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Seis días después del ataque racista en Buffalo, el horror ha vuelto a golpear en Estados Unidos, esta vez en una escuela primaria de Uvalde (Texas), en una masacre que se ha cobrado la vida de 19 niños y dos de sus profesores. Esta masacre sin motivo de niños indefensos es espeluznante. Uno no puede imaginarse la devastación de las familias y el trauma que los supervivientes tendrán que cargar durante el resto de sus vidas.
Salvador Ramos, el autor de la matanza, era un joven tímido de 18 años de una familia pobre del que a menudo se burlaban por ser "diferente" y un poco "raro". Como muchos adolescentes con un pobre sentido de sí mismo, empezó a cortarse los brazos y la cara, y luego se fue aislando gradualmente pasando largos periodos de tiempo fuera de la escuela. Es cierto que Salvador Ramos tenía una fragilidad particular que le llevó a desarrollar un gusto morboso por las armas de fuego antes de cometer este acto atroz, pero tiene el trasfondo típico de una masa creciente de jóvenes sin perspectivas que se sienten tan aplastados, rechazados e incomprendidos que se lanzan en número cada vez mayor a un proceso mortificante de autodestrucción. Ante el sufrimiento que representa para ellos la existencia, ante la ausencia total de esperanza de una vida mejor, muchos jóvenes se quitan la vida. Salvador Ramos, como otros jóvenes embriagados de venganza nihilista, se hundió en lo más bárbaro de la sociedad capitalista: quiso abandonar este mundo, llevándose consigo a niños de 10 años, encarnación del futuro de la humanidad que ya no podía existir a sus ojos.
Esta nueva masacre no es sólo obra de un "monstruo" que hay que erradicar para combatir el "mal de nuestra sociedad" (según Trump). En realidad, el "mal de nuestra sociedad" es todo el sistema capitalista, un sistema sin futuro que está decayendo y arrastrando a la humanidad en su estela asesina, como podemos ver con la Guerra de Ucrania. Los asesinatos en masa y los atentados terroristas se suceden desde hace años en Estados Unidos y en el resto del mundo a un ritmo cada vez más aterrador. El mes pasado, un tiroteo en una guardería de la región rusa de Ulyanovsk acabó con la vida de tres personas. Pocos días después, un ataque a una escuela de niñas en Kabul mató a unas 50 estudiantes. En enero, un hombre armado mató a tiros a una persona e hirió a otras tres en la Universidad de Heidelberg (Alemania), antes de suicidarse...
En las últimas tres décadas, los tiroteos en las escuelas se han vuelto más comunes. Pero más que en ningún otro lugar, Estados Unidos, donde más de 4.000 niños murieron a manos de un arma sólo en 2020 (¡!). En el centro de esta pesadilla, por supuesto, está la delirante proliferación de armas de fuego. ¿Cómo no horrorizarse al ver que un joven de 18 años, que sufre graves trastornos mentales, pueda comprar dos rifles de asalto? En este país existe una gigantesca industria armamentística que también hace su agosto vendiendo millones de armas a la población sin preocuparse por la vida de los cientos de miles de víctimas.
Este lucrativo negocio navega alegremente alimentado por ideologías perfectamente irracionales que florecen en el terreno fértil de la descomposición generalizada del capitalismo1. La reciente aceleración de este proceso se ha caracterizado en parte por la explosión de las "teorías de la conspiración" y la fuerte paranoia social2. Durante la pandemia de Covid-19, la venta de armas se disparó, a veces en nombre de la "protección de los ciudadanos de la interferencia del Estado", a veces para "proteger a Estados Unidos del Gran Reemplazo". Este es el contexto donde Salvador Ramos cometió su masacre y un supremacista blanco fue capaz de disparar a una multitud en una tienda de Buffalo.
Por supuesto, ante el horror, los mandamases del Partido Republicano volvieron a hacer gala de un cinismo sin límites y de una burda estupidez que ya no parece preocuparse ni por la lógica más elemental. A los políticos demócratas les tocó ocultar la responsabilidad del capitalismo podrido en esta masacre: "¿Cuándo, en nombre de Dios, vamos a enfrentarnos al lobby de las armas?", gritó el presidente Biden. Clinton, Obama y Biden, esa panda de hipócritas sin escrúpulos que nunca han dudado en gastar miles de millones de dólares en exportar armas o armar hasta los dientes a sus fuerzas represivas, tuvieron mucho tiempo para "enfrentarse al lobby armamentístico" durante sus numerosos mandatos. ¿Qué han hecho salvo derramar una lágrima falsamente comprensiva ante cada nuevo tiroteo? ¡Nada! Se quedaron con gestos porque la fabricación de armas es una industria estratégica extraordinariamente próspera en Estados Unidos. Pero, sobre todo, detrás de la supuesta solución milagrosa del control de armas3, la burguesía busca ocultar los orígenes del "mal de nuestra sociedad".
Salvador Ramos está muerto, su cuerpo acribillado a balazos, pero las causas de su trayectoria asesina no han desaparecido. Con el agravamiento de la crisis del capitalismo, con el crecimiento imparable de la miseria, de la precariedad, de la violencia social y de la exclusión, la desesperación y el odio tienen todavía un largo camino por recorrer. La única contramedida a esta deriva bárbara reside en el desarrollo masivo y consciente de las luchas proletarias que ofrecerán a los jóvenes una verdadera identidad, la de la clase, y una verdadera solidaridad, la que se forja en la lucha contra la explotación. En estas luchas los explotados de todos los países podrán gradualmente comprender y defender la única perspectiva que puede salvar a la humanidad de la barbarie: ¡el derrocamiento del capitalismo mediante la revolución mundial!
EG, 29 de mayo de 2022
1 Tesis sobre la Descomposición https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo . Mientras que el proletariado aún no ha encontrado la fuerza para derrocar al capitalismo afirmando abiertamente su perspectiva revolucionaria, la burguesía es hoy incapaz de movilizar a los diferentes componentes de la sociedad en torno a la única "respuesta" que puede dar a la crisis histórica de su sistema: la guerra mundial. La sociedad se encuentra así sumida en un impasse momentáneo, una especie de "bloqueo" desde finales de los años 80, marcado por la ausencia de toda perspectiva inmediata.
Esta fase de descomposición se caracteriza por una putrefacción de todas las relaciones sociales a todos los niveles, que es aún más evidente en el plano ideológico con el desarrollo sin precedentes del terrorismo, la delincuencia, el maremágnum de la droga, la violencia descarada, la profusión de sectas, el renacimiento del espíritu religioso y de ideologías totalmente irracionales, la violencia y la desesperación... En este sentido, no es casualidad que el número de tiroteos en las escuelas se haya disparado en los últimos treinta años
2Una aceleración que el CCI identificó al inicio de la pandemia mundial de Covid-19 y que se confirmó y agravó en gran medida con la guerra de Ucrania, ver Informe sobre la pandemia y desarrollo de la descomposición del 24º Congreso Internacional de la CCI https://es.internationalism.org/content/4713/informe-sobre-la-pandemia-y-desarrollo-de-la-descomposicion-del-24o-congreso .
3 En Asia, donde las armas están más estrictamente controladas, los atentados se realizan con mayor frecuencia con cuchillos. En China, por ejemplo, el mismo día de la masacre de Newtown en 2013, un hombre apuñaló a 22 niños en una escuela