Centenario de la fundación de la Internacional Comunista - ¿Qué lecciones se pueden sacar para las luchas del futuro?

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Hace un siglo soplaban aires de esperanza sobre la humanidad. Primero en Rusia, donde la clase obrera había logrado tomar el poder. En Alemania, Hungría e Italia después, donde luchó valientemente para continuar la labor de los proletarios rusos con una sola consigna: la abolición del modo de producción capitalista cuyas contradicciones habían sumido a la civilización en cuatro años de guerra. Cuatro años de barbarie sin precedentes hasta entonces, trágico testimonio de la entrada del capitalismo en su fase de decadencia.

En esas condiciones, tras constatar la quiebra de la Segunda Internacional, apoyándose en todo el trabajo de reconstrucción de la unidad internacional iniciado en Zimmerwald en septiembre de 1915 y luego en Kiental en abril de 1916, se fundó la Tercera Internacional el 4 de marzo de 1919 en Moscú. Ya en las Tesis de abril de 1917, Lenin llamaba a la fundación de un nuevo partido mundial. La inmadurez del movimiento revolucionario obligó, sin embargo, a posponer su fundación. Para Lenin, el paso decisivo se dio durante los terribles días de enero de 1919 en Alemania, durante los cuales se fundó el Partido Comunista Alemán (KPD). En una "Carta a los Trabajadores de Europa y América" del 26 de enero, Lenin escribió: "Cuando la Liga Espartaco se dio el nombre de Partido Comunista alemán, la fundación de la Tercera Internacional se hizo entonces realidad. Formalmente esta fundación aún no ha sido confirmada, pero en realidad, ahora ya, la Tercera Internacional sí existe". Más allá del excesivo entusiasmo de tal juicio, como veremos más adelante, lo que sí entendieron los revolucionarios de entonces es que forjar el partido ya era algo esencial para la victoria de la revolución a escala mundial. Tras varias semanas de preparación, 51 delegados se reunieron del 2 al 6 de marzo de 1919 para sentar las bases organizativas y programáticas que permitieran al proletariado mundial seguir avanzando en la lucha contra todas las fuerzas burguesas.

La CCI reivindica los aportes de la Internacional Comunista (IC). Es pues este centenario una oportunidad para saludar y destacar la valiosa contribución de la IC en la historia del movimiento revolucionario, pero también para sacar lecciones de esa experiencia y poner de relieve sus debilidades para así armar al proletariado de hoy para las luchas del futuro.

Defender la lucha de la clase obrera en pleno ardor revolucionario

Como dice la "Carta de invitación al Congreso" de Trotski: "Los partidos y organizaciones abajo firmantes consideran urgente la convocatoria del primer congreso de la nueva Internacional revolucionaria. (...) El rápido ascenso de la revolución mundial que acarrea constantemente nuevos problemas, el peligro de asfixia de la revolución por la alianza de los estados capitalistas contra la revolución bajo la hipócrita bandera de la "Sociedad de Naciones", los intentos de los partidos sociales-traidores de unirse y seguir ayudando a sus gobiernos y burguesías a traicionar a la clase obrera tras haberse concedido una mutua "amnistía", por último, la riquísima experiencia revolucionaria ya adquirida y el carácter global de todo el movimiento revolucionario… todas estas circunstancias nos exigen poner al orden del día de la discusión la cuestión de la convocatoria de un congreso internacional de partidos revolucionarios".

A imagen de ese primer llamamiento de los bolcheviques, la fundación de la IC expresó el deseo de reunir a las fuerzas revolucionarias de todo el mundo. Pero también el de la defensa del internacionalismo proletario, pisoteado como lo había sido por la gran mayoría de los partidos socialdemócratas componentes de la II Internacional. Tras cuatro largos años de una guerra atroz que dividió y diezmó a millones de proletarios en los campos de batalla, el surgimiento de un nuevo partido mundial mostró la voluntad de profundizar la labor iniciada por las organizaciones que habían permanecido fieles al internacionalismo. En este sentido, la IC es la expresión de la fuerza política del proletariado que se estaba manifestando por todas partes después del profundo retroceso causado por la guerra, así como la responsabilidad de los revolucionarios de continuar defendiendo los intereses de la clase obrera y la revolución mundial.

