Lenin-Luxemburg-Liebknecht: el proletariado debe recuperar sus experiencias revolucionarias

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Con ocasión del centenario del asesinato de Rosa Luxemburgo y de Karl Liebknecht, el 14 de enero de 1919, ordenado por el Partido Socialista de Alemania (SPD), reeditamos un artículo publicado, por primera vez en Francia (1946), en L’Etincelle,   periódico de la Izquierda Comunista de Francia, organización a la que está políticamente vinculada la CCI.

En 1989, con el derrumbe de los regímenes estalinistas, los partidos de derecha y los   “socialistas” celebraron la “muerte del comunismo” y la “victoria definitiva” del capitalismo liberal y democrático; tratando así de desmoralizar a la clase obrera, de hacerla olvidar toda aspiración a otro tipo de sociedad, de paralizar su combatividad. Hoy, cuando el “gran vencedor” del pretendido “comunismo” revela en toda su  amplitud su quiebra económica, cuando el proletariado empieza a recuperar en ciertas partes del mundo el camino de su perspectiva histórica, los partido de izquierda “socialistas”, “comunistas” e izquierdistas se aprestan de nuevo a utilizar los nombres de las “tres eles” (Lenin, Liebknecht, Luxemburg)  para apartar a los proletarios del combate al que consagraron y dieron su vida estas tres grandes figuras del movimiento obrero (concretamente contra la carnicería imperialista de 1914-1918). En aquel momento exponer  la verdad acerca de las “tres L” fue un medio con el que resistir a la terrible contrarrevolución que pesaba sobre el proletariado. Actualmente es un instrumento del combate de esta clase para frustrar las trampas que la burguesía no se privará de montarle en el camino de su perspectiva revolucionaria. Por tal motivo este artículo mantiene hoy toda su actualidad.

…En vida de los grandes revolucionarios las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con las campañas más desenfrenadas de mentiras y calumnias. Después de su muerte intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo de alguna forma, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para “consolar “y “engañar” a las clases oprimidas castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario y envileciéndola” (Lenin: “El Estado y la Revolución”).

Evocar estas tres figuras, su vida, su obra, su lucha es evocar la historia y la experiencia de la lucha internacional del proletariado durante el primer cuarto del siglo XX. Jamás fueron menos privadas, menos personales las vidas de estos hombres, de las más íntegramente ligados a la causa de la emancipación revolucionaria de la clase de los oprimidos, como lo fueron las vidas de estas tres figuras, de las más nobles del movimiento obrero.

El proletariado no necesita ídolos; la obra de los grandes revolucionarios es el estímulo para su combate.

Más que ninguna otra clase social en la historia, el proletariado es rico en grandes figuras revolucionarias, en militantes entregados, en luchadores infatigables, en mártires, pensadores y hombres de acción. Dicho esto  y contrariamente a las otras clases revolucionarias en la historia, que solo luchaban contra las clases reaccionarias para sustituirlas por su propia dominación y la esclavización de la sociedad a sus propios intereses egoístas de clase privilegiada; el proletariado nunca ha tenido privilegios que conquistar. Su emancipación es la emancipación de todos los oprimidos y de todas las opresiones, su misión es la de la liberación de toda la humanidad de todas las desigualdades e injusticias sociales, de toda explotación del hombre por el hombre, de todas las servidumbres: económica, política y social.

Destruyendo revolucionariamente la sociedad capitalista y su Estado, construyendo la sociedad socialista sin clases es cómo el proletariado cumplirá su misión histórica y abrirá una nueva era de la historia humana, la era de la verdadera libertad y de la expansión de todas las facultades del hombre. Así, en el periodo de declive de capitalismo únicamente el proletariado y su lucha emancipadora ofrecen un lugar histórico donde se exprese todo lo que hay de progresivo en el pensamiento, en las aspiraciones, en el ideal y en todos los campos de la actividad humana. Es en esta lucha liberadora del proletariado donde la historia ha situado la fuente vivificante de las más altas cualidades morales de la humanidad: con desinterés, abnegación, entrega absoluta a la causa colectiva, coraje,... Pero se puede afirmar, sin temor a caer en la idolatría, que hasta este momento a excepción de los fundadores del socialismo científico el proletariado no ha encontrado mejores representantes, días mayores y figuras más nobles, para simbolizar su ideal y su lucha, que las de Lenin, Luxemburgo y Liebknecht.

