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La tragedia kurda es la enésima demostración de la barbarie sangrienta que constituye la llamada “liberación nacional de los pueblos”.
Estados Unidos, Gran Bretaña, Turquía, Irán, los distintos imperialismos protagonistas del desmán guerrero del Golfo, han alentado a los kurdos a alzarse en armas por “su liberación nacional” y hoy vemos como dejan que Sadam Hussein los aplaste y provoque un nuevo genocidio.
Todos son cómplices de la matanza y todos han utilizado la “liberación nacional” como arma arrojadiza, moneda de cambio y hoja de parra, en su brutal concurrencia imperialista. En esta jauría hay que incluir a los propios líderes kurdos que han llegado a un acuerdo con el carnicero de Bagdad para reducir la “independencia nacional” al “primer paso” de la “autonomía”, ¡“primer paso” que han recorrido en 1970, 1975. 1981… ¡
El capitalismo ha entrado en su fase terminal: la descomposición[1]. En ella van a proliferar cada vez más, guerras como la del Golfo y matanzas étnico-nacionalistas como las de Yugoslavia, URSS o las mutuas entre árabes y kurdos en Irak. Ambas tienen como bandera la “liberación nacional” que, en unos casos, es el disfraz cínico de las ambiciones imperialistas de los Estados, y especialmente las grandes potencias, y en otros es una borrachera irracional que arrastra a masas embrutecidas y desesperadas. En ambos casos, es expresión de la quiebra mortal del orden capitalista, de la amenaza que representa para la supervivencia de la humanidad[2].
Frente a ello, sólo el proletariado puede plantear una perspectiva de reorganización de la sociedad en torno a relaciones sociales basadas en la unificación real de la humanidad, en la producción consagrada a la plena satisfacción de las necesidades humanas, en la comunidad mundial de los hombres libres e iguales que trabajan por y para sí mismos.
Para orientar sus luchas en torno a esta perspectiva, el proletariado debe rechazar planteamientos como la “liberación nacional” que lo atan a la vieja sociedad[3]. Este artículo es la primera parte de una serie de balance histórico de la liberación nacional. Se va a consagrar a la oleada revolucionaria de 1917-23 y quiere ilustrar que, en ella, la liberación nacional representó un factor clave en su fracaso y proporcionó a los Estados capitalistas una tabla de salvación a la que se agarraron para mantenerse en pie con la trágica secuela de guerras y barbarie que ha aportado la supervivencia del régimen capitalista los últimos 70 años.
El segundo Congreso de la Internacional Comunista (marzo 1920) adopta las Tesis y adiciones sobre los problemas nacional y colonial cuya idea básica es: “Todos los acontecimientos de la política mundial convergen en un punto central: la lucha de la burguesía mundial contra la República Soviética de Rusia, que de un modo inevitable agrupa en su derredor, por una parte los movimientos soviéticos de los obreros de vanguardia de todos los países, y por otra, a todos los movimientos de liberación nacional de los países coloniales y de las nacionalidades oprimidas, que se convencen por amarga experiencia que no existe para ellos otra salvación que el triunfo del poder de los Soviets sobre el imperialismo mundial” (Segundo Congreso de la Internacional Comunista).
Esta esperanza fue rápidamente desmentida por los hechos desde el principio de la Revolución Rusa. El apoyo a las luchas de “liberación nacional” practicado por la Internacional Comunista y el bastión proletario en Rusia, constituyó una barrera contra la extensión mundial de la revolución proletaria y debilitó profundamente la conciencia y la unidad del proletariado internacional contribuyendo al fracaso de sus intentos revolucionarios.
La Revolución de Octubre era el primer paso en el movimiento revolucionario del proletariado a escala mundial: “lo que demuestra la visión política de los bolcheviques, su firmeza de principios y su amplia perspectiva es que hayan basado toda su política en la Revolución Proletaria Mundial” (Rosa Luxemburgo, La Revolución Rusa).
De acuerdo con este planteamiento donde lo esencial era la extensión internacional de la Revolución, el apoyo a los movimientos de liberación nacional en los países sometidos por las grandes metrópolis imperialistas fue concebido como una táctica para ganar apoyos adicionales a la Revolución Mundial.
Desde Octubre 1917, los bolcheviques impulsaron la independencia de los países que el imperio Zarista había mantenido sojuzgados: los países bálticos, Finlandia, Polonia, Ucrania, Armenia, etc. Pensaban que tal actitud granjearía al proletariado revolucionario unos apoyos imprescindibles para resistir en el poder en espera de la maduración y el estallido de la Revolución Proletaria en los grandes países europeos y especialmente en Alemania. Estas esperanzas no se cumplieron en absoluto:
- En Finlandia el gobierno soviético reconoció su independencia el 18 de diciembre de 1917. En ese país el movimiento obrero era muy fuerte, estaba en pleno ascenso revolucionario, mantenía fuertes vínculos con los obreros rusos y había participado de forma activa en la Revolución de 1905 y en la de 1917. Realmente no se trataba de un país dominado por el feudalismo sino de un territorio capitalista muy desarrollado, cuya burguesía utilizó el regalo soviético para aplastar la insurrección obrera que estalló en enero de 1918. La lucha duró casi tres meses y, pese a la ayuda decidida que los Soviets prestaron a los obreros finlandeses, el nuevo Estado consiguió destruir el movimiento revolucionario gracias a las tropas alemanas que llamó en su apoyo.
- En Ucrania el nacionalismo local no representaba un verdadero movimiento burgués, sino que más bien expresaba de manera desviada los vagos resentimientos de los campesinos contra los terratenientes de origen ruso y, sobre todo, polaco. El proletariado de la región provenía de todos los territorios de Rusia y estaba muy desarrollado. En tales condiciones la banda de aventureros nacionalistas que constituyeron la “Rada ucraniana” (los Vinnichenko, Petliura, etc.) buscaron rápidamente el patronazgo del imperialismo alemán y austriaco a la vez que se dedicaban, con todas sus fuerzas, a atacar a los Soviets Obreros que se habían formado en Jarkov y otras ciudades. El general francés Tabouis, ante el derrumbe de los imperialismos centrales, sustituyó la influencia alemana y empleó las falanges reaccionarias ucranianas en la guerra de los guardias blancos contra los Soviets.
“El nacionalismo ucraniano era un mero capricho, una tontería de unas pocas docenas de intelectuales pequeñoburgueses, sin ninguna raíz económica, política o sicológica. No se apoyaba en ninguna tradición histórica, ya que Ucrania nunca fue una nación ni tuvo gobierno propio, ni tampoco una cultura nacional… ¡Se le dio tanta importancia a lo que en sus comienzos fue una simple farsa, que la farsa se transformó en una cuestión política fundamental, no como movimiento nacional serio, sino como flamante bandera de la contrarrevolución¡ En Brest asomaron las bayonetas alemanas de adentro de este huevo podrido”. (Rosa Luxemburgo, La Revolución Rusa).
- En los países bálticos (Estonia, Letonia Lituania) los Soviets Obreros tomaron el poder en el momento de la Revolución de Octubre, la “liberación nacional” fue realizada por ¡la marina británica ¡ “ A la terminación de las hostilidades con Alemania, aparecieron unidades navales británicas en el Báltico y la República soviética de Estonia se derrumbó en enero de 1919; la letona se sostuvo en Riga durante 5 meses para acabar sucumbiendo ante la amenaza de los cañones ingleses” (E.-H. Carr: La revolución bolchevique, tomo 1, p. 330).
