“Plan de choque”, maniobras sindicales y de la izquierda del capital… el proletariado en Argentina es atacado por todos los flancos

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Son ya diversos países en los que han tomado presencia los partidos populistas, e incluso, en algunos de ellos han ascendido al gobierno. Los partidos populistas han ganado protagonismo en por lo menos una decena de los parlamentos de países de Europa, sin embargo, el accionar más relevante lo definió el arribo de Trump en el gobierno de los Estados Unidos, por no hablar del Brexit adoptado en el Reino Unido, pero no es menos importante la extensión que ha tenido en América Latina, con el gobierno que Bolsonaro estableciera en Brasil, o el que actualmente se instaura en Argentina con Javier Milei a la cabeza.

El arribo de gobiernos como el presente en Argentina, tiene sus raíces en una ola populista internacional, producto puro de la crisis económica y la descomposición que pesa sobre una sociedad capitalista en declive. Después de prometer mejorar la situación, gobiernos tanto de izquierda como de derecha no han hecho otra cosa que atacar aún más a los proletarios, extendiendo la miseria y la pobreza. Los grupos burgueses que se presentan falsamente como críticos de las políticas tradicionales no hacen más que repetir y acentuar las mismas políticas anti obreras. En su toma de posesión, Milei afirmaba que iniciaba “una nueva era en Argentina, una era de paz y prosperidad, una era de crecimiento y desarrollo, una era de libertad y progreso…” Pero bastaron unas semanas para demostrar que tras esas promesas se escondía un deterioro mayor de las condiciones de vida: caída de los salarios, despidos y represión.

 

Mientras Milei grita ¡viva la libertad!, aumenta la miseria y la explotación

En un intento de mitigar la crisis económica, la burguesía no tiene otro camino que el de incrementar la explotación y ampliar la miseria de los trabajadores. Esta observación se ha corroborado de forma particularmente dramática en el caso del proletariado argentino. El plan de choque “anti inflacionario” que Milei aplica, en menos de 100 días ha desencadenado una verdadera hambruna y una desesperación entre los trabajadores. En los primeros dos meses de ese gobierno, el salario se ha degradado tanto, que no alcanza para adquirir las mercancías fundamentales para la subsistencia. Los precios de los alimentos se han incrementado en 66% y los medicamentos en 65%, lo que ha llevado a que su consumo decline, los primeros en 37% y los otros en 45%. Pero no es lo único que se vuelve inaccesible, el precio del transporte público ha subido el 56%, el combustible en 125%, la luz en 130%... y a todo esto se debe sumar los despidos masivos, que ya han alcanzado una cifra que oscila entre 50 y 60 mil y se espera que a lo largo del año lleguen a 200 mil despidos. La situación es tan desesperada que la población se ve obligada a vender sus muebles en las calles.

Los propios conceptos y datos oficiales para evaluar las condiciones de vida de la población refieren un incremento acelerado de la pobreza. Cifras de diciembre de 2023 mostraban que cerca de 10 mil personas viven en la calle y el 44.7% se encuentra por debajo de la “línea de pobreza”, pero para enero del 2024, esa tasa escaló hasta el 57.4%, lo que significa que son ya 27 millones de personas (de una población aproximada de 46 millones) las que sufren la miseria extrema. Y los ataques no cesan: los salarios de los profesores de básico han sido recortados, se prepara un “ajuste” a las jubilaciones y una mayor “flexibilidad laboral”, que significa despidos sin indemnización, eliminación al pago de horas extras y por supuesto la prohibición de huelgas.

El hambre y la pérdida de empleo han sido los principales motivos que han sacado a los trabajadores a manifestarse en las calles. Estas movilizaciones, aunque son incipientes, han expresado gran combatividad, por eso la burguesía se ha empeñado en desviar ese coraje.

 

La izquierda del capital se recompone para someter al proletariado

Los trabajadores argentinos no sólo se enfrentan a los ataques directos del gobierno, sino también a las trampas que los sindicatos y los partidos de la oposición preparan para enmarcar el descontento Los partidos de izquierda del capital se han reorganizado, desviando el descontento a la defensa de la economía nacional, como lo hizo la CGT en el paro del 24 de enero, con la consigna de “la patria no se vende”, o como lo hacen los gobernadores “en rebeldía”, pretendiendo reducir el problema a “la defensa constitucional de los recursos para las provincias”, o como intentan los diputados peronistas, desviar el descontento en el llamado al juicio político a Milei. La “oposición” pone por delante el nacionalismo intentando que las demandas de empleo y de aumento de salarios, que han estado presentes en las manifestaciones, se pierda en la defensa de la economía y todo el espíritu de lucha quede atrapado en la falsa disyuntiva entre políticas con “más Estado” que propone el peronismo o las “neoliberales” y “libertarias” de Milei.