El proletariado no tiene ni dioses ni ídolos. La idolatría es propia de una etapa atrasada y primitiva de los humanos, un arma para la conservación de las clases reaccionarias, para el embrutecimiento de las masas. Nada le es más funesto a la lucha revolucionaria del proletariado que la directriz que intenta empujar a las masas al fetichismo y a la idolatría.

Para vencer el proletariado necesita una conciencia mucho mayor y honda de la realidad y de su futuro. No está en mística alguna, por noble que ésta sea, el fundamento del que puede extraer la fuerza para ir hacia adelante y cumplir su misión revolucionaria; únicamente lo puede hacer con una conciencia crítica extraída del estudio científico y la experiencia viva de sus luchas pasadas. La conmemoración de la muerte de Lenin, Luxemburgo y Liebknecht no puede ser jamás, para los revolucionarios, un acto religioso.

El proletariado  debe proseguir su lucha y necesita estudiar permanentemente su propio pasado para poder asimilar sus experiencia, tomar conciencia de ellas, apoyarse en las adquisiciones históricas, superar los errores inevitables y corregir, también por medio de la crítica, las faltas cometidas,  reforzar sus posiciones políticas con la toma de conciencia de las insuficiencias y lagunas para completar su programa y, finalmente para resolver los problemas cuya solución quedó en el pasado sin resolver.

Para los marxistas revolucionarios, a quienes repugna la idolatría y el dogmatismo religioso, conmemorar las “Tres L” es extraer de su obra, de su vida y de su experiencia, los elementos para la continuidad de la lucha y el enriquecimiento del programa revolucionario. Esta tarea se sitúa en la base de la existencia y la actividad de las fracciones de la Izquierda Comunista Internacional.

Contra las falsificaciones del estalinismo: las verdaderas enseñanzas de Lenin

No hay ejemplo más vomitivo de deformación, de falsificación más deshonesta de la obra de un revolucionario que el que ha hecho la burguesía de la obra de Lenin. Tras haberle ido a la caza, calumniado y actuado frente a él con un odio implacable durante toda su vida, la burguesía mundial se ha fabricado a su gusto un falso Lenin con el que engañar mejor al proletariado.

Se sirve de su cadáver para transformar en inofensivas sus enseñanzas y su obra. Y utiliza al Lenin muerto para matar al Lenin vivo.

El estalinismo, el mejor agente del capitalismo mundial, se ha servido del nombre de este dirigente de la revolución de Octubre para  llevar a cabo la contrarrevolución capitalista en Rusia;  fue citando  a Lenin como masacraron a todos sus camaradas de lucha. Para arrastrar a los obreros rusos y de todo el mundo a la masacre imperialista, presentaron un Lenin “héroe nacional ruso” partidario de la “defensa nacional”.

La acción de Lenin, que fue enemigo perseverante del capitalismo ruso y mundial y de todos los renegados que se pusieron al servicio del capitalismo, no puede relatarse en un solo artículo. Su obra halla su más alta expresión en los tres puntos siguientes situados en el comienzo, en la madurez y en el final de  su vida.

-  En primer lugar, la noción de partido que hizo pública, en 1902, en su obra “¿Qué hacer?”.

Sin partido político revolucionario, nos muestra, el proletariado no puede hacer la revolución ni tomar conciencia  de la necesidad de la revolución. El partido es el laboratorio donde se produce la fermentación ideológica de la clase. Sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario. Construir, cimentar el partido de la revolución será el fundamento de toda su obra. Octubre de 1917 aportará la confirmación histórica de la exactitud de este principio. Gracias a la existencia de ese partido revolucionario, que fue el partido bolchevique de Lenin, el proletariado ruso pudo salir victorioso en Octubre.