- En la Rusia Asiática, “un gobierno baskir bajo el mando de un tal Calidov, que había proclamado el Estado baskir autónomo después de la Revolución de Octubre, se pasó a los cosacos de Oremburgo que estaban en guerra declarada contra el gobierno soviético y esto era caso típico de la actitud dominante de los nacionalistas” (E,-H. Carr, ídem, p. 338).
Por su parte, el gobierno “nacional-revolucionario” de Kokanda (en Asia Central) con un programa que incluía la instauración de la ley islámica, la defensa de la propiedad privada y la reclusión forzada de las mujeres libró una guerra feroz contra el Soviet obrero de Tashkent (la principal ciudad industrial del Turquestán ruso).
- En el Cáucaso se formó una República Transcaucásica cuya tutela se disputaron Turquía, Alemania y Gran Bretaña, lo que la hizo estallar en 3 Estados “independientes” (Georgia, Armenia y Azerbaiyán) ferozmente enfrentados entre sí por motivos étnicos, azuzados a su vez por cada uno de los imperialismos en liza. Sin embargo, todos coincidieron en el hostigamiento feroz contra el Soviet Obrero de Bakú que durante 1917-20 sufrió los bombardeos y las matanzas de los ingleses.
- En Turquía, el gobierno soviético apoyó a Kemal Attaturk, el “nacionalista-revolucionario” padre de la “nueva Turquía”. Radek, en nombre de la Internacional Comunista, exhortó al recién formado Partido comunista turco a sostenerlo: “vuestra primera tarea, tan pronto como os hayáis formado como partido independiente, será apoyar el movimiento en pro de la libertad nacional de Turquía” (Actas de los 4 primeros congresos de la IC). El resultado fue catastrófico: Kemal aplastó sin contemplaciones las huelgas y movilizaciones del joven proletariado turco y, cuando las tropas griegas fueron derrotadas y los británicos abandonaron Constantinopla, a cambio de la lealtad turca, rompió la alianza con los Soviets y ofreció a los ingleses la cabeza de los comunistas turcos que fueron ferozmente perseguidos.
- Polonia: Mención aparte merece el caso polaco. La emancipación nacional de Polonia había sido casi un dogma en la Segunda Internacional. Cuando, a fines del siglo XIX, Rosa Luxemburgo demostró que esa consigna era errónea y peligrosa pues el desarrollo capitalista había asociado estrechamente la burguesía polaca a la rusa y a la casta imperial zarista, se levantaron en el seno de la Internacional tempestuosas polémicas. La verdad era, sin embargo, que los obreros de Varsovia, de Lodz, etc., habían estado a la vanguardia de la Revolución de 1905 y de su seno habían salido destacados militantes revolucionarios como la propia Rosa. Lenin había reconocido prácticamente que “La experiencia de la Revolución de 1905 demostró que aún en esas dos naciones –se refiere a Polonia y Finlandia- las clases dirigentes, los terratenientes y la burguesía, renuncian a la lucha revolucionaria en pro de la libertad y buscan el acercamiento a las clases dirigentes de Rusia y a la monarquía zarista por miedo al proletariado revolucionario de Finlandia y Polonia” (Actas de la Conferencia del Partido en Praga, 1912). Desgraciadamente, los bolcheviques, presos del dogma de la “autodeterminación nacional de los pueblos”, favorecieron desde octubre de 1917 la independencia de Polonia. El 29 de agosto de 1918 el Consejo de comisarios del pueblo declaraba: “Todos los tratados y actas firmados por el gobierno del antiguo imperio ruso con los gobiernos del reino de Prusia o el Imperio de Austria-Hungría en relación a Polonia, quedan irrevocablemente rescindidos por la presente, en vista de su incompatibilidad con el principio de autodeterminación de las naciones y con el sentido revolucionario del derecho del pueblo ruso, que reconoce el derecho del pueblo polaco a reclamar su independencia y su unidad”.
Si es justo que el bastión proletario denuncie y anule los tratados secretos de los gobiernos burgueses, en cambio, es un grave error hacerlo en nombre de “principios” que no pertenecen al terreno proletario sino al terreno burgués como el “derecho de los pueblos”. Y esto se vio rápidamente en la práctica: Polonia cayó bajo la férrea dictadura de Pilsudski, veterano social patriota, que aplastó las huelgas obreras, alineó Polonia con Francia y Gran Bretaña y apoyó activamente los Ejércitos Blancos contrarrevolucionarios, invadiendo Ucrania en 1920.
Cuando en respuesta a la agresión, las tropas del Ejército Rojo entraron en territorio polaco y avanzaron hacia Varsovia con la esperanza de que los obreros se sublevarían contra el poder burgués, una nueva catástrofe se produjo para la causa de la Revolución mundial: los obreros de Varsovia, los mismos de 1905, cerraron filas en torno a la “nación polaca” y participaron en la defensa de la ciudad contra las tropas soviéticas. Era la trágica consecuencia de años de propaganda de la Segunda Internacional y después del bastión proletario en Rusia del dogma de la “independencia nacional” de Polonia[4].
El balance de esta política es catastrófico: los proletariados locales fueron derrotados, las nuevas naciones no “agradecieron” el regalo bolchevique y rápidamente se pusieron en la órbita del imperialismo británico o francés, colaborando al bloqueo por hambre del país de los Soviets y sosteniendo por todos los medios a la contrarrevolución blanca que provocó una sangrienta guerra civil.
“Los bolcheviques aprendieron con gran perjuicio para sí mismos y para la revolución, que bajo la dominación capitalista no existe la autodeterminación de los pueblos, que en la sociedad de clases cada clase en la nación lucha por “determinarse” de una manera distinta, y que para las clases burguesas la concepción de la liberación nacional está totalmente subordinada a la del dominio de su clase” (Rosa Luxemburgo, La Revolución Rusa).
Los bolcheviques pensaban que “para afirmar la unidad internacional de los obreros primero hay que desarraigar todo vestigio de la pasada desigualdad y discriminación entre naciones”. ¿No habían estado sometidos los obreros de estos países al nacionalismo reaccionario del imperio zarista?, ¿no suponía ello un obstáculo a su unidad con los obreros rusos que podían ser vistos como cómplices del chauvinismo gran ruso? De una manera más general ¿los jóvenes proletariados de los países coloniales y semicoloniales no estarían enfrentados con sus hermanos de las grandes metrópolis mientras no alcanzaran sus países la independencia nacional?
Es cierto que el capitalismo ha creado el mercado mundial de forma anárquica y violenta, sembrando por todas partes una secuela de opresiones y discriminaciones de toda índole, especialmente de orden nacional, lingüístico, étnico, etc., que pesan duramente sobre los obreros de los distintos países, dificultando su proceso de unificación y toma de conciencia.
Sin embargo, es erróneo y peligroso pretender curar esas secuelas animando la formación de nuevas naciones que, además de no ser viables económicamente –dada la saturación del mercado mundial-, lo único que hacen es reproducirlas a una escala más vasta.
