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Las movilizaciones de los profesores, sobre todo de educación básica, en los meses recientes han expresado el rechazo al ataque del Estado a sus condiciones laborales. De manera intermitente, hemos visto brotes de descontento y manifestaciones en casi todas las entidades donde los trabajadores del sector educativo han intentado sumarse a las protestas contra la reforma laboral disfrazada de educativa mostrando que existe un descontento real, un hartazgo y, más aún, una combatividad que, aunque con muchas confusiones, expresa una voluntad de hacer algo, de movilizarse, de luchar. Incluso, hay voces que han calificado a estas manifestaciones como la segunda primavera magisterial después de aquellas importantes movilizaciones hace 24 años del magisterio a nivel nacional y, particularmente en el DF, que tuvieron su cenit en el mes de abril de 1989.
Sin embargo, algo huele mal, algo no cuadra muy bien para la lucha que se plantea como una necesidad acuciante para los trabajadores de este sector y, en general, del conjunto de la clase trabajadora y que es necesario que se retome en las discusiones que se dan en los centros de trabajo, en las calles, en todos lados donde se plantean este tipo de reflexiones y a las que queremos contribuir como parte de la clase obrera que es a la que pertenecen los profesores de educación básica y media superior y que les ha tocado ahora el turno de la guillotina del capital que avanza inexorablemente sacrificando todo a su paso sin ningún límite, hasta que los trabajadores lo resuelvan de manera histórica.
Como siempre, los ataques al sector del magisterio
son facilitados por la tenaza SNTE-CNTE ([1])
Con el riesgo de que seamos etiquetados, de primera intención, como “charros” o agentes del Estado, que es lo mismo, al incluir en la tenaza a la CNTE diremos que, efectivamente, ésta ha sido el brazo más efectivo del Estado para hacer pasar los ataques que ha recibido este sector por lo menos en las últimas dos décadas. Una aseveración que es difícil de aceptar dada la reputación de disidencia radical de esta agrupación sindical frente al accionar totalmente institucional del SNTE que, a toda costa, impide cualquier movilización de los profesores aún si ésta se diera de manera “cívica” ([2]). Una comparación que inevitablemente identifica a la primera como la expresión sindical de lucha y combativa y al segundo como su contrario, vendido, traidor…
Sin embargo, poniendo un poco de atención podremos ver una complementación de ambas agrupaciones para cumplir una única función: someter al sector de profesores públicos, que es muy grande, a los designios del Estado Y aquí no denostamos a los miles de profesores que, de manera honesta, siguen a esta agrupación como “alternativa” ante los “charros” como tampoco condenamos a los otros tantos trabajadores que hacen lo propio en cuanto al SNTE. No, hablamos de manera directa de la burocracia sindical como profesión, de estas formaciones que tienen motivaciones ideológicas e intereses materiales particulares en su accionar totalmente antiobrero. En cuanto al SNTE, la cosa aparece más o menos clara pero cuando hablamos de la CNTE es más difícil discernirlo. Pongamos algunas evidencias.
¿Qué hace el SNTE? Los funcionarios “oficiales” y sindicales que son la misma cosa en la estructura educativa ([3]) intimidan y amenazan a cualquiera que se atreva a cuestionar los ataques. Pero, ¿qué hace la CNTE?... Complementa lo anterior. A través de los años se han acumulado evidencias que señalan una conexión directa o indirecta (da lo mismo) entre la cúpula de la CNTE y el SNTE y, por tanto, el Estado mismo. Pero aún si esto no se comprobara de manera empírica bastaría con analizar la práctica de la CNTE para corroborarlo.
Las necesidades de la lucha saboteadas por la CNTE
Las acciones “radicales” de la Coordinadora tales como bloqueos de carreteras, toma de casetas de peaje, cierre de avenidas en las ciudades, toma de edificios y el tradicional plantón-campamento en las plazas públicas que ha fomentado por décadas son actividades que van en contra de una lucha real pues no solo favorecen la represión estatal sino que los aíslan del resto de los trabajadores quienes no se identifican con esta práctica.
Pero además, las demandas puestas por delante sobre todo se orientan a exigir democracia sindical que es veneno puro para la lucha obrera pues su tarea no es la de rescatar o democratizar a un aparato que está integrado completamente al Estado y que tiene una función completamente antiobrera ([4]). Esto hace que quienes se animan a parar y salir a la calle caigan en esta trampa y los que desconfían de esas acciones prefieran quedarse trabajando o en casa con similares resultados que van en contra de una movilización real y amplia tan necesaria para detener los ataques.
La única alternativa para echar atrás los golpes es que este sector conciba y plantee su lucha como parte de un combate más general del proletariado que resiente los mismos ataques y esto puede hacerse rompiendo los grilletes sindicales que los atan y encierran en el sector, llamando a celebrar asambleas donde se reflexione la situación que viven todos, donde se discuta cómo organizar el combate, cómo llamar a otros trabajadores a que también se animen a luchar, que decidan encontrarse de manera masiva en la calle. Esta idea de una lucha generalizada a todos los sectores podría tener simpatía si en lugar de demandas excluyentes de cada sector se plantean exigencias integradoras en las cuales se reconozcan todos los trabajadores que están siendo atacados o que están en esa agenda en el futuro inmediato.
