Para juzgar la situación actual del mundo es necesario hacerse las siguientes preguntas: ¿Cuáles son los hechos que han marcado más profundamente el año 2.003? ¿Qué nos manifiestan?.
La multiplicación de las guerras y los atentados por todos los rincones del planeta han entregado de forma permanente a más y más partes de la población a las masacres y al terror, al caos y a la barbarie guerrera.
La nueva y mortífera guerra en Irak ha precipitado a este país en un caos sangriento que no está ni mucho menos superado ni controlado, y no va ser el arresto de Saddam Hussein lo que va a cambiar esta realidad. El Medio Oriente ha continuado siendo presa de una escalada de la violencia en un conflicto israelí-palestino que aparece cada vez más sin ninguna salida.
El desencadenamiento de acciones kamikaces y los atentados terroristas que golpean ciegamente a las poblaciones se han generalizado hasta un punto tal que son susceptibles de abatirse en no importa qué lugar del planeta.
Todo esto manifiesta que bien lejos de todos los discursos oficiales tranquilizadores y de promesas de paz, el mundo se hunde en una barbarie guerrera más y más sangrienta. Cada vez son más numerosas las poblaciones que son las principales víctimas de esta agravación de la barbarie. Al infierno del terror, de la destrucción, de las masacres que ellas sufren en los países entregados a estas carnicerías se une un hundimiento en una miseria espantosa.
Esta dominación de la barbarie sobre una gran parte del planeta converge con una aceleración sin precedentes de los ataques contra la clase obrera en los países centrales del capitalismo.
Las mismas medidas son puestas en marcha en todos los países y por todos los gobiernos, bien sean de izquierdas o de derechas, ya sea en Francia, Austria, Alemania o Brasil, y actualmente en Italia. Además, el desempleo no cesa de agravarse y continúan intensificándose los planes de despidos a repetición, cuando la precariedad del empleo es generalizada. La naturaleza misma de estos ataques revela todavía más crudamente la quiebra del sistema. No solamente el capitalismo lanza a la calle más y más amplias fracciones de la clase obrera, sino que ademas se revela cada vez más incapaz de asegurar los medios de vida más elementales. Las jubilaciones y la sanidad de los proletarios, los subsidios de los que son arrojados al desempleo son atacados de forma simultánea, masiva y frontal, al mismo tiempo que las condiciones de trabajo empeoran y que el poder adquisitivo se degrada a toda velocidad. Es un hundimiento acelerado en la miseria al que ya están confrontados muchas familias obreras en todo el planeta.
La amplitud y profundidad sin precedentes de los ataques de la burguesía contra la clase obrera revelan el hundimiento inexorable del capitalismo en las convulsiones de su crisis mundial. En cuanto a la burguesía, demuestra muy claramente que dispone, cada vez menos, de medios para escalonar sus ataques contra las condiciones de vida más vitales de la clase obrera.
El capitalismo está forzado cada vez más a desvelar abiertamente su quiebra. La aceleración dramática de esta situación sobre la Tierra entera demuestra claramente que, no solamente este sistema de explotación es incapaz de asegurar una mejor suerte para la humanidad sino que constituye al contrario, de forma permanente, una amenaza de hacer desaparecer el planeta en un abismo de miseria y de barbarie.
Frente a la gravedad de la situación , sólo existe una salida: el derrocamiento de este sistema por la única clase que no tiene nada que perder salvo las cadenas de su explotación, el proletariado. La clase obrera tiene actualmente la llave del porvenir.
Solo ella tiene los medios para hacer salir a la humanidad de este callejón sin salida. Ella es la única clase ayer como hoy, como mañana, capaz de oponerse a la perpetuación de este sistema de explotación. Ella es la única clase de la historia portadora de otra sociedad donde el motor de la misma no será el beneficio y la explotación sino la satisfacción de las necesidades humanas. Frente al hundimiento inevitable en la miseria y la barbarie, el desarrollo de sus luchas dentro de su terreno de clase para resistir los ataques de la burguesía podrá hacer surgir una perspectiva para la humanidad.
A pesar de la derrota que los proletarios han sufrido, las luchas obreras que comenzaron en mayo 2003 en Austria o en Francia han demostrado que la clase obrera tiene la capacidad de alzar la cabeza contra los ataques y que, conserva su capacidad para luchar por afirmar su propia perspectiva revolucionaria.
Los temores de la burguesía son plenamente reveladores de las potencialidades del proletariado. La burguesía sabe bien que va a tener que atacar todavía con más fuerza durante los años que vienen y que la clase obrera no podrá hacer otra cosa que desarrollar sus luchas. Justamente para obstaculizar e impedir a la clase obrera tomar conciencia de la quiebra definitiva del capitalismo se ha desarrollado la ideología «altermundialista» (Ver artículo en esta revista). Esta mistificación que trata esencialmente hacer creer que un «otro mundo» sería posible en el cuadro de una «gestión diferente» del capitalismo, está directamente destinada a sembrar la confusión para dificultar el desarrollo de la toma de conciencia de que no existe ninguna posibilidad de mejorar o reformar el sistema.
El porvenir del mundo está en manos de la clase obrera. Como planteamos en el Manifiesto de la CCI, escrito hace más de doce años: «Revolución Comunista o destrucción de la humanidad: Jamás en la historia, los envites han sido tan dramáticos y decisivos que en la actualidad. Jamás una clase social ha debido afrontar una responsabilidad comparable a ésta que tiene el proletariado». Pero más allá de esta necesidad, la clase obrera debe tomar conciencia que tiene plenamente los medios de desarrollar su combate y de hacer frente a esta tarea gigantesca.
De Revolution Internationale, Enero de 2004, publicación en Francia de la CCI.
El gobierno de Chávez, con el apoyo de sus fuerzas militares y sus bandas armadas ha reprimido de la manera más brutal las manifestaciones promovidas por la oposición entre finales de febrero e inicios de marzo, para presionarlo a la convocatoria de un referéndum para revocar el mandato presidencial. El dramático balance: 13 muertos, más de mil heridos, decenas de presos y torturados. En este sentido, el gobierno de izquierda de Chávez nada tiene que envidiarle a los anteriores gobiernos de derecha o centroizquierda adecos y copeyanos a los que critica con tanta vehemencia; ha asimilado muy bien las lecciones de sus maestros: Rómulo Betancourt, Carlos Andrés Pérez (CAP), Raúl Leoni, Rafael Caldera, etc., a quienes en ningún momento «les tembló la mano» para reprimir, torturar, asesinar o simplemente hacer desaparecer a sus opositores.
Si bien el ejecutor de esta brutal represión ha sido el gobierno, los sectores de la oposición agrupados en la Coordinadora Democrática (CD) son sus cómplices al haber movilizado la «carne de cañón», tal como lo hicieron cuando el golpe de Estado de Abril de 2002: ellos sabían que iban a ser fuertemente reprimidos, pues el gobierno no iba a aceptar que le «aguaran la fiesta» de la reunión del «Grupo de los 15» reunido en Caracas para lo cual habían previsto la movilización de más de 10.000 militares y policías. La oposición logró su objetivo: una cobertura mediática internacional de la movilización y «calentar la calle» para intentar el revocatorio contra Chávez. Necesitaba algunos muertos, heridos y presos, y allí los tiene.
La movilización convocada por la CD representa una nueva manifestación de la guerra a muerte que por el control del estado, sostienen los sectores de la burguesía agrupados en ella, contra la «nueva burguesía» que se agrupa bajo el ropaje del chavismo[1]. Como siempre, el grueso de la carne de cañón la ponen las masas que son arrastradas por uno u otro bando. Es por ello que tanto el gobierno como la oposición, en sus desenfrenadas acciones para mantenerse en el poder los primeros, e intentar el control del Estado los segundos, tratan de sacar el mejor provecho de estas manifestaciones a su favor. Todo el cuerpo gubernamental, de la manera más cínica y descarada, ha justificado la escalada represiva diciendo que se trata de minorías manipuladas por la oposición, que sólo eran los «ricos» quienes protestaban, pues los barrios pobres estaban tranquilos. Nada más falso: si bien la mayoría de las protestas se realizaron en sectores donde vive la llamada clase media, también se dieron en sectores populares de Caracas y del interior del país.
Lo que muestran estas movilizaciones es que al lado de los que protestan respondiendo a los llamados de los dirigentes de las fuerzas burguesas en pugna, hay un amplio sector de la población de todos los niveles sociales, que muestra su indignación por la barbarie que vivimos a diario (criminalidad, impunidad, represión) y también expresa el descontento frente al desempleo, los aumentos de precios de productos y servicios de primera necesidad, congelación de salarios, etc.[2]; incluso, durante los acontecimientos hubo algunos saqueos en el centro de Caracas. Los burgueses de uno y otro bando, saben que las condiciones económicas y sociales continuarán agravándose, que las esperanzas depositadas en Chávez por las capas más empobrecidas, están comenzando a flaquear pues en vez de reducirse los niveles de pobreza, éstos se han incrementado durante su gobierno, lo que se expresa en la pauperización no sólo de las masas que ya eran pobres al comienzo del gobierno chavista en el 99, sino también en la acelerada pauperización de las capas medias. En este sentido no hay que llamarse a engaños: cuando las expresiones de descontento sean mas frecuentes y masivas dentro de los sectores populares, al gobierno de los «pobres» de Chávez tampoco «le temblará la mano» para masacrarlas; situación que no está muy lejana de que ocurra, ante la aceleración brutal de la crisis capitalista. De la misma manera, la represión de los cuerpos de seguridad del Estado, y ataques de las bandas armadas del chavismo y sindicatos, serán utilizados para atacar a los trabajadores cuando éstos se vean en la necesidad de arreciar sus protestas contra el despiadado ataque a sus condiciones de vida: ya los vimos actuar contra los trabajadores que se plegaron al paro de finales del 2002.
Dentro de los muertos, heridos y presos de estas movilizaciones hay varios trabajadores. No es la primera vez que esto sucede, ya que varios han perdido la vida, han sido heridos o reprimidos en anteriores movilizaciones, promovidas tanto por el chavismo como por la oposición. Debemos decir de la manera mas firme que estos trabajadores mueren o son heridos luchando tras banderas burguesas, son víctimas de una causa que solo beneficia a sus propios explotadores, sean del sector chavista o de la oposición. Este es el alto precio que pagan los proletarios al estar atrapados en la confrontación chavismo-antichavismo, al no tener la capacidad de romper con este manejo ideológico maniqueo que presenta como únicas «salidas» a la crisis actual las opciones que proponen los burgueses de uno u otro bando. Tanto unos como otros, a través de sus monstruosas campañas mediáticas destinadas a confundir a los trabajadores y debilitar su toma de conciencia, promueven el interclasismo, terreno donde los trabajadores quedan atomizados, individualizados, confundidos en la masa de los «pobres», del «soberano», tal como lo pregona el chavismo; o de «los ciudadanos» o de la llamada «sociedad civil», tal como lo pregona la oposición. De esta manera los trabajadores quedan a merced de los intereses del capital.
Las movilizaciones interclasistas por si mismas no tienen futuro (ver artículo sobre las revueltas sociales en esta revista), salvo ser utilizadas por las fracciones burguesas del chavismo y la CD, o las que intentan guardar distancia de éstas. Ellas expresan la desesperación y frustración de amplias capas de la sociedad, que quisieran que las cosas mejoraran de la noche a la mañana o que pretenden volver a los días de la «Venezuela Saudita» del primer gobierno de CAP; mas la historia no tiene vuelta atrás. Su destino inevitable será nutrir con más muertos, heridos y presos las confrontaciones que se van a seguir generando entre las facciones de la burguesía, las cuales son inevitables e indetenibles pues tienen sus causas profundas en la crisis que sacude al capitalismo a nivel mundial. En este sentido, la situación que hoy se vive en Venezuela se inscribe dentro de las convulsiones políticas y sociales que sacuden a países como Argentina, Bolivia, Perú o Haití, para sólo mencionar a algunos de América Latina; donde amplias masas de obreros, desempleados, campesinos, indígenas, capas medias pauperizadas, etc. son arrastrados tras banderas burguesas, creándoles la ilusión de que pueden mejorar sus condiciones de vida, lo cual es imposible en el capitalismo decadente y en descomposición.
Paradójicamente, la única perspectiva para que estas movilizaciones tengan una salida está en manos de los trabajadores, de la clase obrera; mas, no en una clase obrera maniatada y confundida tras las banderas de sus enemigos de clase, sino en una clase obrera que actúe como clase diferenciada de las otras capas de la sociedad, que se manifieste en su propio terreno y con sus propias armas de lucha (la huelga, las asambleas, los comités de fábrica, controlados por los propios trabajadores). El proletariado necesita recuperar su identidad de clase, lo que exige que se muestre ante el conjunto de la sociedad como clase autónoma con la capacidad de luchar por sus propios intereses; exige fortalecer la solidaridad de clase, oponerse a cualquier confrontación entre los propios trabajadores (activos o desempleados): las divisiones y confrontaciones entre trabajadores sólo beneficia a los explotadores, se vistan éstos con el ropaje de la izquierda o la derecha, y también exige evitar que sus acciones sean desviadas hacia la confrontación ínter burguesa o hacia revueltas estériles como las de febrero 89; debe recuperar y conocer su pasado histórico que lo llevó a importantes batallas contra su clase enemiga y sus consortes: partidos de derecha e izquierda, sindicatos, parlamento, etc.[3]. Sólo plantándose en su propio terreno, el proletariado podrá generar la confianza en sus propias fuerzas y transformarse en una referencia para las otras capas de la sociedad sumidas en la miseria.
Así mismo, los trabajadores deben cerrar las puertas a las ilusiones democráticas, en particular a la mistificación electoral: tanto el chavismo como la oposición hacen lo imposible para presentársenos como los verdaderos demócratas, los paladines defensores de los derechos humanos. La democracia es la forma mediante la cual el capitalismo mantiene su sistema de explotación basado en el trabajo asalariado; en este sentido, fortalecer la democracia es fortalecer el capitalismo. Las elecciones son el mecanismo por excelencia mediante el cual se le da credibilidad a la democracia, y se crean ilusiones en los trabajadores de que pueden mejorar sus condiciones de vida en el capitalismo. La cruda realidad es que en más de 50 años de gobiernos democráticos en Venezuela (incluyendo el de Chávez), el número de pobres no ha dejado de crecer; situación que se debe, no a un problema de mala gestión de tal o cual equipo de gobierno, sino a las propias contradicciones del modo de producción capitalista, verdadera máquina generadora de pobreza.
Ante la agudización de la crisis del capitalismo, la clase dominante, a través del gobierno chavista u otro cualquiera que le suceda, no tiene otra opción que seguir atacando las condiciones de vida del proletariado. En este sentido, los trabajadores no podrán evadir la lucha para resistir a un mayor deterioro de sus condiciones de vida; salvo que, como dijimos, sus energías sean totalmente canalizadas hacia la confrontación interburguesa. Varios sectores de la clase han mostrado la necesidad de la clase de resistir ante los ataques del capital: Metro, trabajadores del sector público: salud, educación, etc.; mas estas manifestaciones han sido muy débiles y fácilmente controladas por los sindicatos oficialistas o de oposición.
La dramática situación actual exige que la clase obrera venezolana y mundial recupera su identidad de clase, fundamentalmente la solidaridad que históricamente ha existido dentro de sus rangos. Mas, la situación también exige la intervención de sus minorías revolucionarias hacia los elementos o grupos que mediante un proceso de reflexión y clarificación, andan en búsqueda de una perspectiva proletaria que permita superar el actual estado de cosas. En manos del proletariado, y de sus minorías revolucionarias, está el dilema de: o, sucumbir ante la barbarie que genera el capitalismo decadente o, retomar el camino de la lucha de clases, de la verdadera revolución proletaria.
P.10-03-04
[1] Nos referimos a los nuevos capitalistas privados que apoyan al chavismo, que han pasado a formar parte de la nueva burguesía importadora, que ha desplazado o intenta desplazar a la vieja «oligarquía importadora» que se opone al chavismo. Este sector de la burguesía se beneficia de la importación sin restricciones de alimentos y productos que sustentan los planes sociales del gobierno.También forman parte de esta «nueva burguesía», los funcionarios públicos, parlamentarios, militares, burócratas sindicales, etc. que dan su apoyo incondicional al «proyecto chavista», que se reparten los ingresos del Estado y que devengan salarios que llegan a ser equivalentes a entre 20 y 60 salarios mínimos mensuales.
[2] En los últimos meses, taxistas y choferes de camionetas de pasajeros han realizado paros de actividades y bloqueo de vías, en protesta contra los altos niveles de delincuencia que a diario afecta a choferes y pasajeros; así como por el deterioro de la vialidad. Jubilados y pensionados protestan por el retraso en el pago de sus pensiones y por aumento de las mismas, que son carcomidas por el incesante aumento de precios. Los enfermos crónicos protestan la falta de medicinas que les son suministradas por el estado. Los trabajadores de la salud realizan movilizaciones por la falta de insumos en los hospitales, y el reclamo de deudas acumuladas. Otros trabajadores del sector público lo hacen contra la congelación de sueldos y salarios, debido al retraso en la discusión de las contrataciones colectivas...
[3] Como referencia, para un balance de las luchas en el sector petrolero durante el actual gobierno, ver Internacionalismo Nº 51.
Desde el colapso del bloque ruso a finales de los 80, y la resultante dispersión de la alianza occidental, los EUA han permanecido como la superpotencia mundial que ha sido permanentemente forzado a tomar la iniciativa a nivel militar, en la que goza de una superioridad aplastante sobre sus rivales, con el objeto de defender su liderazgo global ante el desafío creciente de Francia, Alemania, Rusia y China. Desde la primera guerra del Golfo, la mayor parte de los conflictos han sido el resultado de la política preventiva de los EUA, anticipándose al surgimiento de un nuevo bloque imperialista. Pero los EUA tienen una gran contradicción: cada nueva ofensiva, pone un freno momentáneo al desafío a su liderazgo, pero al mismo tiempo crea la condición para que los desafíos vayan más allá, dado que alimenta sentimientos de frustración y un anti-americanismo. La escalada creciente desatada por EUA desde septiembre 2001, bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo y los «malos dictadores», ha llevado a la ocupación militar de Afganistán e Irak sin considerar a la OTAN y a la ONU. No obstante, ninguno de los conflictos que precedieron Afganistán, y sobre todo el de Irak, ha engendrado una situación tan difícil para EUA como ahora.
Animado por la facilidad de su victoria sobre Saddam Hussein, la burguesía norteamericana consideró pequeños los grandes problemas que acarrea una ocupación militar de Irak. Los EUA están en un conflicto a pesar de la «captura» de Hussein, de las promesas hechas por la administración Bush sobre la reconstrucción y democratización de Irak. Los ataques continuos a las tropas norteamericanas (y, cada vez más, a los civiles Iraquíes) por la llamada «resistencia» están teniendo un efecto de desmoralización. El número de soldados norteamericanos muertos «después de» la guerra ya ha superado el número de muertos durante las hostilidades abiertas.
Para intentar mantener el orden bajo control, los EUA se han visto obligados a aumentar su tropa. Una señal de la impopularidad de esta misión es el hecho que los voluntarios profesionales están poniéndose más reacios para adherirse, y las tropas que se encuentran en Irak están expresando cada vez más abiertamente su temor sobre la situación. Esto se ha expresado en una tendencia al pánico entre los soldados norteamericanos que los lleva a disparar a todo lo que se mueva; pero también se está empezando a presenciar críticas de soldados y sus familias contra la aventura en Irak.
Bush anunció antes de lanzarse hacia esta nueva ofensiva militar, que la liberación de Irak cambiaría el paisaje geopolítico de la región para EUA. De manera que se esperaba que la dominación norteamericana de Irak ayudaría a fortalecer su influencia a lo largo de la región, y le permitiría redoblar el paso en su objetivo estratégico de cercar a Europa. En un escenario así se buscaba imponer la «Pax Americana» en todas las áreas inestables, sobre todo en la más explosiva de todas ellas: Israel/Palestina. Bush incluso anunció que este conflicto terminaría pronto. Bush tenía razón que la situación en Irak tendría una influencia fuerte en lo que pasa en los territorios ocupados por Israel, esto está demostrándose hoy, pero no de la manera que esperó, ya que el conflicto cada día empeora. El fracaso presente de la burguesía americana en Irak es un impedimento real a su política de presión a su turbulento aliado israelita para aceptar «la hoja de ruta». Esto ha sido totalmente saboteado por Jerusalén. Tales dificultades en Israel no son nuevas y en parte explican el fracaso de los diversos planes de paz que se han llevado durante los últimos 10 años. No obstante estos problemas nunca han tenido consecuencias tan fuertes como con las que se presentan hoy. Esto se ilustra por las políticas de corto plazo que alguien como Sharon puede imponer en el Medio Oriente, basadas exclusivamente en intentar realizar una escalada en la confrontación con los palestinos para cazarlos fuera de los territorios ocupados. Como en el resto del mundo, no hay ninguna posibilidad de paz en esta región. La carta jugada por Sharon, el carnicero de Sabra y Chatila, sólo puede llevar a carnicerías extensas que no resuelven de ninguna manera el problema Palestino. Al contrario, esto sigue regresando como un bumerang, sobre todo en el sentido de un aumento desenfrenado del terrorismo. Lo cual no tiene sino consecuencias negativas para EUA, que obviamente no puede abandonar a su aliado principal en la región.
Las dificultades de EUA en Irak minan su credibilidad internacional y su autoridad; sus rivales sólo pueden regocijarse por esto e intentar hacerle más complicado el camino. Francia ha sido el más insolente de todos: en la asamblea general de la ONU, Chirac expresa sus diferencias con su «gran aliado», argumentando que Bush cometió un error interviniendo en Irak a pesar de todas las reservas expuestas por varios países, incluso Francia claro. Más preocupante para los EUA es el hecho de que hasta hoy ha sido incapaz, a pesar de los repetidos llamados, de atraer a otras potencias importantes -aparte del Reino Unido, el cual tomó parte en la operación militar desde el inicio- para reforzar sus tropas en Iraq. España que no es un gran poder envió una fuerza completamente simbólica. Sólo Polonia que es todavía una potencia pequeña, respondido positivamente a las apelaciones norteamericanas. Será igualmente difícil para EUA encontrar voluntarios que ayuden a asumir los costos de la invasión y la reconstrucción de Irak.
Incluso en el voto unánime para la resolución 1511 que Washington puso ante la ONU a finales de octubre, reconoce Bush, representó una victoria política parcial de la presencia americana en Irak, pero realmente no significa que los rivales mayores de EUA están retrocediendo ante la aventura de Irak. Joschke Fischer de Alemania y Villepin de Francia votaron críticas fuertes, el último diciendo que había riesgo de que la resolución no sirviera para ningún propósito. Alemania, Francia, Rusia y China han dejado en claro que no participarán con un centavo en la reconstrucción de Irak.
De hecho, la situación presente de debilidad relativa de los EUA, ha inspirado a sus rivales para colocarse a la ofensiva. El 20 septiembre, en Berlín, ha habido una reunión entre Schroeder, Chirac y Blair, estableciendo que hay necesidad de tomar un acuerdo por Europa para contar con una fuerza militar autónoma, aspecto que hasta ahora la burguesía británica se había opuesto. Los pequeños pasos de Gran Bretaña hacia los grandes rivales de EUA, son por el hecho de que GB también está pagando el costo de la desgracia Iraquí y necesita cambiar el equilibrio en sus alianzas encontrando un contrapeso a EUA. La declaración de Blair sobre esto es bastante elocuente: «Sobre la cuestión de la defensa europea nosotros tenemos una posición cada vez más homogénea» (Le Monde, 23-9-03). Como en la asamblea general de la ONU, 25 miembros de «los grandes de Europa» (los 15 de la Unión Europea más los que se agregarán en el futuro) votaron, al parecer por la iniciativa de Alemania y Francia, a favor de un texto que puede acentuar los compromisos hacia las políticas de sus aliados israelitas, condenando la decisión de Sharon para deportar a Arafat. A través de un voto simbólico, la imagen de EUA estaba una vez más bajo el fuego. Y entre los 25 más grandes miembros de Europa que implícitamente criticaron a los EUA en este voto, una mayoría había, antes del estallido de la guerra en Irak, apoyado más o menos la opción de EUA contra Francia, Alemania y Rusia.
En la misma lógica de sabotear la política norteamericana, el acuerdo entre franceses, alemanes y británicos, contempla la aceptación de las promesas de Irán sobre el control de su programa nuclear. La actitud de Europa es mantenerse neutral sobre el aspecto de las inspecciones en Irán como lo hizo en Irak. Jugando el papel de mediador con el régimen Iraní, los estados europeos están poniendo una llave inglesa en los trabajos de Norteamérica.
Este hecho, así como la reciente evolución de la posición de Gran Bretaña en la fuerza europea autónoma, ilustra una característica del período abierto por la desaparición de bloques imperialistas que la CCI resaltó en el momento de la primera guerra del Golfo: «En el nuevo período histórico al que hemos entrado, y los acontecimientos del Golfo lo vienen a confirmar, el mundo aparece como una inmensa arena en la que cada quien va a jugar ‘por su cuenta y para sí’, en la que las alianzas entre Estados no tendrán ni mucho menos, el carácter de estabilidad de los bloques, sino que estarán dictadas por las necesidades del momento.»(Militarismo y descomposición, Revista Internacional 64).
El hecho de que esta situación es desventajosa a la formación de nuevos bloques y para una tercera guerra mundial entre los poderosos, no ahorrará a la humanidad de una zambullida en la barbarie: las guerras y el caos de la descomposición capitalista, que a la larga, igualmente puede resultar en una destrucción y minar cualquier posibilidad de fundar la vida social en una base racional y armoniosa. Por eso el capitalismo no tiene nada que ofrecer a la humanidad; el único futuro es la revolución comunista mundial.
LC/ 1 de noviembre de 2003.
«No se cambia un equipo que gana», suelen decir los especialistas deportivos. En el fondo, los embustes burgueses para impedir que la clase obrera desarrolle su conciencia revolucionaria siguen siendo del mismo tipo, pues deben hacer frente a las mismas necesidades. Han sido, tradicionalmente, los partidos de izquierda, socialdemócratas y estalinistas, los transmisores de esos embustes que sirven para ocultar la quiebra histórica del modo de producción capitalista, para proponer alternativas falsas a la clase obrera, para minar cualquiera perspectiva que se abra ante sus luchas.
Son esos partidos los que han sido ampliamente solicitados a finales de los años 60 cuando la crisis actual empezó a desplegarse y sobre todo cuando el proletariado mundial volvió a salir al escenario de la historia, tras cuatro décadas de contrarrevolución (la gran huelga de mayo de 1968 en Francia, el «otoño caliente» italiano de 1969, etc.). Ante el impetuoso auge de las luchas proletarias, los partidos de Izquierda empezaron a proponer «alternativas» de gobierno con la pretensión de que iban a responder a las aspiraciones de la clase obrera. Uno de los temas de esa «alternativa» era que el Estado debía estar mucho más presente en una economía cuyas convulsiones, iniciadas en 1967 al finalizar la reconstrucción posterior a la Segunda Guerra mundial, se iban incrementando sin cesar. Según esos partidos, los obreros debían moderar sus luchas, incluso renunciar a ellas, y expresar en el terreno electoral su voluntad de cambio, permitiendo a esos partidos alcanzar el gobierno para llevar a cabo una política favorable a los intereses de los trabajadores. Desde entonces, los partidos de izquierdas, especialmente la socialdemocracia pero también los partidos llamados «comunistas» como en Francia, han participado en numerosos gobiernos para aplicar una vez en ellos, no, ni mucho menos, una política de defensa de los trabajadores sino de gestión de la crisis y de ataque a sus condiciones de vida. El desmoronamiento a finales de los años 80 del bloque del Este y de los regímenes supuestamente «socialistas» fue un duro golpe a los partidos que se reivindicaban de esos regímenes, los partidos «comunistas», los cuales perdieron gran parte de la influencia que tenían en la clase obrera.
Y así, ahora que frente la agravación de la crisis del capitalismo, la clase obrera se ve impulsada a volver a los caminos de la lucha, a la vez que en su seno está volviendo a encenderse la llama de la reflexión sobre los retos de la situación actual de la sociedad, los partidos que representaban tradicionalmente la defensa del capitalismo en las filas obreras sufren un desprestigio considerable que les impide ocupar el lugar que ocuparon en otros tiempos. Por eso no son la avanzadilla de las grandes maniobras destinadas a desviar el descontento y los interrogantes de la clase obrera. Y es el movimiento altermundialista el que, por ahora, está en primera fila, y eso que lo único que hace es recuperar lo esencial de los temas que, en el pasado, tanto juego le dieron a la Izquierda. Es, por lo demás, esto último lo que explica que esos mismo partidos (singularmente los «comunistas») anden chapoteando en las charcas del movimiento altermundialista, por muy discretos y hasta «críticos» que sean, permitiendo así que ese movimiento aparezca como algo verdaderamente «novedoso» [1] y no desprestigiado de entrada.
Esta notable convergencia entre las mistificaciones de la «vieja izquierda» y las del altermundialismo, puede ponerse de relieve en torno a unos cuantos de los temas centrales de éste.
Para dar un bosquejo de los grandes temas de la corriente altermundialista vamos a apoyarnos en los escritos de ATTAC, que aparece como el «teórico» principal de esa corriente.
Esta organización (ATTAC: Asociación para el impuesto de las transacciones financieras y de ayuda a los ciudadanos) nació oficialmente en junio de 1998, tras una serie de contactos en torno a un editorial de Ignacio Ramonet, director del mensual francés le Monde diplomatique de diciembre de 1997. Para ilustrar el éxito del movimiento altermundialista, ATTAC tenía ya más de 30 000 miembros a finales del 2000. Hay, entre ellos, más de 1000 personas morales (sindicatos, asociaciones, asambleas locales), unos cien diputados franceses, muchos funcionarios, sobre todo profesores, y cantidad de famosos, políticos o artistas, organizados en unos 250 comités locales.
Ese poderoso instrumento ideológico se creó sobre la idea de la «tasa Tobin», del nombre del premio Nobel de economía, James Tobin, para quien un impuesto de 0,05% en las transacciones de cambio de divisas permitiría su regulación, evitando los excesos de la especulación. Para ATTAC, ese impuesto permitiría, sobre todo, recoger fondos que luego se dedicarían al desarrollo de los países más pobres [2].
¿Por qué ese impuesto? Precisamente para, a la vez, frenar y sacar provecho (lo cual es de lo más contradictorio: ¿cómo querer que desaparezca algo de lo que se saca provecho?) de esas transacciones de cambio, y más en general financieras, símbolo de esa globalización de la economía que, grosso modo, hace más ricos los ricos y más pobres a los pobres.
El punto de partida del análisis de la sociedad actual que hace ATTAC es éste:
«La globalización financiera agrava la inseguridad económica y las desigualdades sociales. Elude y minimiza lo escogido por los pueblos, las instituciones democráticas y los Estados soberanos a cuyo cargo está el interés general. Les sustituye lógicas estrictamente especulativas que no expresan más que los intereses de las empresas transnacionales y de los mercados financieros»[3].
¿Qué origen tiene, según ATTAC, esta evolución económica? Estas son las respuestas:
«Uno de los hechos notables del final del siglo XX ha sido el auge de las finanzas de la economía mundial: es el proceso de globalización financiera, resultado de la opción política impuesta por los gobiernos de los países miembros del G7».
La explicación del cambio habido a finales del siglo XX se da más lejos:
«En el marco del compromiso «fordista»[4] , que funcionó hasta los años 1970, los dirigentes concluían acuerdos con los asalariados, organizando un reparto de las ganancias de productividad en el seno de la empresa, lo cual permitió mantener el reparto del valor añadido. El advenimiento del capitalismo accionarial rubrica el final de ese régimen. El modelo tradicional, llamado «stakeholder», que considera la empresa como una comunidad de intereses entre sus tres asociados ha dejado el sitio a un nuevo modelo, llamado «shareholder», que da primacía absoluta a los intereses de los accionistas poseedores del capital-acciones, es decir de los fondos propios de lasempresas»[5] . Además: «El objetivo prioritario de las empresas cotizadas en Bolsa es «crear valor accionarial» (shareholder value), o sea, hacer que suban la cotización de sus acciones para generar plusvalías, aumentando así la riqueza de sus accionistas»[6] .
También, según los altermundialistas, la nueva opción de los gobiernos de los países del G7 ha acarreado una transformación de las empresas. Las multinacionales o las grandes instituciones financieras, al haber dejado de sacar sus ganancias de la producción de mercancías, «presionan a las empresas para que repartan el máximo de dividendos en detrimento de unas inversiones productivas con rendimiento diferido».
No vamos a multiplicar aquí las citas del movimiento altermundialista. Las expuestas bastan para poner de relieve tres cosas:
– que ese movimiento no ha descubierto nada;
– el carácter perfectamente burgués de su ideología;
– el peligro que acarrean para la clase obrera las ideas de que es portador el movimiento altermundialista.
De este modo, las «transnacionales» que hoy se habrían liberado de la autoridad de los Estados se parecen mucho a las «multinacionales» estigmatizadas por los partidos de Izquierda en los años 70 por ese mismo pecado. En realidad, esas «multinacionales» o «transnacionales» tienen una «nacionalidad» y es la de sus accionarios mayoritarios. En realidad, esas multinacionales son la mayoría de las veces grandes empresas de los estados más poderosos, empezando por Estados Unidos y son los instrumentos, junto a los medios militares y los diplomáticos, de la política imperialista de esos Estados. Y cuando tal o cual Estado nacional (como el de una «republica bananera») está sometido a las órdenes de tal o cual gran «multinacional», eso no es más que la expresión de la sumisión imperialista de ese Estado a la gran potencia de la que depende la multinacional.
Ya en los años 70, la izquierda exigía «más Estado» para limitar el poder de esos «monstruos modernos» y garantizar un reparto más «equitativo» de las riquezas producidas. ATTAC y compañía no han inventado nada. Pero sobre todo es importante subrayar aquí la gran mentira que contiene esa idea: el Estado nunca ha sido un instrumento de defensa de los intereses de los explotados. Es básicamente un instrumento de preservación del orden social existente y, por lo tanto, de defensa de los intereses de la clase dominante y explotadora. En algunas circunstancias, y para asumir mejor su función, el Estado podrá oponerse a tal o cual sector de esa clase. Así ocurrió en los albores del capitalismo cuando el gobierno inglés estableció reglas para limitar la intensidad de la explotación de los obreros, especialmente de los niños. Algunos capitalistas fueron perjudicados, pero esa medida debía permitir que la fuerza de trabajo, que es la creadora de toda la riqueza del capitalismo, no fuera destruida a gran escala antes de haber alcanzado la edad adulta. De igual modo, cuando el Estado hitleriano perseguía cuando no liquidaba a algunos sectores de la burguesía (los burgueses judíos o los burgueses «demócratas»), eso, evidentemente, no tenía nada que ver con no se sabe qué defensa de los explotados.
El Estado del Bienestar es básicamente un mito destinado a que los explotados acepten que siga la explotación capitalista y se perpetúe la dominación burguesa. Cuando la situación económica se agrava, el Estado, de «izquierdas» o de «derechas» está obligado a quitarse la careta: es el órgano que decreta el bloqueo de los salarios, el que ordena los cortes en los «presupuestos sociales», los gastos de salud, los subsidios de desempleo y las pensiones por jubilación. Es también el Estado, mediante sus fuerzas represivas, el que acude con sus porras y granadas lacrimógenas, sus detenciones y sus balas si llega el caso, para hacer entrar en razón a los obreros que se nieguen a aceptar los sacrificios que se les quiere imponer.
En realidad, detrás de las ilusiones que los altermundialistas, siguiendo la tradición de la Izquierda clásica, intentan sembrar a propósito de las «multinacionales» y del Estado defensor de los intereses de los «oprimidos», subyace la idea de que podría existir un»buen capitalismo» que habría que oponer al «mal capitalismo».
Esa idea alcanza el no va más en la caricatura y la ridiculez cuando ATTAC «descubre» que desde ahora la motivación principal de los capitalistas sería sacar ganancias, adornando ese «descubrimiento» con toda una palabrería rimbombante sobre la diferencia entre los «stakeholders» y los «shareholders». Hace ya francamente muchos lustros que los capitalistas invierten para extraer ganancias. Bueno, en realidad, es lo que siempre han hecho desde que el capitalismo existe.
En cuanto a las «lógicas estrictamente especulativas» que se deberían a «la globalización financiera», tampoco han estado esperando a no se sabe qué reunión del G7 de estos últimos años o a que llegara al poder Margaret Thatcher y su amigo Reagan. La especulación es casi tan vieja como la economía capitalista. Ya a mediados del siglo XIX, Marx dejó claro que cuando se acerca una nueva crisis de sobreproducción, los capitalistas tienen tendencia a preferir la compra de valores especulativos a las inversiones en lo productivo. En efecto, de manera muy pragmática, los burgueses han comprendido que si los mercados están saturados, las mercancías producidas gracias a las máquinas compradas a lo mejor no se vendían, impidiendo así tanto la obtención de la plusvalía en ellas contenida (gracias a la explotación de los obreros que han hecho funcionar esas máquinas) como el reembolso del capital avanzado. Por eso decía Marx que las crisis comerciales parecían ser resultado de la especulación cuando en realidad eran su signo anunciador. De igual modo, los movimientos especulativos que hoy observamos plasman la crisis general del capitalismo, y en ningún modo son el resultado de la falta de civismo de este o aquel grupo de capitalistas.
Más allá, sin embargo, de lo estúpido y risible que sea el «análisis científico « de los «peritos» de la altermundialización, hay una idea que los defensores del capitalismo han utilizado desde hace mucho tiempo para impedir que la clase obrera se oriente hacia su perspectiva revolucionaria. Ya Proudhon, el socialista pequeño burgués de mediados del XIX, intentó distinguir lo «bueno» de lo «malo» del capitalismo. Se trataba para los obreros de apoyarse en «lo bueno» para así proponer una especie de «comercio equitativo» y de autogestión de la industria (las cooperativas).
Más tarde, toda la corriente reformista en el movimiento obrero, por ejemplo su «teórico» principal, Bernstein, intentó defender la capacidad del capitalismo (a condición de que éste esté obligado por una presión de la clase obrera en el marco de las instituciones burguesas, como los parlamentos) para ir satisfaciendo cada vez más los intereses de los explotados. Las luchas de la clase obrera debían pues servir para que triunfaran los «buenos» capitalistas contra los «malos», los cuales, por egoísmo o miopía, se oponían a esa volución «positiva» de la economía capitalista.
Hoy, ATTAC y sus amigos nos proponen volver al «compromiso fordista» que prevalecía antes de la llegada de esos brutales y desalmados del «todo para la finanza», que «preservaría el reparto del valor añadido» entre trabajadores y capitalistas. Así, la corriente altermundialista hace una contribución de primer orden al arsenal de embustes de la burguesía:
– al hacer creer que el capitalismo tendría los medios de volver atrás en sus ataques contra la clase obrera, cuando éstos, en realidad, son resultado de una crisis que el sistema es incapaz de superar;
– dando a entender que hoy podría haber un terreno de entendimiento posible, un «compromiso» entre trabajo y capital.
En resumen, llaman a los obreros no a combatir el modo de producción capitalista, responsable de la agravación de su explotación, de su miseria y del conjunto de la barbarie que se desencadena actualmente en el mundo, sino a movilizarse en defensa de una variante quimérica de ese sistema. O sea, a renunciar a la defensa de sus intereses y a capitular ante los de su mortal enemigo, la burguesía.
Puede entonces entenderse perfectamente por qué esa clase, por mucho que algunos de sus sectores critiquen las ideas altermundialistas, ostenta la mayor indulgencia hacia ese movimiento y lo promueve.
La denuncia firme del movimiento altermundialista como algo de esencia burguesa, la intervención más amplia posible contra unas ideas peligrosas, son prioridades para todos aquellos elementos del proletariado conscientes de que el único mundo hoy posible es el comunismo, y que éste solo podrá construirse resueltamente en contra de la burguesía y todas sus ideologías mistificadoras, cuyo último engendro es el altermundialismo. Y como tal, hay que combatirlo con la misma determinación que a la socialdemocracia o al estalinismo.
Günter
(Parte de artículo aparecido en la Revista Internacional N° 116, primer trimestre 2004)Here is some text
1 Cabe señalar que entre los temas preferidos del altermundialismo, hay uno que no pertenece a la tradición de los partidos de izquierda clásicos: el tema ecológico. Eso se debe sobre todo a que la ecología es algo relativamente reciente, mientras que los partidos tradicionales de izquierda basan su ideología en referencias más antiguas (aunque siempre de actualidad para mistificar a los obreros). De todos modos, la Izquierda tradicional ha establecido en casi todos los países alianzas estratégicas con la corriente que ha hecho de la ecología su principal especialidad, los Verdes. Así es en el principal país europeo, Alemania.
2 Hay que decir que James Tobin se desolidarizó del uso que querían hacer los altermundialistas de su receta. A quienes creen que luchan contra el capitalismo con sus cartuchos, el premio Nobel de la economía capitalista nunca ha ocultado que él está A FAVOR del capitalismo.
3 «Plataforma de ATTAC», adoptada por la Asamblea constitutiva del 3 de junio de 1998, en Tout sur ATTAC 2002, p. 22.
4 Ese término se refiere a las tesis de Henry Ford I, fundador de una de las mayores multinacionales de hoy, el cual, tras la Primera Guerra mundial defendía la idea de que los capitalista tenían el mayor interés en pagar buenos salarios a los obreros para así ampliar el mercado para las mercancías producidas. Por eso, a los obreros de Ford se les incitaba a comprar unos coches en cuya fabricación habían participado. Esas tesis, que podían parecer «realistas» en períodos de «prosperidad» y que además podían, en cierto modo, favorecer la «paz social» en las factorías del «buen rey Henry», se derritieron como nieve al sol, cuando la «Gran depresión» de los años 30 cayó sobre Estados Unidos y el resto del mundo (NDLR).
5«Licenciements de convenance boursière : les règles du jeu du capitalisme actionnarial» (Despidos y conveniencia bursátil: las reglas del juego de capitalismo accionarial), Paris, 2/05/2001, en Tout sur ATTAC 2002, pp. 132-134
6Tout sur ATTAC 2002, p. 137.
Desde fines de los años 80, con la aceleración de la crisis y las dificultades de la clase obrera para reconocer su ser y sus capacidades, las revueltas desesperadas de poblaciones sometidas al hambre y a la miseria atroz se repiten continuamente: Argelia (1988), Venezuela, Argentina, Nigeria, Jordania (1989), Costa de Marfil, Gabón (1990). Pero si esto pareciera que es un fenómeno de las regiones «subdesarrolladas», es una equivocación, hay que recordar que en 1992 en Los Ángeles, una de las grandes ciudades de los EUA, se vivieron saqueos e incendios de locales comerciales... Estos acontecimientos que muestran la desesperación de una masa «interclasista», formada lo mismo por desclazados, núcleos sociales depauperados (por ejemplo campesinos), sectores pequeño burgueses e incluso por trabajadores arrastrados por esta ola ciega, ha sido reivindicado y promovido por los llamados «altermundialistas» como una forma de lucha contra el sistema, sin embargo son expresiones estériles, sin perspectiva de futuro que nada pueden contra el sistema, por el contrario son usadas por éste.
Argentina en 2001 y octubre de 2003 en Bolivia, bajo diferentes circunstancias vuelven a ser testigos de violentas protestas donde la clase obrera queda ahogada en la masa amorfa e interclasista de «luchas ciudadanizadas». Por todo ello, estas expresiones desesperadas deben de ser objeto de reflexión en la clase obrera y es obligación de los revolucionarios exponer de manera abierta elementos que permitan la clarificación, sin asumir una actitud de desprecio a los hechos y a los que participan, sino de crítica, una crítica que prepara a la clase obrera, en tanto impulsa a sacar las lecciones y a preparar los combates futuros.
Si buscamos las causas de estas desesperadas expresiones, las encontraremos en las terribles condiciones de miseria, de explotación y de hambre a las que son arrojados millones de habitantes de regiones enteras del planeta. El capitalismo lleva a la pauperización acelerada de amplias masas de la población, a las cuales ya no es siquiera capaz de integrar como asalariados. En varios países de América Latina el campo está casi quebrado, quedando en el abandono la población que realizaba ahí sus actividades, transformándose diversas regiones en verdaderos «pueblos fantasma» (como sucede en regiones de Brasil y México). Pero estos acontecimientos no son resultado de la aplicación incorrecta de los planes económicos de Instituciones como el FMI, la OCDE, etc., como lo presenta el aparato de izquierda del capital (entre ellos, por supuesto los «altermundialistas»), tampoco es producto de la «mala gestión» de tal o cual gobierno, esto es producto de la decadencia del sistema capitalista, de la quiebra de un sistema que no expresa un avance progresista para la humanidad, sino la conduce a la devastación y la catástrofe. En este escenario, y ante el avance de una fase en la que la burguesía guarda dificultades para mantener su dominio, pero también el proletariado expone dificultades para reconocer su esencia revolucionaria, la revuelta desesperada de masas «interclasitas» se vuelve una expresión casi cotidiana, de frente a la cual la clase obrera debe de reflexionar, en primer lugar para no dejarse arrastrar en aventuras de ese tipo, y en seguida para impulsar su conciencia y la confianza en sus propias fuerzas. Pero para analizar estos fenómenos, sería una falsa alternativa el plantearse el «apoyo o rechazo» de estas expresiones, no se trata de glorificar o condenar, se trata de comprender y traducir esta comprensión en posiciones políticas que le ayuden a conducir a esas masas desesperadas por el camino de una verdadera subversión de las terribles condiciones de existencia actual.