La experiencia de la “liberación nacional” de los pueblos periféricos del imperio zarista fue concluyente. Los nacionalistas polacos utilizaron la “independencia” para perseguir a las minorías judías, lituanas y alemanas; en el Cáucaso, los georgianos persiguieron a los armenios y a los absajios, los armenios a los turcomanos y los azeríes, estos últimos a los armenios…; la Rada ucraniana declaró su ojeriza contra rusos, polacos y judíos…Y, verdaderamente, aquéllos enfrentamientos han sido un pálido anuncio de la horrible pesadilla que ha venido después en el capitalismo decadente: recordemos, simplemente, la orgía sangrienta de los hindús contra los musulmanes en 1947, la de los croatas contra los serbios durante la ocupación nazi y la venganza de estos contra los primeros una vez “liberada” Yugoslavia por Tito. ¿Qué decir del sangriento aquelarre de pogromos nacionalistas que está encharcando en sangre actualmente todo el Este europeo y la Rusia asiática? Seamos claros: la “liberación nacional” no cura las opresiones nacionales, sino que las reproduce aún más irracionalmente. Es como apagar el fuego con gasolina.
Solo en el proletariado, en su ser y en su lucha revolucionaria, se hallan las bases para combatir y superar todas las discriminaciones de tipo nacional, lingüístico o étnico que engendra el capitalismo. “La gran industria ha creado una clase que en todas las naciones se mueve por el mismo interés y en la que ha quedado destruida ya toda nacionalidad; una clase que se ha desentendido realmente de todo el viejo mundo y que, al mismo tiempo, se enfrenta a él” (Marx-Engels, La Ideología Alemana).
Los bolcheviques, siempre desde un planteamiento de reforzar la Revolución Mundial, pensaban poder ganar a las capas no explotadoras de esas naciones –campesinos, ciertas clases medias, etc., - mediante el apoyo a la “liberación nacional” y a las otras medidas clásicas del programa de las revoluciones burguesas (reforma agraria, libertades políticas…).
Esas capas ocupan en la sociedad burguesa una posición inestable, son básicamente heterogéneas y no tienen ningún porvenir como tales. Aunque oprimidas por el capitalismo carecen, sin embargo, de un interés propio y, de tenerlo, está ligado claramente a la conservación del capitalismo. El proletariado no puede ganarlas ofreciéndoles una plataforma basada en la “liberación nacional” y otras reivindicaciones situadas en el terreno burgués. Con tales propuestas las empuja a los brazos de la burguesía que puede manipularlas con promesas demagógicas para lanzarlas después contra el proletariado.
Es cierto que los puntos del programa burgués al que son más sensibles las capas campesinas y pequeñoburguesas (la reforma agraria, las libertades en el terreno nacional, lingüístico, etc.), jamás han sido totalmente cumplidos por la burguesía. Más aún, en el período de decadencia del capitalismo, las nuevas naciones son incapaces de cumplir tales puntos que constituyen, evidentemente, una utopía reaccionaria, imposible bajo un capitalismo que no tiende a la expansión sino a convulsiones cada vez más violentas.
Pero ¿quiere eso decir que el proletariado debe recoger esas reivindicaciones, que la evolución histórica ha echado al cubo de la basura, para, por así decirlo, “demostrar que es más consecuente que la burguesía”? ¡En manera alguna ¡Este enfoque, que pesó indiscutiblemente sobre los bolcheviques y otras fracciones revolucionarias, era un residuo mal eliminado de los planteamientos gradualistas y reformistas que habían acabado llevando al traste a la Socialdemocracia! Es una visión especulativa e idealista del capitalismo pensar que tiene que cumplir su “programa” al 100% y en todos los países para que la humanidad esté lista para el comunismo. Eso es una utopía reaccionaria que no se corresponde con la realidad de un sistema de explotación cuya finalidad no es cumplir un supuesto proyecto social sino obtener plusvalía. Si ya en el período ascendente, la burguesía, una vez alcanzado el poder, dejaba a medias su “programa” pactando con frecuencia con las viejas clases feudales, una vez formado el mercado mundial y entrado en su declive histórico, tal “programa” se ha convertido en una burda mistificación.
El proletariado abre una grieta en su alternativa revolucionaria si se plantea realizar el “programa inacabado de la burguesía” y a esa grieta se agarra el poder burgués como tabla de salvación. La mejor forma de ganar a su causa a las capas no explotadoras o, al menos, de neutralizarlas en el enfrentamiento decisivo con el Estado burgués, es afirmar plena y consecuentemente su propio programa: la perspectiva de abolición de los privilegios de clase, la esperanza de una nueva organización de la sociedad que asegure la existencia humana, su afirmación clara y resuelta como clase autónoma, como fuerza social que se presenta abiertamente como candidato a la toma del poder, su organización masiva en Consejos Obreros.
“No pudiendo asignarse como objetivo el de constituir nuevos privilegios, el proletariado no puede establecer su base de lucha más que sobre posiciones políticas que resultando de su programa particular de clase –el proletariado representa entre las diversas clases de la sociedad capitalista, la única que puede construir la sociedad del mañana- puedan arrastrar, en la lucha, las capas sociales medias… Estas clases no se unirán al proletariado más que en circunstancias históricas particulares donde las contradicciones del régimen capitalista alcanzan su eclosión y el proletariado pasa al asalto revolucionario; entonces sentirán la necesidad de mezclar su lucha desesperada a la lucha consciente del proletariado” (Bilan No 5, “Los principios: arma de la revolución”).
La Revolución proletaria no es una fatalidad producto de las condiciones objetivas por lo que cualquier expediente táctico sería válido con tal de alcanzarla. Aunque sea una necesidad histórica y sus bases objetivas hayan sido aportadas por la formación del mercado mundial y del proletariado, la revolución comunista es esencialmente un acto consciente.
Por otra parte, el proletariado, a diferencia de las clases revolucionarias del pasado, no posee ningún poder económico previo en la vieja sociedad, es una clase explotada y revolucionaria a la vez. Todo ello hace decisivas y únicas en la historia, sus armas para destruir la vieja sociedad: la unidad y la conciencia, armas que, a su vez, constituyen los fundamentos de la nueva sociedad.
Por consiguiente, es vital para el avance de su lucha que “en cada ocasión, el problema que el proletariado debe plantearse no es el de obtener la mayor ventaja o el mayor número de aliados, sino el de ser coherente con el sistema de principios que rige su clase… Las clases deben darse una configuración orgánica y política, sin la cual, a pesar de haber sido elegidas por la evolución de las fuerzas productivas, corren el riesgo de permanecer por largo tiempo aprisionadas por la vieja clase que, a su vez, -para resistir- aprisionará el curso mismo de la evolución económica” (Bilan No 5, Ídem).
Desde ese punto de vista el apoyo a las “luchas de liberación nacional” durante el período revolucionario de 1917-23 tuvo desastrosas consecuencias para el conjunto del proletariado mundial y para su vanguardia –la Internacional Comunista-.
En la época histórica de la lucha decisiva entre el Capital y el Trabajo, abierta por la Primera Guerra Mundial, donde no hay más alternativa que Revolución internacional del proletariado o sumisión del proletariado al interés nacional de cada burguesía, el apoyo a la “liberación nacional”, aunque se conciba como elemento “táctico” conduce a la disgregación, corrupción y descomposición de la conciencia proletaria.
