El marxismo, arma teórica combatiente del proletariado

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El marxismo es el método de pensamiento materialista dialéctico-histórico radical de la clase obrera. El marxismo solo puede ser la bandera de una clase explotada y revolucionaria a la vez, que tiene todo por ganar y no tiene intereses particulares sino cuya bandera es el internacionalismo y la satisfacción de las necesidades humanas (“a cada uno según su necesidad, cada uno según su capacidad”). Este método permite a la clase obrera ver y pasar, tal y como necesita para su lucha, de lo general a lo particular, de lo concreto a lo abstracto, de lo local a lo mundial, de lo histórico a cada momento, de la teoría a la práctica de forma unitaria. El propio método se expresa tanto en el modo de organización como en los principios morales, y en el resto de las posiciones programáticas y la actividad de los revolucionarios, así como en la cultura del debate.

Es en el origen del marxismo donde podemos comprender sus cimientos. Una visión histórica del marxismo ha de comenzar con los elementos de aquel que ya estaban en germen en la sociedad anteriormente. Podríamos remontarnos quizás al comunismo primitivo, pero vale la pena limitarse solo a algunas pinceladas del pensamiento de las clases anteriores durante el esclavismo y la sociedad feudal, así como el de la burguesía ascendente.

Tanto en las revueltas de los esclavos contra el decadente imperio romano como en el cristianismo primitivo existió un rechazo colectivo de la explotación, pero dicho rechazo no superó su esencia de ideología de explotados. En un esclavismo en crisis de sub -producción, quienes se rebelaban contra el modo de producción no podían vislumbrar nada mejor que un reparto de la pobreza en la comunidad de bienes, o la caridad de algunos ricos. El cristianismo, por sus características, fue adaptado, absorbido para ser la ideología dominante del orden feudal.

Es importante entender que el marxismo se nutre especialmente del pensamiento revolucionario surgido ya en antiguos modos de producción, y no solo del pensamiento de las clases explotadas, sino de toda la cultura producida en el pasado. Se nutre en particular del pensamiento científico que surgió aproximadamente en el siglo 6 A.C, la edad de oro de la Civilización esclavista griega, caracterizado por seguir el camino del maestro mientras al mismo tiempo se critican los errores de aquel, el cuestionamiento de puntos de vista parciales, y la idea del movimiento de la naturaleza por sí misma.

En la sociedad feudal la revuelta inglesa campesina de 1381 alcanzó un carácter general de rechazo de la servidumbre, y llegó a lemas como “las cosas no pueden ir bien en Inglaterra hasta que todo sea de todos; cuando no haya vasallos ni señores”. Dichas aspiraciones van más allá de un mero comunismo de la distribución de los bienes, hacia una visión idealista en la que toda la riqueza se hace propiedad común y la abolición de las clases. Pero “en todas las sociedades de clase que precedieron al capitalismo quedaban vestigios de los originales lazos comunales. Esto significa que las revueltas de las clases explotadas estuvieron siempre fuertemente influidas por un deseo de defender y preservar los derechos comunales tradicionales que la extensión de la propiedad privada les había usurpado[1]. El campesinado no era una clase revolucionaria con un proyecto de futuro, y el suyo se trataba en gran medida de un deseo de retorno a las condiciones idealizadas del pasado, del comunismo primitivo. Los campesinos veían la salvación fuera de sí en Jesucristo, en los buenos reyes o en héroes del pueblo como Robin Hood.

“De los siervos de la gleba de la Edad Media surgieron los “villanos” de las primeras ciudades; y estos villanos fueron el germen de donde brotaron los primeros elementos de la burguesía”-El Manifiesto Comunista (1848).

El pensamiento de la burguesía ascendente antes del marxismo progresa en la filosofía y la economía política burguesa, así como en la ciencia (método de pensamiento materialista ya surgido en el modo de producción esclavista). La visión global de la transformación de las relaciones humanas con el mundo que tenía la burguesía respondía al impulso de su ascendencia, pero esto es, a un momento concreto, puntual.

