Reflexiones sobre la problemática del estado de transición

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Contribución del compañero

La falsa visión del Estado

Desde buena parte de la nueva izquierda dominante, el altermundialismo, el “movimiento antiglobalización” etc., como se puede desprender de líderes como Noam Chomsky, se transmite la idea de que el estado surgió como voluntad de los seres humanos, o incluso que es el responsable de las clases sociales. Este concepto del estado lleva a su vez el germen de la idea de que el estado pudiera ser disuelto a voluntad, o de que pudiera ser un instrumento al servicio de “todos”, un instrumento interclasista. La idealización de la que se hace Noam Chomsky respecto al estado queda bien ilustrada en su interpretación de los primeros economistas burgueses y de los hombres de la ilustración. Hablando de Adam Smith nos dice “este entendía que en un mercado en perfecta libertad, conduciría a una perfecta igualdad, no solo de oportunidades sino también de condiciones [……]no nos hemos acercado ni remotamente a esto, porque el estado se ha utilizado tanto como se ha podido.”[1]. Como si cupiera la posibilidad de que el estado no se utilizase, o no se utilizase para determinados intereses y sí para otros. Póngase el caso, como tanto les gusta afirmar a los izquierdistas, “dar un instrumento al pueblo para su emancipación”. En realidad, la idea de que el estado surge por voluntad del ser humano, no nos permite una correcta comprensión de la naturaleza del estado, y tener esto claro es vital de cara a saber a qué nos estamos enfrentando. La idealización del estado surge o tiene su raíz, en el espacio común que supuestamente nos daría el ser ciudadanos, que está al mismo tiempo vinculada al concepto de la democracia. La clase dominante es la primera interesada en hacernos creer, que todos iríamos en un mismo barco, que compartimos intereses comunes como ciudadanos que somos todos. El pueblo, la nación, son conceptos consustanciales al estado y que la burguesía no puede renunciar a ellos. Como decía Maquiavelo el ABC de todo gobernante es hacer creer al resto, que sus intereses coinciden con los tuyos. Y aquí viene una de las primeras características del estado. Que surge no por voluntad, sino por necesidad. El estado es el instrumento de dominio de una clase sobre otra. O, dicho de otro modo, es el órgano que genera toda sociedad dividida en clases con el fin de encauzar las contradicciones y conflictos que genera una sociedad de dicha naturaleza. Que evidentemente se trata de una sociedad violenta muy violenta, como no puede ser de otra manera, una sociedad dividida en clases.

El Estado en el periodo de transición del capitalismo al comunismo

Es el desarrollo de las fuerzas productivas y de la división del trabajo, lo que en un determinado momento genera el estado y no al revés. Y de esto se desprende que mientras existan clases sociales existirá el estado, lo cual nos obliga a pensar en un estado de transición, porque al día siguiente del triunfo de la revolución, seguirán existiendo no solamente el resto de las capas no explotadoras de la sociedad, sino también la burguesía en lucha encarnizada contra el poder que le ha sido arrebatado.

Pero el cómo afrontar este estado de transición y qué es lo que implica, es un problema que todavía nos hará falta más experiencias para poderlo afrontar satisfactoriamente. Podemos abordar unas líneas generales que nos ha dejado en su legado la historia de la clase. La subestimación del problema del estado, seña de identidad de los anarquistas, y que floreció, fruto de la inexperiencia del movimiento obrero, en el marco de la primera internacional: El enfrentamiento dialectico entre marxistas y anarquistas, nos aportó muchas claves en lo que respecta a la naturaleza del estado. Estrechamente ligado a su visión ahistórica, Bakunin negaba el estado de transición, como si este pudiera desaparecer a voluntad. En ese sentido son muy instructivas las aportaciones de todos aquellos que se esforzaron por profundizar en esta cuestión. Friedrich Engels nos dice en su artículo De la autoridad[2]: “Todos los socialistas están de acuerdo en que el Estado político, y con él la autoridad política, desaparecerán como consecuencia de la próxima revolución social, es decir, que las funciones públicas perderán su carácter político, trocándose en simples funciones administrativas, llamadas a velar por los verdaderos intereses sociales. Pero los antiautoritarios exigen que el Estado político autoritario sea abolido de un plumazo, aun antes de haber sido destruidas las condiciones sociales que lo hicieron nacer. Exigen que el primer acto de la revolución social sea la abolición de la autoridad. ¿No han visto nunca una revolución estos señores? Una revolución es, indudablemente, la cosa más autoritaria que existe; es el acto por medio del cual una parte de la población impone su voluntad a la otra parte por medio de fusiles, bayonetas y cañones, medios autoritarios si los hay [……] ¿La Comuna de París habría durado acaso un solo día, de no haber empleado esta autoridad del pueblo armado frente a los burgueses? ¿No podemos, por el contrario, reprocharle el no haberse servido lo bastante de ella?[3].

