pero considerado como más de izquierdas, Benoit Hamon.
La pérdida de control de los partidos establecidos fue una oportunidad para Emmanuel Macron. Este ganó prestigio como reformador económico y político cuando sirvió como consejero del primer gobierno dirigido por el PS bajo la presidencia de Hollande, y luego como miembro del segundo gobierno encabezado por Valls. Su objetivo parece haber sido, entonces, el de iniciar un proceso de modernización económica en Francia, algo parecido a lo que fue "la Agenda 2010" de Gerhard Schröder en Alemania. Pero Macron no se quedó mucho tiempo en el gobierno, al darse cuenta rápidamente que, a diferencia del SPD en Alemania, el Partido Socialista no era lo suficientemente fuerte, ni disciplinado y unido para hacer pasar tal programa.
A principios de 2017, el capitalismo francés vio surgir una situación muy peligrosa para él. Ante la incompetencia de los principales partidos establecidos, el peligro de una victoria electoral del Frente Nacional ya no se podría descartar. Sus ideas de sacar a Francia de la Zona Euro y hasta de la Unión Europea estaban en contradicción flagrante con los intereses de las fracciones dominantes del capital francés. Frente a ese peligro, fue Macron quien salvó la situación. Lo hizo, en gran parte, utilizando el método del populismo contra los populistas.
En primer lugar, Macron logró robar de los populistas uno de sus temas favoritos y comunes: el de la quiebra histórica de la derecha y la izquierda tradicionales porque habían estado demasiado ocupadas en oponerse una contra otra ideológicamente y en sus luchas por el poder, para servir adecuadamente la “causa de la nación”. Y Macron no solamente adoptó ese lenguaje, lo puso en práctica reclutando deliberadamente simpatizantes y partidarios tanto de izquierda como de derecha para su nuevo movimiento “En Marcha”. Su afirmación de no servir “ni a la izquierda ni a la derecha, sino sólo a Francia”, le ayudó a desarmar políticamente a Marine Le Pen. Fue incluso capaz de presentar al mismo FN como perteneciente al "establishment", como un partido de derechas de toda la vida.
En segundo lugar, Macron respondió a la creciente indignación general hacia los partidos existentes proponiendo no un partido, sino un movimiento y sobre todo… proponiéndose a sí mismo a su cabeza. Al hacerlo así, tenía en consideración el creciente estado de ánimo en partes de la sociedad burguesa: la aspiración a la autoridad de un líder fuerte. Si un político "irresponsable" como Trump podía tener éxito con semejante táctica, ¿por qué no Macron (que se ve a sí mismo tan soberanamente responsable)? En lugar de ser rehén de uno o de los dos de los principales partidos establecidos, Macron incitó, desde fuera, a una especie de motín en los partidos y a la deserción en cada uno ellos. Como tal, contribuyó seriamente a dañarlos. Según una teoría del sociólogo alemán Max Weber (1864-1920), el "liderazgo carismático" es una de las tres formas de la dominación burguesa. En el período después de la Segunda Guerra Mundial, en Francia existía una tradición: la del General de Gaulle (1890-1970) que en 1958 "rescató" a una nación que estaba enfangada en la guerra de Argelia. De esa manera, De Gaulle cambió la estructura de los partidos políticos, y la estructura constitucional de Francia de una manera que, a largo plazo, demostró no ser ni especialmente eficaz ni estable.
Macron no sólo permanece en la tradición de Gaulle. También es la expresión de una nueva tendencia dentro de la burguesía en respuesta al ascenso del "populismo". En las elecciones en la primavera de este año en Holanda, el primer Ministro, Mark Rutte, describía la victoria electoral de los partidos "Pro Euro y pro UE" sobre el “niño bonito” del populismo de derechas, Geert Wilders, como la victoria del populismo “bueno” sobre el “malo”. En Austria, en un intento de contrarrestar al populista FPÖ, el conservador ÖVP, por primera vez, estuvo en la campaña electoral, no en su propio nombre, antes prestigioso, sino como "lista electoral de Sebastian Kurz-ÖVP". En otras palabras, el partido decidió esconderse tras el nombre del joven vicecanciller con cuyo "carisma" contaban, y de un ministro de Asuntos Exteriores que recientemente había amenazado con movilizar tanques en la frontera con Italia contra los refugiados.
En tercer lugar, Macron siguió el ejemplo de la canciller alemana Ángela Merkel, defendiendo abiertamente el "proyecto europeo". Mientras que los partidos establecidos socavaron su propia credibilidad mediante la adopción de la retórica antieuropea del FN, en realidad sin dejar de mantener la pertenencia de Francia a la Unión Europea, a la zona Euro y el espacio Schengen. Esta posición clara contribuyó a recordar a una sociedad burguesa en desorden que el capital francés es uno de los principales beneficiarios de esas instituciones europeas.
Como De Gaulle en los años 1940 y 1950, Macron ha sido un golpe de suerte para la burguesía francesa. En gran parte es gracias a él si Francia ha evitado caer en un estancamiento político similar a los de sus homólogos estadounidenses y británicos. Pero el éxito a largo plazo de esta operación de rescate no está garantizado. Si algo le sucede a Macron, o si su reputación política se ve afectada seriamente, su “República en marcha” corre el riesgo de derrumbarse. Ese es el inconveniente típico del "liderazgo carismático". Es lo mismo para la nueva estrella política de la oposición de la izquierda francesa: Jean-Luc Mélenchon, que consiguió responder a la desintegración de la izquierda burguesa tradicional (Partidos Socialista y Comunista y el trotskismo) mediante la creación de un movimiento de izquierda en torno a él, de una forma que se asemeja sorprendentemente a la del propio Macron. Mélenchon no ha perdido tiempo para desempeñar su función de cauce para canalizar el descontento proletario frente a los ataques económicos venideros. Casi de un día para otro, la división del trabajo entre Macron y Mélenchon, se ha convertido en uno de los ejes de la política del Estado francés. Pero, repitámoslo, el movimiento de Mélenchon sigue siendo por ahora inestable, con riesgo que se desmorone si se tambalea su líder.
Las elecciones generales en Alemania están previstas para mediados de septiembre [de 2017]. Alemania también vio el ascenso de un partido populista de oposición derechista, Alternative für Deutschland (AfD, "Alternativa para Alemania"). Pero aunque este partido parece que va a entrar al parlamento nacional, el Bundestag, por primera vez, es poco probable, por el momento, que malogre los planes de las principales fracciones de la burguesía alemana, las cuales, en comparación con otras, son económica y políticamente estables. La actual campaña electoral de la canciller Merkel nos dice mucho acerca de la situación del capitalismo alemán. Su lema es: estabilidad. Sin utilizar las mismas palabras, su enfoque parece estar inspirado por el de su predecesor de la época de la postguerra, el canciller democristiano, Konrad Adenauer, el cual hizo una campaña con el lema: "no a los experimentos". En las actuales circunstancias, "no a los experimentos" es la expresión de la comprensión de que Alemania es más o menos el único refugio de estabilidad política entre las principales potencias del mundo occidental en la actualidad. Pero detrás de esta fijación en la estabilidad, también hay una creciente alarma. La principal fuente de tribulación de la clase dominante alemana, es Estados Unidos. Ya hemos mencionado las amenazas proteccionistas de Trump. Está también su retirada unilateral del Acuerdo de París sobre el clima y en particular, la ofensiva americana contra la industria automovilística alemana, que comenzó bajo la administración de Obama. Pero la amenaza contra los intereses del imperialismo alemán no se limita a temas económicos o medioambientales. Se refiere ante todo a las cuestiones militares y de supuesta seguridad. Un breve resumen histórico es necesario aquí.
Bajo la coalición 'Roja-Verde', dirigida por los socialdemócratas de Gerhard Schröder (1998-2005), Alemania se acercó a la Rusia de Putin, mediante el desarrollo de proyectos conjuntos de energía, y al unirse a Moscú (y París) en la negativa a apoyar a George W. Bush en la guerra de Irak. La sucesora de Schröder, Merkel, como muchos políticos de la antigua Alemania de Este (RDA) fiel "atlantista", cambió esa orientación reafirmando la "asociación" con Estados Unidos como la piedra angular de la política exterior alemana. Bajo Obama, Washington ofreció a Berlín el papel de brazo derecho de Estados Unidos en Europa. Alemania fue llamada a asumir una mayor parte del trabajo de la OTAN en Europa, permitiendo que Estados Unidos se concentrase más en Extremo Oriente y su principal rival, China. A cambio de ese mejor estatus, Merkel tuvo que abandonar la "relación especial" con Moscú iniciada por Schröder. Y al mismo tiempo, Washington aseguraba a Berlín de que "no abandonaría a Europa a su suerte" modernizando la presencia militar estadounidense en Alemania. Pero entre bastidores, ya durante el segundo mandato de Obama, aumentaron las tensiones entre Berlín y Washington. Esto se hizo visible durante la "crisis de refugiados" del verano de 2015. Los llamados de la burguesía alemana para recibir el apoyo americano casi fueron ignorados. Lo que Berlín estaba pidiendo no era que Estados Unidos acogiera a refugiados sirios o de otra nacionalidad, sino que interviniera política e incluso militarmente para, de algún modo, estabilizar la situación en Siria, Libia y otros lugares en la cuenca del Mediterráneo. Pero Washington no hizo nada en ese sentido. Por el contrario, Obama afirmó repetidamente que la "crisis de los refugiados era sólo un problema de Europa".
Fue sobre todo en la política hacia Rusia donde las relaciones entre Berlín y Washington se volvieron cada vez más conflictivas. Alemania, bajo Merkel, apoyó y apoya la política de la OTAN de cercar a Rusia, y espera que como brazo derecho de EEUU, sea uno de sus principales beneficiarios. Pero se opuso y se opone a la estrategia estadounidense (liderada por Hillary Clinton mucho más que por Barak Obama) de sustituir el gobierno Putin en Moscú. De hecho, en esta cuestión, la oposición dentro de la burguesía europea está creciendo, aunque no siempre se exprese abiertamente[17] [20]. Después de la caída de la coalición Roja-Verde de Schröder, la fracción de la burguesía alemana con vínculos estrechos con Rusia ni ha desaparecido ni ha quedado inactiva. Con la formación del gobierno de la Gran Coalición entre democristianos y socialdemócratas hace cuatro años, los "amigos de Putin" del SPD han vuelto al poder. Se puede hablar de una cierta división de trabajo entre las fracciones de Merkel y de Schröder, y es probablemente más astuto y favorable para los intereses alemanes, si los amigos de Schröder sólo juegan el papel de socio menor en el gobierno (como sucede actualmente). Pero también ha habido actividades entre bastidores de esta fracción. Según los primeros resultados de las investigaciones públicas sobre las conexiones de Trump con Rusia en Estados Unidos, el Deutsche Bank desempeñó un papel central en la promoción de negocios y otras transacciones entre Trump y la "oligarquía rusa". Prefieren ver a Putin apoyado por “Occidente” que derribado por éste. Y también se sabe que partes de la industria alemana hicieron generosas contribuciones financieras a la campaña electoral de Trump.