La lucha por la superación completa de la filosofía alienada, de la ideología, por un método científico unitario y revolucionario podía ser solo, sin embargo, la bandera de una clase que no tuviera un interés privado particular en la sociedad, concreto, sino cuyos intereses fueran unitarios a nivel mundial y su perspectiva no entrara en contradicción con la satisfacción de las necesidades humanas. El sistema que sostiene a la burguesía se basa, sin embargo, no en la satisfacción de las necesidades humanas, sino en la acumulación de capital. Este interés particular, esta fuerza contraria a la satisfacción de las necesidades, acabaría por verse en contradicción con el progreso del pensamiento libre, de la consciencia de la necesidad. Solo una clase explotada que “no tiene nada que perder sino sus cadenas, y que tiene todo por ganar” tuvo la potencialidad de construir un método de pensamiento materialista dialéctico radical, aprovechando lo mejor de la cultura desarrollada hasta entonces, y es solo a esta a quien pertenece.

Antes del marxismo el pensamiento del proletariado se desarrolló en el idealismo de las guerras campesinas en Alemania (1525), con la fuerte influencia religiosa del imaginado Reino de Dios en la Tierra. Las teorizaciones de Münzer sí respondían a un primer desarrollo de la perspectiva de futuro del proletariado y sus incipientes necesidades[2]. El proletariado, despojado de todo derecho particular, totalmente desposeído y excluido, solo podía aspirar al futuro, no podía apegarse a restos de derechos comunales. Esto no quiere decir que su pensamiento no estuviera limitado por las condiciones de un capitalismo en sus inicios, así como la herencia del pensamiento pasado y la propia ideología de la burguesía. El pensamiento del proletariado, derivado de las condiciones en que se desarrolla, va a la vez desarrollando sus condiciones subjetivas, es decir, madurando su perspectiva en el marco del desarrollo de sus condiciones materiales. Lo hace posteriormente, a destacar, en los niveladores radicales, que tienen una mayor comprensión de la lucha obrera con un incipiente método de pensamiento materialista dialéctico: “no puede haber libertad universal hasta que no se establezca la comunidad universal”, pero incapaces de entender el proceso de dicha transformación.

La evolución de la sociedad burguesa, al crear una clase en contradicción con la misma, el proletariado, pondrá también la elaboración teórica disciplinada y sistemática, el pensamiento científico (materialismo dialéctico) radical, en interés de esta clase. Además, en oposición al interés de la burguesía, que necesitará cada vez más un pensamiento científico mellado a conveniencia tanto de la explotación como de la competencia, y mezclado con su ideología.

Desde los niveladores, la teoría del proletariado va madurando hasta Babeuf y Los Iguales, que materializaban en política práctica dicho pensamiento teórico. La unidad entre teoría y práctica se dibuja aquí con gran claridad, cuando basados en la experiencia directa de sus secciones y de la Comuna de 1793, imponen la revocabilidad de los delegados.

El reflujo de la lucha obrera durante la revolución francesa no erradicó el comunismo, y así tampoco la maduración teórica de la clase. En este momento de reacción, esta maduración se nutrió mucho de desarrollos teóricos más desligados del combate político, volviendo al utopismo. Los socialistas utópicos, negativamente influenciados por las características del período, sin embargo, sí se arraigaron en las necesidades de la clase e hicieron avances significativos que apuntaban hacia el lema de “a cada uno según sus necesidades, cada uno según sus capacidades” en contra de las teorías alienadas de “la igualación por lo bajo”.

Pero su comprensión de la sociedad, así como su método mismo no eran materialistas dialécticos, lo cual llevó a que gradualmente sus teorías sirvieran tanto en su momento concreto para el pensamiento teórico de la clase obrera, como a que en el desarrollo de las condiciones de la sociedad capitalista sus doctrinas se volvieran reaccionarias, en cuanto que inmutables y como arma de lucha contra el desarrollo del marxismo.

