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El 10 de octubre, dos camioneros del departamento de Seine-et-Marne lanzaron el 17 de noviembre un llamamiento a una manifestación por Facebook titulada: "Bloqueo nacional contra el aumento de los precios del combustible". Su mensaje se transmitió rápidamente por todas las redes sociales, reuniendo a más de 200.000 personas "interesadas". Las iniciativas y los llamamientos se multiplican. Sin sindicatos ni partidos políticos, se programan espontáneamente toda una serie de acciones, mítines y bloqueos. Resultado: el 17 de noviembre, según el Gobierno, 287.710 personas, repartidas en 2.034 puntos, paralizan cruces, rotondas, autopistas, peajes, aparcamientos de supermercados, etc. Estas cifras oficiales (¡y de admirable precisión!), emitidas por el Ministerio del Interior, fueron subestimadas en gran medida y de forma voluntaria. Según los "chalecos amarillos" eran más del doble. Los días siguientes, se mantienen algunos bloqueos, otros son más puntuales y aleatorios, movilizando a unos pocos miles de personas cada día. Unas diez refinerías de Total se ven interrumpidas por la acción simultánea de la CGT y de los "chalecos amarillos". El 24 de noviembre se lanza una nueva gran jornada de acción, denominada "2º Acto: Toda Francia a París". El objetivo es bloquear los lugares de prestigio y de poder de la capital: la avenida de los Campos Elíseos, la Plaza de la Concordia, el Senado y, sobre todo, el Elíseo[1]. "Hay que dar un golpe de gracia y acudir a París por todos los medios posibles (coche compartido, tren, autobús, etc.). ¡A París, porque allí está el gobierno! ¡Esperamos a todos, camiones, autobuses, taxis, VTC, agricultores, etc. ¡A todos!", proclama Eric Drouet, camionero de Melun, co-iniciador del movimiento y protagonista de la movilización. Finalmente no habrá tal mitin unitario, ya que muchos "chalecos amarillos" prefieren manifestarse localmente, a causa, a menudo, del coste del transporte. Sobre todo, la movilización ha bajado drásticamente. Sólo 8.000 manifestantes en París, 106.301 en toda Francia y 1.600 acciones. Aunque esas cifras gubernamentales subestiman fuertemente la realidad de la movilización, la tendencia es claramente a la baja. Sin embargo, en el movimiento, muchas voces afirman que están ganando. Lo más importante para los "chalecos amarillos" son estas imágenes de los Campos Elíseos "ocupados durante todo un día", que dan testimonio de "la fuerza del pueblo contra los poderosos"[2] Así, esa misma tarde, por Facebook también, se lanza la convocatoria para un tercer día de acción, previsto para el sábado 1º de diciembre: "Tercer Acto: ¡Macron dimisión!", destacando dos reivindicaciones: "aumento del poder adquisitivo y la supresión de los impuestos sobre el carburante".
Todos los periodistas, políticos y demás "sociólogos" destacan la naturaleza sin precedentes del movimiento: espontáneo, fuera de todo marco sindical o político, proteico, organizado principalmente a través de redes sociales, relativamente masivo, globalmente disciplinado, que evita por lo general las destrucciones y los enfrentamientos, etc. Este movimiento se describe, a lo largo y ancho de columnas de periódicos y platós de televisión, como un "OVNI sociológico".
¡Cólera contra los ataques del gobierno!
Iniciado por los camioneros, el movimiento moviliza, como escribe su iniciador Éric Drouet, "camiones, autobuses, taxis, VTCs, agricultores", pero no sólo eso. Muchos pequeños empresarios "abrumados por los impuestos" también están presentes. Trabajadores asalariados, precarios, desempleados o jubilados llevan "chaleco amarillo" forman el mayor contingente. “Los ‘chalecos amarillos’ son más bien una Francia de empleados, cajeras de supermercados, técnicos, asistentes de guardería, que quieren defender el estilo de vida que han elegido para sí mismos: vivir un poco en las afueras, en paz, con vecinos que se les parecen, en un adosado con jardín, para quienes el ‘‘tocarles’’ el coche, aumentando los impuestos sobre el gasóleo, es como cuestionar su espacio privado", como analiza Vincent Tiberi. Según este profesor de Políticas de Burdeos, los "chalecos amarillos" "no sólo representan la Francia periférica, la Francia de los olvidados. Encarnan más bien lo que el sociólogo Olivier Schwartz llama la ‘pequeña clase media’. Trabajan, pagan impuestos, ganan demasiado para ser ayudados y no lo suficiente para vivir bien"[3].