Es un secreto a voces que uno de los baluartes de la fracción de Schröder-Gabriel[18] [21] en Alemania es el land de Baja Sajonia y la empresa Volkswagen, de la que esa región es en parte propietaria y administradora. En este sentido, podemos entender mejor que los juicios contra Volkswagen y el Deutsche Bank en los Estados Unidos no sólo están motivados económicamente, sino sobre todo políticamente, y por eso, siete semanas antes de las elecciones generales nacionales, se ha desencadenado una lucha de poder en Baja Sajonia (y en Volkswagen), derrocando a la coalición roja-verde en Hannover. Aunque no comparte necesariamente su orientación, la canciller Merkel ha tolerado en cierta medida las actividades de esta otra fracción y ha intentado beneficiarse de sus vínculos tanto con Putin como con Trump. Hoy, sin embargo, los halcones anti-rusos en Washington están aumentando su presión no sólo sobre Trump, sino también sobre el gobierno de Merkel. La respuesta de Merkel ha sido la típica de dos caras. Por un lado, mantiene sus contactos con los trumpistas. Por otro, guarda públicamente sus distancias hacia el nuevo liderazgo estadounidense. No hay muchos países en Europa occidental donde la crítica a la nueva administración de Washington haya sido tan abierta y severa, y tan compartida por casi toda la clase política como en Alemania. Junto con Erdogan, Trump ha eclipsado a Putin como el "malo" favorito de los medios de información alemanes. Creemos poder concluir que la burguesía alemana ha aprovechado los malos modos políticos y las bravuconadas del trumpismo para distanciarse políticamente de Estados Unidos, distanciamiento que, en otras circunstancias, habría provocado un revuelo internacional. En esas circunstancias, la presión de Washington (aumentada por Trump) para que los "socios" europeos de la OTAN -en particular Alemania- aumenten sus presupuestos militares, es en realidad más que bienvenida (aunque muchos de sus políticos afirmen lo contrario en público). Berlín ya ha comenzado ese aumento. El plan es aumentar el gasto militar del actual 1,2% del PNB alemán al 2% para 2024, casi el doble de la tasa actual. Si se ajustara a la demanda de Trump del 3% del PNB, Alemania tendría el mayor presupuesto militar de cualquier estado de Europa (al menos 70 000 millones de euros anuales). Además, Alemania recientemente ha cambiado oficialmente su "doctrina de defensa". Tras el final de la Guerra Fría, se declaró que Alemania y Europa occidental ya no se encuentran bajo ninguna amenaza militar directa. Hoy esta doctrina ha sido revisada, afirmando que la "defensa territorial" es una vez más el objetivo principal del Bundeswehr. Con esta nueva doctrina, el Estado alemán reacciona no sólo a la reciente contraofensiva militar de Rusia en Ucrania y Siria, sino también a los crecientes temores sobre la estabilidad política de Rusia, y sobre el caos que se podría desarrollar allí. Alemania también se beneficia del Brexit para aumentar la militarización de las estructuras de la Unión Europea y manifestar cierta independencia respecto a la OTAN (algo que Gran Bretaña pudo impedir mientras era miembro activo de la UE). Bajo las consignas de la "guerra contra el terrorismo" y la "guerra contra el contrabando de inmigrantes", la UE ha sido declarada ya no sólo una unión económica o política, sino también y “ante todo” (según Merkel y Macron) una "unión para la seguridad".
La burguesía alemana fue una de las primeras en reconocer el talento y el potencial político de Emmanuel Macron. Desde una etapa temprana de la campaña electoral francesa, la mayor parte de la clase política en Alemania y casi todos los medios de información apoyaron firmemente su candidatura. Por supuesto, la burguesía alemana sólo dispone de medios limitados para influir directamente en las elecciones francesas. La opinión pública en Francia no sigue ni a los medios de información alemanes ni a lo que dicen los políticos. Pero la "elite política" francesa toma necesariamente nota de lo que se dice y se hace del otro lado del Rin. A través de su clara posición a su favor, la burguesía alemana ayudó a convencer a las esferas influyentes cercanas al poder francés de que Macron es un político serio y capaz. Este apoyo alemán a Macron fue motivado no sólo por la voluntad de contener a Marine Le Pen y salvar la Unión Europea. Macron fue también el único candidato presidencial que hizo de la renovación del tándem franco-alemán uno de los puntos centrales de su programa electoral.
Macron se toma muy en serio este eje París-Berlín. Según él, Francia no puede asumir todavía plenamente su papel en esa "alianza", porque todavía no ha resuelto sus problemas económicos. Sólo una Francia económicamente revitalizada, dice, podría ser algo parecido a un socio equiparable a Alemania. Él considera que su pérdida relativa de competitividad económica es la principal amenaza para la estatura de Francia como actor a escala internacional. Por esta razón, Macron plantea la aceptación de su programa económico como condición previa para la constitución de un eje sólido con Alemania. Y así, al plantear las cosas en esos términos, ha formulado un programa de acción que puede parecer a la vez deseable y realista para la clase dominante de su propio país. Presenta sus "reformas" como la condición para el mantenimiento de la gloria imperial de Francia, y al mismo tiempo como algo alcanzable porque será apoyado por Alemania. Y al mismo tiempo, ha formulado un objetivo tan deseable como alcanzable para la clase dominante alemana. Tanto hacia Rusia como hacia Estados Unidos, Berlín necesita el apoyo de París. Para conseguirlo, Berlín tendrá que apoyar la "modernización" económica de Francia.
La insistencia de Macron en su programa económico como condición previa para todo lo demás no significa que tenga una visión económica estrecha de los problemas a los que se enfrenta Francia. Según un viejo análisis de uno de sus predecesores como presidente francés, Valery Giscard d'Estaing, el principal problema económico de Francia no es su aparato industrial y agrícola, que produce en su mayor parte de manera eficiente a un alto nivel, sino su aparato político atrasado, y el nexo rígido y burocrático que une la política con su economía (el "sistema estatal" existente en Francia, que Helmut Schmidt y otros líderes alemanes han criticado desde hace décadas). Macron quiere encarar ese problema hoy. Un poco a la manera de Trump en Estados Unidos, él quiere "zarandear" a las viejas elites. Pero también tiene que superar la posible resistencia de la clase obrera francesa. El que Macron sea capaz o no de imponer sus ataques a las condiciones de vida y de trabajo del proletariado francés, puede decidir si el experimento de En Marche y la presidencia de Macron termina en éxito o en fracaso.
Cada vez que Macron habla del tándem franco-alemán, a la vez que siempre menciona las dimensiones económicas y políticas, insiste en que debe verse ante todo como una cuestión militar (de "seguridad"). El eje Macron-Merkel, en realidad, no es una alianza imperialista estable como era posible en las condiciones de la Guerra Fría. Es más bien un acuerdo basado en una mayor determinación para defender una política común de ciertos países de la UE -expresada por la reacción al Brexit- y disminuir la dependencia de Estados Unidos en reacción a las "posiciones" de Trump. La asociación entre Alemania y Francia en el tándem dirigente de la UE es posible gracias a la complementariedad entre ambos países. Francia es la primera potencia militar de Europa, equivalente a Gran Bretaña, y mucho más fuerte que Alemania, y no sólo por su posesión del arma nuclear. El liderazgo con Francia podría beneficiar a Alemania confiriéndole una mayor credibilidad política y diplomática. Por otra parte, Francia podría esperar resultados positivos de una alianza con el líder económico de Europa, principalmente como contrapartida al declive económico y político que sufre. Y hay más. La existencia de tal liderazgo común presenta la ventaja de que suscita menos temor por parte de otros socios de la UE que si Alemania asumiera el liderazgo por sí sola.
Las primeras consultas gubernamentales franco-alemanas tras la elección de Macron decidieron, entre otras cosas: el desarrollo conjunto de un avión de combate para sustituir tanto al Eurofighter como al Rafale; la imposición de Frontex contra los refugiados, y el establecimiento de un registro común de entrada y salida de la UE; bajo el liderazgo alemán, el desarrollo, junto con Italia y España, de un dron militar europeo; nuevas inversiones en tanques modernos, tecnología de patrullaje espacial y de tierra. La “ministra” de Asuntos Exteriores" de la UE, Mogherini, se unió a Merkel y Macron para declarar una "Alianza europea para la zona del Sahel". Alemania declaró su disposición "en principio" a aumentar sus inversiones públicas y privadas en Europa, y a apoyar financieramente las actuales misiones militares francesas en África. Todo esto bajo el lema de "proteger a Europa".
El centro del ciclón del capitalismo en descomposición es hoy el país central del sistema burgués: los Estados Unidos. El triunfo electoral de un presidente que encarna la ola populista, ya ha demostrado hasta qué punto este surgimiento es antagónico a los intereses "racionales" del capital nacional y de las fracciones de la burguesía que los representan mejor (de seguridad, militares, diplomáticos y políticos), que tienen el sentido más fuerte de las "necesidades del Estado". La tendencia actual es claramente hacia una intensificación de las tensiones e incluso un verdadero impasse en la clase dominante. Pero precisamente porque Estados Unidos es un país central en el capitalismo mundial, la presión sobre la burguesía estadounidense aumenta cada día más para que intente resolver la difícil situación. ¿Pero cómo? Por ahora, no parece que la administración Trump vaya a ser capaz de imponer su política, pues la resistencia contra ella parece ser demasiado fuerte en gran parte de la clase dominante. Otra posibilidad es que los trumpistas cedan y adopten tácitamente la política de sus oponentes (o al menos se muestren mejor dispuestos para hacer compromisos). Aunque hay señales en esa dirección, también hay señales en la dirección opuesta. La opción que más se discute en público actualmente es la del impeachment o acusación para destituir al presidente. El inconveniente del método de sacar a Trump del despacho oval es que podría acabar convirtiéndose en un proceso político y legalmente complicado y duradero. Otras opciones, con quizás una resolución más rápida del problema, están sin duda también sobre la mesa, aunque no se discutan con tanta libertad: una de ellas es hacer que el presidente sea declarado loco. También es posible que Trump (u otra persona) intente salir del atolladero mediante aventuras militares en el extranjero. Una de las ventajas de la "guerra contra el terrorismo" liderada por George W. Bush fue que permitió a su gobierno, al menos temporalmente, reunir tras él a la clase dominante, e imponer grandes partes de su programa "neoconservador". Hay hoy países como Corea del Norte o Irán que ofrecen objetivos tentadores para ese tipo de operaciones, ya que están estrechamente vinculados no sólo a Rusia, sino también a China. Si hay algo en lo que la burguesía norteamericana sigue estando de acuerdo, es que hoy Pekín es su principal rival.