Durante el congreso fundador se afirmó repetidamente que la IC era el partido de la acción revolucionaria. Como se afirma en su Manifiesto, la IC nació en un momento en que el capitalismo había mostrado claramente su obsolescencia. La humanidad estaba entrando en la "era de guerras y revoluciones". En otras palabras, la abolición del capitalismo se estaba convirtiendo en una necesidad extrema para el futuro de la civilización. Con esa nueva comprensión de la evolución histórica del capitalismo, la IC defendió incansablemente los consejos obreros y la dictadura del proletariado: "el nuevo aparato de poder debe representar la dictadura de la clase obrera (...) es decir, debe ser el instrumento del derrocamiento sistemático de la clase explotadora y de su expropiación. El poder de los consejos obreros o de las organizaciones de trabajadores es su forma concreta". (Carta de invitación al congreso). Esas orientaciones fueron defendidas durante todo el congreso. Además, las "Tesis sobre la democracia burguesa", escritas por Lenin y adoptadas por el Congreso, acometían la denuncia de las mistificaciones de la democracia, pero sobre todo advertían al proletariado del peligro que representaban en su lucha contra la sociedad burguesa. Desde el principio, la IC se puso resueltamente en el campo proletario defendiendo los principios y métodos de lucha de la clase obrera y denunciando enérgicamente el llamamiento de la corriente centrista a una unidad imposible entre los social-traidores y los comunistas, "la unidad de los obreros comunistas con los asesinos de los líderes comunistas Liebknecht y Luxemburgo", según las propias palabras de la "Resolución del Primer Congreso de la IC sobre la posición respecto a las corrientes socialistas y la Conferencia de Berna"[1]. Como prueba de la defensa inflexible de los principios proletarios, esa resolución, adoptada por unanimidad por el Congreso, fue una reacción a la reciente celebración por la mayoría de los partidos socialdemócratas de la II Internacional de una reunión[2] en la que se adoptaron una serie de orientaciones claramente dirigidas contra la oleada revolucionaria. La resolución terminaba así: “El congreso invita a los obreros de todos los países a entablar la lucha más enérgica contra la internacional amarilla y a preservar a las masas más amplias del proletariado contra esa internacional de la mentira y de la traición

La fundación de la IC fue un paso vital en la continuación de la lucha histórica del proletariado. Consiguió recoger las mejores aportaciones de la II Internacional rompiendo con ella en posiciones o análisis que ya no correspondían al período histórico que acababa de comenzar.[3] Mientras que el antiguo partido mundial había traicionado el internacionalismo proletario, en nombre de la Unión Sagrada, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, la fundación del nuevo partido hizo posible fortalecer la unidad de la clase obrera y armarla en la feroz lucha que estaba librando en muchos países del mundo por la abolición del modo de producción capitalista. Por lo tanto, a pesar de las circunstancias desfavorables y de los errores cometidos, como veremos, nosotros saludamos y defenderemos aquel empeño. Los revolucionarios de aquella época asumieron su responsabilidad, había que hacerlo ¡y lo hicieron!

Una fundación en circunstancias adversas

Los revolucionarios ante el empuje masivo del proletariado en el mundo

El año 1919 fue el punto culminante de la ola revolucionaria. Después de la victoria de la revolución en Rusia en octubre de 1917, la abdicación de Guillermo II y la firma apresurada del armisticio ante los motines y la revuelta de las masas trabajadoras en Alemania, aparecieron insurrecciones obreras, y, en particular, la instauración de la República de Consejos en Baviera y Hungría. También hubo motines en la flota y entre las tropas francesas o las unidades militares británicas, negándose éstas a intervenir contra la Rusia soviética, y se produjo una ola de huelgas, especialmente en los centros de mayor acción revolucionaria (Clyde, Sheffield, Gales del Sur) en el Reino Unido (1919). Pero en marzo de 1919, cuando se creó la IC en Moscú, la mayoría de tales levantamientos ya habían sido reprimidos o estaban a punto de serlo.