Ya hemos visto que la “liberación” de los pueblos periféricos del viejo imperio zarista no aportó ninguna ventaja a la Revolución rusa, sino que contribuyó a crear un cordón sanitario a su alrededor: un grupo de naciones, con proletariados combativos y vieja tradición, se cerraron a cal y canto a la penetración de las posiciones revolucionarias y cavaron un abismo infranqueable entre los obreros rusos y los obreros alemanes. ¿Cómo fue posible que los obreros de Polonia, de Ucrania, de Finlandia, de Bakú, de Riga, que habían estado a la cabeza de las revoluciones de 1905 y 1917, que habían engendrado militantes comunistas de la claridad y la entrega de Rosa Luxemburgo, Piatakov, Jogiches…, fueran rápidamente derrotados y aplastados en 1918-20 por sus propias burguesías y se opusieran, incluso, con rabia, a las consignas bolcheviques?
En ello influyó, decisivamente, el veneno nacionalista: “El simple hecho de que la cuestión de las aspiraciones nacionalistas y tendencias a la separación fuera introducida en medio de la lucha revolucionaria, incluso puesta sobre el tapete y convertida en santo y seña de la política socialista y revolucionaria como resultado de la paz de Brest, produjo la mayor confusión en las filas socialistas y realmente destruyó las posiciones ganadas por el proletariado en los países limítrofes” (Rosa Luxemburgo, Ídem).
La “liberación nacional” con la misma fuerza con la que empujó a los obreros de esos países al cebo ilusorio de la “independencia y el desarrollo del país, liberado del yugo ruso”, los alejó más y más del proletariado ruso, con el que habían compartido tantas y tantas luchas y que en esos momentos daba el primer paso en el combate decisivo.
La Internacional, el Partido Comunista Mundial, es el factor clave en la conciencia de clase del proletariado, por lo que su claridad y coherencia política son vitales. El apoyo a la liberación nacional tuvo un papel decisivo en la degeneración oportunista de la Internacional Comunista.
La Internacional Comunista se constituyó sobre un principio central: el capitalismo ha entrado en su decadencia histórica, debido a ello, la tarea del proletariado ya no puede ser la de reformarlo o mejorarlo, sino, la de destruirlo: “Una nueva época surge. Época de disgregación del capitalismo, de su hundimiento interior. Época de la revolución comunista del proletariado”. Sin embargo, el apoyo a la “liberación nacional” abría una grieta muy peligrosa en esa claridad de base, constituía una puerta abierta al oportunismo pues introducía una tarea que pertenecía al viejo orden social dentro del programa de destrucción de ese viejo orden. La táctica de combinar la lucha revolucionaria en las metrópolis y la lucha de “liberación nacional” en las colonias y semicolonial, llevaba a concluir que la hora de la destrucción del capitalismo no había llegado todavía: bien, ya sea admitiendo que el mundo estaría dividido entre dos áreas (una “madura” para la revolución proletaria y otra donde el capitalismo no se había desarrollado aún) o bien, reconociendo palmariamente que aún existían posibilidades de expansión del capitalismo (ninguna otra cosa implica para los marxistas la posibilidad de “luchas de liberación nacional”).
Este germen de confusión, esta puerta abierta al oportunismo se fue desarrollando más y más con el reflujo de las luchas revolucionarias del proletariado en Europa.
El partido no es un producto pasivo del movimiento de la clase, sino un factor activo en su desarrollo. Si su claridad y determinación son cruciales para el éxito de la Revolución proletaria, sus confusiones, ambigüedades e incoherencias contribuyen poderosamente a la confusión y derrota de la clase. La involución de la Internacional Comunista en su postura sobre la cuestión nacional así lo testimonia.
El primer Congreso, situado en plena alza de las luchas plantea como tarea la abolición de las fronteras nacionales: “El resultado final de los procedimientos capitalistas de producción es el caos, y ese caos solo puede ser vencido por la mayor clase productora, la clase obrera. Ella es la que debe instituir el orden verdadero, el orden comunista. Debe quebrar la dominación del capital, imposibilitar las guerras, borrar las fronteras entre Estados, transformar el mundo en una vasta comunidad que trabaje para sí misma, realizar los principios de la solidaridad fraternal y la liberación de los pueblos”.
Del mismo modo, pone en evidencia que los pequeños Estados no pueden romper el yugo del imperialismo y no pueden sino someterse a su juego: “en los Estados vasallos y en las Repúblicas que la Entente acaba de crear (Checoslovaquia, países eslavos meridionales, a los que hay que agregar Polonia, Finlandia, etc.), la política de la Entente apoyada en las clases dominantes y los social-nacionalistas, apunta a erigir centros de un movimiento nacional contrarrevolucionario. Ese movimiento debe estar dirigido contra los pueblos vencidos, debe mantener en equilibrio a las fuerzas de los Estados nuevos y someterlos a la Entente, debe frenar los movimientos revolucionarios que surgen en las nuevas repúblicas “nacionales” y finalmente proporcionar guardias blancos para la lucha contra la revolución internacional y, sobre todo, contra la revolución rusa”. Y, en fin, demuestra que “el Estado nacional, luego de haber dado un impulso vigoroso al desarrollo capitalista, se ha tornado demasiado estrecho para el desarrollo de las fuerzas productivas”.
Vemos, pues, como el primer Congreso de la Internacional Comunista sienta las bases para corregir los errores iniciales sobre la cuestión nacional, pero estos jalones de claridad no se desarrollarán sino que serán, a causa de las derrotas proletarias y de la dificultad de la mayoría de la Internacional Comunista para avanzar en la clarificación, poco a poco liquidados por la negra sombra del oportunismo. El IV Congreso (1922) con sus Tesis sobre la cuestión de Oriente, marcará un importante paso en esta regresión pues “proletarios y campesinos son invitados a subordinar su programa social a las necesidades inmediatas de una lucha nacional común contra el imperialismo extranjero. Se daba por supuesto que una burguesía o, incluso, una aristocracia, ambas de mentalidad nacional, estarían dispuestas a encabezar una lucha de liberación nacional frente al yugo del imperialismo extranjero, aliándose con proletarios y campesinos potencialmente revolucionarios, que solo esperaban el instante de la victoria para volverse contra ellos y derrocarlos” (E.-H. Carr: La Revolución bolchevique, tomo 3, p. 493).
En los acontecimientos posteriores, con la proclamación del “socialismo en un solo país”, con el bastión proletario en Rusia definitivamente derrotado e integrado en la cadena imperialista mundial, la “liberación nacional” se convertirá, lisa y llanamente, en un vil taparrabos de los intereses del Estado ruso. Pero no será el único en utilizar esa bandera, el resto de los estados concurrentes la adoptarán también, con múltiples variantes, siempre para un solo fin: la guerra a muerte por el reparto de un mercado mundial definitivamente saturado. Estas innumerables guerras imperialistas disfrazadas de “liberación nacional” serán objeto de la segunda parte de este artículo.
Sistematizando el proceso de clarificación que ante la degeneración de la Internacional Comunista, llevaron a cabo las Fracciones de la Izquierda Comunista, Internationalisme, órgano de la Izquierda Comunista de Francia, adoptaba en enero de 1945 una Resolución sobre los movimientos nacionalistas que concluía así: “Dado que los movimientos nacionalistas en razón de su naturaleza de clase capitalista no presentan ninguna continuidad orgánica e ideológica con los movimientos de clase del proletariado, éste para ganar sus posiciones de clase debe romper y abandonar todo lazo con los movimientos nacionalistas”.
Adalen, 20-05-1991.