Desde que se hundió el bloque del Este, es decir desde que cayó el muro de Berlín, la burguesía se empeña más que nunca en hacer parecer al estalinismo como el comunismo con el fin de poder hacer desatar su campaña sobre la «muerte del comunismo», incluso no faltaron los ideólogos del capital que «teorizaron» no sólo del «fin de la historia», sino también del «fin de la clase obrera como sujeto histórico del cambio». Estas «sesudas deducciones» son apoyadas por toda suerte de sociólogos, que en realidad no hacen sino reeditar lo planteado hace años por modernistas como Castoriadis, o intelectuales como Marcuse. Una clase como la burguesía es de ideas decrépitas y no produce «novedades», sólo sabe recocer los hilvanes del pasado. Para el marxismo, el proletariado es la única clase que puede cambiar al mundo, no como una visión idílica o mesiánica, sino como expresión de la materialidad de esta clase que la convierte en la primera que es al mismo tiempo explotada y revolucionaria, en tanto es una clase que no busca mantener la explotación o alguna forma de propiedad, ni aún siquiera busca su perpetuación como clase, por el contrario niega su esencia, en tanto busca la eliminación de las clases sociales, por ello al lograr su emancipación libera al conjunto de la humanidad. Pero lo que constituye la fuerza decisiva del proletariado es su organización y su conciencia, de manera que no actúa como una clase ciega, perdida en el inmediatismo y el odio, por el contrario su accionar en tanto revolucionario constituye una práctica conciente que se alimenta de la experiencia del pasado, pero manteniendo la mirada en el futuro.
La práctica revolucionaria del proletariado, es pues, producto de su organización y conciencia clara del futuro, por el contrario los saqueos y revueltas llevadas a cabo por masas interclasistas, enceguecidas por el odio y llevadas por el inmediatismo carecen de futuro, y por tanto son impotentes ante el capitalismo.
Es un viejo lugar común el encontrar posiciones políticas que identifican la revuelta desesperada con una acción revolucionaria, no obstante esto es una visión activista, sin principios, que apoya «todo lo que se mueve», y que es muy defendido por todo el izquierdismo en sus variantes estalinistas, maoístas y trotskistas; más aún, algunos anarquistas definirán como «revolucionario» aquellas manifestaciones sociales que se expresen «violentamente».
Aunque la necesidad es lo que lleva a las masas depauperadas a la revuelta, al estar desconectadas de una visión de verdadera transformación y por tanto de futuro, quedan atrapadas en los límites del mismo capital, no es raro por ello que la burguesía aproveche estas revueltas, desatando, a través de ellas, sus propias campañas ideológicas contra la clase obrera:
- polarizando a la sociedad y sumiendo el descontento en mistificaciones marginalistas tales como el «racismo», la lucha «contra el mal gobierno» o contra privatizaciones,
- impulsando el sentimiento de impotencia y desesperanza de la clase obrera, empujándola a «confiar en el Estado democrático»,
- promoviendo el interclasismo, con el fin de impedir una respuesta proletaria y por tanto verdaderamente revolucionaria.
Este especto lo hemos visto repetirse en Argentina y Bolivia [1]. Después de ver las revueltas interclasistas en 2001 en Argentina, y de haber visto un desfile de presidentes en unas cuantas semanas (expuesto por la misma burguesía como triunfo de los «piqueteros»), la clase dominante se regocija con unas elecciones presidenciales masivas y «ejemplares», mostrando cómo esas revueltas no hicieron sino fortalecer al aparato estatal. De igual manera las imágenes de la revuelta en Bolivia, por la «defensa de la industria nacional del gas», dieron vuelta al mundo y los gritos de la burguesía cuando «cae el presidente de Lozada» era: «un triunfo del pueblo», sin embargo la miseria continúa, pero los reconfortan con el veneno de que para que el capitalismo funcione mejor, basta con otorgar la participación a los «ciudadanos» en las decisiones políticas... como se ve la revuelta no es una experiencia que la clase obrera pueda recobrar para su combate.
En la Revista Internacional Nº 63 señalábamos: «En estas revueltas los obreros participan, efectivamente, pero no agrupados como clase, sino confundidos como individuos que se suman a las masas hambrientas». En efecto, el hecho de que haya obreros presentes físicamente en una revuelta no le da, automáticamente, el carácter proletario. Eso sería tan absurdo como afirmar que los sindicatos son organizaciones proletarias porque en ellas se aglutina a los trabajadores... La clase obrera desarrolla sus luchas en su combate contra la degradación de sus condiciones de vida (desempleo, salario, jubilación...), ese combate se desarrolla a nivel histórico y conoce diferentes fases en que se va enfrentando al Estado y sus instrumentos de dominio (sindicatos, partidos, izquierdistas...), en ese avance va forjando su organización y conciencia.
Este combate es una expresión colectiva, donde el interés de cada uno es, al mismo tiempo el interés de todos, cada huelga, cada lucha es el eslabón de un combate histórico, con un pasado, un presente y un futuro, con el que se van forjando las cadenas solidarias de clase. Contrariamente, en la revuelta y el saqueo lo que impera es la salvaguarda del interés individual y su falta de recuperación de experiencias y perspectiva de futuro, hace de estas simples explosiones tan espectaculares como efímeras...
No obstante que las masas marginadas suelen ser usadas por la burguesía, empujándolas a las revueltas ciegas, el proletariado tiene la obligación histórica de atraer a los explotados y marginados por el capital, para que asuman el proyecto revolucionario de la clase obrera, haciendo ver que esa fuerza lanzada en un avance ciego, no sólo es estéril y sin futuro, sino además una fuerza aprisionada por la clase dominante.
Daniel/ diciembre-2003
1 En Argentina, donde se han presentado este tipo de manifestaciones, que el izquierdismo (y por desgracia también grupos revolucionarios) las han calificado de «grandes acciones del proletariado», se ha manifestado una voz que avanza en un proceso de clarificación: el «Núcleo Comunista Internacional», que al tomar postura sobre los sucesos de octubre pasado en Bolivia, simplifica claramente lo que representan las revueltas: «Los acontecimientos de Bolivia guardan un gran paralelismo con la Argentina en el año 2001, donde el proletariado se encontró subsumido no sólo con las consignas de la pequeña burguesía, sino también, que dichos ‘movimientos populares’ tenían, en el caso argentino, y tienen en el caso boliviano, un signo bastante reaccionario, al plantear la reconstrucción de la nación o expulsar a los ‘gringos’... y es por ello, -señalan más adelante- que es un grave error confundir lo que es una revuelta social con un horizonte político estrecho, con una lucha proletaria anticapitalista».
El presente artículo constituye una polémica con miembros del Partido Comunista Internacional (PCI) en Venezuela, a propósito de una hoja que han titulado: «Mientras las fracciones burguesas (chavistas y anti-chavistas)se disputan la plusvalía extraída a los asalariados, los comunistas levantamos las banderas de la lucha revolucionaria anticapitalista» de febrero de 2003.
En primer lugar, queremos saludar el esfuerzo hecho por los compañeros para difundir una posición marxista, cuestión que constituye una tarea prioritaria para los grupos políticos que asumimos la defensa de los intereses históricos del proletariado, denunciando las campañas de la burguesía nacional, las cuales constituyen una traba al desarrollo de la consciencia en nuestra clase. Si bien compartimos algunas posiciones políticas expresadas por el PCI, existen otras que aparecen en su hoja y que requieren ser aclaradas a la luz de las posiciones que ha venido desarrollando la izquierda comunista. Sin embargo, sólo desarrollaremos la cuestión de las luchas reivindicativas, puesto que ésta contiene uno de los principales aspectos en base a los cuales la CCI ha venido desarrollando una critica y una polémica con esta agrupación política.
Consideramos al PCI una organización política dentro del campo proletario, debido a la defensa de principios de fundamental importancia, como son la defensa intransigente de los intereses del proletariado como clase explotada en la sociedad capitalista; el reconocimiento del proletariado como clase revolucionaria, como aquella en quien descansa la responsabilidad histórica de destruir el capitalismo, lo cual abre la perspectiva del comunismo y la reivindicación del carácter internacional de la lucha proletaria.
También son posiciones expresadas por el PCI, el hecho de que estamos frente a una confrontación entre fracciones burguesas. Que como comunistas, defendemos en todo momento los intereses del proletariado venezolano y mundial.; que las fracciones burguesas en pugna han manipulado ideológicamente al proletariado para colocarlo tras sus banderas (nacionalismo, defensa de la democracia y la soberanía nacional), lo que ha costado muy caro en términos del desarrollo de su combatividad y consciencia de clase. Que ambas fracciones, en tanto que defensoras del capital, llevan por igual al proletariado a la pobreza. Que las raíces del hambre y el desempleo están en el régimen capitalista. Para ilustrar de una forma más precisa su posición, tenemos: «Por eso el proletariado consciente no lucha por cambiar un gobernante por otro, o un funcionario público por otro, o un patrón por otro. En vez de distraerse con banderas burguesas, el proletariado lucha contra el capitalismo. El proletariado no lucha por el cambio de un modelo de acumulación de capitales por otro, sino que combate por una nueva sociedad: la sociedad comunista.»
Estas afirmaciones, que compartimos con el PCI, son las que han estado a la base de las tomas de posición que hemos hecho en los últimos años, a propósito del gobierno chavista, pero sobre todo apoyados en un marco más global, marxista, que nos ha permitido comprender la situación actual venezolana desde un punto de vista histórico, caracterizado por la descomposición de las relaciones capitalistas de producción.
Es en ese contexto, de agudización de la crisis económica mundial y de descomposición del capitalismo, que se acentúan no sólo las medidas que implementa la burguesía para atacar las condiciones de vida del proletariado, sino también las pugnas entre las fracciones burguesas que se disputan el control del estado, como es el caso de Venezuela. Esta situación, la expresan los compañeros del PCI como sigue: «A lo largo de las confrontaciones entre las fracciones burguesas en Venezuela (que en lo político se expresan en el choque entre chavistas y antichavistas) la burguesía ha venido tomando medidas que descargan sobre los trabajadores los costos de la crisis capitalista. Devaluación monetaria, aumento de impuestos, caída del salario real, aumento del desempleo son los aspectos que destacan en la situación actual de los trabajadores.»
Hasta aquí consideramos que los compañeros mantienen una posición que se corresponde con un análisis marxista de la situación. Luego, ya al final de su hoja, introducen un elemento de confusión que contradice las posiciones que correctamente habían expresado, como es sembrar en el proletariado la ilusión en torno a una serie de reivindicaciones, las cuales podrían ser perfectamente posibles en la sociedad capitalista actual.
Estamos de acuerdo con el hecho de que el proletariado se resista, a través de sus luchas, a que la burguesía continúe profundizando a través de sus medidas económicas, la pauperización y los ataques a sus condiciones de vida. Sin embargo, proponer por ejemplo un «aumento lineal de salarios a 1000 $ mensuales»; una «reducción de la jornada de trabajo a 30 horas semanales, sin reducción de salarios»; o unas «jubilaciones a los 55 años con el pago del 100% del último salario devengado», como lo hacen los compañeros en su hoja, son cuestiones que requieren un análisis más riguroso emprendido desde el materialismo histórico, como método para analizar el desarrollo histórico del capitalismo, así como también de las condiciones en que se produce la lucha del proletariado en la etapa actual de decadencia capitalista.
La CCI ha hecho todo un desarrollo teórico acerca de la ascendencia y decadencia del capitalismo, apoyándose fundamentalmente en el aporte de marxistas de la talla de Rosa Luxemburgo. El concepto de decadencia no es una «elucubración» de la cual sólo la CCI sabría el secreto. Es el resultado de la aplicación del materialismo histórico, como método para el análisis de la sociedad. Este ha permitido ver el desarrollo del capitalismo a través de dos fases básicamente: una en la cual expande al globo sus relaciones de producción, lo que quedó expresado a través de la creación del mercado mundial y otra en la cual, conforme ha extendido su modo de producción a nivel planetario, va reduciendo los mercados que necesita para poder dar salida a sus mercancías.
Si bien a finales del siglo XIX el capitalismo mundial conoció un desarrollo importante, gracias entre otras cosas a la incorporación de mercados extra-capitalistas, con lo cual podía dar salida a sus mercancías y explotar algunas regiones del mundo como colonias (principalmente en África, Asia y América), ya para principios del siglo XX, las condiciones que habían permitido dicho desarrollo van a cambiar drásticamente. Y esto se debe fundamentalmente, al hecho de que el capitalismo como sistema ya se había repartido los principales mercados existentes en el mundo, con lo cual esa posibilidad de expansión del mercado llegaba a su límite. Este hecho se hizo patente con la primera guerra mundial, la cual expresó la lucha entre las principales potencias para producir un nuevo reparto de los mercados, apoyadas en la fuerza de las armas, destruyendo sistemáticamente un porcentaje importante de las fuerzas productivas creadas en el siglo anterior y llevando a la población europea, entre ella a un gran número de proletarios, a masacrarse en los campos de batalla, tras las banderas del nacionalismo.
Este hecho significó el fin de esa etapa ascendente para el capitalismo y marcó el inicio de su decadencia. Tal como lo expresamos en nuestro folleto La Decadencia del Capitalismo:»La primera guerra mundial puso de evidencia que el desarrollo alcanzado por el capitalismo a principios de siglo (XX) había llegado a ser demasiado importante con relación a las capacidades de absorción del mercado mundial. El reparto del planeta entero entre las principales potencias capitalistas quedaba rematado. Los entonces recién llegados al mercado mundial, Alemania y Japón por ejemplo, ya no podrían desarrollarse sin poner en entredicho el reparto existente, lo cual no podía hacerse ya sino mediante la guerra».
En este sentido, la crisis económica mundial capitalista (que se desarrolla ante nuestros ojos) , es una crisis de sobre producción, es decir, que expresa la contradicción fundamental del capitalismo, que se traduce en el hecho de que existe demasiada producción con respecto a las capacidades que tiene el mercado de absorberla (lo que tiene que ver también con la capacidad de consumo cada vez más restringida de las masas). Frente a esta situación, a cada burguesía no le queda otra alternativa, para tratar de subsistir en un mercado sobresaturado, que explotar de manera cada vez más sistemática y brutal la mano de obra de que dispone.
En esta etapa de decadencia que queda abierta con la primera guerra mundial, la posibilidad de obtener mejoras reales y sustanciales van a convertirse cada vez más en un imposible para la clase obrera, debido a la profundización de la crisis económica y la consiguiente exacerbación de la competencia entre las diferentes burguesías por sobrevivir en el mercado, lo que obliga a aplicar constantemente medidas para reducir los costos de producción, entre ellos el salario.
Durante el siglo XX , pero también en este siglo que inicia, de hecho lo que ha habido es un incremento de la pauperización y del desempleo. Incluso, el tan elogiado sistema de seguridad social que se estableció en los países europeos después de la segunda guerra mundial, esta siendo hoy desmantelado, a través por ejemplo, de la reducción de las pensiones y del aumento de la edad para jubilarse; esta situación ocasionó a finales del año pasado una serie de manifestaciones de miles de obreros en países como Francia y Austria, pero también en Brasil ,(ver en nuestro número anterior el artículo sobre la reforma de las jubilaciones en Francia); por otro lado, las reducciones de la jornada de trabajo que han ocurrido desde hace algunos años han sido acompañadas en realidad, por reducciones también de los salarios devengados.
Por consiguiente, lo que está hoy al orden del día, no es precisamente un mejoramiento de las condiciones de vida del proletariado venezolano, al igual como ocurre en todo el mundo. La demagogia y el cinismo que exhibe el gobierno actual al prometer acabar con la pobreza y con los principales problemas de la población (salud, educación, empleo) a través de sus misiones («robinson», «sucre», «vuelvan caras») constituyen una mentira y una manipulación para intentar desmovilizar al proletariado y mantenerlo fuera de su terreno de clase, obstaculizando el desarrollo de una consciencia que lo lleve a desenmascarar las verdaderas intenciones del gobierno burgués de Chávez Como hemos visto, el contexto de decadencia y descomposición que vive el capitalismo como sistema, hacen imposible cualquier mejoramiento de los niveles de vida de la clase obrera y población en general. Esta situación de desmejoramiento progresivo de nuestras condiciones de vida, ya la hemos vivido con los gobiernos anteriores y también la padecemos con Chávez, quien al igual que los gobernantes del pasado, es el encargado de gestionar el modo capitalista de explotación. De hecho, con el actual gobierno se han incrementado los niveles de pauperización, debido principalmente a un aumento vertiginoso del desempleo, el cual se ubica en un nivel aproximado de 22-25% que manejan entes no oficiales.
Los compañeros del PCI, a pesar de reivindicarse del marxismo, no han comprendido la diferencia entre la fase ascendente del capitalismo (etapa de expansión y conquista de nuevos mercados) y la fase de decadencia, la cual acabamos de explicar. Esta incomprensión, los lleva a asumir posiciones que los colocan peligrosamente cerca de la demagogia típica de los políticos burgueses , pero también de aquellos que componen la izquierda del capital, al presentar su lista de reivindicaciones como algo muy posible. Además, esta incomprensión lleva a otra igual de peligrosa que toca el aspecto de la consciencia de clase y que consiste en pretender que el proletariado está limitado sólo a luchas inmediatas de resistencia, lo que reduciría su lucha política a una mera lucha reivindicativa. De esta forma, el proletariado sería la masa que lucha por reivindicaciones económicas y el partido o la «elite intelectual», quien se encargaría de llevar la consciencia a las masas. La revolución quedaría así reducida a una caricatura, en la cual hay una masa que es dirigida y concientizada por una inteligentsia.
La clase obrera reúne condiciones que, a diferencia de las otras clases de la sociedad, la hacen una clase revolucionaria, entre ellas, el lugar que ocupa dentro de la producción capitalista (es la clase que produce los bienes o mercancías), el hecho de ser una clase explotada, lo que la lleva a vender su fuerza de trabajo a la burguesía para poder subsistir; también su capacidad de actuar como una clase que defiende los mismos intereses y por supuesto la capacidad de desarrollar una consciencia que le permita precisamente afirmarse como clase revolucionaria. En este sentido, hemos establecido en nuestro folleto Organización Comunista y Consciencia de Clase, lo siguiente: «Que la conciencia de clase sea esencialmente el fruto de la experiencia, de la lucha practica de la clase, implica que la actividad del conjunto del proletariado es irreemplazable. La conciencia revolucionaria, así como la emancipación política de los proletarios, es la obra de los obreros mismos. No tiene pues nada que ver con un conjunto de ideas rígidas, un amasijo de recetas preestablecidas y que son exteriores al proletariado. Así mismo la conciencia que toma el proletariado de su situación, no es una conciencia sobre un objeto exterior a él, sino una conciencia que tiene de si mismo. Es una conciencia de si. Esto significa simplemente que es tomando conciencia de su propia situación en el proceso de producción como el proletariado descubre la naturaleza del sistema capitalista en toda su complejidad y barbarie. Y esa toma de conciencia es siempre sinónimo de una lucha de clase. La conciencia de clase es pues simplemente la afirmación del proletariado como clase revolucionaria, el ser conciente.» El papel de las organizaciones revolucionarias es, en primer lugar, la defensa de los intereses del proletariado, pero también, impulsar a través de la clarificación teórica y del análisis de las experiencias de la lucha política de la clase obrera, el desarrollo de su conciencia revolucionaria. Para Marx y Engels nunca hubo realmente una separación entre lucha reivindicativa y lucha política. Eso significaría algo así como que habría una parte de la clase que se dedicaría a la lucha política y una que se dedicaría a la parte reivindicativa. Para el marxismo, la clase obrera siempre ha sido una clase políticamente revolucionaria, cuyo objetivo es la destrucción del sistema capitalista de producción.
Definitivamente no. Hay que tomar en cuenta, que las luchas que el proletariado ha desarrollado han sido el crisol donde se ha venido forjando la consciencia de clase, la cual le permitirá actuar de manera unida, de probar su fuerza como clase , fortaleciendo así la perspectiva de la revolución y la destrucción del estado burgués, que es la verdadera tarea histórica de la clase obrera. Aunque en la actualidad, el proletariado venezolano a semejanza de sus hermanos de clase del mundo entero, ha sido golpeado no sólo en sus condiciones de vida, sino en su consciencia, debido a las campañas ideológicas que ha desarrollado la burguesía («muerte del comunismo, de la clase obrera, del marxismo») lo que ha debilitado su capacidad de respuesta, no debe renunciar a resistir los ataques del capital, pero buscando la unidad e identidad de clase y fortaleciendo la reflexión en sus filas, acerca de las verdaderas intenciones de la burguesía y sus campañas mentirosas, así como de la perspectiva de transformación social que representa, frente a un capitalismo en descomposición, que ya no garantiza el más mínimo bienestar y progreso a la humanidad. Por cierto, ya Marx a finales del siglo XIX, en su texto Salario, Precio y ganancia, planteaba las limitaciones de las luchas reivindicativas: «Al mismo tiempo, y aun prescindiendo por completo del esclavizamiento general que entraña el sistema de trabajo asalariado, la clase obrera no debe exagerar ante sus propios ojos el resultado final de estas luchas diarias. No debe olvidar que la lucha contra los efectos, pero no contra las causas de estos efectos; que lo que hace es contener el movimiento descendente, pero no cambiar su dirección; que aplica paliativos pero no cura la enfermedad. No debe, por tanto, entregarse por entero a esta inevitable guerra de guerrillas, continuamente provocada por los abusos incesantes del capital o por las fluctuaciones del mercado. Debe comprender que el sistema actual, aun con todas las miserias que vuelca sobre ella, engendra simultáneamente las condiciones materiales y las formas sociales necesarias para la reconstrucción económica de la sociedad. En vez del lema conservador de «¡un salario justo por una jornada de trabajo justa!», deberá inscribir en su bandera esta consigna revolucionaria: «¡Abolición del trabajo asalariado!» «.
Es cierto que la historia del movimiento obrero ha estado atravesada por luchas verdaderamente importantes, que van desde lo reivindicativo hasta la conformación de organizaciones políticas. Lo que el proletariado no debe perder de vista es que las luchas reivindicativas no constituyen un fin en si mismas. Las proposiciones del PCI se hacen sin tomar en cuenta el contexto histórico actual de decadencia del capitalismo lo acercan de manera oportunista, a las posiciones de los grupos izquierdistas que plantean consignas «radicales» en el seno de la clase para intentar mantener sus movilizaciones en el marco de los intereses del capital nacional. En este contexto, el ataque a las condiciones de vida y sobre todo del salario, constituyen una necesidad para la burguesía para tratar de mantener a flote su sistema .
Las burguesías del mundo entero se ven en la necesidad de reducir sus costos laborales, tanto a nivel público como privado y Venezuela no escapa a esta realidad. Sería un absurdo pensar que los capitalistas podrían sacrificar su ganancia para «beneficiar» al proletariado; al contrario de lo que expresan algunos políticos de la burguesía venezolana, muy «humanitarios» no se trata de un «capitalismo más bueno» versus un «capitalismo más malo». Se trata de un sistema que tiene sus propias leyes de funcionamiento y que no son precisamente, aquellas que tienen como objetivo la satisfacción de las necesidades de la humanidad y su bienestar.
Augusto
La constatación de la creciente agravación de la situación económica, política y social, no sólo en Venezuela, si no a nivel mundial, plantea de manera permanente a trabajadores y elementos de otros sectores de la población, un conjunto de reflexiones, en busca de una clarificación, una salida, que inevitablemente les lleva a moverse entre dos polos opuestos: por un lado, los planteamientos ideológicos defendidos por los partidos y grupos políticos de la burguesía, de derecha o izquierda; y por el otro, las posiciones defendidas por las organizaciones políticas del proletariado, que defienden el comunismo como única salida a la barbarie capitalista.
En efecto, el mundo mejor que nos ofrecieron dirigentes e ideólogos de la burguesía mundial, después del derrumbe del bloque ruso en 1989, que preveía la apertura de un período sin guerras y que abriría para la humanidad los beneficios de la democracia, se derrumba a pedazos. En los 15 años que nos separan de ese acontecimiento histórico, no sólo padecemos guerras, genocidios y hambrunas de envergadura, sino que la humanidad está viviendo algo inédito: el avance del terrorismo a nivel mundial, no sólo aplicado por los fundamentalistas al estilo de Al Qaida, sino por los propios estados capitalistas, con los Estados Unidos a la cabeza; donde la mayoría de las veces las víctimas son proletarios o sus familias, como lo muestran los recientes atentados en Madrid y en el propio Irak, donde la población está atrapada entre las tropas aliadas y los terroristas iraquíes. Por otra parte, la agudización de la crisis del capitalismo no sólo pauperiza a millones de seres humanos de los países de la periferia del capitalismo, sino que asistimos a mayores ataques a las condiciones de vida del proletariado de los países centrales, por ejemplo, mediante la desmejora de los regímenes de jubilaciones y pensiones que existen después de la Segunda Guerra Mundial.
Concientes de esta tendencia a la reflexión, nuestra organización ha entrado en contacto con algunos de estos elementos o grupos, quienes nos han invitado a participar en su proceso de reflexión. Un grupo de estos elementos lo integran estudiantes universitarios, quienes se encaminan a conformar un círculo de discusión animado por un ex militante de nuestra organización. Aunque la motivación inicial para agruparse han sido preocupaciones propias del medio estudiantil, los compañeros se plantean la necesidad, apoyados por nuestro contacto, de discutir problemas sociales y en particular la situación de la clase trabajadora. En este sentido se han planteado cuestiones tales cómo: ¿qué es la izquierda?, ¿cuál es el carácter de clase de estas organizaciones?, ¿cuál es su origen histórico? Este grupo de elementos ha mostrado su disposición a proseguir la discusión y la clarificación, aspecto altamente positivo que les abre las puertas para conocer las posiciones de clase del proletariado, superando el estrecho marco de las preocupaciones del medio estudiantil.
Otro grupo lo conforma un núcleo de trabajadores que desde hace varios años realiza trabajo político en algunas comunidades cercanas a su sitio de trabajo. Sostienen con frecuencia discusiones sobre la situación nacional e internacional y conocen las publicaciones de la CCI en lengua española. Estos compañeros, a pesar de estar fuertemente influenciados por el izquierdismo, situación que lleva a algunos de ellos a simpatizar con el «proyecto chavista», muestran una muy buena disposición a la discusión, están abiertos a confrontar sus posiciones, y han mostrado un interés particular por conocer la historia del movimiento obrero.
Son innumerables las dudas que se presentan a este núcleo: ¿dónde está la clase obrera y cómo está conformada?, ¿en qué momento la clase obrera perdió su perspectiva revolucionaria?, ¿cuál es el peso del interclasismo?, ¿cuál es el carácter proletario de las movilizaciones en Argentina?, ¿ha sido capaz el capitalismo de superar sus crisis económicas?, ¿qué pasa con las guerras imperialistas, cuando existe un sólo imperialismo, el de Estados Unidos?, ¿cuál es la importancia de la teoría para la intervención de los revolucionarios?, ¿qué actitud asumir ante el terrorismo?; etc. Estas interrogantes son la evidencia de la cantidad de reflexiones que están dando en el seno del proletariado, del cual los compañeros son una pequeña expresión en Venezuela.
En las discusiones hemos insistido en que para comprender e intervenir en la situación actual desde una perspectiva proletaria es fundamental dotarse de un marco que dé una visión global, sustentado en el materialismo histórico, es decir, en el marxismo, que nos permita comprender los acontecimientos de una manera global, no localista. Este marco permite comprender que la crisis económica que se vive en Venezuela, es consecuencia de la crisis mundial de sobreproducción que vive el capitalismo desde finales de los años 60; que la comprensión de las causas de la crisis económica actual, es el basamento para comprender las convulsiones que se dan en los planos económico, político y social.
Saludamos este proceso de reflexión, el cual consideramos forma parte del proceso de búsqueda de una conciencia de clase proletaria, que por ahora se expresa de manera tímida y limitado en algunos grupos y elementos, debido al nefasto peso de la campaña ideológica de «muerte del comunismo y del marxismo» y «desaparición» de la clase obrera como clase revolucionaria, emprendida por la burguesía mundial después de la caída del bloque ruso en 1989.
De nuestra parte, damos pleno apoyo a estas manifestaciones de la clase, que se manifiestan en Venezuela y en muchos otros países. Estamos dispuestos a contribuir con su desarrollo, defendiendo en su seno nuestro marco programático y nuestro análisis, basado en el marxismo, es decir, haciendo uso del método materialista histórico. Lo hacemos, no por que seamos democratistas, sino porque ha sido una tradición dentro del movimiento obrero la confrontación de las ideas cómo única forma de desarrollo de la conciencia de clase; y, la dramática situación actual exige que la clase obrera desarrolle su conciencia de clase histórica, que tome conciencia que su futuro, así como el de la humanidad toda depende de su capacidad de desarrollar su lucha revolucionaria que acabe con el capitalismo decadente y en descomposición
AR. 30-03-04
Publicamos a continuación un llamamiento que hizo nuestra organización, pocos días antes de celebrarse el referéndum del 15A. El análisis y los planteamientos que en él hicimos siguen teniendo plena vigencia, después de declararse el triunfo de Chávez.
El llamamiento tuvo como objetivo principal, alertar a la clase obrera venezolana y mundial sobre una situación de confrontación violenta que se podría presentar entre los bandos chavistas y de oposición ante unos resultados electorales que apuntaban a ser bastante parejos. Sin embargo, la amenaza de una confrontación violenta se disipó a las pocas horas de concluidas las elecciones: se logró imponer la estrategia del oficialismo, quien superó a la oposición con un diferencia de 18%, situación que la sorprendió, ya que antes de las elecciones las encuestadoras mas serias daban un empate técnico o un pequeño margen a favor del chavismo (1). El rápido reconocimiento de los resultados electorales dados por el CNE, por parte del Centro Carter y la OEA, así como la parálisis de la Coordinadora Democrática (CD) ante el impacto de los resultados, impidieron que se caldearan los ánimos. Una pequeña manifestación de protesta convocada por algunos dirigentes de la oposición al día siguiente de las elecciones, fue salvajemente reprimida por las bandas de choque chavistas con saldo de un muerto y más de una decena de heridos.
Las fuerzas de oposición, y en particular la CD, han quedado desmembradas y han puesto al desnudo los conflictos de intereses que reinan en su seno (debilidad muy bien aprovechada por el chavismo), así como la dificultad para desarrollar una estrategia creíble ante los sectores mas empobrecidos de la población. Hoy, la oposición se presenta como un conjunto de fuerzas dispersas y sin una estrategia, debilitadas para enfrentar a un chavismo envalentonado y aparentemente mejor posicionado ante las próximas elecciones de alcaldes y gobernadores.
A pesar de este balance de fuerzas favorable al chavismo, la confrontación entre las facciones políticas chavistas y antichavistas no va a desaparecer, debido a que tal como lo planteamos en el llamamiento, el proyecto chavista se corresponde con la necesidad del sector del capital nacional ahora en el gobierno de crear una “nueva burguesía nacional” que intenta excluir de toda vida económica, política y social a los sectores de la burguesía que se le oponen. En este sentido, sería una ilusión pensar que se abre un período de “diálogo y reconciliación”, tal como lo pregonan las campañas del oficialismo y de algunos sectores de la oposición. Bajo el capitalismo en descomposición, es cada vez más difícil para las fracciones de la burguesía garantizar la gobernabilidad, principalmente en países como Venezuela, históricamente débiles en los planos económico, político y social.
El acercamiento del gobierno con algunos sectores del capital privado y de la oposición, es un “dialogo” forzado, donde el chavismo hace uso de su musculatura política para chantajear y humillar al contrario. En este sentido observamos que aunque la confrontación ha bajado de intensidad, volverá a tomar vigor en cuanto las fuerzas de oposición se recompongan. De hecho, con muy pocas excepciones, todas las fuerzas de la oposición comparten la tesis del fraude electoral, lo que expresa un estado de confrontación latente.
La perspectiva es que las facciones burguesas en pugna continúen su estrategia de polarización y división entre los trabajadores, a favor de las opciones burguesas de uno u otro bando.
Un aspecto no menos importante, que tendrá una influencia directa sobre la lucha de clases, es la acentuación de los ataques a las condiciones de vida de la clase obrera. Esta es una necesidad ineludible para cada burguesía nacional para poder enfrentar los efectos de la crisis económica que sacude al capitalismo a nivel mundial; y la burguesía venezolana no es la excepción, se trate de la “nueva” burguesía chavista o de la “vieja” burguesía que controló el poder en el pasado reciente. El proletariado venezolano, a través del desempleo y una creciente pauperización, ha padecido las consecuencias de una crisis económica que asume proporciones gigantescas debido a la confrontación entre las facciones burguesas en pugna. Después del revocatorio esta situación no hará sino acentuarse: el chavismo, requerirá mantener la ilusión populista de las misiones con miras a ganarse el apoyo de la población ante las elecciones regionales, parlamentarias y las presidenciales de 2006; misiones que se han sustentado en la explotación y un ataque sin cuartel a las condiciones de vida de los trabajadores, a través de la congelación de contratos colectivos, incremento de impuestos, altos niveles de inflación, deterioro de los servicios públicos, etc. Ahora la burguesía con un chavismo “guapo y apoyado”, tiene las manos libres para acentuar sus ataques contra el proletariado, en particular contra los empleados públicos (2).
Tal como lo planteamos en el llamamiento, el proletariado venezolano no tendrá otro camino que confrontar a la burguesía de capital privado o estatal, tal como lo hizo durante los gobiernos de Caldera, Carlos Andrés Pérez, etc. Debe tener claro que el gobierno chavista, a pesar de su verborrea “revolucionaria” y de autocalificarse cuando le conviene de “gobierno obrero”, es el encargado de llevar adelante la gestión del estado venezolano, que como todo estado capitalista se sustenta sobre la explotación y sometimiento de la clase obrera. Del lado de los burgueses y políticos de la oposición, el “mundo mejor” que nos ofrecen, no son sino cantos de sirena para buscar el apoyo de las masas trabajadoras, mientras también nos sumen en la miseria.
Es por ello que la lucha de los trabajadores debe romper con la trampa de quedar encerradas en la confrontación chavismo-antichavismo, ya que de esta forma se divide a los trabajadores y se socava la solidaridad de clase. Los trabajadores deben basarse en sus propias fuerzas y en sus propios medios de lucha, tal como lo hicieron los trabajadores del Metro, quienes a finales de septiembre paralizaron el servicio, debido a que sus contratos colectivos tienen 6 años sin revisión; o, los obreros de la siderúrgica SIDOR en Guayana, quienes paralizaron la producción reclamando el pago de beneficios económicos previamente acordados y mejores condiciones de seguridad industrial; o, los trabajadores de los servicios de salud dependientes de la Alcaldía Metropolitana, cansados del peloteo entre chavistas y opositores, han acentuado sus protestas exigiendo dotación para los hospitales y contra el retraso en sus pagos y bonificaciones; o, los jubilados y pensionados de esa misma Alcaldía y de la CANTV, quienes protestan indignados por las pensiones de hambre que reciben.
La lucha combativa de los trabajadores, es el único camino que puede abrir las puertas a que se desarrolle la solidaridad de clase y la confianza en sus propias fuerzas. De esta manera, se abrirían puertas para que los trabajadores se pueden ganar para su causa a esas masas empobrecidas que por ahora no tienen otra opción que aferrarse a las ilusiones que le presentan los sectores de la burguesía, tanto del oficialismo como de la oposición. En Venezuela, como en todo el mundo, el futuro depende de la lucha solidaria y conciente de los trabajadores.
Internacionalismo. 28-09-04
(1)Aunque la oposición utiliza las denuncias de fraude para hacerse de un espacio político después de la contundente derrota que le ha dado el oficialismo, no se debe descartar esta opción. El fraude ha sido una constante en las elecciones en Venezuela; la gran diferencia es que éste habría sido masivo e ingenioso.
(2)En una concentración con integrantes de las misiones 2 semanas después del revocatorio, Chávez dijo “Nosotros debemos terminar el viejo Estado burocrático, inepto e incapaz que recibimos hace 5 años y medio, el viejo Estado cuartorrepublicano, corrompido, ineficiente, que nunca sirvió para solucionar los problemas del país”. Obviamente, no se refería a los altos burócratas y dirigentes del chavismo, que forman parte de los “nuevos ricos”, privilegiados que ganan sueldos decenas de veces el salario mínimo, sino a la masa de empleados públicos, amenazados de despido por el gobierno Chávez, tal como lo estuvieron durante los gobiernos anteriores.
Una vez más, las facciones burguesas del chavismo y de la oposición nos llaman a las urnas electorales. Han activado todos sus mecanismos mediáticos, se gastan fortunas en una campaña que aturde, para que el 15 de Agosto vayamos como buenos ciudadanos a votar a favor o en contra de revocarle el mandato al presidente Hugo Chávez. Nos quieren poner a escoger entre dos opciones burguesas, a decidir si va a ser la facción chavista o la opositora, quien de ahora en adelante se encargará de continuar con nuestra explotación. Los revolucionarios marxistas hacemos un llamado a la clase obrera venezolana, a los trabajadores, a que no se hagan ilusiones: la permanencia de Chávez en el gobierno o su sustitución por un gobernante de la oposición, en nada va a disminuir los ataques a las condiciones de vida de la clase obrera, a la profundización de la pauperización a que nos somete la burguesía al descargar sobre nuestros hombros las consecuencias de la terrible crisis económica y política que sacude al capital nacional.
El referéndum del 15 de Agosto (15A) no es un plebiscito mas u otra de las tantas elecciones a que nos convoca la clase dominante. Este referéndum, además de ser una oportunidad de la burguesía para intentar darle credibilidad y oxigenar su dictadura democrática, es el resultado de una profunda crisis política en las filas de la burguesía venezolana que se ha agudizado de manera progresiva desde el ascenso de Chávez al poder en 1999, que ha llevado a la polarización de las diversas fracciones que componen al capital nacional en dos facciones: una oficialista agrupada alrededor de la figura de Chávez, y otra, que se le opone, agrupada en la llamada Coordinadora Democrática. En la medida que se ha exacerbado la confrontación, los bandos que se oponen han desatado una intensa campaña que ha penetrado la vida social de tal manera, que se ha logrado dividir a buena parte de la población en “chavistas” o “anti-chavistas”. Obviamente, el proletariado no ha escapado a esta monstruosa campaña, lo que ha ocasionado una división en varios sectores de la clase, ya que muchos trabajadores militan en u otra opción, e incluso, algunos han sido heridos o han perdido la vida en confrontaciones violentas, defendiendo causas que sólo benefician a sus enemigos de clase.
El referéndum del 15A encierra un gran peligro para los trabajadores, ya que existe un alto nivel de incertidumbre con respecto a sus resultados y el acatamiento de éstos por los dirigentes de uno y otro bando1, lo que puede ocasionar enfrentamientos violentos de envergadura e incluso sangrientos, donde de nuevo sea derramada sangre proletaria. El proletariado venezolano y mundial debe tomar conciencia del grave peligro que representaría para la clase el permanecer atrapada en esta confrontación, no sólo debido a la perdida de vidas proletarias, sino al debilitamiento de su conciencia de clase. El proletariado debe evitar por todos los medios, servir de carne de cañón a cualquiera de los bandos burgueses en pugna.
¿Qué está a la base de esta confrontación?
La actual confrontación política, su virulencia, fanatismo, exacerbación y polarización es un resultado directo de las manifestaciones de la descomposición social en las filas de la burguesía venezolana, como resultado de la descomposición que vive el sistema capitalista a nivel mundial, que lleva a la sociedad a una situación de impasse, de bloqueo, debido a que por una parte la burguesía mundial no ha podido dar su “salida” a la crisis capitalista que se prolonga por mas de 30 años a través de una guerra mundial generalizada (tal como logró hacerlo el siglo pasado con las dos Guerras Mundiales), y por su parte el proletariado, no ha tenido la fuerza para derrocar al capitalismo. Esta descomposición ha tenido su máxima expresión a nivel mundial en el resquebrajamiento del sistema de bloques que existió después de la Segunda Guerra Mundial, al derrumbarse el bloque ruso en 1989; lo que ha traído como consecuencia, no la paz y el progreso que nos ofreció la burguesía mundial en ese entonces, sino una proliferación de guerras localizadas (Irak, Afganistán, Oriente Medio, etc.), hambrunas, terrorismo, pauperización de amplias capas de la sociedad, etc. A nivel de cada país, la descomposición se ha expresado a nivel político por la implosión de los partidos tradicionales de la burguesía, tanto de izquierda como de derecha, el incremento de tensiones entre facciones de las burguesías nacionales que ocasionan una situación de convulsión, caos e ingobernabilidad2; las nuevas fuerzas políticas emergentes, necesarias para el control obrero y social, y para que la burguesía pueda proseguir su supervivencia económica, actúan en un contexto de mayor crisis y caos mundial.
Es en este contexto que emerge el gobierno izquierdista y populista de Chávez, sobre las ruinas de los partidos del “Pacto de Punto Fijo”, principalmente del socialdemócrata Acción Democrática y el socialcristiano COPEI, carcomidos por sus luchas internas, la corrupción, el clientelismo político y el abandono de las necesidades básicas de la sociedad. Chávez, exmilitar, uno de los lideres del golpe de estado de 1992 contra el socialdemócrata Carlos Andrés Pérez, apoyado en su carisma y en su extracción popular, logra capitalizar a su favor el descontento social y la pobreza reinante, hasta llegar al poder en diciembre de 1998. Una vez en el poder, se rodea de los militares que le apoyaron en su movimiento conspirativo y junto con elementos de la vieja izquierda (dentro de ellos el PCV) y organizaciones y elementos izquierdistas (muchos de ellos exguerilleros de los años 60 y 70), derrotados y excluidos de los factores de poder de los gobiernos anteriores, apoyado en una amplia popularidad, toma por asalto las instituciones y poderes del Estado con un objetivo central: desarrollar una “verdadera burguesía nacionalista", viejo anhelo de la izquierda del capital y de la pequeña burguesía izquierdista.
Con este norte en mente, el proyecto chavista, proclamado como “revolución bolivariana”, emprende un feroz ataque contra los sectores de la burguesía que se beneficiaron de los gobiernos anteriores, tratando de excluirlos de toda vida económica, política y social. La respuesta y organización de éstos sectores de la burguesía, amenazados por el chavismo a lo largo de casi 6 años, nos ha llevado a la peor crisis política que ha vivido Venezuela desde comienzos del siglo pasado. En efecto, las facciones burguesas de oposición (con el apoyo evidente de los EEUU)3 desarrollaron una serie de acontecimientos para intentar sacar a Chávez del poder: paro empresarial de Diciembre de 2001; golpe de Estado de Abril de 2002, que mantuvo a Chávez fuera del poder por sólo 48 horas; paro petrolero de Diciembre 2002-Enero 2003. Después de fracasar en esos intentos, cambiaron la estrategia de pretender sacar a Chávez por la fuerza, y recurrieron a la figura del revocatorio presidencial, contemplado en la nueva constitución aprobada en 1999 por el chavismo para darle sustento jurídico a su “revolución”.
A pesar de todos los obstáculos que ha puesto el oficialismo y pese a todos los pronósticos (debido a la mayoría oficialista en todos los órganos de poder e instituciones), la oposición logró recoger las firmas necesarias para convocar el revocatorio. Como vemos, la llamada “revolución bolivariana” no es más que la concepción de un proyecto capitalista promovido por un sector del capital nacional y nada tiene que ver con los intereses de la clase obrera, ni mucho menos con la revolución proletaria, única opción para salir de la barbarie que vivimos en Venezuela y en el mundo.
Cuando ya nos acercamos al corolario de esta fase de la crisis política en Venezuela, algo debemos dejar claro los marxistas ante el proletariado venezolano y mundial: ésta crisis política ha tenido como telón de fondo los peores ataques a las condiciones de vida y a la conciencia de clase del proletariado venezolano.
Más, hay otras cualidades que hacen del chavismo un producto puro de la descomposición. Presionado por la oposición y por los propios EEUU, Chávez no solo ha hecho uso del arsenal ideológico de la vieja izquierda y ha exacerbado el planteamiento izquierdista (entre ellos el antinorteamericanismo, que lo ha llevado a ser un abanderado del altermundialismo en América Latina), sino que ha recurrido a todo el eclecticismo ideológico que caracteriza la actual fase de descomposición: fundamentalismo (expresado en el bolivarianismo), mesianismo, misticismo, etc., y recurre sin escrúpulos a utilizar contra sus opositores e incluso contra la clase obrera, lo medios mas putrefactos que ha utilizado la burguesía desde que el capitalismo entró en decadencia a comienzos del siglo pasado: el terrorismo de Estado, el pogromismo, la intimidación, el chantaje, la compra de conciencias, etc. En este sentido, Chávez ha aprendido muy bien la lección de los sectores de la burguesía que ahora le hacen oposición, que se presentan como pulcros y libres de toda culpa; cuando en realidad, el monstruo que ahora intentan controlar, es una criatura creada a su imagen y semejanza.
¿Cómo la clase obrera venezolana ha podido llegar a tal situación?
La primera respuesta a esta interrogante hay que buscarla en la horrenda campaña de “muerte del comunismo” y de “muerte del marxismo” desatada por la burguesía mundial después del derrumbe del bloque ruso en 1989. Esta campaña plantea como única opción de mejora social la “perfectibilidad de la democracia”, ubica la lucha de clases como un anacronismo histórico y diluye a la clase obrera en la masa de ciudadanos. En este sentido ha sido un ataque de envergadura contra la perspectiva del comunismo, contra la identidad histórica de la clase obrera y ha sido un tremendo freno a su combatividad y su conciencia.