“La importancia de este socialismo y comunismo crítico-utópico está en razón inversa al desarrollo histórico de la sociedad.  Al paso que la lucha de clases se define y acentúa, va perdiendo importancia práctica y sentido teórico esa fantástica posición de superioridad respecto a ella, esa fe fantástica en su supresión.  Por eso, aunque algunos de los autores de estos sistemas socialistas fueran en muchos respectos verdaderos revolucionarios, sus discípulos forman hoy día sectas indiscutiblemente reaccionarias, que tremolan y mantienen impertérritas las viejas ideas de sus maestros frente a los nuevos derroteros históricos del proletariado. (…) Y para levantar todos esos castillos en el aire, no tienen más remedio que apelar a la filantrópica generosidad de los corazones y los bolsillos burgueses.  Poco a poco van resbalando a la categoría de los socialistas reaccionarios o conservadores (…) En Inglaterra, los owenistas se alzan contra los cartistas, y en Francia, los reformistas tienen enfrente a los discípulos de Fourier” -El Manifiesto Comunista (1848)

Que las doctrinas de los ‘socialistas utópicos’ se volvieran reaccionarias ante el desarrollo histórico no significa que todos sus partidarios acabaran en el campo de la reacción, por la misma razón que la superación de sus ideas (partiendo de ellas en origen) pudo suponer un acercamiento a lo que sería el marxismo.

El origen del marxismo

“La ideología burguesa ha producido dos visiones del proceso histórico simétricas en su falsedad. Una es el idealismo, para el que la historia sería la encarnación de unas ideas existentes por encima de los hombres; estos las ejecutarían "conscientemente" abrazando esas ideas e imponiéndolas en la realidad. La otra cara de la moneda es el empirismo o materialismo vulgar, según el cual las condiciones materiales determinarían la actividad de los hombres quienes no serían sino meros agentes de su evolución mecánica” [3]

Pese a ser visiones falsas, algunas de sus premisas fueron auténticamente progresistas para períodos históricos concretos, e incluso el desarrollo de aquellas estuvo provisionalmente en interés del proletariado.

“El marxismo rompe con el nudo gordiano de la contradicción a la que llevan estas dos visiones. No es ni determinista ni fatalista. Su tesis es que la revolución comunista surge en respuesta a unas condiciones históricas objetivas -la contradicción entre las relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas- que proporcionan el material, el potencial que debe ser realizado conscientemente por el proletariado a través de una revolución” (Idem). “El método de Marx consiste en partir del problema real y concreto que se plantea en el capitalismo, y buscar la solución contenida en las contradicciones que están presentes en la sociedad”[4].

Pero el pensamiento de Marx evolucionó hasta ser ganado por el proletariado[5]. Antes del desarrollo cualitativo del marxismo éste tenía precauciones con el pensamiento previo de la clase ya que la burguesía ascendente ofrecía aún una perspectiva de futuro, aunque limitada. Por entonces Marx se movía por círculos universitarios que realizaban una labor relacionada con el ala radical de la burguesía ascendente, pero en donde se mezclaban ciertos elementos proletarios. En el proceso de crítica a esta ala radical de la burguesía Marx se identificó con la situación y perspectiva que ofrecían las luchas y reuniones de la clase obrera. Esta transformación de Marx, más precisamente, esta transformación en el método de la clase se produce como resultado de la convergencia de varios factores. En primer lugar, Marx realizó una ruptura bastante completa con el pensamiento de la burguesía radical. Habiendo llegado al último extremo de lo que podía dar de sí la teoría política de los filósofos y economistas burgueses más avanzados, llega a ver el límite de esa metodología de pensamiento. En segundo lugar, es muy importante el ambiente político del París donde se encontraba Marx, un hervidero de grupos que venían del ala radical de revolución francesa, los primeros grupos obreros, Proudhon, la Liga de los Justos de Weitling, el cartismo, Engels, etc. Como síntesis y debate con todo ese medio se produce un avance político de Marx. Esto es muy importante. Todas las deformaciones del marxismo tienen en común presentar a Marx como un pensador genial, pero éste nunca avanzó en solitario sino a través de debate y la confrontación.

