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Las huelgas que estallaron por una cólera inmensa en Gran Bretaña el pasado mes de junio 2022, tras décadas de ataques e inactividad, marcaron un claro cambio de mentalidad en la clase obrera: "¡Basta ya! Las enormes manifestaciones contra la reforma de las pensiones en Francia, la multiplicación de las huelgas y manifestaciones en todo el mundo confirman la realidad de una verdadera ruptura: ¡los proletarios se niegan a sufrir nuevos ataques sin rechistar! Frente a la inflación, los despidos, las "reformas", la precariedad, el desprecio, la degradación continua de las condiciones de vida y de trabajo, ¡el proletariado levanta la cabeza!
El proletariado recupera su combatividad a nivel internacional
En Francia, creyendo enterrar rápidamente el movimiento, la burguesía se topa con una enorme movilización, una cólera profunda y duradera.
En España continúan las concentraciones masivas contra el hundimiento del sistema sanitario y la degradación de las condiciones de trabajo, con luchas y huelgas en diferentes sectores.
En Alemania, los trabajadores del sector público y los empleados de correos exigen aumentos salariales. El sector del transporte está paralizado por una mega huelga y la situación se agrava a la luz de las negociaciones en curso entre la patronal y el sindicato IG Mettal, que encuadra una cólera creciente.
En Grecia, la clase obrera expresó su indignación de forma explosiva tras un accidente ferroviario que costó la vida a 57 personas, revelando la falta de medios, de personal y el cinismo de la burguesía que quiso culpar a un trabajador señalador de vías para exculparse de una política de recortes presupuestarios masivos y asesinos.
En Dinamarca, estallaron huelgas y manifestaciones contra la supresión de un día festivo destinado a financiar el aumento del presupuesto militar para el esfuerzo de guerra en Ucrania.
La lista de conflictos sociales podría ser mucho más larga, ya que están extendidos y presentes en todos los continentes.
Progresivamente, la división entre explotadores y explotados, que la burguesía pretendía obsoleta, reaparece a los ojos de los proletarios, aunque siga siendo una imagen muy confusa y balbuciente. La profundización de la crisis económica, en un mundo cada vez más fragmentado, aumenta la brutalidad de la explotación de la fuerza de trabajo y, como contrapartida, genera reacciones de lucha que empujan a la solidaridad y a la reflexión. Frente a unas condiciones de trabajo cuyas injusticias flagrantes se vuelven pura y simplemente insoportables, los proletarios, ya sea en el sector público o en el privado, con bata azul o blanca, detrás de una caja registradora o de un mostrador, en la fábrica o en el paro, empiezan a reconocerse como víctimas de un mismo sistema y como actores de un destino común a través de la lucha. En resumen, los proletarios están dando, sin ser aun realmente conscientes de ello, sus primeros pasos para reconocerse como clase social: la clase obrera.
Mejor aún: los proletarios empiezan a tenderse la mano más allá de las fronteras, como vimos con la huelga de los obreros de una refinería belga en solidaridad con los obreros de Francia, o la huelga del "Mobilier national" en Francia, ante la visita (aplazada) de Carlos III a Versalles, en solidaridad con "los obreros ingleses que están en huelga desde hace semanas por aumentos salariales". A través de estas expresiones de solidaridad, todavía muy embrionarias, los trabajadores empezaron a reconocerse como clase internacional: ¡todos estamos en el mismo barco!
Pero si numerosos países de todos los continentes se ven afectados por esta oleada, es todavía a niveles muy diferentes, con niveles de fragilidad, de movilización y de conciencia muy distintos. La situación actual confirma plenamente la distinción que debe hacerse entre el viejo proletariado de los países centrales, en particular de Europa Occidental, y el de sus hermanos de clase en los países de la periferia. Como hemos visto en China y en Irán, la falta de experiencia histórica de lucha, la presencia de capas sociales intermedias más importantes, el peso más marcado de las mistificaciones democráticas expone más a los obreros a los riesgos de ahogarse en la cólera de las capas intermedias pequeñoburguesas y ultra- pauperizadas. O incluso de quedar enrolados detrás de una fracción burguesa, como lo demuestra la situación en Perú.
Si las luchas conducen a una lenta reemergencia de la identidad de clase, es en Europa Occidental donde se hace más patente, en un terreno de clase y con una conciencia, ciertamente todavía débil, pero más avanzada: por las consignas, los métodos de lucha, el proceso de maduración de la conciencia en las minorías en busca de posiciones políticas proletarias, por la reflexión que comienza más ampliamente en el seno de las masas trabajadoras.