A esta campaña han contribuido tanto la oposición como el chavismo. La primera se proclama radicalmente “anti-comunista”, y recurre a los teóricos que proclaman “el fin de la historia” y la supremacía de la democracia como la única opción para el futuro de la humanidad. El chavismo, aunque dice no ser comunista, hace uso de los recursos que le da la izquierda del capital para plantear un “capitalismo humanista” y una aproximación al socialismo por etapas sucesivas, partiendo del reformismo actual basado en la “democracia participativa y protagónica”. De esta manera, unos como otros intentan borrar de la conciencia del proletariado que la verdadera superación de la barbarie capitalista sigue estando en la capacidad de la clase obrera de derrocar al capitalismo con su lucha revolucionaria e instaurar la dictadura del proletariado.
Los sectores de oposición fundamentan su anticomunismo en el hecho de que el gobierno chavista ha intentado calcar el modelo capitalista de estado implantado en Cuba, una vez instaurada la llamada “revolución” cubana, que nada tuvo ni tiene que ver con el legado marxista de la revolución proletaria, ni mucho menos con el comunismo; y que ha permitido a la nueva burguesía que se instauró después del derrocamiento de Fulgencio Batista, mantener por casi 45 años la explotación, represión y control ideológico sobre el proletariado y la población cubana. De esta manera el chavismo, ha intentado desarrollar a través de las llamadas Misiones 4 los mecanismos de control social e ideológico sobre la población y la clase obrera, para intentar perpetuarse en el poder. Al igual que Fidel Castro y sus secuaces justifican la miseria de la población en el bloqueo económico impuesto por EEU (lo que no impide que millones de dólares lleguen a los bolsillos de la burguesía cubana), el chavismo la justifica culpando a los gobiernos anteriores al suyo, al decir que en 5 años es imposible corregir una situación ocasionada por mas de 40 años de “gobiernos oligarcas”.
El efecto mas nocivo de esta crisis política para la clase obrera ha sido que muchos trabajadores han quedado atrapados en la confrontación entre facciones burguesas. En efecto, los sectores burgueses confrontados en esta lucha a muerte por el control del Estado venezolano, a los pocos meses de iniciarse el gobierno de Chávez, desarrollaron una estrategia de polarización y confrontación, que se centró inicialmente en los sectores pequeño burgueses de uno y otro bando, mas logró abarcar a sectores de la clase obrera, creando divisiones en su seno. Las acciones de chavistas y opositores se concentraron en la industria petrolera, principal fuente de ingresos de la nación: tanto unos como otros lograron debilitar progresivamente la unidad y solidaridad que se había expresado a pocos meses de iniciado el gobierno de Chávez, cuando los trabajadores petroleros en el año 2000 paralizaron la producción, en protesta por los ataques a sus beneficios sociales; en esa oportunidad los obreros fueron fuertemente reprimidos por la Guardia Nacional (guardia pretoriana del chavismo) con un saldo de dos obreros muertos y varios heridos. Los sindicatos, controlados por la oposición lograron un mayor control, mientras que el gobierno desarrolló una asquerosa campaña calificando a lo trabajadores de conformar una “aristocracia obrera” al lado de las elites petroleras. El trabajo de división y erosión de la solidaridad obrera fue progresivo, hasta llegar al paro petrolero netamente burgués de finales del 2002, donde conseguimos a unos trabajadores petroleros colocados a la cola de las elites petroleras pequeño burguesas agrupadas en “Gente del Petróleo”, y muchos otros paralizados por los chantajes y la represión del gobierno. Al fracasar el paro, el gobierno despidió sin miramientos a más de 20.000 petroleros, la mitad de ellos obreros y personal administrativo. Aunque hubo manifestaciones de solidaridad con los trabajadores petroleros despedidos, las divisiones en el seno de la clase impidieron que ésta tuviera la fuerza suficiente para oponerse a esta sangría.
Las campañas mediáticas de los sectores burgueses han sido tales, que hoy muchos trabajadores se encuentran ofuscados, confundidos y atrapados en la confrontación chavismo-antichavismo; corsé que prácticamente les impide o les dificulta la reflexión. Las pocas expresiones de la lucha de los trabajadores para intentar resistir a los ataques contra sus condiciones de vida, quedan asfixiadas por la magnitud y virulencia de la confrontación interburguesa, o atrapadas en el interclasismo. Esta situación muestra, por una parte el peso de la ideología de la derecha y la izquierda del capital sobre la clase, y la propia debilidad del proletariado en Venezuela. Esta situación ha logrado socavar la solidaridad de clase, uno de los factores más importantes de la lucha del proletariado contra el capital, pues la resistencia obrera, su combatividad y toma de conciencia, están sustentados en la unión de intereses de la clase obrera a nivel nacional e internacional.
Mayores ataques para los trabajadores y la población
La pauperización es el camino seguro a que lleva el capitalismo a los explotados del mundo, y Venezuela no es la excepción. La crisis capitalista es irreversible, y por ello también el grado de pauperización a que el capital ha llevado a la clase obrera: la burguesía no tiene otra opción que redistribuir la miseria, todo lo contrario de lo que pregona de “distribuir la riqueza”. A lo largo de décadas de decadencia capitalista observamos cómo se hacen más distantes los polos de la minoría más rica de la sociedad (donde se cuentan ahora los “nuevos ricos” del chavismo)5 con respecto a la mayoría mas pobre, tendencia que se ha acentuado durante la “revolución bolivariana”.
El gobierno de Chávez, gobierno capitalista, es decir que se sustenta sobre la plusvalía extraída a la clase obrera, independientemente de su verborrea “revolucionaria” ha proseguido el camino de los gobiernos de Caldera y CAP; es decir, un ataque sistemático y sin cuartel a las condiciones de vida de la clase obrera: la gran mayoría de los contratos colectivos de los empleados públicos han estado congelados durante el período de gobierno chavista; los aumentos de salarios por decreto no llegan a compensar la acelerada alza de los alimentos; los niveles de desempleo abierto se ubican en un 22%-25%, de una fuerza laboral de alrededor de 12 millones; de ésta, un 57%, es decir, cerca de 7 millones viven en el subempleo y en la llamada “economía informal”; a las cargas impositivas del Impuesto al Débito Bancario y del IVA (16%), hay que añadirle los niveles de inflación mas altos de América Latina (del 30% para este año) que devoran el salario de los trabajadores; cerca de un 85% de la población vive en condiciones de pobreza; el salario mínimo oficial de Bs. 321.235 (alrededor de $160, según la tasa de cambio oficial), no llega a cubrir el costo de la canasta básica alimentaria de Bs. 545.361; el deterioro de los servicios públicos de salud, educación, transporte, etc. es inocultable, a pesar de las campañas mediáticas del gobierno; los niveles de delincuencia arrojan una cifras semanales de mas de 100 asesinatos; la pauperización de la sociedad se expresa a través de un crecimiento de la mendicidad infantil, la desnutrición y la prostitución juvenil. Esta es la cruda realidad a que nos somete a diario el chavismo, que descaradamente llama “revolución bonita” a su “proceso”, y el conjunto de los burgueses de la oposición que pujan por el poder.
La perspectiva es que, gane quien gane, las condiciones para la clase empeoraran: de continuar Chávez, tal como lo ha hecho hasta ahora, sustentará su “revolución” no sólo en un ataque ideológico contra la clase, sino en un ataque a sus condiciones de vida; un triunfo le daría carta blanca para acentuar los ataques contra los trabajadores, principalmente los empleados públicos6. De salir triunfante la oposición, requerirá un mayor “apretón de cinturones”, teniendo la atractiva excusa de que el chavismo ha hundido la economía y ha robado el erario público, cuando en realidad la crisis capitalista y la corrupción han sido una constante desde mucho antes del advenimiento de Chávez al poder. En este sentido, no hay que hacerse ilusiones con los cantos de sirena de la oposición, de que el empleo y las condiciones de vida mejorarán: cualquier incremento en los niveles de empleo inevitablemente lleva aparejado la precariedad, mayores ataques a la seguridad social y mayores cargas impositivas a los trabajadores.
No se trata de un problema moral, de que tal o cual burgués sea mas malvado que el otro, o de que tal gobierno administre mejor o peor los recursos de la nación, sino que tanto unos como otros, independientemente de la forma de gobierno que asuman (democrático o dictatorial), o del mayor o menor control de la corrupción, debe regirse por las leyes del capitalismo que se sustentan en la explotación del trabajo por el capital.
El futuro depende de la lucha de los trabajadores
El proletariado es la única clase social que puede poner fin a la barbarie capitalista. Sin embrago, para lograrlo debe recuperar su independencia, su solidaridad e identidad de clase. Para ello, debe impedir que sus movilizaciones queden atrapadas en el interclasismo de las luchas del “pueblo” o los “ciudadanos”.
La clase obrera no podrá evadir la confrontación contra el Estado burgués, esté dirigido por el chavismo o la oposición. La clase obrera es una clase explotada y tiene un papel histórico en la lucha contra el capitalismo, ya que juega un papel central en el proceso productivo y es capaz de desarrollar una conciencia de clase, es decir, una conciencia de sus objetivos históricos. Colocándose en su terreno de clase, puede darle un sentido, un rumbo, a las luchas y manifestaciones de indignación que a diario muestran las otras capas sociales no explotadoras de la sociedad.
Este es el reto que hoy tiene planteado el proletariado mundial, y en particular los trabajadores en Venezuela para no dejarse arrastrar por los cantos de sirena de la burguesía. También la actual situación plantea un reto histórico a las minorías mas politizadas y esclarecidas de la clase: hoy mas que nunca se requiere de su intervención en el sentido de promover la reflexión y discusión en el seno de la clase, mostrando los peligros que acarrea la ideología burguesa, en particular la ideología de izquierda e izquierdista, que tiene consecuencias nefastas para la clase obrera, tal como hoy lo vivimos en Venezuela.
CHAVISMO Y OPOSICIÓN SON DOS CARAS DE LA MISMA MONEDA.
EL CHAVISMO, LA IZQUIERDA DEL CAPITAL Y LOS IZQUIERDISTAS SON ENEMIGOS DE LA CLASE OBRERA, TAL COMO LO SON LOS PARTIDOS DE DERECHA.
NO A LA CONFRONTACIÓN Y DIVISIÓN ENTRE PROLETARIOS.
LA ÚNICA SALIDA A LA BARBARIE QUE SE VIVE EN VENEZUELA Y EL MUNDO ESTÁ EN LA REVOLUCIÓN PROLETARIA.
INTERNACIONALISMO (Sección de la Corriente Comunista Internacional en Venezuela)
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13-08-2004
1En las últimas semanas ha habido una verdadera guerra de encuestas: unas de hace un mes daban 10 puntos porcentuales al No (chavismo) sobre el Sí, mientras otras daban similar porcentaje pero a favor del Sí. Desde hace 2 semanas aproximadamente las encuestadoras hablan de un repunte de la oposición mayor o igual al 4%, mientras otras hablan de un margen de diferencia bastante estrecho de ambas intenciones de voto.
2Las convulsiones que se dieron en Perú con Fujimori, en Ecuador con Bucaram, y recientemente en Haití, Argentina y Bolivia, se inscriben dentro de la situación de caos creado por los efectos de la descomposición en América Latina y El Caribe.
3El gobierno de Bush no condenó desde un primer momento el golpe de estado contra Chávez en Abril del 92. Para EEUU Chávez es un factor de desestabilización en la región de El Caribe y Suramérica. La punta de lanza de su intervención son la OEA y el Centro Carter; también está el Comando Sur. Las declaraciones para que el proceso electoral sea transparente y sin presiones a la oposición, han sido cada vez mas frecuentes en las últimas semanas: la semana pasada, el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de EEUU, reclamó fuertemente al gobierno sus ataques contra Súmate, ONG de alto nivel técnico que ha organizado los aspectos electorales de la oposición, que recibe fondos de la National Endowment for Democracy (NED); a los pocos días, la asesora de seguridad Condoleezza Rice también criticó al gobierno de Chávez por el mismo motivo. El gobierno de Chávez ha intentado jugar con la confrontación Bush-Kerry, diabolizando al primero y teniendo expectativas sobre los cambios que traería un gobierno demócrata. Sin embargo, declaraciones de Kerry y sus asesores han sido contundentes contra el gobierno Chávez, mostrando la continuidad en la política de EEUU hacia la región.
4Para contrarrestar la acción de la oposición, el gobierno desde hace un año inició las llamadas Misiones: campañas populistas a las cuales se le asigna el nombre de próceres y batallas de las luchas de independencia de España, mediante las cuales se asignan recursos del Estado (principalmente producto de las exportaciones petroleras) para atender cuestiones de salud, educación, empleo, créditos, etc. Realmente se han transformado en un medio ideológico de la política del gobierno, de adoctrinamiento y para asignar recursos a los seguidores del “proyecto bolivariano”, haciendo uso de “mano de obra cubana” (médicos, asesores deportivos, militares, etc.) y de viajes de venezolanos a Cuba; servicios que se pagan con el suministro de petróleo al régimen cubano. Los recursos asignados a estas Misiones, que este año superarán los 2000 millones de dólares fuera de lo asignado en el presupuesto, es una de las principales fuentes de enriquecimiento de la “nueva burguesía”. Según las cifras que manejan encuestadoras que simpatizan con la oposición, estos recursos sólo llegan a beneficiar a 15% de la masa de pobres del país, situación en la que vive más del 80% de la población.
5Nos referimos a los nuevos capitalistas privados que apoyan al chavismo, que han pasado a formar parte de la nueva burguesía importadora, que ha desplazado o intenta desplazar a la vieja «oligarquía importadora» que se opone al chavismo. Este sector de la burguesía se beneficia de la importación sin restricciones de alimentos y productos que sustentan los planes sociales del gobierno.También forman parte de esta «nueva burguesía», los funcionarios públicos, parlamentarios, militares, burócratas sindicales, etc. que dan su apoyo incondicional al «proyecto chavista», que se reparten los ingresos del Estado y que devengan salarios que llegan a ser equivalentes a entre 20 y 60 salarios mínimos mensuales.
6La crisis política ha acelerado el desempleo: el gobierno despidió 20.000 trabajadores de la industria petrolera, y ha sido progresivo el despido de empleados públicos por oponerse al régimen. La orientación de recursos financieros para las Misiones, ha ocasionado prácticamente una congelación de los sueldos y salarios de los empleados públicos, y un mayor deterioro de los servicios públicos.
El NT es un grupo de compañeros empleados del magisterio, formado sobre la necesidad de desarrollar la discusión para la mejor defensa de los intereses de los trabajadores. En el transcurso de la única reunión que sostuvimos con este grupo, durante la cual expusimos nuestros puntos de vista y un panorama de la situación mundial y nacional, pudimos apreciar la cantidad de temas que habían sido, si no profundizados, al menos puestos en la mesa de discusión. Preocupaciones sobre la naturaleza de las elecciones, el parlamento, los sindicatos, la democracia, y, principalmente, sobre las características del proletariado en Venezuela, la hipótesis de la existencia de una “aristocracia obrera” en el sector petrolero, la naturaleza de clase del “chavismo” etc., habían formado parte en algún momento de los puntos de discusión, los cuales se corresponden con necesidades de clarificación política auténticamente proletarias. También pudimos apreciar la fuerte influencia que ejerce la ideología del chavismo en la mayoría de sus miembros.
La mayoría de los miembros del NT, tal como lamentablemente sucede con muchos trabajadores en Venezuela, no han escapado a las campañas de división y polarización que han desarrollado las fracciones burguesas del chavismo y la oposición. Esta situación, llevó a varios compañeros de este grupo, que anteriormente se habían abstenido de participar en procesos electorales, a participar en la campaña electoral por la revocatoria del mandato del actual presidente, tomando partido por la opción del “NO”, es decir, la no revocatoria del mandato. Tal situación dio origen a varias discusiones entre uno de los compañeros (D) que se opuso a tal participación, que llegaron a afectar la relación fraternal que se tenía en el seno del grupo, lo que motivó a D. a tomar posición a través de una carta dirigida a los compañeros, donde hace una autocrítica por haber caído en “la trampa de la banalización política” y hace un llamado a los otros miembros del grupo a reforzar los “lazos de amistad y solidaridad y hermandad de clase” que deben existir dentro de elementos de la clase. El compañero reafirma cuál es el interés de este grupo, que consiste en la discusión sobre cómo defender mejor los intereses de los trabajadores, al “ratificar en este aspecto cuál es el nódulo de la discusión y de mi preocupación; los trabajadores (muy a pesar de lo que se cree y que además muchos de nosotros creemos) no tiene nada que ver con la democracia y por lo tanto con sus derivados (parlamento, sindicatos, etc.)”. Dado el interés político que tales reflexiones suscitan para el proletariado, nos permitimos publicar esta carta casi en su totalidad así como algunos comentarios pertinentes.
Consideramos como aspecto central de la carta del compañero el llamado de atención que hace sobre la perdida de la identidad y la solidaridad en el seno de la clase proletaria, que se ha acentuado en los últimos años. La “solidaridad y hermandad de clase”, no son un “bello anhelo”, sino una necesidad vital cuya base se encuentra en nuestras luchas cotidianas contra el capital, que no pueden ser desarrolladas sin un esfuerzo colectivo. Históricamente, la identidad de clase sufre los primeros golpes con la traición de la socialdemocracia frente al inicio de la Primera Guerra Mundial, al llevar, junto con los sindicatos, a la clase obrera de sus respectivos países a la defensa de los intereses de su propia burguesía nacional, dando la espalda a las posiciones asumidas por la Segunda Internacional al denunciar el carácter reaccionario de tal postura. No obstante, la lucha del proletariado en Rusia en 1917 que llevó a la toma del poder por los obreros organizados en Consejos Obreros (Soviets) dio un nuevo impulso a la revolución proletaria. Por toda Europa se desarrolló la lucha del proletariado contra la carnicería imperialista y por la toma del poder a través de los Consejos Obreros. Sin embargo, al ser derrotado el proletariado en Alemania, la revolución queda aislada en Rusia. La revolución proletaria solo tiene sentido a escala planetaria hasta que el último bastión de las fuerzas de la burguesía quede derrotado; el aislamiento del proletariado Ruso llevaría entonces al desarrollo de la contrarrevolución interna liderada por Stalin. El régimen estalinista, quien proclamó el “socialismo en un solo país”, puso al proletariado mundial al servicio del capital nacional ruso a través de los partidos “comunistas”, haciendo uso de un lenguaje “marxista” y consignas tan caras al proletariado como el “internacionalismo proletario”. Esta asimilación de los regimenes estalinistas, denunciados en los años 30 por la izquierda comunista, constituyó otro golpe importante a la identidad de clase.
Ahora bien, la profundización de estos ataques tiene como marco hoy en día la campaña a nivel mundial que desarrolló la burguesía sobre la “muerte del comunismo”, como consecuencia del desmoronamiento de los regimenes estalinistas en 1989. Las mistificaciones sobre la “muerte del comunismo”, el “fin de la historia” y de la lucha de clases, han sido desarrolladas por la burguesía para profundizar la ideología democrática, en la cual, por la gracia de esta manipulación de la historia, el proletariado se diluye en la masa de los “ciudadanos” si se trata de la derecha o de el “pueblo” si hablamos de la izquierda o de las ideologías populistas. En adelante, la única opción válida sería “el perfeccionamiento de la democracia” e ir obteniendo “progresivamente” una mejoría del nivel de vida, tal como se planteaba en la época en que las reivindicaciones salariales y sociales se podían obtener a través de la lucha sindical y parlamentaria, es decir, en la época en que el capitalismo en pleno ascenso desarrollaba el mercado mundial. Nada ha sido mas falso, hoy la humanidad entera sufre sus peores azotes. Una parte importante de la humanidad (proletarios, campesinos, incluso pequeña burguesía) sufre de la pauperización absoluta producto del estancamiento histórico del capitalismo. Dado la perdida de la identidad de clase producto de la ideología ambiente sobre “la muerte del comunismo”, el proletariado no sólo sufre la dificultad de abordar sus luchas, en todos los planos, sino que se ve muchas veces enfrentado entre sí embarcado en luchas interburguesas.
Como lo hemos mostrado en ésta revista e intervenciones, en Venezuela el proletariado no ha escapado a tal azote. La actual confrontación de la facciones de la burguesía nacional en pugna ha llevado a ver a “ciudadanos” y “pueblo” enfrentados, es decir a proletarios dentro de un bando u otro, en una lucha entre los que defienden “la revolución bolivariana” y los que se oponen al régimen “Castro-Comunista” de Chávez, que no se corresponde con sus intereses vitales e históricos. El caso del paro Petrolero, promovido por la facción burguesa de oposición, donde obreros de Guayana fueron enviados para enfrentarse a los obreros petroleros de El Tigre es un ejemplo característico. También los diversos ataques que han sufrido los trabajadores petroleros que cayeron en la trampa de este paro empresarial, y que sufrieron la perdida de sus trabajos y el desalojo de sus viviendas sin que la solidaridad se haya manifestado, es otro ejemplo de cómo la ideología democrática, sea esta “participativa y protagónica” o “representativa”, atenta contra la solidaridad de clase. Ante esta situación, debemos desarrollar la discusión sobre la identidad y la solidaridad de clase a todos los niveles posibles, ya que es necesario prepararnos para las futuras luchas.
También queremos referirnos a la autocrítica que se hace D. sobre la “trampa de la banalización Política”. En el actual estado de enfrentamiento de las facciones burguesas, son utilizados todos los medios para intentar aplastar al adversario: campañas mediáticas, represión policial, acoso a los trabajadores en los entes públicos y en las empresas privadas para favorecer a uno u otro bando, conspiraciones, golpes de estado, trampas electorales, atentados terroristas, asesinatos, etc. Ello ha creado una atmósfera de inestabilidad y de zozobra, que deja poco espacio para la reflexión. El solo intento de plantear una discusión sobre aspectos que pudiesen poner en cuestión algunas de las posiciones en disputa, lleva a las calificaciones mas denigrantes: “escuálidos”, “marginales”, “tierrudos”, etc. Incluso, nuestra actividad se ha visto afectada por esta situación: algunos elementos honestos y sinceros, han reclamado ver en nuestros artículos un sesgo hacia una de las facciones. Este es parte del modo de vida del capitalismo en su fase de decadencia, acentuada por la entrada en la fase de la descomposición. La burguesía, atrapada en la fase terminal de su régimen, no tiene nada que ofrecer, sólo mistificaciones que se ubican al borde de lo irracional, de lo místico, de lo religioso.
A este respecto consideramos que los grupos, círculos, comités, etc., de trabajadores que surgen al margen de los sindicatos y los partidos de la burguesía sean estos de derecha o izquierda, se forman en determinadas condiciones como una manifestación de la clase, en su camino de toma de conciencia de sus intereses históricos, para desarrollar reflexiones sobre aspectos que afectan sus luchas. Conocemos de la honestidad de los compañeros: la única reunión que hemos realizado nos ha permitido calibrar esta característica que permite el desarrollo de la confianza y la solidaridad de clase en el medio proletario. Pero ello no basta. El inmediatismo, el localismo, el concepto izquierdista de los manejos entre bastidores realizados por “elites esclarecidas”, todos ellos conceptos ajenos a la conciencia proletaria, pueden echar por la borda las mejores intenciones. El proletariado encuentra en sus mejores tradiciones de lucha las armas para enfrentar este aspecto de la ofensiva ideológica de la burguesía. En este sentido, consideramos que este esfuerzo que han realizado los compañeros durante años debe ser reforzado con una discusión profunda pero: con un método, el método marxista del materialismo histórico que nos permita obtener una claridad desde el punto de vista de la clase. El marxismo, teoría revolucionaria del proletariado, implica una cultura que ha heredado lo mejor de la historia humana. Por otra parte, también es necesario abrirse a la participación de otros grupos y tendencias proletarias. La discusión sobre las fronteras que delimiten lo mas claramente las posiciones de clase del proletariado es fundamental para enfrentar de manera decidida las mistificaciones que la burguesía pone en el camino hacia nuestra toma de conciencia como única clase revolucionaria y portadora del comunismo.
A continuación la carta de D., la cual saludamos calurosamente, pues al tiempo que plantea la necesidad de la discusión sincera entre proletarios en un ambiente fraterno y de solidaridad, invita a continuar el trabajo en el NDT., mostrando una gran confianza en las capacidades del proletariado para alcanzar su identidad de clase.
G. 30-09-04
Sábado, 19 de Junio de 2004
Amigos
Siento que urge esta nota
Cada vez que me despido de ustedes, reflexiono; así, cuando es fin de semana, vacaciones o cualquier feriado que implique dejarnos de ver por algunas horas, días o semanas siempre pienso en ustedes…Esto de tenerlos presentes no es para mí otra cosa que la ratificación de nuestra amistad, en un medio (la escuela) donde la doblez es tan pronunciada.
Bien, reflexionando hoy -y aunque cueste creerlo- de manera autocrítica, evalué que el tratamiento de la contingencia política o quizás ideológica está siendo mal llevada por lo menos a lo que a mí respecta; y eso me preocupa y es lo que da origen a esta nota de carácter critica, pero profundamente amistosa, solidaria, cariñosa, afectiva.
El meollo del asunto que me preocupa es de no ser claro en cualquier crítica sobre el aspecto electoral, las características del gobierno Chavista y la conducta de los personeros del régimen; Y en vez de, con formalidad y profundidad hacer los señalamientos que tienen pertinencia con lo que considero intereses de los trabajadores; equivocadamente he tomado el atajo de la jodedera, ironías y la altisonancia en la critica, demostrando con ello mucha inseguridad en lo que digo defender, y además en lo que creo nos concierne a todos como explotados. He allí lo que me critico y lo que trataré de enmendar. He caído en la trampa de la banalización política.
Aprovecho para concluir; ratificar en este aspecto cuál es el nódulo de la discusión y de mí preocupación; los trabajadores (muy a pesar de lo que se cree y que además muchos de nosotros creemos) no tiene nada que ver con la democracia y por lo tanto con sus derivados (parlamento, sindicatos, etc.); estamos en un momento de pleno dominio de la burguesía sobre los trabajadores, aquí nos han enredado en una aparente lucha y enfrentamiento entre dos facciones de la burguesía que se disputan el poder y para eso cada una de ellas nos utilizan en sus políticas y estrategias. El asunto es cómo salirnos de esa manipulación, de esa utilización. Por eso es que me reclamo, me critico mi intemperancia; con ella le hago el juego a los enemigos. EN ALGÚN MOMENTO NUESTRA CONDICIÓN DE TRABAJADORES NOS LLEVARA POR LA VÍA CORRECTA….
Tomen esta pequeña nota como un esfuerzo para profundizar nuestros lazos de amistad, solidaridad y hermandad de clases.
Gracias, ustedes son mis amigos
D.
Este sesgo prochavista también lo expresan organizaciones de la izquierda comunista como el Partido Comunista Internacional, quien al calificar al régimen de Chávez de “reformista”, deja abierta la posibilidad de que represente un “mal menor” ante los sectores de la burguesía privada que se le oponen. Ver al respecto en el Nº 462 de “Le Prolétaire” (órgano en francés del PCI) el artículo “El golpe de estado fallido en Venezuela es una advertencia al proletariado”, traducido al español como un suplemento en agosto de 2002.
En Haití el horror ha llegado al colmo. Después de morir 1220 personas durante las torrenciales lluvias de mayo pasado, las inundaciones provocadas por la tormenta tropical Jeanne, la más destructiva de los últimos 15 años, han dejado más de 2000 muertos. En Gonaives, en el noroeste del país, donde han ocurrido los destrozos más terribles, las inundaciones arrastraban los cadáveres, millares de personas han perdido sus casas, y se encuentran sin alimentos ni agua potable. Todas las condiciones están dadas para que se propaguen las epidemias como el cólera y la fiebre tifoidea ¡
Sin embargo, Jeanne no es la tormenta más potente de la serie que ha recorrido El Caribe recientemente. De hecho, si Jeanne ha sido una catástrofe particularmente desastrosa y mortífera, se debe a que el país que ha arrasado en su recorrido y que ha devastado, Haití, es uno de los mas miserables del mundo. El estado de ruina y el grado de miseria que vive, acentuado por el desorden, la corrupción y el caos político, han precipitado y amplificado la catástrofe.
Lo que pone en evidencia esta pretendida “catástrofe natural”, es que los hechos trágicos no tienen nada que ver con la fatalidad. Las consecuencias sociales más terribles hay que sumárselas al sistema capitalista, un sistema cuyo único objetivo es la ganancia y la rentabilidad. En Haití, después de décadas de saqueo de los recursos naturales por las grandes potencias y de deforestación descontrolada, el país está desangrado y la mayoría de la población no sólo está reducida al estado de inanición sino que vive aterrorizada, sujeta a la confrontación de bandas armadas rivales que se enfrentan por la conquista del poder y en medio de una corrupción generalizada. En ese contexto de caos y de barbarie cotidianas, la tormenta “natural” no puede sino transformarse en catástrofe social.
Algunas de las “grandes democracias”, entre ellas Francia, se contentan con intervenir sólo deplorando los saqueos y revueltas.
Una vez más, la ayuda, ridícula con respecto a las necesidades, nos pone en evidencia que el sostén a las víctimas así como la prevención no son actividades rentables para el capitalismo. Mientras la burguesía es capaz de desplegar medios materiales impresionantes donde sus intereses estratégicos y militares están en juego, ella siempre muestra su falta de voluntad para proteger y socorrer a las poblaciones cuando esos intereses no se ven afectados.
W. 25 de septiembre de 2004
Los empresarios parecen haber conseguido lo que querían. Millones de asalariados han sido despedidos durante las vacaciones del verano con la noticia de que la compañía industrial más grande de Europa, en la principal planta de Mercedes en Stuttgart-Sindelfingen, va a estar en poco tiempo “ahorrando” costos de producción a costa de sus empleados. Quieren mostrarnos que aún en las compañías donde están teniendo ganancias, los trabajadores son extremadamente propensos para ser chantajeados con la amenaza de la transferencia de las plantas de producción a cualquier parte, y con despidos masivos. Precisamente en el momento en que las fuerzas laborales se dispersan para el descanso de verano, cuando, de manera aislada, el sentimiento de impotencia es particularmente fuerte, lanzan el recorte. Un recorte a expensas de los trabajadores, el cual afecta no sólo la fuerza de trabajo en Daimler-Chrysler, sino a todos los esclavos asalariados.
La economía de mercado no ofrece nada sino pauperización, inseguridad y explotación creciente
Pocas semanas después de que el personal de la Planta de Siemens en Bocholt y Kamp-Lintfort fueron chantajeadas para aceptar la semana de 40 horas sin pago compensatorio; después de que en Bavaria habían tomado la cabeza al extender el día laboral, también en el sector público, tampoco sin ningún pago compensatorio, los empresarios han empezado a clamar –dependiendo de su situación- por la semana de 40, 42, e incluso 50 horas. En Karstadt, por ejemplo, (una cadena de tiendas departamentales) se les dijo a los trabajadores: o trabajan 42 horas por semana o se eliminarán 4000 puestos de trabajo. Por doquier se están implementando medidas similares. La experiencia de las semanas pasadas, confirman de esta manera cada vez más lo que los trabajadores empiezan a sentir: que la tan mentada “economía de mercado” no tiene nada que ofrecernos sino inseguridad y explotación creciente.
El eje de la solidaridad de los trabajadores
Pero además de reconocer esto, hay otras lecciones de los conflictos de semanas pasadas que tienen que ser asimiladas. La clase gobernante quiere que saquemos de la lucha en Daimler-Chrysler la conclusión de que no tiene sentido que pongamos resistencia; de que la lógica de la competencia capitalista se impondrá de una u otra manera, por lo que sería mejor rendirse desde el principio; que los explotadores y los explotados deben estar en el mismo barco para “mantener el empleo en Alemania”.
Pero desde el punto de vista de la población trabajadora las conclusiones son diferentes. Más de 60 mil empleados de Daimler-Chrysler a todo lo largo de Alemania han participado en los pasados días en huelgas y acciones de protesta. Los trabajadores de Siemens, Porsche, Bosh y Alcatel han participado en manifestaciones en Sindelfingen. Esta lucha ha mostrado que los trabajadores han empezado a regresar a la escena de la lucha. Tomando en consideración el sufrimiento y miseria en puerta para los trabajadores de todo el mundo en los años venideros, podemos comprender que la cosa más importante hoy, es que aun que una vez más los capitalistas han maniobrado para imponer su deseo, esta vez los ataques no fueron aceptados pasivamente.
Pero lo más importante de todo es lo siguiente: cuando Daimler-Chrysler amenazó a los empleados en Sindelfingen, Unterturkheim y Mannheim con la transferencia de las plantas de producción a partir de 2007, concientemente tenían el objetivo de enfrentar a los trabajadores de las diferentes plantas unos contra otros. El hecho de que los empleados en Bremen participaron en las acciones de protesta contra los cortes salariales, el aumento de horas de trabajo y por la eliminación de recortes en Baden-Wurttemberg, frustraron esta estrategia de los empresarios. Esto empezó al menos a poner en claro que nuestra respuesta a la crisis del capitalismo sólo yace en la solidaridad de los trabajadores. Esta solidaridad es la fuerza que hace nuestra lucha posible, y que le da su significado.
La clase dominante quiere darnos la impresión de que la lucha en Mercedes fue una acción sin importancia que no los impresionó en lo más mínimo. Pero si se examinan los acontecimientos de los días pasado más de cerca, se puede concluir que la clase dominante está preocupada por el inicio de la resistencia de la clase trabajadora. Teme sobre todo, que se reconozca que la solidaridad no sólo es el arma más efectiva en la defensa de sus propios intereses, sino además que contiene el principio fundamental de una forma de orden social más alto.
Una “acción concertada” de la clase capitalista
El caso de Siemens se planeo para demostrar que, siempre que haya una amenaza de clausura de una planta, los trabajadores tendrán que aceptar seguir trabajando, no sólo con peores condiciones de trabajo y de pago, sino también con más horas de trabajo. Mercedes fue escogida para poner un segundo mensaje: que la extensión sin límites del régimen de explotación aplica no sólo donde la compañía o la planta tiene la espalda contra la pared. Puede aplicar donde sea. Esto fue por lo que Daimler fue seleccionada deliberadamente, precisamente porque es la mayor concentración de la clase trabajadora industrial en Alemania con cientos de miles de trabajadores. De esta forma, el mensaje de los capitalistas fue claro y fuerte. Este mensaje es que si dicho grupo fuerte de trabajadores, bien conocidos por su experiencia de lucha y su combatividad, no son capaces de evitar dichos ataques, los otros asalariados tampoco podrán oponer resistencia.
Los empresarios combinan sus fuerzas en las llamadas confederaciones para coordinar sus esfuerzos contra la clase trabajadora. Además, esas confederaciones están fusionadas con todo el aparato estatal. En este proceso, surge un tipo de división de trabajo entre el gobierno y las industrias. En realidad los ataques a estas empresas está relacionados con las “reformas” del gobierno federal. Los propios despidos son usados como chantaje para los que todavía siguen trabajando.
El nerviosismo de la clase gobernante de frente a la solidaridad de los trabajadores.
El hecho de que los ataques no iban a ser aceptados sin luchar se mostró con las protestas pero también con la reacción de la clase dominante. Los políticos, los sindicatos, el consejo empresarial y los empresarios se dieron cuenta que el conflicto en Daimler tenía que terminar lo más rápido posible. La sorpresa fue el entusiasmo con el cual participaron los trabajadores en las protestas. El espectro de la solidaridad de los trabajadores, considerado por mucho tiempo extinguido, amenazó con regresar. De frente a esto los representantes del capitalismo empezaron a ponerse visiblemente nerviosos. Nada es tan importante como la propia lucha de la clase para demostrar al mundo que ni la clase trabajadora ni la lucha de clases son cosas del pasado.
No queremos sobrestimar las luchas en Daimler. Estas luchas no fueron suficientes para evitar la penetración capitalista. Por un lado, porque el conflicto quedó limitado a los trabajadores de Daimler. La historia prueba que sólo la extensión de la lucha a otras partes de la clase trabajadora es capaz de detener, si bien temporalmente, los ataques de la burguesía. Por otra parte porque esta lucha nunca confrontó o al menos puso en cuestión el control sindical.
Los sindicatos dividen a los trabajadores y defienden los intereses de la empresa en contra de los trabajadores porque se han convertido en parte del capitalismo y su lógica. Esto significa que la solidaridad de los trabajadores y la extensión de sus luchas sólo puede ser lograda por los trabajadores mismos. Para esto se requieren asambleas masivas y soberanas y una forma de lucha dirigida hacia la unión de los diferentes sectores de empleados y desempleados. Esto sólo puede ser logrado independientemente y en contra de los sindicatos.
Estamos muy lejos de esa forma autónoma de lucha basada en la solidaridad activa. Sin embargo, hoy ya podemos encontrar las semillas de tales luchas futuras. Los trabajadores de Daimler estuvieron concientes de que ellos estaban luchando no sólo por ellos mismos, sino por los intereses de todos los trabajadores. A largo plazo, los esfuerzos de hoy, hacia la resistencia de los trabajadores, hacia el resurgimiento de la solidaridad, irá mano a mano con una reflexión más profunda que cuestione la barbarie de este sistema.
CCI/septiembre de 2004.
Estamos siendo bombardeados diariamente con la propaganda sobre cuán absolutamente importantes son las elecciones este año, por parte de los medios de comunicación, políticos, líderes obreros, el clero, la academia, líderes de derechos civiles, estrellas de rock, estrellas de cine, y líderes del movimiento de anti-guerra de todas las instituciones que sostienen al estado capitalista. Nos dicen que éstas son las elecciones más cruciales en nuestra vida, que el futuro de la humanidad literalmente cuelga en la balanza. Pero todo esto no tiene sentido.
Las diferencias entre Bush y Kerry son mínimas - sobre problemas secundarios de estilo, diferentes puntos de vista para llevar a cabo las mismas metas. Ellos comparten el mismo compromiso de mantener la hegemonía imperialista americana, la misma meta estratégica de prevenir la emergencia de cualquier país que podría desafiar la dominación americana como la única superpotencia del mundo. Ambos apoyan la guerra en Irak. Ambos buscan fustigar la fiebre patriótica para poder zambullirnos en más guerras en los próximos años. Ambos se empeñan en fortalecer las fuerzas armadas y así acelerar el militarización de la sociedad americana. Ambos dan su apoyo creciente a la represión estatal: Bush a través del Acto del Patriota americano y Kerry a través de su promesa para llevar a cabo las recomendaciones de la Comisión 9/11 que incluye el establecimiento de una red del espionaje doméstica que dejará en pañales todo lo que ha hecho hasta ahora el FBI. Ambos defienden el capitalismo y la cruel explotación de la clase obrera, en los EE.UU. y alrededor del mundo.
Efectivamente, ellos aparentan divergir principalmente sobre cuestiones sociales secundarias como el aborto, ecología, y la investigación celular, pero éstos son problemas candentes que la clase capitalistas realmente no planea resolver de ninguna manera. Ambos usan estas controversias cínicamente para fustigar las emociones políticas y distraer la atención, de los problemas fundamentales de la crisis económica capitalista y la lucha de clases. Estas divergencias son más para el show que otra cosa.
Hoy, las elecciones han perdido cualquier significado excepto como una mistificación, como un medio para confundir, trampear y manipular a la clase obrera haciéndole pensar que es libre de escoger su futuro. La democracia burguesa es de hecho la forma más sofisticada y perniciosa de dictadura de la clase que el mundo ha visto alguna vez, la dictadura de clase del capitalismo. En el período de ascenso del capitalismo cuando las elecciones les importaba, la burguesía se resistió a la expansión del voto con uñas y dientes. Ahora que las elecciones son inútiles excepto como una mistificación ideológica, ellos siguen ampliando el número de votantes, haciéndoles cada vez más fácil registrarse y votar porque ellos quieren atrapar a más personas en la charada.
Para la clase obrera, no tiene sentido participar escogiendo qué político capitalista será la cabeza titular de la dictadura de la clase burguesa. Para la clase obrera, es la lucha de clases, la defensa inflexible de sus intereses de la clase obrera, lo único que tiene sentido. Es esta lucha, que inevitablemente confronta a la clase obrera con el estado, la que contiene las semillas de la lucha revolucionaria que es capaz de destruir el estado capitalista y su horrible sistema económico, y hará posible la creación de una comunidad social genuinamente humana, liderada y controlada por la clase obrera, organizada en los concejos obreros. En tal sociedad el principio guía será el atender las necesidades sociales, sin explotación del trabajo ni la búsqueda de ganancias. Cualquiera que gane en noviembre, la orientación fundamental del estado americano será la misma: guerra imperialista en el extranjero y austeridad en casa.
Internationalism, 17 de agosto de 2004.
El año 1.989 conoció el hundimiento del bloque soviético. Este hecho, fruto en primer lugar de la crisis económica mundial del capital, tuvo inmediatamente repercusiones muy importantes sobre la vida y el desarrollo del capitalismo. La clase obrera debe recordar que en ese momento todos los líderes de la burguesía mundial nos prometieron una nueva época, “una era de paz y de estabilidad”. El hundimiento del estalinismo debía significar, supuestamente, el fin de la barbarie. La evolución sangrienta de la realidad demostró muy rápidamente lo contrario. Desde comienzo de los años 1990 la barbarie se instaló como realidad permanente en la vida de la sociedad, generalizándose al conjunto del planeta, golpeando de manera cada vez más ciega y extendiéndose progresivamente a las grandes metrópolis capitalistas. Esta realidad nos situó en la entrada del capitalismo en la fase última de su decadencia: la de su descomposición acelerada. En lugar de un enfrentamiento imperialista encerrado en el corsé de hierro de los bloques imperialistas soviético y americano, se comenzó a instalar una lógica guerrera radicalmente diferente, una lógica donde cada país capitalista defendía sus propios intereses al margen de cualquier alianza estable con un Estado imperialista dominante. Caos, pérdida de control, anarquía en aumento y aceleración de la descomposición son su dramática concretización.
El capitalismo confrontado a su fase de descomposición
En 1991 la guerra del Golfo concretizó por vez primera vez la apertura a lo grande de las puertas del nuevo desorden mundial, aunque este conflicto permitió momentáneamente a los Estados Unidos reafirmar su papel de primera potencia. Entonces fue el propio gobierno americano quién provocó esta guerra, cuando su embajadora April Glaspie hizo creer a Saddam Hussein que un eventual conflicto entre Irak y Kuwait sería considerado un problema “interno del mundo árabe”, fingiendo que los USA se desentenderían de la cuestión. Induciendo a Saddam Hussein a que invadiera militarmente Kuwait, los Estados Unidos obtenían el pretexto para una intervención militar masiva. Para el imperialismo americano, esta guerra fue el instrumento de la reafirmación brutal de su autoridad sobre las principales potencias rivales como Alemania, Francia y Japón que, después de 1989 y del hundimiento del bloque soviético, tendían cada vez más claramente a defender sus intereses imperialistas desarrollando una política creciente de contestación del liderazgo americano. Es indudable que en esta época la potencia americana consiguió una victoria de dimensión mundial. Se permitieron el lujo de dejar a Saddam Hussein como señor de Bagdad con el fin de que Irak no cayera en un caos total como ocurre en la actualidad. Pero esta victoria no podía ser más que de corta duración. Lo mismo que ningún apaciguamiento duradero puede darse en el plano de la competencia económica, las tendencias centrífugas del “cada uno para sí” de cada potencia imperialista ganan en amplitud, obligando de nuevo inexorablemente a los Estados Unidos a utilizar su supremacía militar, con el fin de tratar de frenar la contestación creciente a su autoridad. Así anunciamos en 1991: “... sobre el plano político y militar o sobre el plano económico, la perspectiva no es la paz y el orden sino la guerra y el caos entre naciones...” (Revista Internacional nº 66, artículo “El caos”).
Esta tendencia a la descomposición del capitalismo y al debilitamiento del liderazgo americano han proseguido y se han confirmado a lo largo de los años 1990. Sólo algunos meses después de la primera guerra del Golfo, se desencadeno de nuevo la barbarie que llevaría en 1992 al incendio total de la región de los Balcanes. Fue Alemania la que, animando a Eslovenia y Croacia a proclamar su independencia frente a la antigua confederación yugoslava, hizo saltar por los aires a este país y jugó un papel primordial en el desencadenamiento de la guerra en 1991. Frente al empuje del imperialismo alemán, las cuatro grandes potencias (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia) sostuvieron y alentaron al gobierno de Belgrado a llevar una contraofensiva particularmente mortífera. Sin embargo, el debilitamiento histórico de Estados Unidos ya en marcha en 1991 le condujo a cambios de alianzas sucesivos traduciéndose por su apoyo a Serbia en 1991, a Bosnia en 1992 y a Croacia en 1994. Los Balcanes se transformaron entonces irremediablemente, como Afganistán algún tiempo más tarde, en un verdadero lodazal hecho a base de guerras civiles permanentes. Actualmente en Afganistán, ninguna autoridad local o americana, puede ejercer fuera de la capital Kabul. Los años 1990 conocieron una generalización progresiva del caos, expresión de la evolución de la descomposición de la sociedad capitalista, descomposición que conoció una violenta aceleración a comienzos de los años 2000.
