Submitted by CCI Online on
Si hacemos caso a los medios de comunicación, el triunfo de Syriza en Grecia habría puesto nerviosos a los grandes poderes capitalistas. Estos “nervios” son cara a la galería y responden a maniobras en vistas a las negociaciones sobre la deuda, porque Syriza es uno de los suyos pues comparte con ellos la defensa de la nación que es la bandera a través de la cual cada capital nacional defiende sus intereses contra el proletariado y contra sus rivales imperialistas.
En su último mitin antes de ganar las elecciones, Tsipras, el líder de Syriza, lo resume muy bien: "A partir del lunes acabamos con la humillación nacional y con las órdenes del extranjero". Este programa es antagónico al del proletariado cuya meta es la formación de la comunidad humana mundial y su fuerza propulsora es el internacionalismo.
El triunfo de Syriza no es el del “pueblo” sino el de las necesidades del capital griego. Su política llevará a nuevos ataques al conjunto de los trabajadores.
La situación catastrófica de la economía griega
expresión de la crisis mundial del capitalismo
Los datos que presenta la economía griega son escalofriantes. Nos limitaremos a subrayar que la renta nominal ha caído un 25% en 7 años y las exportaciones pese a la enorme reducción salarial son hoy un 12% menos que en 2007. El estado ruinoso en el que se hallan las instalaciones olímpicas construidas tras un enorme despilfarro para los juegos de 2004 constituye un símbolo elocuente.
La crisis que sufre Grecia no es, sin embargo, una crisis local producto de la mala gestión de los gobiernos que se han sucedido, sino la expresión del atolladero histórico del modo de producción capitalista sumido en una crisis que se prolonga desde 1967 –¡hace casi medio siglo!– y que ha tenido un nuevo jalón en la crisis de las subprime en 2007, el gran pánico financiero de 2008 y la recesión de 2009, lo que dio en llamarse “la Gran Recesión”.
Las medidas adoptadas por los grandes países capitalistas han logrado conjurar los efectos más peligrosos de este episodio pero no han hecho frente al problema de fondo de la sobreproducción generalizada en la que se hunde desde hace casi un siglo. La “solución” encontrada –una sobredosis aún mayor de endeudamiento tomada directamente a cargo por los Estados- está agravando la situación aunque haya supuesto un parche momentáneo.
Una de las consecuencias es que “Estados enteros se verán enfrentados de forma creciente al terrible peso de la deuda –la “deuda soberana”–, lo que debilitará su capacidad para intervenir en sus respectivas economías nacionales a través del déficit presupuestario”([1]). Esta situación se ha hecho insostenible para «aquellos países de la Eurozona cuyas economías son más frágiles o más dependientes de paliativos ficticios puestos en marcha durante el periodo previo: los PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España)” ([2]).
En Grecia la deuda pública ha alcanzado el 180% del PIB, el déficit público se situaba en el 12,7% en 2013, se trata de un fardo que hunde la economía en un círculo vicioso: para pagar al menos los intereses de la deuda hay que contraer nuevas deudas e imponer a cambio medidas de austeridad draconianas que hunden aún más la economía lo que exige mayor dosis de deuda y peores medidas de austeridad.
El círculo vicioso en el que se halla atrapada la economía griega muestra el círculo vicioso en el que todo el capitalismo mundial está empotrado. Pero “esto no significa que volvamos a una situación similar a la de 1929 y los años 30. Hace 70 años la burguesía internacional se encontró completamente desprotegida frente al colapso de su economía y las políticas que aplicó, con cada país encerrándose en sí mismo, sólo consiguieron exacerbar las consecuencias de la crisis. La evolución de la situación económica las últimas cuatro décadas ha mostrado que, incluso si es claramente incapaz de evitar que el capitalismo se hunda cada vez más en su crisis, la clase dominante tiene la habilidad de ralentizar ese descenso y evitar una situación de pánico generalizado como el “Martes negro” del 24 de octubre de 1929. Existe otra razón por la que no se va a reeditar una situación similar a la de los años 30. En esa ocasión la onda expansiva de la crisis empezó desde la principal potencia, los EEUU, y de ahí se extendió a la segunda potencia, Alemania” ([3]).