En esta maraña de falsas opciones a favor o contra del Estado burgués, destaca el accionar del peronismo, que, habiéndose desacreditado durante décadas dentro del gobierno, organizando él mismo la austeridad, se empeña ahora en borrar su desprestigio asumiendo de nuevo el papel de oposición al gobierno, dentro del reparto de tareas que cumplen todos los partidos con el juego de la llamada “alternancia democrática”. Ante el plan de choque, personajes como Sergio Massa (ex candidato presidencial) y gobernadores peronistas se aglutinan para “plantar cara” al gobierno y, sobre todo, han sido Cristina Fernández de Kirchner (ex vicepresidenta del gobierno anterior) quien con su carta “Argentina en su tercera crisis de deuda” en febrero y el gobernador bonaerense Axel Kicillof (otrora ministro de economía en el gobierno de Cristina) con su informe de apertura del congreso en marzo, han marcado la pauta para las fuerzas burguesas de oposición. Sus “encendidos” discursos de crítica a los planes de ajuste enfatizan solo diferencias de procedimiento en las medidas económicas adoptadas, es decir, usar la motosierra con moderación y discreción, pero solo para fortalecer la economía nacional.

Este ataque brutal a los trabajadores argentinos solo puede hacerse pasar con una estructura sindical y política fuerte y para ello cuenta no solo con los organismos peronistas como la CGT y la CTA que juegan un papel relevante al presentarse como la expresión organizada de los trabajadores, sino también con “opciones” más “radicales” o “críticas” como el aparato de izquierda agrupado en el Frente de Izquierda-Unidad (FIT-U), que “acusa de burócratas traidores” a la dirección de esas centrales alentando la esperanza de que se pueda "rescatar", por ejemplo, a la CGT “forzándola” a que asuma la conducción de las movilizaciones que según el izquierdismo debe jugar la mayor central sindical en el país. Por supuesto, en esta maquinaria hay que anotar a otras organizaciones “más de base” que, como la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) y la Unidad Piquetera, impulsaron la manifestación a finales de febrero para pedir más presupuesto para los comedores populares, ¡cómo si la solución a la explotación asalariada fuera la gestión de la miseria y la adaptación al hambre!

En el combate contra la brutal embestida llevada por la burguesía, ni sindicatos, ni peronistas, ni los partidos del FIT-U, ni las organizaciones “de base” e “independientes”, se encuentran en la trinchera proletaria, todos ellos son instrumentos que la burguesía utiliza para controlar la movilización y esterilizar el descontento.

En este contexto, hay dos peligros latentes para los trabajadores argentinos:

- las movilizaciones interclasistas, que son movilizaciones impulsadas por la pequeña burguesía donde las reivindicaciones proletarias se diluyen y se mezclan con demandas de otros estratos sociales que no tienen los mismos intereses, como pasó con los Chalecos amarillos en Francia (2018). En Argentina, se han vivido esas expresiones como en las revueltas populares de 2001, en las que se descarriló a los trabajadores fuera de su terreno de clase, de la defensa de sus condiciones de trabajo y de vida en general.

- las movilizaciones burguesas, en las que los objetivos son abiertamente burgueses, como las protestas por la democracia en Hong Kong (2019), o la ilusión de un desarrollo sostenible o la igualdad racial dentro del capitalismo, como las manifestaciones del “Black Lives Matter” (2013) o las recurrentes marchas de los Jóvenes por el Clima (YFC -Young For Climate), etc. Las disputas por los recursos para las provincias, por ejemplo, van en esa dirección.

Hay que evitar la trampa que polariza entre pro Milei o anti Milei y más concretamente entre populistas y anti populistas, pues es un terreno totalmente minado para desviar el descontento y la combatividad del verdadero problema de la defensa de los intereses proletarios en contra del capital.

 

Ante la miseria y explotación capitalista, el único camino es la lucha obrera

Como lo denunciamos en el inicio de este gobierno, “…la burguesía sabe que la unidad del proletariado es la única fuerza que puede detener a la motosierra de Milei, por eso requiere, para hacer pasar sus golpes, del aparato de izquierda y la estructura sindical. Estas agrupaciones al ser engranes del Estado que sirven a los intereses de la burguesía, ya se preparan para impedir que la unidad y solidaridad obrera se concrete, por ejemplo, los sindicatos ya empezaron a presentar discursos “radicales” en contra de la austeridad, para ganarse las simpatías de los trabajadores y arrastrarlos a luchas falsas, controladas, callejones sin salida.1

Las movilizaciones que se han producido, como hemos dicho, aunque incipientes y estar controladas por el aparato sindical y político, deben saludarse por la determinación a defender sus condiciones de vida y de trabajo ya que los ataques solo pueden detenerse con la lucha obrera. Estas nuevas movilizaciones siguen la estela de las que se vienen desarrollando en Europa desde 2022, sobre todo en el Reino Unido y Francia, pero también en el resto de Europa, continuando en Estados Unidos y en muchos otros países.

El siguiente paso necesariamente deberá plantearse que la lucha solo tiene futuro fuera de la convocatoria y el control sindical y de los partidos de oposición de la burguesía. Esto significa que los trabajadores deben tomar el control de sus combates desde el primer momento definiendo sus demandas y tomando sus propias decisiones : “Tanto en Estados Unidos, como en el Reino Unido, en Francia, en España, en Grecia, en Australia y en todos los demás países, para poner fin a esta división organizada, para estar verdaderamente unidos, para poder tendernos la mano, para animarnos unos a otros, para extender nuestro movimiento, debemos arrebatar el control de las luchas de las manos de los sindicatos. Estas son nuestras luchas, ¡las luchas de toda la clase obrera!2

T/RR, 29-03-2024

1 La motosierra de Milei contra los trabajadores argentinos

2 Huelgas y manifestaciones en Estados Unidos, en España, en Grecia, Francia… ¿cómo podemos desarrollar y unir nuestras luchas?

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