De hecho, la magnitud de esta movilización es sobre todo testimonio de la inmensa cólera que ruge en las entrañas de la sociedad, y en particular en la clase obrera, ante la política de austeridad del gobierno de Macron. Oficialmente, según el Observatorio Francés de Coyunturas Económicas, la renta disponible anual de los hogares (es decir, lo que queda después de impuestos y contribuciones) se redujo en una media de 440 euros entre 2008 y 2016. Esto es sólo una parte muy pequeña de los ataques contra la clase obrera. A este aumento generalizado de los impuestos de todo tipo se suma el aumento del desempleo, la sistematización del empleo precario, la administración pública incluida, la inflación que afecta especialmente a las necesidades básicas, el precio inasequible de la vivienda, etc. La pobreza está incrementándose inexorablemente y, con ella, el miedo al futuro. Pero, más importante aún, lo que alimenta esta inmensa ira según los "chalecos amarillos" es "el sentimiento de ser despreciado"[4].
Ese sentimiento dominante de sentirse "despreciados", ninguneados por los gobernantes, el deseo de ser escuchado y reconocido por "los de arriba", para usar la terminología de los "chalecos amarillos", explica el medio de acción elegido: que se les vea con chalecos amarillos fluorescentes, bloqueando las carreteras, yendo al Senado o al Elíseo bajo las ventanas de la gran burguesía, ocupando "la avenida más hermosa del mundo"[5].
Los medios de comunicación y el gobierno destacan la destrucción y la violencia para hacer creer a la gente que cualquier lucha contra el incremento del coste de vida y el deterioro de las condiciones de vida de los explotados sólo puede conducir al caos y la anarquía con actos de violencia y vandalismo indiscriminados. Los medios de comunicación a las órdenes de la burguesía, especialistas en amalgamas, quieren hacer creer que los "chalecos amarillos" son "extremistas" que además lo único que quieren es "dar caña a la policía"[6] ¡Son las fuerzas de la represión las que, sobre todo, atacan y provocan! En París, el 24 de noviembre, dispararon sin cesar lacrimógenas, como tampoco cesaron las cargas de CRS[7] contra grupos de hombres y mujeres que marchaban tranquilamente hacia los Campos Elíseos. Además, ese día hubo pocos escaparates rotos[8], a diferencia cuando se celebró la victoria de Francia en el Mundial de Fútbol, en el mismo lugar cuatro meses antes. Aunque sí había algunos excitados "chalecos amarillos" que buscaban camorra con la policía ("black-blocks" o esbirros de "ultraderecha"), la gran mayoría no quería romper ni destruir nada. No querían ser "rompedores", sino "ciudadanos" "respetados" y "escuchados". Por eso, el llamamiento al "Tercer Acto" enfatiza que "habrá que hacerlo bien. Nada de destrucciones y sí 5 millones de franceses en la calle". E incluso: "Para asegurar nuestros próximos encuentros, proponemos la creación de "chalecos rojos", que se encargarán de expulsar a los destructores de nuestras filas. Sobre todo, no debemos perder la simpatía la población. Cuidemos nuestra imagen, amigos.”
Un movimiento "ciudadano" interclasista....
El movimiento de los "chalecos amarillos", sí que tiene algo en común y revelador con la celebración de la selección francesa de fútbol: la presencia por todas partes de la bandera tricolor y de banderas regionales, el himno nacional cantado una y otra vez, el orgullo palpable de ser "el pueblo francés". Un "pueblo francés" que, unido, sería capaz de hacer doblegarse a los poderosos. La referencia en muchas mentes es la Revolución Francesa de 1789 cuando no la Resistencia de 1939-1945[9].