Steinklopfer 23.08.17
[1] [22] Estos apartados, concebidos como unidad, se redactaron por primera vez en verano de 2017, después de las elecciones generales en Gran Bretaña y las elecciones presidenciales y las de la Asamblea Nacional en Francia, pero antes de las elecciones al Bundestag en Alemania. Por varias razones este trabajo no pudo ser publicado en ese momento. Se han hecho algunas actualizaciones y correcciones, pero hemos optado por no alterar la sección sobre Alemania, donde la situación, incluso después de las elecciones, sigue siendo muy incierta. Para un análisis de las elecciones en Alemania, ver nuestro artículo en alemán en el sitio web de la CCI [https://de.internationalism.org/iksonline/wahlen-deutschland-2017-nach-d... [47]. También fue escrito antes de la última crisis en las relaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte y entre Estados Unidos e Irán debido a los programas atómicos y de cohetes de lo que Washington llama "estados rebeldes". Para la crisis de Corea del Norte, véase nuestro artículo "Amenaza de guerra entre Corea del Norte y Estados Unidos: es el capitalismo el que es irracional [https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201710/4236/amenaza-de... [48]".
[2] [23] “Tesis sobre la Descomposición”, Revista Internacional nº107. /revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [49]
[3] [26] Tratado de Libre Cambio de América del Norte (Canadá, EEUU, y México), NAFTA en sus siglas en inglés. Trans-Pacific Partnership o Acuerdo Transpacífico de Cooperación económica, con países ribereños de ambas orillas (Asia, Oceanía y Latinoamérica, sin China)
[4] [27] Josef Braml, Trumps Amerika, página 211. Braml trabaja para la German Society Foreing Policy (DGAP)
[5] [28]Ídem.
[6] [29] Frankfurter Allgemeine Zeitung 02.04.2017. El periódico FAZ es uno de los principales portavoces de la burguesía alemana.
[7] [30] Según Wikipedia, “think tank” o “laboratorio de ideas” es una institución o grupo de expertos de naturaleza investigadora, cuya función es la reflexión intelectual sobre asuntos de política social, estrategia política, economía, militar, tecnología o cultura.
[8] [31] Para un análisis más detallado de las contradicciones entre las políticas de Trump y los intereses de las principales fracciones de la burguesía americana, véase nuestro artículo La elección de Trump y el derrumbe del orden mundial capitalista (Revista internacional nº 158), que también se desarrolla en el contexto de la decadencia global de los Estados Unidos y el creciente cáncer del militarismo que pesa sobre su economía.
[9] [32] Su esposo, el ex-presidente Bill Clinton, habría estado supuestamente furiosísimo por lo incompetente que había sido la organización de su campaña.
[10] [33] Zoom: Gefährliche Verbindungen – Trump und seine Geschäftspartner (“Conexiones peligrosas –Trump y sus socios en negocios”) por Johannes Hano y Alexander Sarovic.
[11] [34] Youtube 17.08.2015.
[12] [35] Der Spiegel, 07.03.2015: “NATO Oberbefehlshaber Breedlove irritiert die Allierten” (“El comandante en jefe de la OTAN, Breedlove, irrita a los aliados").
[13] [36] Wolfgang Bittner: Die Eroberung Europas durch die USA (La conquista de Europa por Estados Unidos), pág. 151.
[14] [37] YouTube 05.02.2015
[15] [38] Revistas como Fortune publican datos anuales sobre los bancos, empresas, familias y personas más ricas del mundo.
[16] [39] Ver https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201707/4218/incendio-de-la-torre-grenfell-crimen-del-capital [50]
[17] [40] Por ejemplo, en un simposio celebrado este verano en Berlín, organizado por la Neue Zürcher Zeitung, se afirmó que el principal peligro para la estabilidad de Europa no es el régimen de Putin, sino el posible colapso del régimen de Putin.
[18] [41] Schröder está oficialmente en la nómina del proyecto alemán de gasoductos con la Gazprom rusa. Sigmar Gabriel (SPD), que recientemente se pronunció a favor de una "solución federal" al conflicto ucraniano, a diferencia del propagado por Moscú, es el ministro alemán de Asuntos Exteriores.
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Desde sus orígenes, el movimiento obrero se concibió como movimiento internacional e internacionalista. “Los proletarios no tienen patria”, “¡Proletarios de todos los países, uníos!”, son esos dos ideas clave del Manifiesto del Partido Comunista (1848) El proletariado es una clase internacional cuya histórica tarea es aniquilar el capitalismo e instaurar nuevas relaciones de producción liberadas de la explotación, lo cual no puede concebirse sino es a escala internacional. Por eso, aunque sus diferentes luchas contra la explotación capitalista no alcancen de entrada esa dimensión, deben, en cambio, concebirse como momentos de ese combate internacional e histórico. Le incumbe al proletariado de todos los países y, en especial, a su vanguardia, las organizaciones revolucionarias, sacar todas las lecciones de las diversas experiencias del pasado del movimiento obrero y de sus organizaciones. Con ese método hemos ido analizando en nuestra prensa las experiencias de los combates de clase del mundo. Y entre esos combates, es importante dar a conocer los que acaecieron en Argentina. Hicieron surgir una organización, la FORA, que es una referencia para el anarcosindicalismo. Este artículo, en varias partes, se inscribe así en una serie esta Revista Internacional dedicada al sindicalismo revolucionario[1]. Este artículo tiene además un interés muy especial porque la FORA es hoy una referencia para los anarcosindicalistas que, molestos por la participación de la CNT en el gobierno de la República burguesa durante la guerra de España, quieren mantenerse fieles al internacionalismo.
Presentamos en esta primera parte el contexto histórico en que se desarrollaron las reflexiones y movilizaciones importantes de los obreros argentinos que permitieron la formación de la FORA
El proletariado es una clase internacional
Mientras que en Europa durante el siglo XIX el capitalismo iba imponiendo su presencia y su fuerza expansiva, en la mayor parte de los países de América Latina se llevaba a cabo, en las primeras décadas, sus revoluciones de independencia. En el último tercio de ese siglo las relaciones de producción capitalistas serán dominantes en el continente. Para el caso de Argentina uno de los puntos definitorios del avance del capitalismo lo representa la consolidación de la agricultura y la ganadería capitalista en tanto la integra al mercado internacional y conecta con el proceso de industrialización. Por eso, las acciones realizadas desde la década del 80 del siglo XIX serán relevantes para la dinámica que habrá de tener esta economía sudamericana y con ella la clase trabajadora. De manera especial el período de 1880 a 1914 es para Argentina un momento de definición de la territorialidad, clarificando la línea de sus fronteras, pero también de sometimiento de las viejas formas de organización social y económica. En ese proyecto resalta la denominada “Conquista del desierto”.
La Conquista del Desierto fue una campaña militar llevada a cabo entre 1878 y 1885 por el gobierno argentino en contra de las comunidades indias sobrevivientes en el extremo sur de esa región (especialmente contra los Mapuches y Tehuelches). Esta campaña de destrucción y despojo es parte del proceso de definición del Estado-nación argentino y el camino que abre paso a la expansión capitalista. Fueron cientos los indios acribillados y más los prisioneros sometidos y recluidos en zonas aisladas e indómitas del país u obligados a la servidumbre entre las familias privilegiadas de Buenos Aires. Las notas de los diarios de esa época exponen los “logros” de ese avance civilizatorio: “Llegan los indios prisioneros con sus familias a los cuales los trajeron caminando en su mayor parte o en carros, la desesperación, el llanto no cesa, se les quita a las madres sus hijos para en su presencia regalarlos a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que con los brazos al cielo dirigen las mujeres indias”[2].
Este proyecto era continuación de la política llevada por los sectores de la burguesía liberal de mediados de siglo XIX que ansiaban el arribo de la “modernidad capitalista”. El abogado Juan Bautista Alberdi, promotor de la constitución, define este propósito bajo el principio de “gobernar es poblar” y es más explicito sobre el perfil de esta política en su libro Elementos de derecho público provincial argentino (1853): “Aunque pasen cien años, los rotos, los cholos o los gauchos no se convertirán en obreros ingleses... En vez de dejar esas tierras a los indios salvajes que hoy las poseen, ¿por qué no poblarlas de alemanes, ingleses y suizos?... ¿Quién conoce caballero entre nosotros que haga alarde de ser indio neto? ¿Quién casaría a su hermana o a su hija con un infanzón de la Araucanía y no mil veces con un zapatero inglés?”
Así, la gran concentración de tierras agrícolas, el nacimiento de la agroindustria, la atracción de la inversión extranjera y la producción diversificada, caminan a la par del despojo y la tragedia de las comunidades indias, pero también de la llegada masiva de trabajadores inmigrantes, principalmente de Italia, España y en menor medida de Francia y Alemania.
Pero esos “extranjeros” que migran intentando huir de la miseria y el hambre (y en no pocos casos también de la represión), van cargando no sólo sus capacidades físicas y creativas que les ha de permitir vender su fuerza de trabajo, además llevan consigo las experiencias de su vida como explotados y por tanto las enseñanzas de sus combates pasados (aunque también cargan sus debilidades políticas), las cuales al reencontrarse en el colectivo social de esas “nuevas tierras” las integran, permitiendo así que la reflexión proletaria se convierta en un proceso internacional.
No es nada extraño que los trabajadores migrantes imprimieran en Argentina un empuje al combate proletario a partir de las tres últimas décadas del siglo XIX; por ejemplo, German Ave Lallemant[3] y Augusto Kühn, de origen alemán, forman el primer núcleo socialista Verein Vorwärts (Unidos Adelante) ligado a la socialdemocracia alemana, el cual adquiriría relevante importancia en la lucha de los asalariados, así mismo los italianos Pietro Gori y Errico Malatesta y luego el español Diego Abad de Santillán, serán animadores de la organización obrera desde el anarquismo. La tradición de lucha entre los trabajadores migrantes se refleja en su trabajo editorial. La diversidad de periódicos emitidos y distribuidos de mano en mano, en ese ambiente de crecimiento de las masas asalariadas, serán elementos importantes para la reflexión, la expansión de ideas y la politización de la joven clase obrera en ese país.
Sin embargo, hay que precisar que este reconocimiento no valida la visión mistificada de la burguesía argentina que expone a las luchas obreras como fenómenos importados por los “extranjeros”. Hay indudablemente una experiencia transmitida por los trabajadores migrantes, pero esta surge, se conjuga y acrecienta al calor de combates que no son creados a voluntad o artificialmente. Es la realidad económica y social que engendra el capitalismo (léase miseria, hambre, represión…) a la que los trabajadores responden y es en esta práctica que la nacionalidad no tiene importancia.
