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Hace poco vi la película “Frankenstein de Mary Shelley” y hubo algo que me impactó. La “criatura” está interpretada por un irreconocible Robert de Niro... horrible con todas esas marcas en el rostro. En una escena, que transcurre durante un duro invierno, ayuda en secreto a una familia de campesinos pobres, en cuyo granero se esconde, arrancando nabos del suelo congelado, tarea que ellos ya no podían hacer, de lo fuerte que era la helada. La criatura tiene una fuerza enorme y grandes reservas de energía. Deja los nabos frente a la puerta de la casa. Ellos, a cambio, dejan comida a “el espíritu del bosque”. Fue entonces cuando se me vino a la cabeza lo siguiente. La “criatura”, el producto de los esfuerzos del burgués Víctor Frankenstein, no es otra que la clase obrera. Y toda la historia se puede leer como un mito sobre la creación por la burguesía de la clase trabajadora, de la cual depende. La clase obrera le aterra pero la percibe como algo necesario. “Algo” necesario, sí, pero desagradable, feo, temible e incivilizado. ¿Han cambiado las cosas desde entonces?[1]
Pero, si esto es así (y creo que debe serlo), se plantea la siguiente cuestión: ¿era Mary Shelley consciente de ello, o bien la creación de esta historia surgió de una respuesta subconsciente? Bueno... está claro que no podemos saberlo. La historia se desarrolla en un período revolucionario en la época de la Revolución Francesa. Esto fue antes del nacimiento de la autora. Sin embargo, ciertos acontecimientos dramáticos ocurrieron cerca de casa de Mary durante los años previos a su relato (1812-1817) que bien podrían haberle hecho darse cuenta, de forma más o menos consciente, de la aparición y creciente fuerza de la clase obrera. En estos acontecimientos estaban involucrados los Luditas, que, sin duda, infundieron temor en los corazones de la burguesía mediante la ruptura de máquinas, los fuertes disturbios y la quema de edificios. Incluso se vestían de mujer en las calles. ¡Qué horriblemente monstruoso era todo esto! ¿Qué le estaba pasando a esta respetable sociedad? ¿Es que las clases bajas ya no conocían su lugar en ella?
El miedo de la burguesía a las clases bajas
El historiador Eric Hobsbawm señaló que Gran Bretaña tenía más tropas luchando contra los Luditas que contra Napoleón en la Península Ibérica. El Parlamento en Gran Bretaña tenía una ley que condenaba a muerte a los destructores de máquinas. Los Luditas eran tomados muy en serio. Byron, el poeta y amigo de Mary y Percy Shelley, en cuya casa habían estado viviendo ambos cuando la idea de escribir una novela de terror surgió por primera vez (Byron estaba por la elaboración de un proyecto de historia de vampiros –que se desarrolló más tarde por otros en la industria cinematográfica con Drácula), simpatizaba con los Luditas. Afirmaba que merecían piedad y no castigo. Su situación era tan miserable... eran sustituidos en sus puestos de trabajo por mano de obra barata gracias a la nueva tecnología.
Hoy, los comunistas podemos lamentar que los Luditas recurrieran a los disturbios y la destrucción, porque no es el mejor camino a seguir para el crecimiento de la solidaridad proletaria y la consciencia de clase. Pero como Hobsbawm señaló: no era una cuestión de hostilidad hacia las máquinas como tales. “La destrucción de máquinas era simplemente una técnica del sindicalismo antes y durante las primeras etapas de la revolución industrial”. Sin embargo, esta técnica no auguraba nada bueno para el desarrollo del movimiento. Y luego está también la cuestión de la venganza. Perder tu trabajo no es divertido, y perderlo por la maquinaria y la mano de obra barata un insulto que requiere un acto de venganza. O algo así puede parecer. Los Luditas tomaron su venganza. La “criatura”, el monstruo de Frankenstein, también se venga salvajemente de su creador y de los parientes de este. Es, verdaderamente, una historia de terror. ¿Pero no es todo lo relacionado con la burguesía una historia de terror, y más aún hoy en día?