Ese nacionalismo exaltado, esa referencia al "pueblo", esas súplica a los poderosos, revela la verdadera naturaleza de este movimiento. La gran mayoría de los "chalecos amarillos" son trabajadores activos o jubilados empobrecidos, pero están en ese movimiento como ciudadanos del "pueblo de Francia" y no como miembros de la clase obrera. Se trata claramente de un movimiento interclasista en el que se mezclan todas las clases y capas no explotadoras de la sociedad. Son trabajadores (trabajadores, desempleados, precarios, jubilados) y pequeñoburgueses (artesanos, profesiones liberales, pequeños empresarios, agricultores y ganaderos). Parte de la clase obrera se ha puesto a remolque de los iniciadores del movimiento (pequeños empresarios, camioneros, taxistas, conductores de ambulancias). A pesar de la legítima ira de los "chalecos amarillos", entre los cuales muchos proletarios que no alcanzan "a fin de mes", este movimiento no es un movimiento de la clase obrera. Es un movimiento iniciado por pequeños empresarios que están cabreados por el aumento de los precios de los combustibles. Como lo atestiguan estas palabras del camionero que inició el movimiento: "Os esperamos a todos, camioneros, dueños de autobuses, taxistas, VTCs, agricultores etc. "¡A todos!". "A todos" y a todo "el pueblo francés" detrás de los camioneros, taxistas, agricultores, etc. Los trabajadores se encuentran ahí, diluidos en el "pueblo", atomizados, separados unos de otros como otros tantos individuos-ciudadanos, mezclados con los pequeños patrones, muchos de los cuales forman parte del electorado del hoy llamado Rassemblement National (Reunificación Nacional, el ex Frente Nacional de los Le Pen).
El terreno podrido en el que se ha embarcado un gran número de proletarios, entre los más empobrecidos, ¡no es el de la clase obrera! En este movimiento "apolítico" y "antisindical", ¡no hay ningún llamamiento a la huelga y a su extensión a todos los sectores! Ninguna convocatoria a asambleas generales soberanas en las empresas para discutir y reflexionar juntos sobre las acciones que llevar a cabo para desarrollar y unificar la lucha contra los ataques del gobierno. Este movimiento de revuelta "ciudadana" es una trampa para ahogar a la clase obrera en el "pueblo de Francia", del que las camarillas burguesas se han hecho forofos. Desde Marine Le Pen hasta Olivier Besancenot, Mélenchon y Laurent Wauquiez[10], "todos" van de hinchada, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda del capital, para apoyar este movimiento interclasista, con su veneno nacionalista.
… con el apoyo de todas las camarillas burguesas
En efecto, es la naturaleza interclasista del movimiento de "chalecos amarillos" lo que explica por qué Marine Le Pen saluda un "movimiento legítimo" del "pueblo francés"; por qué Nicolas Dupont-Aignan, presidente de Debout La France[11], apoya este movimiento: "Debemos bloquear a toda Francia (...), la población francesa debe decirle a este gobierno: ¡basta ya!" ¿Por qué Laurent Wauquiez, presidente de Les Républicains, llama a los "chalecos amarillos" "personas dignas y decididas, que sólo quieren que se oigan las dificultades de la Francia que trabaja"?, ¿por qué el diputado Jean Lassalle, jefe de Résistons[12], es una de las figuras del movimiento con su chaleco amarillo en la Asamblea Nacional y en la calle? Pues porque la derecha y la extrema derecha reconocen claramente en los "chalecos amarillos" un movimiento que para nada pone en peligro el sistema capitalista. Sobre todo, lo ven como una forma muy eficaz de debilitar a su principal competidor en las próximas elecciones, la camarilla de Macron, cuya autoridad y capacidad para gestionar la paz social se está socavando gravemente.