No hay duda de que los revolucionarios de entonces se encontraron en una situación de emergencia y se vieron obligados a actuar en pleno ardor de la lucha revolucionaria. Como lo diría más tarde la Fracción Francesa de Izquierda Comunista (FFIC) en 1946: "los revolucionarios intentan salvar la brecha entre la madurez de la situación objetiva y la inmadurez del factor subjetivo (la ausencia del Partido) mediante una amplia unión de grupos y corrientes políticamente heterogéneos, proclamando tal unión como el nuevo Partido"[4].

No se trata aquí de discutir la validez o no de la fundación del nuevo partido, la Internacional. Era una necesidad imperiosa. En cambio lo que sí queremos señalar es una serie de errores en el método con el que se fundó.

Sobreestimación de la situación ante la fundación del partido

Aunque la mayoría de los informes presentados por los diferentes delegados sobre la situación de la lucha de clases en cada país alertan sobre la reacción de la burguesía al avance de la revolución (al final del congreso se vota una resolución sobre el Terror Blanco), es sorprendente notar lo mucho que se subestima ese aspecto durante aquellos cinco días de trabajo. Ya pocos días después de la noticia de la fundación del KPD, que siguió a la fundación de los Partidos Comunistas de Austria (noviembre de 1918) y Polonia (diciembre de 1918), Lenin consideraba que la suerte estaba echada: "Cuando la Liga Espartaco alemana, dirigida por tan ilustres líderes, conocidos en todo el mundo, leales partidarios de la clase obrera como lo son Liebknecht, Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin, Franz Mehring, rompieron para siempre todos los lazos con los socialistas como Scheidemann, (...)....) cuando la Liga Espartaco se hizo llamar Partido Comunista Alemán, entonces la fundación de la Tercera Internacional, la Internacional Comunista, verdaderamente proletaria, verdaderamente internacional, verdaderamente revolucionaria, se hizo realidad. Formalmente, tal fundación no ha sido aprobada, pero en realidad la Tercera Internacional ya existe."[5] Anécdota significativa: la redacción de ese texto se completó el 21 de enero de 1919, fecha en la que Lenin fue informado del asesinato de K. Liebknecht. Esta inquebrantable certeza estaría presente durante todo el congreso. Ya en el discurso de apertura, Lenin marcó la pauta: "La burguesía podrá dar rienda suelta a sus instintos, podrá seguir matando a millones de obreros, la victoria será nuestra, la victoria de la revolución comunista mundial está asegurada". Posteriormente, todos aquellos que narraron la situación lo hicieron con el mismo optimismo desbordante; como el camarada Albert, miembro del joven KPD, que habló ante el Congreso el 2 de marzo en los siguientes términos: "No creo que sea de un optimismo exagerado decir que los partidos comunistas alemán y ruso continúan la lucha con la firme esperanza de que el proletariado alemán también dirija la revolución hacia la victoria final y que la dictadura del proletariado también pueda establecerse en Alemania, a pesar de todas las asambleas nacionales, a pesar de todos los Scheidemann y a pesar del nacionalismo burgués (...) Esto es lo que me impulsó a aceptar vuestra invitación con alegría, convencido de que en muy poco tiempo lucharemos codo con codo con el proletariado de los demás países, en particular Inglaterra y Francia, para que la revolución mundial también alcance en Alemania sus objetivos."

