Guerra de jefes en Podemos

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En Valencia se han visto carteles que denuncian: “Podemos ha traicionado el 15 M”, “Podemos no nos representa”. Desconocemos quien haya podido escribirlos, ¿se trata de ex militantes decepcionados por la guerra salvaje que han protagonizado los dos grandes jefes, Iglesias y Errejón? ¿Mostrarían una toma de conciencia en defensa de los atisbos proletarios que tuvo el movimiento 15 M?[1]

No sabemos. Lo que sí tenemos claro, sin embargo, es que la pugna que se ha visto en la “Asamblea Ciudadana” de Vistalegre 2 es otra prueba más de la naturaleza capitalista de Podemos. Podemos es enemigo del proletariado y de la humanidad, con la misma saña que la Derecha que dice denunciar[2].

La guerra en Podemos es una muestra de lo que ocurre en todos los partidos de la burguesía

En el capitalismo decadente -desde hace más de un siglo este sistema está en decadencia[3]- el Estado -tanto si se basa en un régimen de partido único como si se presenta bajo la máscara democrática- es en realidad una dictadura totalitaria[4] y esto necesita que tanto el gobierno o la jefatura del Estado, como la estructura de los partidos estén bajo el mando de un individuo al que se le confían todos los poderes. La guerra entre los diferentes aspirantes a la cumbre de esa pirámide suele ser a muerte. El cónclave de Vistalegre 2 tenía como máximo objetivo dilucidar quién iba a ser el nuevo faraón del partido: ¿Iglesias o Errejón? Y para ello han empleado toda la artillería necesaria: ataques personales, insultos, maniobras sórdidas, repentinos cambios de alianzas, chantajes, órdagos...

Esa guerra de jefes es la práctica habitual de todos los regímenes políticos y de todos los partidos. Para afianzar su poder personal, Franco se deshizo de todos los rivales que se cruzaron en su camino. Empezó con el general Mola, eliminado por un oportuno accidente de aviación; sacrificó a su cuñado Serrano Suñer, al falangista Hedilla o al ultra Muñoz Grandes. En el Frente Nacional francés, la señora Le Pen ha llegado hasta el parricidio político de liquidar a su propio padre. En el PSOE Felipe González defenestró a su “amigo del alma”, Guerra, y dejó pudrirse en la cárcel a un fiel colaborador en las tareas sucias, como Roldán. ¡No hablemos de la siniestra batalla campal que están librando el trío Díaz, Sánchez, López, por el mando del PSOE![5] Rajoy llevó una sangrienta lucha por el poder en el congreso de Valencia con la baronesa Aguirre.

Las purgas de Stalin o la noche de cuchillos largos de Hitler, se reproducen a todas horas en los partidos burgueses. Aparentemente se trata de métodos más pacíficos pues nadie acaba delante de un pelotón de fusilamiento, sin embargo, la aniquilación moral de los rivales, la infamia pública, el ostracismo, las intrigas, los golpes bajos, significan en muchos casos la muerte en plena vida.

En los partidos burgueses la verborrea sobre los ideales o el bien público, etc., encubre dos objetivos: por un lado, la defensa del interés nacional del Capital en contra de la clase obrera y de la gran mayoría. Y, en segundo lugar, la promoción de intereses de fracción o de clan, dentro de los partidos, que se alinean detrás de un líder carismático, el cual, a su vez, juega con sus intereses propios.

En la guerra entre Iglesias y Errejón se ha hablado mucho de los “entornos” de cada cual. Ambos aparecían a veces abrazados delante de las cámaras (el abrazo del oso) cuando probablemente en ese mismo momento, alguno de sus adeptos estaba incendiando las redes sociales contra el otro. Se jugaba el reparto del poder y de las prebendas ligados a él, a menudo, esa pugna siniestra ha ido demasiado lejos, creando situaciones conflictivas que han desestabilizado el partido o han creado heridas que pasarán factura con posterioridad.

En todo caso, tanto el interés general del capital español, como los intereses de clan a la sombra del “Amado Líder” expresan intereses propios de la minoría explotadora, es decir, de la clase capitalista. Intereses exclusivos y excluyentes que pertenecen al Capital y participan de un sistema de explotación y opresión que provoca la miseria de la mayoría para conseguir que la acumulación capitalista siga su curso.

Se trata, en concomitancia con lo anterior, del modo de funcionamiento y la moral de una clase que utiliza grandes palabras -solidaridad, tolerancia, derechos- para esconder sus designios egoístas.

Los partidos de la burguesía, sea cual sea su color, son organismos del Estado Capitalista, esa máquina burocrática, fría e impersonal, que defiende la marcha de los negocios capitalistas y los “asuntos particulares” del personal político al servicio del capital.

Ese conglomerado de aparatos políticos, judiciales, policiales, económicos, religiosos, culturales etc., que Iglesias llamaba “La Casta” antes de ser acogido por ella, es, en realidad, la estructura de defensa y organización del Capital, la fusión entre la burguesía clásica -propietaria de los medios de producción- y el Estado para formar el capitalismo de Estado que es el modo de existencia del capitalismo en su decadencia.

En el 15 M se decía que “no hay pan para tanto chorizo”, con la agudización de la crisis capitalista el margen de ganancia tiende a reducirse, mientras que, por el otro lado, son cada vez más los aspirantes a repartirse la tarta obtenida de la explotación de los obreros. Eso endurece los conflictos por el control de los partidos, por el botín que la clase capitalista deja en manos de sus perros falderos (los PP, PSOE, Podemos, C’s…). En el estanque de aguas pútridas y turbulentas que es cada partido no hay sitio para dos cocodrilos, uno de los dos tiene que perecer, en el caso de Podemos, el perdedor ha sido ese individuo con cara de empollón repelente llamado Errejón.

Un factor no menos importante de agudización de las tensiones es el proceso de descomposición social, ideológica y política del capitalismo que provoca “la increíble corrupción que está aumentando, prosperando en los aparatos políticos, la oleada de escándalos en la mayoría de los países, en un contexto general donde “la falta de la menor perspectiva (si no es la de ir parcheando la economía) hacia la cual pueda movilizarse como clase, y cuando el proletariado no es todavía una amenaza de su supervivencia, lleva a la clase dominante, y en especial a su aparato político, a una tendencia a una indisciplina cada vez mayor y al sálvese quien pueda[6]. La irresponsabilidad, la ausencia de una mínima lealtad, el “todo vale”, han alcanzado tales proporciones en la “Asamblea” Ciudadana de Podemos que, según El Confidencial, “Responsables de seguridad de la formación liderada por Pablo Iglesias solicitaron esta semana en una reunión con la Policía Nacional que enviara agentes a su II Asamblea Ciudadana Estatal, que se desarrolla este fin de semana en el Palacio de Vistalegre de Madrid, para garantizar que no se produzcan enfrentamientos entre las facciones del partido que están peleando por controlarlo. Querían que hubiera efectivos en el interior del recinto para que pudieran frenar inmediatamente cualquier posible altercado.[7]

¿ “Pablismo – leninismo”?

La prensa de derechas ha hablado mucho de “pablismo-leninismo”. Iglesias se ha quejado de una conspiración de los medios de comunicación contra él y contra Podemos, sin embargo, no ha desmentido para nada esa acusación de “leninismo”

Desde hace muchos años se ha convertido en un tópico hablar de “leninismo” para caracterizar esas prácticas sórdidas que Podemos ha exhibido con tanta generosidad.

No es objeto de este artículo defender a Lenin de la amalgama que ha hecho siempre la burguesía entre él y Stalin, quien fue el que aplicó estos métodos repugnantes para liquidar la revolución de octubre en Rusia[8].

Sin embargo, lo que queremos mostrar son dos cosas. Primero que llaman “leninistas” son en realidad la práctica de todos los partidos burgueses sin excepción, tanto de derechas como de izquierdas, tanto populistas como anti-populistas. Segundo, que en una organización proletaria esas prácticas no se pueden admitir, se deben combatir de manera intransigente, pues, si son letales para una organización proletaria.

El lubricante que engrasa la máquina de un partido burgués son las intrigas, los golpes bajos, la hipocresía, las maniobras en la oscuridad, las decisiones burocráticas, las relaciones de fuerza… En los partidos burgueses actuales el pelotón de fusilamiento o la tortura -práctica habitual de nazis o estalinistas- ha sido sustituido por los procesos judiciales por corrupción, las campañas públicas en la prensa o en Internet, el espionaje generalizado, el ostracismo por caída en desgracia, las humillaciones delante de las cámaras etc.

Lo que en los partidos burgueses se llama “debate” es en realidad una guerra sucia de insultos, acusaciones, trampas insinuaciones, denuncias, un asqueroso espectáculo que convierte algo tan necesario para la humanidad como la discusión -la cultura del debate[9]- en un combate de boxeo donde no se trata de convencer sino de aplastar.

En una organización proletaria, en cambio, debate es debate. Se busca convencer, se intenta lograr entre todos, una claridad compartida. No se trata de ganar sino de buscar la verdad. No hay vencedores ni vencidos, lo único que se gana es un avance en la conciencia de clase del proletariado. Se intercambian análisis y argumentos, no mentiras o ataques. El debate es un medio para alcanzar la comprensión de las necesidades inmediatas e históricas de la lucha proletaria y de los problemas generales del mundo. En una organización burguesa el acuerdo es el resultado de diplomacias, alianzas contra-natura, intrigas; en una organización proletaria el acuerdo es el fruto de la clarificación, de una discusión intensa, de una decantación. En una organización burguesa los acuerdos se firman para obtener ventajas y se rompen en cuanto uno de los “socios” puede imponerse al otro[10]. En una organización proletaria los acuerdos son la base de la convicción, de la lealtad, de la unidad.

En una organización proletaria se necesita la confianza y la solidaridad, en una organización burguesa la desconfianza y la guerra de todos contra todos. En lo único que están unidos es contra el proletariado y en los cambalaches que se montan para repartirse algún botín conquistado mediante la corrupción y el amiguismo, esta última unidad vuela en pedazos en cuanto alguno de los compinches quiere más o se siente postergado, lo que, a menudo, le impulsa a tirar de la manta.

Si una organización proletaria deja entrar la intriga, la calumnia, las habladurías, la confianza se destruye y con ello la organización ya no puede funcionar. Una organización burguesa se basa en la desconfianza y todo lo que acarrea: los chismorreos, la mentira, el doble lenguaje y la doble moral, las conspiraciones. Como decía Churchill “hay amigos, enemigos y compañeros de partido” pues no te puedes fiar ni de tu propia sombra.

En una organización proletaria la solidaridad es imprescindible. En una organización burguesa es lo contrario:  la insolidaridad, el ataque a los “amigos” sin ningún escrúpulo, la ruptura inesperada con los “aliados” cuando se logra pillarlos por sorpresa o cuando se han reunido las fuerzas propias necesarias para deshacerse de ellos.

Un partido burgués es un fiel reflejo de la sociedad actual cuyo fundamento es la competencia, el cada uno a la suya, el quítate tú para ponerme yo, la carrera por repartirse los cargos. Una organización proletaria tiene que llevar una dura lucha para vivir según la confianza, la solidaridad, el respeto mutuo, el trabajo asociado… Estos principios son los de la lucha del proletariado y los que regirán la sociedad comunista que aspira a crear. La vida de una organización revolucionaria tiene que estructurarse según el porvenir revolucionario, la vida de un partido burgués se rige por el pasado y el presente reaccionarios.

Una de las fuentes del populismo de derechas actual[11], protagonizado por Trump, Le Pen etc., es el asqueo generalizado ante el espectáculo denigrante que nos dan “los políticos”, de los que las guerras de PSOE y Podemos, constituyen muestras vomitivas. Este escándalo permanente lleva a muchos proletarios a rechazar la política y, peor aún, a creer que los males del mundo -el desempleo, la miseria etc.- serían causado por “minorías malvadas”: por arriba estarían los políticos, los financieros, los corruptos, pero, por abajo, habría los emigrantes, los extranjeros, los inadaptados…

Esta visión, que se basa en la simplificación y la búsqueda de culpables, se opone frontalmente a la explicación científica e histórica del marxismo que ve en la evolución de los modos de producción, las contradicciones entre las relaciones sociales y el desarrollo de las fuerzas productivas, la lucha de clases, los factores determinantes de los problemas, pero también de las soluciones.

El proletariado y sus minorías más avanzadas deben rechazar y combatir estos subproductos intelectuales del orden capitalista. Por un lado, los partidos y gerifaltes populistas son tan corruptos, cínicos y manipuladores, como sus rivales de “la casta”. Trump ha convertido “su” partido en un cementerio, purgando a unos, presionando a otros, desprestigiando a golpe de Twitter a los rivales molestos. En el Frente Nacional de Le Pen reina una disciplina de hierro y una dinastía incombustible que nada tiene que envidiar a sagas familiares como la de Corea del Norte o de Siria. 

Pero, lo más importante es que frente a la barbarie, cinismo, corrupción y manipulación propios de la política burguesa, es posible y necesaria una política de clase proletaria, aunque construirla es duro y difícil y llevará un largo camino lleno de obstáculos. Como decíamos en la hoja internacional de balance de los movimientos de indignados, en ellos se dio “los primeros pasos para que aparezca una verdadera política de la mayoría, alejada del mundo de intrigas, mentiras y turbias maniobras que caracteriza la política dominante. Una política que aborda todos los sujetos que nos afectan, no solo la economía o la política, sino igualmente la destrucción del medio ambiente, la ética, la cultura, la educación o la sanidad.

La orientación política de Podemos tras el triunfo de Iglesias

En los enfrentamientos entre partidos burgueses o al interior de cada uno de ellos, hay conflictos de camarillas ansiosas de conquistar las palancas de mando. Sin embargo, hay también opciones políticas, orientaciones tácticas y estratégicas. Errejón defendía una “transversalidad”, palabreja detrás de la cual se escondía una política más parlamentaria y menos callejera, una tentativa de abrirse a sectores más conservadores. Esta orientación contenía el peligro de convertir a Podemos en un PSOE-2, lo cual podía llevarlo a verse fagocitado por el PSOE[12].

De ahí, que la política más “radical” de Iglesias consistente en una combinación “parlamento – calle” parece más realista para preservar el perfil particular de Podemos y afianzarlo frente a los “aliados” que tiene: IU, las “mareas”, los “Ahora Madrid”, los “Barcelona en común” etc. Estos “aliados” no son precisamente muy de fiar. Son todos estalinistas experimentados reconvertidos en toda clase de “organizaciones de base apartidistas”, muchas de ellas manipuladas en la sombra por un viejo estalinista, Julio Anguita.

También este “radicalismo”[13] permite a Podemos continuar una obra muy necesaria para la burguesía: desfigurar totalmente el movimiento 15 M, presentarlo como un movimiento democrático, ciudadano, anti-corrupción, contra el bipartidismo etc., enterrando bajo tierra todo lo que lo tuvo, aunque débil, de proletario.

Smolni 060417

 

[1] Para un análisis del movimiento 15 M ver 2011: de la indignación a la esperanza, https://es.internationalism.org/cci-online/201204/3349/2011-de-la-indignacion-a-la-esperanza  ,y El 15 M 5 años después, https://es.internationalism.org/cci-online/201607/4169/el-15-m-cinco-anos-despues

[2] Sobre la naturaleza de Podemos ver: Podemos, un poder del Estado capitalista, https://es.internationalism.org/cci-online/201406/4033/podemos-un-poder-del-estado-capitalista

[3] Ver nuestro folleto La decadencia del capitalismo.

[4] Un eslogan muy acertado que se gritaba en el movimiento de indignados era: “Le llaman democracia y no lo es, es una dictadura y no se ve.

[8] Hemos argumentado nuestra denuncia de la amalgama entre Lenin y Stalin, entre la revolución rusa y el régimen de capitalismo de Estado que se levantó en su nombre en numerosos documentos, entre otros: en El estalinismo aún despide su hedor contrarrevolucionario en https://es.internationalism.org/cci-online/201302/3644/el-estalinismo-aun-despide-su-hedor-contrarrevolucionario

1989-1999 - El proletariado mundial ante el hundimiento del bloque del Este y la quiebra del estalinismo en https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1151/1989-1999-el-proletariado-mundial-ante-el-hundimiento-del-bloque-d

[9] Ver una denuncia de los debates electorales en Debates electorales, lo contrario de un verdadero debate, https://es.internationalism.org/cci-online/200802/2185/debates-electorales-lo-contrario-de-un-verdadero-debate . Para un análisis teórico más general e histórico, ver La cultura del debate, un arma de la lucha de clase, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200711/2088/la-cultura-del-debate-un-arma-de-la-lucha-de-la-clase

[10]Un ejemplo entre muchos: Pedro Sánchez llegó a la secretaría general del PSOE apoyado por “Sultana” Díaz y, en cambio, ahora son enemigos irreconciliables.

[12] No olvidemos que el PSOE tiene una gran experiencia en absorber sectores de otros partidos. En la transición, muchos franquistas de segunda fila se apuntaron al PSOE que era llamado “la lavadora” por la “limpieza democrática” que otorgaba a fascistas de toda la vida que llegaban a sus filas. Después, en 1982, se llevó una parte de la extinta UCD (el grupo de Fernández Ordoñez) y, sobre todo, más de la mitad de los cuadros del PCE, engrosaron el aparato de PSOE, terminando por el propio Carrillo, incombustible secretario general, que acabó volviendo a la “casa madre” de la que había salido en 1934, traicionando a su propio padre, Wenceslao Carrillo.

[13] En la ideología burguesa y si nos dejamos guiar por la prensa y lo que se llama el “sentido común”, ser “radical” es ser violento, agitador, iconoclasta, rebelde. Sin embargo, ese no es el verdadero sentido que le da el marxismo: “Ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el hombre mismo (Marx: Crítica de la filosofía del derecho de Hegel)