Un mundo que se hunde en la anarquía y la barbarie
Es imposible describir la situación actual de Irak. El semanario francés Courrier International del 14 de Junio titula: “Irak: la violencia constante”. La jornada del jueves 24 de Junio es un ejemplo dramático del estado de guerra civil en el cual se encuentra enfangado Irak. Este día, hubo más de siete atentados únicamente en la ciudad de Mosul, ocasionando oficialmente al menos 100 muertos. Al mismo tiempo, los enfrentamientos armados proseguían en numerosas ciudades iraquíes como Bakuba o Nayaf. Tras transferir el poder al nuevo gobierno iraquí, el país sigue hundido en un caos total, una anarquía generalizada donde las fuerzas políticas y militares no pueden más que controlar zonas geográficamente limitadas. El primer ministro iraquí Ayad Alaui se esfuerza en anunciar, con un gran esfuerzo publicitario, que tomará personalmente en su mano la lucha contra la violencia, y esto después del aumento de los enfrentamientos militares, atentados y otros sabotajes de oleoductos, pasando por las capturas de rehenes finalizando muy a menudo con los asesinatos sangrientos. La decapitación de los prisioneros, filmadas y proyectadas en todas las pantallas del mundo, se han convertido actualmente en una práctica corriente. Tortura y terrorismo han formado siempre parte de los conflictos armados de la historia, pero quedaban como fenómenos secundarios. Esta degradación de las reglas de los enfrentamientos es sin ninguna duda una de las expresiones mayores de la aceleración de la descomposición del sistema capitalista.
La perspectiva en este país no puede ser más que una desestabilización creciente. El debilitamiento, y la pérdida de control de Estados Unidos son patentes. El New York Times declara: “...Las fuerzas de la coalición no solamente no pueden asegurar la seguridad de la población iraquí, sino igualmente realizar otro objetivo designado como prioritario por la administración provisional: el restablecimiento total de la electricidad antes del comienzo de los calores del verano...”. En Irak actualmente, falta de todo, hasta el agua potable, a una población enfrentada a unas condiciones de supervivencia espantosas. Cada vez con mayor claridad, kurdos, chiitas, sunnitas expresan sus intereses propios y divergentes. Además, un fenómeno nuevo está generalizándose: la aparición de bandas armadas, fanatizadas, pasando a la ofensiva armada contra los intereses de Estados Unidos fuera de todo control asumido por las organizaciones étnicas o religiosas nacionales. Antes mismo de que esté en marcha, el gobierno provisional aparece totalmente impotente y desacreditado.
El Washington Post afirma: “...Aunque la administración Bush ha prometido muchas veces que los iraquíes recuperarían su soberanía completa, está claro que son los oficiales americanos los que se reservan el dominio completo sobre la cuestión esencial de la seguridad”. La perspectiva es la de un hundimiento creciente de la potencia americana en el lodazal iraquí, su incapacidad para dominar militarmente la situación en Irak es manifiesta. Este debilitamiento acelerado se ha evidenciado por la obligación para los Estados Unidos de pasar por la ONU, un proyecto de resolución americano-británico propuesto a fines de mayo al Consejo de Seguridad proponiendo, entre otras cosas, el envío de fuerzas multinacionales bajo mando americano. Este recurso obligado a la ONU por la administración americana es la manifestación directa de su incapacidad para asegurar el dominio por las armas de un país tan débil como Irak. Detrás de las primeras declaraciones de fachada se percibe el apetito de las otras grandes potencias que quieren aprovechar rápidamente cada retroceso de Estados Unidos para defender sus propios intereses imperialistas. El 27 de mayo, China difundió un documento apoyado por Rusia, Francia y Alemania declarando objeciones y proponiendo cambios importantes a esta resolución. Sobre todo que el gobierno interino debía gozar de la “plena soberanía sobre las cuestiones económicas, de seguridad, de justicia y diplomáticas”. También, estas potencias han propuesto que el mandato de la fuerza multinacional en Irak se acabe a finales de enero de 2005 y que el gobierno provisional sea consultado para las operaciones militares con la exclusión de las medidas de autodefensa. De hecho, este documento, directamente dirigido contra Estados Unidos, demuestra que la única preocupación de las grandes potencias es hundir y debilitar tanto como sea posible a la primera potencia mundial sin preocuparse lo más mínimo por las consecuencias que tal enfrentamiento puede traer para la población iraquí y para toda la región.
Asistimos actualmente a una desestabilización del conjunto de Asia del Sudoeste. En Arabia Saudita, los atentados atribuidos a Al-Qaeda se multiplican, manifiestan el enorme aumento de las tensiones entre el régimen de Ryad y los elementos Wahabitas cada vez más numerosos y fanatizados. La virulencia de los dirigentes chiitas iraquíes pueden tener repercusiones en la estabilidad de Irán. En cuanto a Turquía, la tensión es particularmente fuerte. A principios de junio, el PKK (partido de los trabajadores kurdos) ha anunciado que pone unilateralmente fin al “cese del fuego” en la guerra contra el estado turco. La Neue Zueriche Zeitung del 3 de junio informa que “círculos del ejército turco piensan que centenares de rebeldes armados del PKK se han infiltrado en Turquía desde el norte de Irak”. El mismo diario señala que “un nuevo desencadenamiento de la guerra puede ser devastador para el conjunto de la región”.
Por otro lado, después de la llegada de la administración Sharon al poder en Israel, la situación en Oriente Medio no ha hecho más que hundirse en una guerra permanente y aumentar las masacres de la población. Detrás del proyecto de un gran Oriente Medio, de una hipotética retirada de los israelíes de la banda de Gaza y de una ocupación militar creciente de Cisjordania, se materializa al igual que ocurre con Estados Unidos una política de huida hacia delante por parte del gobierno israelí. Es patente que la lógica guerrera toma de forma absoluta la iniciativa a otras modalidades de defensa de los intereses nacionales israelíes. Esta política, suicida en el tiempo, provoca un aumento de las tensiones entre Israel y Egipto, el único aliado, después del estado hebreo, que queda a Estados Unidos en la región. De hecho, la administración americana influye cada vez menos en la orientación de la política guerrera israelí. Esto traduce la incapacidad actual de Estados Unidos para jugar su antiguo papel de gendarme mundial. Esta realidad no hace más que expresar al más alto nivel la pérdida de control de todas las otras grandes potencias en las zonas que tratan de mantener bajo su influencia.
Las incursiones militares desencadenadas en Ingushetia en la noche del 21 al 22 de Junio que han causado al menos 48 muertos, entre ellos el ministro Kostoiev, nos indica que el conjunto de repúblicas del sur de la URSS, y no solamente Chechenia, tienden a hundirse en la anarquía y la guerra civil. En cuanto a Francia, y esto después de su participación activa hace diez años en las masacres de más de un millón de personas en Ruanda, tiene que constatar actualmente su propia impotencia. Los Tutsis están en esta mitad de junio de nuevo en el centro de un conflicto que golpea de lleno a la república del Congo. Le Soir (diario belga) del 4 de junio afirma: “Los incidentes al este del país hacen pensar lo peor a numerosos observadores: el resurgimiento de la guerra en una región martirizada por los conflictos fronterizos, políticos y étnicos sangrientos”.
La descomposición del capitalismo: una realidad en plena aceleración
Los atentados terrorista del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York habían llevado a Estados Unidos a afirmar que perseguirían el terrorismo hasta en los últimos rincones del planeta, llevando la democracia y la paz. El resultado actualmente se inscribe con letras de sangre por todo el mundo. La anarquía total que vemos en Irak y que se extiende progresivamente a todo el Sudoeste de Asia manifiesta la pérdida de control en aumento por las grandes potencias de este mundo de la marcha general de la sociedad. La dinámica de la guerra en Irak no es más que un ejemplo dramático y bárbaro de lo que espera a toda la humanidad si la clase obrera deja al capitalismo realizar su única perspectiva. El engranaje al que están encadenadas todas las potencias capitalistas, incluso las más fuertes, no puede más que producir cada vez más dramáticamente guerras como la que se está desarrollando en Irak. Esta barbarie en plena evolución ha alcanzado al corazón de Europa, con los atentados terroristas del 11 de marzo en Madrid donde el objetivo era la mayor masacre posible de la población obrera. Es importante que el proletariado comprenda que, contrariamente a lo que tantas veces nos hace creer la burguesía, esta evolución guerrera, totalmente irracional y bárbara, no es debida a la locura de algunos dirigentes del mundo. Es por ejemplo de notoriedad pública que J.Kerry, el candidato demócrata a las próximas elecciones presidenciales americanas, no tiene ninguna alternativa que proponer a la actual orientación en política exterior de la administración Bush. Cualquiera que sea el resultado de estas elecciones, el fondo de la lógica imperialista americana no será modificado en nada. La huida hacia adelante militar por parte de Estados Unidos para rechazar su debilitamiento histórico y su pérdida de control sobre el mundo es un hecho totalmente irreversible. El desorden mundial actual no es debido, como afirma la propaganda de la burguesía a un fanático religioso llamado Bin Laden o a una administración americana compuesta de otros fanáticos de la guerra a ultranza como Rumsfeld o Wolfowitz. Bien al contrario, es la quiebra en curso del capitalismo mundial, la que lo pone en una lógica de guerra totalmente irracional, la que determina la evolución de los hábitos de la burguesía y los equipos gobernantes de los Estados. En este sentido, el capitalismo tendrá cada vez más en el porvenir que llevar al poder a las fracciones de la burguesía más fanatizadas, incluso dentro de las grandes potencias de este mundo. Como los marxistas han afirmado siempre, sólo el proletariado porta con él la fuerza capaz de destruir el capitalismo y de impedir que el mundo se hunda en la peor de las barbaries. La clase obrera debe guardar en su memoria que la revolución proletaria en Rusia en octubre de 1917 fue la que puso fin a la primera carnicería mundial.
Tino
Artículo traducido de Revolution Internationale, Julio 2004, publicación en Francia de la CCI.
En su último periplo que lo llevó por varios países (Brasil, Uruguay, Argentina, India, Qatar y Francia), el presidente Chávez no sólo hizo derroche de antinorteamericanismo, sino que pregonó ante los auditorios previamente montados para su visita, que no se podía superar la pobreza del Tercer Mundo bajo el sistema capitalista de libre empresa, que para lograrlo habría que inventar el “socialismo del siglo XXI”.
Veamos como este invento no tiene nada de nuevo, sino que representa una adaptación del capitalismo de Estado a unas condiciones de mayor agudeza de la crisis y sobre todo de mayores niveles de descomposición del orden capitalista. Esta situación requiere de una readaptación de las políticas económicas, así como de toda la parafernalia ideológica que necesita desarrollar cada burguesía nacional, para confundir e intentar someter al proletariado. A cada burguesía nacional, con mas énfasis en los países de la periferia, no le queda otro camino que redistribuir la miseria, tal como lo pretende este “neo-socialismo” propuesto por Chávez aplaudido por todo el espectro altermundialista, ya que bajo el capitalismo es imposible erradicar la pobreza
El proyecto chavista tiene su génesis en el movimiento cívico-militar-bolivariano desarrollado por los ideólogos de la lucha guerrillera de los años 60 que rompieron con el Partido Comunista de Venezuela, y que es retomado en los años 80 por el movimiento MBR-2001; es un proyecto que tiene como norte el desarrollo de una verdadera “burguesía nacionalista”, diametralmente opuesta a la burguesía “oligárquica” que emergió después de la derrota de la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez en 1958. Este movimiento está sustentado en un modelo capitalista de Estado con fuerte influencia de la ideología estalinista (llamada “marxismo-leninismo” por la izquierda), pero tropicalizada con la ideología bolivariana; y se ubica en la extrema izquierda del espectro de las fuerzas políticas de la burguesía venezolana. Como todo proyecto capitalista, está sustentado en la plusvalía extraída de la explotación de la clase obrera venezolana.
El vertiginoso ascenso de Chávez, se debe fundamentalmente al alto grado de descomposición que presenta la burguesía venezolana, expresión de la descomposición del sistema capitalista en su conjunto. Los sectores de la burguesía que gobernaron durante las últimas décadas del siglo pasado, enquistados en el poder, amparados en un ambiente de impunidad y corrupción; perdieron la capacidad de crear expectativas hacia los sectores mas empobrecidos, mas bien restringieron progresivamente los planes sociales que le permitieron mantener la “paz social”; situación que incrementó los niveles de pauperización, mientras que a la par se implantaban draconianas medidas de austeridad a través de los planes para enfrentar la crisis económica, lo que incrementó los niveles de desempleo y aceleró la pérdida del nivel de vida de las masas trabajadoras.
La incapacidad de reacción de estos sectores de la burguesía en el poder quedó al desnudo con las revueltas del hambre de 1989, cuando fueron saqueados y quemados miles de comercios, principalmente en Caracas, dejando un saldo no oficial de más de 10 mil muertos. A pesar de esta clarinada de desesperación que dieron los sectores depauperados, la burguesía nacional fue incapaz de introducir un mínimo de cambios en sus estructuras de poder para que le permitieran contener el malestar social.
Este contexto preparó el terreno para que se diera el primer paso para la concreción del proyecto chavista: el intento de golpe de Estado de 1992, que aunque fracasó permitió catapultar la figura de Chávez, hasta entonces un desconocido. Después de salir en libertad en 1994, se lanza a la arena electoral, con un discurso demoledor contra las facciones de la burguesía hasta entonces en el poder. Basado en su carisma, fue adaptando el proyecto de la “revolución bolivariana” de los años 60 a los nuevos tiempos de desaparición de los dos grandes bloques imperialistas; arrastrando tras de sí a millones de pobres, al sembrarles la ilusión de que de llegar al poder se superaría su situación de pobreza.
Después del arrollador triunfo de Chávez en las elecciones de 1998, se inicia un proceso que domina el escenario político hasta nuestros días, donde se confrontan dos facciones del capital nacional: la “vieja” burguesía, representada a través de los partidos tradicionales (principalmente AD, COPEI, algunos sectores del MAS, etc.); contra la “nueva burguesía”, representada por partidos y grupos de izquierda, izquierdistas, militares, etc., excluidos de los factores de poder que habían dominado durante el último medio siglo. En este sentido, cuando el chavismo y sus consortes dicen que el gobierno bolivariano es el gobierno de “los excluidos”, de ninguna manera se refieren a la inmensa masa de pobres que habitan el país que día a día crece sin cesar, sino a esos sectores de la burguesía y la pequeña burguesía que hoy detentan el poder y se reparte el botín de los ingresos del Estado, y que arremeten con toda su carga de resentimiento contra la otra contraparte de la burguesía nacional. Tal como lo hicieron adecos y copeyanos en el pasado, no tienen otra opción que acentuar las condiciones de explotación de los trabajadores y arremeter contra esa misma masa de pobres que dicen defender, masificando la miseria, repartiendo migajas entre los sectores mas empobrecidos a través de las llamadas misiones2 para intentar mantener la “paz social”; eso sí, utilizando una verborrea “revolucionaria” y haciendo uso de la demagogia y el populismo que aprendieron de sus maestros burgueses que hoy son sus enemigos.
Sería un error ver el ascenso del chavismo como un producto “made in Venezuela”, es decir, como resultado de aspectos meramente venezolanos. El “fenómeno” chavista, es el resultado de las propias contradicciones del sistema capitalista. Por una parte, de la crisis que sacude al capitalismo a nivel mundial desde finales de los años 60, que requiere de cada burguesía nacional un ataque permanente a las condiciones de vida de las masas trabajadoras, y de la población en su conjunto. Pero principalmente, es resultado del período de descomposición que vive el capitalismo desde hace dos décadas, cuya mayor expresión ha sido la desaparición del sistema de bloques que imperó hasta el derrumbe del exbloque “socialista” en 1989.
En el caso particular de Venezuela, el surgimiento del chavismo expresa de manera caricatural la descomposición de la burguesía nacional, ya que su conflicto de intereses creó las condiciones para que surgiera un gobierno liderado por sectores de la pequeña burguesía izquierdista; con claras intenciones de mantenerse en el poder a toda costa. El sector chavista de la burguesía intenta diferenciarse “radicalmente” del basamento ideológico democrático de la “vieja oligarquía”, adaptando parte del acerbo burgués de la izquierda del capital venezolano y del izquierdismo a los nuevos tiempos del “fin de la historia”3:
-al bolivarianismo retomado de la guerrilla izquierdista de los años 60 junto con el pensamiento zamorano y robinsoniano4, se unen el indigenismo y la negritud, para plantear una vuelta al pasado, con una carga de misticismo y religión, que le dan una connotación fundamentalista a la ideología bolivariana. De esta manera, se expresa el carácter ahistórico e irracional de la ideología chavista, que pretende ir hacia adelante pero viendo hacia el pasado, con planteamientos aun más atrasados que los de la burguesía en el siglo XIX cuando ésta aun era una clase revolucionaria.
-a la democracia representativa en la que se sustentaban los viejos partidos, el chavismo opone la democracia “participativa y protagónica”, en la que estaría el fundamento del “socialismo” chavista. ¿Por qué?
La democracia “participativa y protagónica” le permitió al chavismo movilizar a la población para adaptar jurídicamente el modelo democrático-burgués para controlar las instituciones del Estado mediante la aprobación de una nueva constitución. Pero lo “innovador” de este modelo burgués es que permite darle sustentación a la “nueva burguesía” chavista mediante dos vías:
-en lo económico, mediante el llamado “desarrollo endógeno”, basado en el cooperativismo, la cogestión y la autogestión, se desarrollan las políticas capitalistas de Estado mediante la asignación de los recursos del estado a la “nueva burguesía” chavista y a los sectores del capital privado que apoyan el proyecto;
-en lo político y social, la asignación de recursos del Estado a través de organizaciones como los Círculos Bolivarianos, misiones, milicias, etc., le permiten al chavismo un control político y social de los sectores mas empobrecidos, que son la mayoría de la población (en esto el chavismo no se diferencia de los regímenes estalinistas o fascistas). Pero sobre todo esta asignación de recursos a través de las misiones, le permiten al chavismo repartir las migajas que le dan sustento a toda la ideología de “redistribución de la riqueza” y el “igualitarismo” de la izquierda; lo que según el chavismo y el conjunto de la izquierda abriría el camino al “socialismo del siglo XXI”.
Pero este “socialismo”, antes que “redistribuir la riqueza” (quimera inventada por la burguesía para justificar su dictadura de clase), lo que se propone es la redistribución de la miseria, “igualar” a la sociedad pero por abajo, en la precariedad. Mediante las misiones, se informalizan las condiciones de trabajo, lo que “flexibiliza” (es decir, hace precaria) la fuerza de trabajo a través de las cooperativas, donde los trabajadores perciben salarios de hambre menores que el salario mínimo sin ningún tipo de cobertura social; por otra parte, por cada área de servicio o producción que se cubre a través de las misiones, se desmejoran las condiciones salariales y sociales de los trabajadores formales que hasta ahora laboran en esas áreas, ya que son violadas las contrataciones colectivas y son chantajeados con el despido, de no acogerse a las condiciones impuestas por el Estado; por último, debido a que las misiones cumplen principalmente una función política de control social, ya que se exige la militancia con la “revolución” para poder obtener las migajas que reparte el Estado, se desmejora la calidad de los servicios públicos prestados, ya que no son la prioridad real. En la medida que crezca la cobertura social de las misiones, en esa misma medida se extenderá la precariedad al conjunto de la clase trabajadora y al conjunto de la sociedad. Por otra parte, el cooperativismo, la cogestión y la autogestión, formas organizativas de producción de bienes o servicios a las que la izquierda y los izquierdistas asignan de manera mágica un carácter “anticapitalista”, de ninguna manera eliminan la explotación de los trabajadores por el capital, sea éste de origen privado o estatal: por una parte, no se eliminan las relaciones de jerarquía y explotación propias de toda forma de organización de producción capitalista; por la otra, los bienes y servicios producidos por los trabajadores, deberán someterse tarde o temprano a las leyes del marcado; es decir, será éste quien regirá los precios y por ende el nivel de los salarios de los trabajadores.
La burguesía, aquí y en todas partes, no tiene otra opción que manipular la pobreza; y el chavismo ha resultado ser un maestro en esta materia. Por ello, estas ideologías intentan ser impuestas a sangre y fuego por el chavismo en el conjunto de la sociedad, en un ambiente de represión, persecución, chantaje y ataque despiadado a las condiciones de vida de los trabajadores, a través del desempleo, de salarios de hambre, cargas impositivas; de crecimiento de la pauperización, que se expresa en un crecimiento de la indigencia, la desnutrición5, la criminalidad y la prostitución infantil y juvenil; mientras los nuevos ricos chavistas se reparten el botín de los ingresos del Estado, a través de asignaciones financieras y de sueldos decenas de veces mayores a los de un trabajador, promoviendo y permitiendo niveles de corrupción tales, que los corruptos de los gobiernos anteriores quedan como niños de pecho. Todo esto justificado por la supuesta “superioridad moral” de la izquierda del capital, que no es otra cosa que la hipócrita moral burguesa pero en grado superlativo.
En este sentido, el chavismo no sólo es un producto de la descomposición de la burguesía venezolana, sino que es un factor acelerador de la descomposición de la clase burguesa y de la sociedad venezolana en su conjunto. Y es precisamente a esta putrefacción lo que llaman la izquierda y los izquierdistas del mundo una “revolución”. ¡Que descaro!
En su radicalismo pequeño-burgués, los sectores izquierdistas que conforman el chavismo por conveniencia ideológica se empeñan en llamar “revolución” algo que como vemos, no es mas que una variante de capitalismo de Estado; una “nueva” forma jurídica de administración del Estado burgués para proseguir la explotación del trabajo por parte del capital nacional. El hecho de que Chávez y sus discípulos y aduladores llame a esto “socialismo” no representa nada nuevo: la izquierda y los izquierdistas de todo cuño, se han encargado durante todo el siglo XX de calificar de “socialista” a cualquier gobierno donde el Estado asume el control de la vida económica, política y social, tal como sucedió con los países bajo la órbita rusa que formaban el “bloque socialista”, de los cuales sobreviven aun China, Corea del Norte y Cuba; donde es eliminado o se tiende a eliminar el capital privado, mientras los medios de producción pasan a ser controlados por el Estado, a través de la burocracia estatal; según ellos, mientras mas fuertes sean estas medidas, mas rápido se transitará la vía al “socialismo”. Hoy, la izquierda del capital, como fuerza defensora de los intereses del capital nacional, retoma de nuevo el “socialismo”, es decir, el capitalismo de Estado, pero esta vez bajo la cobertura de los movimientos antiglobalización y altermundialistas, para tratar de darle sustento ideológico a su planteamiento de que “otro mundo es posible”.
También este “neo-socialismo” retoma las políticas populistas, a las cuales se ve en la necesidad de recurrir la burguesía en momentos de crisis económicas y políticas como las que vivimos en la actualidad. En efecto, la manipulación de los sectores más pobres de la población o de la pequeña burguesía depauperada, es un recurso al que hecha mano la burguesía para tratar de controlar el malestar social generado por el crecimiento de la pobreza y los utiliza como fuerza social para proseguir su dominación de clase.
Con esta visión del “socialismo del siglo XXI” en mente, el chavismo nos ofrece erradicar la pobreza para el 2021. Para esta fecha, de seguir el chavismo en el poder, posiblemente logre una sociedad “igualitaria” en el sentido de que la casi totalidad de la población estaría “igualitariamente depauperada”, excepto obviamente, los nuevos ricos del chavismo; tal como lo ha logrado la burguesía en Cuba, Corea del Norte o China, sobrevivientes del viejo “socialismo”. La realidad es que el crecimiento de los índices de pobreza es inocultable e indetenible: a pesar de las descaradas manipulaciones de las cifras por parte de los organismos del Estado, el Instituto Nacional de Estadística (INE) informó que el índice de pobreza había crecido en 10 puntos porcentuales durante los 6 años de gobierno chavista6. Este crecimiento de la pobreza no se debe a un problema de mala gestión del chavismo, como pretenden hacerlo creer los sectores burgueses de la oposición: bajo el capitalismo es imposible eliminar la pobreza, ya que el mismo modo de producción capitalista, no sólo requiere de un ataque incesante al salario y a las condiciones de vida de los trabajadores, sino que en su período de decadencia genera una masa cada vez mayor de proletarios que son lanzados a la calle, sin posibilidad de ser reabsorbidos por el aparato productivo. A la burguesía no le queda otro camino que hacer más precarias las condiciones de vida del proletariado, debido a que sus gastos los orienta a mantener su competitividad en el mercado mundial, a confrontar a las fracciones burguesas contrarias y, obviamente, a defender y mantener los privilegios que detenta como clase dominante.
Sin embargo la burguesía chavista tiene un factor que atenta contra sus planes: la agudización de la crisis del capitalismo y la propia descomposición del conjunto de la burguesía. Aunque la burguesía venezolana cuenta con importantes ingresos debido al alza histórica de los precios del petróleo, éstos no son eternos y por otra parte son insuficientes para el nivel de gastos que requiere mantener la “revolución”. Mas temprano que tarde la profundización de la crisis dará al traste con las misiones y todo el aparataje populista montado por el chavismo; en ese momento las masas volverán a manifestarse; pero estas manifestaciones terminarán en el callejón sin salida de la revuelta y la impotencia, a menos que la clase obrera tenga la capacidad de darle un sentido a esas manifestaciones de los depauperados, hacia la superación del capitalismo. Por ello es de suma importancia que los trabajadores reaccionen con su lucha ante los ataques a sus condiciones de vida, y enfrenten toda esta ideología bolivariana igualitarista; la igualdad ha sido la quimera ideológica que ha utilizado la burguesía junto con la ideología democrática desde mucho antes de la revolución francesa, para justificar su dominación de clase. Por ello es fundamental que la clase recupere su identidad de clase, su solidaridad y su moral proletaria. Así mismo, es fundamental la reflexión y discusión de los elementos mas politizados de la clase, para contrarrestar esta ofensiva ideológica de la burguesía.
En el capitalismo decadente, la burguesía, sea de derecha o izquierda, no tiene otra opción que recurrir a aplicar variantes al capitalismo de Estado, así lo adorne de bolivarianismo o de otro recurso ideológico. El “neo-socialismo” o “socialismo del siglo XXI” que pregona el chavismo no es mas que la implantación progresiva de unas condiciones de vida cada vez más precarias para los trabajadores y el conjunto de la sociedad. Ni las fuerzas de derecha ni de izquierda del capital pueden introducir reformas al sistema capitalista, y mucho menos hacer una revolución: la época en que la burguesía era una clase revolucionaria quedó cerrada cuando el modo de producción capitalista llegó a todos los confines del planeta; así mismo, la entrada del capitalismo en su fase de decadencia, período marcado por la Primera Guerra Mundial, clausuró el período en el cual el proletariado podía luchar por reformas para obtener mejoras durables en sus condiciones de vida. Desde entonces hasta nuestros días el capitalismo sobrevive gracias a un ataque despiadado a las condiciones de vida de lo trabajadores y pauperizando a millones de seres humanos, labor que realiza con el apoyo de sus partidos de derecha e izquierda, y los sindicatos.
En este corto espacio no podemos desarrollar la visión marxista de la revolución proletaria7. Sin embargo, el factor que define a un movimiento como revolucionario es que esté liderado por el proletariado en armas organizado en Consejos Obreros, quien destruye de arriba abajo al Estado burgués y se erige como clase dominante de la sociedad, tomando el control de los medios de producción e incorporando a las masas no explotadoras a su causa. Estas son las enseñanzas, el abc, que surge de las mayores experiencias de los movimientos revolucionarios de la clase obrera: Comuna de París, la Revolución Rusa de 1905, la oleada revolucionaria que se inaugura con la Revolución Rusa en 1917. Esta es la única vía para pasar del reino de la penuria que es el capitalismo, al reino de la abundancia que es el comunismo.
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1Movimiento Bolivariano Revolucionario-200 formado en su gran mayoría por los militares que insurgieron junto con Chávez Frías en 1992.
2Organizaciones promovidas y financiadas por el Estado, mediante las cuales se prestan servicios públicos de salud, educación, distribución de alimentos, etc. También mediante éstas se promueve el empleo precario mediante el cooperativismo. Mediante las redes que conforman las Misiones, los partidos que apoyan al gobierno realizan un control social, ya que se exige un compromiso con la “revolución bolivariana” para poder recibir las ayudas del Estado.
3Uno de los asesores de Chávez en los años 90 fue el argentino Norberto Ceresole, quien creó un modelo llamado “posdemocracia” que combinaba un espectro de ideologías que van desde el fascismo hasta el bolivarianismo, pasando por el estalinismo. Vemos que el cóctel ideológico de Chávez, propio de la descomposición, tiene paternidad.
4Se refiere al “guerrero” Ezequiel Zamora, líder de insurrecciones campesinas de mediados del siglo XIX; y a Simón Rodríguez, quien vivió entre los siglos XVIII y XIX , fue maestro de Bolívar y cambió su nombre por el de Samuel Robinson; su modelo planteaba que la América Española debía tener gobiernos e instituciones “originales”, que no copiara modelos foráneos.
5Un estudio reciente del Instituto Venezolana de Investigaciones Científicas arroja la dramática cifra que un tercio de los niños entre 2 y 15 años encuestados en estados del centro del país padecen de anemia; llegando al 71% en los niños menores de de 2 años en uno de esos estados. En la década de los 80 el porcentaje era comparable al de los países desarrollados.
6El Instituto Nacional de Estadística señaló que la pobreza había crecido de 42,8% en 1999 al 53% en el 2004. Sin embargo, un estudio de la empresa Datos señala que la pobreza abarca a 81% de la población, equivalente a 21 millones de personas (El Nacional, 31-03-05).
7Invitamos a nuestros lectores a conocer mas en profundidad nuestras posiciones al respecto en nuestro sitio en internet www.internationalism.org [24]
Cuando todavía se descubrían los estragos del Tsunami que sacudió al Sudeste Asiático, las lluvias en Venezuela volvieron a recordar los trágicos días de diciembre de 1999 donde murieron miles de personas en el Estado Vargas, ya que ese Estado nuevamente fue uno de los mas afectados. Al igual que en esa oportunidad, el gobierno izquierdista de Chávez volvió de manera hipócrita a ofrecer “soluciones” a los miles de damnificados, que sabemos no se cumplirán. Hipocresía, mentiras e ilusiones es lo único que puede ofrecernos la burguesía ante estas “catástrofes naturales”, que precisamente se transforman en catástrofes sociales debido a la imposibilidad del capitalismo de atender las verdaderas necesidades de la sociedad. En este sentido, tampoco hay diferencia entre el comportamiento de las fracciones burguesas de derecha o izquierda. Vamos a ver con qué cuento nos vendrán cuando comiencen a aparecer los damnificados durante el próximo período de lluvias.
Las cifras oficiales indican que a consecuencia de las lluvias que cayeron sobre el territorio nacional, sobre todo en el mes de febrero, 61 personas fallecieron, 44 resultaron lesionadas, 127 desaparecidas, 22.449 quedaron damnificadas y 175.950 afectados. Sólo en el Estado Vargas, la región que se ha visto más afectada y que aún sufre las consecuencias del deslave de 1999, han resultado 9.315 personas damnificadas y se hace necesaria la reubicación de 5.000 viviendas. En esta localidad, después de 4 años de aquel lamentable suceso, la mayoría de las obras de reconstrucción no han sido concluidas; algunas de las represas construidas no cumplen con los requisitos de seguridad necesarios1. Las consecuencias han vuelto a ser terribles, tanto en pérdidas de vidas humanas, como en daños materiales y sufrimiento de la población.
Tal como ha ocurrido en ocasiones anteriores, se difunde la idea según la cual nada puede hacerse frente a la voluntad de la naturaleza, dándole incluso un matiz de fatalidad, ante el cual sólo nos quedaría la resignación. O, dando declaraciones tal como las hechas por el presidente Chávez, quien en su delirio “antinorteamericano” y de la manera mas descarada, ha dicho que la causa de esta desestabilización atmosférica se debe a que los EEUU contribuyen con un alto porcentaje en el calentamiento global de la tierra2: como vemos el “antiimperialismo” da para todo, incluso para intentar ocultar la irresponsabilidad de la burguesía chavista en la atención de las necesidades de la población, principalmente de los sectores más pobres que son los mas afectados por los deslaves e inundaciones. Esta misma visión, se ha aplicado también en numerosos “desastres naturales” en el mundo. Así ha ocurrido con el reciente maremoto en el Sudeste Asiático, una de las mayores tragedias que ha sufrido la humanidad en las últimas décadas. Esta forma de apreciar el problema tiene la intención de ocultar la responsabilidad que ha tenido el capitalismo, como un sistema que ya no garantiza las más elementales condiciones de seguridad para la población a nivel planetario.
En un documento que ha publicado recientemente nuestra organización a propósito de la tragedia humana ocurrida en Asia del Sur el 26 de diciembre del año pasado, hemos denunciado la responsabilidad que han tenido los gobiernos de esa región, ya que conocen desde hace tiempo que ésta área del mundo esta expuesta a los movimientos sísmicos e incluso los organismos internacionales estaban al corriente de las consecuencias que acarrearía el terremoto, ya que se había producido uno, dos días antes en el Océano Índico. A pesar de la inminencia del peligro y de la información técnica disponible no se alertó a las poblaciones para tratar de evitar las dimensiones de la catástrofe.3 De igual manera, afirmamos en dicho documento que el capitalismo no es el responsable directo de los terremotos, pero sí hay una responsabilidad de los gobiernos, ya que para éstos la instalación de sistemas de alarma y de seguridad no constituye una actividad rentable, aún cuando ellos pudieran ayudar a salvar miles de vidas humanas.
La lógica del capital lleva a todos los Estados y sus respectivos gobiernos a reducir al mínimo los costos que acarrea la construcción de infraestructura, de viviendas, de servicios, de vías de comunicación, las cuales las hacen sumamente vulnerables ya que no cumplen con las más mínimas condiciones de calidad, y a considerar como “gastos superfluos” a aquellos destinados a la dotación de equipos y de logística con la cual se podría hacer frente a una situación de emergencia. Esta reducción se lleva a cabo, debido a las consecuencias que acarrea la crisis económica mundial capitalista y a la necesidad de subsistir en la aguda competencia que se establece entre las diferentes naciones, lo que se refleja en una disminución considerable de los presupuestos destinados a dichos sectores y medios tecnológicos de prevención4.
Esta situación se ha agudizado en la fase de descomposición en la cual se encuentra actualmente el sistema capitalista, expresándose en una falta de mantenimiento de las edificaciones, de la red vial, de un deterioro de los servicios y de los centros de salud; de igual forma, se manifiesta en la irresponsabilidad que significa construir urbanizaciones, barrios, complejos turísticos, etc., en zonas proclives a desastres. Aunque ésta realidad se vive a nivel mundial, es sin embargo en los países de la periferia como Venezuela, donde se presenta más aguda y dramática.
En Venezuela, la conformación de numerosas barrios, los cuales constituyen verdaderos cordones de miseria, son el producto de la pauperización a que han sido sometidos amplios sectores del proletariado y población en general, quienes han tenido que soportar durante décadas todo el peso de la crisis económica. En este sentido, se vieron obligados a vivir en construcciones verdaderamente precarias, en zonas de alto riesgo, potencialmente inundables, a orillas de ríos, quebradas, e incluso en zonas montañosas proclives a los derrumbes.
La zona centro norte costera del país es un buen ejemplo de esta situación. En ésta región, las migraciones internas de grandes masas en busca de “mejores condiciones de vida y empleo” en los últimos 40 años, terminaron produciendo un crecimiento anárquico de barrios y urbanizaciones, los cuales en su mayoría, no cuentan con sistemas de drenaje y tampoco cumplen con condiciones de seguridad y salubridad mínimas. Cabe mencionar la irresponsabilidad de los diversos gobiernos de turno, quienes durante muchos años han aupado e incluso financiado la construcción de “soluciones habitacionales” en zonas propensas a siniestros. Anualmente, centenares de habitantes pierden sus viviendas a consecuencia de las inundaciones que resultan del desbordamiento de quebradas y ríos.
Lo ocurrido recientemente en el Estado Vargas, pero también en otras regiones del país, no es una excepción a la situación antes planteada. La mayoría de los habitantes de este Estado han perdido de la noche a la mañana tanto sus casas como sus enseres. No sólo destaca la ausencia de un plan integral de desarrollo y urbanismo, sino que las obras más elementales, como la restitución de la vialidad original y las obras de protección hidráulica, no han sido concluidas. Las promesas hechas por el gobierno tras el deslave de 1999, de transformar a Vargas en un “emporio turístico y urbanístico”, no sólo expresan la hipocresía y el cinismo de la burguesía, sino también su incapacidad para solucionar la situación de centenares de familias. Como ha ocurrido ya en el pasado, muchas de ellas quedarán abandonadas a su suerte; incluso, algunas han preferido regresar a sus casas, aún cuando éstas corren el riesgo de desplomarse.
En la medida en que éstos desastres naturales producen mayores devastaciones, debido a la falta de prevención, al descuido de la infraestructura, de los servicios, la precariedad de las viviendas y a las construcciones en zonas de alto riesgo, mayores son los gastos que acarrea la reconstrucción de las zonas afectadas (cuando ello es posible técnicamente) y menores son las posibilidades de los gobiernos de poder cubrirlos en un contexto de crisis que más bien, como ya hemos señalado, los obliga a reducir costos. En este sentido, las “respuestas o alternativas” que ha ofrecido el actual gobierno, resultan más quiméricas en la medida en que sus representantes intentan explicarlas. Basta mencionar algunos indicadores, para darse cuenta que ellas constituyen un nuevo intento para engañar a la población: según cifras ofrecidas por la prensa burguesa, el costo de la canasta básica asciende actualmente a Bs. 1.516.038, representando el salario mínimo sólo el 21,20% de éste monto; el poder adquisitivo de los trabajadores ha disminuido en un 48%; sólo dos de cada diez trabajadores reciben salario mínimo. A esto se agregan los altos niveles de inflación (19% el año pasado) y las devaluaciones recientes del bolívar, que producen un aumento en los precios de los artículos de primera necesidad y reducen la capacidad de consumo, así como también los altos niveles de desempleo, que se expresan en mayor miseria y depauperación. En estas condiciones, es prácticamente imposible para miles de proletarios adquirir una vivienda, aún si existiera algún financiamiento del gobierno a través de la banca5. Aunque el gobierno ha recurrido al mantenimiento del impuesto al débito bancario, al incremento de las utilidades cambiarias del Banco Central, el uso de recursos del fondo de Estabilización Macroeconómica, no puede cubrir los niveles de gasto, que incluye evidentemente la construcción de nuevas viviendas6 .
Los insistentes llamados de Chávez y demás funcionarios, para que los afectados acudan a solicitar créditos para adquirir sus viviendas sólo constituyen una burla más. En realidad, se ha venido reduciendo la inversión para la construcción de nuevas viviendas y para la reconstrucción de las localidades que se han visto afectadas; mucho menos podría cumplir con el plan de “desplazamiento poblacional” desde el centro norte al Sur y Este del país, que ha propuesto como “solución”.
Aún cuando los vecinos de las diferentes barriadas afectadas habían venido advirtiendo sobre la posibilidad de nuevos desastres, los diferentes organismos gubernamentales hicieron caso omiso, para luego de que éstas ocurrieran, hacer un despliegue que intentaba mostrar la “preocupación” y la “solidaridad” con la gente. Es esta la misma respuesta hipócrita, la que ha recibido durante años el proletariado de parte de la burguesía en su conjunto y que en su momento ofreció la facción de la burguesía que conforma la oposición a Chávez. En este sentido, resultan verdaderamente repugnantes, las campañas que ambas facciones han desplegado en los diferentes medios de comunicación.
La mayor expresión de solidaridad que puede expresar el proletariado a la humanidad, tanto en Venezuela como a nivel mundial, consiste en acabar con el capitalismo para liberarla del caos y la barbarie a que la somete. No hay que olvidar que es principalmente la clase obrera quien sufre no sólo la explotación, sino que también es la principal víctima de éstas tragedias naturales. Es fundamental para el proletariado tomar conciencia y reflexionar acerca de las causas reales de las catástrofes y comprender la responsabilidad que en éstas tiene el capitalismo. La indignación y el rechazo hacia la política criminal que desarrolla la burguesía mundial, así como las manifestaciones de solidaridad hacia las victimas de éstas tragedias, son elementos esenciales en la recuperación de la identidad y la conciencia de clase. Tal como hemos afirmado en el documento al que ya nos hemos referido, sobre la catástrofe en Asia: “por eso la solidaridad del proletariado debe ir mucho más allá de la simple solidaridad emocional. No debe estar basada en sentimientos de impotencia o culpabilidad, sino sobre y ante todo, de su conciencia de clase. Sólo el desarrollo de su propia solidaridad de clase, una solidaridad basada en la conciencia de la quiebra del capitalismo, podrá poner las bases de una sociedad en la que los crímenes que la burguesía nos presenta como catástrofes “naturales” no podrán ser nunca más cometidas, en donde esta barbarie pueda ser definitivamente superada y abolida.”
C.25-02-05
1Carlos Genatios, coordinador de la Autoridad Única de Vargas después de los deslaves del 99 y ex ministro de Ciencia y Tecnología, ha declarado que existen muchas obras que habría que cambiarlas, destruirlas y volverlas a hacer. Agrega, que los criterios que fueron propuestos por el organismo que presidió para dar los lineamientos técnicos fueron cambiados por Corpovargas por razones económicas y se han utilizado tecnologías desechadas en otros países. A esto habría que agregar, que existen estudios científicos con soluciones de ingeniería para esta zona desde los años 50, después de un deslave que se dio en 1951.
2“Atribuir al calentamiento global las causas de las lluvias ocurridas durante la última semana resulta una incongruencia...en el país no hay investigaciones rigurosas que permitan atribuir al efecto invernadero los altos niveles de pluviosidad registrados...”, declaraciones del jefe de Ingeniería Meteorológica de la UCVa El Universal, 13-02-05.
3¡ No estamos pues ante una negligencia, sino ante una política criminal que revela el profundo desprecio de las clases dominantes por la población y el proletariado que son las principales víctimas de la política burguesa que desarrollan todos los gobiernos locales!. De hecho hoy ya se conoce de forma oficial, aunque a regañadientes, que no se lanzó la alerta oficial para no...inquietar al sector turístico. Con otras palabras, para defender unos sórdidos intereses económicos y financieros han sido sacrificados decenas de miles de personas. Maremoto en el Sudeste Asiático ¡La verdadera catástrofe social es el capitalismo! CCI. Enero 2005
4Mientras se reducen los costos y presupuestos destinados a los servicios básicos como la salud o la vivienda, el gobierno actual no escatima en gastos militares para apuntalar su política imperialista a nivel regional y perfeccionar los métodos de represión a nivel interno. Así lo demuestra la reciente adquisición de 100.000 rifles AK 47 a Rusia; por otro lado se adelantan negociaciones con el gobierno español para la adquisición de cuatro corbetas artilladas cuyo costo oscila entre 780 y 1.040 millones de dólares.
5.- “Durante los seis años completos de gobierno, éste ha construido 94.000 soluciones habitacionales (que no sabemos si están bien o mal construidas). El déficit de viviendas es de 1.800.000 soluciones habitacionales. Sin contar el crecimiento vegetativo de la población, a este ritmo, el gobierno necesitaría 115 años en solucionar el problema. Se obliga a los bancos a prestar de manera dirigida el 10% de su cartera al sector vivienda. La cartera total de los bancos es de 22 billones de bolívares. El 10% es de 2,2 billones de bolívares. Si calculamos el precio de una vivienda en Bs. 40.000.000 y dividimos los 2,2 billones entre los 40 millones, nos darían 55.000 viviendas. Se necesitarían 72 billones de bolívares, o sea, 3,27 veces la cartera total de créditos de la banca para resolver el problema.” Oscar García. Banquero. El Universal (03/03/05, 1-17)
6.- Las cifras del Sistema Integrado de Indicadores Sociales (Sisov), el cual está adscrito al Ministerio de Planificación y Desarrollo, señalan que en el 2003 el gasto destinado a la construcción de soluciones habitacionales fue 1% del PIB, pero en el 2004 registro una caída de 40%, lo que significa que se redujo a 0,6% del PIB. Según estimaciones de la Cámara Venezolana de la Construcción (CVC) 12,5 millones de personas requieren de una vivienda, debido a que el déficit habitacional se encuentra en 1,6 millones de unidades y cada familia tiene 4,5 integrantes promedio. Además 1,1 millones de unidades requieren ser mejoradas por las condiciones de servicio. DE cada dos venezolanos uno no tiene vivienda adecuada, vive en hacinamiento o en un rancho que no cumple con las condiciones mínimas. El Universal /08-03-05. 1-14
Una de las banderas que ha retomado con mayor vehemencia la izquierda y los movimientos altermundialistas a nivel mundial, ha sido la del “antinorteamericanismo”, principalmente después de las monstruosas intervenciones del gobierno Bush en Afganistán y mas recientemente en Irak, acciones que la CCI y el conjunto de la izquierda comunista han rechazado de la manera más categórica ya que el único propósito de estas guerras en la decadencia del capitalismo es el de preparar conflictos bélicos de mayor envergadura promovidos y sostenidos por las grandes potencias, con los Estados Unidos a la cabeza, con su secuela de destrucción y muerte, principalmente dentro de la población civil.
Uno de los líderes tercermundistas que se ha colocado en primera fila contra el “imperialismo yanqui”, ha sido el presidente Chávez de Venezuela; quien ha denunciado abiertamente la política del gobierno Bush en Afganistán e Irak, calificándola de terrorista; aprovecha cualquier escenario nacional o internacional, como la reciente edición del Foro Social Mundial de Porto Alegre en Brasil, para dejar plasmado su "antinorteamericanismo radical"; también ha acusado al gobierno Bush de estar detrás del fracasado golpe de Estado de abril de 2002 que lo sacó del poder por unas horas e incluso acusa a Bush de planificar su magnicidio, al plantear que la CIA ha planeado su asesinato.