Pocos días después, entre el 6 y el 9 de marzo, una terrible represión se abatió sobre Berlín matando a 3000 personas el 8 de marzo, incluidos 28 marineros apresados y luego ejecutados con ametralladoras en la más pura tradición versallesca. El 10 de marzo Leo Jogiches fue asesinado; y Heinrich Dorrenbach[6] lo sería el 19 de mayo.

Y, sin embargo, las últimas palabras de Lenin en el discurso de clausura demostraron que el congreso no había cambiado en nada su análisis de la relación de fuerzas. Declaró sin vacilar que "la victoria de la revolución proletaria está asegurada en todo el mundo. La fundación de la República Internacional de Consejos está en marcha."

Amedeo Bordiga apuntó, sin embargo, un año después: "Después de que el proletariado ruso y el proletariado internacional lanzaran la consigna "régimen de sóviets" en el mundo, hemos visto cómo, al principio, se levantaba la ola revolucionaria, tras el fin de la guerra, y cómo se ponía en marcha el proletariado de todo el mundo. Hemos visto en todos los países la selección que se producía en los antiguos partidos socialistas para hacer surgir a partidos comunistas comprometidos en la lucha revolucionaria contra la burguesía. Desafortunadamente, el período siguiente fue un período de interrupción, cuando las revoluciones alemana, bávara y húngara fueron aplastadas por la burguesía".

En realidad, las debilidades significativas de la conciencia en del proletariado eran un obstáculo importante para el desarrollo revolucionario de la situación:

-Una dificultad para que esos movimientos fueran más allá de la lucha contra la guerra y alcanzaran un nivel más alto, el de la revolución proletaria. La ola revolucionaria se había construido sobre todo contra la guerra.

-El desarrollo de huelgas masivas mediante la unificación de reivindicaciones políticas y económicas siguió siendo muy frágil y, por lo tanto, poco capaz de estimular un mayor nivel de conciencia.

-La cima revolucionaria estaba a punto de alcanzarse. El movimiento ya no tenía la misma dinámica después de la derrota de las luchas en Alemania y Europa Central. La ola continuaba, sí, pero ya empezó a perder fuerza entre 1919 y 1920.

- La República de los sóviets en Rusia seguía cruelmente aislada. Seguía siendo el único bastión revolucionario con todo lo que eso podía implicar en regresión de la conciencia, tanto en su interior como en el resto del mundo.

Una fundación urgente que abre la puerta al oportunismo

El medio revolucionario se debilitó mucho tras el fin de la guerra

El movimiento obrero después de la primera guerra imperialista mundial se encuentra en un estado de división extrema. La guerra imperialista rompió la unidad formal de las organizaciones políticas que decían ser proletarias. La crisis del movimiento obrero, que ya existía antes, alcanzó su punto álgido debido a la guerra mundial y a las posiciones que había que adoptar ante ella. Todos los partidos y organizaciones anarquistas, sindicales y marxistas fueron violentamente sacudidas. Las divisiones se multiplicaron. Surgieron nuevos grupos. Se produce una delimitación política. La minoría revolucionaria de la II Internacional representada por los bolcheviques, la izquierda alemana de Luxemburg y los tribunistas holandeses, ya de por sí poco homogénea, no se encuentra ya frente a un bloque oportunista. Entre ella y los oportunistas hay todo un abanico de grupos políticos y tendencias más o menos confusas, más o menos centristas, más o menos revolucionarias, que son el resultado del movimiento general de las masas hacia la ruptura con la guerra, con la unión sagrada, con la traición de los antiguos partidos socialdemócratas. Asistimos al proceso de liquidación de los antiguos partidos cuyo colapso ha dado lugar a una multitud de grupos. Estos grupos no expresan el proceso de formación del nuevo Partido, sino, más bien, el proceso de dislocación, liquidación, muerte del viejo Partido. Esos grupos se componen sin duda de elementos para la constitución del nuevo partido, pero no son ni mucho menos la base de tal constitución. Esas corrientes expresan esencialmente la negación del pasado y no la afirmación positiva del futuro. La base del nuevo Partido de clase sólo se encuentra en la vieja izquierda, en el trabajo crítico y constructivo, en las posiciones teóricas, en los principios programáticos que la izquierda ha desarrollado durante los 20 años de su existencia y de lucha fraccional dentro del viejo Partido"[7].