La cuestión del Estado en la revolución rusa

Pero indudablemente la experiencia más interesante y la que más lecciones nos aporta es la revolución rusa. Aquí la subestimación del problema del estado se materializa de una forma diferente. Los bolcheviques, en su afán de hacer de la necesidad virtud, creyeron que con unir a la palabra estado el epíteto proletario ya tenían resuelto el problema. Sin duda alguna era la manera más fácil de sortear las dificultades que les venían encima fruto del cada vez más agudo aislamiento de la revolución. El problema es que esta visión lejos de ralentizar la degeneración de la revolución, lo que hizo fue acelerarla. Una visión que venía de la tradición parlamentaria con la que no se supo romper, y que compartían la inmensa mayoría de los revolucionarios de aquel entonces. El partido representa a la clase y por tanto mientras el partido conservara el poder, la revolución estaría asegurada. Hoy en día gracias a esa experiencia, sabemos que eso no es así. No podemos abordar aquí el tema de la relación entre la clase y el partido[4]. No es el cometido de este artículo.

Simplemente unas líneas generales; precisamente porque el partido es solo una parte de la clase, esté no puede tomar el poder en nombre de la clase, por muy avanzado y consciente que sea su vanguardia. Porque el comunismo ni se puede delegar ni decretar, si no que será la obra de todo el proletariado. Detrás de esta visión defendida por los bolcheviques, se encuentra la idea dominante por aquel entonces, de identificar la dictadura del proletariado con el estado. En realidad, el propio término “estado proletario” es una contradicción en sí mismo, puesto que el estado es un ente intrínsecamente conservador. Como hemos visto arriba, tiene como misión amortiguar y encauzar los conflictos sociales, o sea conservar la sociedad tal cual está. Fruto de las lecciones sacadas de la propia historia, no se puede hablar por tanto de un estado proletario, si no de un estado en manos del proletariado. Porque la dictadura del proletariado se debe ejercer sobre el propio estado de transición. El hecho de que la revolución de 1917 fracasara debido fundamentalmente a que esta quedara circunscrita a Rusia, y por tanto sin ningún futuro, puesto que un bastión proletario en mitad del mundo capitalista tiene los días contados: el aislamiento cada vez más brutal al que fue sometido, así como la intervención militar capitalista, unido al afán meramente productivista que se iba imponiendo en el marco de la economía de guerra a las que las circunstancia obligaron, que incluso estableció el sistema Taylor[5] de producción, condujo a un reforzamiento de la cuestión militar en decaimiento de toda cuestión política, facilitando con ello la creación de todo un entramado de organismos que escapaban del control proletario: el consejo superior de economía, la checa, el ejército; institucionalizándose los consejos obreros en el marco de un cada vez más evidente partido-estado, acabado estos convertidos en meras cámaras de ratificación de dicho estado.

Como decía, el hecho de que la revolución rusa fuera destruida debido a la degeneración de esta y no por el aplastamiento manu militari por la burguesía exterior, tuvo un impacto mucho más brutal para el proletariado internacional, porque los bolcheviques haciendo de la necesidad virtud llamaron comunismo a lo que no era otra cosa que capitalismo de estado. En este sentido premonitorias fueron las palabras de Karl Radek en el Kummunist nº1 de abril de 1918[6]: “Si la revolución rusa fuera aplastada por la contrarrevolución burguesa, renacería como el Fénix; si, por el contrario, perdiera su carácter socialista y con ello decepcionara a las masas trabajadoras entonces este golpe tendría consecuencias diez veces más terribles para el futuro de la revolución rusa e internacional”.

Décadas de contrarrevolución basadas en principios comunistas equivocados que dieron como resultado horrores como el estalinismo o el maoísmo atestiguan el valor de estas palabras. El estado es un instrumento de dominio de una clase sobre otra y, por tanto, si no está en manos del proletariado, caerá en manos de otra clase, para ejercerla sobre el proletariado, como lo vimos también en el caso de la experiencia española de julio del 36. Un proletariado abatido, asumido en plena contrarrevolución, como era el proletariado de entreguerras, materializándose su confusión en aquellas semanas del 36, en la formula contradictoria “tenemos el poder, pero no lo queremos”. Es un paradigma de la problemática del estado, cuando el proletariado abatido e influenciado por los cánticos de sirena del anarquismo, se vio totalmente amarrado e imposibilitado de llevar a cabo su misión histórica. El poder, el estado, solo podrá desaparecer, cuando desaparezca la sociedad en clases de la cual ha surgido.

