Guerra en Ucrania, pandemia, desastres medioambientales, crisis económica... ¡Sólo el proletariado puede ofrecer un futuro a la humanidad!

Printer-friendly version
AttachmentSize
PDF icon guerra_en_ucrania.pdf126.1 KB

Hace casi 6 meses que la guerra se desató a las puertas de Europa, medio años que dura este macabro espectáculo y sus miles de víctimas, sus millones de exiliados, sus escenas de destrucción y desolación, medio año donde la carnicería y la devastación ha regresado brutalmente a Europa, acelerando así la espiral bélica en la que se hunde el capitalismo.

Esta odiosa manifestación del hundimiento del capitalismo en el caos y la barbarie va acompañada del resurgimiento de la pandemia de Covid-19 con una "séptima ola" que actualmente recorre Europa sin que los Estados prevean la más mínima medida sanitaria, abandonando la burguesía a las poblaciones a su suerte en la más perfecta negligencia.

Asimismo, la cadena de olas de calor, como la que azotó a la India y Pakistán los pasados meses de marzo y abril, nos recuerda que los cataclismos relacionados con el cambio climático amenazan cada vez más a la humanidad. Los efectos más extremos (olas de calor, sequías, inundaciones, tormentas, etc.) se están convirtiendo incluso en la norma y pronto harán imposible la vida humana en regiones enteras del planeta.

Podríamos añadir muchos otros aspectos a esta acumulación y simultaneidad de catástrofes que sólo demuestran una cosa: la considerable acentuación de la putrefacción de la sociedad capitalista y la total incapacidad de la clase dominante para contrarrestar esta tendencia histórica. Estos tres grandes acontecimientos ilustran de manera flagrante el hecho de que el capitalismo se ha convertido en un modo de producción obsoleto, incapaz de garantizar un futuro a la humanidad que no sea su propia destrucción.

El capitalismo es la guerra

Desde principios del siglo XX, la guerra es inseparable de la sociedad capitalista. Es el producto mismo de este modo de producción, que está definitivamente en crisis, "habiendo agotado históricamente todas las posibilidades de desarrollo, y encontrando en la guerra moderna, la guerra imperialista, la expresión de este colapso que [...] no hace más que engullir las fuerzas productivas en el abismo y acumular ruina sobre ruina a un ritmo acelerado[1]. Pero a diferencia de la catástrofe climática o de la aparición de la pandemia, el militarismo y la proliferación de los conflictos bélicos son el producto de la acción voluntaria y deliberada de la burguesía, incapaz de dirimir sus rivalidades imperialistas de otra manera que no sea por la ley de las armas y con la sangre de los explotados.

La guerra en Ucrania no es una excepción a esta lógica totalmente irracional[2] e incluso constituye una profundización del militarismo y de sus bárbaras consecuencias, como demuestran la magnitud de los combates, las decenas de miles de muertos, la destrucción sistemática de ciudades enteras, la ejecución de civiles, el irresponsable bombardeo de centrales nucleares y las considerables consecuencias económicas para todo el planeta. La explosión de los presupuestos militares de todos los estados, y la prevista adhesión de Suecia y Finlandia a la cesta de cangrejos que es la OTAN, no son en absoluto marcas del famoso "Si quieres la paz, prepara la guerra" tan hipócritamente machacado por la burguesía. Por el contrario, el aumento de los arsenales militares y, de forma más general, la acentuación de la economía de guerra no hará sino aumentar las tensiones entre los Estados y desde ahora están sentando las bases de futuros conflictos.

Un empeoramiento considerable de la crisis económica

Mientras el mundo sufre desde hace casi tres años una de las pandemias más mortíferas de la historia, y mientras la crisis económica y el desastre medioambiental se agravan, todos los Estados se hunden en gastos de armamento a niveles abismales. Más que nunca, la economía está al servicio de la guerra, al servicio de la producción desenfrenada de herramientas de destrucción sin la menor coherencia económica. Puesto que un fusil, un misil o un avión de combate no generan ningún valor adicional y son un puro despilfarro, una pérdida muerta desde el punto de vista del capital a escala mundial. Por lo tanto, el aumento de la producción de armas, la posible conversión de sectores estratégicos a la industria militar, el endeudamiento que todo ello provocará y la disminución de la inversión en otros sectores de la economía alterarán considerablemente el comercio mundial y empeorarán aún más las condiciones de vida de los explotados.