Así, el medio revolucionario está muy fragmentado, compuesto por grupos que carecen de claridad, inmaduros todavía. Sólo las fracciones de izquierda de la II Internacional (los bolcheviques, los tribunistas y los espartaquistas, sólo en gran parte, pues hay mucha heterogeneidad en ellos cuando no división) son capaces de señalar el rumbo y establecer una base sólida para la fundación del nuevo partido.

Además, muchos militantes carecían de experiencia política. De los 43 delegados al congreso fundador cuyas edades se conocen, 5 tenían entre 20 y 30 años, 24 tenían más de 50 años[8] De los 42 delegados, cuya trayectoria política se puede rastrear, 17 se habían afiliado a los partidos socialdemócratas antes de la revolución rusa de 1905, mientras que 8 se habían hecho socialistas activos sólo después de 1914[9].

A pesar de su entusiasmo y pasión revolucionaria, muchos de ellos carecían de la experiencia necesaria en tales circunstancias.

Desacuerdos en la vanguardia proletaria

Como ya decía la FFIC en 1946: "Es innegable que una de las causas históricas de la victoria de la revolución en Rusia y de su derrota en Alemania, Hungría e Italia radica en la existencia del Partido revolucionario en el momento decisivo en aquel país y su ausencia o inexistencia en éstos". La fundación de la Tercera Internacional se pospuso durante mucho tiempo debido a los diversos obstáculos que enfrentó el campo proletario durante el episodio revolucionario. En 1918-1919, consciente de que la ausencia del nuevo partido era una debilidad irreparable para la victoria de la revolución mundial, la vanguardia del proletariado fue unánime sobre la necesidad imperiosa de fundar el nuevo partido. Sin embargo, no todos se pusieron de acuerdo sobre la fecha y, sobre todo, qué método adoptar. Mientras que la gran mayoría de las organizaciones y grupos comunistas estaban a favor de fundarlo lo antes posible, el KPD, y especialmente Rosa Luxemburg y Léo Jogiches, optaron por posponer su fundación, considerando que la situación era prematura, que la conciencia comunista de las masas todavía era débil y que el medio revolucionario tampoco tenía mucha claridad[10]. El delegado del KPD en la conferencia, el camarada Albert, tenía pues el mandato de defender esa posición y no de votar a favor de la fundación inmediata de la Internacional Comunista.

Cuando se nos dice que el proletariado necesita un centro político en su lucha, podemos decir que ese centro ya existe y que todos aquellos que se basan en el sistema de consejos ya han roto con los elementos de la clase obrera que todavía se inclinan hacia la democracia burguesa: constatamos que la ruptura se está preparando por todas partes y que se está realizando. Pero una Tercera Internacional no sólo debe ser un centro político, una institución en la que los teóricos intercambian calurosos discursos, sino que debe ser la base de un poder organizativo. Si queremos hacer de la Tercera Internacional un instrumento eficaz de lucha, si queremos convertirla en un medio de combate, entonces es necesario que también existan esas condiciones previas. Por lo tanto, en nuestra opinión, la cuestión no debería debatirse y decidirse simplemente desde un punto de vista intelectual, sino que es necesario que nos preguntemos en términos concretos si existen los fundamentos de la organización. Todavía tengo la sensación de que los camaradas que tanto presionan a favor de la fundación se dejan influir enormemente por la evolución de la Segunda Internacional, y que quieren, después de la conferencia de Berna, imponer una empresa en competencia con aquella. Esto nos parece menos importante, y cuando decimos que es necesaria una aclaración, de lo contrario los elementos indecisos se unirán a la Internacional amarilla, digo que la fundación de la Tercera Internacional no retendrá a los elementos que hoy se unen a la Segunda, y que si van allí a pesar de todo, es porque ése es su lugar"[11].