En cuanto a la izquierda y la extrema izquierda, denuncian la recuperación de la derecha y la extrema derecha, rechazan a los "fachas que contaminan el movimiento", y lo apoyan más o menos abiertamente. Tras una espera prudencial, Jean-Luc Mélenchon, al frente de La France Insoumise, va ahora con su estilo palabrero saludando "el movimiento revolucionario de amarillo", un movimiento "popular" y "de masas". Hay que decir que ahí está como pez en el agua, él y su Francia insumisa, sus banderas azul-blanco-rojas, su bufanda tricolor que saca en cuanto puede, y su voluntad de "federar al pueblo contra la oligarquía" en las urnas.
El apoyo de todos los sectores del espectro político burgués,[13] y especialmente de la derecha y la extrema derecha, muestra que el movimiento de los "chalecos amarillos" no es de naturaleza proletaria y no tiene nada que ver con la lucha de clases. Si todos estos partidos del aparato político de la burguesía utilizan a los "chalecos amarillos" para debilitar a Macron, con la esperanza de cosechar los beneficios electorales, saben que este movimiento no fortalece en modo alguno la lucha del proletariado contra su explotación y opresión[14].
En este tipo de movimiento interclasista, el proletariado no tiene nada que ganar porque siempre es la pequeñoburguesía la que da el tono al movimiento (y dicho sea de paso, en Francia, el amarillo es el color… ¡de los esquiroles!). Además, entre los ocho portavoces designados el 26 de noviembre, hay una abrumadora mayoría de propietarios de pequeñas empresas o autoempresarios.
Son pues los objetivos de la pequeñaburguesía, sus consignas, sus métodos de lucha lo que se imponen a todos. En apariencia, esa capa social es muy radical. Al estar aplastada y desclasada por el Capital, su ira puede explotar violentamente, denunciando la injusticia e incluso la barbarie de la gran burguesía y su Estado. Pero en el fondo, a lo que aspira es a ser "reconocida", y no a ser "despreciada" por las élites de "arriba", o mejor dicho, para algunos de sus miembros que sueñan con elevarse hacia las capas superiores de la burguesía, y para que eso ocurra su negocio debe florecer. Eso es lo que explica sus reivindicaciones a través del movimiento de los "chalecos amarillos": un gasoil más barato y menos impuestos para que sus empresas funcionen y se desarrollen, con sus acciones de bloqueo de carreteras, unas capas vestidas de amarillo para ser vistas y honradas, concentrándolo todo en la persona de Macron ("¡Macron dimite!") todo un símbolo del deseo de ser califa en lugar del califa, y una ocupación de "la avenida más hermosa del mundo", escaparate real y simbólico del lujo capitalista.
El movimiento de los "chalecos amarillos" también está infiltrado, aunque no sea masivamente, por la ideología del populismo. Un movimiento "inédito", "proteico", que dice estar en contra de los partidos políticos, denunciando la inercia de los sindicatos y.... ¡apoyado desde el principio por Marine Le Pen! No fue una coincidencia desafortunada, o el resultado de un pequeño grupo de individuos a contracorriente del movimiento, si el 20 de noviembre, unos "chalecos amarillos", al descubrir migrantes escondidos en un camión cisterna, los denunciaron a la gendarmería. Algunos manifestantes quisieron salvar a aquellos migrantes que arriesgaban sus vidas encerrados en las cisternas, pero otros los entregaron deliberadamente. Los comentarios de algunos "chalecos amarillos" durante el arresto filmados y difundidos dan náuseas: "¿Sonríes, hijo de puta?", "¡Cuerda de hijos de puta!", "Una vez más, van a servir para sacarnos más impuestos", y así.
La magnitud de este movimiento interclasista se explica por la dificultad de la clase obrera para expresar su combatividad a causa de todas las maniobras sindicales para sabotear las luchas (como hemos visto recientemente con la larga "huelga intermitente" en la SNCF, los ferrocarriles franceses,). Por eso el descontento contra los sindicatos que existe dentro de la clase obrera está siendo recuperado por quienes iniciaron el movimiento. Lo que muchos partidarios del movimiento de los "chalecos amarillos" quieren transmitir es que los métodos de lucha de los proletarios (huelgas, asambleas generales soberanas y manifestaciones de masas, comités de huelga, etc.) no llevan a ninguna parte. O sea que, a partir de ahora, habría que confiar en los pequeños empresarios (que protestan contra los impuestos y los aumentos de impuestos) para encontrar otros métodos de lucha contra "la vida cara", reuniendo a todo el "pueblo de Francia"!
