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Los EE.UU., el país más poderoso del planeta, se ha convertido en un escaparate de la descomposición avanzada del orden mundial capitalista. La carrera por la elección presidencial ha arrojado una dura luz sobre un país desgarrado por las divisiones raciales, por los conflictos cada vez más brutales dentro de la clase dirigente, por la espantosa incapacidad de hacer frente a la pandemia Covid-19 que ha dejado cerca de un cuarto de millón de muertos, por el devastador impacto de la crisis económica y ecológica, por la propagación de ideologías irracionales y apocalípticas. Sin embargo, estas ideologías, paradójicamente, reflejan una verdad subyacente: que estamos viviendo en los "últimos días" de un sistema capitalista que gobierna en todos los países del mundo.
Pero incluso en esta fase final de su decadencia histórica, mientras la clase dominante demuestra cada vez más su pérdida de control sobre su propio sistema, el capitalismo puede volver su propia podredumbre contra su verdadero enemigo, la clase obrera, y el peligro de que pueda tomar conciencia de sus verdaderos intereses. La participación récord en estas elecciones y las ruidosas protestas y celebraciones a ambos lados de la línea divisoria política Trump - Biden representan un poderoso refuerzo de la ilusión democrática - de la falsa idea de que cambiar un presidente o un gobierno puede detener el deslizamiento del capitalismo hacia el abismo, que el voto permite al "pueblo" hacerse cargo de su destino.
Hoy en día esta ideología está encabezada por la creencia de que Joe Biden y Kamala Harris salvarán la democracia estadounidense del acoso autoritario de Trump, que curarán las heridas de la nación, restaurarán la racionalidad y la fiabilidad de la relación de los EE.UU. con otras potencias mundiales. Y estas ideas son amplificadas por una gigantesca campaña internacional que saluda en el resultado electoral la renovación de la democracia y el retroceso del asalto populista a los valores liberales.
Pero nosotros, los trabajadores, debemos estar alerta. Si Trump y "America First" se alzaron abiertamente para agudizar el conflicto económico e incluso militar con otros estados capitalistas - China en particular - Biden y Harris también perseguirán el impulso de Estados Unidos para la dominación imperialista[1], tal vez con métodos y retórica ligeramente diferentes. Si Trump defendió los recortes de impuestos para los ricos y terminó su reinado presidiendo un gran aumento del desempleo, una administración Biden, enfrentada a una crisis económica mundial que se ha visto fuertemente agravada por la pandemia, no tendrá más remedio que hacer que la clase explotada pague por la crisis mediante el aumento de los ataques a sus condiciones de vida y de trabajo. Si los trabajadores inmigrantes e "ilegales" creen que estarán más seguros bajo una administración Biden, recordemos que bajo el presidente Obama y el vicepresidente Biden 3 millones de trabajadores "ilegales" fueron deportados de los Estados Unidos[2].
Sin duda, gran parte del apoyo actual a Biden se produce en reacción a los verdaderos horrores del Trumpismo: las mentiras descaradas, el racismo de perro rabioso, la dura represión de las protestas, la total irresponsabilidad ante el Covid-19 y el cambio climático. No hay duda de que Trump es un claro reflejo de un sistema social en putrefacción. Pero Trump también afirma que habla en nombre del pueblo, que actúa como un "outsider" que se opondrá a las irresponsables "élites". E incluso cuando socava abiertamente las "normas" de la democracia capitalista, refuerza el argumento contrario de que más que nunca debemos unirnos a la defensa de estas normas. En este sentido, Biden y Trump son dos alas del mismo fraude democrático.
Esto no significa que las dos alas trabajen juntas pacíficamente. Incluso si Trump es removido como presidente, el trumpismo no desaparecerá. Trump ha normalizado las milicias armadas de derecha que desfilan por las calles y ha llevado a los cultos de conspiración marginal como QAnon al centro de la corriente ideológica. Esto a su vez ha alimentado el crecimiento de escuadrones antifascistas y milicias del poder negro listas para oponerse a los supremacistas blancos en un terreno militar. Y detrás de todo esto, toda la clase burguesa y su maquinaria estatal está dividida por intereses económicos y de política exterior en conflicto que no pueden ser eliminados por los discursos "curativos" de Biden. Existe la posibilidad de que estos conflictos se vuelvan más intensos y violentos en el período que se avecina. Y la clase obrera no tiene ningún interés en verse atrapada en este tipo de "guerra civil", debe rechazar dar su energía e incluso su sangre a la batalla entre las facciones populistas y antipopulistas de la burguesía.