Laro

Comentarios de la CCI

Como hemos dicho al principio, saludamos calurosamente la contribución del compañero. Manifiesta una preocupación para comprender la perspectiva revolucionaria que posee el proletariado como clase histórica, en un momento en que las generaciones proletarias del presente tienen una gran dificultad para asumir su propia identidad de clase y, en consecuencia, su alternativa revolucionaria.

La reflexión del compañero es profundamente militante como lo prueba el punto de partida de su escrito: una denuncia clara de la visión falsa y mistificadora del Estado que propaga la ideología burguesa y que repiten como papagayos los servidores izquierdistas del Capital, incluidos individuos que se reclaman de un anarquismo radical como Noam Chomsky.

El compañero deja claro que el Estado no nace de la “voluntad de los seres humanos”, sino que es “el instrumento de dominio de una clase sobre otra. O, dicho de otro modo, es el órgano que genera toda sociedad dividida en clases con el fin de encauzar las contradicciones y conflictos que genera una sociedad de dicha naturaleza”.

El compañero partiendo de este marco de análisis ve inevitable la existencia de un Estado en el periodo de transición del capitalismo al comunismo, pero, precisa con rotundidad que este estado jamás será “proletario”: “el propio término “estado proletario” es una contradicción en sí mismo, puesto que el estado es un ente intrínsecamente conservador. Como hemos visto arriba, tiene como misión amortiguar y encauzar los conflictos sociales, o sea conservar la sociedad tal cual está. Fruto de las lecciones sacadas de la propia historia, no se puede hablar por tanto de un estado proletario, si no de un estado en manos del proletariado”.

El compañero sigue el método histórico para considerar el problema del Estado en la revolución comunista refiriéndose a la Comuna de París y muy especialmente a la revolución en Rusia 1917, que nos da un material riquísimo para armarnos sobre la cuestión cara al futuro[7].

Si compartimos las conclusiones que saca el compañero, queremos, sin embargo, hacer dos precisiones que nos parecen necesarias para proseguir la clarificación.

La importancia de El Estado y la Revolución

Respecto de la experiencia de la revolución rusa el compañero dice “la subestimación del problema del estado se materializa de una forma diferente. Los bolcheviques, en su afán de hacer de la necesidad virtud, creyeron que con unir a la palabra estado el epíteto proletario ya tenían resuelto el problema”.

Si bien es cierto que hubo indudables confusiones en los bolcheviques -compartidas en realidad por todo el movimiento obrero de la época[8]- estos realizaron un esfuerzo por plantear la cuestión del Estado, antes de la toma del poder por los soviets en octubre de 1917. Lenin consagró muchas horas de agosto 1917 en su forzado exilio en Finlandia, a su obra El Estado y la Revolución[9]. Una obra que sigue el método vital de reapropiarse críticamente todo lo que previamente el movimiento obrero -y especialmente Marx y Engels- había desarrollado sobre la cuestión. En este marco Lenin aporta algo crucial: el Estado burgués hay que destruirlo mediante una revolución violenta mientras que el Estado del periodo de transición debe ser extinguido por la acción consciente y organizada del proletariado a través de los Consejos Obreros.

En 1921 en el debate sobre los sindicatos, Lenin señala que los obreros deben hacer huelga contra “su estado” pues este puede escapársele de las manos, y, posteriormente, trata de reflexionar sobre el problema del Estado “proletario” argumentando que este es como un “automóvil que va por su propio camino a espaldas de la voluntad de su conductor”.

Creemos que, más allá de sus limitaciones y de su degeneración oportunista, muy acusada a partir de 1920-21, el partido bolchevique no trató de forma tan simplista la cuestión del Estado y, especialmente mediante el trabajo de Lenin, hizo esfuerzos de clarificación del problema[10].

La contrarrevolución es fruto de la traición a los principios del comunismo

Hay un pasaje que pensamos está en contradicción con todo lo que muy acertadamente el compañero desarrolla: “Décadas de contrarrevolución basadas en principios comunistas equivocados que dieron como resultado horrores como el estalinismo o el maoísmo atestiguan el valor de estas palabras”.