[1] Ver nuestras Tesis sobre la Descomposición https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [2]
[2] Ver La barbarie nacionalista https://es.internationalism.org/revista-internacional/200712/2116/la-barbarie-nacionalista [3]
[3] Ver nuestro folleto Nación o Clase ( https://es.internationalism.org/cci/200606/968/nacion-o-clase [4] ) y artículos en la Revista Internacional. Particularmente los números: 4, 19, 34, 37, 42 y 62
[4] Por otra parte, la revolución proletaria no puede extenderse jamás por métodos militares como había dejado muy claro el propio Comité Ejecutivo de los Soviets: “Nuestros enemigos y los vuestros os engañan cuando os dicen que el gobierno soviético ruso desea implantar el comunismo en territorio polaco con las bayonetas de los soldados del Ejército Rojo. Un orden comunista sólo es posible cuando la inmensa mayoría de los trabajadores están convencidos de la idea de crearlo con su propia fuerza” (“Llamamiento al pueblo polaco” 28-01-1920). El Partido Bolchevique, cada vez más devorado por el oportunismo, en un viraje hacia una falsa comprensión del internacionalismo, alentó –pese a una importante oposición en su seno: Trotski, Kírov, etc.- la aventura del verano de 1920 que, radicalmente, olvidaba ese principio.
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Marc Chirik falleció hace 30 años, un diciembre de 1990. Como tributo a las impagables contribuciones de nuestro camarada, este gran revolucionario en la línea de Marx, Engels, Lenin y Rosa Luxemburgo, recordamos los dos artículos de las Revistas Internacionales 65 y 66, que fueron escritos justo tras su muerte. El primer se publicó en español en: https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1053/marc-de-la-revolucion-de-octubre-1917-a-la-ii-guerra-mundial [12]
Publicamos aquí la Segunda Parte.
Se trata de dos textos que trazan un esbozo general de su vida y dan un resumen de sus contribuciones a la causa del proletariado y la defensa del marxismo.
Con esta pequeña introducción a los textos mencionados queremos simplemente subrayar los tres elementos esenciales que caracterizaron su vida y su actividad revolucionaria.
Para empezar, fue, durante toda su vida como militante a lo largo de más de 70 años, desde su juventud hasta su último aliento, un luchador decidido, un combatiente incansable de la causa del proletariado y el comunismo. Dedicó todas sus energías a la defensa intransigente de los principios internacionalistas y el marxismo. Siempre a la vanguardia de la lucha poniendo a buen uso su experiencia política, teórica y organizacional. La militancia revolucionaria era el compás constante de su vida. Incluso durante el terrible periodo de la contrarrevolución, Marc nunca abandonaba el trabajo de clarificar y elaborar pacientemente las posiciones de la izquierda comunista. Durante todos estos años sombríos luchó contra todas las traiciones al campo proletario, y también en el interior de las organizaciones en las que militaba; contra las maniobras oportunistas, las actitudes centristas, las desviaciones tanto academicistas como activistas. Fue capaz de perseverar durante todo este periodo y de tomar así un papel activo en el resurgimiento histórico del proletariado en mayo de 1968, tomando parte con entusiasmo en el reagrupamiento de las fuerzas revolucionarias que hizo nacer aquel periodo, entre ellas la CCI. Trajo consigo toda su energía militante, su convicción y experiencia a la hora de orientar y construir esta organización, así como de cara a los esfuerzos de agrupamiento del medio político proletario en los años 80, por la confrontación mutua y la clarificación de sus posiciones.
Otro rasgo fundamental de su carácter era su habilidad para mantener vivas las adquisiciones teóricas del movimiento revolucionario, particularmente las que produjo la fracción de izquierda del Partido Comunista de Italia. Como resultado, era capaz de mantener un análisis lúcido y crítico de la evolución de la situación internacional. Este “instinto” político, fundamentado en el análisis global del equilibrio de fuerzas entre las clases, le llevó a cuestionar ciertas posiciones del movimiento obrero que se habían convertido en dogmas; y no lo hizo distanciándose del método del materialismo histórico, muy al contrario, se atuvo a la evolución dinámica de la realidad histórica. Al final de su vida, hizo una última contribución teórica siendo el primero de la CCI en reconocer que el capitalismo había entrado en su fase terminal de decadencia, la fase de descomposición[1]. Así, planteó que el proletariado no podía utilizar esta putrefacción del sistema capitalista en su beneficio, sino que esta situación implicaba nuevos desafíos decisivos para el proletariado y para la supervivencia de la humanidad.
El último elemento que queremos enfatizar es su determinación a la hora de transmitir las lecciones del movimiento obrero y la experiencia organizativa de los revolucionarios a las nuevas generaciones, para así formar nuevos militantes y dar a la CCI una continuidad política en las luchas futuras de la clase. Estaba totalmente convencido de la necesidad indispensable de la organización revolucionaria como puente entre pasado, presente y futuro, y era consciente de que él mismo representaba un enlace con la experiencia del pasado histórico de la clase, de que era parte de la memoria viva del movimiento obrero. Insistiendo continuamente en que “el proletariado hace surgir organizaciones revolucionarias y no individuos revolucionarios”, resaltaba siempre la importancia de las responsabilidades individuales de cada militante y de la necesidad de la solidaridad y el respeto entre camaradas.
Nada resume mejor la vida de Marc que aquella sencilla expresión de Rosa Luxemburgo: “Fui, soy y seré”.
La primera parte de este tributo a nuestro camarada Marc, fallecido en diciembre de 1990, la publicamos en el número anterior de la Revista Internacional, que trató del periodo que media entre 1917 y la Segunda Guerra Mundial.
“Pertenece en especial a esa pequeña minoría de militantes comunistas que sobrevivió y resistió a la terrible contrarrevolución que se abatió sobre la clase obrera entre los años 1920 y 1960, como Anton Pannekoek, Henk Canne-Meijer, Amadeo Bordiga, Onorato Damen, Paul Mattick, Jan Appel o Munis. Además de su fidelidad indefectible a la causa del comunismo, supo a la vez conservar una confianza total en las capacidades revolucionarias del proletariado, beneficiando a las nuevas generaciones de militantes con toda su experiencia pasada y no quedándose encerrado en los análisis y posiciones que el curso de la historia había superado. En ese sentido, toda su actividad de militante es un ejemplo concreto de lo que significa el marxismo: un pensamiento vivo, en constante elaboración, de la clase revolucionaria, portadora del porvenir de la humanidad” (Revista Internacional 65 [12]).
En esta segunda parte seguimos la actividad de nuestro camarada, primero en la Izquierda Comunista Francesa (“Gauche Communiste de France” o GCF) hasta la última etapa de su vida, cuando su contribución fue decisiva en la fundación y desarrollo de la CCI.
La GCF celebró su segunda conferencia en julio de 1945. Adoptó un informe de la situación internacional escrito por Marc (reimpreso en la Revista Internacional 59, 4º trimestre de 1989[2]) que hizo una evaluación general de los años de guerra. Empezando por las posiciones marxistas clásicas sobre la cuestión del imperialismo y la guerra, especialmente contra las aberraciones desarrolladas por Vercesi, el escrito logró un entendimiento más profundo de los principales problemas a los que se enfrenta la clase obrera en la decadencia del capitalismo. Este informe está al mismo nivel en el que están todas las contribuciones de la GCF al pensamiento revolucionario, que podemos leer en los varios artículos publicados en su revista teórica, Internationalisme[3].