-  Seguidamente la posición de clase contra la guerra imperialista en 1914.

El proletariado no solamente rechazará toda clase de defensa nacional del régimen capitalista si no  que trabajará, con sus luchas de clase, por la derrota de su propia burguesía, por el derrotismo revolucionario; actuará, con la lucha de clase  revolucionaria, por la confraternización de los soldados de los dos frentes imperialistas, por la transformación de la guerra imperialista en guerra civil y por la revolución socialista.

Lenin denunció a todos los falsos socialistas que traicionando al proletariado se ponían al servicio de la burguesía; denunció violentamente a quienes vociferaban que se acabase la guerra pero vacilaban  a la hora de romper con los traidores y los renegados. Proclamó la necesidad de la formación de una nueva Internacional y de nuevos partidos donde los traidores y los oportunistas no tuviesen derecho a estar.

- Finalmente demostrará que la época imperialista es el último periodo del capitalismo, el periodo de las guerras imperialistas, y que solamente el proletariado puede darle fin por medio de la revolución. Esta tesis de Lenin se confirmó con el estallido de la revolución en Rusia, y seguidamente en Alemania, que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Esta tesis volvió a confirmarse trágicamente cuando las derrotas de la revolución y la masacre física e ideológica del proletariado mostraron las condiciones de la reanudación de la guerra imperialista mundial, la guerra de 1939-45. En fin, Lenin demostró en la práctica, en 1917, que la transformación de la sociedad no puede hacerse por la vía pacífica de reformas sino que necesita la destrucción violenta hasta el fondo y por completo, del estado capitalista y la instauración de la dictadura del proletariado contra la clase capitalista.

La victoria de la Revolución de Octubre, la construcción de la Internacional Comunista, partido de la Revolución mundial, las Tesis fundamentales de la Internacional Comunista son la coronación de la obra de Lenin, el punto culminante, la posición más avanzada alcanzada por el proletariado en el periodo precedente.

La muerte de Lenin coincide con el reflujo de la Revolución y las derrotas del proletariado. En este periodo de retroceso la ausencia de Lenin ha pesado fuertemente en el movimiento revolucionario. Bien que la obra de Lenin, aunque muy rica no está exenta de errores y lagunas y es a los revolucionarios de hoy a quienes compete corregir y superar los errores históricos del proletariado; pero Lenin por su obra y su práctica revolucionarias logró avanzar un gigantesco y decisivo paso en el camino de la revolución y por eso mismo será recordado como un guía inmortal del proletariado.

Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht: Magníficas figuras del proletariado mundial

La obra de Rosa Luxemburgo es, incluso hoy, profundamente desconocida no solo para las masas sino también para los militantes mejor informados.

La aportación de Rosa L. a la teoría marxista hace de ella la alumna y la continuadora más brillante y profunda de Karl Marx.

Su análisis de la evolución de la economía capitalista proporciona la única explicación científica de la crisis última y permanente del  capitalismo. Es imposible abordar seriamente el estudio de la época del imperialismo en que vivimos, la inexorabilidad de la crisis económica y de las guerras imperialistas sin basarse en el penetrante análisis de Rosa. Dando una solución científica a los problemas de la reproducción ampliada y de la acumulación del capital que se encontraban inacabadas en Marx, Rosa ha librado el socialismo del atolladero en que estaba para situarlo en su necesidad objetiva. Sin embargo Rosa Luxemburg no fue solo una gran teórica y una economista erudita sino que fue ante todo una combatiente revolucionaria.

Líder incontestable de la Izquierda de la Socialdemocracia alemana desde muy joven denunció la degeneración oportunista de la 2ª Internacional. A la cabeza de la Izquierda, junto con su compañero de armas Karl Liebknecht, rompe con la Social-democracia, durante la Guerra de 1914-18, por su traición y puesta al servicio de la burguesía y de Guillermo II.