Diversas nacionalidades, pero una sola clase
En las últimas tres décadas del siglo XIX, Argentina era presentada como el país de las oportunidades, pero pronto esa promesa muestra su verdadero rostro. Las publicaciones obreras de ese tiempo detallan las condiciones de vida de los trabajadores, en donde es común el desempleo, las jornadas agotadoras y los míseros salarios. Por ejemplo, en las fábricas de sombreros, Franchini y Dellacha de Buenos Aires: “A los prensistas se les pagaba un peso por cada cien sombreros y se les rebajó a 40 centavos; al planchador de 4 pesos se le rebajó a 2.80 el ciento; a los rulistas de sombrero blando de 6 a 4; el rulista de sombreros de copa, de 6 pesos a 3 el ciento. Con esa tarifa el obrero hábil en doce horas de trabajo no alcanzaba a ganar dos pesos. A los niños de 8 a 12 años que trabajaban de sol a sol en el agua caliente, quemándose las manos y perdiendo su salud a los seis meses de ese trabajo agotador e insalubre, de 80 centavos que ganaban por día se les rebajó a 50…”[4]
En todas las empresas manufactureras y en las labores agrícolas estas condiciones de vida se repetían cotidianamente, pero, además, no son pocas en las que se utiliza el “Truck system” para el pago del salario y que consiste en realizar las remuneraciones en fichas o en especie, manteniendo así a los obreros en continuo endeudamiento.
En las ciudades, masas de trabajadores parlantes de diversas lenguas, se aglomeran en los barrios insalubres, ocupando viviendas precarias, conocidas como conventillos[5], donde la miseria corroe las vidas de sus habitantes sin hacer diferencia de la nacionalidad.
Por eso, suponer que la historia de los trabajadores argentinos se explica solamente como producto del accionar de la “mala migración”, es negar que el capitalismo crea a su propio enterrador y lo empuja a responder. Son las condiciones de miseria lo que anima y acelera la organización y la movilización obrera, y es en esa y ante esa realidad que los trabajadores migrantes se integran. El anarquista Abad de Santillán con justeza rechaza la explicación conspirativa expresada por la burguesa diciendo: “La defensa de las víctimas era algo tan sumamente lógico que, aun sin inspiración social de ninguna especie, se hubieran producido las asociaciones obreras como baluarte biológico contra la avaricia patronal.”[6] Hay en su análisis un seguimiento muy preciso del desarrollo de esas condiciones que empujan la combatividad obrera, no obstante pierde también de vista el trabajo de agitación y propaganda en el que participan de forma activa los trabajadores migrantes, por eso su explicación también deja de ver al proletariado como una clase internacional
Explicando la historia mediante la ubicación de un “culpable”, el gobierno argentino y los grupos patronales desatan una persecución contra los extranjeros. Un aspecto que sobresale de estos ataques, es la proclamación en 1902 de la “Ley de Residencia”. Esta ley, también conocida como “Ley Cané”, permitirá la deportación sin previo juicio de los extranjeros acusados de llevar a cabo actividades sediciosas, dando así a las campañas persecutorias un marco de legalidad y respetabilidad, en tanto quedan ceñidas a la ley y los principios democráticos. En 1910 esta medida tendrá un complemento con la “Ley de Defensa Social”, que permite restringir la admisión de extranjeros sospechosos de ser peligrosos para el orden público.
Para comprender el proceso de aceleración de las movilizaciones obreras en Argentina, es importante tener en consideración que el capitalismo es un sistema sustentado sobre agudas contradicciones que engendran sus crisis económicas. De manera que, si el siglo XIX había mostrado la capacidad de la burguesía para expandir su poder, esa situación no exentaba las dificultades, por eso mientras el siglo XIX se iba desvaneciendo, las contradicciones de la económica capitalista se iban evidenciando con mayor magnitud.
La recesión de 1890, conocida como la “crisis Baring”, aunque tiene su epicentro en Inglaterra, expande su efecto a los países de Europa central y a los EUA, pero también a Argentina, dado que es gran receptor de capitales ingleses y, en ese momento, entre ambos países hay un amplio movimiento mercantil.
Es así que esta expresión recesiva del capitalismo hace que la respuesta de la burguesía, desesperada por defender su ganancia, refuerce las medidas de explotación de aquellos que son creadores de la riqueza social: los trabajadores. Es ese el contexto que anima a las huelgas y movilizaciones al iniciar el siglo XX, así como la necesidad de los trabajadores por construir sus cuerpos unitarios de combate.
Discusiones y confusiones
Decíamos arriba que el proceso de expansión capitalista, animaba al crecimiento y el despertar de la capacidad de reflexión y combate obrero, pero esto no implica una homogeneidad entre los explotados sobre la comprensión de la realidad y por tanto en la toma de conciencia y en la capacidad de organización. El proletariado, en tanto clase, se va formando en el combate mismo y en la crítica de sus acciones. En Argentina, la clase obrera todavía a fines del siglo XIX, mantiene algunos rasgos políticos e ideológicos propios de la descomposición de la economía artesanal y campesina y aunque tiene un proceso de retroalimentación con la masa de proletarios migrantes, no siempre estos transmitían los argumentos más claros y por eso las discusiones y prácticas de los trabajadores argentinos a fines del siglo XIX e inicios del XX exponen un abanico de visiones no siempre claras, pero pese a todo, sintetizan el esfuerzo intelectual y combativo de los explotados.
De tal forma que la diversificación de la producción manufacturera en las ciudades va asociada a la creación de gremios especializados que permite a los asalariados tener un primer encuentro social en el taller y de esa convivencia se anima a la creación de Sociedades de Resistencia, es decir, agrupaciones gremiales de defensa de las condiciones de vida más inmediata. De esa forma entre 1880 y 1901 surgen las organizaciones de trabajadores por su oficio: panaderos, ferrocarrileros, cigarreros… pero también se destacan minorías que van a formar agrupaciones socialistas y anarquistas y que serán, al mismo tiempo, un factor de empuje y animación de las organizaciones unitarias de lucha.
Aunque encontramos desde 1872 la formación de la sección francesa, italiana y española de la Primera Internacional en Argentina, son las dos últimas décadas del siglo XIX cuando se acelera la creación de organizaciones y publicaciones obreras. Como expresión de esta dinámica se destaca la edición, en 1890, del periódico socialista El Obrero, animado por Germán Ave Lallemant. Siguiendo esa tendencia impulsada por la movilización obrera, en 1894 surgen otras publicaciones como La Vanguardia –encabezada por el médico Juan B. Justo– y se han de formar otros grupos que tomarán presencia importante entre los trabajadores, como el Centro Socialista Obrero, el Fascio dei Lavoratori (Bloque de Trabajadores, grupo adherido al Partido Socialista Italiano). Estas agrupaciones junto a Les Égaux (Los Iguales), grupo de corta vida formado por trabajadores de origen francés, presentaran en abril de 1894 el Programa del Partido Socialista Obrero Internacional (PSOI). De esta manera surgía una importante expresión proletaria en Argentina, la cual modificará al año siguiente su nominación por Partido Socialista Obrero Argentino (PSOA) y en 1896 vuelve a cambiarlo por Partido Socialista Argentino (PS), quedando a la cabeza de este Juan B. Justo.
El PS se va a adherir a la Segunda Internacional y reivindicará el principio internacionalista. A pesar del peso del reformismo en la Internacional, podemos asegurar que va a permitir que los trabajadores puedan ir avanzando en su proceso de reflexión y de lucha. Dado que son diversos grupos los que van a dar forma al PS, encontramos una heterogeneidad política, precisamente el grupo mayoritario al que pertenecía Juan B. Justo, era el que más confusión expresaba al dar un peso mayor a los planteamientos pragmáticos de los liberales burgueses, lo que provocará en momentos de algidez de la lucha de clases, que su intervención no sea muy clara[7]. Esta falta de claridad y deslizamiento hacia posturas ajenas al proletariado motiva respuestas desde su interior, por ejemplo con la creación (en 1918) de un “ala crítica” que formará el Partido Socialista Internacional Argentino (PSIA)[8], o con la actuación desde las federaciones sindicales.
El programa de reformas laborales y el apoyo de los proyectos liberales (por ejemplo, separación de la iglesia y Estado) que levanta el PS, para fines del siglo XIX, ya empezaba a mostrar poca cercanía a la realidad que vive el mundo, pero los llamados a la organización y la lucha por mejoras de vida, permitió a los trabajadores avanzar en su reconocimiento, en tanto los cohesiona, direcciona la lucha reivindicativa y posibilita que se establezcan reformas inmediatas, aunque no duraderas. Empero, la práctica conciliatoria entre las clases que va tomando el PS, además de su rechazo a las bases programáticas del marxismo, al acercarse a los argumentos de Berstein, van haciendo que poco a poco este partido se vaya alejando de las trincheras proletarias y vaya siendo un instrumento político manejado diestramente por el Estado argentino, por ejemplo, entrado el siglo XX el PS mantiene aún una vida proletaria, pero su entusiasmo excedido con la posibilidad de ir ocupando lugares en las cámaras parlamentarias, lo va alejando del combate obrero. Ocurre incluso que se compromete a evitar la movilización de los trabajadores a cambio de la promulgación de la Ley Nacional del Trabajo –conocida como “Proyecto [Joaquín] González” (1905).
En los últimos años del siglo XIX, el medio libertario también va a tener una amplia participación. Personajes importantes del anarquismo huyendo de la represión de los gobiernos europeos llegan a Argentina, como el caso de Malatesta (en 1885) y Pietro Gori (en 1898), animando así a la organización obrera y al trabajo editorial. Pero tampoco el campo anarquista era homogéneo. En un intento por resumir podemos ajustarlas en dos vertientes: los anarquistas pro organización por un lado y los anti organización, por otro.
Entre los grupos del primer bloque lo forman publicaciones de limitada distribución como L’Avvenire (El Porvenir), El Obrero Panadero, pero además siguiendo esta línea política se destaca un periódico de muy amplia distribución: La Protesta Humana, siendo en éste la pluma más importante la de Antonio Pellicer Paraire (Pellico). Por el lado de los anti organizadores. las publicaciones de mayor presencia fueron El Rebelde y Germinal[9]. Esta división se acentúa con la convocatoria al Congreso Anarquista Internacional, para realizarse en París en septiembre de 1900. Dicho congreso generó una amplia discusión entre las agrupaciones anarquistas y aunque terminó siendo prohibido, se llevan a cabo algunas reuniones secretas que concluyen recomendando la creación de federaciones sindicales. Las tesis “favorables para la organización” se expresará más claramente en una intervención de Malatesta en el Congreso Internacional anarquista de Ámsterdam en 1907. “los anarquistas deben entrar en los sindicatos obreros. Para hacer propaganda anarquista; enseguida porque es el único medio para que tengamos a nuestra disposición, en algún momento, los grupos capaces de hacerse cargo de la gestión de la producción”[10]. Esta orientación se apoya en la idea de que “el sindicalismo no es ni nunca será jamás más que un movimiento legalista y conservador, sin otro objetivo accesible -y otra vez- que el mejoramiento de las condiciones de trabajo” (Ídem)
Desde las discusiones de preparación del congreso mencionado se provoca en Argentina una separación clara entre los que consideran vital la realización de esa reunión y aquellos que lo consideran innecesario y pernicioso, en tanto que, como se deduce de la extracción de las ideas de El Rebelde (14 de agosto de 1899), cuando se centraliza y organiza a los individuos se pierden las iniciativas y se agotan las fuerzas revolucionarias y triunfa la reacción. El sector mayoritario del anarquismo en Argentina será el que se define por la organización, de manera que ampliaran su trabajo en los sindicatos y en el impulso a la creación de federaciones, convergiendo en cierta forma con los grupos socialistas.