L’Etincelle dejó de publicarse de 1946 en adelante. Esto se debió a que la GCF se dio cuenta de que no se habían cumplido sus predicciones de una conclusión revolucionaria a la Segunda Guerra Mundial (como la tuvo la Primera). Como temió la Fracción ya en 1943, la burguesía aprendió la lección y los países “victoriosos” consiguieron evitar un levantamiento del proletariado. La “Liberación” probó ser lo contrario a un mero trámite hacia la revolución. La GCF extrajo sus conclusiones y consideró que el momento no era maduro ni para la formación del Partido ni para la agitación en la clase obrera, precisamente aquello para lo que L’Etincelle pretendía ser una herramienta. Las tareas que esperaban a los revolucionarios seguían siendo las mismas que había asumido Bilan. Fue por esto que la GCF se consagró entonces a un esfuerzo de clarificación y de discusión teórica y política, al contrario que el Partito Comunista Internazionalista (PCInt), que estuvo durante años sacudido por un activismo febril que culminó en la escisión de 1952, entre la tendencia más activista de Damen y la de Bordiga (junto con Vercesi). Este último se retiró a un aislacionismo sectario y una auto- proclamada “invariancia” (en realidad una fosilización de las posiciones de la Izquierda Comunista de 1926), que serían la enseña del Partido Comunista Internacional, que publicaría El Programa Comunista. Por su parte, la tendencia Damen (estando en mayoría y controlando las publicaciones Prometeo y Battaglia Comunista) lanzó toda una serie de intentos de conferencia o actividades en común con corrientes ajenas al proletariado como los anarquistas o los trotskistas.
La GCF mantuvo la misma actitud de apertura que había caracterizado a la Izquierda Italiana antes y durante la guerra. A diferencia del PCInt, que llevó su “apertura” al punto de que no se percataba de la naturaleza de clase de los grupos que frecuentaba, los contactos de la GCF, como los de Bilan, se basaban en un criterio político preciso que los distinguía claramente de organizaciones no proletarias. Y así, en mayo de 1947, la GCF tomó parte en una conferencia internacional organizada por iniciativa de la Kommunistenbond holandesa (una tendencia “consejista”[4]), junto con, entre otros, Le Proletaire, que había surgido del RKD, la Fracción Belga y la Federación autónoma de Turín, que se había escindido del PCInt por desacuerdos sobre la cuestión electoral. La Kommunistenbond invitó también a la Federación Anarquista, y durante la preparación de la Conferencia, la GCF insistió en la necesidad de un criterio de selección más preciso, para así eliminar grupos como los anarquistas oficiales que habían tomado parte en la Guerra civil española y la Resistencia[5].
Sin embargo, en aquel periodo dominado por la contrarrevolución, la contribución principal de la GCF a la lucha proletaria radicó en su dominio de la teoría y el programa. El considerable esfuerzo de la GCF en este ámbito la llevó sobre todo a clarificar la función del partido revolucionario, yendo más allá de las concepciones “leninistas” clásicas y reconociendo la integración definitiva e irreversible de los sindicatos y el sindicalismo en el Estado capitalista.
En los años 20, la Izquierda Germano-holandesa ya había criticado duramente las posiciones incorrectas de Lenin y la Internacional Comunista sobre estas cuestiones. La confrontación con esta corriente, primero de la Fracción italiana de pre- guerra y más tarde de la GCF, permitió a esta última reclamarse de parte de estas críticas a la IC.
No obstante, la GCF no participó de los excesos de la corriente germano-holandesa en la cuestión del Partido (cuya función acabó por rechazar completamente), mientras que, al mismo tiempo, fue mucho más allá en la cuestión sindical (junto a su rechazo del sindicalismo clásico, la Izquierda Germano-holandesa defendía una especie de sindicalismo “de base” basado en las “Unionen” alemanas).
La cuestión sindical ilustra especialmente bien la diferencia de método entre las Izquierdas alemana e italiana. La primera comprendió las líneas generales de la cuestión en los años 20 (la naturaleza capitalista de la URSS, de los sindicatos…); pero al no ser capaz de dar una elaboración sistemática a sus nuevas posiciones, acabó o bien poniendo en cuestión ciertos pilares fundamentales del marxismo o bien evitando profundizar en dichas posiciones. La Izquierda Italiana, por otra parte, fue mucho más cautelosa. Hasta lo que ocurrió con Vercesi en 1938, siempre desconfió de desarrollar críticas sistemáticas que la pudieran llevar a alejarse de los esquemas básicos del marxismo. Pero al hacer esto fue capaz, de hecho, de ir mucho más lejos y de pensar de forma mucho más audaz, como hizo por ejemplo en la cuestión fundamental del Estado.
Este método, que Marc absorbió de la Fracción Italiana, le otorgó la capacidad de dar un impulso al gigantesco trabajo teórico que desarrolló la GCF. Fue un trabajo que a su vez permitió a la organización desarrollar aún más las posiciones de la Fracción en la cuestión del Estado del periodo de transición del capitalismo al comunismo, así como desarrollar una visión del capitalismo de Estado que fue mucho más allá del análisis exclusivo de la URSS, descubriendo la universalidad de este carácter esencial de la decadencia del modo de producción capitalista. Podemos hallar este análisis en el artículo “La evolución del capitalismo y la Nueva Perspectiva”, publicado en Internationalisme nº46 (y reimpreso en la Revista Internacional 21). Se trata de un texto que elaboró Marc en 1952, constituyendo en cierto sentido el testamento político de la GCF.
Marc deja Francia en junio de 1952, camino a Venezuela. Se trata de una decisión de carácter político tomada en el conjunto de la GCF: la Guerra de Corea convence a la organización de que la Tercera Guerra Mundial entre los bloques ruso y americano es inevitable e inminente (como afirma el texto antes mencionado). Una guerra así arrasaría toda Europa, destruyendo con toda probabilidad a los pocos grupos comunistas que sobrevivieron a la II Guerra Mundial. La decisión de la GCF de enviar a algunos de sus militantes a un lugar “seguro” fuera de Europa no tenía nada que ver con su seguridad personal (Marc y sus camaradas ya habían probado, durante la II Guerra Mundial, que estaban dispuestos a asumir enormes riesgos personales para defender las posiciones revolucionarias en las peores condiciones posibles), sino más bien con la preocupación por la supervivencia de la organización. Sin embargo, la partida de sus militantes más experimentados fue fatal para la GCF; a pesar de la correspondencia regular con Marc, los elementos que habían permanecido en Francia fueron incapaces de mantener viva la organización en aquel periodo de contrarrevolución profunda. Por razones que no podemos analizar en profundidad aquí, la III Guerra Mundial nunca llegó. Claramente este error de análisis le costó la vida a la GCF (y de todos los errores que cometió Marc durante su vida como militante, fue este el que probablemente tuvo peores consecuencias).
Pero, a pesar de todo, la GCF dejó tras de sí un legado político y teórico que sentó las bases para la existencia de los grupos que habrían de acabar formando la CCI.
Durante más de 10 años, mientras la contrarrevolución seguía pesando sobre la clase obrera, Marc tuvo que atravesar un periodo de aislamiento extremadamente dificultoso. Se mantuvo al día de la actividad de las organizaciones revolucionarias que habían sobrevivido en Europa, y seguía en contacto con ellas y algunos de sus miembros. Al mismo tiempo, empezó a desarrollar reflexiones propias sobre una serie de cuestiones que la GCF no fue capaz de clarificar. Aun así, por primera vez en su vida, se vio privado de la actividad organizada que constituye el marco necesario para esa reflexión. Como él mismo admitió, fue una prueba extremadamente difícil: “El periodo de reacción de la posguerra fue una larga marcha por el desierto, especialmente con la desaparición, tras 10 años de existencia, de Internationalisme. El desierto del aislamiento duró unos 15 años”.