Ante esta necesidad apremiante, los sindicatos y sobre todo los “independientes” o “democráticos” hacen hasta lo imposible por mantener a sus miembros afiliados, a quienes corporatizan al igual que los sindicatos “charros” por múltiples medios que no descartan la intimidación y el chantaje, aislados del resto de trabajadores desgastándolos en acciones tan “radicales” como estériles. Ejemplos abundan como el hecho de que en varias ocasiones los profesores han marchado al mismo tiempo que electricistas u otros sectores pero… cada quien por su lado. Y en cuanto a las demandas se encargan siempre de que no solo sean excluyentes sino incluso contrarias a otros sectores.
Pero además, las acciones “radicales” de cierre de avenidas o bloqueos buscan sobre todo provocar un enfrentamiento entre los manifestantes y el resto de los trabajadores que se ven afectados en sus actividades. Una estrategia que se complementa con la campaña de desprestigio ensordecedora de los medios que los satanizan exhibiéndolos como salvajes violentos que se dedican a destruir para evitar que se produzca la más mínima solidaridad con ellos y así facilitar la represión como ya se vio. Este escenario lo hemos vivido durante décadas con resultados similares: los trabajadores acaban siendo atados de pies y manos para hacerles aceptar los ataques sucesivos a sus condiciones de vida como pasó, por ejemplo, con la modificación de la ley del ISSSTE en 2007. Por cierto, también ahora el engaño de los amparos está teniendo éxito no solo interpuestos ante las leyes federales sino también ante las leyes estatales para inculcar falsas esperanzas en la legalidad burguesa.
Y el montaje continúa y se amplifica
A la situación descrita se suman las “movilizaciones” nacionalistas de la izquierda del capital (Morena, cardenistas, etc.) que están llamando al magisterio y al resto de trabajadores a sumarse a la lucha por la defensa del petróleo como propiedad nacional. La CNTE de hecho ya se integró a esa estructura declarando que su lucha ahora es “superior”. Esta amplificación de la trampa pretende acabar de enterrar las preocupaciones genuinas de los trabajadores por sus intereses como clase bajo un montón de estiércol patriotero, llevándolos al terreno de las disputas burguesas por la parte del león de la industria petrolera.
Y este accionar de las fuerzas políticas burguesas aparte de expresar los conflictos existentes en el seno del Estado, lo que buscan es el encuadramiento social a gran escala del conjunto de los trabajadores que también están siendo atacados en todas partes para evitar que busquen sus propias alternativas de lucha ofreciéndoles solo este terreno minado.
Esta maquinaria tan bien aceitada empero no debe convencer a los trabajadores del mensaje que le conviene a la burguesía: resignarse a aceptar los ataques sin protestar. Sino que hay que hacer el esfuerzo por clarificar alrededor de nuestra propia experiencia histórica y reciente de lucha para buscar alternativas de combate que ya han sido destacados como adquisiciones positivas por nuestra clase en todo el mundo. No hay otro camino. Seguir confiando en los sindicatos sean “oficiales” o “independientes” es condenarnos a la derrota siempre.
La lucha es nuestra única esperanza
La esperanza de la clase obrera no es mítica sino que descansa y se inspira en su experiencia como clase histórica y mundial. Las pequeñas escaramuzas que hemos relatado se dan en un contexto internacional que en casi tres años ha sido escenario de intentos muy interesantes para reanudar los combates obreros ensayando múltiples formas de organización y de lucha. Las aportaciones de las movilizaciones sociales como la llamada “primavera árabe”, los “indignados” en España, los “Ocuppy” en EU, el estallido de luchas en Turquía o las manifestaciones masivas a mediados de este año en Brasil (ver artículo en esta edición), están ahí para sostener la confianza de que el proletariado sí puede levantar la cabeza con dignidad y responder con coraje a los ataques repetidos que recibe en todas partes.
Hay una indignación generalizada por la caída alarmante en nuestras condiciones de vida y de nuestras familias y la idea de luchar recorre las cabezas ganando cada vez más adeptos.
Luchar es necesario, sí, pero por nuestros propios medios, fuera de los sindicatos que jamás permitirán que asumamos una lucha propia.
Hay que luchar, pero cuidándonos de no quedar en medio de las pugnas intersindicales donde las diversas camarillas se disputan el control de la estructura en varios niveles.
Tenemos que luchar pero superando las barreras del sector industrial o profesional e iniciando un combate solidario por demandas compartidas.
En fin, hay que luchar pero guiando nuestras acciones con la reflexión colectiva en asambleas generales donde las decisiones se compartan y se propongan metas conscientes de avance.
RR, 27 de sept.
[1]) Ver RM no 85 julio-agosto 2005.
[2]) Aunque precisamente en 1989 el mismo SNTE tuvo que convocar a marchar a miles de profesores al no poder evitar el ímpetu del movimiento que se estaba generando aunque de manera ordenada y cuidando algunas “formas”.
[3]) Y lo mismo vale para la CNTE y la estructura de la SEP en los diferentes estados que controla.
[4]) Por cierto, en la llamada primavera magisterial la CNTE se encargó de sacrificar las genuinas demandas laborales en aras de su participación “paritaria” al lado de los “charros” o lo que es lo mismo, la democracia sindical.