Hoy, a diferencia de entonces, la burguesía –mediante un reforzamiento sistemático del capitalismo de Estado- ha logrado “organizar” de tal forma la economía mundial que los efectos de la crisis recaen con mucha más fuerza en los países más débiles y se suavizan lo más posible en los más fuertes. Alemania y Estados Unidos que fueron en 1929 el epicentro de la crisis son hoy los países mejor librados y que han logrado mejorar su posición frente a sus rivales.
La gestión de la crisis como medio de división de la clase obrera
Esta política permite al capitalismo en su conjunto resistir el hundimiento en la crisis pues logra concentrarse en la defensa de sus centros neurálgicos. También constituye un medio de dividir al proletariado, ya que “uno de los elementos clave en la evolución de la crisis escapa al estricto determinismo económico para trasladarse al ámbito social, al balance de fuerzas entre las dos clases principales de la sociedad: la burguesía y el proletariado” ([4]). La economía no es una máquina ciega que funciona por sí misma, las necesidades de la lucha de clases influyen en ella. Al desplazar los peores efectos de la crisis sobre países más débiles, la burguesía se da medios para dividir al proletariado.
La gestión política de la crisis a la que acabamos de aludir, hace que esta situación dramática sea vivida por los obreros griegos no tanto como producto del callejón sin salida en el que se halla el capitalismo mundial sino como la consecuencia del “bienestar” de sus hermanos en Alemania. Viceversa, la aparente prosperidad alemana dificulta a los trabajadores de ese país percibir la gravedad de la situación y los rinde vulnerables a las “explicaciones” de que las amenazas a su “privilegiada” condición vendrían de la “vagancia e irresponsabilidad” de sus hermanos griegos y, en general, de las oleadas de emigración que golpean sus puertas.
Esta “gestión política de la crisis” favorece que los proletarios de cada país vean como problemas propios de “su país” y con “solución en su país” lo que es un problema mundial que solo puede tener una solución mundial. En Grecia el desempleo ha alcanzado la intolerable cota del 27%, los trabajadores públicos –que en general gozan de un empleo para toda la vida– se han reducido de 900 mil a 656 mil; un tercio de la población se halla por debajo del umbral de la pobreza, unas 40 mil personas han abandonado las ciudades para emigrar al campo buscando a la desesperada una agricultura de subsistencia en condiciones precarias. El salario mínimo en Grecia se ha reducido en 200 € en los últimos 5 años, las pensiones pierden un 5% anual… Esto, que es una expresión extrema de una situación que en muy variados grados se desarrolla en todos los países, aparece como un fenómeno estrictamente reducido al ámbito griego causado por problemas griegos. Ello proporciona a la burguesía una espesa cortina de humo con la que cegar la comprensión de las tendencias generales que dominan el capitalismo mundial.
El nacionalismo extremo de Syriza
Syriza es un producto de la evolución del aparato político del Estado griego y, a su vez, de tendencias generales que se manifiestan en los países centrales del capitalismo. Como ha explicado miles de veces el marxismo, el Estado es un órgano exclusivo y excluyente del Capital, en sus formas más democráticas no deja de ser la dictadura de la clase dominante sobre toda la sociedad y especialmente sobre el proletariado. En la decadencia del capitalismo, el Estado se vuelve totalitario y ello se expresa en una tendencia al partido único. Sin embargo, en los países más democráticos dotados de un sofisticado juego electoral, esa tendencia se expresa en lo que se llama el “bipartidismo”. Dos partidos, uno más inclinado a la derecha y el otro más escorado a la izquierda, se turnan en el ejercicio del poder. Este esquema ha venido funcionando a la perfección en Europa, Norteamérica, etc., desde la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, con la constante agudización de la crisis y el peso de la descomposición, ha sufrido un desgaste considerable. Por un lado, la gestión de la crisis, a la que se han visto obligados los partidos “socios rivales”, les ha desprestigiado irremediablemente pues cada vez que asumían el gobierno tomaban medidas de austeridad que desmentían las promesas que hacían cuando estaban en la oposición, en la oposición dicen lo nunca hacen y en el gobierno hacen lo que nunca habían dicho.