Estas facciones no dudan en apelar a su versión de la "clase obrera". Trump se presenta como el campeón de los obreros cuyos empleos han sido puestos en peligro o destruidos por la "injusta" competencia extranjera. Los demócratas, especialmente las figuras de izquierda como Sanders u Ocasio-Ortez, también afirman hablar en nombre de los explotados y los oprimidos.
Pero la clase obrera tiene sus propios intereses y no coinciden con ninguno de los partidos de la burguesía, republicano o demócrata. Tampoco coinciden con los intereses de "América", de la "nación" o del "pueblo", ese legendario lugar donde los explotados y los explotadores viven en armonía (aunque en competencia despiadada con otras naciones). Los trabajadores no tienen ninguna nación. Forman parte de una clase internacional que en todos los países es explotada por el capital y oprimida por sus gobiernos, incluso por aquellos que se atreven a llamarse socialistas, como China o Cuba, simplemente porque han nacionalizado la relación entre el capital y sus esclavos asalariados. Esta forma de capitalismo de estado es la opción preferida del ala izquierda del Partido Demócrata, pero no significa, como Engels señaló una vez "que se acabe con la relación capitalista". Más bien, se pone a la cabeza".
El socialismo real es una comunidad humana mundial donde las clases, la esclavitud asalariada y el estado han sido abolidos. Esta será la primera sociedad en la historia donde los seres humanos tienen un control real sobre el producto de sus propias manos y mentes. Pero para dar el primer paso hacia tal sociedad se requiere que la clase trabajadora se reconozca como una clase opuesta al capital. Y tal conciencia sólo puede desarrollarse si los trabajadores luchan con uñas y dientes por sus propias necesidades materiales, contra los esfuerzos de la clase empleadora y su estado para reducir los salarios, recortar los puestos de trabajo y alargar la jornada laboral. Y no puede haber duda de que la depresión global que se está formando a raíz de la pandemia hará que tales ataques sean el programa inevitable de todas las partes de la clase capitalista. Frente a estos ataques, los trabajadores tendrán que entrar masivamente en la lucha en defensa de sus niveles de vida. Y no puede haber lugar para la ilusión: Biden, como cualquier otro gobernante capitalista, no dudará en ordenar la sangrienta represión de la clase obrera si amenaza su orden.
La lucha de los trabajadores por sus propias reivindicaciones de clase es una necesidad, no sólo para contrarrestar los ataques económicos lanzados por la burguesía, sino sobre todo como base para superar sus ilusiones en tal o cual partido o líder burgués, y para desarrollar su propia perspectiva, su propia alternativa a esta sociedad en decadencia.
En el curso de sus luchas, la clase obrera se verá obligada a desarrollar sus propias formas de organización, como las asambleas generales y los comités de huelga electivos y revocables, formas embrionarias de los consejos obreros que, en los pasados momentos revolucionarios, se han revelado como el medio a través del cual la clase obrera puede tomar el poder en sus propias manos e iniciar la construcción de una nueva sociedad. En este proceso, un auténtico partido político proletario tendría un papel vital: no en pedir a los trabajadores que lo voten para llegar al poder, sino en defender los principios derivados de las luchas del pasado y en señalar el camino hacia el futuro revolucionario. En palabras de la Internacional, "Ni en dioses, reyes o señores está el supremo salvador". Ni Trump, ni Biden, ni falsos mesías - la clase obrera sólo puede emanciparse por sus propios esfuerzos, y al hacerlo, liberar a toda la humanidad de las cadenas del capital.
Amos
[1] Es preciso recordar que los demócratas han sido los iniciadores de muchas de las guerras en las que USA ha estado implicado: la 2ª Guerra Mundial y la guerra de Vietnam entre otras.
[2] A Obama que aumentó de forma muy fuerte las medidas contra los emigrantes le llamaban “El Deportador en jefe” haciendo un juego de palabras con el título oficial que tiene el presidente de Estados Unidos de Comandante en Jefe.