Muchos obreros en "chaleco amarillo" culpan a los sindicatos porque no "hacer su trabajo". Ahora vemos que la CGT intenta correr detrás convocando una nueva "jornada de acción" para el 1º de diciembre. Podemos estar seguros de que la CGT y los demás sindicatos seguirán "haciendo su labor", la de encuadrar la combatividad de los trabajadores para evitar cualquier movimiento espontáneo en un terreno de clase.
Los proletarios deben defender su autonomía de clase y contar únicamente consigo mismos!
Muchos trabajadores se han movilizado contra la pobreza, los incesantes ataques económicos, el desempleo, la inseguridad laboral... Pero al unirse a los "chalecos amarillos", estos trabajadores han perdido temporalmente el rumbo, poniéndose a remolque de un movimiento que lleva a un callejón sin salida.
La clase obrera debe defender sus condiciones de vida en su propio terreno, como clase autónoma, contra la unión sagrada de todos los "anti-Macron" que manipulan la ira de los "chalecos amarillos" para ganar la mayor cantidad de votos en las elecciones. No debe delegar y confiar su lucha en capas sociales reaccionarias, ni en los partidos que pretenden apoyarlas, ni en los sindicatos que son sus falsos amigos. Todo "ese bonito plantel", cada uno con su propio dogma, ocupa y escruta por los cuatro costados el ámbito social para impedir que se afirme la lucha de clases autónoma de los proletarios.
Cuando la clase obrera se afirma como clase autónoma desarrollando una lucha masiva, en su propio terreno de clase, arrastra trás ella a una parte cada vez mayor de la sociedad, tras sus propios métodos de lucha y consignas unitarias, y finalmente su propio proyecto revolucionario para la transformación de la sociedad. En 1980, en Polonia, se inició un gran movimiento de masas a partir de los astilleros de Gdansk tras el aumento del precio de los productos de primera necesidad. Para enfrentarse al gobierno y hacerlo retroceder, los obrero se agruparon, se organizaron como clase contra la burguesía "roja" y su estado estalinista[15] Las demás capas de la población se unieron ampliamente a aquella lucha masiva de la clase explotada.
Cuando el proletariado desarrolla su lucha, son las asambleas masivas, soberanas y generales abiertas a "todo el mundo" lo que están en el centro del movimiento, lugares donde los proletarios pueden organizarse juntos, reflexionar sobre consignas unitarias, sobre el futuro[16]. No hay sitio entonces para el nacionalismo, sino que, al contrario, los corazones vibran por la solidaridad internacional pues “los proletarios no tienen patria” Por eso los obreros deben negarse a cantar la Marsellesa y a ondear la bandera tricolor, la bandera de los versalleses que asesinaron a 30.000 proletarios en la Comuna de París en 1871.
Hoy, la clase explotada tiene dificultades para reconocerse a sí misma como clase, y como única fuerza en la sociedad capaz de establecer una relación de fuerzas a su favor contra la burguesía. La clase obrera es la única clase de la sociedad capaz de ofrecer un futuro a la humanidad, desarrollando sus luchas, en su propio terreno, por encima de todas las divisiones corporativistas, sectoriales y nacionales. Hoy, los proletarios hierven de rabia, pero no saben cómo luchar para defender sus condiciones de vida frente a los crecientes ataques de la burguesía. Han olvidado sus propias experiencias de lucha, su capacidad de unirse y organizarse sin esperar instrucciones de los sindicatos.