Este aislamiento continuó hasta que pudo reunir en torno suyo a un pequeño grupo de estudiantes que acabarían formando el núcleo de una nueva organización: “Así se formó un nuevo grupo en Venezuela, en 1964, con elementos muy jóvenes. Y este grupo sigue existiendo aún hoy. Vivir 40 años de contrarrevolución y reacción y de repente sentir esperanza, sentir que ha vuelto de nuevo la crisis del capitalismo, y que los jóvenes están ahí, y ver a este grupo crecer a partir de entonces poco a poco, desarrollándose durante y después de 1968 en Francia y expandiéndose a otros diez países… todo esto es sin duda una gran alegría para un militante. Estos últimos 25 años han sido sin duda los más felices para mí. Ha sido durante estos años que he podido sentir verdaderamente la alegría por estos avances y la convicción de que estábamos empezando de nuevo, de que habíamos emergido de la derrota y de que el proletariado se estaba reagrupando, de que las fuerzas de la revolución se volvían a congregar. Es una enorme fuente de alegría tomar parte en todo esto, dar todo lo que puedes dar, lo mejor de ti mismo, a esta reconstrucción. Y debo esta alegría a la CCI…”.
No trataremos aquí, como hemos hecho con las demás organizaciones en las que Marc militó, la historia de la Corriente Comunista Internacional (ya lo hicimos en el décimo aniversario de la fundación de la CCI, en la Revista Internacional 40[6]). Nos limitaremos a destacar algunos aspectos de la enorme contribución de nuestro camarada al proceso que llevó a la formación de nuestra organización. Ya antes de que se fundara la CCI, el pequeño grupo de Venezuela que publicaba Internacionalismo (mismo nombre que la revista de la GCF) le debió principalmente a Marc su capacidad de alcanzar una mayor claridad, especialmente sobre la cuestión de la autodeterminación nacional, de especial sensibilidad en una Venezuela donde reinaba la mayor confusión en el movimiento proletario.
Igualmente, la orientación de Internacionalismo hacia la búsqueda de contactos con grupos de Europa y el continente americano surge directamente de la GCF y la Fracción. En enero de 1968, en un momento en el que todo el mundo, incluso algunos revolucionarios, no hablaban de otra cosa que de la “`prosperidad” del capitalismo y de su habilidad para contrarrestar las crisis, cuando las teorías de Marcuse sobre la “integración de la clase obrera” eran el último grito y los revolucionarios que conoció Marc en un viaje a Europa durante el verano de 1967 mostraban el mayor escepticismo sobre la capacidad revolucionaria de un proletariado, supuestamente, aún sumido en la contrarrevolución… nuestro camarada no temía escribir, en el Internacionalismo nº8:
“No somos profetas ni podemos pretender predecir cómo y cuándo sucederán las cosas en el futuro. Pero de una cosa estamos seguros y somos conscientes: el proceso en el que está inmerso hoy el capitalismo no puede detenerse (…) y lleva directamente a la crisis. Y estamos igualmente seguros de que el proceso inverso de desarrollo de la combatividad de clase, del que somos testigos hoy, llevará a la clase obrera a una batalla directa y sangrienta por la destrucción del Estado burgués”.
Unos meses más tarde la huelga general de mayo del 68 en Francia confirma de forma espectacular esta predicción. Obviamente no era el momento de la “lucha directa por la destrucción del Estado burgués”, pero sí que se dio una reanimación histórica del proletariado, impulsado por los primeros signos de crisis abierta del capitalismo tras la más profunda contrarrevolución de la historia. No fue una predicción fruto de la clarividencia, sino, simplemente, del destacado dominio del marxismo por parte de nuestro camarada y de la confianza que conservaba en la capacidad revolucionaria de la clase, incluso en las horas más sombrías de la contrarrevolución.
Marc salió inmediatamente para Francia (haciendo autostop en el último tramo del viaje al estar todo el transporte público completamente paralizado). Retomó el contacto con sus viejos camaradas de la GCF y empezó a discutir con toda una nueva serie de grupos y elementos del medio político[7]. Esta actividad, junto a la de un miembro joven de Internacionalismo que había llegado a Francia ya en 1966, fue determinante en el surgimiento y desarrollo del grupo Revolution Internationale, el polo de reagrupamiento original de la CCI[8].
Tampoco podemos dar aquí un examen detallado de todas las contribuciones políticas y teóricas de nuestro camarada una vez se constituye la organización. Baste decir que en todas las cuestiones de importancia a las que se ha enfrentado la CCI y la clase en su conjunto, y en todos los pasos adelante que hemos podido dar, la contribución de nuestro camarada ha sido decisiva. De hecho, Marc era muchas veces el que planteaba los puntos que se necesitaban tratar. Esta vigilancia constante, esta habilidad para identificar rápidamente y en profundidad los nuevos problemas que requerían solución o las viejas cuestiones que aún estaban confusas en el medio político, quedaron plasmadas en los 64 números previos de nuestra Revista Internacional. Los artículos que hemos publicado sobre estas cuestiones no siempre estaban escritos por Marc, a quien ponerse a escribir le suponía algo complicado: nunca tuvo estudios y, sobre todo, se veía obligado a expresarse en francés, idioma que aprendió siendo ya adulto. No obstante, era siempre el principal inspirador de esos textos, que permitieron a nuestra organización cumplir con su responsabilidad de actualizar constantemente las posiciones comunistas. Solo por citar como ejemplo una de las muchas situaciones en las que nuestra organización tuvo que reaccionar rápidamente a una situación histórica nueva – el colapso irreversible del estalinismo y el Bloque del Este – la vigilancia de nuestro camarada y la profundidad de su pensamiento jugaron un rol esencial en la capacidad de la CCI para dar una respuesta cuya validez han confirmado los acontecimientos en todo momento desde entonces.
Y aun con esto las contribuciones de Marc a la CCI no se limitaron a la profundización y elaboración de sus posiciones políticas y análisis teóricos. Hasta los últimos días de su vida, y a pesar del esfuerzo sobrehumano que suponía para él, Marc seguía reflexionando sobre la situación mundial y discutiendo con los camaradas que le visitaban en el hospital; y seguía atento, además, a la más mínima evolución de la vida de la CCI y de su funcionamiento. Para Marc no había cosa tal como una cuestión “secundaria” o una tarea que pudiera dejarse a camaradas con menor preparación teórica. De la misma forma en que siempre se preocupaba de que todos los militantes de la organización fueran capaces de desarrollar la mayor claridad política posible y de que no se reservaran las cuestiones teóricas a ningún “especialista”, se mostraba siempre dispuesto a echar una mano en toda nuestra actividad práctica diaria. Marc siempre ha dado a los militantes más jóvenes de la CCI el ejemplo de un militante en todo el sentido de la palabra, que ofrecía todas sus capacidades a la vida de este organismo tan vital para el proletariado: su organización revolucionaria. Nuestro camarada siempre supo cómo transmitir a las nuevas generaciones de militantes toda la experiencia acumulada, a tantos niveles, durante el curso de su excepcionalmente larga y rica vida como militante. Y estas nuevas generaciones no pudieron absorber plenamente una experiencia tal por la simple lectura de escritos políticos; la obtuvieron en la vida diaria de la organización y en presencia de Marc.