Sin embargo, los proletarios debemos ver qué hay detrás de este “anti-imperialismo” desenfrenado. Existe un rechazo genuino de amplios sectores de la sociedad, incluso de la propia población norteamericana, a todo el horror que representan estas agresiones imperialistas; de allí toda la inmensa campaña de la burguesía norteamericana para tratar de involucrar al proletariado de ese país en sus acciones bélicas, lo cual le ha sido difícil después de la guerra de Vietnam. De igual manera, este rechazo de la sociedad a lo inhumano de estas acciones belicistas, también es utilizado por las burguesías de las otras grandes potencias imperialistas que se oponen a los EEUU, y de potencias menores, para ocultar sus propios intereses imperialistas y para movilizar al proletariado tras los planes del capital nacional, a través de campañas “pacifistas” o movilizaciones “anti-imperialistas”; para que éstos distraigan su lucha contra su propia burguesía.
El derrumbe del bloque ruso en 1989 marca el inicio del desplome del sistema de bloques imperialistas que existió después de la Segunda Guerra Mundial, pues ya la “amenaza rusa”, que justificaba la existencia del bloque americano, dejaba de existir. Desde entonces, a diferencia de lo que pregonaban las potencias occidentales de que iba imperar la paz, se ha desatado una situación de caos mundial, generando guerras como las de Los Balcanes, Afganistán e Irak, entre otras. A partir de entonces se desatan los demonios producto de la decadencia del modo de producción capitalista; éste entra en una fase de descomposición que se conceptualiza como el impase histórico donde ninguna de las clases fundamentales, la burguesía y el proletariado, no han sido capaces de imponer su salida: la guerra mundial, “salida” de la burguesía, no es posible porque el proletariado no esta derrotado, y además en las circunstancias actuales no es posible conformar un bloque imperialista que pueda contrarrestar el poder del bloque norteamericano; por su parte, el proletariado no ha tenido hasta ahora la capacidad de desarrollar un grado de conciencia y organización que le permitan colocarse como la clase sepulturera del orden capitalista.
Una de las características mas notables de esta descomposición, es el inicio de un acelerado proceso de indisciplina de los países alineados con cada bloque imperialista, con respecto a las potencias cabeza de bloque, Rusia y EEUU, donde la burguesía de cada país, desarrollado o subdesarrollado, trata de jugar sus propias cartas. En esta situación, las mayores potencias económicas del mundo, intentan dar rienda suelta a sus apetitos imperialistas, lo que inevitablemente las lleva a confrontarse con los EEUU, quien por todos los medios trata de impedir que aquellas intenten debilitarlo en sus áreas de influencia a nivel mundial. Esta confrontación interimperialista es la que está detrás de las guerras y conflictos políticos que se han desatado desde inicios de los 90.
El propio patio trasero de EEUU, América Latina, no podía escapara a esta tendencia al caos y a la indisciplina hacia la autoridad norteamericana. Por una parte, las potencias imperialistas que compiten con EEU tratan de aprovechar las crisis políticas que se generan en la región debido a la agudización de la crisis económicas y a la dificultad cada vez mayor de las burguesías de estos países para enfrentar la pobreza y el malestar social que ésta genera; por la otra, las burguesías de la región con alguna fuerza económica o estratégica, como es el caso de Brasil o Venezuela, tratan de aprovechar a su favor el desprestigio de la burguesía norteamericana tras las guerras de Afganistán e Irak.
Es en este contexto que hay que analizar la confrontación de los EEUU contra el gobierno Chávez, la cual como lo hemos dicho en artículos anteriores (ver Internacionalismo N° 53), no es puro teatro. La intervención de EEUU contra Venezuela es principalmente geopolítica, ya que Chávez se ha transformado en un factor de desestabilización en la región, ya que dispone de importantes ingresos producto de las exportaciones petroleras que utiliza para intentar desarrollar su propia política independiente; situación que en el contexto de la descomposición y de la saturación de los mercados, genera mas caos, debido a que las potencias imperialistas europeas animan estas especie de guerra de guerrillas contra EEUU, lo que podría debilitar la política imperialista de EEUU en zonas mas estratégicas como el Oriente Medio y Asia.
Es por ello que la recién estrenada Secretaria de Estado Condoleeza Rice ha declarado que Chávez es un peligro de desestabilización para la región, y ha desarrollado una importante acción para tratar de que los otros gobiernos de la región intervengan para controlarlo; el propio Bush recientemente solicitó vía telefónica al presidente Kirchner de Argentina que intervenga en este sentido. Así mismo los EEUU se oponen a la venta de armamento ruso y español al gobierno de Chávez, insinuando que este armamento es un peligro potencial para la región, pues podrían llegar a manos de la guerrilla colombiana u otros movimientos insurgentes.
Sin embargo, el propio contexto de la descomposición dificulta la concreción de los planes de la burguesía norteamericana hacia la región. Ya no se puede proceder de manera abierta a las invasiones militares para enfrentar las veleidades independentistas de los líderes regionales, tal como lo hacían en el siglo pasado; ya que se corre el riesgo de acelerar el caos y la inestabilidad.
La agudización de la crisis capitalista genera un caldo de cultivo propicio para que emerjan proyectos burgueses como el de la “revolución bolivariana”, ya que la pobreza, que abarca a entre el 60%-80% de la población de América Latina, crece sin cesar en su forma extrema debido a que los ingresos que percibe la población se alejan cada vez más del costo de la canasta básica de alimentos. Dada la situación de pauperización acelerada, que pone en evidencia la bancarrota del capitalismo y de la burguesía como clase dirigente de la sociedad, ésta recurre a desarrollar proyectos populistas como los de Chávez, que en el fondo solo representa una redistribución de la miseria con argumentos ideológicos renovados; todo ello, obviamente debido a que el proletariado no tiene, por los momentos, la capacidad de plantarse en su propio terreno de clase, que le permitan canalizar el malestar social de las masas depauperadas. De allí el eco favorable que reciben dirigentes populistas como Chávez en Venezuela o López Obrador en México que ofrecen “un mundo mejor”, que en realidad sume a las masas empobrecidas en la precariedad y la pauperización, debido a que es imposible superar la pobreza bajo el capitalismo, así sea éste gestionado íntegramente por el Estado, tal como lo pregonan los altermundialistas.
En el plano político, el contexto de la descomposición se expresa por un agotamiento acelerado de los viejos partidos de derecha e izquierda y de los modelos de gobierno dominantes en el siglo pasado; lo que ha permitido un resurgimiento de gobiernos de izquierda (incluso izquierdistas)a nivel mundial, pero “remozados” con una ideología adaptada a los nuevos tiempos, que llega a hacer uso combinado de las ideologías que utilizó la burguesía en el siglo pasado: democracia representativa, estalinismo, fascismo, populismo, etc., aderezadas con factores étnicos, religiosos y fundamentalistas. Es así como surgen modelos de gobierno como el de la “Tercera Vía” en Europa, Fujimori en Perú, el menenismo y mas recientemente Kirchner en Argentina, Lula en Brasil, Chávez en Venezuela, e incluso gobiernos abiertamente fundamentalistas como el de los Talibánes en Afganistán. Estos modelos burgueses de gobierno, pese a sus diferencias, tienen como denominador común que intentan implementar políticas capitalistas de Estado más acentuadas y una “nueva” ideología para poder presentarse como opción creíble ante la población, pero principalmente ante los trabajadores, quienes generan la plusvalía necesaria para que los nuevos sectores emergentes del capital prosigan la gestión del Estado burgués.
Este ascenso de la izquierda en varios países de América Latina, con lideres abiertamente populistas o que coquetean con el populismo, tiene un denominador común: el "antinorteamericanismo", “radical” como en el caso de Chávez o moderado como el de Lula o Kirchner. Las acciones de la burguesía de EEUU contra Chávez, parecen evidenciar que ésta se ha dado cuenta que el chavismo no es un fenómeno pasajero, ni solitario, sino que cada vez cuenta con mas adeptos en la región: Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra de Brasil, Piqueteros en Argentina, Movimientos Indigenistas en Bolivia, Ecuador y Perú, organizaciones guerrilleras como las FARC y el ELN en Colombia, etc. Por otra parte, bien sea por motivos económicos (necesidades energéticas) o geopolíticos, varios gobernantes de la región coquetean con el chavismo. En este contexto, no hay que descartar que en México haya un ascenso de López Obrador1 y en Nicaragua una vuelta al poder del FSLN, lo que extendería la onda antinorteamericana en la región. Al parecer los EEUU no tienen una estrategia precisa para detener al fenómeno Chávez: el Plan Colombia, la mayor intervención militar americana en la región, no es suficiente ni la vía para detener a un elemento que ha sabido mover los aspectos ideológicos en contra de los intereses de EEUU. Es posible que las recientes acciones de EEUU con los gobiernos de izquierda moderada de la región tengan algún éxito, pues el populismo podría ser un factor de desestabilización de sus propios gobiernos, tal como se evidencia en las criticas veladas que hizo Chávez a Lula en la última celebración del Foro Social Mundial de Porto Alegre; o de manera mas abierta, en la última crisis política en Bolivia con el inocultable apoyo de Chávez al izquierdista Evo Morales.
A nivel interno, el "antinorteamericanismo" permite consolidar el proyecto que lleva adelante el sector chavista de la burguesía, el cual requiere de una constante movilización de la población, para controlarla y mantenerla distraída de sus verdaderos problemas: desempleo, hambre, delincuencia, etc. Ante un enemigo interno debilitado debido a que la oposición quedó completamente dislocada después del revocatorio de agosto pasado que consolidó a Chávez en el poder, éste enciende la confrontación con el enemigo externo, planteando una confrontación al estilo del David que lucha contra el Goliat del norte; y qué mejor enemigo que el “diabólico imperialismo yanqui”, odiado por la izquierda latinoamericana y mundial, quien lo presenta como la fuente de todos los males que padece la humanidad; de esta forma, Chávez tendrá la gran excusa de culpar a los gringos de los fracasos de su gobierno, sobre todo en materia de erradicar la pobreza. El chavismo, asumiendo como un hecho la posibilidad de alguna intervención de los EEUU, o de agresión contra Chávez, ha comenzado a organizar milicias para la “defensa de la soberanía”. Cualquier parecido con Cuba o Corea del Norte, no es pura casualidad, ya que la burguesía chavista ha aprendido de estos gobiernos, que una forma de mantenerse en el poder y explotar a los trabajadores, es mantener a la población en constante movilización. También estas milicias junto con las otras organizaciones promovidas por el chavismo son una fuerza de persuasión contra la oposición política, ante la cual el gobierno sabe que no puede bajar la guardia, ya que cuenta con simpatías dentro de EEUU; de ahí las acusaciones de “antipatriótica”.
Por otra parte, el anti-imperialismo del chavismo expresa los propios apetitos imperialistas de la burguesía venezolana, quien históricamente no ha ocultado sus intenciones de influir en la economía y la política de los países de El Caribe, Centroamérica y los otros países andinos, utilizando al petróleo como arma de persuasión; al respecto existen varios precedentes: en 1971 tropas Venezolanas “ayudan” al ejército de Trinidad-Tobago ante motines incontrolados; en Nicaragua, se utilizan aviones y tropas para apoyar el frente del comandante Pastora y luego a la presidenta Chamorro; uso del chantaje económico a través del Fondo de Inversiones de Venezuela que hacía préstamos a la región para forzar la compra de bienes y servicios de capital venezolano, y del pacto de San José que vendía petróleo en mejores condiciones a la región siempre y cuando se le diera prioridad a los capitales nacionales. Tampoco hay que olvidar que en 1976 el socialdemócrata Carlos Andrés Pérez, acérrimo enemigo de Chávez, intentó jugar sus propias cartas “anti-imperialistas”, al nacionalizar la industria petrolera hasta entonces en manos de los norteamericanos. Sin embargo, hay una marcada diferencia entre el anti-imperialismo de ambos: Chávez es un izquierdista “radical” comparado con CAP que era de centroizquierda; pero la mayor diferencia es que las condiciones históricas después del derrumbe del bloque ruso en 1989, permiten que se pueda desarrollar la megalomanía de Chávez de ser un líder de la región y del Tercer Mundo; es por ello que la “revolución bolivariana”, que tiene como estrategia la confrontación contra el “imperialismo yanqui”, consigue adeptos, no sólo en los países andinos, sino más allá de las fronteras del continente americano.
Pero no sólo se aprovechan del carisma de la figura de Chávez los movimientos y algunos mandatarios de la región, sino potencias imperialistas como Francia, o de menos envergadura como España o varios países árabes o asiáticos como China y La India, que de algún modo les interesa explotar a sus favor la inestabilidad en el propio patio trasero de los EEUU, para ellos intentar fortalecer su política imperialista en sus propios países y a nivel mundial. En este sentido, no son sorprendentes las alianzas antinorteamericanas de Chávez con sus colegas europeos, asiáticos o árabes, ya que de esta forma cada uno de ellos explota la vena nacionalista contra el proletariado de sus propios países y a su vez buscan un mejor posicionamiento en la guerra económica por los mercados y en la arena interimperialista.
Por otra parte, el chavismo sabe utilizar el poder que le dan los “petrodólares”, para explotar una serie de recursos ideológicos para vender la imagen de Chávez como dirigente altermundialista:
-promueve la conformación de Círculos Bolivarianos e nivel internacional.
-promueve y financia reuniones y eventos a nivel nacional e internacional para promover la “revolución bolivariana” y obviamente, el "antinorteamericanismo". En ese sentido, está previsto que el Foro Social Mundial que tradicionalmente se realiza en Porto Alegre, Brasil, se realice el próximo año en Venezuela.
-aprovecha y contrata a la intelectualidad de la izquierda internacional2, que de esta manera le hace un buen servicio a sus respectivas burguesías en su confrontación contra los EEUU. Heinz Dieterich, el inglés Richard Gott, el francés Ignacio Ramonet (director de Le Monde Diplomatique), los norteamericanos Noam Chomsky y los esposos Toffler; recientemente, el Movimiento V República, partido principal del chavismo, anunció la contratación del húngaro István Mészáros autor del libro Más Allá del Capital, discípulo de Goerge Luckas, para que los asesorara ideológicamente en la nueva etapa de la “revolución bolivariana”. Como vemos, la “crema” de la intelectualidad burguesa de izquierda, apoyada en su odio a Bush y los sectores de la burguesía norteamericana que lo apoyan, sin el menor rubor presta su apoyo incondicional a los gobiernos izquierdistas y de izquierda, nutriendo ideológicamente las medidas capitalistas de Estado requeridas para fortalecer la dominación del capital sobre el trabajo, y justificando todas las acciones represivas que realizan estos gobiernos contra los trabajadores que confrontan en su terreno de clase las medidas capitalistas implantadas por la “nueva” burguesía de izquierda. Es indiscutible el papel anti-proletario que juegan estos intelectuales de la izquierda del capital.
La burguesía no desaprovecha el uso de los efectos de la descomposición para volcarlos contra la clase. El derrumbe del bloque ruso permitió a la burguesía mundial desarrollar la monstruosa campaña de que este acontecimiento significaba la “muerte del comunismo” y la “muerte del marxismo”, ya que ella, junto con sus partidos de derecha e izquierda habían asimilado estalinismo con comunismo, después que fue derrotada la revolución rusa en los años 20; cuando en realidad el estalinismo, así como el capitalismo de Estado que se instauró en los falsamente llamados “países socialistas”, nada tiene que ver con el comunismo. De esta manera se asestó un duro golpe a la conciencia de clase y se vio afectada la combatividad obrera con una merma en sus luchas; situación que se mantiene hasta nuestros días3.
Sin embargo, junto a las manifestaciones puntales que señalan que el proletariado está dispuesto a volver a la escena de la lucha de clases, se realiza de manera casi imperceptible un proceso de reflexión en el seno de la clase, que está llevando a que algunas minorías busquen una alternativa auténticamente proletaria; este proceso de reflexión, expresa la búsqueda de la clase de su propia identidad, que necesariamente la llevará a desmontar el basamento ideológico de la izquierda del capital; entre otras de sus consignas, la del “anti-imperialismo”.
El “anti-imperialismo”, así como el “anti-capitalismo” o la “anti-globalización” son ideologías que sólo fortalecen a cada burguesía nacional, y permiten mantener al sistema capitalista de explotación; el hecho de que estas ideologías sean defendidas por la izquierda del capital, no las reviste de ningún carácter “revolucionario”. Para el proletariado es “importante precisar qué significa el “antiimperialismo” desde el punto de vista de la clase obrera. El imperialismo es el modo de vida del capitalismo en la decadencia; ya no se trata del colonialismo que implantaban las grandes potencias en el siglo 19 cuando a sangre y fuego imponían el modo de producción capitalista sobre las economías precapitalistas. Desde inicios del siglo pasado, cuando ya no hay posibilidad de expansión real del capitalismo debido al agotamiento de los mercados rentables, todo estado capitalista, por pequeño que sea, intenta desarrollar una política imperialista contra los otros estados echando mano a su fuerza económica, política y militar, principalmente contra los países que le son cercanos geográficamente, para hacerse de un espacio en un mercado mundial ya copado. La Primera Guerra Mundial señala el inicio de las guerras imperialistas, que a lo largo del siglo pasado se basan cada vez más en estrategias geopolíticas, donde los aspectos económicos pasan a un segundo plano.
Es una ilusión pensar que se está en contra de la principal potencia imperialista, porque se queme una bandera norteamericana o se critique a las transnacionales de ese país por imponerse en el mundo a como de lugar; se pretende olvidar que la ley imperante en toda la historia del capitalismo es que “el pez grande se come al chico”. La única lucha consecuente contra las atrocidades del imperialismo norteamericano es que el proletariado luche contra el régimen capitalista de explotación, tanto en EEUU como en Venezuela y en el mundo. No se acabará con el imperialismo, mientras el proletariado no derrumbe al capitalismo mediante la revolución proletaria” (Internacionalismo Nº 53)
La lucha del proletariado es una lucha frontal contra el capitalismo, es decir, contra todas las burguesías nacionales, sean estas de derecha o izquierda, de países desarrollados o subdesarrollados, sean árabes, asiáticos o latinoamericanos. La lucha del proletariado contra el capital contiene en sí la lucha contra el imperialismo, contra todos los imperialismos: grandes, medianos o pequeños. Apoyar las posiciones “anti-imperialistas” es apoyar a la burguesía.
AN. 10-04-05
1Recientemente se le ha intentado quitar la inmunidad a López Obrador quien puntea las encuestas como candidato a las elecciones presidenciales de 2006, en un intento de los sectores oficialistas de México por impedir su participación. No hay que descartar que esta decisión tenga el efecto contrario, que lo catapulte como opción de gobierno.
2La revista mensual Question (www.alia2.net [26]), con un formato parecido al de Le Monde Diplomatique, recoge artículos de la intelectualidad de izquierda. Llama la atención que la totalidad de la publicidad es del gobierno venezolano. También con financiamiento venezolano se pondrá en funcionamiento la televisora Tele Sur, la cual tendrá cobertura internacional.
3En los últimos dos años se ha observado un giro en las luchas del proletariado que indica que la mistificación de “muerte del comunismo” está perdiendo vigor. Al respecto ver en la Revista Internacional Nº 120 el artículo “Un giro en la lucha de clases: Resolución sobre la evolución de la lucha de clases”.
El asesinato del antiguo primer ministro libanés, Rafic Harari, ha reactivado un nuevo frente de enfrentamientos imperialistas en Oriente Medio. La barbarie capitalista, que vemos desarrollarse a nivel mundial y muy especialmente en Oriente Medio y Próximo, crece día a día con ajustes de cuentas sangrientos y una imparable espiral de atentados que golpean a la población civil, demostrándonos que todos los discursos de paz que nos ofrece la burguesía, de los grandes o pequeños países, no son más que mentiras descaradas, expresión de su cinismo sin límites. Las múltiples camarillas terroristas que siembran la muerte por doquier están siendo cada vez más manipuladas y utilizadas por diferentes burguesías nacionales para sembrar de muerte no sólo Iraq o Africa, por cuenta de los Estados Unidos o Francia. Se convierten así en fuerzas de choque al servicio de los miserables intereses imperialistas de éstas.
El coche bomba que se llevó por delante a Rafic Harari constituye un claro desmentido a la supuesta “era de paz” que llegaría a la región con la elección, en Enero de 2.005, de Mahmoud Abbas como presidente de la Autoridad Nacional Palestina. Este atentado permite a Francia y Estados Unidos (promotores del voto en Septiembre de 2.004 de la resolución 1559 de la ONU que exigía la retirada del Ejército sirio del Líbano), entrar de lleno en la vida política libanesa, inculpando directamente a Siria del asesinato. Evidentemente esta “movilización en pos de la libertad del pueblo libanés” no significa en absoluto que los bandidos imperialistas se preocupen por el bienestar de la población civil. Para el presidente francés Chirac reivindicar su “amistad profunda” con Harari significa en realidad pugnar por conseguir el retorno político y militar de Francia a un país del que fue expulsada progresivamente desde los años 80 y de forma definitiva en 1.991(tras la expulsión de su aliado en la zona, el general Aoun). Para Estados Unidos este episodio constituye un paso más de su estrategia militar en Oriente Próximo consistente en presionar aún más a Siria, país éste que desde la primavera pasada ha sido señalado directamente por la administración Bush como cobijo de terroristas de Al-Qaeda y del antiguo régimen iraquí. Washington ha advertido claramente varias veces, y de forma cada vez más amenazante, a Siria de que es posible que emprenda acciones militares contra ese país.
El entendimiento que parece presidir actualmente las relaciones entre Estados Unidos y Francia a propósito de Líbano y Siria, es una expresión de que están dispuestos a implicarse a fondo en la defensa de sus intereses imperialistas en la zona. El futuro que eso supone es la de un aumento de todas las rivalidades presentes, probablemente mediante el empleo de bandas terroristas concurrentes, y el consecuente aumento del caos en la región.
En las últimas semanas la diplomacia norteamericana ha cortejado de forma muy intensa a Europa. Al viaje de la Secretaria de Estado, Condolezza Rice, le ha sucedido la visita de Donald Rumsfeld a la 41ª Conferencia sobre seguridad en Munich, que a su vez precedió al desembarco en persona del mismísimo “jefe”, Bush, que participó en las cumbres de la OTAN y de la Unión Europea, multiplicando como nunca sus encuentros con jefes de Estado europeos y en particular con todos aquellos que se opusieron a la intervención militar en Irak como Chirac, Schröeder o Putin. ¿Por qué tanta efervescencia diplomática? ¿Qué se cuece entre bastidores tras esa apariencia de cordialidad entre los bandidos rivales? ¿ Que significan realmente esos discursos sobre el liderazgo del “desarrollo de la libertad” en el mundo?.
El cambio de discurso de la potencia americana no significa en modo alguno que ésta haya renunciado al uso de su potencia militar para defender sus intereses económicos, políticos y militares en el mundo. Si hay en cambio una adaptación de su estrategia y de su discurso ideológico, teniendo en cuenta las dificultades con las que se han encontrado, sobre todo en ese callejón sin salida en que se ha convertido Irak. La política desarrollada en Irak por parte de Estados Unidos ha hecho crecer por todo el mundo la hostilidad y aversión a este país y encierra el riesgo de un posible aislamiento a escala internacional. Sin poder volver atrás en el camino andado en Irak, ya que corre el riesgo de sufrir un debilitamiento aún más importante, los USA deben adentrarse en una situación llena de contradicciones cada vez más difíciles de gestionar. Además de un pozo sin fondo en lo financiero, Irak es el punto de crítica permanente de sus principales rivales imperialistas. Además las recientes elecciones en Irak han supuesto la victoria de la lista unificada de los partidos chiítas, muy próximos al Gobierno iraní, y la derrota de su aliado, el primer ministro interino Iyad Aloui, por lo que «el próximo Gobierno tendrá excelentes relaciones con Irán,... en términos geopolíticos regionales, no ha sido un resultado que esperaran y beneficie a los Estados Unidos» (Courrier Internationale nº 746). Al debilitamiento de su influencia en el juego de los partidos políticos iraquíes cabe además añadir el creciente clima de terror que se vive en el país, con cada vez más atentados que asolan y siembran el terror entre la población civil. La resistencia armada va a seguir sin duda intensificándose. El presunto triunfo de la democracia en Irak con la celebración de las elecciones no ha solucionado los profundos antagonismos y rivalidades entre las comunidades religiosas y étnicas, sino que, por el contrario, contribuye a atizarlas.
Por ello la ofensiva diplomática de USA, su inisitado interés por aparecer en la “misma longitud de onda” que los europeos, tiene en realidad como objetivo convencer a estos últimos de las ventajas de participar en el proceso de democratización en el mundo, y en particular en el Próximo y Medio Oriente. La segunda administración Bush mantiene los mismos objetivos militares que tuvo en su primer mandato tras el 11 de Septiembre. Lo único que ha hecho es retocar el envoltorio en función de las necesidades que le plantea la situación. Con un discurso en el que se admite, aparentemente, que en lo sucesivo USA no harán nada sin consultar con sus “socios” europeos, lo cierto es que tras esta mascarada formal, los Estados Unidos buscan privilegiar a ciertos países, como puede ser el caso de Francia, prometiéndoles un papel privilegiado en la resolución del conflicto en Irak, siempre que se impliquen más, del lado de los USA, claro está.
Pero las divergencias no sólo se mantienen sino que se acrecientan. Como señaló recientemente un alto responsable de la OTAN «el viejo Rumsfeld ha representado un guión, igual que hizo la semana pasada Condolezza Rice» (Le Monde, 15 de Febrero 2005). Si hasta ahora el equipo de Bush practicaba una política de “mano de hierro”, ahora pretende envolver ese puño de acero en “guante de terciopelo”. Rumsfeld afirma con claridad meridiana que para los USA «la misión (en el sentido militar del término) determina la coalición». Dicho de otro modo: USA no apelará a la OTAN más que cuando esto sirva a sus intereses estratégicos. Por su parte los europeos y especialmente Alemania con el apoyo de Francia, plantean abiertamente la necesidad de reformar la OTAN. En “petit comité” Alemania afirma claramente que «en el marco europeo, se siente corresponsable de la estabilidad y el orden internacional...» y que, en ese sentido, reivindican un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Ante la negativa tajante por parte de Estados Unidos a tal reforma de la OTAN, Alemania se permite elevar el tono y a través de su ministro de Asunto Exteriores, Joscka Fischer declarar: «Deberíamos saber si los Estados Unidos se sitúan dentro o fuera del sistema de Naciones Unidas».
Esta tensión a propósito del papel de la OTAN se ha traducido en la negativa de numerosos países europeos a contribuir en el programa de formación de las fuerzas militares y policiales en Irak, o en una colaboración bastante rácana a este propósito. En lo referente a Afganistán, si bien las potencias europeas han aceptado reforzar los efectivos de la fuerza internacional (FIAS) de la OTAN, ha sido más bien debido a que ésta se encuentra a las órdenes de general francés y está compuesta sobre todo por efectivos franceses y alemanes. Sin embargo, estos mismos países se niegan a que sus tropas acaban más adelante subordinadas a un comandante de la operación “Enduring Freedom”, es decir bajo el control del Ejército americano.
Pero no es la cuestión de la OTAN la única fuente de discordia entre los “amigos” americanos y europeos. Tras habernos machacado durante años con la sinfonía de los “Derechos Humanos” a propósito de la represión en 1989 del movimiento estudiantil en la plaza Tien An Men de China, los europeos, ¡el negocio es el negocio!, están dispuestos a levantar el embargo de venta de armas a este país. Ni norteamericanos ni japoneses están de acuerdo con esta decisión, pero no por nada que tenga que ver con los “Derechos Humanos”, sino como un nuevo factor de discordia en un escenario cada vez más tensionado, cuando se sabe, oficialmente, que Corea del Norte ya posee armas nucleares.
Por todo ello podemos decir que la visita del padrino americano a Europa no inaugura en modo alguno una nueva era de unidad, ni refuerza las relaciones trasatlánticas. Todo lo contrario: las divergencias se acumulan y las posiciones son cada vez más irreconciliables. Las estrategias y los intereses de unos y otros son diferentes y divergentes ya que cada uno de ellos defiende su interés nacional. Y no es que haya malos, los norteamericanos, y buenos, los europeos. TODOS son bandidos imperialistas y la política del “cada uno para si” que se trasluce tras las “relaciones cordiales” actuales, va a llevar inevitablemente a un crecimiento de las convulsiones, a desgarros crecientes y, para acabar, a nuevas operaciones militares, en las que Irán o Siria podrían ser los próximos objetivos. De hecho, la principal divergencia entre las grandes potencias – y la que puede tener mayores consecuencias para esta región del mundo- afecta a la política respecto de Irán. Las grandes potencias europeas, incluida Inglaterra, están en general a favor de desarrollar negociaciones con este país, con objeto de impedir – según ellos – que no desarrolle un programa militar nuclear. Sin embargo en Moscú, que es el principal apoyo con el que cuenta Irán para el desarrollo de su programa nuclear, nada hace indicar que vaya a cambiar de política.
Estados Unidos, teniendo en cuenta el peso que tiene Irán como potencia regional, reforzada por la reciente victoria electoral de los chiítas en Irak, va a seguir reforzando su presión sobre los europeos y Putin, para hacer prevalecer su opinión respecto la política a seguir con Irán. La camarilla de Bush ya ha amenazado con implicar al Consejo de Seguridad de la ONU en el asunto, con la amenaza velada de una nueva escalada militar a medio plazo, lo que sin duda conduciría a extender aún más el caos y la barbarie en la región.
Como hemos desarrollado regular y sistemáticamente en nuestra prensa, el caos y los conflictos militares que se desarrollan a escala planetaria desde hace años y de los que no se libra ningún continente, son el producto directo de un nuevo periodo abierto en 1.989 con el hundimiento del bloque del Este y la consiguiente disgregación de su rival occidental. En vez del “nuevo orden de paz mundial” que prometió Bush padre, hemos visto desarrollarse la realidad de un mundo que se hunde en un desorden bélico de caos creciente en el que el gendarme americano intenta mantener un mínimo de orden utilizando cada vez más masiva y brutalmente su potencia militar1.
Desde la guerra del Golfo en 1.991, pasando por las de Yugoslavia, Ruanda, Chechenia, Somalia, Timor Oriental, los atentados contra las Torres Gemelas y los del 11 de Marzo de 2004 en Madrid,... por no citar más que algunas de las convulsiones más sonadas y violentas de la fase de descomposición del capitalismo2, los enfrentamientos bélicos entre los Estados, pequeños o grandes, se hayan como causa última de tales masacres. Para Estados Unidos, cuyos intereses nacionales se identifican con el mantenimiento de un orden mundial constituido en su propio beneficio, esta agravación del caos en los conflictos imperialistas hace que sea cada vez más difícil mantener su liderazgo mundial. La amenaza rusa ya no existe, sus antiguos aliados -sobre todo los europeos, con Francia y Alemania a la cabeza-, no cejan en su empeño de defender cada vez más abiertamente sus propios intereses imperialistas. El avance de la crisis económica agudiza aún más los apetitos imperialistas de todos los Estados y obliga a la potencia americana a lanzarse a movimientos de conquista, a la desestabilización de sus rivales y sobre todo a la utilización reiterada de su potencia militar, lo que da como resultado la agravación del caos y la barbarie en las regiones donde tienen lugar esas aventuras militares. Así las cosas, la estrategia desarrollada por la Administración Bush tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001, la llamada “guerra global al terrorismo”, es en realidad un intento de respuesta al progresivo debilitamiento de su liderazgo. Ante la creciente contestación del resto de potencias imperialistas, la burguesía norteamericana utiliza el pretexto de los atentados y la necesidad de luchar contra la nebulosa de Al-Qaeda y Bin Laden para desarrollar una ofensiva militar sin precedentes a escala planetaria. Esta campaña militar de larga duración ha señalado a ciertos países como los componentes del llamado “Eje del Mal”, a los que habría que erradicar militarmente. Tal fue el caso primero de Afganistán y luego Irak. Ahora la amenaza yanki se centra sobre Corea del Norte e Irán. De hecho los Estados Unidos tienen objetivos estratégicos cada vez más globales y vastos que incluyen la necesidad de una presencia decisiva en Asia Central, con objeto de asegurarse el control directo de esta región, pero también sobre Oriente medio y el continente indio.
El objetivo estratégico a largo plazo, es el conseguir construir un cerco en torno a Europa y Rusia. En ese contexto, USA tiene una preocupación particular por hacerse con el control incontestable sobre las principales fuentes de aprovisionamiento de recursos energéticos, con el fin de poder privar de estas sobre todo a sus rivales imperialistas europeos, rusos, chinos y japoneses, en la perspectiva de próximas crisis imperialistas. Desde 2.001, los Estados Unidos han intentado poner en práctica y desarrollar esta política y, hoy día es evidente que han tenido serias dificultades para aplicarla y conseguir sus objetivos. A ello han respondido sus rivales que menos potentes que el gigante militar norteamericano, están igualmente dispuestos a defender con la mayor determinación sus intereses imperialistas. Por todo ello vivimos hoy, y esta tendencia tenderá a agravarese en el futuro, el caos más grande conocido en la Historia.
Marzo 2005
1Ver “ Militarismo y descomposición” en la Revista Internacional n º 64.
2Ver nuestras Tesis sobre “ La descomposición, última fase de la descomposición capitalista” , en la Revista Internacional números 62 y 107.
Durante el mes de diciembre del pasado año, tuvo lugar la 2ª Conferencia Panamericana con la participación de militantes de las secciones de Internationalism, Internacionalismo y Revolución Mundial, y como fruto de la discusión ha emitido un pronunciamiento que a continuación publicamos. Durante el mes de octubre pasado la CCI fue víctima de una andanada de ataques calumniosos y mentiras infames emanadas de un pretendido “círculo” de Argentina, tales acciones ajenas al proletariado fueron animadas por el grupúsculo llamado FICCI. Ambos “organismos” aún cuando no pertenecen al Medio Proletario, han logrado arrastrar al BIPR, manchándolo y haciéndolo cómplice de esta sucia campaña. La declaración es pues una muestra de nuestro rechazo a los métodos y comportamientos ajenos al proletariado y una expresión de la unidad en la que trabaja nuestra Corriente tanto en su trabajo de intervención, como en la defensa del Medio Proletario.
1. Esta 2ª Conferencia Panamericana expresa su rechazo a los actos indignos del individuo B, que, escondido tras el membrete de un pretendido circulo argentino, con el apoyo de la FICCI y la complicidad BIPR, llevó a cabo en contra de la CCI. Los comportamientos oscuros de este individuo son los mismos que usa la FICCI, en los que se descubre que el método sobre el que se basa es el de la mentira y la intriga, que corresponden a comportamientos ajenos al proletariado. Al mismo tiempo esta Conferencia hace manifiesto su acuerdo con la respuesta que nuestra Corriente viene haciendo, saludando ampliamente el trabajo llevado por el Secretariado Internacional, los trabajos de clarificación realizados con el NCI de Argentina por la delegación internacional de la CCI, así como las respuestas puntuales presentadas tanto en Internet como en las prensas, lo cual muestra la capacidad de nuestra organización, pero también su decisión en la defensa del conjunto del MPP.
2. La Conferencia expresa su confianza tanto en el método de intervención que la organización ha definido ante los elementos en búsqueda de clarificación política presentes en Argentina, como en la sinceridad de los argumentos que el Núcleo Comunista Internacional vertiera en su declaración de apoyo.
3. Ante el creciente oportunismo del BIPR, que lo ha llevado a niveles tan indignos de justificar a la FICCI por el robo a la CCI, esta Conferencia expresa su preocupación, porque se pone en evidencia que esta organización se coloca en una peligrosa deriva que debilita al conjunto de las fuerzas comunistas. De frente a este hecho, estamos convencidos que la intervención de la CCI es vital, no únicamente para hacer la defensa del marco programático de la Izquierda Comunista, sino para defender también la tradición de principios organizativos y de los comportamientos militantes.
4. En continuidad de la respuesta ágil y clara que la organización ha mostrado ante esta campaña, la Conferencia recoge el espíritu combativo, y llama al conjunto de la CCI a estar alerta ante los peligros continuos que representa el parasitismo, evitando la subestimación.
5-12-04
A finales del mes de enero, hemos asistido a la Escuela de Formación Obrera (EF0) en Maracay, para participar en una discusión organizada a propósito del documental “Mate y Arcilla”, el cual trató de una empresa de cerámica llamada Zanon, ubicada en Argentina, la cual fue tomada por los obreros después de que fuera declarada en quiebra, con la intención de comenzar una experiencia de autogestión. En vista de que la autogestión y la cogestión, son retomadas hoy por sectores izquierdistas o “anticapitalistas”, pretendiendo darles un carácter “novedoso” y “revolucionario” como ocurre en Venezuela, es necesario desarrollar una posición marxista, acerca del peligro que constituye la mistificación que ambas formas de gestión de la producción encierran ya que significan en realidad una auto-explotación del proletariado, independientemente del país en que pretendan aplicarse. Es importante el desarrollo de este tipo de discusiones, ya que ellas expresan una búsqueda de clarificación por parte de elementos cercanos a las posiciones de clase.
Ya en nuestra plataforma política, hemos tomado posición acerca de la autogestión de la manera siguiente: “Por ello, la autogestión o sea la gestión de la empresa por los obreros en el seno de una sociedad que continua siendo capitalista, si en el siglo pasado era ya una utopía pequeño burguesa, hoy constituye una mistificación claramente capitalista... Arma económica del capital, tiene como fin hacer aceptar a los obreros las dificultades de las empresas golpeadas por la crisis y hacerles organizar las modalidades de su propia explotación.”1 .Aunque en el documental mencionado, puede observarse la capacidad de los obreros para organizar asambleas que pusieran en funcionamiento la empresa, lo cual pudiera ser visto como “positivo” o como un “aprendizaje” en función de futuras luchas, tal como afirmaron algunos participantes en la discusión, por ejemplo al afirmar que, “hay que ver la experiencia; hay una dimensión política presente; hay una demostración del poder horizontal, que los trabajadores tomen el control de la producción”, hay que señalar que además de caer en la autoexplotación, la autogestión tiene como fin “dividir a la clase obrera, encerrándola y aislándola fábrica a fábrica, barrio a barrio, ramo a ramo, atar a los obreros a las preocupaciones por la economía capitalista que ellos tienen como tarea destruir, desviar al proletariado de la primera tarea que hace posible su emancipación: la destrucción del aparato político del capital y la implantación de la dictadura del proletariado a escala mundial.”2
Pero no es solamente en Argentina donde se han producido tomas de fábrica. Un ejemplo de esta situación, lo podemos ver con lo que ha ocurrido en la empresa Venepal (ahora Invepal 3), la cual asumirá una estructura cogestionaria 4. La estrategia que ha desarrollado el chavismo, consiste en presentar esta modalidad de cogestión y autogestión como “contrarias al capitalismo”; en este sentido, el mismo Chávez ha afirmado que “estas compañías emergentes no pueden verse a través del lente del capitalismo. Esa no es la forma. Debemos avanzar hacia la cogestión. No debemos temer a los trabajadores ya que son el alma de estas compañías”. El hecho que los trabajadores intervengan de alguna manera en la gestión de la empresa, o que ésta funcione bajo la modalidad de una cooperativa, o que asuman la figura jurídica de “socio”, en nada cambia las relaciones de producción, no elimina ni la ley del valor, ni la propiedad privada, ni la competencia, ni las leyes del mercado, que son las características fundamentales de la producción capitalista. No elimina tampoco, el hecho de que dicha empresa tendrá que funcionar bajo la exigencia de ciertos niveles de productividad, tal como ocurre con cualquier empresa capitalista del mundo. Ellas continuarán operando al interior de la economía nacional, independientemente que el Estado asuma el control de ciertos sectores de la economía nacional a través de expropiaciones o nacionalizaciones, o que compre la totalidad de la producción de la empresa.
Aunque actualmente el gobierno de Hugo Chávez, utilice un lenguaje “radical” que propone el cooperativismo, la cogestión e incluso la autogestión, como modelos que darían mayor participación e incluso control en la dirección de los medios de producción, ello no constituye más que una trampa, ya que el proletariado seguiría sujeto a las leyes del mercado y al más férreo control del Estado capitalista venezolano. De igual forma, en vez de combatir al sector de la burguesía que representa Chávez como clase explotadora, trabajaría con ella codo a codo, perfeccionando los métodos de su propia explotación y luchando por los intereses nacionales, al acompañar a la burguesía en su lucha por hacerse un espacio en el mercado. En cualquiera que sea la modalidad de gestión económica empleada, deben cumplirse las leyes del capital, las cuales obligan a la burguesía a una reducción de costos y a un incremento de los ritmos de explotación; la autogestión y cogestión, constituyen en este sentido, un terreno propicio para aceptar cualquier medida que afecte de manera negativa las condiciones de vida del proletariado; pero también, para que éste quede atrapado entre la necesidad de luchar para defender sus condiciones de vida o defender los intereses de “su” empresa.
Al igual que lo hicieron las facciones de la burguesía que le antecedieron en el poder, el gobierno de Hugo Chávez continuará atacando las condiciones de vida de la clase obrera, bien sea bajo la autogestión o la cogestión, o bajo el ropaje “revolucionario” del “neosocialismo” o “socialismo del siglo XXI” (ver artículo en esta revista). La única forma en que el proletariado logre un control sobre los medios de producción, es destruyendo el capitalismo como sistema social a través de la revolución proletaria, para utilizarlos en función de la satisfacción de las necesidades del conjunto de la sociedad. Si Chávez y sus consortes hablan hoy de autogestión y cogestión como un modelo que “favorecerá” a los trabajadores, sólo lo hacen para apuntalar ideológicamente su proyecto de desarrollo del capital nacional, además de sembrar la confusión y la división entre los trabajadores.
Augusto. 07/04/2005
1Plataforma y Manifiesto de la Corriente Comunista Internacional.
2Idem
3Venepal, empresa venezolana productora de papel, cartón y sus derivados. Detuvo sus operaciones de producción en septiembre de 2004. Posteriormente los trabajadores tomaron la planta, reanudando la producción; sin embargo, la compañía cerró sus puertas en ese mismo mes. En enero de 2005, se emitió un decreto presidencial que nacionalizaba la empresa, asumiendo el nombre de Invepal. Este modelo de cogestión pretende implantarse también en las empresas de Guayana, utilizando como plan piloto a Alcasa (planta procesadora de Aluminio)
4La Unión Nacional de Trabajadores (UNT), organización sindical oficialista, que apoyó al gobierno en la intervención a Invepal, ha caracterizado el modelo de cogestión de la forma siguiente: “El modelo de cogestión que esta planteado en Invepal es un modelo donde los trabajadores se organizan en una cooperativa. En principio, los trabajadores tienen el 49% y el Estado el 51% (de las acciones), de alguna manera, para garantizar la eficacia de esta cooperativa, pero la perspectiva es que el gobierno, ya puesta en marcha la empresa y viendo su productividad, sus ventas en el mercado, etc, entregue entonces el resto de las acciones para que sea propiedad colectiva de la cooperativa de los trabajadores de Invepal”. UNT: Recuperaremos las empresas cerradas, en manos de los trabajadores, como en Venepal. Documento en línea: [email protected] [27]. 03/03/05.
En los últimos meses, militantes o secciones de la CCI han recibido amenazas intimidatorias o llamamientos apenas disimulados a su asesinato.
En Diciembre UHP-ARDE[1] publicó en su web un texto titulado “Ciencia y arte del zoquete”[2] que contiene un llamamiento al asesinato de nuestros militantes realizado a través de una macabra cadena de silogismos: empieza por acusarnos abiertamente de “racistas” y veladamente de defender la política de la burguesía; continua estableciendo una jerarquía de calificativos que empieza por “zoquetes”, pasa por “tontos del culo” y acaba en “imbéciles”. Tras haber asentado esas premisas, saca la siguiente conclusión: “CONTRA LAS CAMPAÑAS BURGUESAS DE FALSIFICACION Y REPRESION DE NUESTRAS LUCHAS ¡MUERTE A LOS IMBÉCILES!”[3].
Un mes antes, en la dirección mail de nuestra sección en España se había recibido un correo anónimo que terminaba con la siguiente amenaza: “Sois una pandilla de hijos de puta y alguno tendrá lo que anda sembrando, profesorcillos de mierda. Firmado: uno del lumpen”.
Recientemente, en enero 2005, un miembro de la llamada FICCI[4] amenazaba a un camarada nuestro de la sección en Francia con «cortarle el cuello»[5].
Ante esta sucesión de amenazas propias de gángsteres, totalmente ajenas al comportamiento proletario, ¿cuál debe ser la actitud de los revolucionarios y de los elementos proletarios? ¿no darles importancia pensando que son fanfarronadas o el producto de una excitación momentánea? Caer en tal apreciación constituiría un grave error.