A pesar de la dificultad del proletariado para recuperar su identidad de clase, el futuro sigue perteneciendo a la lucha de clases. Todos aquellos que son conscientes de la necesidad de la lucha proletaria deben tratar de agruparse, discutir, aprender las lecciones de los últimos movimientos sociales, reflexionar sobre la historia del movimiento obrero y no ceder a las sirenas aparentemente radicales de las movilizaciones "ciudadanas", "populares" e interclasistas de la pequeña burguesía!
"La autonomía del proletariado frente a las demás clases de la sociedad es la condición esencial para el desarrollo de todas sus luchas hacia su objetivo revolucionario. Todas las alianzas interclasistas y particularmente las que se proponen con fracciones concretas de la burguesía, no conducen más que a su desarme ante el enemigo, a hacerle abandonar el único terreno donde puede templar sus fuerzas: su terreno de clase."[17].
Révolution Internationale, periódico de la CCI en Francia, 25 de noviembre de 2018
[1] Palacio donde reside el presidente de la República Francesa
[2] Testimonio recogido por militantes de la CCI en los Campos Elíseos.
[3] « Les chalecos amarillos, un mouvement inédit dans l’histoire française”, Le Parisien (24 novembre 2018).
[4] Esa idea es omnipresente en las redes sociales.
[5] Es el título que se le da en Francia a los Campos Elíseos
[6] Cabe señalar que tal mensaje no se hizo pasar de manera directa, sino “subliminal” : en BFM-TV (el principal canal ‘‘todo noticias”), por ejemplo, mientras que periodistas y “especialistas” insistían en que había que distinguir entre “verdaderos chalecos amarillos” y “destructores”, en la pantalla las imágenes de destrucciones en los Campos Elíseos pasaban “en bucle” hasta la saciedad.
[7] Compañías Republicanas de Seguridad, policía especialista en el mantenimiento del orden.
[8] Los deterioros se debieron sobre todo a las barricadas hechas con mobiliario urbano y a los proyectiles disparados por la policía.
[9] En los Campos Elíseos podía oírse a algunos « chalecos amarillos » afirmar que “Con Macron hay que hacer como la Résistancia con los “boches” (despectivo por “alemán”), acosarlo día tras día hasta que se vaya”.
[10] El primero es el portavoz del NPA (Nuevo Partido Anticapitalista) último avatar del trotskismo (ex Liga Comunista Revolucionaria). Melanchon es el dirigente de Francia Insumisa, un partido formado por descontentos del PS (del que Melanchon fue dirigente), del PC, izquierdistas y otros. Wauquiez es el jefe de Los Republicanos, o sea la derecha (Sarkozy)
[11] O “¡Arriba Francia!”, pequeño grupo de ultraderecha próximo al RN de Le Pen.
[12] « Resistamos”. Lassalle, diputado ex centrista y un tanto folclórico.
[13] Incluidos el NPA citado y LO (Lutte Ouvrière, otro partido trotskista).
[14] Solo el mundo sindical ha criticado con fuerza a los “chalecos amarillos”, como también los “chalecos amarillos” rechazan en gran medida todo control sindical.
[15] Ver nuestro artículo en Revista Internacional nº 27 Un año de luchas obreras en Polonia, https://es.internationalism.org/revista-internacional/198110/2318/un-ano-de-luchas-obreras-en-polonia .
[16] Una de las consignas principales de los Indignados en 2011 era: “Desde la plaza Tahrir a la Puerta del Sol”, subrayando así el sentimiento de los manifestantes en España de estar vinculados a quienes se habían movilizado semanas antes en los países árabes con peligro por sus vidas. Ver De la Plaza Tahir a la Puerta del Sol, https://es.internationalism.org/cci-online/201105/3106/de-la-plaza-tahrir-a-la-puerta-del-sol ; 2011, de la indignación a la esperanza, /content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza y Huelga del metal de Vigo, los métodos proletarios de lucha, https://es.internationalism.org/cci-online/200605/910/huelga-del-metal-de-vigo-los-metodos-proletarios-de-lucha
[17] Plataforma de la CCI adoptada en su Primer congreso (enero de 1976) : https://es.internationalism.org/print/book/export/html/3550