En este sentido, Marc jugó un papel verdaderamente excepcional en la vida del proletariado. La contrarrevolución había eliminado o confinado a la esclerosis a las organizaciones políticas que la clase obrera había hecho surgir en el pasado. Marc fue un puente, un eslabón irreemplazable entre las organizaciones revolucionarias que participaron en la oleada de la revolución internacional tras la I Guerra Mundial y las que se enfrentarán a la siguiente oleada revolucionaria.
En un fragmento de su Historia de la revolución rusa, Trotsky considera el rol especial y excepcional que jugó Lenin. Y aunque adopta las tesis clásicas del marxismo sobre el papel del individuo en la historia, acaba concluyendo que sin la restitución y el “armamento” político del Partido Bolchevique que impulsó Lenin, la revolución no habría tenido lugar o habría acabado en derrota. Es evidente que sin Marc la CCI no existiría hoy, al menos en su forma actual como la organización más grande del medio revolucionario internacional (sin mencionar la claridad de sus posiciones, de la que otros grupos revolucionarios pueden tener, ciertamente, una opinión diferente a la nuestra). Su presencia y actividad impidieron, particularmente, que cayera en el olvido todo el enorme y fundamental trabajo de las fracciones de izquierda expulsadas de la Internacional Comunista, especialmente la italiana. Muy al contrario, este trabajo acabó dando sus frutos, y aunque Marc nunca fuera conocido en el seno de la clase obrera como lo fueron Lenin, Luxemburgo o Trotsky, o incluso Bordiga o Pannekoek (no podía ser de otra forma en el periodo de la contrarrevolución) no dudamos en decir que su contribución a la lucha proletaria está al mismo nivel que la de sus grandes predecesores.
Nuestro compañero siempre detestó este tipo de comparaciones. Siempre cumplía con sus tareas con la mayor sencillez. Jamás pidió un “lugar de honor” en la organización. Su mayor orgullo no estaba en las excepcionales contribuciones que hizo, sino en el hecho de haberse mantenido fiel en todo momento al combate del proletariado. Esto supone también una valiosa lección para las nuevas generaciones de militantes que nunca han tenido la oportunidad de experimentar la inmensa devoción a la causa revolucionaria de las generaciones del pasado. Es a este nivel, sobre todo, al que esperamos ir al encuentro de la lucha. Aunque sea ahora sin su presencia, vigilante y perspicaz, cálida y apasionada, estamos listos para continuar.
CCI, 1991
[1] Ver nuestras Tesis sobre la Descomposición https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [2]
[2] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198910/2140/internationalisme-1945-las-verdaderas-causas-de-la-segunda-guerra- [13]
[3] Los artículos de Internationalisme publicados en la Revista Internacional incluyen:
Además está la serie “Lenin filósofo de Pannekoek – Crítica de Internationalisme” (nºs 25, 27, 28 y 30) https://es.internationalism.org/revista-internacional/200808/2326/critica-de-lenin-filosofo-de-pannekoek-2-parte [18]
[4] Ver https://es.internationalism.org/revista-internacional/198406/2517/la-spartacus-bund-1942-48-i [19]
[5] La CCI mostró esta misma preocupación a la hora de organizar conferencias de grupos comunistas con respecto a la actitud ambigua del PCInt hacia la primera conferencia que se celebró en mayo de 1977. Leer al respecto las Revistas Internacionales 10, 13, 17, 22, 40, 41, 53, 54, 55 y 56. Ver el balance de estas conferencias internacionales de la izquierda comunista en https://es.internationalism.org/revista-internacional/201003/2829/el-sectarismo-una-herencia-de-la-contrarrevolucion-que-hay-que-sup [20]
[6] Los artículos de historia crítica de la CCI se pueden encontrar en: https://es.internationalism.org/revista-internacional/198501/2233/10-anos-de-la-cci-balance-y-perspectivas-algunas-ensenanzas [21] , https://es.internationalism.org/revista-internacional/199504/1831/construccion-de-la-organizacion-revolucionaria-los-20-anos-de-la-c [22] y https://es.internationalism.org/revista-internacional/200512/356/treinta-anos-de-la-cci-apropiarse-del-pasado-para-construir-el-futu [23]
[7] En esta ocasión tuvo la oportunidad de mostrar uno de los rasgos de su carácter, que no tenía nada que ver con el de un intelectual de salón. Presente allá donde el movimiento se desenvolvía, en las discusiones tanto como en las manifestaciones, pasó una noche entera tras una barricada con un grupo de elementos jóvenes que habían tomado la decisión de resistir a la policía hasta que amaneciera… como la cabra de Monsieur Seguin enfrentándose al lobo en la fábula de Alphonse Daudet [24].
[8] Ver La renovación de la Izquierda Comunista: uno de los aportes clave de Mayo 68 https://es.internationalism.org/content/4344/la-renovacion-de-la-izquierda-comunista-uno-de-los-aportes-clave-de-mayo-68 [25]
Links
[1] https://es.internationalism.org/files/es/balance_liberacion_nacional_i.pdf
[2] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
[3] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200712/2116/la-barbarie-nacionalista
[4] https://es.internationalism.org/cci/200606/968/nacion-o-clase
[5] https://es.internationalism.org/en/tag/21/529/1917-la-revolucion-rusa
[6] https://es.internationalism.org/en/tag/historia-del-movimiento-obrero/1917-la-revolucion-rusa
[7] https://es.internationalism.org/en/tag/2/33/la-cuestion-nacional
[8] https://es.internationalism.org/en/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/tercera-internacional
[9] https://es.internationalism.org/en/tag/5/707/la-oleada-revolucionaria-mundial-de-1917-23
[10] https://es.internationalism.org/en/tag/3/48/imperialismo
[11] https://es.internationalism.org/files/es/30_anos_mc.pdf
[12] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1053/marc-de-la-revolucion-de-octubre-1917-a-la-ii-guerra-mundial
[13] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198910/2140/internationalisme-1945-las-verdaderas-causas-de-la-segunda-guerra-
[14] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200802/2182/problemas-actuales-del-movimiento-obrero-contra-el-concepto-de-jef
[15] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200711/2089/la-experiencia-rusa-propiedad-privada-y-propiedad-colectiva
[16] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4055/sobre-la-naturaleza-y-la-funcion-del-partido-politico-del-proletar
[17] https://es.internationalism.org/content/4431/sobre-el-primer-congreso-del-partido-comunista-internacionalista-de-italia
[18] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200808/2326/critica-de-lenin-filosofo-de-pannekoek-2-parte
[19] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198406/2517/la-spartacus-bund-1942-48-i
[20] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201003/2829/el-sectarismo-una-herencia-de-la-contrarrevolucion-que-hay-que-sup
[21] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198501/2233/10-anos-de-la-cci-balance-y-perspectivas-algunas-ensenanzas
[22] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199504/1831/construccion-de-la-organizacion-revolucionaria-los-20-anos-de-la-c
[23] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200512/356/treinta-anos-de-la-cci-apropiarse-del-pasado-para-construir-el-futu
[24] https://www.alalettre.com/daudet-oeuvres-chevre-monsieur-seguin/
[25] https://es.internationalism.org/content/4344/la-renovacion-de-la-izquierda-comunista-uno-de-los-aportes-clave-de-mayo-68
[26] https://es.internationalism.org/en/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierda-comunista
[27] https://es.internationalism.org/en/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/corriente-comunista-internacional