En primer lugar, porque semejante actitud significa echar en saco roto la experiencia histórica del movimiento obrero. Esta demuestra que el asesinato de militantes obreros ha sido precedido –y en gran medida preparado- por una sucesión de actos aparentemente inicuos: imputaciones calumniosas, amenazas, intimidaciones, llamamientos primero velados y después abiertos, es decir, una serie de “pequeños eslabones” que juntos han desembocado en una gran cadena. Así, el asesinato de Rosa Luxemburgo en enero de 1919 perpetrado por fuerzas a las órdenes de los verdugos socialdemócratas tuvo una larga maduración: desde 1905 se sucedieron denigraciones graves, amenazas y desafíos, contra esta militante proletaria. Ninguno de esos actos parecía inquietante pero el crimen de 1919 puso de manifiesto la lógica infernal que los entrelazaba uno tras otro. De la misma forma, el asesinato de Trotski, ejecutado por el infame Mercader, vino a ser la culminación de una serie de pasos orquestados por la canalla estalinista: primero se acusó a Trotski de agente de la GESTAPO, después empezaron las campañas que pedían abiertamente su cabeza. Luego vino la presión sobre uno de sus hijos (Lyova) que desembocó en lo que tiene todos los visos de ser un asesinato “médico”[6]. Más tarde arreciaron las amenazas directas de muerte realizadas por los sicarios mexicanos del estalinismo. Todos sabemos cual fue el trágico desenlace. La historia demuestra pues que existe un nexo más o menos directo entre las amenazas y llamamientos del hoy y los asesinatos del mañana. Estos vienen a ser la culminación de un tejido de calumnias, amenazas y campañas de odio.
En segundo lugar, no podemos obviar el contexto en el que tienen lugar las 3 amenazas que hemos recibido. Asistimos en los últimos meses al recrudecimiento y multiplicación de las campañas de la FICCI. Como muestra, el boletín número 28 nos trata de “cabrones” lo cual, unido a sus innumerables insultos, amenazas y calumnias, no hace sino propiciar un clima donde todo ataque físico contra la CCI estaría legitimado.
No es ninguna causalidad que estas amenazas ocurran en el contexto que acabamos de exponer. Sus autores han elegido claramente su campo. A los insultos, las campañas de odio, al tejido de calumnias y mentiras, han querido sumar las palabras mayores del llamamiento al asesinato.
No es la primera vez que se produce esta “intervención”. En 1995-96, en el contexto de una campaña igualmente repugnante contra la CCI, con otros protagonistas desde luego[7], el llamado GCI –un grupo que figura en la página de enlaces de UHP /ARDE- quiso aportar su contribución contra la CCI llamando mediante el método del “silogismo” al asesinato de nuestros camaradas en México. Primera premisa: al haber denunciado al grupo estalinista maoísta Sendero Luminoso de Perú nos habríamos hecho cómplices de la masacre de prisioneros proletarios. De ahí hacía la siguiente deducción “lógica”: «para la CCI, como para el Estado y la policía peruana, situarse del lado de los oprimidos es sostener a Sendero Luminoso». El siguiente silogismo decía: «en el campo obrero, se ha considerado como policía o soplón aquel que contribuye a ese tipo de amalgama policial». A continuación aportaba un nuevo sofisma: «son los mismos argumentos socialdemócratas que utilizaron los Domingo Arango y Abad de Santillán frente a las acciones violentas de los militantes revolucionarios». ¿Y cual es la conclusión del entramado? «Y por este tipo de calumnia, cuya utilidad para el Estado es bien real, Domingo Arango recibió una bala en la cabeza y no podemos más que deplorar que Abad de Santillán no haya sufrido la misma suerte» (del nº 43 de Communisme, órgano del G”CI”)[8].
Somos conscientes del proceso en el que estas amenazas se insertan. No nos vamos a dejar intimidar y ante ellas respondemos lo mismo que hicimos en 1996: “Nada de esto nos va ha hacer retroceder. Vamos a profundizar nuestra lucha y toda la CCI se moviliza en defensa de nuestra sección en México empleando un arma que solo posee el proletariado: el internacionalismo. La unidad internacional de la CCI le confiere particularidades intolerables desde el punto de vista de la burguesía, en la medida que toda tentativa de destrucción de una de sus partes tropieza inmediatamente con la movilización y la solidaridad activa del conjunto”[9].
Hemos de rechazar con firmeza y combatir sin cuartel la infiltración de estos comportamientos en las filas revolucionarias pues sólo así podemos cortar la cadena que une, a través de una serie de eslabones, los turbios llamamientos actuales a la “muerte a los imbéciles” con el asesinato de militantes comunistas del mañana.
Cada clase social tiene sus métodos. Ya sabemos cuales son los de la burguesía: por un lado, las armas “políticas” de la calumnia, la amenaza, la intimidación y el chantaje, y, por otra parte, las armas “más expeditivas” del crimen, el terror y el sadismo más oprobioso[10].
Naturalmente, esas armas no forman parte del arsenal de combate del proletariado y sus grupos genuinamente revolucionarios. Nosotros tenemos otras armas, mucho más eficaces para el combate contra el capitalismo. Una de ellas, la más importante, es la solidaridad.
La fuerza del proletariado es la solidaridad. Solidaridad como expresión de su unidad. Solidaridad como capacidad para defender a todos sus componentes. Solidaridad para hacer ver a sus enemigos que cualquier ataque a una de sus partes encuentra inmediatamente la respuesta del conjunto.
Por ello la CCI, de forma unánime, manifiesta su solidaridad con los camaradas y secciones amenazadas y adopta todas las disposiciones necesarias para su defensa. De igual modo, solicitamos a nuestros simpatizantes que expresen activamente su solidaridad. Lo pedimos igualmente a todos los que comparten la lucha revolucionaria contra el capitalismo y que aún manteniendo desacuerdos con las posiciones de la CCI consideran necesario hacer frente a ese tipo de ataques inmundos.
La solidaridad con los camaradas amenazados no sólo es su mejor defensa, es también la mejor defensa de todos los militantes y compañeros que luchan contra el capitalismo. Es igualmente la mejor contribución que podemos hacer para asegurar la defensa de los militantes comunistas del mañana.
Las prácticas de la calumnia, la mentira, la amenaza y la intimidación, son radicalmente incompatibles con el objetivo de la comunidad humana mundial que el proletariado aspira a instaurar tras la destrucción del Estado capitalista. Hay que erradicar la infiltración de esas costumbres que no hacen sino expresar y reproducir la sociedad capitalista putrefacta que queremos abolir.
La clarificación de las posiciones revolucionarias, el combate común contra el capitalismo y su barbarie, no pueden ser perturbados por las turbias maniobras de esas pandillas de farsantes que, embozados tras “posiciones revolucionarias” de opereta aprovechan para lanzar toda clase de dardos, a traición y por la espalda, contra los que de verdad luchan por la causa del proletariado.
¡Solidaridad con nuestros militantes y secciones amenazados!
Corriente Comunista Internacional 15-2-05
1U.H.P : son las siglas correspondientes a Unios Hermanos Proletarios. ARDE es una publicación que parece ser el portavoz de los distintos grupos que se llaman UHP.
2Ver la respuesta de nuestra sección en España en Acción Proletaria nº 180 « Respuesta a UHP-ARDE : más vale zoquete honesto que pillo tramposo »
3Cabe destacar la forma cobarde y retorcida con la que estos individuos llaman al asesinato de nuestros militantes. Con asquerosa hipocresía, no dicen las cosas abiertamente, las dejan caer: primero dicen que la CCI se compone de “imbéciles” para acabar con el “muerte a los imbéciles”.
4Grupúsculo de hampones que se hace llamar «Fracción Interna de la CCI» y cuya una única actividad consiste en verter toneladas de calumnias contra la CCI y llamamientos furiosos contra nosotros.
5Ver artículo de denuncia de este episodio en Révolution Internationale nº 354
6Ver los testimonios sobre el extraño internamiento del hijo de Trotski en una clínica rusa de París : Deutscher, Biografía de Trotski y Vereeken : La GPU en el movimiento trotskista.
7En aquellos tiempos fueron grupos extraños como el Communist Bulletin Group, inglés, o Hilo Rojo, español, junto con otros « círculos » los que protagonizaron estas campañas. De ellos nunca más se supo.
8Vemos pues que los redactores de UHP-ARDE no han inventado nada en cuanto al llamamiento cobarde y retorcido a nuestro asesinato. Han debido inspirarse en los métodos de los señores del GCI
9Artículo de denuncia del GCI y en solidaridad con nuestra sección en México publicado en toda nuestra prensa territorial. Ver Revolución Mundial nº 38
10Hay que señalar que el lumpen tiene mucha atracción por estos métodos de la burguesía y por ello en momentos de revolución suele nutrir los cuerpos francos y otras milicias de choque de la burguesía como ocurrió por ejemplo en Alemania en 1919.
La burguesía es una clase hipócrita. Una vez que desplazó a la nobleza feudal en el plano económico y político, y se consolidó como la nueva clase dominante, tuvo que tirar al traste de la historia todas las ilusiones que había creado de que con el advenimiento del sistema capitalista se iban a superar las calamidades que la humanidad había vivido en las sociedades del pasado. Las consignas de “libertad, igualdad y fraternidad” de la Revolución Francesa de 1789, que están escritas con letras de oro en la mayoría de las constituciones nacionales, en realidad pasaron a conformar junto con las instituciones de la democracia burguesa, todo el aparataje jurídico-ideológico para justificar y mantener la dominación del capital sobre el trabajo.
Ya el proletariado en el siglo XIX se encargó de desnudar la hipocresía de la clase burguesa, al iniciar sus luchas contra las brutales condiciones de explotación que imponía el capital en plena expansión a nivel mundial, lo que dio origen a sus primeras organizaciones unitarias (las tradeuniones) y políticas (La Liga de Los Comunistas), y principalmente al primer programa del proletariado: El Manifiesto Comunista.
Todo el siglo XX ha dejado al desnudo la hipocresía, la mentira y el cinismo de la burguesía. En nombre del “bienestar de la humanidad” y de la democracia, se desataron dos guerras mundiales y un sinfín de guerras localizadas, que han causado los mayores desastres vividos por la humanidad en toda su historia, clara expresión de la decadencia del modo de producción capitalista (nota). Pero hay una mentira mayor en el siglo XX: “La idea de que los regímenes estalinistas del antiguo bloque de los países del Este, o países como China, Cuba y Corea del Norte hoy, sean expresiones de comunismo o marxismo es en realidad la Gran Mentira del siglo XX, una mentira perpetuada deliberadamente por todas las facciones de la clase dominante, desde la extrema derecha a la extrema izquierda”i.
Finalizamos el siglo XX e iniciamos el XXI con “nuevas” mentiras de los líderes de las principales potencias, con los USA a la cabeza: la prosecución de las agresiones imperialistas, como las guerras de Afganistán e Irak, justificadas bajo el manto de las “ayudas humanitarias”.
La hipocresía y el cinismo no lo practican sólo las grandes potencias imperialistas
Pero al lado de esta gran mentira del imperialismo norteamericano, existen otras “nuevas” como la del “Socialismo del siglo XXI” promovida por Chávez y la izquierda, la cual es complementada con una de las campañas que utiliza el chavismo para vender a nivel interno y externo su proyecto “revolucionario”: la campaña contra “el imperialismo de Bush”. Mediante esta campaña ensordecedora, acusando a Bush de todos los males de la humanidad y de la propia miseria que se vive en Venezuela, intenta ocultar que su gobierno próximo a cumplir 7 años, es un continuador de los planes de hambre de los gobiernos del pasado, pero esta vez masificando la pobreza a través de la ideología del “socialismo del siglo XXI”, casi calcado del “socialismo real” que implantaron las burguesías del exbloque ruso.
Toda esta perorata contra “el imperialismo norteamericano”, lo que persigue es posicionar mejor a la burguesía venezolana en la geopolítica de la región, aprovechando las dificultades e impopularidad de la política imperialista de Estados Unidos. De la misma manera que EEUU utiliza su poderío económico y militar para someter a los países intervenidos y a las otras potencias imperialista, Chávez utiliza el arma del petróleo para imponer “acuerdos” a las burguesías mas débiles de la región, principalmente en el área de El Caribe. De la misma manera que USA justifica su intervención por razones “humanitarias”, Venezuela la justifica como ayuda “al progreso” de los pueblos y para “superar la pobreza”, obviamente siempre y cuando no se opongan a su estrategia de plantarse como una potencia de respeto en la región. Esto no tiene otro nombre, sino imperialismo.
Tanto Bush como Chávez son un par de cínicos e hipócritas, que no tienen el menor escrúpulo por la humanidad.
La izquierda y el altermundialismo: caja de resonancia del chavismo
De la misma manera que USA invierte ingentes recursos para desarrollar su política imperialista, proporcionalmente, así lo hace el chavismo: promueve y financia eventos internacionales a nivel interno y externo, como el “XVI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes” celebrado en Caracas en agosto pasado (una vieja celebración del estalinismo), donde un “Tribunal Internacional Antiimperialista” hizo un juicio a Bush; brinda apoyo material a líderes y movimientos sociales en AL, como Evo Morales en Bolivia, los piqueteros en Argentina y el Movimientos de Campesinos Sin Tierra en Brasil, para sólo mencionar algunos; y ha desarrollado una red de medios de comunicación a nivel interno y externoii. Todos estos recursos gestionados por grupos, partidos, organizaciones e intelectuales de izquierda y altermundialistas.
Todos ellos cumplen la función de ser caja de resonancia del chavismo, y contribuyen a ocultar y manipular la terrible miseria que padece el proletariado y la población venezolana en su conjunto. Damos sólo dos ejemplos de ello:
-para intentar ridiculizar a Bush ante sus seguidores, Chávez lo acusa de inhumano, racista e incompetente por los devastadores efectos del huracán Katrina en Nueva Orleáns (ver artículo sobre este desastre en esta revista). Pero lo que no dice el chavismo es que la mayoría de los damnificados de los deslaves de 1999 en el litoral central venezolano (afectado nuevamente por inundaciones en febrero de 2005iii todavía siguen deambulando por el país viviendo en condiciones miserables.
-Caracas es una de las ciudades más violentas e inseguras de América Latina: ocupa el lugar 24 de 34 ciudades principales de la regióniv. A nivel nacional cada 2 días es asesinado un taxista o chofer de transporte público, lo que ocasiona frecuentes manifestaciones de indignación con bloqueo de las rutas principales de la capital y otras ciudades.
La pauperización de la población es creciente, lo que intenta ocultar el gobierno, como lo dijimos, a través de sus campañas mediáticas. Con el cuento de que se trata de un gobierno “revolucionario”, han desplazado del poder a parte de la vieja burguesía para darle continuidad a un sistema inhumano, sustentado en la explotación y sometimiento del proletariado.
Ante las calamidades que sufre la población, los sectores de la burguesía que se oponen al chavismo lo catalogan de incapaz. Ante este planteamiento hipócrita de la burguesía opositora debemos decir: no se trata de que Chávez, Bush o tal o cual gobernante o gobierno sea incapaz, es la clase burguesa en su conjunto, sea de izquierda o de derecha, que es incapaz de solucionar la barbarie que vive la sociedad ya que defienden al sistema capitalista, que desde inicios del siglo pasado dejó de ser un sistema progresivo para la humanidad.
Los proletarios debemos decir: ¡Basta de mentiras! ¡Basta de hipocresía!
El proletariado venezolano y mundial no sólo debe dejar al descubierto las mentiras de los Bush o los Chávez, sino que debe hacer y defender su verdad: la revolución proletaria.
Internacionalismo. Octubre 2005
i “La izquierda comunista y la continuidad del marxismo” texto que se puede leer en el sitio de la CCI en Internet www.internacionalism.org/esp [29].
ii El gobierno de Chávez financia: 16 medios impresos en Caracas, mas 72 a nivel nacional; 13 emisoras o cadenas de radio y TV, entre ellas Telesur. Fuente: semanario Descifrado en la calle.
iii Al respecto ver el artículo “INUNDACIONES EN VENEZUELA
Detrás de las “catástrofes naturales” está la responsabilidad del Capitalismo” en Internacionalismo Nº 54.
iv Revista América Economía, mayo 2005.
La prolongación por casi siete años de la virulenta confrontación entre las facciones burguesas chavistas en el poder y las de oposición, han encubierto una realidad: existe entre ellas una división de tareas para atacar las condiciones de vida del proletariado. No se trata necesariamente que los altos dirigentes chavistas y sus opositores se sientan alrededor de una mesa a preparar tales ataquesi, sino que tanto unos como otros, pese a sus diferencias políticas, tienen como objetivo central la defensa del capital nacional que se sustenta en el sometimiento y explotación de la clase obrera venezolana. Las diferencias de formas de gestión del estado (órgano mediante el cual la clase burguesa ejerce su dominación de clase) entre unos y otros se da sólo en el plano jurídico, mas no en el plano de la producción capitalista que requiere de la constante extracción de plusvalía mediante la explotación de la fuerza de trabajo.
En otros trabajos de Internacionalismo ii hemos desarrollado nuestro análisis sobre la emergencia del chavismo como una necesidad del capital nacional ante la debacle de los partidos burgueses que gobernaron hasta finales de los 90; en este sentido, el gobierno de Chávez es consecuente con la clase burguesa en lo que respecta a las medidas que ésta requiere aplicar contra el proletariado para enfrentar la crisis económica y para su sobrevivencia en el mercado mundial.
Esta división de tareas se ha dado en dos planos, que se interrelacionan el uno con el otro: un incesante ataque ideológico para debilitar la conciencia de la clase trabajadora y su combatividad; y un también incesante ataque a sus condiciones de vida.
Un ataque sin cuartel a la conciencia de clase del proletariado…
Para preservar su sistema social en plena decadencia, la burguesía requiere oxigenar su aparataje ideológico con el fin de impedir que el proletariado, “sepulturero” del capitalismo, tal como lo planteó Marx en el Manifiesto Comunista, tome conciencia de que la única forma de acabar con la miseria y barbarie a que nos somete el capitalismo es mediante la revolución proletaria.
Nada mejor que oxigenar la ideología democrática, sustento jurídico e ideológico de la dominación de clase de la burguesía. Ya antes del triunfo de Chávez en 1998, chavistas y opositores competían por ser la mejor expresión de la democracia, unos defendiendo la “democracia participativa” y otros la “democracia representativa”, respectivamente. En este “tira y encoge” hemos pasado casi 7 años bailando al ritmo electoral de la burguesía: por un lado el chavismo tratando de darle sustento a su “revolución bolivariana”; por el otro, los opositores tratando de debilitarlo acusándolo de dictador. Mediante las incesantes campañas electoralesiii la burguesía ha podido crear una polarización en la que ha quedado atrapada la clase obrera, creando divisiones en su seno que se han plasmado en una perdida de la solidaridad de clase y una baja significativa en sus luchas reivindicativas contra los capitalistas privados o estatales.
Así mismo, la burguesía chavista para darle sustento social a su “revolución bolivariana” ha desarrollado una serie de órganos de control social: círculos bolivarianos, misiones, milicias, etc., que le permiten tratar de diluir a los trabajadores en la masa del “pueblo”; por su parte, los sectores de oposición intentan hacer lo propio a través de las “asambleas de ciudadanos”; de esta manera se debilita la necesaria autonomía que debe tener el proletariado ante las capas pequeño burguesas y las otras capas explotadas y empobrecidas de la población. En el propio seno de los trabajadores, el sector chavista ha introducido el cooperativismo de manera masivaiv, la cogestión y la autogestión, directamente promovidas y financiadas por los partidos y órganos del estado, queriéndole dar un carácter “obrero” al nuevo gobierno, cuando en realidad se han transformado en medios de control ideológico de los trabajadores, además de someterlos a condiciones de trabajo precario.
Pero el mayor ataque ideológico contra la conciencia del proletariado ha sido la identificación que hace la burguesía chavista de su “proyecto” con el “socialismo”. De esta manera, la burguesía intenta arrebatar a la clase obrera una de sus banderas fundamentales de lucha desde hace más de siglo y medio: la lucha por la superación revolucionaria del capitalismo para implantar el comunismo, sistema mundial basado en la satisfacción de las necesidades humanas y en la abundancia. Pero no es la primera vez que la burguesía disfraza sus políticas capitalistas de estado con una verborrea “marxista” y “revolucionaria”: la burguesía estalinista, después de la derrota de la Revolución Rusa impuso la mas feroz explotación al proletariado ruso por casi 60 años en nombre del “socialismo soviético” y así lo hicieron las clases dominantes que gobernaron los países del extinto “bloque socialista”; hoy, las burguesías de Cuba, China y Corea, hacen lo propio contra los proletarios en sus respectivos países. Pero esta monstruosa mentira de identificar capitalismo de estado o estalinismo con socialismo, no hubiera tenido el impacto ideológico que tiene contra la clase obrera mundial sin la participación de las burguesías del bloque contrario, es decir del llamado “bloque americano”: mientras los burócratas rusos sometían al proletariado a la mas feroz explotación y represión en nombre de la “defensa de la patria socialista”, las burguesías de occidente con EEUU a la cabeza machacaban sobre el proletariado de sus respectivos países las penurias y los males del “socialismo” y el “comunismo”, proponiendo la democracia como el mejor de los mundos.
Esta misma repartición de tareas la vemos hoy en Venezuela: mientras la burguesía chavista explota al proletariado venezolano en nombre de la “revolución bolivariana” preámbulo al “socialismo del siglo XXI”; los sectores de oposición se encargan de atacar al “castro-comunismo” de los chavistas, para vender las bondades de la democracia. Es decir, unos y otros contribuyen a la confusión y debilitamiento de la conciencia de clase, cuando concuerdan en identificar como “socialismo” o “vía al socialismo” el proyecto de explotación implantado por el régimen chavista.
Esta ideología del “socialismo del siglo XXI” es complementada con otra ideología: la del “antiimperialismo”, mediante la cual se utiliza el genuino rechazo de la población (de Estados Unidos y del mundo) a las sangrientas acciones imperialistas de la burguesía norteamericana, para tratar de colocar al proletariado tras los propios intereses imperialistas de la burguesía venezolana. El sector de la burguesía chavista (al igual que otras burguesías en el mundo), le tratan de sacar provecho a las complicaciones de la burguesía norteamericana en Irak, Afganistán y el Medio Oriente, para hacer ver al proletariado que existe un único imperialismo en el mundo, el de los EEUU; lo que les permite victimizarse y camuflar sus propios apetitos imperialistas (ver artículo ““El antiimperialismo norteamericano”: una consigna al servicio de la burguesía” en Internacionalismo 54). En esta ideología también funciona la repartición de tareas de las facciones burguesas chavistas y opositoras: las primeras expresan un antiamericanismo furibundo utilizando el suministro de petróleo como arma de chantaje, mientras que las otras son mas pro-americanas; pero al final, tanto unas como otras están de acuerdo en defender y fortalecer los intereses de la burguesía venezolana en sus área de influencia natural: El Caribe, Centroamérica y los países andinos (Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador) ; lo que requiere de que la clase trabajadora respalde los planes imperialistas de la burguesía.
…para someterlo a una mayor explotación
Todo este bombardeo ideológico que sin descanso lanza la burguesía, mantiene al proletariado venezolano en la duda y el escepticismo. Este contexto ha permitido al conjunto de la burguesía nacional durante el régimen chavista acentuar los ataques a las condiciones de vida del proletariado, sin que hasta ahora éste haya podido responder con luchas importantes.
El mayor y más significativo de estos ataques ha sido contra los trabajadores petroleros. Mediante la acción coordinada de los sectores chavistas y de la oposición, se logró dar el mayor golpe que ha recibido la clase obrera venezolana: no sólo se logró disminuir la nómina de obreros y empleados (la mitad de los 20000 despedidos después del paro petrolero de 2002-2003 contra Chávez pertenecían a estas nóminas), sino que el gobierno chavista ha logrado, entre otros, un viejo anhelo de la burguesía venezolana: la eliminación del comisariato que desde la época de las transnacionales petroleras permitía a los trabajadores y sus familiares obtener alimentos a menores precios que en el mercado, sustentado en el argumento de que “la calle estaba dura” y que los trabajadores petroleros eran unos privilegiados, que conformaban una “aristocracia obrera” (para mayores detalles ver “Los trabajadores deben romper con las divisiones en su seno” en Internacionalismo Nº 51).
Después de este ataque despiadado contra los trabajadores petroleros en el que se unieron partidos y sindicatos oficialistas y de la oposición, el gobierno chavista ha tenido las manos libres para infligir mayores ataques a las condiciones de vida de los trabajadores activos: congelamiento de la contratación colectiva, incrementos del salario mínimo que no llegan a cubrir el costo de la Canasta Básica Alimentaria, compensaciones de salarios a través de bonos sin repercusiones en el salario real, etc. Los trabajadores que intentan huelgas o paros de actividades para luchar por sus reivindicaciones son chantajeados con la amenaza de despidos masivos; tal como ha sucedido con protestas de trabajadores en el sector salud o de la educación a lo largo del gobierno chavista; como ocurrió recientemente con los trabajadores del Poder Judicial, o de la televisora del estado VTV, a quienes el propio Chávez amenazó con “arrasarlos” tal como hizo con los petroleros.
También las condiciones de vida de los trabajadores, principalmente los del sector público, son atacadas mediante las misiones, cooperativas, empresas cogestionadas o autogestionadas que ha creado el gobierno para el control político y social. Mediante estos órganos, el gobierno chavista ha logrado progresivamente “flexibilizar” la fuerza de trabajo, pues los trabajadores contratados a través de ellos son empleados de manera temporal, sin ningún tipo de beneficio social y la mayoría de los casos devengando menos del salario mínimo oficial. De esta manera la burguesía chavista se da la mano con las burguesías de los otros gobiernos de derecha y de izquierda de la región, que aplican las medidas propias del “neoliberalismo salvaje” al hacer mas precario el empleo y mas brutales las condiciones de explotación. ¡ Esa es la verdadera cara del “socialismo del siglo XXI” ¡ Pero también estos órganos son un instrumento de chantaje contra los trabajadores activos: mediante las misiones y las cooperativas, el gobierno ha ido progresivamente cubriendo los servicios públicos, con el fin expreso de debilitar y chantajear a los trabajadores activos que prestan éstos servicios; amenazándolos con despedirlos y sustituirlos con trabajadores organizados en cooperativas, si amenazan con realizar movilizaciones por sus reivindicaciones. También de esta forma el chavismo intenta confrontar a unos trabajadores contra otros, misiones y cooperativas vs. empleados públicos formales.
Detrás de todos estos ataques a los trabajadores del sector público se oculta una vieja necesidad de la burguesía venezolana: reducir drásticamente la nómina de los empleados públicos. Recordemos que durante el gobierno de Caldera, el entonces Ministro de Planificación de izquierda Teodoro Petkoff, decía que había que reducir en 500 mil la nómina de empleados públicos. Las reiteradas declaraciones de Chávez y sus consortes al denunciar la “contrarrevolución burocrática”, lo que persiguen es denigrar a los empleados públicos para justificar mayores ataques a sus condiciones de vida e incluso despidos masivos.
Pero los ataques de la burguesía contra el proletariado no se detienen allí: el chavismo, gracias al trabajo coordinado entre gobierno y oposición, ha logrado implantar una serie de medidas que en otras circunstancias hubieran generado importantes protestas de los trabajadores y la población: un incremento brutal de los impuestos, dentro de los cuales el IVA que grava con un 14% la gran mayoría de los productos y servicios, mediante el cual el estado recauda mas de la mitad del presupuesto del 2005 (alrededor de 30 billones de bolívares al año, mas de 15 mil millones de dólares); para sólo dar un ejemplo, tabacos y licores han sido pechados con impuestos superiores al 30% en el 2005. Para completar, las leyes que aprueba el parlamento con mayoría oficialista contemplan más impuestos, como el previsto para los gastos de salud que pechará con un 4% a todos los trabajadores: activos, desempleados, jubilados y de la economía informal.
Los ataques al salario y las desmejoras en los beneficios sociales de los trabajadores, unido a las medidas impositivas del estado, así como a su política económica y fiscal que ocasiona tasas de inflación que son las mas alta de los países de la región (del 23% en promedio entre 2003 y 2004) que erosionan mes a mes los salarios, está llevando a millones de trabajadores y sus familias a niveles alarmantes de pauperización: según estadísticas no oficiales, el 83% de los trabajadores (de una fuerza laboral total de 12 millones) percibe el salario mínimo de Bs. 405 mil (unos 180 dólares), mientras la canasta básica de alimentos según el propio gobierno cuesta a la fecha 380 mil bolívares, mientras otros organismo no gubernamentales la ubican alrededor de los Bs. 600 mil bolívares. Ni hablar de los niveles de desnutrición, anemia, pandemias, etc. que han crecido en la población. Aunque el gobierno pretende camuflar las cifras sobre la pobreza para hacerlas coherentes con la mentira de “lucha contra la pobreza”, ésta es inocultable v.
Por otra parte, unido a los alarmantes niveles de desempleovi, la pobreza y la miseria reinante en los barrios obreros, está ocasionando una descomposición social que intenta ocultar la propaganda oficialista, pero que está a la vista de todos en las calles y avenidas: indigencia, niños de la calle, prostitución infantil y juvenil, indígenas que mendigan en las ciudades, etc. Uno de los flagelos que se ha exacerbado durante el régimen chavista es el incremento de la criminalidad: cada semana ocurren alrededor de 100 asesinatos a nivel nacional, la gran mayoría de ellos en los barrios pobres, donde habita un alto porcentaje de la clase trabajadora. El gobierno chavista en su manejo mediático llama a su proyecto, la “revolución bonita”, pero lo que vive la clase trabajadora a diario es el horror del capitalismo en descomposición; es la única realidad que nos puede ofrecer la burguesía, sea ésta de derecha o izquierda.
Los sectores burgueses de la oposición “denuncian” de manera hipócrita que este cuadro dantesco ocurre con un gobierno que cuenta con altos ingresos petroleros. Sin embargo, ha sido una constante que la clase burguesa, cuando tiene los medios, lo que hace es repartir algunas migajas entre la población con el fin de mantener cierta calma social; pero el grueso de la riqueza que extrae de la explotación de la fuerza de trabajo lo destina a sus verdaderas prioridades: enfrentar la crisis capitalista, crear y sustentar los órganos para mantenerse en el poder y para desarrollar su política imperialista contra las otras burguesías; y obviamente, para enriquecerse de la manera mas ostentosa, tal como lo hace la “vieja” burguesía y la “nueva” burguesía chavista.
A pesar de los golpes, la clase amenaza con responder
A pesar de todos los chantajes e intimidaciones a los trabajadores, aunque los “revolucionarios” chavistas los acusen de “burócratas contrarrevolucionarios” no les queda otro camino que luchar contra el deterioro incesante en sus condiciones de vida.
Con mas frecuencia se siente la indignación en las filas de los trabajadores: las protestas de los desempleados por un puesto de trabajo, de los jubilados y pensionados por reivindicaciones acordadas y no cumplidas (como ha sido el caso de los pensionados de SIDOR y de la CVG en la Zona del Hierro), de los médicos, de los trabajadores del Metro, etc.; están latentes las amenazas de lucha de los empleados del sector público de la educación, salud, justicia, etc.
Conciente de que la lucha de los trabajadores es su verdadera amenaza y no los golpes de estado o las invasiones del imperialismo yanqui, el gobierno prepara sus fuerzas de disuasión: los reservistas y los milicianos de la Guardia Territorial, que dependen directamente de la presidencia de la república, quienes tienen como tarea intervenir en última instancia ante “convulsiones sociales”. De igual manera, a nivel de los hospitales y otros entes público, el estado insertado la llamada “contraloría social”, grupos pagados por el gobierno para que sirvan de policías contra los trabajadores.
Pero también concientes que no es muchas veces a punta de represión que se acaba con un movimiento de clase, la burguesía en su conjunto se juega una carta más efectiva a nivel de los trabajadores: la renovación sindical y la disidencia sindical dentro del propio chavismo. De allí los intentos de la CTV, con Froilán Barrios y Alfredo Ramos a la cabeza por tratar de recuperar a la CTV a través de “un nuevo modelo de sindicalismo”; pero sobre todo el ascenso de Machuca, dirigente sindical afecto al chavismo que se perfila como un “líder obrero” no sólo en la zona industrial de Matanzas sino a nivel nacional, promoviendo movilizaciones obreras contra el mismo Chávez como la ocurrida en septiembre pasado. Los trabajadores deben desenmascarar a este traidor de la clase: ante las dificultades reales del chavismo por controlar el movimiento sindical, se le da luz verde a “la disidencia” dentro del propio chavismo para que intente controlar el malestar obrero. De la misma manera que la CTV controlada por Acción Democrática mantenía cierta “oposición” y “distancia” con respecto a los gobiernos adecos de turno, de la misma manera así lo hacen hoy elementos como Machuca, que sin duda sabe hacer muy bien su trabajo de controlar el malestar laboral que generan las medidas de hambre del chavismo; no es por pura casualidad que reciba alabanzas tanto de oficialistas como de la oposición.
Los trabajadores no debemos tragarnos nuestra indignación, ni que ésta quede ahogada en la impotencia como sucede con las constantes manifestaciones de indignación de la población ante el abandono del chavismo ante la criminalidad y el deterioro de los servicios públicos. Los trabajadores no debemos ocultar nuestra indignación ante la pauperización que vivimos junto con nuestras familias, mientras los nuevos ricos del chavismo junto con los viejos ricos del pasado, muestran su nauseabunda riqueza nadando en los petrodólares que obtienen de la explotación de los trabajadores. La burguesía es una clase hipócrita, capaz de derramar lágrimas de cocodrilo por la miseria que viven los pobres tal como lo hace su gobernante de turno Chávez todos los domingos en la TV.
El proletariado, para acabar con la burguesía chavista y de la oposición, debe canalizar su indignación para fortalecer su identidad de clase, la solidaridad entre proletarios y su conciencia de que es la única clase que puede y debe liderar la lucha de los explotados para superar la barbarie a que nos somete el capital.
P. 15-10-05
i Esta opción no se debe descartar, ya que existe cierto maquiavelismo de la burguesía que la lleva a hacer acuerdos tras bastidores, sobre todo cuando las luchas representan una amenaza real contra el orden establecido, situación que no aplica en los actuales momentos.
ii Ver en Internacionalismo Nº 54 “El socialismo chavista: Nueva forma de redistribución de la miseria”.
iii Después de la elección de Chávez en 1998 ha habido 9 procesos electorales, y están anunciados elecciones parlamentarias y presidenciales, en diciembre de 2005 y 2006, respectivamente. Como podemos ver hay una verdadera intoxicación electoral.
iv Durante el régimen chavista el número de cooperativas ha crecido de 890 a 67000 de 1998 a junio de 2005. El Nacional, 11-06-05.
v Según el último informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, Venezuela bajó del puesto 72 que ocupaba en el 2004 al 75 este año en el Índice de Desarrollo Humano que mide ingresos, esperanza de vida y alfabetización. Por su parte, el Instituto Nacional de Estadística organismo del gobierno ha cambiado el método para el cálculo de la pobreza, lo que le permitió disminuir el número de hogares pobres de 53,1% a 38,5% entre el primer semestre de 2004 y 2005: como vemos el gobierno “socialista” de Chávez está dispuesto a disminuir la pobreza así sea por decreto.
vi Según la Confederación de Trabajadores de Venezuela, de una población económicamente activa de 12 millones, sólo 4 millones tienen trabajo formal, más de 5 millones son trabajadores informales y hay más de 2 millones de trabajadores en desempleo.
Uno de los componentes ideológicos que nutre el llamado “socialismo del siglo XXI” es la defensa del legado étnico precolombino. De manera general, es también un tema propio de los Foros Sociales Mundiales y del movimiento altermundialista. Heinz Dieterich, uno de los gurú de este movimiento y animador del “socialismo” chavista, ha expresado a propósito de la celebración del V Centenario del “Descubrimiento de América”, que “ya estaba claro que la invasión de 1492 al hemisferio occidental había sido la primera globalización neoliberal de la naciente superpotencia europea” y que además el neoliberalismo contemporáneo es la “continuación orgánica de los 500 años de explotación de las burguesías atlánticas”. Según esta visión ahistórica, el sistema de explotación impuesto desde Europa por los conquistadores sería la expresión de la barbarie, la destrucción y el egoísmo, mientras que el capitalismo defendido por Chávez y sus acólitos, sería “más humano”, a tal punto que conduciría nada más y nada menos que al “socialismo”. El mismo Chávez ha explotado el sentimiento de rechazo hacia el genocidio perpetrado por los colonizadores sobre la masa indígena, para imponer una visión manipulada de la historia, la cual tiene en realidad la intención de hacer creer al proletariado, que una población privada de sus necesidades más básicas, orgullosa de ser pobre, hundida en la miseria y en la precariedad, iguales todos pero en pobreza, sería lo más cercano al “paraíso perdido” de las comunidades precolombinas, el estadio ideal en el cual no habría ambiciones ni egoísmo, valores propios del “neoliberalismo salvaje”. Nada más ajeno a la visión marxista, la cual ha explicado a través de su método, el materialismo histórico, no sólo las condiciones históricas en las cuales surge el capitalismo, sino también la necesidad de su derrocamiento por el proletariado, que se apoyará en la utilización de los avances en las fuerzas productivas alcanzadas por este sistema, para hacer posible la sociedad comunista, la cual, lejos de significar la precariedad y el imperio de la necesidad, será la sociedad de la abundancia.
Uno de los componentes ideológicos que nutre el llamado “socialismo del siglo XXI” es la defensa del legado étnico precolombino. De manera general, es también un tema propio de los Foros Sociales Mundiales y del movimiento altermundialista. Heinz Dieterich, uno de los gurú de este movimiento y animador del “socialismo” chavista, ha expresado a propósito de la celebración del V Centenario del “Descubrimiento de América”, que “ya estaba claro que la invasión de 1492 al hemisferio occidental había sido la primera globalización neoliberal de la naciente superpotencia europea” y que además el neoliberalismo contemporáneo es la “continuación orgánica de los 500 años de explotación de las burguesías atlánticas”. Según esta visión ahistórica, el sistema de explotación impuesto desde Europa por los conquistadores sería la expresión de la barbarie, la destrucción y el egoísmo, mientras que el capitalismo defendido por Chávez y sus acólitos, sería “más humano”, a tal punto que conduciría nada más y nada menos que al “socialismo”. El mismo Chávez ha explotado el sentimiento de rechazo hacia el genocidio perpetrado por los colonizadores sobre la masa indígena, para imponer una visión manipulada de la historia, la cual tiene en realidad la intención de hacer creer al proletariado, que una población privada de sus necesidades más básicas, orgullosa de ser pobre, hundida en la miseria y en la precariedad, iguales todos pero en pobreza, sería lo más cercano al “paraíso perdido” de las comunidades precolombinas, el estadio ideal en el cual no habría ambiciones ni egoísmo, valores propios del “neoliberalismo salvaje”. Nada más ajeno a la visión marxista, la cual ha explicado a través de su método, el materialismo histórico, no sólo las condiciones históricas en las cuales surge el capitalismo, sino también la necesidad de su derrocamiento por el proletariado, que se apoyará en la utilización de los avances en las fuerzas productivas alcanzadas por este sistema, para hacer posible la sociedad comunista, la cual, lejos de significar la precariedad y el imperio de la necesidad, será la sociedad de la abundancia.
En el proceso de acumulación originaria de capital1, jugaron un gran papel, como señalaba Carlos Marx, la conquista, la esclavización, el robo, el asesinato y la violencia; el descubrimiento de los yacimientos de oro y plata en América, el exterminio y sometimiento de la población indígena, “el saqueo de las indias orientales y la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros”, formaron parte fundamental de los albores de la producción capitalista. El avance económico del capitalismo en estos siglos se apoyó, por un lado, en la expropiación a la población campesina europea de las tierras de cultivo (el caso de Inglaterra es particularmente ilustrativo) y en el sometimiento de esa misma población por parte de la burguesía al régimen del trabajo asalariado, revistiendo estos hechos un carácter violento e inhumano, favorecidos por una legislación aplicada con especial rigurosidad en Francia e Inglaterra, que perseguía “a sangre y fuego a los expropiados”. Destaca Marx, que esta masa de población no pudo incorporarse, o ser absorbida por la industria manufacturera con la misma rapidez con que eran obligados a abandonar su acostumbrado modo de vida, por lo que muchos de ellos terminaron convirtiéndose en mendigos, vagabundos y ladrones. La burguesía, no conforme con haberlos desarraigado, los persiguió propinándole los castigos más horrorosos, ¡para que se pusieran a trabajar!2. Es decir, la violencia impuesta por la burguesía naciente en el continente europeo, fue complementada con la violencia practicada durante la conquista y colonización de las Indias Occidentales.
Es necesario tener en cuenta, que el régimen capitalista surgió en el seno la sociedad feudal y paulatinamente fue socavando las bases que la sustentaban: convirtió al siervo de la gleba en un “vendedor libre de fuerza de trabajo” despojándolo de todos sus medios de producción, “eliminó las reglamentaciones propias de los gremios que impedían el desarrollo de la producción y la libre explotación del hombre por el hombre.”3. La burguesía resultó entonces una nueva clase explotadora (suplantando a la vieja aristocracia feudal), producto de un largo desarrollo y de una serie de transformaciones en el modo de producción; la creación del mercado mundial se correspondía con esa necesidad de la burguesía de dar salida a sus mercancías; el crecimiento de las fuerzas productivas (perfeccionamiento de las técnicas de producción, así como los progresos en los medios de comunicación), abrió un amplio campo de acción a la burguesía, lo que le permitió incorporar nuevas regiones del mundo convertidas entonces en mercados potenciales. “No son pues los grandes descubrimientos los que traen consigo el desarrollo del capitalismo, sino, al revés, es el desarrollo del capitalismo en Europa lo que permite esos descubrimientos, ya sea en el plano geográfico, ya sea en el de las técnicas. Colón, como Gutemberg, es el producto del desarrollo histórico del capital.” (1492: “Descubrimiento de América”. La burguesía celebra 500 años de capitalismo. Revista Internacional N° 70, Corriente Comunista Internacional.)
Cabe preguntarse entonces, en qué situación se encontraba la población indígena que habitaba el continente americano al momento del contacto con los europeos. En principio, fueron los mismos progresos que materialmente lograron algunas tribus americanas, lo que les permitió conformar verdaderos imperios, como el Azteca o el Inca. A cada paso logrado en la apropiación de los recursos naturales, utilizando métodos cada vez más avanzados (ampliando así la producción para mantener una masa poblacional en crecimiento), correspondió un cambio en las relaciones sociales y de dominio político que se establecía no sólo al interior de éstas comunidades, sino también, con respecto a otras tribus. El dominio de zonas a través de la guerra, el saqueo o el sometimiento, se convirtió en un factor fundamental para el aprovisionamiento o la obtención de nuevas tierras cultivables; de igual manera el pago de tributos y la construcción de un complejo y eficiente sistema administrativo de recaudación, fueron aspectos importantes en la aparición de una autoridad central (Estado) manejado por un linaje que concentraba poderes militares y religiosos, sobre una comunidad de súbditos.4
De esta forma, la división en clases privilegiadas y tributarias, la guerra, el saqueo, el Estado, la esclavitud a que eran obligados los prisioneros de guerra, no eran desconocidos para estas culturas. Es cierto que no pueden compararse históricamente con los métodos de explotación y el control brutal del Estado capitalista actual. De igual manera, no se trata de subestimar la crueldad, el terror y el exterminio, como métodos para someterlas; sin embargo, tampoco se puede tener una visión según la cual, los hombres no sufrían ningún tipo de sojuzgamiento, eran tratados todos por igual y todo era armonía y felicidad. Cabe resaltar, que aun cuando las altas culturas centroamericanas, andinas o mexicanas lograron progresos en el crecimiento de las fuerzas productivas, eran sumamente vulnerables a los cambios climáticos naturales, a las enfermedades, haciendo de sus vidas una faena muy dura, al borde del peligro que representaban las hambrunas, las sequías o las inundaciones.
Por más que muchas de éstas culturas practicaran la solidaridad y la cooperación, ello no impidió que algunas desaparecieran como consecuencia del bajo desarrollo de las fuerzas productivas o de las guerras. Si llegaron a practicar una producción colectiva y un consumo que se efectuaba bajo un régimen de reparto directo de los productos, fue porque el desarrollo de las fuerzas productivas que habían alcanzado, hacían prácticamente imposible que un individuo pudiera actuar y subsistir separado de la comunidad; por consiguiente, era imprescindible un trabajo mancomunado para asegurar las necesidades más vitales y la protección frente a amenazas externas.
Cuando decimos que el capitalismo representa el mayor avance alcanzado por la humanidad en el desarrollo de las fuerzas productivas, expresado en un control cada vez mayor de las fuerzas naturales a través de los conocimientos científicos y la aplicación de éstos con creciente rigurosidad al campo de la producción, con lo que la humanidad ganó la posibilidad de librarse de la penuria, las enfermedades o el hambre (lo cual sólo será posible de manera definitiva tras la abolición del sistema capitalista y el desarrollo del comunismo), no estamos justificando el exterminio de etnias enteras durante la llamada “conquista y colonización de las indias occidentales”, o porque tengamos una visión “eurocentrista”, como podrían acusarnos los sectores de la izquierda del capital o izquierdistas que hoy hacen loas al “socialismo del siglo XXI”.
El llamado “descubrimiento” no puede verse sólo como el producto de la ambición de Colón o de los españoles, o como algo fortuito, que pudo o no haber pasado, ahorrándole a la humanidad el sufrimiento. Tal como lo explica Marx en el Prólogo de la contribución a la critica de la Economía Política, el modo de producción capitalista es la expresión de una serie de cambios en la producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de las fuerzas productivas, a las cuales corresponden determinadas relaciones de producción. El capitalismo se sirvió de este desarrollo de las fuerzas productivas para imponerse, obligando a numerosas culturas a adoptar sus relaciones de producción, basadas en la explotación del trabajo asalariado.