Un tercer elemento que confluye en el tiempo es la capacidad del pensamiento marxista para desarrollar una abstracción a partir de experiencias concretas. Esto es parte del método marxista. Lo que Marx ve en las luchas, por ejemplo, del robo de leña, de los viticultores del Mosela, las experiencias del proletariado en Inglaterra y Francia, etc., trasciende más allá de sus elementos concretos e inmediatos. Ve en la lucha contra sociedad capitalista las bases para transformación revolucionaria de la sociedad. Ve al proletariado, por las condiciones de la sociedad capitalista en que lucha, no como una clase explotada más, sino que contiene el potencial de acabar con la explotación. Es decir, el marxismo tiene una visión universal de las experiencias concretas. Estos 3 elementos hacen que Marx y Engels puedan escribir en ese período, delegados por la Liga de los Comunistas, El Manifiesto Comunista, fundamental contribución al marxismo.

Las falsificaciones del marxismo

La burguesía dice que el marxismo es un idealismo, es decir, una serie de ideas a realizar dogmáticamente en el futuro, o un materialismo vulgar rígido de la evolución histórica automática, es decir, que el comunismo si tuviera que venir vendría por sí solo. Estas dos caras de la misma moneda ambas anulan la actividad consciente del proletariado.

Las falsificaciones del marxismo se basan en, como decía Lenin en El Estado y la Revolución, “mellar su filo revolucionario”, mellar el método y convertir ciertas discusiones, resoluciones provisionales, o paradigmas en un recetario que aplicar a cualquier situación. Mellan la experiencia histórica de la clase y, sobre todo, se desligan de esta y su movimiento real. Lo convierten en un pensamiento de eruditos, en una teoría de Estado (o de ciertos Estados), en una agenda a desarrollar por la burguesía la cual podría tomar “algunas ideas” del marxismo para hacer el capitalismo “más humano”. Mellan su característica fundamental de arma de lucha obrera arraigada en las condiciones de vida de la clase. Lo convierten en un pensamiento aparte, desarraigado, que circula por encima de las cabezas de los obreros, ante el cual deben arrodillarse ciegamente o bien coger un poquito de aquí un poquito de allá, adaptándolo a la ideología burguesa en forma de las más variopintas teorías supuestamente salidas del pensamiento puro de individuos inspirados por el aire de la sociedad burguesa[6].

Todas las deformaciones del marxismo tienen una serie de elementos comunes, que niegan adquisiciones fundamentales del método de pensamiento de la clase obrera que ya hemos visto. Exponemos aquí algunos de los elementos interrelacionados más destacables:

  • La separación entre teoría y práctica: Esto está ya presente en los fantasmas del comunismo a los que se enfrentó la Liga de los Comunistas. Se ve también en el llamado “marxismo ortodoxo” que se desarrolló en la II Internacional, en el estalinismo y en el marxismo universitario que inaugura la Escuela de Fráncfort. El marxismo ortodoxo es una vuelta a la dicotomía idealista-empirista, a la idea de que el comunismo vendrá automáticamente; el estalinismo a la vez que tiene miles de funcionarios estudiando el capítulo 4 versículo 8 del Capital, es una máquina de aplastamiento del proletariado; en la Escuela de Fráncfort hay una supuesta reivindicación del método marxista, a la vez que se niega al proletariado como sujeto revolucionario, la lucha contra la explotación y la organización de vanguardia.
  • La negación del marxismo como método: El marxismo es reivindicado como un cuadro dogmático, inamovible, o complementado con añadidos a modo de collage de principios. El marxismo ortodoxo se reclamaba de antiguos principios de forma inamovible; y el estalinismo al ser una ideología que emanaba directamente de la burguesía llegó más lejos aún, tomando un collage de algunas resoluciones de algunos elementos proletarios como Lenin, o ciertas frases de la teoría marxista descontextualizadas como religión de Estado, adorando el rostro de los grandes revolucionarios al lado del de Stalin. La Escuela de Fráncfort sí que hace una reivindicación del marxismo como método, pero solo de manera formal. Al negar al proletariado como sujeto revolucionario e identificándolo con la contrarrevolución, se está negando las bases mismas de un método que solo puede nacer en y corresponder al proletariado.
  • La negación de la continuidad del marxismo: Esta falsificación es quizás la más enrevesada de todas, ya que todas las falsificaciones del marxismo se reclaman de algún hilo conductor, ya sea cronológico o relativo a la supuesta evolución de sus ideas, que las une al pensamiento de Marx. Pero la continuidad del marxismo solo puede estar ligada a la continuidad de la lucha de la clase obrera. Por supuesto, los trotskistas (por ejemplo) no admitirán haber traicionado a la clase obrera, ni ningún autoproclamado marxista lo hará. El marxismo para estas falsificaciones se materializa en un culto religioso al pasado, en la oposición entre el Marx joven y el Marx viejo, en la adoración a un Marx que se habría sacado de la manga el marxismo, en la negación de la extracción de nuevas lecciones de las experiencias de la clase, en la negación de una lucha contra la degeneración de las organizaciones revolucionarias y el trabajo de fracción, en la inexistencia de un análisis sobre cómo puede traicionarse el marxismo.

Por supuesto, aunque estos principios deberían formar un todo coherente, algunos de estos puntos sí son desarrollados por las falsificaciones del marxismo, y es necesario no subestimar su capacidad de aparentar. La ausencia del método marxista o la separación entre teoría y práctica se pueden ver también en el parasitismo, por ejemplo, pero de la forma más velada y enrevesada, ya que necesitan darse la apariencia de una auténtica organización revolucionaria[7]. Al reivindicarse de los principios proletarios los convierten en un arma arrojadiza, una táctica de destrucción o reclutamiento, o una mera formalidad que recuerdan de vez en cuando. Convierten así el marxismo en un fantoche que se pasea en público, y que en cualquier momento puede desinflarse[8]. Es necesario no convertir estas falsificaciones en un muñeco de paja fácil de criticar y continuar con una lucha coherente con las necesidades de la clase obrera y en continuidad con su experiencia y necesidades del pasado. Las falsificaciones del marxismo no se han quedado en lecciones del pasado, sino que son una permanente amenaza. Solo en este espíritu podremos enfrentarnos permanentemente a estos peligros.

“Ser marxista hoy es, en particular, denunciar cualquier tipo de sindicalismo por las mismas razones de método que las que llevaron a Marx y a la AIT a animar y apoyar la sindicalización de los obreros” [9]

TV

 

[2] Ver Las guerras campesinas en Alemania de Federico Engels https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/guerracamp/index.htm

[5] Ver a este respecto II - Cómo el proletariado se ganó a Marx para el comunismo https://es.internationalism.org/revista-internacional/199203/3315/ii-como-el-proletariado-se-gano-a-marx-para-el-comunismo .

[6] Ver La herencia oculta de la Izquierda del Capital: (II) Un método y un modo de pensamiento al servicio del capitalismo https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201801/4267/la-herencia-oculta-de-la-izquierda-del-capital-ii-un-metodo-y-un-modo-

[8]Es muy importante, y no tan simple, distinguir los grupos u organizaciones que verdaderamente hacen una actividad en búsqueda de una coherencia con los elementos fundamentales del método marxista y los grupos o individuos que se reclaman de aquel y lo recuerdan de vez en cuando empleando un método velado de manutención de las apariencias. Solo en su trayectoria práctica y en combate permanente podremos distinguir.

[9] CCI, Cien años después de la muerte de Marx: el marxismo es el porvenir. RInt 33, 1983: https://es.internationalism.org/revista-internacional/200803/2195/cien-anos-despues-de-la-muerte-de-marx-el-marxismo-es-el-porvenir

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