El militante anarquista Diego Abad de Santillán, considera que en el debate entre organizadores y anti organizadores queda zanjado por los argumentos expuestos en los 12 artículos que bajo el título “La organización obrera” escribe “Pellico” y son publicados en La Protesta Humana en 1900. El centro de sus ideas es que hay una necesidad de la organización en dos niveles, una económica y otra revolucionaria. Es decir: “una rama de la organización obrera, que puede denominarse revolucionaria, la constituyen aquellos plenamente convencidos que trabajan rectamente por el triunfo del ideal; y otra rama, que puede llamarse económica, constituida por las masas obreras que pugnan por mejorar su condición, contrarrestando los abusos patronales…”[11] Exponiendo una copia, según Diego Abad de Santillán, de la estrategia de “la Fraternidad Internacional de Bakunin [colocándose] dentro y junto a la Asociación Internacional de los Trabajadores…”
El mismo Antonio Pellicer explica que la federación es el tipo de organización que los trabajadores requieren, otorgando a esta el papel de “germen la comuna del futuro revolucionario.” Propone, en consecuencia, “que se organice la federación local en el sentido de la comuna revolucionaria, de la acción permanente y activa del pueblo trabajador en todos los asuntos que comprometen su libertad y su existencia…”[12]
Siguiendo esta descripción se percibe que la federación sindical es entendida como el órgano encargado de la defensa de las condiciones de vida de los trabajadores y al mismo tiempo, con el impulso de ese grupo conspirativo que trabaja en “paralelo”, se orienta hacia el combate abierto contra el sistema…
De hecho, el movimiento obrero en su conjunto se enfrenta con la necesidad de una organización política distinta a los organismos de defensa de los intereses inmediatos, responsable de defender su programa y su proyecto político de emancipación del proletariado y de establecimiento de una sociedad sin clases. Para el marxismo tomó la forma de partidos políticos de masas en la IIª Internacional, después de su traición, los partidos políticos giraron hacia un programa político para la revolución. Pero este problema no era ajeno a los anarquistas como se revela en ciertos términos del debate entre los “pro” y los “anti” organización. El problema es que la necesidad perfectamente identificada de una organización revolucionaria es completamente equivocada por Diego Abad de Santillán al identificarla a la acción conspirativa de Bakunin (incluyendo la conspiración contra el Consejo General de la AIT.)
Adelantando algunos elementos de reflexión, podemos notar que aún cuando los anarquistas “organizadores” se enfrentan a la visión de los “anti-organización” no hacen una crítica profunda, dado que al pretender criticarlos, en realidad, van a recuperan el esquema bakuninista del trabajo conspiratorio con raíces anticuadas, no propias para combatir al capitalismo. Van, además, a repetir la vieja idea de separación del combate económico y político, adornándolo con un giro idealista al concebir la posibilidad de la existencia del “germen” de la nueva sociedad en las entrañas mismas del capitalismo. De la misma manera, aunque llevan la crítica a los socialistas por enfocarse tanto en las reformas como alternativa al capitalismo, ellos expondrán una ingenua confianza en que la voluntad puesta en la creación de “comunas federadas” puede anunciar la sociedad futura, ¡sin que el sistema capitalista haya sido destruido!
Las primeras federaciones sindicales
En 1890, en los momentos más álgidos de la pelea entre los grupos de la burguesía argentina (enmarcada por la crisis económica y la insolvencia que ha de provocar una rebelión golpista, que termina con la renuncia a la presidencia de Juárez Celman), el grupo Vorwärts y gremios de zapateros y carpinteros (en los que participan ampliamente grupos anarquistas) le dan forma a la Federación de Trabajadores de la Región Argentina (FTRA). A través de esta federación se impulsa la demanda de la jornada de 8 horas, aunque su capacidad de intervención es relativamente limitada y su existencia es apenas de 2 años, permite un avance en la unidad de clase y la definición de un proyecto reivindicativo. La percepción que en ese momento se tiene de la federación sindical esta polarizada, pero sobre todo es confusa. Mientras los socialistas de Vowärts ven a la FTRA como una fuerza para arrancar concesiones y reformas, los anarquistas ven en los sindicatos el instrumento por excelencia de lucha anticapitalista. Ambos planteamientos se exponen en el segundo congreso (1892) en su forma más confusa, en tanto que grupos socialistas pretenden que la federación sea punta de lanza para pugnar por la nacionalización de la industria, ante ello los anarquistas abandonan la FTRA. Aunado a esto el creciente desempleo provoca la salida del país de muchos trabajadores, hace que la federación se debilite numéricamente y termine por disolverse.
Aún cuando esta Federación tiene vida corta, permite ir adelantando una visión de las dificultades que han de expresarse en las discusiones en los siguientes años. Por una parte, los socialistas sobredimensionando los logros económicos temporales obtenidos desde la lucha sindical y otorgando un lugar preponderante a la interlocución que puedan obtener del parlamento. Por otra parte, el anarquismo asume la posibilidad de la revolución en cualquier momento de la historia y como efecto de la voluntad expresada en la “acción directa”.
Solo para dar el marco explicativo de la confusión de la que se habla arriba, vale recordar el análisis que Rosa Luxemburg hace en 1899 en el prólogo a “Reforma o Revolución”: “Entre la reforma social y la revolución existe para la socialdemocracia, un vínculo indisoluble. La lucha por reformas es el medio, mientras que la revolución social es el fin.” Desde este referente podemos notar que la confusión presente en la socialdemocracia alemana se repite en Argentina, porque los socialistas se van quedando atorados en el “medio” (del que habla Luxemburgo), subestimando e incluso olvidando el “fin”. Pero el anarquismo, en general, estará impedido de analizar la lucha de clases en forma dinámica en tanto no logra ver los diversos momentos del capitalismo y por tanto las tareas que en cada caso enfrentan los explotados y más aún, en su negación a la necesidad del Partido, sobredimensionan el rol del sindicato.
En ese estado de confusión y en un ataque creciente a las condiciones de vida de los trabajadores, va fermentando la idea de formar sindicatos federados. El año de 1899, en particular, se ve marcado por el creciente número de huelgas, por lo que el papel del sindicato y de la misma huelga serán los problemas que los trabajadores discuten.
Precisamente Juan B. Justo, plantea la discusión así: “¿Pero, cual es la finalidad de la huelga? Los socialistas la quieren como método primero –y primario– para la formulación del reclamo inmediato y su conquista posible. Los anarquistas, como el método de transformación del régimen social…”[13]. La discusión cruzara a los sindicatos y a las agrupaciones socialistas y anarquistas sin zanjarla. No obstante, permite a los anarquistas pro organización reconocer que hay una necesidad de la clase obrera de luchar por mejorar sus condiciones de vida y así acercan sus fuerzas al Partido Socialista para convocar a la creación de una federación sindical. De esta manera, en mayo de 1901, 27 sociedades gremiales, le dan forma a la Federación Obrera Argentina (FOA). La representación la componen delegados de orientación tanto de socialistas como anarquistas, aunque es pertinente decir que hay un número mayor de anarquistas, sobresaliendo la presencia de Pietro Gori, representando a los ferrocarrileros de Rosario.
El congreso fundacional se lleva a cabo en 8 sesiones, la apertura de la segunda sesión se abre con una declaración de Torrens Ros de filiación anarquista, en la que expone que dicho congreso “no tiene compromisos de ninguna clase con el Partido Socialista ni con el Anarquista…”[14] declarándose independiente y autónomo, lo cual no significaba que las opiniones defendidas por ambos campos se excluyeran del debate, incluso aún después de culminado el congreso algunos de los problemas en discusión serán replanteados. Pese a las diferencias, la discusión permite definir un esquema general de acuerdos y reivindicaciones básicas:
-desprecio general y obstaculización a los traidores, con referencia directa a los esquiroles y rompehuelgas,
-lucha contra el “truck system”,
-promoción de la reducción de las rentas de alquileres,
-reducción de la jornada de trabajo,
-incremento salarial,
-igual salario para mujeres y hombres,
-rechazo a la contratación de niños menores de 15 años,
-formación de escuelas libres…
Pero hay otros aspectos que luego del congreso alimentarán conflictos. Uno de los acuerdos del congreso fue la transformación del periódico La Organización, editado por una docena de sindicatos con marcada influencia del PS, por La Organización Obrera, el cual queda definido como el órgano de la FOA. Dos meses después de constituida la FOA, los sindicatos editores de La Organización se niegan a dejar de publicarlo y por tanto a su transformación.
Pero una de las discusiones más candentes es la que se refiere al uso del “arbitraje”, es decir al uso de un mediador que permita la conciliación para el arreglo de los conflictos laborales. La intervención de P. Gori en el congreso fundacional fue importante porque logra zanjar la polémica al definir que la FOA espera “de los obreros la conquista integral de los derechos de los trabajadores, [pero] se reserva en algunos casos resolver los conflictos económicos entre el capital y el trabajo por medio del juicio arbitral, aceptando sólo por árbitro a aquellas personas que representen serias garantías de respeto por los intereses de los trabajadores.”[15]
Como complemento de esta postura está la definición del papel de la huelga general, sobre la cual dicen, “debe ser la base suprema de la lucha económica entre el Capital y el Trabajo, afirma la necesidad de propagar entre los trabajadores la idea que la abstención general de trabajo es el desafío a la burguesía imperante…”[16]
Es sobre todo el problema del “arbitraje” que va a causar conflicto entre las filas anarquistas. El sector anarquista anti organización, de manera especial el periódico El Rebelde, hace la crítica en general a los anarquistas que se acercarán al PS para fundar la FOA, pero de manera particular acusan a Gori de legalista por “defender y apoyar el arbitraje”. Las diferencias que se abren por los problemas descritos no generan de manera inmediata la ruptura de la federación, aunque van haciendo notar dificultades que enfrenta la clase obrera en ese momento.
Sobre el significado y uso de la huelga tal como es acordado por el congreso, provocará una dura tensión entre anarquistas y socialistas justamente al calor de las huelgas que paralizarán las principales ciudades en los meses siguientes a la fundación de la FOA.