Pero, por otra parte, la descomposición ha provocado en las filas de los dos “grandes partidos” una creciente dislocación y una irresponsabilidad cada vez más manifiesta lo que ha tenido la expresión más espectacular en una corrupción que bate todos los records y que en cada uno de sus casos siempre se supera a sí misma en codicia, cinismo y desvergüenza.
Los dos grandes partidos griegos tradicionales –Nueva Democracia en la orilla derecha y PASOK en el costado izquierdo– constituyen una ilustración especialmente caricaturesca. Para empezar –señal del arcaísmo del capital griego– son gobernados por dinastías que se suceden en el puesto de mando desde hace más de 70 años, la familia Karamanlis en la derecha y el clan Papandreu en la izquierda. Los fondos que vienen de Europa han dado lugar a una “corrupción transversal”: con asombroso descaro, los políticos de ambos partidos se han repartido a manos llenas las comisiones.
¿De dónde viene Syriza? Es una coalición, finalmente transformada en partido en 2012 ([5]), que ha ido recogiendo facciones procedentes del estalinismo y de la socialdemocracia a la que se han añadido para darle un sabor más picante grupos trotskistas, maoístas y ecologistas. El núcleo fundador viene de una importante escisión del partido estalinista KKE que ante el hundimiento de la URSS en 1989 cambió las fórmulas del “socialismo real” por otras de envoltura “democrática” adaptadas a los trajes liberales del capitalismo de Estado. El propio Tsipras ha hecho su carrera en este sindicato de ratas que abandonaron el barco del estalinismo.
Así pues, SYRIZA se parece como dos gotas de agua a otras tentativas de renovación del esquema político bipartidista que se han producido en otros países como por ejemplo Italia donde el viejo modelo –basado en la Democracia Cristiana que con apoyos socialdemócratas ejerció prácticamente de partido único durante 40 años– fue reemplazado por otro que tenía en la derecha al denostado Berlusconi y en el flanco izquierdo a la caótica coalición que tiene como columna vertebral al antiguo partido comunista reconvertido en “Partido Democrático”. No deja de ser significativo que SYRIZA haya buscado como socio de gobierno a ANEL un partido de extrema derecha.
El socio de SYRIZA, ANEL defiende frente a los emigrantes una política muy similar a la de la denostada Amanecer Dorado. Esta política de xenofobia y persecución de emigrantes presentados como intrusos que roban a los griegos sus trabajos y sus prestaciones sociales tiene dos funciones.
Por una parte, hacer caer a los trabajadores y a otras capas de la población en la ideología degradante de la búsqueda de un chivo expiatorio personificado en los negros, los árabes, los eslavos, todos los que tienen la desgracia de no ser helénicos. Pero por otro lado, obedece a un cálculo político y económico: cobrar al precio más alto el papel de gendarme que la Unión Europea ha asignado a los países (Grecia, Italia y España) que son la puerta de entrada de esa masa desesperada que huye de la miseria extrema y de la guerra. En la partida de gánsteres que se libra dentro de esa cueva de ladrones que es la Unión Europea, el nuevo gobierno griego sabe muy bien que la dureza contra los emigrantes es una provechosa baza negociadora.
La defensa de la nación es el patrimonio común de todos los partidos del capital cualquiera que sea la coloración política que adopten. Uno de los argumentos más siniestros de defensa nacional es el que comparten SYRIZA y ANEL con Amanecer Dorado: una “Grecia para los griegos”, la pretensión fanática de encerrarse en una supuesta “comunidad nacional” donde se podría vivir decentemente. Esto es una utopía reaccionaria pero es sobre todo un ataque frontal a la conciencia y la solidaridad de los obreros cuya mayor fuerza es precisamente la de formar una comunidad donde se funden y unifican seres de todas las razas, religiones o nacionalidades.
El nacionalismo y la defensa del interés del capital griego es el auténtico programa de Syriza. El programa “cara al público” es un puro banderín de enganche que se ha ido aguando a medida que se aproximaba al gobierno. Encontramos las viejas y gastadas letanías propias de la izquierda del capital. Una banca pública, reconsideración de algunas privatizaciones, un plan de empleo garantizado, algunas medidas de emergencia para paliar situaciones de pobreza extrema… y muy poco más.