Sin embargo, el capitalismo al igual que otras sociedades de clase del pasado no es eterno, ya que como agrega Marx en el texto antes citado: “Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas y se abre así una época de revolución social.” Estas contradicciones se expresan, históricamente, desde el momento en que el capitalismo ya no puede encontrar nuevos mercados en los cuales reproducir sus relaciones de producción, agudizando así la crisis de sobreproducción, es decir, el hecho de que la producción de mercancías generadas es inmensamente mayor que la capacidad de los mercados existentes para absorberla. Ya a principios del siglo XX, la imposibilidad de encontrar nuevos mercados, debido a que las principales potencias desarrolladas de entonces ya se los habían repartido, marcan el final de la fase de ascendencia, abriendo un período de confrontación entre los países más desarrollados por un nuevo reparto de mercados, lo que llevó a la I Guerra Mundial, dando paso a la fase de decadencia, caracterizada por las confrontaciones bélicas y una destrucción cada vez mayor de fuerzas productivas. Llegado a ese punto, lo que le queda al capitalismo es explotar de manera más brutal los mercados existentes, llevando a las diferentes burguesías del mundo a arreciar la explotación y los ataques contra las condiciones de vida del proletariado. Tanto en su período de ascendencia como en la decadencia, el capitalismo es un sistema que ha vivido de la explotación del trabajo asalariado; es un sistema en el cual la acumulación de capital sólo se produce abaratando cada vez más la mano de obra, lo que resulta en un incrementando de la pobreza, el hambre y la miseria.
Sin embargo, no es suficiente que las condiciones históricas estén dadas para un cambio revolucionario de la sociedad, hace falta la acción de una clase que actúe como sujeto de transformación. Es el proletariado, o la clase asalariada, debido a que es la clase explotada y productora de la sociedad, capaz de desarrollar una consciencia revolucionaria, quien dará al traste con el capitalismo. La posibilidad del comunismo, se abrió desde el momento en que el capitalismo entró en decadencia, pero sólo será posible a través de una revolución proletaria mundial (no construyendo “paraísos socialistas” nacionales), que destruya de raíz las relaciones capitalistas de producción y disponga para beneficio de la humanidad, todos los avances de las fuerzas productivas alcanzadas hasta ahora, con lo cual el proletariado y demás capas explotadas de la sociedad podrán librarse del “imperio de la necesidad” y construir una sociedad donde reine la abundancia.
Según la visión de los teóricos del “socialismo del siglo XXI”, el capitalismo estaría acabado como experiencia civilizatoria, debido a que sólo ha dejado a su paso miseria y destrucción de pueblos y culturas. Las regiones periféricas del capitalismo, estarían en el atraso; la democracia realmente participativa habría sido truncada por el imperio de las transnacionales foráneas. La “solución” a esta situación sería un “socialismo adaptado” a nuestras necesidades.5. Se trata en fin de cuentas, de “hacer realidad” las promesas de emancipación (justicia, libertad, igualdad social, democracia) que prometió el pensamiento ilustrado burgués. No pretende acabar en el fondo, ni con la propiedad privada (sólo plantea su sustitución en términos jurídicos por la propiedad colectiva en manos del Estado), ni con la explotación del trabajo asalariado, ni las relaciones mercantiles, que son los fundamentos del capitalismo, sólo pugna por hacerlas “más justas”, “más humanas”, “más adaptadas”, a las especificidades venezolanas.
En el mito chavista del “socialismo” sólo existen pobres contra ricos, naciones poderosas contra naciones pobres. Constituye una visión ahistórica, (aun cuando presume de “marxista”) que llega hasta el extremo de remontar el neoliberalismo, ¡nada más y nada menos que al siglo XV! como lo ha expresado “brillantemente” Heinz Dieterich. Para nada cuenta el análisis de la evolución de las fuerzas productivas y la forma como esta situación se expresó en determinadas fases por las que ha atravesado el capitalismo. Las contradicciones del capitalismo serían “solucionables” precisamente a través de la “profundización de la democracia”, es decir, manteniendo la dominación ideológica y la explotación de la burguesía sobre el proletariado. Ya este último no sería el sujeto histórico de transformación, sino que lo serían los desposeídos, los marginados, los excluidos, consistiendo dicha transformación en la “conquista de la democracia”. No sólo es una visión ahistórica sino retrógrada y fundamentalista, al pretender que “la vía al socialismo” sería posible imitando sociedades del pasado. En esto consiste la “novedosa teoría del socialismo del siglo XXI” un verdadero veneno para el proletariado, que nada tiene que ver con una visión de clase, marxista.
Para mantenerse como clase explotadora y tener un dominio ideológico sobre el proletariado, la burguesía ha creado la ilusión de la democracia, de la igualdad social, de la justicia. No es incorporándose a la legalidad burguesa (inclusión de los derechos de los pueblos indígenas en la constitución bolivariana) como éstos van a poder salir del abandono, de la miseria a que han sido reducidos por el capitalismo. No es soñando con “paraísos perdidos” que el proletariado va a poder librarse de la explotación capitalista; no es viendo con nostalgia el pasado, emulando estadios históricos donde reinaba la necesidad y la precariedad que podrá construir una perspectiva de transformación real y de futuro. El capitalismo una vez que destruyó las culturas precolombinas, imponiendo sus relaciones de producción, fue incapaz de incorporarlas a su sistema, cayendo éstas en una situación en la cual quedaron privadas de todo medio de subsistencia, condenadas a convertirse muchas de ellas en masas de indigentes que hoy deambulan por las calles de las principales ciudades del país. No serán las lágrimas de cocodrilo, ni la apología de su lucha contra los invasores que hoy pregonan hipócritamente Chávez y sus acólitos lo que las sacará de esta situación; sólo la lucha del proletariado, cuyo objetivo es la destrucción del capitalismo y de sus instituciones, es la única vía no sólo para liberarlas de ésta pesadilla, sino para construir el socialismo. La solidaridad del proletariado no se limita a la cooperación propia de la subsistencia, para soportar resignadamente la explotación; la destrucción de la explotación y la barbarie capitalistas son la mayor y más genuina expresión de la solidaridad de clase.
Aug., Octubre 2005
1 “Por tanto, el proceso que engendra el capitalismo sólo puede ser uno: el proceso de disociación entre el obrero y la propiedad sobre las condiciones de su trabajo, proceso que de una parte convierte en capital los medios sociales de vida y de producción, mientras de otra parte convierte a los productores directos en obreros asalariados. La llamada acumulación originaria no es, pues, más que el proceso histórico de disociación entre el productor y los medios de producción.” C. Marx, La llamada Acumulación Originaria .El Capital. Tomo I. Cap. XXIV
2 Estas leyes fueron aplicadas en Europa entre los siglos XV y XVIII. Como un ejemplo de lo que contemplaban, un estatuto aprobado durante 1752 en Inglaterra establecía que: “Los mendigos sin licencia y mayores de catorce años serán azotados sin misericordia y marcados con un hierro candente en la oreja izquierda, caso de que nadie quiera tomarlos durante dos años a su servicio.” Marx, La acumulación Originaria.
3 En el “Prólogo de la contribución a la critica de la economía política”, Marx señala que ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas contenidas en su seno y que jamas aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua . La ampliación de las rutas comerciales, la producción manufacturera, la conversión del dinero en capital, fueron progresos que mostraban el desarrollo de las fuerzas productivas, siendo el signo de que un nuevo modo de producción estaba surgiendo y con el una nueva clase explotadora, la burguesía. Este desarrollo de las fuerzas productivas se veía obstruido, por el antiguo aislamiento y autarquía del modo de producción feudal, lo que condujo a su decadencia y definitiva desaparición.
4 “Los mexica (etnia o pueblo que formó la base de la civilización azteca), debieron asegurar el suministro de los productos de primera necesidad y la vía que escogieron fue la conquista. De esta forma fueron obteniendo tierras en que sembrar y aseguraron la reproducción del sistema. A ese motivo obedecen la prolongada guerra contra Chalco y la conquista de Huaxteca. Ambas siguieron a agudas crisis de hambre en la metrópoli. El tributo proporcionó al estado un elevado volúmen de ingresos. Cada una de las 38 provincias tenía asignada una cantidad en la que figuraban alimentos (maíz, frijol, chía), objetos de lujo, textiles, materias primas y mercancía-moneda.” Historia de Iberoamérica. Prehistoria e Historia Antigua. Sociedad para la Conmemoración del V centenario del descubrimiento (1992). Editorial Critica. Tomo I. (p.380). En el caso de los Incas, tenemos que: “Parece ser que el móvil principal de las conquistas incaicas fue el ansia de poder, el ideal imperialista, pues ningún enemigo los amenazaba seriamente. , ni se hallaban necesitados de más espacio vital para asegurar su subsistencia. Los ejércitos incaicos, lo mismo que otros ejércitos imperialistas ,estaban formados en gran parte por tropas reclutadas entre los pueblos sometidos.”. Arellano, F. (1986). Una Introducción a la Venezuela Prehispánica. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello.
5 “Apoyados en la experiencia histórica, podríamos demostrar que la forma capitalista utilizada en Venezuela hasta el presente no tiene capacidad para eliminar la pobreza, la desigualdad y la injusticia social y , en consecuencia, no es viable para construir una verdadera democracia; ello ha demostrado que ésta sólo puede ser lograda por y en un socialismo originalmente nuestro, que responda a nuestras propias especificidades.”. Mario Sanoja . El Socialismo venezolano del siglo XXI. Cultura y procesos económicos. Question N° 37, Julio 2005
A menos de cuatro meses de las elecciones presidenciales del 3 de diciembre, los sectores de la burguesía venezolana opuestos al chavismo han prácticamente “parido” un candidato único: Manuel Rosales. Han logrado, lo que hace pocas semanas parecía imposible, cuando Teodoro Petkoff, Julio Borges (del partido Primero Justicia) y el propio Manual Rosales, entre otros, competían por la candidatura opositora.
Este acuerdo, casi de última hora, obedece a la necesidad de los sectores de oposición de la burguesía venezolana de presentarse como un frente único para intentar desplazar del poder al gobierno populista izquierdista de Chávez, quien, basado en su carisma y apoyo popular tomó por asalto las instituciones del estado y ha implantado un modelo de gobierno excluyente de varios de los sectores del capital nacional que habían gobernado hasta 1998.
Es indudable que este acuerdo revitaliza a la oposición, y abona el terreno para fortalecer la polarización chavismo-oposición, con el único objetivo de embaucar al proletariado y al resto de la población tras una nueva andanada de ofrecimientos electorales. Ahora no sólo el chavismo tendrá un escenario de confrontación para seguirnos vendiendo la “revolución bolivariana” y el “socialismo del siglo XXI” como la panacea que supuestamente nos sacará de la pobreza para el año 2021; sino que, las fuerzas unificadas de la oposición ahora vienen con su arsenal de ilusiones para vendernos la tan anhelada “redistribución de la riqueza petrolera”.
En realidad con este acuerdo electoral, las diferentes facciones del capital nacional, pese a sus divisiones, lo que fortalecen es un frente común contra el proletariado venezolano, para potenciar las ilusiones de que participando en las elecciones, votando por tal o cual candidato, sea derecha o izquierda, se podrá superar su situación de pobreza y pauperización. Ilusiones, sólo ilusiones es lo único que en realidad nos pueden ofrecer tanto Chávez como Rosales, tal como nos las ofrecieron Chávez y Salas Romer en las elecciones de 1998, pues tanto unos como otros son defensores del capital nacional, que no se puede sostener sin acentuar las condiciones de miseria y pauperización sobre el proletariado y el conjunto de la población.
Las fuerzas de oposición que hoy se aglutinan alrededor de la figura de Manuel Rosales (exmilitante del partido socialdemócrata Acción Democrática), son las mismas que se han confrontado con Chávez desde que asumió la presidencia a comienzos de 1999. Durante este período, chavistas y opositores han desatado una lucha a muerte por el poder, arrastrando al conjunto de la sociedad, polarizándola a favor de una u otra facción; lucha que ha dejado su secuela de muertos y heridos. En esta contienda ha sido el proletariado quien ha llevado la peor parte, ya que la burguesía (oficialista y opositora) ha podido dividirlo y debilitarlo de tal manera, que ha proseguido con sus ataques contra las condiciones de vida de las masas trabajadoras, sin que éstas hayan podido dar una respuesta unificada y contundente.
Tanto los chavistas como opositores que hoy se confrontan en la arena electoral, han sabido utilizar el ambiente de polarización de la confrontación, para acentuar el desempleo, la precarización del empleo y la desmoralización en las filas obreras. El momento estelar de esta emboscada contra los trabajadores fue durante el paro petrolero de finales del 2002 e inicios del 2003 promovido por la oposición para intentar salir de una vez por todas del gobierno de Chávez, ya que no lo pudo hacer por la fuerza durante el golpe de estado de abril de 2001. El gobierno de Chávez se aprovechó del fracaso del paro para lograr lo que pretendieron pero no pudieron hacer los anteriores gobiernos: reducir casi en un 50% la nómina de la industria petrolera, al despedir sin pago de ninguna indemnización laboral a mas de 20.000 empleados, siendo en su gran mayoría obreros, empleados administrativos y técnicos. Por su parte, los empresarios privados, aprovecharon la situación para despedir a miles de trabajadores sin pago de prestaciones sociales y precarizar aun mas las condiciones de trabajo pagando salarios por debajo del mínimo oficial. Así, la burguesía chavista y la opositora aprovecharon este momento para asestar el mas duro golpe que haya recibido el proletariado venezolano en muchas décadas, tanto en sus condiciones de vida como en su conciencia de clase, pues pudieron crear una división entre los proletarios que se manifestó en una falta de solidaridad de los trabajadores activos con los miles de trabajadores despedidos.
A partir de entonces, el conjunto de la burguesía, y en particular el gobierno chavista ha tenido las manos libres para proseguir con los mas brutales ataques a las condiciones de vida de los trabajadores: violación de las contrataciones colectivas; aumentos salariales sólo por vía de decretos; bonificación de los aumentos de sueldos y salarios, sin incidencia en las prestaciones sociales; incremento de los impuestos, en particular del IVA; precarización del empleo a través de las misiones y cooperativas, etc. Medidas asumidas en un ambiente de amenazas de despido contra los trabajadores que intenten hacer huelga, y de intimidación, no sólo de los cuerpos represivos, sino de las bandas fascistas del chavismo.
La polarización interburguesa durante este período también ha sido un duro ataque contra la conciencia de clase, pues no sólo ha socavado la imprescindible solidaridad proletaria, sino que se ha desvirtuado la propia visión del comunismo. Por una parte, los chavistas promoviendo una supuesta “revolución” que echa mano de todo el espectro ideológico que ha utilizado la izquierda de la burguesía contra el proletariado durante el siglo pasado (estalinismo, maoismo, antiimperilismo, altermundialismo, etc.), que sólo le sirve de ropaje ideológico para acentuar la precariedad, el hambre y la miseria; que nada tiene que ver con la revolución proletaria, que tiene como objetivo destruir de raíz el sistema capitalista de explotación e instaurar una sociedad basada en la abundancia. Por la otra, la oposición, también ha puesto a trabajar a toda su andanada de intelectuales para martillar en el cerebro de los trabajadores, que luchar contra Chávez es luchar contra “el comunismo” y que la única forma de superación de la actual situación es a través del fortalecimiento de la democracia.
Una de las lecciones que debe sacar el proletariado es que su terreno de lucha no es el de las confrontaciones entre las fracciones del capital nacional; en ese terreno sólo gana la burguesía. Y el electoral, es el terreno de confrontación por excelencia de las fracciones burguesas, así que los trabajadores no tienen nada que buscar participando en el carnaval electoral. Al proletariado retomar las luchas en su propio terreno (luchas por sus reivindicaciones, sustentadas en asambleas controladas por los propios trabajadores y no por los sindicatos), se verá obligado a tirar al basurero de la historia a la “revolución bolivariana”, junto con la democracia participativa y representativa, engendros ideológicos de las clases dominantes para mantener el sistema capitalista de explotación.
Con Rosales, la burguesía le da mas “brillo” mistificador a las elecciones, ya que la oposición reorienta su estrategia contra el chavismo, con miras a disminuir los niveles de abstención, que en las últimas elecciones a la Asamblea Nacional fue del orden del 80%. Antes de caer en la provocación, la oposición trata de evitar “los trapos rojos” que le lanza el chavismo y se orienta a “ganar la calle” atacando el desprestigio del equipo de gobierno. De hecho, a pesar de lo que intentan reflejar las campañas mediáticas (nacionales e internacionales) del chavismo, de los supuestos logros de la “revolución bolivariana” a favor de los pobres, varias encuestas muestran lo contrario: una de junio de 2006 de la firma Hinterlaces[1], dice que el equipo de gobierno tiene un rechazo del 73%; un 87% dice que el problema mas grave es la inseguridad; 50% considera que el desempleo ha aumentado; un 49% considera que la pobreza ha empeorado; un 59%, que el costo de la vida ha aumentado; un 53% que la corrupción ha aumentado. La paradoja, es que un 56% considera que la gestión de Chávez como gobernante ha sido buena o muy buena.
Estas cifras, que le sirven de caballo de batalla a la oposición, se ven corroboradas por la realidad cotidiana: el incremento de la indigencia y la mendicidad, principalmente entre los niños y jóvenes[2]; el incremento de la prostitución juvenil; las protestas mediante bloqueos de avenidas y autopistas, que realizan casi a diario las propias masas chavistas protestando por el incumplimiento del gobierno, principalmente en materia de vivienda y empleos; la alta criminalidad[3], que es protestada mediante bloqueos de avenidas y autopistas que realizan los conductores de taxis y transportes públicos debido a que diariamente son atracados tanto ellos como los pasajeros, y algunas de las veces, asesinados. A este drama, que se vive de cotidiano en la que el chavismo llama “la revolución bonita” hacia “el socialismo del siglo XXI” y que no es transmitido por Tele Sur (canal internacional financiado por el gobierno venezolano), se unen las luchas y manifestaciones que también casi a diario realizan los trabajadores por sus reivindicaciones.
El gobierno, buscando la polarización, ha centrado su campaña electoral identificando a los candidatos de la oposición con Bush. En una reciente concentración del candidato-presidente Chávez, luego de regresar de su último periplo por China y Siria, dijo: “Hay 2 candidatos: Hugo Chávez y el diablo Bush. Que los venezolanos escojan si quieren ser una república independiente o una colonia norteamericana”. Sin embargo, parece ser que la estrategia electoral antiamericanista no logra calar en las masas chavistas, ávidas de pan y trabajo. Según la encuestadora referida, hay una oposición de la población a los planes geopolíticos del gobierno y a las “donaciones” de dólares e hidrocarburos que éste hace a otros gobiernos de la región, entre ellos los de Cuba y Bolivia. Esta aparente bonanza contrasta con el alto deterioro de los servicios públicos.
Este cuadro expresa una situación realmente explosiva a nivel social, que de no ser contenida podría desembocar en revueltas con su secuela de destrucción y muertes. Chávez, que se vendió a las clases dominantes como el más indicado para controlar la conflictividad social (imprescindible para que pueda funcionar la máquina capitalista) parece que ha descuidado o se presenta incapaz de acometer esta tarea. Por otra parte, desarrolla una política económica que le ha restado competitividad a la economía venezolana y una geopolítica “radical” basada en la confrontación, que parece no está trayendo beneficios al conjunto de la burguesía nacional.
De allí la estrategia de “parir” un Rosales, que aparentemente es una estrategia más coherente de la oposición, la cual se inscribe dentro de una estrategia mas global donde participan varias burguesías de la región encabezadas por la de EEUU, que incluye dentro de ellas a burguesías “aliadas” del chavismo, como la brasileña. El objetivo es crear fuerzas internas y externas que socaven al chavismo, y que contrarresten la influencia de su movimiento a corto y mediano plazo. En ese sentido, no es de descartar que, de darse un ascenso importante de Rosales, intervengan organismos internacionales como la OEA, CE, etc., para invalidar cualquier salida forzada del chavismo por mantenerse en el poder.
Después de un receso de un año, se abre un nuevo proceso eleccionario, un período donde oficialistas y opositores convergen para aturdir a los trabajadores con su carga de ilusiones para supuestamente tener “un futuro mejor” que nunca llega. De esta manera unos y otros oxigenan la democracia burguesa llamándonos a votar por uno u otro verdugo, para que nos montemos en el circo electoral, el mecanismo ideal mediante el cual la clase dominante perpetúa su dominación de clase.
En los 8 años de gobierno de Chávez, las condiciones de vida del proletariado y de las masas excluidas que depositaron sus esperanzas en él, han continuado el deterioro que no se ha detenido desde la época en que se alternaban el gobierno adecos y copeyanos. Los que mas se han beneficiado durante el gobierno chavista son esos sectores de la burguesía y la pequeña burguesía “excluidos” de los gobiernos anteriores, quienes son los que hoy se reparten la botija junto al sector de la clase dominante que se opone al chavismo. Son todos ellos quines ganan con las elecciones.
No son Chávez ni Rosales quienes nos van “a sacar de abajo”. Tanto uno como otro son defensores del capital nacional, aunque con modelos de gobiernos aparentemente diferentes, pero ambos sustentados en la explotación de los trabajadores.
El proletariado no debe caer en las ilusiones del carnaval electoral. No debe hacerse la ilusión que sus condiciones de vida van a mejorar con un cambio de gobierno o con la continuación del gobierno chavista. La burguesía no tiene otra opción que abrirse camino en la crisis capitalista, y para ello necesita acentuar la pauperización de la clase y la población.
Es necesario retomar el camino de la lucha, desviado y afectado por las ilusiones del “mundo mejor” que nos pintó el chavismo, que ahora también trata de pintarnos la oposición con su candidato recién parido.
Internacionalismo 15-9-06
[1] Para esta encuesta, Hinterlaces contrató a Dick Morrison, quien fue asesor de las campañas de Fox y Felipe Calderón en México, entre otras. Descifrado 13-07-06.
[2] Según las manoseadas cifras del oficial Instituto Nacional de Estadísticas, la tasa de desocupación juvenil a finales de julio 2006 (18,4%) dobla la media nacional. Casi un 40% de la población desocupada se compone de jóvenes.
[3] Clara manifestación de la crisis capitalista que ubica a los países de América Latina como los de mayores índices de criminalidad. Según un informe preparado por uno de los alcaldes de la ciudad de Caracas, opositor al chavismo, Venezuela, con un índice de 40 homicidios por cada 100 habitantes, supera el promedio de la región de 30. En promedio 44 personas son asesinadas diariamente en el país. Entre 1998 y 2004 murieron 90.027 personas de manera violenta, cifras mayores a las registradas en regiones con conflictos armados como Afganistán, Colombia o Irak (El Nacional, 13-08-06). Esta es la cruda realidad de la “revolución bolivariana” chavista.
A pesar de que en marzo del 2003, el gobierno de Chávez sancionó una “Ley contra la corrupción”, Venezuela (junto a Paraguay y Haití) figuran hoy día entre los países más corruptos del mundo. El soborno, se ha convertido en una de las figuras principales que expresa la corrupción a nivel mundial y ni hablar del lavado de dinero efectuado por los bancos, así como la no investigación por parte de éstos de la procedencia de altas sumas de dinero que son colocadas en sus arcas. Esta situación ha llevado a las agencias de investigación financiera, ONG´s y demás organizaciones burguesas a expresar su “preocupación” por la corrupción. Un ejemplo de ello es el “Informe Global de la Corrupción 2005” de Transparencia Internacional, el cual señala cómo la corrupción en proyectos de construcción en gran escala, se refleja en la mala calidad y manejo deficiente de las estructuras, a propósito de las reconstrucciones en Irak, o en los países del sudeste asiático afectados por el tsunami, poniendo en peligro la vida de sus respectivas poblaciones. Todo esto con la intención de hacer ver al proletariado que la corrupción es sólo el producto de los “malos manejos” de elementos inescrupulosos, o que es la causa de la crisis y de la pobreza, tratando de esconder el hecho de que la corrupción brota de las mismas entrañas del capitalismo y que se ha vuelto el modus vivendi propio de la descomposición que vive este sistema decadente.
Aunque el chavismo y la oposición se acusan mutuamente de ser uno más corrupto que el otro, el proletariado no puede caer en esta visión maniquea que lo llevaría a apoyar a tal o cual fracción del capital nacional, sino desarrollar su punto de vista de clase sobre este aspecto en particular, cuestión que nos proponemos hacer en este artículo.
La corrupción es un fenómeno que ha estado presente en los diferentes modos de producción. El hecho de que las clases dominantes que corresponden a cada una de las sociedades que han conformado el proceso histórico humano (antiguo, feudal, capitalista), hayan podido reunir bajo su dirección el poder económico y político, controlando todos los mecanismos administrativos y jurídicos y gozando de muchos privilegios, constituye un caldo de cultivo para la corrupción.
Es necesario comprender este fenómeno de manera más profunda, es decir, llevándolo al contexto de la sociedad capitalista, como sociedad que vive de la explotación del trabajo asalariado. La burguesía en su período ascendente (y puede decirse más floreciente en términos económicos e ideológicos, entre los siglos XVI y XIX) consideraba el problema de la corrupción en dos dimensiones. La primera implicaba la apropiación indebida de los recursos económicos del Estado; la segunda, la violación de una ética basada en la “naturaleza humana”, la cual según los filósofos burgueses, estaba orientada a establecer una sociedad garante del bien común a través de la observancia de las leyes, asegurando así el bienestar social y el pleno goce de la propiedad privada. Ese período de ascendencia se caracterizó por la unificación del mercado mundial, el establecimiento de la relaciones capitalistas para suplantar las viejas relaciones feudales, el comercio a gran escala facilitado por el perfeccionamiento de los medios y vías de comunicación, la implantación del trabajo asalariado y la industrialización creciente, por lo cual era imprescindible una moral hecha a la medida de las necesidades de la burguesía como clase dominante. Se suponía que cualquier acto que fuera en contra de este estado de cosas, significaba la corrupción del espíritu republicano y democrático. Desde entonces, ha sido considerado por la ideología burguesa, que sin estos “principios éticos” no sería posible el progreso social y humano.
Aunque el marxismo nunca ha dejado de reconocer a la burguesía su dimensión revolucionaria, en el sentido de ser una clase que al derrocar a la clase feudal permitió el desarrollo de las fuerzas productivas, siempre ha puesto en alerta al proletariado sobre esa visión idealizada que difundía la burguesía y sobre la profunda hipocresía que se escondía detrás de sus declaraciones de principios, al tiempo que dejaba claro que a esa sociedad que la burguesía identificaba teóricamente como aquella basada ética y moralmente en el respeto a la propiedad, igualdad, libertad y fraternidad entre los hombres, reunidos en un estado garante de los derechos humanos, se oponía en la realidad un nuevo régimen que vivía de la explotación del trabajo, que acumulaba capital basándose en las formas más brutales de esclavización y dominación de clase que haya conocido la humanidad; una sociedad cuya base es el antagonismo irreconciliable entre el proletariado y la burguesía, y en la cual no están ausentes ni la trampa, ni la estafa, ni el robo.
La burguesía, al establecer ese marco jurídico de acuerdo a las necesidades de un sistema social en plena expansión, logró mantener cierto nivel de recato y respeto por la cosa pública (y aún en los negocios entre burgueses), en la medida en que las ganancias, tendientes al aumento en un mercado en expansión, garantizaban unos niveles de ganancia y de reparto de los beneficios suficientes como para que no se desataran el fraude o la corrupción. Al igual que las sociedades de clases del pasado, el capitalismo después de atravesar un período de ascendencia (el cual se extiende hasta finales del siglo XIX y principios del XX) ve la llegada de un período de decadencia, que se caracteriza por el agotamiento de nuevos mercados que puedan absorber la incesante producción de mercancías. Entonces las crisis periódicas que vivió el capitalismo en el siglo XIX (entendidas como crisis de sobreproducción), se vuelven un fenómeno cada vez más extenso y profundo, donde la lucha por mercados se va a trasladar de manera permanente del campo de la economía y las finanzas al de las armas, la destrucción y las guerras, sometiendo a la humanidad a una espiral de barbarie y violencia jamás conocida.
Una característica fundamental del período de decadencia es el desarrollo del capitalismo de Estado, mediante el cual cada estado-nación se prepara mejor para las guerras y para enfrentar como un todo la acentuada competencia entre países. Los partidos y sindicatos le harán la tarea a la burguesía para encuadrar las luchas y desatar campañas mistificadoras contra los trabajadores; además, han formado una verdadera clientela en torno a ellos, que se beneficia de las prebendas económicas y políticas. Ello hace que crezca la burocracia estadal, poniendo en manos de altos funcionarios públicos la posibilidad de manejar los mecanismos administrativos para las inversiones y administración de los presupuestos del Estado. Es en este contexto donde la corrupción experimenta un crecimiento vertiginoso; la búsqueda de beneficios en un mercado cada vez más sobresaturado y los riesgos cada vez mayores para la inversión y reproducción de los capitales en un marco de competencia aguda, incluso la lucha por la subsistencia misma en una sociedad donde crece la pobreza y el desempleo, llevan a toda clase de chantaje, extorsión o estafa. Pero también en el plano de la misma ideología burguesa se plasma esa decadencia, al recurrir a la trampa y a métodos verdaderamente delictivos, en búsqueda de la riqueza fácil y rápida, recurriendo a la especulación e incluso a la manipulación de las estadísticas de crecimiento a nivel de las empresas públicas y privadas, con tal de mantener una imagen “sana” y los beneficios particulares.
En Venezuela, el gobierno de Chávez, quien utilizó en los años 90 la lucha contra la corrupción como una de sus principales banderas electorales, resulta que ha llevado los niveles de corrupción a grados superlativos. Amparado en una supuesta “superioridad moral” frente a los gobernantes que le precedieron, en realidad el chavismo ha sido permisivo ante la corrupción, la cual utiliza a todos los niveles como un arma para ganar fidelidad política y de chantaje, ya que de la corrupción no escapa prácticamente ningún burócrata importante del chavismo. Es así como a medida que se profundiza el proceso de descomposición política y se agudiza la pugna entre facciones de la misma burguesía (incluso entre altos funcionarios públicos del partido de gobierno – MVR -, pero también a niveles medios, en las Alcaldías y Gobernaciones), las acusaciones de corrupción se han utilizado como un mecanismo de chantaje, pase de factura o reprimenda, hacia aquellos que en un momento determinado han querido jugar a sus propias ambiciones, o han actuado en función de intereses contrarios a las intenciones políticas del chavismo. Es en esta dinámica, que se inscriben casos como el de Luis Velásquez Alvaray (ex parlamentario del MVR y ex jefe de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura), uno de los principales abanderados y piezas clave del chavismo hasta hace pocos meses. Existe en la actualidad una red instalada en el Poder Judicial, reconocida por los altos funcionarios chavistas, involucrada en la extorsión e incluso en el asesinato de altos funcionarios adeptos al chavismo, lo que muestra a las claras el lodazal en el que éste nada.
El chavismo, al igual que los gobiernos que le precedieron, es incapaz de controlar la corrupción. Los hechos de corrupción que han salido a la luz pública, se deben a las pugnas dentro del propio chavismo, al descaro con que se han perpetrado y al escándalo que han generado debido a las astronómicas sumas de dinero sustraídas [1]. Ni siquiera las llamadas “contralorías sociales” implantadas por el proyecto chavista han impedido la multiplicación de hechos de corrupción; además de que estas organizaciones, han sido creadas realmente con la finalidad de perfeccionar el control social del chavismo en las diferentes instituciones y empresas del estado, sobre todo para aislar y reprimir a los trabajadores que muestren su indignación y critica al gobierno.
El que los sectores de la oposición intenten esconder sus miserias, denunciando a viva voz los hechos de corrupción, no oculta el hecho de que fueron ellos los maestros de los nuevos corruptos del chavismo. También intentan jugar a la “victima”, al identificar las acciones que el chavismo emprende contra sus líderes y representantes, como un atropello “contra los derechos humanos” contra el “estado de derecho”, explotando casos como el del ex gobernador del Estado Yaracuy, Eduardo Lapi, para intentar encubrir el hecho de que su principal objetivo es desplazar a la facción chavista de la burguesía ahora en el poder para ponerle de nuevo las manos a los copiosos ingresos petroleros. Todas sus acciones de denuncia de la corrupción y contra el gobierno, lo que buscan es, al igual que el chavismo, la defensa de sus propios intereses y llevar a los trabajadores tras las falsas banderas de la “lucha contra la corrupción” para llevarlo fuera de su terreno de clase, es decir a la defensa de la democracia burguesa.
En realidad, esa “cultura de la corrupción” que se desarrolló en los períodos gubernamentales anteriores, es continuada y profundizada por el chavismo. Esto muestra de manera más que evidente, que la tan cacareada “pulcritud” y “superioridad moral” con la cual se autoidentifica el gobierno chavista, no es más que la expresión de una gestión podrida de arriba a abajo. Es más, el relajamiento, la mayoría de las veces permitido conscientemente por el gobierno en los medios de control y manejo de los recursos económicos, se convierte en la práctica en un aval del robo y la estafa a diferentes niveles. Es éste un mecanismo por medio del cual Chávez paga la fidelidad de sus compañeros de partido o de armas (personal activo de las FAN, gobernadores, alcaldes). La corrupción es así un fenómeno cuya responsabilidad recae directamente sobre Chávez, a pesar de que se trata de crear una diferencia entre él y su entorno más inmediato.
La corrupción ha sido ciertamente, uno de los factores que ha permitido a muchos funcionarios públicos enriquecerse de diversas maneras, ya sea por la vía de jugosas comisiones, apropiándose directamente del dinero, haciendo diversos negocios con los recursos económicos del Estado o aprovechando las posibilidades que puede darle el cargo que desempeñan[2]. Este último aspecto ha sido aprovechado por los políticos y hombres de Estado “revolucionarios”, para gozar de jugosos sueldos que hoy le permiten un nivel de vida opulento, mientras hablan desde su tribuna (Asamblea Nacional, Gobernaciones, Alcaldías) de la pobreza como algo inmoral e inhumano, o declarando con el mayor cinismo que “ser rico es malo”. No hay que ocultar que muchos trabajadores, principalmente del sector público, han terminado siendo cómplices o ejecutando directamente hechos corruptos. Esto muestra que el proletariado no es impermeable a la ideología decadente y a las conductas descompuestas de la burguesía.
Es fundamental que el proletariado se mantenga fiel a sus principios y a una ética verdaderamente proletaria, no para arrimar el hombro a la burguesía en su “lucha contra la corrupción”, sino para mostrar a la humanidad que es la única clase portadora de una nueva sociedad, la cual sólo será posible mediante su lucha revolucionaria a nivel mundial que libre a la humanidad de la inmundicia del capitalismo.
Augusto. Junio de 2006
[1] Casos como el del Central azucarero Ezequiel Zamora ocurrido en este año, donde se “extraviaron” tres mil millones de bolívares, o de la Planta procesadora de tomates en la cual se invirtieron más de 1500 millones de bolívares , sin llegar a producir las tres mil toneladas de pulpa de tomate ni los 600 empleos directos que esperaba generar, son algunos de los proyectos en los cuales resultaron involucrados en hechos de corrupción, militares activos de alto rango de las Fuerza Armada .Sin embargo, allí no para la interminable lista: la red de comercialización de productos alimenticios (MERCAL) creada por el gobierno actual, exhibía sólo para el año 2005 unos 100 casos de corrupción; el denominado “Plan Bolívar 2000” a través del cual el gobierno ofrecía recursos para obras de construcción, sobre todo viviendas, fue responsable de la “desaparición” de más de 2000 millones de bolívares sólo en el año 2001. Son casos donde estuvieron implicados Ministros y generales de las FAN. La ostentosidad y la opulencia de la nueva burguesía en el poder es exhibida sin ningún rubor. Barinas, cuna de la familia del Presidente Chávez, ha sido testigo no sólo de la malversación de fondos (se habla de 58 mil millones de bolívares nada más en la gestión de Hugo Chávez padre, gobernador de ese estado en el año 2000) sino del aumento de las propiedades familiares, sobre todo fincas y haciendas que superan las mil hectáreas.
[2] Según el economista Orlando Ochoa, existen tres formas de corrupción históricamente utilizadas en el país: el cobro de comisiones por congelar dinero del Estado en los bancos (calcula que se mantienen en la actualidad cifras de 20 billones de bolívares, que son más de 10 mil millones de dólares en promedio, inmovilizados en el sistema financiero), por asignación de créditos y por otorgamiento de contratos. Agrega, que según investigaciones hechas por Eliécer Otaiza, funcionario del chavismo, 95 de cada 100 contratos se ha hecho por excepción y no por licitación. Revista Zeta N° 1564. Caracas (del 2 al 9 de junio de 2006)
El gobierno de Chávez y sus consortes, utilizando como justificación la “casi inminente” invasión de EEUU, nos repite una y otra vez que: “La mejor forma de garantizar la paz, es armándonos para la guerra”; que “Somos un pueblo de paz, nos armamos para la defensa de nuestra soberanía”. Como todos los gobiernos capitalistas, en nombre de la paz, el estado venezolano justifica uno de los más ambiciosos planes armamentistas.
A pesar de la oposición de EEUU, quien ha bloqueado la compra de armas a Brasil y España, el gobierno venezolano ha llegado a acuerdos con Rusia para adquirir: 24 aviones de combate Suhoi 30, 53 helicópteros, 100 mil fusiles Kalashnikov AK-103 (de los cuales han llegado 33 mil), y la instalación en el país de una fábrica de éstos fusiles y sus municiones; acuerdos que ascienden a los 3 mil millones de dólares. También con Rusia está prevista una compra de misiles tierra-aire TOR-M1, barcos de patrulla y eventualmente un submarino de tipo Amour. Con España, aunque paralizada por los momentos, sigue prevista la compra de 12 aviones de transporte militar a la empresa EADS-Casa, y 31 patrulleras al grupo español Rodman Polyships. Según declaraciones de especialistas en armamentos, con la compra del armamento ruso, Venezuela se convierte en una potencia militar importante en América del Sur[1]; y según el último informe de junio pasado del Instituto Internacional Estocolmo para la Investigación Sobre la Paz, al analizar los gastos militares de Venezuela en el 2005, concluyen que “el país se convirtió en el tercero de América del Sur que mas elevó esos gastos, después de Brasil y de Chile”[2] .
Toda burguesía nacional requiere de cuerpos o fuerzas armadas para mantener su dominación de clase, principalmente para mantener la “paz social” a nivel interno, y para contrarrestar cualquier acción de rapiña de sus burguesías vecinas. Esto ha sido una norma en el capitalismo, mucho mas en su período de decadencia, cuando cada estado, grande o pequeño, tiende a dominar a naciones mas débiles; es decir, cuando el imperialismo se ha transformado en el modo de vida de los estados capitalistas.
Existen precedentes en el siglo pasado en América Latina que evidencian que varias burguesías de la región tuvieron que recurrir a la fuerza bélica, no sólo para reprimir revueltas sociales o luchas obreras, sino para enfrentar a otros estados: guerra de las Malvinas, guerra entre Ecuador y Perú, conflicto de Venezuela con Colombia y Guyana por problemas limítrofes, etc. Durante este periodo, los propios EEUU permitían y suministraban los armamentos necesarios para mantener cierto equilibrio bélico entre las naciones, con el fin principal de permitirles contrarrestar la influencia del imperialismo rival ruso en la región.
Esta situación ha cambiado radicalmente en la región y en el mundo después de la caída del bloque ruso en 1989. A partir de entonces, cuando se pensaba que con la desaparición del “imperio del mal” disminuirían los conflictos bélicos, más bien éstos se han multiplicado. Se ha roto la situación de equilibrio forzado que existía en la época de los bloques y se ha abierto una verdadera “caja de Pandora”, donde no sólo las grandes potencias buscan posicionarse mejor en la arena imperialista, sino que estados medianos o pequeños tienden a jugar su propia política imperialista, lo que lleva a unos y otros a enfrentarse con el “gendarme del mundo”, los EEUU.
En este contexto, el gobierno izquierdista de Chávez, en nombre del conjunto de la burguesía venezolana se ha trazado una agresiva estrategia geopolítica para posicionarse mejor en sus áreas de influencia (El Caribe, Centro América, países andinos de América del Sur), lo que inevitablemente lo lleva a una confrontación con los EEUU y sus principales aliados en la región, dentro de ellos Colombia. En ese sentido, la política armamentista de Venezuela es en parte para responder al desproporcionado suministro de armamentos de EEUU a Colombia a través del Plan Colombia, que ha creado un desbalance bélico en la región.
Conciente de esta situación, el gobierno de USA considera “desproporcionada” la cantidad de armamentos a adquirir por Venezuela; y muestra preocupación por que este armamento vaya a caer en manos de la guerrilla colombiana. El gobierno venezolano ha respondido que sólo se está “rearmando”, debido a la obsolescencia del armamento, y que lo adquiere en Rusia debido al “bloqueo” del imperialismo norteamericano al oponerse a vender armas al país.
Vemos como el gobierno de Chávez, astuto militar izquierdista, utiliza los petrodólares para hacerse de un espacio geopolítico, aprovechando el crecimiento del malestar social de las masas depauperadas y el consiguiente desprestigio de muchos gobiernos de la región; además del rechazo y las dificultades de la política imperialista de EEUU en el mundo. En recientes declaraciones, Bush dijo que “Chávez no representa una amenaza en el plano militar, pero que es un factor de desestabilización de la democracia en la región”. Bien sabe la burguesía americana que esa “desestabilización” es aprovechada por otras potencias mayores o menores, como Francia, Rusia, China, España, Irán, etc. que brindan su apoyo a “la revolución bolivariana” como una forma de tener más influencia en América Latina y para “molestar” al imperio americano en su propio patio trasero.
No es sólo el gobierno americano quien ve como un factor de desestabilización al populismo izquierdista de Chávez y sus planes, sino que así lo consideran varios sectores de las burguesías de la región; incluso burguesías “aliadas” como la de Brasil, cuyos intereses se han visto afectados por las recientes medidas de nacionalización de los hidrocarburos del gobierno de Evo Morales en Bolivia, apoyado abiertamente por Chávez.
Los EEUU no se han quedado de brazos cruzados ante este “infant terrible” que quiere jugar a su propia política imperialista en la región. Han desarrollado una estrategia diplomática con varias burguesías de la región no sólo para detener las veleidades de Chávez en la región, sino los avances del populismo de izquierda más radical; de allí los fracasos electorales de Oyanta Humala en Perú, de López Obrador en México, y las dificultades que está teniendo Evo Morales para concretar sus planes. Para fortalecer esta estrategia, John Negroponte, jefe del Servicio de Inteligencia del Departamento de Estado, nombró recientemente un director para Cuba y Venezuela, al nivel de cargos similares para Corea del Norte, Irán y la lucha contra el terrorismo.
Este acoso al chavismo, no sólo se da a nivel externo, sino en el plano interno a través de sectores opositores de la burguesía venezolana. Esto explica el hecho de que, ante las próximas elecciones presidenciales de diciembre de este año, los grupos y partidos de oposición han logrado lo que hace apenas unos meses parecía imposible: aglutinarse alrededor de la candidatura única de Manuel Rosales, gobernador del estado Zulia (uno de los 2 estados gobernados por la oposición de un total de 24), que según las encuestas tendría posibilidades de retar a Chávez (ver artículo en esta revista).
Por otra parte, a nivel de la Fuerza Armada, hechos recientes muestran que parece ser que no es tan monolítico su respaldo al “comandante”: por una parte, parece ser que existen sectores que se oponen a la entrega de armamento a las milicias promovidas por el chavismo[3]; hace pocas semanas (precisamente cuando Chávez abrió su campaña por la reelección) se fugó de una cárcel militar Carlos Ortega[4], uno de los presos políticos mas importantes del régimen, supuestamente con colaboración de militares de rangos medios y altos.
El armamento adquirido por el chavismo, como el de todos los gobiernos burgueses, se hace en detrimento de las condiciones de vida del proletariado y del conjunto de la población. Y en última instancia estas armas van a utilizarse contra el proletariado, a quien no le quedará otro camino que enfrentar de manera abierta y decidida al estado venezolano. Pero también van a apuntar contra esa masa de excluidos sociales que ya comienza a mostrar su frustración ante el gobierno chavista, que como todos los anteriores le ha sembrado la esperanza de salir de la pobreza y tener una vida mejor. Ni Chávez ni cualquier otro gobernante va a sacarnos de la pobreza, pues el crecimiento de la pauperización tiene su génesis en las propias contradicciones del modo de producción capitalista, el cual sólo puede ser superado por la revolución proletaria a nivel mundial, y no por una supuesta “revolución” que lo que ha logrado es desplazar a un sector de la clase dominante para colocar a otro con un “nuevo” proyecto capitalista de estado de corte radical. En ese sentido, la represión está a la orden del día.
Y el chavismo ya tiene quien empuñe estas armas: no sólo están preparadas la Fuerza Armada y todas las policías del país como en cualquier otro estado burgués, sino que al mejor estilo fascista y estalinista, ha conformado una serie de organizaciones donde destacan La Reserva y las Guardias Territoriales, de los cuales ya han sido entrenados alrededor de 250.000 del total de un millón que espera formar el gobierno, según declaraciones del anterior jefe del Comando de la Reserva y Movilización Social, adscrito a la presidencia de la República. Según el Ministro del Interior Jesse Chacón, éstas fuerzas intervendrán en caso de “presentarse una agresión externa a la soberanía del país o una subversión interna”. ¡Mas claro no canta un gallo!