Siglo XX cambalache problemático y febril[17]
En Argentina, el primer año del siglo XX está marcado por las manifestaciones obreras. La formación de la FOA exponía la búsqueda de unidad y solidaridad entre los obreros, pero la explosión de huelgas y movilizaciones confirmaban el ambiente de combatividad y de rechazo a la vida de miseria impuesta por el capitalismo. Las largas jornadas, los bajos salarios impuestos y el trato despótico de la patronal motivan a que diversas empresas se vean paralizadas por la huelga. En agosto de ese año los ferrocarrileros del sur de Buenos Aires paralizan la empresa. Un numeroso contingente de obreros obligó a entablar la negociación, obteniendo la solución temporal de sus demandas. La interlocución con el patrón la lleva P. Gori, lo cual le permite mostrar a sus críticos que no es ningún legalista, en tanto ilustra la forma en que podía utilizarse el arbitraje.
Por similares demandas en octubre del mismo año, el descontento obrero despierta en la empresa azucarera “Refinería Argentina” en Rosario. La protesta inicial de los trabajadores pretende ser acallada por la patronal con amenazas de despido, pero lo que consigue es incrementar el coraje y la combatividad obrera, de manera que las manifestaciones callejeras crecen, destacándose en ellas la agitación política de militantes socialistas y anarquistas integrados en la FOA. La fuerza de la manifestación logra abrir la negociación con los capitalistas, presentándose como mediador el jefe de la policía. Los obreros, en asamblea eligen un comité de huelga y una delegación para la negociación, entre los que se encontraba Rómulo Ovidi, de militancia anarquista. Cuando esta delegación se presenta a la cita, la policía detiene a Ovidi, lo cual enciende más el descontento. Al pretender liberar a su compañero, la policía responde a los obreros a sablazos y disparos, asesinando al obrero (de origen austriaco) Cosme Budeslavich. Ante tales hechos los trabajadores del Rosario declaran una huelga general de un día.
El año de 1901 va a terminar con la misma imagen que tendrá 1902, la de huelgas por la demanda de reducción de la jornada, mayores salarios y mejores condiciones de trabajo. Aunque los estibadores y demás trabajadores de los puertos de Rosario y Buenos Aires son los más activos durante todo el año, trabajadores de otros sectores también se movilizaran ampliamente, ejemplo de ello es la huelga de los panaderos en el mes de julio o la de los trabajadores del Mercado central de frutos en el mes de octubre, suscitando importantes expresiones de solidaridad, que la combate con ferocidad la clase en el poder, primero usando a esquiroles y rompehuelgas, luego con las hordas policiales, de tal forma que se provocan enfrentamientos en las calles, terminando con obreros heridos y detenidos.
Dado que la explicación de la burguesía es que los conflictos sociales son creados por un grupo de migrantes, pretende que la solución está en la promulgación de la “Ley de Residencia”, con la que justifica la expulsión de migrantes considerados peligrosos[18]. Ante esa medida, la FOA convoca a la huelga general, paralizando fábricas y puertos desde el 22 de noviembre. La respuesta del gobierno de Julio Roca es la imposición del estado de sitio el 26 de noviembre de 1902 (y hasta el 1/enero/1903). Se desata así una oleada represiva, que hace que temporalmente culminen las movilizaciones.
Ese ambiente de agitación definido entre 1901 y 1902, induce a socialistas y anarquistas plantearse con mayor ánimo el problema sobre cómo debe luchar la clase trabajadora, de manera que la prensa anarquista (tanto de los que promueven la organización como los que la rechazan) ven un momento adecuado para insistir en sus llamados a la huelga general como forma privilegiada del combate. Por su parte el PS, adopta un tono crítico frente a la radicalización que van tomando las manifestaciones callejeras y las huelgas. Justo en ese tono está escrita la circular que, en enero de 1902, publica en el diario “La Prensa”. En ella se dice que el PS “lamenta los recientes sucesos de Rosario [choque entre obreros y policías en el marco de la huelga de estibadores del 13 de enero] y declina toda participación en aquel movimiento”.[19]
El 2° Congreso de la FOA (abril-1902) en cierta forma va a ser expresión de esos desacuerdos en tanto se crea una escisión, al salir de ella los sindicatos con influencia del PS. Hay que entender que la ruptura no surge por desacuerdos en la discusión sobre las diferentes concepciones, en realidad no hubo una discusión en torno a ello. Esa separación se motiva por problemas en el cumplimiento de las normas de sus estatutos para la nominación de delegados al congreso.
Desde el inicio del congreso plantean que Alfredo J. Torcell (periodista y conocido militante del PS) no podía presentarse como delegado del gremio de los panaderos de La Plata por no laborar en ese oficio y no estar adscrito en esa localidad. Eso motivó una tensión que termina con el abandono de la sala de los delegados de orientación socialista, lo que significó que de las 48 agrupaciones sindicales adscritas a la FOA se retiraban 19, quedando así en mayoría absoluta los sindicatos de orientación anarquista. No obstante, las reivindicaciones sobre las que se organiza la FOA no cambiarán sustancialmente.
El 2° congreso ratifica o da mayor especificidad a algunas de las demandas generales planteadas por el 1er congreso (por ejemplo, se hace específica la demanda de la jornada de 8 horas, de servicios médicos…). Donde se percibe el cambio es en la actitud que la FOA toma ante el PS. De manera rotunda el congreso rechaza la invitación del PS para manifestarse conjuntamente el 1° de mayo. Hay además un ajuste de ideas sobre el arbitraje. Abad de Santillán sintetiza el argumento: “El congreso declara dejar amplia autonomía a las sociedades federadas para recurrir o no al arbitraje en caso de que lo crean conveniente”. Esa fractura va a permitir que las agrupaciones anarquistas que criticaban la formación de la FOA por su acercamiento con los socialistas, como era el caso de “El Rebelde” entre otros, se integren a la federación. Pero sin duda lo que muestra más claramente el distanciamiento de la FOA (con mayoría anarquista) y el PS es la intervención que han de tener ante las huelgas del año 1902 y se profundizarán luego del levantamiento del estado de sitio.
Levantado el estado de sitio y durante todo 1903, las persecuciones y las deportaciones siguieron, pese a ello las movilizaciones se reanudan, pero hay además polémicas en torno a las formas de lucha tanto por parte de los socialistas que por los anarquistas:
El PS en su prensa y en su congreso no deja de criticar la manera en que se desarrolló la huelga, en tanto dice no contaba con una caja de resistencia, pero, sobre todo, sostiene, se presenta como un acto desmesurado que bloqueaba cualquier posible negociación.
Llevando ese análisis, el PS acompañará a la creación de la “Unión General de Trabajadores” (UGT)[20] y aunque en su congreso fundacional (marzo-1903) la UGT rechaza establecer un compromiso electoral con el PS, asumen que llevaran a cabo acciones políticas para promover la elaboración de leyes que favorezcan a los trabajadores, además de matizar la concepción de la huelga general dada por el PS, al reconocer en esta un medio eficaz cuando es organizada, resaltando su rechazo el uso de la violencia y a incluirle objetivos insurreccionales. Lo que muestra que, aunque la UGT se promueve directamente por el PS, no logra el acuerdo absoluto de los asistentes.
Los anarquistas van a reafirmar su postura en torno a la huelga general, a la vez que acusarán de claudicantes y traidores a los socialistas, incluso desde La Protesta Humana (31-enero-1903) se acusa que después de levantado el estado de sitio “…los obreros que comprueban estar afiliados a los círculos del Partido Socialista, aunque sean meneurs, [líderes] aunque hayan incitado a la huelga o aconsejado como nosotros a las organizaciones gremiales, son puestos en libertad y hasta les piden disculpas…”[21] En ese sentido la FOA, con una mayoría de anarquistas, en su 3er Congreso concluye su negativa total hacia una interlocución con el Estado y resaltan que la huelga general es el medio idóneo de concientización y lucha.
En lo que respecta a las movilizaciones obreras, no dejan de estar presentes durante todo 1903, pero se destaca el mes de diciembre por la masiva presencia de protestas de trabajadores de distintos sectores, pero en particular la huelga de los tranviarios tiene importancia. Sus demandas eran muy claras: además de exigir la jornada de 8 horas y el aumento salarial, hay una expresión solidaria hacia sus compañeros despedidos por distribuir hojas sindicales, por lo que piden su reintegración y como complemento está la petición del reconocimiento de su sindicato. La respuesta fue el uso de esquiroles y policías. En ese marco de sucesos, la FOA convoca a una asamblea masiva el 27 de diciembre que termina con una brutal represión por parte la policía.
Este escenario se repetirá en 1904 en varias ocasiones, las demandas serán muy similares y las respuestas del Estado también. La misma burguesía se da cuenta del crecimiento del descontento obrero, por lo que avanza combinando la represión abierta con la apertura del parlamento al PS. Así asume el cargo de diputado Alfredo Palacios. Como complemento a esto, se hace uso de la ideología nacionalista, promoviendo la preferencia en las contrataciones a los argentinos, alentando a la creación de un ambiente de repudio a los “migrantes nocivos”. Pero además el gobierno encomienda al médico Juan Bialet Massé, la realización de un estudio sobre la situación de los trabajadores. Es posible que el médico actuara con honradez e intentara describir la realidad, pero lo cierto es que la clase en el poder direcciona adecuadamente los resultados a sus objetivos.
El informe plantea en primer término una reivindicación del trabajador “criollo” (argentino), acentuando la campaña contra los migrantes; un ejemplo de lo que dice Bialet: “… el obrero criollo, menospreciado y tildado de incapaz, se ve como un paria en su tierra, trabajando más, haciendo trabajos en los que es irreemplazable y percibiendo un salario como para no morirse, […] a pesar de su superior inteligencia, sobriedad y adaptación al medio…”.
Enseguida va a hacer la crítica a la ideología conservadora de la patronal, a la que concibe como creadora de tensiones sociales: “La obcecación de la patronal llega a testarudez […] un fabricante de calzado que mantiene la jornada de diez y media horas, porque la vio en una gran fábrica alemana […] No ha querido, [aceptar jornada de 8 horas] y ahora tendrá que llegar a ello por la fuerza de la huelga, que se le impone, en una lucha estéril y dañosa para el obrero y para él mismo…”[22]
El cambio de FOA a FORA
El reconocimiento de la condición que viven los trabajadores, que, pese a todo, queda retratada en su informe por Bialet (presentado en abril de 1904) y pese a la decisión de hacer una ley laboral (aprobada el 31 de agosto de 1905) no elimina la práctica represiva del Estado. El accionar de la policía el 1 de mayo de 1904 en plaza Mazzini, de Buenos Aires lo evidencia: “La manifestación de la Federación Obrera, […] fue atacada salvajemente a tiros de revólver por la policía, con un pretexto cualquiera o sin pretexto alguno. Cuando los oradores designados se disponían a dirigir la palabra desde la estatua a la muchedumbre congregada y entusiasta, sonó un disparo, no se sabe de dónde ni por qué y esa fue la señal de la arremetida salvaje de la policía. Comenzó la dispersión de los manifestantes, mientras el suelo quedaba cubierto de heridos, casi un centenar. Los obreros que tenían armas repelieron el ataque y sus balas alcanzaron también a algunos agentes del escuadrón de seguridad…”[23]
Los allanamientos, las deportaciones, los arrestos, la represión en general y la terrible vida de la fábrica no rebajan la combatividad obrera, los sindicatos y federaciones no dejan de adherirse a la FOA y al crecer va radicalizando su discurso. Esa tendencia se percibe en el 4° congreso, el cual se realiza entre julio y agosto de 1904 y se destacará por convenir el cambio de la denominación de FOA, por el de Federación Obrera Regional Argentina (FORA).