No fueron “principios comunistas equivocados” los que produjeron la contrarrevolución sino la traición de esos principios, su abandono y falsificación descarados. Como muy justamente el compañero señala “El hecho de que la revolución de 1917 fracasara debido fundamentalmente a que esta quedara circunscrita a Rusia, y por tanto sin ningún futuro, puesto que un bastión proletario en mitad del mundo capitalista tiene los días contados”. La contrarrevolución emergió del aislamiento de la revolución en Rusia, sin embargo, fue ejecutada desde el propio estado surgido tras la revolución -el estado soviético- y por el partido bolchevique que acabó siendo absorbido por ese estado, lo cual, como señala el compañero fue trágico para el proletariado mundial y sus consecuencias aún las seguimos soportando: “el hecho de que la revolución rusa fuera destruida debido a la degeneración de esta y no por el aplastamiento manu militari por la burguesía exterior, tuvo un impacto mucho más brutal para el proletariado internacional”.

Está claro que la conciencia comunista se desarrolló de manera insuficiente cara a todos los problemas que planteaba la oleada revolucionaria mundial de 1917-23 y la experiencia de la revolución en Rusia. Es igualmente evidente que los revolucionarios cometieron errores -los cuales, como dijo Trotski, “pueden pagarse con montañas de cadáveres”, pero es importante dejar claro que el vector de la contrarrevolución no fueron los errores o las insuficiencias de los comunistas, sino la traición perpetrada por la fracción en torno a Stalin que se materializó en la monstruosidad del “socialismo en un solo país”. Por ello, lo que hubo en la URSS o ulteriormente en China, Cuba, Corea del Norte etc., es la expresión de un capitalismo de Estado envuelto en las banderas del “comunismo”.

CCI 25-2-21

 

[1] Extraído de una entrevista a Noam Chomsky, en el marco de una obra más amplia con otras entrevistas hechas a este y artículos suyos que lleva por título Lucha de clases. Este libro puede encontrarse en su versión española en www.planetadelibros.com/libro-lucha-de-clases/115913.

[3] La comuna de Paris, 18 de marzo – 28 de mayo de 1871. Fue la primera vez en la historia en que el proletariado tomaba el poder en sus manos. A pesar de su corta duración se sacaron valiosas lecciones de ella. Karl Marx profundiza en esta experiencia en su obra La Guerra civil en Francia https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gcfran/index.htm

[5] El sistema propio de los países capitalistas, que pagan al trabajador por el número de piezas realizadas por horas. Establecido en mayo de 1918 en el marco del llamado “comunismo de guerra”, y que puso la bases para el desarrollo de un capitalismo de estado, que supuso una explotación del proletariado sin precedentes.

[6] Kommunist, (El Comunista). Publicación en torno a la cual se constituyó la primera facción de izquierda comunista en el interior del partido comunista ruso. Se publicaron cuatro números de abril a junio de 1918. No se pudo publicar más porque la revista fue clausurada y el grupo disuelto en nombre de la “unidad del partido”

[7] Hemos escrito numerosos textos sobre esta cuestión. El último fruto precisamente de un debate con compañeros de América del Sur: Debate sobre el comunismo y el periodo de transición del capitalismo al comunismo https://es.internationalism.org/content/4459/debate-sobre-el-comunismo-y-el-periodo-de-transicion-del-capitalismo-al-comunismo . Del mismo modo, una recopilación de textos sobre el tema se puede encontrar en El Estado en el periodo de transición del capitalismo al comunismo   https://es.internationalism.org/series/488

[8] Cabe señalar que solamente Pannehoek en 1912 había hecho una contribución sobre el tema. Sin embargo, Rosa Luxemburgo no abordó la cuestión, así como otros revolucionarios de la izquierda de la Segunda Internacional, Lenin denuncia en el Estado y la Revolución que el oportunismo en la 2ª Internacional enterró a muchos metros de profundidad las contribuciones inapreciables de Marx y Engels sobre la cuestión del Estado.

[10] Ver VIII - La comprensión de la derrota de la Revolución Rusa (1) - 1918: la Revolución critica sus errores https://es.internationalism.org/revista-internacional/199912/1153/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-1-1918-la- VIII - La comprensión de la derrota de la Revolución Rusa (2) - 1921: el proletariado y el Estado de transición https://es.internationalism.org/revista-internacional/200007/3479/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-2-1921-el- y VIII - La comprensión de la derrota de la Revolución rusa - 1922-23: Las fracciones comunistas se enfrentan a la contrarrevolución en alza (3) https://es.internationalism.org/revista-internacional/200010/985/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-1922-23-las

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