El proletariado da así sus primeros pasos en una lucha de resistencia contra la barbarie creciente y los ataques brutales del capital. Cualesquiera que sean los resultados inmediatos de una u otra lucha, victorias (siempre provisionales mientras el capitalismo no haya sido derrocado) o fracasos, la clase obrera abre hoy el camino a otras luchas en todas partes del mundo. Espoleado por la profundización de la crisis del capitalismo y sus desastrosas consecuencias, ¡el proletariado en lucha muestra el camino!
Una carrera contra reloj frente al hundimiento del capitalismo en la crisis y el caos
La responsabilidad histórica de la clase revolucionaria ante los peligros que el sistema capitalista plantea a toda la humanidad (clima, guerra, amenazas nucleares, pandemias, empobrecimiento...) se hace más intensa y dramática. El mundo capitalista se está hundiendo en un caos cada vez más sangriento, y este proceso no sólo se está acelerando bruscamente, sino que ahora está a la vista de todos1.
¡Llevamos más de un año de guerra y masacres en Ucrania! Este conflicto bárbaro y destructor continúa con combates interminables, como demuestra la mortal polarización en torno a Bajmut, testimonio de un trágico estancamiento. Acumulando ruinas a las puertas de Europa, ¡este conflicto ya ha logrado la hazaña de superar las pérdidas humanas de los soldados del "Ejército Rojo" muertos durante los diez años de guerra en Afganistán (de 1979 a 1989)!2. La locura asesina en Ucrania revela la horrible cara del capitalismo decadente cuyo militarismo impregna cada una de sus fibras3.
Tras el terrible golpe de la pandemia de Covid-19, en un contexto de caos, crisis de sobreproducción, escasez y endeudamiento masivo, la guerra en Ucrania no ha hecho sino reforzar los peores efectos de la descomposición del modo de producción capitalista, provocando una aceleración fenomenal de la putrefacción de la sociedad4.
La guerra y el militarismo, la crisis climática, las catástrofes de todo tipo, la desorganización de la economía mundial, el auge de las ideologías más irracionales, el colapso de las estructuras estatales de sanidad, educación, transportes... esta cascada de fenómenos catastróficos parece no sólo agravarse dramáticamente, sino también mantenerse, impulsándose unos a otros en una especie de "torbellino" mortal hasta el punto de amenazar a la civilización con la destrucción pura y simple.
Los recientes acontecimientos no hacen sino confirmar aún más esta dinámica: la guerra acentúa también la ya profunda crisis económica. Además de la elevada inflación, alimentada por la carrera armamentística, se han producido nuevas turbulencias en el sector bancario de Europa y Estados Unidos, marcadas por la quiebra de bancos como el Silicon Valley Bank (SVB) en California y el rescate del Credit Suisse con una adquisición forzosa por parte de UBS. El espectro de una crisis financiera se cierne de nuevo sobre el mundo; todo ello en un contexto de desorden mundial exacerbado, de competencia desenfrenada y de guerra comercial despiadada que empuja a los Estados a políticas sin brújula, precipitando la fragmentación y las catástrofes, donde la del calentamiento climático no es de las menores5. Estas catástrofes sólo pueden conducir a nuevas convulsiones y a una precipitación en la crisis, con fenómenos imprevisibles.
Mientras la clase obrera se lanza al terreno de la lucha de clases, el sistema capitalista sólo puede sumirnos en la bancarrota y la destrucción si no es derribado por el proletariado. Estos dos polos de la situación histórica chocarán ahora y se enfrentarán más en los años venideros. Esta evolución, a pesar de su compleja dinámica, revelará a la larga con mayor claridad la única alternativa histórica posible: ¡comunismo o la destrucción de la humanidad!
WH, 5 de abril, 2023
1Ver Los años 20 del Siglo XXI: La aceleración de la descomposición capitalista plantea abiertamente la cuestión de la destrucción de la humanidad | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) Incluso la burguesía, que, en el último informe sobre riesgos mundiales del foro de Davos, ha expuesto muy lúcidamente la catástrofe a la que nos arrastra el capitalismo.
2 La ONU ha revelado incluso el hecho de ejecuciones sumarias en ambos bandos.
3 Ver El capitalismo lleva a la destrucción de la humanidad solo la revolución mundial del proletariado puede acabar con él | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org)
4 Ver TESIS SOBRE LA DESCOMPOSICION: La descomposición, fase última de la decadencia del capitalismo | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org)
5 A finales de marzo, en España, nuevos incendios "típicos de verano" ¡ya han obligado a evacuar a 1500 personas!