El cambio de nombre responde a la estructura organizativa que toman. Por una parte, están las federaciones gremiales, por el otro la territorial, donde todas las federaciones gremiales de un mismo territorio conforman la federación local y las locales de una provincia forman una de comarca y todas ellas la regional de Argentina. Lo central de esto es la implantación de una estructura organizativa dual en la que cada parte tiene diferentes objetivos. Las federaciones gremiales asumen como tarea la obtención de mejoras económicas para su gremio, las locales en cambio al mezclar oficios y enlazar territorios, marcan objetivos que trascienden lo económico y gremial, planteándose la emancipación del proletariado. Por ello, esta estructura se levanta bajo un “Pacto de Solidaridad” con él buscan la unidad que les permita superar los intereses profesionales y gremiales, así como los límites espaciales. El proceso es entonces, fortalecer primero la organización en el plano nacional para luego pasar a crear “la gran confederación de todos los productores de la Tierra”.
Pero hay además en este congreso una parte dedicada a debatir sobre la “ley de residencia” y por supuesto sobre el proyecto de ley laboral.
El congreso se pronuncia en contra de ambas leyes, alertando a preparar la huelga general para enfrentar a la política de deportación. Sobre la ley laboral, el rechazo proviene de una desconfianza justificada, ya que el ministro del Interior, Joaquín V. González, advertía que el propósito del proyecto de ley era “evitar las agitaciones de que viene siendo teatro la República desde hace algunos años, pero muy particularmente desde 1902…”[24][i] Por eso ven en el proyecto una búsqueda por ajustar el accionar de los trabajadores a las líneas jurídicas del Estado.
Mientras que la FORA exponía su rechazo al proyecto porque “sólo favorecerá a los capitalistas, por cuanto ellos podrán eludir las responsabilidades que se les asignan y los obreros tendrán que cumplirlas fielmente.” En cambio, el PS será impulsor de la ley laboral, sobre todo a partir de que cuenta (desde marzo de 1904) con un diputado, el abogado Alfredo Lorenzo Palacios.
No obstante, hay otros sectores del propio PS que a través de La Vanguardia expondrán su coincidencia con las críticas concluidas por la FORA. La misma UGT no coincide con la postura oficial del PS y de su diputado y promueven campañas de repudio a la ley. Al final, esta ley termina por ser rechazada pero no por las críticas de los sindicatos, sino porque la agrupación patronal, Unión Industrial de Argentina (UIA), consideró un exceso la propuesta de establecer la jornada de 8 horas y el descanso dominical, por lo que manifestó su descontento y definió su olvido temporal.
Eso no evitó que los trabajadores se movilizaran ampliamente levantando la consigna de la jornada de 8 horas y el aumento salarial. Al mismo tiempo el gobierno de Manuel Quintana se preparaba para enfrentar las protestas mandatando al jefe de policía como árbitro de los conflictos laborales.
Desde septiembre de 1904 serán diversos los sectores de trabajadores que se movilizarán exigiendo la jornada de 8 horas, pero el descontento toma un mayor nivel cuando estalla la huelga de los trabajadores del comercio en Rosario, con la exigencia del descanso dominical. La respuesta inmediata de la policía fue la detención de la delegación sindical. Ante tales actitudes, la FORA y otros sindicatos no adheridos a esta federación, llevan a cabo un paro de labores los días 22 y 23 de noviembre. Se desarrolló toda una jornada de movilizaciones en las que los enfrentamientos con la policía fueron continuos, dejando heridos y varios obreros asesinados. La indignación creció y empujo a la unidad de la FORA con la UGT y el PS para la convocatoria de una huelga general solidaria en la ciudad de Rosario. El día 29 las actividades en Rosario empezaban a regularizarse, pero ya en Buenos Aires, la reunión de la FORA preparaba el paro general para el 1 y 2 de diciembre. La molestia y preocupación del Estado era de tal dimensión que se preparó de forma ostentosa, desplegando a policías y militares por toda la ciudad, e incluso instaló cañones en los suburbios y ancló en el puerto buques de guerra, pese a ello la huelga se lleva a cabo e incluso se extiende hacia Córdoba, Mendoza y Santa Fe. Las movilizaciones que seguirán a estas jornadas tendrán menor repercusión, incluso algunas de ellas, como las realizadas por los ferrocarrileros, serán aisladas. La situación se complicará y creará confusión a partir de la revuelta fallida del 4 de febrero de 1905, que buscaba derrocar al gobierno de Manuel Quintana, encabezada por el Partido Radical y comandada por Hipólito Yrigoyen.
Huelgas masivas y represión
El motín del 4 de febrero de 1905, denominado como “revolución cívico-militar” aunque es una pugna entre sectores de la burguesía por el poder, tiene una implicación hacia los trabajadores. El estado de sitio impuesto por el gobierno de Manuel Quintana impide cualquier tipo de manifestación masiva de los trabajadores, e incluso, sin que exista algún motivo real, acusa a sindicalistas anarquistas y socialistas de estar implicados en el motín. En ese marco de combate entre fracciones de la burguesía y pequeña burguesía, el gobierno desató una nueva oleada de persecución, la cual va a continuar después de levantado el estado de sitio. Prosigue la deportación de militantes sindicalistas y anarquistas de origen extranjero, pero ahora se agrega la persecución de militantes con nacionalidad argentina, de forma que se les detiene y exilia en Uruguay. La acentuada práctica represiva, sin embargo, no logra desmovilizar a los trabajadores.
En Argentina como en gran parte de Europa la primera década del siglo XX se caracteriza por la gran oleada de huelgas en las que las masas obreras participan activamente. Pero el avance combativo de los explotados en Argentina va acompañado de la respuesta represiva de la clase en el poder.
Apenas levantado el estado de sitio impuesto ante la rebelión de Yrigoyen, el 21 de mayo la FORA convoca una manifestación en el centro de Buenos Aires, la cual es atacada sin motivo aparente. Otra vez fue en mayo, pero ahora de 1909 y en Rosario cuando las masas obreras vuelven a ser reprimidas dejando varios muertos y decenas de heridos. No hubo un solo local sindical o de prensa obrera que no fuera asaltado por la policía.
Pero, pese a la amenaza constante, las demandas por mejoras en las condiciones de trabajo levantadas por los trabajadores del transporte de la ciudad iban tomando una mayor relevancia por el ambiente de combatividad en que se preparaban las manifestaciones del 1º de mayo y se anunciaba la posibilidad de extensión de la lucha.
Buscando extender el miedo y contener la expansión de las manifestaciones, el coronel Falcón ordena disparar contra los manifestantes, cayendo muertos más de una decena y muchos más heridos. Como respuesta, la huelga masiva vuelve a paralizar la ciudad durante 8 días, hasta que se aceptan las mejoras para los trabajadores del transporte, la liberación de los presos y la entrega de los locales sindicales tomados por la policía. Este acontecimiento en cierta medida anima dos acontecimientos importantes, aunque tienen diferente dimensión, a saber:
- El primer aspecto que motiva es la movilización, marcada por una amplia solidaridad y un accionar coordinado de las estructuras sindicales (FORA y UGT), animando a los trabajadores a buscar la unidad, lo cual, por cierto, es aprovechado por la UGT para replantear su propuesta unificadora. Así en el mes de septiembre de 1909, algunos de los gremios de la FORA y la UGT dan forma a la Confederación Obrera Regional Argentina (CORA).
- El segundo aspecto, que viene como secuela de la masacre de mayo, es la reaparición del anarquismo individualista. Como venganza de la masacre de mayo, el joven anarquista Radowitzky, decide ajusticiar al coronel Falcón… en años posteriores acciones similares se repetirán. Ante estos hechos, la FORA nunca expuso críticas a tales prácticas, por el contrario, las llegó a considerar como expresiones de clase.
De esta manera tenemos que los dos aspectos referidos tienen consecuencias políticas relevantes que se definen rápidamente:
1. La creación de la CORA condujo al fortalecimiento de una tendencia sindical promotora del alejamiento de las posturas socialistas y de las anarquistas, levantando el principio de apoliticismo (es decir no electoral), definiendo así una corriente con características de socialismo revolucionario, que va tomando forma muy rápidamente. Con la CORA, esta corriente va tomando un peso entre los trabajadores y se irá extendiendo de a poco, incluso promueve la integración masiva en la FORA. Ayudada por esta táctica de infiltración, logrará ganar presencia numérica que utilizará en 1915, durante el IX congreso de la Federación, para votar la eliminación de la definición anarquista, establecida en el V Congreso.
Esto va a conducir a que existan dos federaciones con el mismo nombre. Una orientada por el IX Congreso, por lo que se llamará FORA del IX Congreso, la otra federación, será formada por la minoría, que decide desconocer tal congreso y reivindicarse de los principios obtenidos por el V Congreso, es decir, recuperan su perfil de sindicato anarquista, por lo cual se llamará FORA del V Congreso.
Ambas federaciones levantan la postura reivindicativa y proclaman la emancipación de la clase obrera, lo que en un inicio las hace diferentes es la separación de los postulados anarquistas, de ahí se van derivando sus cambios en la forma de lucha. La FORA IX va dejando a la huelga masiva como arma de combate y el principio solidario se va desdibujando de su práctica, en tanto que considera que cada sindicato federado debe de actuar “como le convenga”. Y aunque siguen negando la participación parlamentaria, van buscando el acercamiento con las estructuras del Estado para la negociación de mejoras. El gobierno de Hipólito Yrigoyen ha de aprovechar esta disposición, ya que a la vez de que no duda en ordenar masacres de obreros, busca definir lazos legales a través de los “novenistas”.
La FORA del IX Congreso va a crecer numéricamente y a la par de ese ensanchamiento su acercamiento al Estado va a ser mayor; es así que en 1922 va a disolverse para formar la Unión Sindical Argentina (USA), la cual será, en 1930, la base para la fundación de la Confederación General del Trabajo (CGT), la cual estará originalmente orientada por el Partido Socialista y luego se tornará en instrumento del peronismo.