Estas medidas han sido mil veces empleadas en el capitalismo y nunca han contribuido a la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores. El capitalismo, incluso en sus fracciones más a la derecha, “socializa la banca” cada vez que está en peligro. De Gaulle, Hitler, Franco, y otros paladines de la derecha más extrema, crearon potentes bancos públicos. Bush cuando la crisis de 2007-2008 tomó medidas de intervención estatal de la banca hasta el extremo de que el difunto Chávez lo saludó como camarada y llegó en su delirio a compararlo con Lenin.
Respecto a la promesa de un “plan de empleo garantizado” cuya cuantía se ha ido encogiendo a medida que Syriza se acercaba al poder (de 300 mil nuevos empleos se ha pasado a prometer únicamente 15 mil) podemos ver su seriedad en la política del nuevo gobierno acerca de los funcionarios: el programa de evaluación que estableció el anterior gobierno y que suponía la pérdida de salario, el traslado a un puesto peor o incluso el pase a una “reserva laboral” que es una forma encubierta de despido, no ha sido derogado sino que “se aplicará de forma más justa”, según el nuevo ministro del ramo, quien, por su parte, ha anunciado que los salarios en el sector público seguirán congelados.
Respecto al asunto del pago de la enorme deuda griega, como auténtico jugador de póker, Syriza ha realizado un movimiento de acordeón. Para captar electores empezó con propuestas ultra-radicales. Pero en la campaña electoral fue moderando su discurso. A medida que parecía plausible su triunfo siguieron con nuevas rebajas. Ahora ya instalados en el gobierno echan aún más agua a su vino hasta dejarlo completamente descolorido. Por ejemplo, han pasado de negarse a pagar la deuda, a una quita, después a una quita parcial y finalmente proponen un canje de la deuda por bonos perpetuos y otros instrumentos de “ingeniería financiera” que se parecen bastante al plan Brady que en los años 80 instauró el gobierno norteamericano frente a la deuda en Argentina y que es bien conocido por los graves ataques que conllevó a las condiciones de vida de los trabajadores de dicho país.
Las dificultades del proletariado
El proletariado sufre en la situación actual una pérdida de identidad como clase, una fuerte ausencia de confianza en sí mismo. A esta situación de debilidad profunda que no podrá ser superada simplemente con la experiencia de una oleada de luchas, responde en el aparato político del capital la emergencia de una serie de “populismos de izquierda” que completan la labor de los “populismos de derecha”. Syriza en Grecia, Podemos en España, Die Linke en Alemania, el frente de izquierdas en Francia etc., se aprovechan de estas dificultades de nuestra clase para hablar sistemáticamente de “pueblo” y “ciudadanía”, para defender sin complejos la nación como “comunidad de todos los nacidos en la misma tierra”…
Con esta propaganda no solo se aprovechan como buitres carroñeros de las dificultades del proletariado sino que echan mucha más sal en sus heridas, crean barreras que hacen más difícil recuperar la identidad de clase, la confianza en sí mismos de los obreros. Denunciar las mentiras de estos nuevos aparatos anti-proletarios profundizando en las auténticas posiciones de nuestra clase es la tarea que nos proponemos.
G, 15-2-15
[1] Resolución sobre la situación internacional de nuestro 20º congreso internacional, Revista Internacional nº 152, /content/3965/resolucion-sobre-la-situacion-internacional-2013
[2] Ídem.
[3] Ídem.
[4] Ídem.
[5] SYRIZA en Grecia o PODEMOS en España se presentan como adalides de una “nueva política” que sería honesta, volcada “en los ciudadanos” y alejada de las maniobras y el politiqueo rastrero a que nos tienen habituados la casta bipartidista. Una prueba de que estas “buenas intenciones” son un engaño la tenemos que SYRIZA se registró como partido en 2012 para poder aspirar al premio de 50 diputados extra que se da en la legislación griega al partido ganador de los comicios, beneficio que no se concede si es una coalición la que obtiene la mayoría. Esto es un índice elocuente de la catadura moral de los señores de Syriza.