Como se puede ver, el delegado alemán advirtió contra el peligro de fundar un partido transigiendo con los principios y el esclarecimiento organizativo y programático. Aunque los bolcheviques se tomaron muy en serio las reservas de la central del KPD, no hay duda de que ellos también se vieron atrapados en esa carrera contra reloj. De Lenin a Zinóviev, de Trotski a Racovski, todos enfatizan la importancia de conseguir que se adhieran todos los partidos, organizaciones, grupos o individuos que reivindiquen, de cerca o de lejos, el comunismo y los consejos. Como se observa en una biografía de Rosa Luxemburg, "Lenin veía en la Internacional una manera de ayudar a los diversos partidos comunistas a formarse o fortalecerse"[12] por la decantación producida en la lucha contra el centrismo y el oportunismo. Para el KPD, se trataba en primer lugar de formar partidos comunistas "sólidos", con el apoyo de las masas, antes de ratificar la creación del nuevo partido.

Un método de fundación que no arma al nuevo partido

La composición del congreso es una ilustración de la precipitación y las dificultades que se imponían a las organizaciones revolucionarias de la época. De los 51 delegados que participaron en los trabajos, habida cuenta de los retrasos, las salidas anticipadas y las ausencias temporales, unos 40 son militantes bolcheviques del partido ruso, pero también de los partidos letón, lituano, bielorruso, armenio y de la Rusia oriental. Además del partido bolchevique, sólo los partidos comunistas alemanes, polacos, austriacos y húngaros tenían existencia propia.

Las demás fuerzas invitadas al congreso eran una multitud de organizaciones, grupos o elementos no abiertamente "comunistas" sino en proceso de decantación en el seno de la socialdemocracia y el sindicalismo. La carta de invitación al Congreso convocaba a todas las fuerzas que, directa o indirectamente, apoyaban la Revolución Rusa y parecían de buena voluntad para laborar por la victoria de la revolución mundial:

10° Es necesario aliarse con aquellos elementos del movimiento revolucionario que, aunque no hayan pertenecido a los partidos socialistas en el pasado, hoy en día se sitúan globalmente en el terreno de la dictadura del proletariado en su forma de poder de los consejos. Se trata, en primer lugar, de los elementos sindicalistas del movimiento obrero.

- 11° Es necesario, en fin, ganarse a todos los grupos u organizaciones proletarias que, sin haberse unido abiertamente a la corriente revolucionaria, manifiestan, sin embargo, en su evolución una tendencia en ese sentido"[13].

Ese método acarreó varias anomalías que atestiguan la falta de representatividad de una parte del congreso. Por ejemplo, el estadounidense Boris Reinstein no tenía mandato de su partido, el Socialist Labor Party. El holandés S.J. Rutgers representaba una liga para la propaganda socialista. Christian Racovsky[14] debía representar a la Federación Balcánica, al Tesnjaki búlgaro y al PC rumano.[15] Por lo tanto, pese a las apariencias, el congreso fundador fue sobre todo representativo de la insuficiente conciencia en la clase obrera mundial.

Todos esos elementos también muestran que gran parte de la vanguardia revolucionaria dio prioridad a la cantidad en detrimento de la clarificación previa sobre los principios organizativos. Este enfoque dio la espalda a todo el concepto que los bolcheviques habían desarrollado en los quince años anteriores. Esto ya lo puso de relieve la FFIC en 1946: "El método "estrecho" de selección sobre bases con principios más precisos, sin fijarse en los éxitos numéricos inmediatos, permitió a los bolcheviques construir el Partido que, en el momento decisivo, fue capaz de integrar en su seno y asimilar todas las energías revolucionarias y militantes de las demás corrientes y, en última instancia, conducir al proletariado a la victoria; el método "amplio", en cambio, preocupado sobre todo por reunir inmediatamente a la mayor cantidad a expensas de la precisión programática y de principios, iba a conducir a la formación de partidos de masas, verdaderos colosos con pies de barro que se derrumbarían a la primera derrota bajo la dominación del oportunismo. La formación del Partido de clase es infinitamente más difícil en los países capitalistas avanzados -donde la burguesía dispone de mil maneras de corromper la conciencia del proletariado- que en Rusia".