2. El acto llevado a cabo por Simón Radowitzky tiene también consecuencias políticas. El anarquista Cano Ruiz explica que el ajusticiamiento del policía Falcón, “provocó la ira de la reacción. Se decretó el estado de sitio por dos meses, se clausuraron los locales obreros (…) se detuvo a centenares de gente y se expulsó a cuantos extranjeros eran indeseables para las autoridades…” Incluso reconoce que se abre un proceso de reflujo importante, ya que analizando los hechos, dice más adelante: “Desde el acto de Radowitzky [14/09/1909] hasta 1916 la opresión fue tan cruel que el movimiento anarquista, y como consecuencia el movimiento obrero encarnado en la FORA, no pudieron dar señales de vida…”[25]. Es necesario exponer recuperando los efectos que provocó y que resume Cano Ruiz, lo alejado que estas prácticas terroristas están del combate masivo de la clase obrera. Aun cuando se le vea con simpatía (por sentirlo como un acto de justicia), exponen una debilidad en tanto expresa una filtración de la ideología pequeñoburguesa y de estamentos que no tienen perspectiva de futuro, que viven en la desesperación y la desconfianza del accionar de la masa asalariada, por lo que optan por prácticas individualistas, escondiendo tras la fachada de heroicidad, una fuerte impaciencia, escepticismo y desmoralización por lo que, como ya lo hemos dicho en otras ocasiones: “tienen más que ver con el suicidio espectacular que con un combate para alcanzar una meta.”[26].
Tenemos así un crecimiento de las dificultades para la expresión y organización de la combatividad obrera, hay, por un lado, el acercamiento de la FORA IX a la estructura del Estado y casi a la par, hay una pérdida de la vida proletaria del PS, en tanto se acrecienta su ilusión parlamentaria y su postura nacionalista (llegando a solicitar la entrada de Argentina en la Gran Guerra), pero lo que confirmará su salida del campo proletario será su condena a la revolución rusa. Por otra parte, la represión tendrá un efecto desmoralizante y de desesperanza temporal entre los trabajadores, lo cual se profundizará con la confusión provocada por la reactivación del anarquismo individualista, que se concentrará en el cumplimiento de actos terroristas.
En ese período de confusión y de continuos ataques a los trabajadores, solo acontecimientos de gran magnitud como la revolución rusa logran romper el reflujo y la desmoralización. Abad de Santillán sintetiza así: “Hubo momentos en el agitado período de 1918 a 1921 en que realmente la revolución llamaba a nuestras puertas y nos hacía sentir el júbilo de la hora suprema de todas las reivindicaciones. Una ola internacional de entusiasmo solidario conmovió a los esclavos modernos (…) Surgió una Rusia preñada de promesas de libertad de entre los escombros del zarismo…”[27] Aunque luego desde la FORA V se tendrá una crítica hacia el bolchevismo, no deja de reconocer el significado histórico para los explotados.
Solo habiendo roto ese reflujo, las masas obreras pueden volver a la defensa de sus condiciones de vida, como lo hicieron ampliamente entre 1919 y 1921. Retomaremos la experiencia de los combates encabezados por la FORA V en una segunda parte.
Rojo / marzo-2015
[1] Revista Internacional: n° 118, "Historia del movimiento obrero: lo que distingue al sindicalismo revolucionario". Esta serie incluye los artículos siguientes : sobre la CGT de Francia (Revista internacional n° 120), la CNT en España (Revista internacional n° 128, 129, 130, 131, 132), la FAU de Alemania (Revista internacional n° 137, 141, 147 y 150) y los IWW en Estados Unidos (Revista internacional n° 124 y 125)
[2] La Nación, 21-01-1879, citada por Raúl Ernesto Comba en “20/20: 4 décadas en la historia de Banderaló. 1800-1920”. Editorial Dunken, BA, 2012, p.47.
[3] Aunque G.A. Lallemant tiene una actividad relevante en el impulso de la organización y la difusión del socialismo en la última década del siglo XIX, este personaje y con él una parte de la socialdemocracia, se va acercando al partido burgués liberal denominado “Unión Cívica Radical”.
[4] “La Protesta Humana”, 3 de septiembre de 1899, citada por Diego Abad de Santillán en “La F.O.R.A: ideología y trayectoria”. Ubicado en: https://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/fora/22.html [53]
[5] Son muchos los tangos que tejen sus historias en estas precarias viviendas, las cuales llegaba el caso en que se saturaban y entonces se colocaban bancos junto a sogas fijadas en la pared y así poder dormir sentados sostenidos por la cuerda. A esa forma de descansar se le denominaba, en el lunfardo usado en los barrios, “maroma”.
[6] Abad de Santillán, Óp. Cit.
[7] Sólo para ver el proceso de degradación que va toman do el PS, recordemos que Juan B. Justo en 1919 dicta conferencias de condena a la revolución rusa y en particular contra los bolcheviques. Y en su escrito de 1925, Internacionalismo y patria, critica a los comunistas (en particular a Lenin y Luxemburgo) por no defender el libre mercado, bajo la lógica que, si afirman que la guerra es por los mercados, entonces, dice, hay que quitar esa razón “abriendo todos los mercados a la libre circulación del capital internacional…”
[8] En 1918 se forma el PSIA, declarándose partidario de los postulados de la Conferencia de Zimmerwald y en apoyo a la Revolución Rusa y al Partido Bolchevique.
[9] El historiador Zaragoza Ruvira, ubica otras publicaciones “individualistas” pero su actividad se diluye años antes de finalizar el siglo XIX. Algunas de ellas son: El Perseguido (1890-97), La Miseria (1890), La liberté (1893-94), Lavoriamo (1893)...
[10] Citado en nuestro artículo de la Revista Internacional n° 120, “Historia del Movimiento obrero: El anarcosindicalismo frente al cambio de Época; la CGT francesa hasta 1914”
[11] La Protesta Humana, 17 de noviembre de 1900, citada en https://anarquismoenlaargentina.blogspot.mx/2012/12/federacion-obrera-re... [54].
[12] Citado por Abad de Santillán.
[13] Citado por Dardo Cúneo, “Las dos corrientes del movimiento obrero en el 90”, en Claves de la historia argentina, Argentina 1968.
[14] Oved, op cit. p.165.
[15] Op. cit p.168.
[16] Bilsky, Edgardo J. La F.O.R.A. y el movimiento obrero, 1900-1910. Editor de América Latina. Argentina 1985. p. 194
[17] Como dice el famoso tango ‘‘Cambalache” (1934)
[18] Estos intentos de divisiones de trabajadores de la burguesía argentina no nos deben sorprender. “Durante mucho tiempo, el movimiento obrero en Estados Unidos estuvo muy preocupado por las divisiones entre quienes habían nacido en el país, los obreros anglófonos (aunque ya fueran éstos la segunda generación de emigrantes) y los obreros inmigrados recién llegados, los cuales no hablaban y leían poco o nada en inglés. En su correspondencia con Sorge en 1893, Engels lo ponía en guardia contra el uso cínico que hacía la burguesía de las divisiones en el seno del proletariado y que retrasaban el desarrollo del movimiento obrero en Estados Unidos. En efecto, la burguesía utiliza hábilmente todos los prejuicios raciales, étnicos, nacionales y lingüísticos para dividir a los obreros entre sí y contrarrestar así el desarrollo de una clase obrera capaz de concebirse a sí misma como una clase unida.” Ver nuestro artículo "IWW (1905-1921): el fracaso del sindicalismo revolucionario en Estados Unidos (I)" de Revista Internacional nº 124; https://es.internationalism.org/revista-internacional/200602/513/histori... [55].
Del mismo modo, en Brasil, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, una inmigración masiva de trabajadores procedentes de Italia, España, Alemania, etc. constituía la fuerza de trabajo necesaria para la industria que estaba empezando a florecer, cambiado significativamente la composición del proletariado en aquel país. A partir de 1905 comenzaron a reunirse las minorías revolucionarias, compuestas principalmente por inmigrantes. La represión policial expulsó a los inmigrantes activos. (Ver nuestro artículo en Revista Internacional n° 151, "1914-23: 10 años que sacudieron el mundo. Los ecos de la Revolución Rusa de 1917 en América Latina: Brasil 1917-19, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201305/3729/los-ec... [56])
[19] Op. cit p. 204
[20] La UGT en España se constituye en 1888, teniendo, como en Argentina, una cercanía con el Partido Socialista (PSOE). Ambas centrales sindicales tienen un origen similar y el mismo nombre, pero a pesar de las coincidencias no encontramos entre ellas una relación política u orgánica.
[21] Citado por Abad de Santillán.
[22] Juan Bialet Massé. Informe sobre el estado de las clases obreras argentinas, volumen I, ubicado en www.trabajo.gba.gov.ar/informacion/./Volumen1%20Bialet%20Mass [57]é.pdf
[23] Abad de Santillán, op. cit.
[24] Citado por S. Marotta en El movimiento sindical argentino. Argentina, 1960, p. 194.
[25] Cano Ruiz. ¿Qué es el anarquismo? Editorial Nuevo tiempo. México, 1985, p. 272.
[26] Para ampliar argumentos, recomendamos leer: “Terror, terrorismo y violencia de clase [58]”, en Revista Internacional, nº 14, 1978.
[27] Abad de Santillán, “Breviario de la contrarreacción”, en La Protesta 110, 1924.
Links
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[3] https://es.internationalism.org/files/es/159-cataluna-esp.pdf
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[26] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=5991#_ftnref3
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[45] https://es.internationalism.org/en/tag/2/33/la-cuestion-nacional
[46] https://es.internationalism.org/files/es/159-3-estadosunidosydemas.pdf
[47] https://de.internationalism.org/iksonline/wahlen-deutschland-2017-nach-dem-erfolg-der-populisten]
[48] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201710/4236/amenaza-de-guerra-entre-corea-del-norte-y-estados-unidos-la-loca-irrac]
[49] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
[50] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201707/4218/incendio-de-la-torre-grenfell-crimen-del-capital
[51] https://es.internationalism.org/en/tag/3/45/descomposicion
[52] https://es.internationalism.org/files/es/rint-e-la_fora_i.pdf
[53] https://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/fora/22.html
[54] https://anarquismoenlaargentina.blogspot.mx/2012/12/federacion-obrera-regional-argentina.html
[55] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200602/513/historia-del-movimiento-obrero-iww-1905-1921-el-fracaso-del-sindical
[56] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201305/3729/los-ecos-de-la-revolucion-rusa-de-1917-en-america-latina-brasil-19
[57] http://www.trabajo.gba.gov.ar/informacion/./Volumen1%20Bialet%20Mass
[58] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197806/944/terror-terrorismo-y-violencia-de-clase
[59] https://es.internationalism.org/en/tag/situacion-nacional/lucha-de-clases-1
[60] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/argentina
[61] https://es.internationalism.org/en/tag/21/218/sindicalismo-revolucionario
[62] https://es.internationalism.org/en/tag/corrientes-politicas-y-referencias/sindicalismo-revolucionario
[63] https://es.internationalism.org/en/tag/2/30/la-cuestion-sindical