Los años que estuvo en prisión, por su actividad contra la Guerra, no pudieron calmar su ardor revolucionario. A la salida de prisión organiza el Spartacus Bund y se implica en la lucha por la revolución socialista en Alemania. En algunos puntos, la historia ha confirmado la exactitud de las posiciones de Rosa en oposición a las de Lenin y concretamente las referentes a la cuestión nacional y colonial ante las que Rosa denunciaba el error de la posición de la “liberación nacional” y el del  “derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos” puesto que siendo ambos esencialmente burgueses e históricamente reaccionarios no podían si no  desviar al proletariado de los pequeños países oprimidos de su terreno de clase y reforzar de hecho al capitalismo internacional.

Los acontecimientos en los Países Bálticos, la revolución nacional turca y toda una serie de revoluciones nacionales, la china en 1927, confirmarían experimental  y trágicamente las advertencias de Rosa L.

Los nuevos partidos que el proletariado hoy necesita construir solo pueden significar un paso adelante si integran la tesis fundamental de Rosa sobre la cuestión nacional y profundizan en ella. Algunas otras críticas y ciertas advertencias  de Rosa ante la revolución rusa, referentes a la libertad y la violencia en la revolución, deben servir de materiales, unido a la experiencia posterior en Rusia, del establecimiento del nuevo programa de los partidos de clase.

Karl Liebknecht es la otra gran figura de la Revolución alemana de 1919. Diputado en el Reichstag, rompe la disciplina del grupo parlamentario y pronuncia desde lo  alto de la tribuna del Parlamento su requisitoria contra la guerra imperialista. “El enemigo está en nuestro propio país” proclama sin cesar Liebknecht y llama a los obreros y a los soldados a la confraternización y a la revuelta. Su ánimo ardiente galvanizará las energías revolucionarias y la Revolución de 1918 le encontrará junto a Rosa Luxemburgo a la cabeza de las masas proletarias, en la vanguardia de la batalla.

Asesinando a Karl y a Rosa y momificando a Lenin la burguesía solo lograría aplazar su propia aniquilación.

La Socialdemocracia alemana, para salvar al capitalismo de la amenaza de la revolución, desencadena la más sangrienta represión contra el proletariado; pero la masacre de decenas de miles de proletarios no le basta. Mientras Rosa y Liebknecht sigan vivos, no puede quedarse tranquila; les busca, quiere atraparles y, finalmente, lo conseguirá y hará que su policía los asesine durante el traslado de una prisión a otra.

Hitler no inventó nada; Noske, ministro socialista y perro feroz de la burguesía, le dio la primera lección y le abrió el camino, igual que Stalin le mostró la manera de transformar millones de obreros en prisioneros políticos y cómo masacrar masivamente a los revolucionarios.

El asesinato de Rosa y de Karl decapitará la revolución alemana y la revolución mundial durante muchos años. La ausencia de estos líderes fue un golpe terrible para el movimiento obrero internacional y la Internacional Comunista.

Si bien el capitalismo puede asesinar a los dirigentes de la revolución y, momentáneamente celebrar su victoria sobre el proletariado empujándole a nuevas guerras imperialistas, el sistema no puede resolver siempre las contradicciones de su régimen que le precipitan en los abismos de la destrucción generalizada.

Lenin. Karl y Rosa murieron pero sus enseñanzas continúan vivas; constituyen el símbolo de la lucha a muerte contra el capitalismo y la guerra, por la única vía a la que puede optar la humanidad: la revolución proletaria.

Siguiendo su camino, continuando su obra, inspirándose en su ejemplo y en su enseñanza es cómo el proletariado internacional hará triunfar la causa por la que ellos cayeron: la causa del proletariado y del socialismo.

L’Étincelle

Enero-febrero 1946

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