Además, a esto se añaden los efectos directos de la guerra que ya se dejan sentir en gran parte de la población mundial: inflación exorbitante, la desorganización total de las cadenas de producción, las medidas de represalia económica entre estados rivales. Las consecuencias de la guerra imperialista golpean duramente a los explotados de todo el mundo, que tienen que enfrentarse a situaciones de escasez y penuria. Ante esta situación catastrófica, la burguesía no tiene otra salida que la interminable ideología del sacrificio, al igual que los gobiernos europeos que, ante los cortes de gas ruso, instan a la población a apretarse el cinturón y practicar la "sobriedad energética", todo ello en nombre de una pseudo solidaridad con el "pueblo ucraniano". Esta despreciable propaganda transmitida por las grandes empresas energéticas muestra toda la perfidia y el cinismo de la clase dominante, que no renuncia a hacer pagar su crisis a la clase trabajadora. Pero las mentiras de la clase dirigente palidecen en comparación ante la dura realidad que miles de millones de personas sufren a diario en su propio cuerpo. Como prueba está el aumento del hambre en el mundo: en 2021, el capitalismo ha sumido a 2,300 millones de personas en la inseguridad alimentaria, de las cuales unos 800 millones ya han pasado hambre, y esto incluso antes de la actual guerra en Ucrania y sus consecuencias.

El futuro está entre las manos del proletariado

Como hemos afirmado repetidamente en los últimos meses, el proletariado, privado de su conciencia de clase, es por el momento incapaz de reconocerse como una fuerza social capaz de oponerse a la guerra y de defender la perspectiva revolucionaria. Frente a la inflación y la escasez, las revueltas han estallado así en un terreno de lucha totalmente ajeno a los métodos y objetivos del proletariado, como en Sri Lanka, donde la cólera de la población ha sido instrumentalizada para destituir al presidente de turno, sirviendo así de masa de maniobra en los enfrentamientos entre camarillas burguesas. En Ecuador, miles de "indígenas", agrupados por líneas étnicas y apartados de la clase obrera, también se han propuesto derrocar al gobernante... en beneficio de otra camarilla burguesa.

Sin embargo, en las últimas semanas se han manifestado en el corazón del capitalismo mundial los primeros atisbos de reacción de los trabajadores ante la acentuación de la explotación en sus trabajos y ante el deterioro de las condiciones de vida, como consecuencia de la subida de los precios. A finales de junio, más de 50,000 trabajadores ferroviarios británicos estaban en huelga para reclamar mayores salarios[3]. En Alemania, España y Francia también estallaron huelgas en el sector aéreo y ferroviario, basadas en las mismas reivindicaciones. Si estas luchas defensivas siguen siendo por el momento muy embrionarias, aisladas unas de otras y encuadradas por los sindicatos, estos últimos desplegando a la perfección su arsenal de sabotaje a través del encierro corporativista y la división entre sectores, el hecho es que ilustran una gran rabia en las filas de los trabajadores, así como un potencial de combatividad en el período que viene.

Pero, sobre todo, estos movimientos demuestran plenamente que la crisis económica sigue siendo el mejor aliado del proletariado, el terreno más favorable en el que puede desarrollar su solidaridad, su unidad internacional y recuperar gradualmente su identidad de clase y la conciencia de su fuerza revolucionaria. Sólo a través de estas largas y tortuosas luchas podrá extirpar a la humanidad de la espiral de destrucción en la que la arrastra el capitalismo y mostrar así el camino hacia el comunismo. Más que nunca, ¡el futuro es de la clase obrera!

Vincent, 8 de julio de 2022

 

[3] Ver Huelgas en Gran Bretaña: Los trabajadores están listos para la lucha - y la clase dominante se prepara para sabotearla https://es.internationalism.org/content/4848/huelgas-en-gran-bretana-los-trabajadores-estan-listos-para-la-lucha-y-la-clase

Geografía: 

Herencia de la Izquierda Comunista: 

Cuestiones teóricas: 

Rubric: