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rusia_1917_y_la_memoria_revolucionaria_de_la_clase_obrera.pdf | 77.49 KB |
Para todos los que aún consideran que la última esperanza para el género humano es el derrocamiento del capitalismo mundial, es imposible comenzar el año 2017 sin recordar que es el centenario de la Revolución rusa. Y también sabemos que los que insisten en que no hay ninguna alternativa al sistema social actual lo recordarán a su manera.
Aunque muchos lo ignorarán, por supuesto; o le quitarán importancia diciendo que se trata de Historia de la Antigüedad. Todo ha cambiado desde entonces, y ¿Qué sentido tiene hablar de revolución de la clase obrera cuando la clase obrera ya no existe, o está tan degradada que el término “revolución obrera” puede incluso asimilarse a los votos de protesta por el Brexit o a favor de Trump en los viejos centros industriales diezmados por la globalización?
O, si el alzamiento que sacudió el mundo en 1917 se trae a colación, en la mayoría de los casos se pinta como una historia de terror, pero con una “moraleja” muy clara: ¿Veis?, eso es lo que pasa cuando pones en cuestión el sistema, si caes en la ilusión de que es posible una forma de vida social superior. Lo que consigues es mucho peor: terror, Gulags, el omnipresente Estado totalitario. Empezó con Lenin y su fanática banda de Bolcheviques, cuyo golpe de Estado de Octubre 1917 acabó con la incipiente democracia en Rusia, y terminó con Stalin, con toda la sociedad transformada en un enorme campo de trabajo forzado. Y luego todo se colapsó, lo que demuestra de una vez por todas que es imposible organizar la sociedad moderna por otro método que no sea el del capitalismo.
No nos hacemos ilusiones de que, explicar en 2017 lo que significó realmente la revolución rusa vaya a ser fácil. Este es un periodo de extrema dificultad para la clase obrera y sus pequeñas minorías revolucionarias, un periodo dominado por los sentimientos de desesperanza y pérdida de cualquier perspectiva de futuro, por el siniestro auge del nacionalismo y el racismo que sirve para dividir a la clase obrera entre ella, por la demagogia repleta de odio del populismo de derechas, y por los clamorosos llamamientos de la izquierda a defender la “democracia” contra ese nuevo autoritarismo.
Pero también es un momento para recordar el trabajo de nuestros antepasados políticos, las fracciones de la Izquierda comunista, que sobrevivieron a las terribles derrotas de los movimientos revolucionarios desencadenados por los acontecimientos en Rusia en 1917, y trataron de comprender la degeneración y desaparición de los mismos partidos comunistas que se habían formado para dirigir el camino a la revolución. Resistiendo tanto al terror desencadenado por la contra-revolución en sus formas fascista y estalinista, como a las mentiras veladas de la democracia, las corrientes de la Izquierda comunista más lúcidas, como las que se reagruparon en torno a las revistas Bilan en los años 1930, o Internationalisme en los años 1940, empezaron la enorme tarea de iniciar el “balance” de la revolución. Primero y ante todo, contra todos sus denigradores, reafirmaron lo esencial y positivo de la revolución Rusa:
- que la revolución “Rusa” solo tenía significado como la primera victoria de la revolución mundial y que su única esperanza había sido la extensión del poder proletario al resto del globo;
- que había confirmado la capacidad de la clase obrera para desmantelar el Estado burgués y crear nuevos órganos de poder político (los soviets o consejos de delegados obreros);
- que mostró la necesidad de una organización política revolucionaria que defendiera los principios del internacionalismo y la autonomía de la clase obrera.
Al mismo tiempo, los revolucionarios de los años 1930 y 1940, también empezaron el doloroso análisis de los importantes errores cometidos por los bolcheviques, atrapados entre las garras de una situación sin precedentes para cualquier partido obrero, en particular:
- la fusión del partido con el Estado soviético, que socavó al mismo tiempo el poder de los soviets y la capacidad del partido de defender los intereses de clase de los obreros, incluso cuando fueran opuestos a los del nuevo Estado;
- El recurso al “Terror Rojo” en respuesta al Terror Blanco de la contra-revolución –un proceso que llevó a los Bolcheviques a implicarse ellos mismos en la supresión de iniciativas y organizaciones proletarias;
- La tendencia a ver el capitalismo de Estado como una etapa de transición hacia el socialismo, e incluso como su realización.
La CCI, desde sus inicios, ha intentado llevar a cabo ese trabajo de sacar las lecciones de la revolución Rusa y la oleada revolucionaria internacional de 1917-23. A lo largo de muchos años hemos desarrollado una bibliografía de artículos y folletos sobre esa era absolutamente vital en la historia de nuestra clase. A partir de ahora trataremos de asegurar que esos textos sean más accesibles a nuestros lectores, recopilando un dossier actualizado de nuestros artículos más importantes sobre la revolución Rusa y la oleada revolucionaria internacional. Cada mes o así, destacaremos artículos que tengan que ver directamente con el desarrollo cronológico del proceso revolucionario, o que contengan respuestas a las cuestiones más importantes planteadas por los ataques de la propaganda burguesa, o por las discusiones en el medio político proletario y su entorno. Este mes subiremos a la cabecera de nuestra web un artículo sobre la revolución de Febrero escrito inicialmente en 1977. Le seguirán artículos sobre las Tesis de Abril de Lenin, las jornadas de Julio, la insurrección de Octubre y así sucesivamente; pretendemos seguir este proceso durante un largo periodo, precisamente porque el drama de la revolución y la contra-revolución duró muchos años y no se limitó a Rusia, sino que tuvo eco en todo el globo, de Berlín a Shangai, de Turín a Sao Paulo, y de Clydeside a Seattle.
Al mismo tiempo, intentaremos añadir nuevos artículos a esta colección, sobre temas que aún no hayamos tratado en profundidad (como la carnicería contra la revolución que desencadenó la clase dominante, el problema del “Terror Rojo”, etc.). Artículos que respondan a las campañas actuales del capitalismo contra la memoria revolucionaria de la clase obrera; y artículos que contemplen las condiciones de la revolución proletaria hoy –y lo que tienen en común con la época de la revolución Rusa, pero también y sobre todo, los cambios significativos que han tenido lugar los 100 años transcurridos.
El fin de este proyecto de publicación no es simplemente “celebrar” o “conmemorar” acontecimientos históricos pasados. Es defender la visión de que la revolución proletaria es hoy incluso más necesaria que lo era en 1917. Enfrentados al horror de la primera guerra imperialista mundial, los revolucionarios de la época concluyeron que el capitalismo había entrado en su época de declive, planteando a la humanidad la alternativa de socialismo o barbarie; y los horrores aún mayores que siguieron a la derrota de las primeras tentativas de hacer la revolución socialista –simbolizados en nombres de lugares como Auschwitz o Hiroshima- confirmaron rotundamente su diagnóstico. Un siglo después, la continuación de la existencia del capitalismo plantea una amenaza mortal para la supervivencia misma de la humanidad.
Desde su celda en la prisión en 1918 y en vísperas de la revolución en Alemania, Rosa Luxemburgo expresaba su solidaridad de principio con la revolución Rusa y el partido Bolchevique, a pesar de todas sus muy serias críticas de los errores de los Bolcheviques, en particular sobre la política del Terror Rojo. Sus palabras son tan relevantes para nuestro futuro como lo fueron para el futuro al que ella misma se veía confrontada:
«Pero hay que distinguir en la política de los bolcheviques lo esencial de lo no esencial, el meollo de las excrecencias accidentales. En el momento actual, cuando nos esperan luchas decisivas en todo el mundo, la cuestión del socialismo fue y sigue siendo el problema más candente de la época. No se trata de tal o cual cuestión táctica secundaria, sino de la capacidad de acción del proletariado, de su fuerza para actuar, de la voluntad de tomar el poder del socialismo como tal. En esto, Lenin, Trotsky y sus amigos fueron los primeros, los que fueron a la cabeza como ejemplo para el proletariado mundial; son todavía los únicos, hasta ahora, que pueden clamar con Hutten: “¡Yo osé!”
Esto es lo esencial y duradero en la política bolchevique. En este sentido, suyo es el inmortal galardón histórico de haber encabezado al proletariado internacional en la conquista del poder político y la ubicación práctica del problema de la realización del socialismo, de haber dado un gran paso adelante en la pugna mundial entre el capital y el trabajo. En Rusia solamente podía plantearse el problema. No podía resolverse. Y en este sentido, el futuro en todas partes pertenece al “bolchevismo”. »[1]
CCI 310117