Pero dentro de estas fuerzas chavistas paralelas a los cuerpos represivos formales, tal como lo hicieron Mussolini o Hitler en su momento, se ha conformado una verdadera Guardia Pretoriana, un cuerpo de elite llamado Frente Francisco de Miranda. Este grupo lo conforman entre 15 y 20 mil jóvenes, adiestrados en Cuba y Venezuela, que tienen como grito de guerra, a la usanza cubana: ¡Ordene Comandante! Cada uno de sus miembros recibe una “beca-trabajo” mensual de Bs. 350.000 (alrededor de $160), que no llegan a ganar muchos trabajadores. Chávez en un acto de masas del 30 de junio pasado, llamó a este Frente “hijo prodigioso de la revolución” y ordenó asignarles el próximo lote de fusiles Kalashnikov.
Ya hay precedentes de cómo estos grupos de choque del chavismo han amedrentado e incluso atacado a trabajadores en lucha por reivindicaciones laborales, tal como ha sucedido con trabajadores del Metro de Caracas y con trabajadores de la Maternidad Concepción Palacios en Caracas, para solo mencionar algunos casos. También han sido asesinados varios trabajadores en diferentes ciudades del país y en condiciones muy dudosas, algunos de ellos sindicalistas de base de partidos o grupos opositores al gobierno; así como trabajadores de la Alcaldía Metropolitana en la zona del 23 de Enero en Caracas; su muerte, que nunca ha llegado a esclarecerse, ha sido presentada como acciones del “hampa común”. No es de sorprender que el gobierno eche mano al sicariato para hacer callar o desaparecer a sus opositores.
Pero tampoco se descarta que estas armas e incluso las milicias chavistas sean utilizadas contra proletarios y pobladores de otros países. Ya Cuba, cuando estaba bajo la órbita del imperialismo ruso, intervino militarmente en otros países. También las fuerzas armadas de Venezuela formaron parte de las “fuerzas de paz” en los años 70 cuando la guerra de guerrillas en Centroamérica. Hoy, no se descarta que ante cualquier “agresión del imperialismo” contra un “aliado”, el “gobierno revolucionario” envíe armas y/o tropas a otros países.
El proletariado debe rechazar esta locura armamentista y guerrerista de la burguesía. La única forma efectiva de detenerla, en Venezuela y en el mundo, es a través de la lucha frontal del proletariado contra su propia burguesía. De esta manera, la lucha le traerá al proletariado el doble beneficio de fortalecer su conciencia de clase e impedir que la burguesía, sea chavista o no, derrame sangre obrera en Venezuela y en el mundo.
P. 15-09-06
[1] El Nacional, 28-07-06
[2] Descifrado, 17-08-06
[3] El actual Ministro de la Defensa, Luís Baduel, declaró a la prensa no haber recibido órdenes de armar a civiles, refiriéndose a la entrega de fusiles rusos a grupos de elite, anunciada por el propio Chávez.
[4] Presidente de la Confederación de Trabajadores de Venezuela, principal organización sindical no oficial. Lideró junto con empresarios y lideres de oposición varias acciones para derrocar a Chávez; dentro de ellas el paro de la industria petrolera a finales de 2002.
En la esfera de la geopolítica
regional, hemos asistido en los últimos años a una serie de acontecimientos que
marcan un cambio cualitativo en las relaciones de EEUU y su patio trasero, la América Latina.
Estos acontecimientos han tenido, en algunas oportunidades, un cariz tenebroso,
como fue el caso de la intervención de EEUU en la crisis vivida en Haití, y que
determino, tanto la salida de Aristide mediante maniobras que fueron
calificadas como secuestro, así como la intervención de una fuerza de “paz” con
fuerzas francesas. Otras veces, han sido expresiones tragicómicas, como lo fue
la crisis generada por el huracán que azotó a Nueva Orleans, la cual fue
precedida por criticas por parte del gobierno venezolano presidido por Hugo Chávez,
que demostraban la incapacidad y la indolencia de la burguesía americana frente
a tal tragedia, al tiempo que ofrecía ayuda tales como gasolina a “precios
solidarios” para los afectados así como ayuda para sanear un río en Nueva York.
Debemos recordar que cuando la
tragedia del estado Vargas en Venezuela en 1999, el mismo gobierno de Chávez
rechazo un convoy de ayuda enviado por EEUU, y que aun hoy, las victimas de esa
tragedia vagan a lo largo y ancho del país. Hay otros acontecimientos que
tienen que ver con la oferta de EEUU de crear un área de libre comercio para
las Américas –ALCA-, y que ha tenido rechazo claramente por parte de Argentina
y Brasil, principalmente por los productos agro industriales, pero también ha
habido un rechazo de carácter “ideológico” de parte de Chávez por considerarlo
un proyecto neo liberal. Chávez ha opuesto a ese proyecto, el ALBA, que oferta
la unión “solidaria” de los países latinoamericanos para superar la pobreza. No
obstante, ha sido en el MERCOSUR, proyecto de mercado común que trata de
conciliar los apetitos imperialistas, nada solidarios, de los países del sur,
donde se ha integrado Venezuela. Por otra parte, se observan enfrentamientos
cada vez mas frecuentes entre diferentes países : Colombia mantienen un
permanente forcejeo con Venezuela por el posible apoyo de este último a la
lucha de la guerrilla, México se enfrenta con Venezuela por los intereses
comunes en El Caribe, Argentina se enfrenta a Uruguay por la instalación de una
planta productora de papel.
Para el proletariado es necesario
profundizar esos acontecimientos para evitar ser confundido por las campañas
que pretenden vender modelos tanto “neo liberales”, así como “neo socialistas”,
como salida a la mas profunda crisis que enfrenta la humanidad a lo largo de su
historia. Y que en realidad no hacen sino reflejar los apetitos imperialistas
que animan las distintas propuestas de cada burguesía nacional, tal como lo muestra
el presente documento presentado en la Conferencia Territorial
de Internacionalismo celebrada en mayo pasado. Al contrario, ver con claridad
que estos modelos son trampas ideológicas para desviarlo de su camino histórico,
es lo que permitirá que el curso de los acontecimientos se oriente hacia la
salida real, la revolución proletaria mundial.
Para la CCI el derrumbe del bloque
ruso en 1989 marca un hito de una importancia trascendental, ya que este
acontecimiento abre un período de resquebrajamiento del sistema de bloques
imperialistas que se conformó después de la segunda guerra mundial. Esta
implosión del imperialismo ruso no sólo ha traído consecuencias en la arena
imperialista, sino que es la manifestación de un fenómeno mucho mas amplio que
se venía gestando a lo interno del capitalismo producto de sus propias
contradicciones, al cual las clases decisivas de la sociedad (la burguesía y el
proletariado) no han podido dar una salida: la crisis del capitalismo
decadente. Es por eso que decimos que el derrumbe del bloque ruso marca el
inicio de una fase inédita en el capitalismo: la descomposición del modo de
producción capitalista, que presenta de manera dramática la disyuntiva en que
se encuentra la sociedad: socialismo o barbarie.
La descomposición tiene
repercusiones en todos los órdenes: económico, político, social, ideológico,
etc. Pero donde se expresan de manera más dramática sus efectos es en la arena interimperialista,
en la conflictividad social y en los conflictos de intereses de las clases
dominantes de cada nación para adaptarse a la nueva situación; en un contexto
donde la crisis capitalista iniciada en los años 60 prosigue su inexorable
agudización.
El objeto de estas notas es
analizar las consecuencias de la descomposición en la geopolítica en América Latina
(AL) y trazar las perspectivas.
De acuerdo con las posiciones de
la izquierda comunista, la entrada del capitalismo en su fase de decadencia, se
expresa (entre otros aspectos) a través de las políticas imperialistas que
necesariamente tiene que desarrollar cada nación para intentar sobrevivir en el
mercado mundial. Los países tendrán mayor o menor capacidad para desarrollar su
política imperialista, dependiendo de su poder económico y militar, así como su
ubicación estratégica en la geopolítica.
El resquebrajamiento del sistema
de bloques, se expresa en la tendencia cada vez mas abierta a romper la
disciplina y el dominio que ejercía EEUU como cabeza de bloque y como potencia
imperialista. Desde el siglo XIX EEUU ha considerado a los países de AL como su
“patio trasero”. En ese sentido, ha sido el país que mayor influencia ha tenido
en el siglo XX en la implantación del modo de producción capitalista en la
región para hacer un uso más eficiente de esos mercados y explotar las materias
primas de la región. A lo largo del siglo XX, con mayor énfasis después de la
II Guerra Mundial, desarrolló una
estrategia geopolítica para contrarrestar la influencia de las otras potencias
imperialistas, principalmente las del imperialismo ruso. “América para los
americanos”, rezaba el lema del imperialismo americano después del reparto de
Yalta al finalizar la II Guerra
Mundial. Debido a esta dominación, el imperialismo norteamericano tuvo una
ingerencia abierta y directa sobre los gobiernos de la región hasta la década
de los 90, apartando los gobiernos contrarios a sus intereses, incluso a través
de invasiones militares: recordemos las invasiones a República Dominicana,
Grenada y Panamá. De esta manera, las tendencias antiamericanas de las
burguesías de la región (que siempre han existido) quedaban asfixiadas o
disminuidas debido al poder absoluto del imperialismo EEUU. Esto no impidió que
se instauraran gobiernos con claras tendencia antiamericanas, como por ejemplo el
de Velasco Alvarado (militar venerado por Chávez) en Perú en los años 70.
Para garantizar su dominio, EEUU
se apoyó en el plano político, desde dictaduras abiertamente sanguinarias como
las de Cono Sur o la de Somoza en Nicaragua, hasta gobiernos dirigidos por
partidos socialdemócratas y socialcristianos, mediante los cuales mantuvo una
convivencia política hasta la década de los 90, que marca la caída de los
partidos tradicionales en la mayoría de los países de la región. También EEUU
formó unas fuerzas armadas que fueron las que en última instancia garantizaron
la estabilidad, ante una burguesía débil históricamente, en parte debido a la
propia acción de los EEUU que se encargaron de “cortar las alas” a los sectores
más nacionalistas de la burguesía de la región.
Hoy, con el cuestionamiento del
dominio americano a nivel mundial, la intervención de otras potencias, aunque
no del mismo calibre, se hace cada vez mas evidente: intervención de Francia en
el conflicto de Chiapas y en Haití; intervención de España en diversos países,
bien sea mediante “ayudas humanitarias” cuando los huracanes en El Caribe o
mediante intervención en elecciones para apoyar tal o cual candidato (en Venezuela
esta pendiente dilucidar la intervención del gobierno español de turno a través
del BBVA en la campaña de Chávez); intervención rusa con ventas de armas a
Venezuela cuestionada por EEUU. Intervención de China con sus mercaderías
baratas y sus necesidades cada vez mas importantes de materias primas.
En materia económica, la
agudización de la crisis capitalista mundial tuvo repercusiones importantes en
la región en los años 80 y 90. Las crisis de México en los años 80, y las de
Argentina y Brasil en los 90, fueron la expresión mayor de una crisis
generalizada a toda la región. El oxigeno que se inyectó a las economías de la
región a través del monstruoso endeudamiento de los años 70, no impidió que
sucumbieran ante la crisis; por ello los economistas se refieren a la de los 80
como la “década perdida”.
Esta situación tuvo repercusiones
a nivel social, ya que desaparecieron muchos de los empleos que se habían
creado en la década de los 70, pasando muchos proletarios a engrosar la masa de
excluidos sociales que se había venido formando desde mediados de siglo, y que
progresivamente migraba hacia las principales ciudades para conformar los
cinturones de miseria que hoy conocemos. Es así que conseguimos un cuadro mas o
menos generalizado en la región donde el 50% o mas de la fuerza de trabajo,
labora en la llamada “economía informal” en condiciones de alta precariedad. Se
calcula que un porcentaje importante de la población de la región (80 %) vive
en situación de pobreza. Masas importantes de esta población ha tenido que emigrar
a EEUU (alrededor de 40 Millones) o a Europa en busca de mejores condiciones de
trabajo, por lo que parte importante del PIB de países de El Caribe y
Centroamérica esta constituido por las remesas que éstos envían a sus familiares
(las remesas constituyen para Honduras el 30 % de PIB).
Como respuesta a la crisis, las
burguesías de la región implantan las medidas de corte neoliberal a finales de
la década de lo 80, situación que acentuó la pauperización y creo una serie de
convulsiones sociales, las que los partidos tradicionales de la región
(socialdemócratas y socialcristianos) no tuvieron la capacidad de controlar,
debido en parte al alto grado de descomposición en sus filas (corrupción,
inamovilidad política, clientelismo político, etc.), expresión de la
descomposición de la clase burguesa en su conjunto.
Por su parte, EEUU (así como el
resto de las grandes potencias), como una forma de enfrentar la crisis
económica a nivel interno y descargar los efectos de la crisis sobre las
burguesías de su patio trasero, intenta imponer en los años 90 planes
comerciales como el TLC. De hecho, con México se firma el primer tratado de
libre comercio, que se suponía era el inicio de la extensión del TLC hasta La Patagonia para inicios
de 2005 a
través del ALCA.
Pero las expectativas del capital
americano no se han cumplido: la implantación del ALCA es evidente que es vista
por varias burguesías nacionales como una amenaza a sus propios intereses. En
el caso de Argentina y Brasil la oposición al ALCA se debe fundamentalmente a
que la producción agrícola de estos países se vería bastante perjudicada. Es
por ello que la burguesía brasileña, la más importante de la región, hasta
ahora se ha opuesto a firmar tales acuerdos, al igual que otros países de la
región. Por ello EEUU ha optado por la vía de acuerdos bilaterales con
economías más débiles, como las de Centroamérica, El Caribe y de varios países
suramericanos (Colombia, Perú, Ecuador, Uruguay, etc.).
Mas bien, la bandera contra el
ALCA ha sido una de las que mas han explotado los partidos de izquierda e
izquierdistas de la región para ganarse a las masas que han sido afectadas por
las políticas económicas de corte neoliberal, que son las mayorías de la
población. Por otra parte, ya que el promotor del ALCA son los EEUU, a los
sectores de izquierda les viene como “anillo al dedo”, la bandera
“antiimperialista” que le sirve de base para ganar a la población y desarrollar
sus propios planes de gestión del estado y de explotación.
Sin embargo, es difícil para las
burguesías de la región, en su gran mayoría débiles económicamente, deshacerse
de las relaciones con EEUU, así que no les queda otro camino que aceptar las
condiciones impuestas por éste. Por otra parte, potencias regionales como
Brasil, México, Argentina o Venezuela, es posible que no le inspiren la misma
confianza que los EEUU, ya que a pesar de todo, ésta sigue siendo la primera
potencia económica del mundo.
El desarrollo de esta política antiamericana ha tenido resonancia debido a la disgregación del exbloque americano, que ha desatado la tendencia a que cada país, grande o pequeño, que antes pertenecía al bloque, tienda a jugar su propia política imperialista, desobedeciendo a la antigua potencia cabeza de bloque e incluso retándola como se observa en el caso de Chávez en Venezuela.
Este contexto explica el ascenso
de la izquierda a la mayoría de los gobiernos de la región, y en particular la
implantación de gobiernos populistas de izquierda, como los de Chávez y Evo Morales.
Existen unas condiciones geopolíticas y económicas, para que este tipo de
gobiernos exploten a su favor la pauperización reinante en la región, con
políticas orientadas a las capas más excluidas de la sociedad, que son las
mayorías de las que habitan la región. Al igual que en el pasado, con los
gobiernos populistas de Perón en Argentina, Getulio Vargas en Brasil, Velasco
Alvarado en Perú, Noriega en Panamá, etc.; varias burguesía de la región
recurren a estos esquemas de gobierno, ante la profundidad de la crisis
económica y política, y como única opción para controlar el malestar social,
así sea por algún tiempo. Sin embargo, aunque en estos nuevos gobiernos existen
los elementos fundamentales que caracterizan al populismo, también existe una
notable diferencia con los populismos del pasado consecuencia de la
descomposición: las dificultades para lograr una estabilidad política y el obligatorio
antiamericanismo, que se transforman en factores de inestabilidad regional.
Si bien el gobierno de Chávez, y
ahora el de Evo Morales, son expresiones caricaturales de este populismo por su
“radicalismo”, el populismo es un recurso que ninguna burguesía puede desdeñar,
de allí que gobiernos como el de Lula o Kirchner coqueteen con el populismo, o
burguesías como la mexicana tengan un candidato como López Obrador, y ni hablar
de Oyanta Humala en Perú, quien ganó la primera vuelta de las elecciones.
Sin embargo, el “nuevo” populismo
de izquierda no es la solución mágica para la burguesía, ya que son gobiernos
que por su tendencia a perpetuarse en el poder exacerban las contradicciones en
todos los órdenes, con el agravante de que en la fase actual de descomposición
el populismo no puede sobrevivir sin repercutir en la geopolítica regional y
mundial.
De la misma manera, EEUU no se
queda de brazos cruzados, ante un “sarampión” que afecta sus intereses
geopolíticos e incluso económicos. De allí la mayor atención que se le presta a
la región durante el segundo gobierno de Bush y a una adaptación de su
estrategia geopolítica a las nuevas condiciones: ya no se trata de aplicar
medidas de fuerza unilaterales, sino buscar el consenso de varios países de la
región, principalmente los de mayor peso económico y político, como Brasil y
México, para crear un frente que limite los efectos de las políticas
populistas. EEUU ha aprendido del gobierno de Chávez, al que en un principio
subestimó: por un lado juega al agotamiento de estos gobiernos; y por otro,
explota a su favor los efectos negativos de los gobiernos populistas a los propios
países de la región, como se acaba de ver con la declaratoria de
nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia, donde es inocultable la acción
geopolítica de Cuba y Venezuela, y que afecta principalmente a Brasil y
Argentina. La orientación de EEUU, en boca de su Secretaria de Estado C. Rize
es a fortalecer a la OEA,
buscando posiciones mayoritarias en su seno contra el populismo. Para apoyar
esta estrategia, EEUU se apoya con México en el norte, Brasil en el sur, y
Colombia como frente militar en la frontera con Venezuela a través del Plan
Colombia.
No obstante, EEUU de la misma
manera que arma sus dispositivos militares en el Medio y Lejano Oriente y en Asia
Central, también refuerza sus bases militares, sobre todo las del Comando Sur,
alrededor de 30 bases, que tiene un papel fundamental en el área de El Caribe y
en Suramérica. Además, su intervención militar con la excusa de luchar contra
el narcotráfico ha llevado a un reforzamiento de su presencia en Colombia (Plan
Colombia), Ecuador (Plan Patriota, base de Manta) y en Paraguay donde existe
una base militar cercana al altiplano boliviano.
Es necesario analizar el papel de
Venezuela en la geopolítica regional, que hasta ahora se ha fortalecido debido
a varios factores:
-a las condiciones políticas,
sociales y económicas de la región, que como dijimos son un caldo de cultivo
propicio para vender esperanzas a los pobres de salir de su situación;
-a la alianza con Cuba, quien ha
adaptado sus planes “socialistas” de las 3 primeras décadas de gobierno (en
materia de salud, educación, deporte, de control social, etc.) para vender su “asesoría”
a los gobiernos populistas de izquierda, y desarrollar una geopolítica basada
en la astucia;
-a la explotación de los recursos
energéticos como un arma geopolítica;
-a los altos ingresos de
Venezuela por concepto de petróleo, quien dedica importantes recursos a su sobrevivencia
geopolítica;
-a las debilidades y desprestigio
del imperialismo americano a nivel mundial.
La burguesía venezolana siempre
ha mantenido una atención sobre su mercado natural: Centroamérica, El Caribe y
los países andinos; donde ha utilizado su poder energético y económico como
arma de negociación. Esta política la sostenía en “armonía” con el capital
americano, competidor natural del capital venezolano en la región; a pesar de
gobiernos como el primero del socialdemócrata Carlos Andrés Pérez en los años
70, que intentó jugar sus propias cartas en la región a través de una política
de corte populista.
Antes del chavismo no se había
visto una política tan “agresiva” contra EEUU de parte de la burguesía
venezolana, donde con frecuencia se utiliza el chantaje de no suministrarle
petróleo. Hay que ver el carácter contradictorio de esta “agresiva” política de
Chávez: en sus casi 8 años de gobierno, aun durante el paro petrolero de
diciembre de 2002, el gobierno ha respetado los suministros a EEUU; por otra
parte, EEUU es el principal cliente comercial de Venezuela. Según varios
análisis económicos, de suspenderse la venta de petróleo a EEUU, la principal
perjudicada sería Venezuela., debido a que las refinerías de este país tienen
la capacidad de procesar el crudo pesado y extra pesado que produce Venezuela.;
por otra parte, se incrementarían los costos al colocar el petróleo en zonas
mas alejadas del mundo. También hay que tomar en cuenta que el gobierno
venezolano, en su huída hacia adelante para intentar sobrevivir, podría llegar
a cumplir sus promesas.
El chavismo para poder sobrevivir
necesita fortalecerse geopolíticamente, de allí que no escatime recursos para
tener mayor influencia a nivel regional, lo que inevitablemente lo lleva a
tener confrontaciones con EEUU en primer lugar, pero también con el resto de
los países, principalmente Brasil y México. En la medida que estos países se
debilitan, el papel de Venezuela se ve fortalecido. La estrategia que
desarrolla el chavismo es de desestabilización de la región: esto explica, por
una parte, el apoyo irrestricto a Evo Morales en Bolivia, pues este país ocupa
un lugar geográficamente estratégico, además de ser el principal proveedor
energético a Brasil; así mismo, explica el apoyo a Humala, quien podría
bloquear las aspiraciones de una vía terrestre de Brasil hacia el Pacífico.
También esta estrategia explica el retiro de Venezuela de la Comunidad Andina
de Naciones, que desestabiliza económicamente a Colombia, ya que Venezuela es
su segundo mercado mas importante; las declaraciones contra el MERCOSUR; el
retiro del Pacto de los Tres y el Pacto de San José, como una forma de dejar
mal parados a Colombia y México en el área de El Caribe. Sin embargo, esta
estrategia de ruptura con acuerdos comerciales que llevaba el estado venezolano
desde hace varias décadas, apunta a una eventual ruptura con la OEA, de llegar ésta a
presionarlo. ¿Si la burguesía cubana ha sobrevivido más de 40 años, gracias a
su antiimperialismo; por qué no podría hacerlo el chavismo contando con mayores
recursos económicos?
Sin embargo, la geopolítica de Venezuela
está mostrando sus límites: a nivel externo, la declaración oficial de Brasil
de declarar a Chávez como un elemento que atenta contra la integración
regional, marca un paso importante de distanciamiento de ese país con respecto
al chavismo y de acercamiento a EEUU en este orden; el descenso de Humala en
Perú y Obrador en México (según indica la prensa burguesa), mostraría que las
burguesías de la región están reaccionando en contra de los efectos negativos
del populismo de izquierda. A nivel interno, la geopolítica chavista está generando
una oposición dentro de la propia población chavista que se opone a los altos
gastos de recursos del estado en otros países, mientras se acentúan sus
condiciones de miseria.
Sin embargo, el drama que vive la
burguesía es que sus “salidas” son cada vez mas de corta duración y que se
agotan sus campañas de generación de esperanzas, ya que el capitalismo no tiene
salidas reales a la actual situación. Esto no quiere decir que el populismo de
izquierda se haya agotado, y que a lo mejor sus efectos no se hayan diseminado
por la región. En todo caso, mientras el proletariado mundial y regional no se
reafirme en su terreno de clase, la perspectiva no es sólo hacia mayores
niveles de pauperización, sino hacia mayores niveles de descomposición social.
La situación actual muestra la gravedad de la crisis mundial del capitalismo con sus interminables guerras y masacres llevadas a cabo en nombre de la defensa de la paz y la democracia. Con sus interminables hambrunas justificadas por los errores de los facciones burguesas contrarias. Y que se reflejan en el continente americano en un deterioro cada vez más débil del equilibrio de las facciones internas como de las burguesías nacionales en su conjunto atizadas por las necesidades imperialistas. Frente a ello el proletariado debe estar alerta frente a las mistificaciones que se alzan para aplacar su lucha y plantear su salida: la revolución proletaria, la única forma de salvar a la humanidad de la barbarie capitalista.
Mayo 2006
El tan cacareado “socialismo del siglo XXI” no constituye más que una forma de capitalismo de estado, cuyas instituciones político/jurídicas pretenden recrear las formas de encuadramiento ideológico de los sectores explotados, en el marco de la democracia burguesa
En números anteriores hemos denunciado el carácter burgués-capitalista de la llamada “revolución bolivariana”[1]. El mismo Hugo Chávez ha declarado que el “socialismo del siglo XXI” no está en contra de la propiedad privada[2], es más, la avala y reconoce como unos de los más sagrados derechos que consagra la constitución venezolana vigente. Por otro lado, ha recomendado a quienes tienen dudas acerca de las bases teóricas del “socialismo del siglo XXI” (entre ellos a los sacerdotes de la Conferencia Episcopal), que se lean a Marx y a Engels. La oposición política a Chávez, lo acompaña en su tarea de confundir al proletariado, al presentar el proyecto de gobierno actual como de tendencia “comunista”. Tal como lo afirmaban Marx y Engels, el arribo de la humanidad a la sociedad comunista, no será el producto de la implantación de sociedades perfectamente ideadas en la mente de algún “iluminado”; por el contrario, será el resultado de un movimiento histórico real, es decir, de la lucha librada por el proletariado a nivel mundial, con el objetivo de abolir las relaciones de explotación implantadas por el capitalismo.
El tan cacareado “socialismo del siglo XXI” no constituye más que una forma de capitalismo de estado, cuyas instituciones político/jurídicas pretenden recrear las formas de encuadramiento ideológico de los sectores explotados, en el marco de la democracia burguesa. Para Marx y Engels, el comunismo significaría la desaparición de las clases, la abolición de las relaciones económico/sociales capitalistas y con ellas la explotación del trabajo humano, la eliminación de las fronteras nacionales y sobre todo, la conformación de una sociedad de abundancia, no de precariedad, para la humanidad. El igualitarismo que pregona Chávez, nada tiene que ver con una revolución proletaria, ya que su régimen al igual que otros gobiernos capitalistas, se basa en la explotación del trabajo asalariado; mientras pregona el igualitarismo y el “humanismo” como valores de su “revolución” , el incremento de la pauperización y las protestas que a diario suceden (incluyendo aquellas que hacen quienes apoyan al gobierno) por vivienda, empleo, la violencia e inseguridad que cada mes cobra centenares de vidas humanas, conforman el telón de fondo de la “revolución bolivariana” .
Para los teóricos de la “revolución bolivariana”, la concepción “materialista” de la historia sólo alcanza en realidad, a una visión según la cual la crisis y la pobreza serían el resultado de la dominación que algunas potencias (sobre todo EEUU), ejercerían sobre los países más débiles, explotando sus recursos e impidiendo su desarrollo. “La causa material principal que está determinando el final del tiempo capitalista es la distribución territorialmente desigual del petróleo y el gas, fuentes de energía sobre las cuales se construyó desde finales del siglo XIX la hegemonía de las potencias imperiales que conforman y lideran la llamada civilización occidental… Hoy día esta clonación de sí mismos, esta invención imperial de atomizar el mundo en Estados nacionales con el fin de poder expoliar a placer sus recursos naturales, se está volviendo contra el imperio gracias a las luchas de muchos Estados por volverse a reunir, para preservar y usar para su beneficio las riquezas que producen sus recursos energéticos.” [3].
Es decir, que el capitalismo haya entrado en un período de crisis, ¿se explica por el hecho de que hoy día sería más difícil para las potencias industrializadas apropiarse los recursos energéticos territorialmente dispersos en el mundo? Casi un siglo hace ya que el capitalismo no logra encontrar salidas solventes a la medida de sus capacidades de producción, constituyendo este hecho la contradicción fundamental e irresoluble que está a la base de la crisis y la decadencia del capitalismo. En el Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política, señalaba Marx: “Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas.” Siguiendo el método materialista histórico, podemos comprender cómo el capitalismo, que en un momento histórico significó un sistema que sirvió al desarrollo de las fuerzas productivas, a través del perfeccionamiento de los procesos productivos apoyado en la ciencia y la técnica, se convierte en un freno al desarrollo de esas fuerzas productivas, ya que al extender su dominio a todo el planeta, agotó las posibilidades de explotar nuevas zonas geográficas o mercados a la escala de las necesidades de la acumulación capitalista. En este sentido, y retomando a Marx, esta vez en el Manifiesto Comunista, tenemos: “Durante las crisis, una epidemia social que en cualquier época hubiera parecido absurda, se extiende sobre la sociedad: la epidemia de la superproducción. La sociedad se encuentra súbitamente retrotraída a un estado de súbita barbarie; diríase que el hambre, que una guerra devastadora mundial la han privado de todos los medios de subsistencia; la industria y el comercio parecen aniquilados. Y todo eso, ¿por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados medios de vida, demasiada industria, demasiado comercio… Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno. ¿Cómo vence ésta crisis la burguesía? De una parte, con la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; de otra, con la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos.”
Esta posibilidad de conquistar nuevos mercados se agotó a finales del siglo XIX, cuando ya se había completado el reparto de África, y Asia (principales mercados extra-capitalistas) por parte de los principales imperialismos de la época, como fueron Francia e Inglaterra. No habría entonces ninguna diferencia, si seguimos el planteamiento de los teóricos del “socialismo siglo XXI”, en términos de la evolución del mercado mundial, entre el período histórico en el cual efectivamente la incorporación de mercados extra-capitalistas (no explotados hasta ese entonces) alimentó la acumulación y el desarrollo de los principales centros industrializados y el período histórico actual dominado por la crisis abierta del capitalismo mundial y el abarrotamiento de los mercados existentes; sería suponer que hoy estaríamos frente a la posibilidad de un nuevo desarrollo de las fuerzas productivas como producto de la explotación energética.
Desde los inicios del siglo XX , hechos como las guerras mundiales, la crisis económica, el desempleo, la pobreza absoluta en que viven millones de seres humanos[4], la quiebra de numerosas empresas, expresan el hecho de que esas fuerzas productivas (que hasta el siglo XIX constituyeron el factor fundamental para la unificación del mercado mundial, para la incorporación de millones de seres humanos a la producción de mercancías, para la construcción de una red mundial de comercio y de transporte), experimentan un freno en su desarrollo, ya que una parte considerable de las mercancías producidas e incluso de las mismas fuerzas productivas ya creadas, son destruidas. Decir que la sobrevivencia de las potencias industrializadas depende, en lo fundamental, de la apropiación de los recursos energéticos del tercer mundo, es obviar completamente al materialismo histórico; sería suponer que efectivamente la sola apropiación de esos recursos bastaría a las economía industrializadas para evitar la crisis económica; por otro lado, significaría que los países que hicieran una explotación de sus recursos energéticos con un sentido más “nacionalista”, tendrían la posibilidad de alejar la crisis de sus respectivas economías; en fin, la “solución” a la crisis capitalista se reduciría a un simple reacomodo en términos de las ganancias que pudieran sacarse del negocio energético, sin tomar en cuenta el hecho de que el consumo energético y los beneficios que pudieran obtenerse de él, dependen de las capacidades de absorción real que tenga el mercado mundial de los productos derivadas de este ramo industrial.
Este marco que nos ofrece el materialismo histórico, permite comprender que el capitalismo es un sistema decadente desde hace décadas, que la crisis económica no es en el fondo el producto de la mala gestión de algunos burgueses, del hecho de que las riquezas que poseen los estados no se hayan “distribuido equitativamente”; tampoco es el producto, como lo afirman los dirigentes de la “revolución bolivariana”, de la “ausencia de sensibilidad y voluntad política de los gobiernos de la IV república para potenciar la democracia social y participativa, para redistribuir con justicia la riqueza nacional y formar un recurso humano de alta calidad, capaz de gestionar dicha riqueza para beneficio de todos los sectores de la sociedad y modificar las condiciones materiales y espirituales de vida de la población venezolana.” [5]
Para el “marxismo a la bolivariana” la contradicción fundamental capitalista, la profundización y extensión de la crisis económica mundial que de ella se deriva desde hace más de tres décadas y sus implicaciones a nivel de la agudización de la competencia en el mercado mundial, no cuenta para nada… la crisis del capitalismo es perfectamente solucionable, ¡a nivel nacional! , manteniendo intacto el Estado capitalista burgués y sus instituciones democráticas, “repartiendo más equitativamente la plusvalía extraída a los trabajadores” o mejor dicho, repartiendo más equitativamente la pobreza, y estableciendo un control de los medios de producción por un estado inspirado en ideas “humanistas y justas”; es más, según el mito de la “revolución bolivariana” estaríamos hoy en una etapa “presocialista”, lo que muestra a las claras, no sólo la superficialidad y ahistoricidad de esta visión, sino que en resumidas cuentas, nada tiene que ver con el método materialista histórico . No es casualidad que dentro de las filas oficialistas se le de difusión a esta historia de los “países pobres frente a los países ricos”, ya que ello ha generado dividendos políticos a Chávez, a nivel local y regional, al colocarlo como el “líder y adalid de los pueblos pobres y débiles”, incluso, el mismo Chávez se ha autocalificado como “salvador del mundo”. No hay que perder de vista que Chávez ha llevado su gestión en el plano geopolítico sobre la base de usar el petróleo como un arma de negociación para presionar a otros países de la región que no lo poseen o que lo poseen en menor grado; incluso ha amenazado a los EEUU con suspenderle el suministro petrolero. Esta estrategia, se ha complementado con las propuestas de Chávez de construir un eje energético del Sur para la explotación del gas y el petróleo, (a lo que se suma ahora los planes de explotar los biocombustibles como el Etanol), para fortalecer las aspiraciones imperialistas de Venezuela como estado capitalista en la región.[6]
Uno de los aspectos fundamentales que plantea el “socialismo siglo XXI” es el que consiste en presentar al Estado como un instrumento para alcanzar el “bienestar” de la población y para lograr, a través de una “equitativa repartición de la riqueza” una solución a la pauperización en que vive gran parte de la población. Federico Engels, en su texto “Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico”, señala lo siguiente con relación al Estado: “El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, es el Estado de los capitalistas, el capitalista colectivo ideal. Y cuantas más fuerzas productivas asuma en propiedad, tanto más se convertirá en capitalista colectivo y tanta mayor cantidad de ciudadanos explotará. Los obreros siguen siendo obreros asalariados, proletarios”. Esta cita del texto de Engels, evidencia que la fórmula que difundió la izquierda del capital a lo largo del siglo XX, según la cual, a mayor grado de estatización más cerca se estaba del “socialismo”, nada tiene que ver con el materialismo histórico. Las experiencias de la Rusia Soviética, del “comunismo” chino y del “socialismo” cubano, nos muestran claramente, que esos regímenes no significaron más que un cambio jurídico en términos de la posesión de los medios de producción, los cuales pasaron de manera paulatina de las manos de capitalistas individuales a propiedad del Estado, dando como resultado el surgimiento de una burocracia estatal encargada de gestionar, en condiciones brutales, la explotación de los trabajadores en nombre del “socialismo”. Estos regímenes llevaron al extremo una tendencia histórica del capitalismo en su fase decadente, como es el capitalismo de Estado. Una vez que se abre el período de decadencia a principios del siglo XX, caracterizada como señalábamos en líneas anteriores, por el hecho de que la expansión de los mercados no puede desarrollarse al mismo ritmo que la producción, cada Estado capitalista debe asumir el control de la economía, para llevar al mínimo las tendencias de dislocación del cuerpo social debido a que la competencia entre capitalistas se hace más aguda, como consecuencia de la crisis económica. Pero también, para sobrevivir en el mercado frente a sus rivales capitalistas. El capitalismo de Estado soviético, terminó por ahogar y reprimir de forma sangrienta toda tentativa del proletariado para oponerse a la dictadura del partido-estado.
El capitalismo de Estado se expresó por un lado, en los regímenes totalitarios (fascista-nazista), cuyo rasgo fundamental fue el anticomunismo; por otro lado, se expresó a nivel mundial bajo la forma Keynesiana. El fortalecimiento del Estado ha sido una constante que se extiende hasta nuestros días. El “socialismo del siglo XXI” es también una expresión de capitalismo de Estado, utilizado por el sector de la burguesía representado por Chávez, para fortalecer su control sobre la sociedad. En lo económico, ha promocionado la producción bajo la forma cooperativista y cogestionaria, así como también ha creado la cadena de distribución de alimentos Mercal, para concentrar la producción y distribución de ciertos rubros bajo la dirección del Estado, a la vez que intenta desplazar a viejos sectores productores, creando la ilusión en los trabajadores de que dejan de ser explotados al asumir ellos mismos “la dirección y control de la producción”; en lo social, hecha mano de las “misiones” con las cuales establece un control de la educación, la salud y otras áreas sociales, repartiendo migajas para crear la ilusión de atención a los sectores más empobrecidos. En realidad son ahora más precarias las condiciones en que se prestan servicios como la salud, o la atención a la población estudiantil. A nivel político/ideológico y geopolítico, lo hace bajo la cobertura del “antiimperialismo”, de la integración bolivariana y el movimiento altermundialista. El capitalismo de Estado tanto en sus versiones “democráticas”, pero especialmente “socialista”, ha significado un ataque no sólo a las condiciones de vida del proletariado, sino también al desarrollo de su conciencia y su identidad de clase.
En el Manifiesto del Partido Comunista, Marx señala claramente, que en su desarrollo como modo de producción llevó a cabo un perfeccionamiento de los instrumentos de producción y a un progreso de los medios de comunicación, sometiendo a los más apartados rincones del planeta a sus relaciones de producción, creando así el mercado mundial, “forjando un mundo a su imagen y semejanza”. Al mismo tiempo que creó las bases para un desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas, creó también una clase llamada a destruir las relaciones de producción capitalistas: el proletariado. El proletariado es la primera clase revolucionaria y explotada en la historia de la humanidad. Su carácter de clase internacional, el hecho de que ella es quien pone en funcionamiento los medios de producción, su capacidad para organizarse y tomar conciencia de la incapacidad del capitalismo para garantizar el bienestar humano, la hacen ser la clase verdaderamente revolucionaria capaz de echar abajo al capitalismo. El capitalismo al extenderse a nivel mundial, creó también el proletariado mundial, unido por las condiciones de explotación que tiene que soportar.
Como condición indispensable para el éxito de la lucha histórica del proletariado, la revolución proletaria “Es la primera revolución de carácter mundial en la historia pues no puede alcanzar sus objetivos mas que generalizándose en todos los países ya que al abolir la propiedad privada tiene que abolir al mismo tiempo las estructuras regionales, sectoriales y nacionales ligadas a ella. La generalización de la dominación capitalista a escala mundial hace no solamente necesario sino además posible la extensión mundial de la revolución.” (Plataforma y Manifiesto de la CCI). Hay que recordar que la causa fundamental de la degeneración de la Revolución Rusa fue su aislamiento internacional y la derrota de la ola revolucionaria que se desarrolló en Europa, en la segunda década del siglo XX. Nada tiene que ver el marxismo con posiciones del tipo “Tal es el caso de las clases populares, las cuales representan al sector mayoritario de los países latinoamericanos, y de sectores progresistas de la clase media que han comprendido la urgente necesidad de rescatar la propiedad de sus naciones sobre los principales recursos naturales: el petróleo, el gas, el hierro, el agua, la biodiversidad, etc., base de la soberanía real sobre el Estado nacional y su territorio. … El cambio de era no es fenómeno esotérico: es la manifestación sensible, tangible de la transformación de los sujetos sociales en sujetos históricos revolucionarios que amalgamen a los trabajadores, a los campesinos, a los vastos colectivos sociales urbanos que antiguos ex marxistas denominaban marginales o simplemente ´lumpen´, y a los sectores progresistas de la clase media y de la Fuerza Armada.”[7]
La “revolución” bolivariana deja intactos la propiedad privada, la explotación, el estado nacional y sus fuerzas armadas e ideológicamente la idea de soberanía nacional, estructuras por excelencia capitalistas. Las apreciaciones en torno a quién constituye la clase revolucionaria, no es producto de una especie de desprecio de Marx (o de la izquierda comunista que se reivindica de sus aportes), por lo sectores más empobrecidos. Hemos señalado en líneas anteriores cuáles son las condiciones que hacen al proletariado una clase revolucionaria. Hay que agregar que la emancipación del proletariado significará la eliminación progresiva de las clases sociales, de la explotación humana por parte de la burguesía, lo que implica que este acto liberador que protagoniza el proletariado arrastra a otros sectores empobrecidos de la sociedad. La única perspectiva que tienen estos sectores como campesinos u otros que han caído en la pobreza de salir de su estado de miseria, es yendo tras el proletariado. Evidentemente, el proceso de descomposición social lleva a la creación de un numeroso sector de elementos marginados del proceso productivo, desmoralizados, que llegan a caer en la delincuencia, las drogas o el alcoholismo, lo que hace prácticamente imposible su incorporación en una perspectiva de clase revolucionaria.
Si revisamos la historia cuidadosamente, podremos comprobar que estos elementos, que ciertamente conforman el lumpen y en el cual caen incluso muchos trabajadores, se han comportado como capas reaccionarias, contrarrevolucionarias al servicio de la burguesía [8]. Un ejemplo de ello son los famosos “ejércitos blancos” que se formaron durante la Revolución Rusa. El mismo Chávez ha echado mano de sectores lumpenizados para amenazar no sólo a la oposición, sino también como fuerza de choque contra los trabajadores, como asesinos a sueldo, cuyas acciones de represión contra las huelgas obreras se han hecho pasar como acciones del hampa común. Pero también el mismo sector en tareas de gobierno y los factores de oposición reproducen conductas descompuestas (lumpenizadas), alrededor de los pases de factura, de las conductas pendencieras y amenazantes, del chantaje y la imposición por la fuerza, lo que muestra su incapacidad como burguesía para garantizar un mínimo de bienestar social.
Por último, reproducimos aquí un pasaje de Engels, en su trabajo “Del Socialismo Utópico al Socialismo científico”, en el cual explica por qué la revolución proletaria abre la posibilidad de asegurar a la humanidad la satisfacción plena de sus necesidades materiales, así como el libre y completo desarrollo y ejercicio de sus capacidades físicas y espirituales: “Cesa la lucha por la existencia individual y con ello, en cierto sentido, el hombre sale definitivamente del reino animal y se sobrepone a las condiciones animales de existencia, para someterse a condiciones verdaderamente humanas… La propia existencia social del hombre, que hasta aquí se le enfrentaba como algo impuesto por la naturaleza y la historia, es a partir de ahora obra libre y suya… Es el salto de la humanidad del reino de la necesidad al reino de la libertad.”
Augusto1-5-07
[1] Ver en nuestra prensa escrita o en nuestro site (www.internationalism.org [37]), los artículos “El “socialismo” chavista: Nueva forma de redistribución de la miseria” y “Toma de Fábricas en Argentina: La autogestión y cogestión: viejas trampas del capital para engañar al proletariado” en Internacionalismo N° 54 - Mayo 2005; “La lucha contra el capitalismo hoy, es la lucha por la abolición del trabajo asalariado” en Internacionalismo N° 52 –mayo 2004; “Indigenismo y «socialismo del siglo XXI»: sólo la lucha del proletariado podrá liberar a la humanidad de la barbarie capital” en Internacionalismo N° 55- octubre 2005.
[2] En el Capital, (tomo I, sobre la acumulación originaria), señala Marx, que la propiedad privada burguesa, significa la concentración de los medios de producción en una clase, la burguesía, la cual a través de un proceso histórico separa a los productores de los medios de producción, convirtiéndolos en trabajadores asalariados. En sus alocuciones, Chávez habla de expropiaciones y de arrebatar el control de algunos sectores de producción (industria petrolera, industrias básicas), a la facción de la burguesía que le antecedió en el poder, lo cual presenta como un acto “revolucionario”, para hacer creer con esto que se acaba la “propiedad privada” de la “oligarquía” y comienza la propiedad colectiva (estatal), la cual funcionaría en “beneficio del pueblo”. Contrariamente a lo que señala Chávez y sus colaboradores, su proyecto de gobierno no acaba con la propiedad privada sobre los medios de producción, sólo la encubre jurídicamente haciéndola pasar como “propiedad del pueblo”, o “del Estado”, de esta manera sigue controlando los medios de producción y beneficiándose al igual que cualquier burguesía, de la explotación del trabajo,. Evidencia de ello, es la riqueza que ahora exhiben sin ningún rubor quienes detentan el poder.
[3] “Humanismo, solidaridad social y sociedad socialista”. Mario Sanoja Obediente, en Question N° 51, febrero 2007.
[4] «Cuanto mayor es la riqueza social... tanto mayor es la superpoblación relativa, es decir, el ejército industrial de reserva. Y cuanto mayor es este ejército de reserva, en relación con el ejército obrero activo (o sea, con los obreros ocupados normalmente), tanto mayor es la masa de superpoblación consolidada (permanente), es decir, las capas obreras cuya miseria está en razón inversa a sus tormentos de trabajo. Finalmente, cuanto más extenso es en la clase obrera el sector de la pobreza y el ejército industrial de reserva, tanto mayor es también el pauperismo oficial. Tal es la ley absoluta, general, de la acumulación capitalista» (pág. 631)
[5] Ídem
[6] Con relación a este aspecto sugerimos la lectura del artículo “La Geopolítica en América Latina” en Internacionalismo N° .
[7] Mario Sanoja e Iraida Vargas. “El Sujeto histórico del socialismo del siglo XXI”, en Question N° 49, noviembre 2006.
[8] “El lumpenproletariado, ese producto pasivo de la putrefacción de las capas más bajas de la sociedad, puede verse a veces arrastrado al movimiento por una revolución proletaria; sin embargo, en virtud de todas sus condiciones de vida está más bien dispuesto a venderse a la reacción para servir a sus maniobras.” Carlos Marx y Federico Engels. Manifiesto del Partido Comunista. Obras Escogidas. Editorial Progreso, Moscú.
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