Cegada por la certidumbre de una victoria inminente del proletariado, la vanguardia revolucionaria subestimó en gran medida las dificultades objetivas que tenía ante sí. La euforia la llevó a dejar de lado el método "estrecho" de construcción de la organización que había sido defendida sobre todo por los bolcheviques en Rusia y en parte por los espartaquistas en Alemania. Se consideró que había que dar prioridad a una gran concentración revolucionaria que permitiera además contrarrestar a la "Internacional amarilla" que se había formado en Berna unas semanas antes. El método "amplio" dejó en segundo plano la clarificación de los principios organizativos. Parecían importar poco las confusiones que arrastraban los grupos integrados en el nuevo partido, la lucha se libraría en su seno. Por el momento, se dio prioridad a agrupamiento de la mayor cantidad posible.

Ese método "amplio" acabaría teniendo consecuencias nefastas, pues debilitaba a la IC en la futura lucha organizativa. Y así, la claridad programática del primer congreso acabó pisoteada por el empuje oportunista en un contexto de debilitamiento y degeneración de la oleada revolucionaria. Fue en el seno de la IC donde surgieron las fracciones de izquierda que criticarían la insuficiente ruptura con la II Internacional. Como veremos más adelante, las posiciones defendidas y desarrolladas por esos grupos respondieron a los problemas que se planteaban en la IC ante el nuevo período de decadencia del capitalismo

(Continuará).

Narek, 4 de marzo de 2019.

 

[2] La conferencia de Berna de febrero de 1919 fue un “intento de resucitar el cadáver de la Segunda Internacional" y a la cual "el Centro" envió a sus representantes.

[3] Para más amplio conocimiento, véase el artículo "Marzo de 1919: fundación de la Internacional Comunista”, Revista Internacional n°57, 2º trimestre de 1989.

[4] Internationalisme, "A propos du Premier Congrès du Parti communiste internationaliste d’Italie" (Sobre el Primer Congreso del Partido comunista internacionalista de Italia), n° 7, enero-febrero de 1946

 

[5] Lenin, Obras, t. XXVIII.

[6] Comandante de la división de la marina popular en Berlín en 1918. Tras la derrota de enero, se refugió en Brunswick luego en Eisenach. Lo detuvieron y ejecutaron en mayo de 1919.

[7] Internationalisme, "A propos du Premier Congrès du Parti communiste internationaliste d’Italie" (Sobre el Primer Congreso del Partido Comunista Internacionalista de Italia), n° 7, enero-febrero de 1946

[8] Founding the Communist International: The Communist International in Lenin's Time. Proceedings and Documents of the First Congress : March 1919, Editado por John Riddell, Nueva York, 1987, “Introduction”, p. 19

[9] Ibídem.

[10] Ese es el mandato que dieron (en la primera quincena de enero) al delegado del KPD para la convención de fundación. Esto no significa que Rosa Luxemburg, por ejemplo, se opusiera en principio a la fundación de una internacional. Todo lo contrario.

[11] Intervención del delegado alemán el 4 de marzo de 1919, en el Primer Congreso de la Internacional Comunista, textos completos publicados bajo la dirección de Pierre Broué, Etudes et documentation internationales, 1974.

[12] Gilbert Badia, Rosa Luxemburg. Journaliste, polémiste, révolutionnaire, Ediciones sociales, 1975.

[14] uno de los delegados más influyentes y decididos para una fundación inmediata de la IC.

[15] Pierre Broué, Histoire de l’Internationale Communiste (1919-1943), Fayard, 1997, p 79.

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