En “Los Luditas 1811-1816” Marjie Bloy escribe: “La tejeduría era sobre todo una industria doméstica, el tejedor alquilaba la máquina al patrón y trabajaba en su propia “tienda” usando el hilo que le había dado el patrón, y los artículos terminados se devolvían al patrón para ser vendidos. Por tanto, las máquinas estaban esparcidas por los pueblos. Era fácil para los Luditas destrozar una y luego desaparecer rápidamente. Entre marzo de 1811 y febrero 1812 destrozaron cerca de mil máquinas por un coste de entre 6.000 y 10.000 libras. En abril de 1812, los Luditas quemaron el molino de West Houghton en Lancashire. Samuel Whitbread , un diputado , dijo sobre el suceso “En cuanto a las personas que ennegrecieron sus rostros, y se desfiguraron con el fin de ocultarse, y asistieron a la reunión el Deanmoor, cerca de Manchester... resulta que diez de ellos eran espías enviados por los magistrados... Los espías eran justamente los cabecillas de la travesura, e incitaron a la gente a cometer acciones que, de no haber sido así, ellos mismos no hubieran pensado” [Debates parlamentarios, Primera Serie, vol. 23, Col.1000 (l8l2)]. Las autoridades fueron incapaces de detener los ataques por lo que el gobierno se vio obligado a introducir una legislación especial. La destrucción de máquinas se había declarado delito capital ya en 1721. En 1811 se aprobó una ley especial para asegurar la paz de Nottingham. En el penal de Nottingham en marzo de 1812, siete Luditas fueron condenados a deportación de por vida, mientras que otros dos fueron absueltos”.
Vale la pena señalar aquí que “los rostros ennegrecidos” contenían espías del gobierno, una confirmación histórica de la gran hipocresía de la clase dominante y su inclinación por las estrategias maquiavélicas, incluso en los inicios del movimiento obrero. ¿Se vistieron como mujeres también?
Volvamos ahora a Mary Shelley y su criatura frankesteiniana. Teniendo en cuenta las actividades públicas de los Luditas, bien pudo haber visto en su criatura “científicamente” producida al menos un reflejo de la emergente clase obrera buscando su conciencia y desarrollando sus primeras luchas. Como autora de la novela, o tal vez como mujer, ella no encuentra a su “criatura” odiosa, como la mayoría de los otros personajes de la historia lo hacen. Como un comentarista del libro ha dicho: “el monstruo es la mejor persona en el libro”. Pero entonces, si él es “la clase trabajadora”, y casi todos los demás personajes son burgueses, lanzados a la búsqueda de intereses en general egoístas, esto no es ninguna sorpresa. Hacia la mitad de la novela, Shelley se compromete a educar a su criatura, lo que le permite aprender a hablar y luego someterse a un feroz curso de lectura, centrado en gran medida en “El paraíso perdido” de Milton, que introduce la idea de que la criatura es un Adán que necesita a toda costa una Eva [2]. La historia termina en el congelado ártico, donde tanto amo como esclavo son incinerados en la misma pira funeraria. La criatura, por elección, quemada viva.
¿La clase obrera, o el capitalismo mismo?
Es posible, por supuesto, interpretar esta historia de una forma diferente, y ver a la criatura no como la representación de la clase obrera, sino como la forma materializada del capitalismo: feo, temible e inmensamente poderoso. Sin embargo, incluso en esta última interpretación la criatura sigue siendo el producto de la creación del burgués Frankenstein, así como es el capitalismo mismo, la creación incontrolable e involuntaria de la burguesía como clase. ¿Es esa ambigüedad lo que caracteriza una buena historia?
¿Pero por qué está la historia tan llena de miedo? La criatura en sí misma es temible para la vista, fuerte e inclinada a la violencia si se ve frustrada. Pero lo que busca es el amor y la comprensión; una necesidad muy humana, que ninguno asociaría con el insensible e implacable modo de producción capitalista. Luego está también la ciencia y el empeño e interés científico. Es la actitud irreflexiva de Frankenstein hacia la ciencia lo que le permite inventar algo que luego lamentará enormemente. Esto se parece bastante a invenciones científicas posteriores, como la bomba nuclear y las armas químicas y biológicas. ¿Es la ciencia, en manos de la burguesía, otra cuestión que hay que temer? ¿Es la burguesía siempre una clase irresponsable e inmadura que sólo es capaz de actuar de forma responsable en el campo de búsqueda de lucro, en la que por supuesto, todo vale?
Y luego están los Luditas. No se les menciona como tal en la novela, pero tampoco a la burguesía o a la clase obrera. ¿Fueron los Luditas los que originaron el miedo inicial que sustenta la historia? Mi hipótesis es que por supuesto. Pero los Luditas no fueron la clase obrera como entendemos que es la clase ahora. Eran una manifestación temprana de la protesta de la clase obrera. Podemos incluso ver aspectos terroristas en su comportamiento. Se ennegrecían el rostro, rompían la maquinaria y quemaban las fábricas. Ellos, sin duda, inyectaban el pánico en la burguesía. ¿Quién eran exactamente? ¿Qué es lo que querían? ¿Por qué se comportaban de una manera tan espantosa y teatral? En algunos aspectos de su actividad podríamos compararlos a los Mau Mau en Kenia: usando el miedo, el secretismo y el terrorismo en la búsqueda de sus objetivos, y fomentando una angustia indescriptible en sus opresores burgueses. Pero el ejemplo no es bueno en realidad: los Mau Mau eran una manifestación de los propios burgueses, en busca de la liberación nacional, cosa totalmente ajena a los Luditas. Sólo se pueden comparar en la forma de protesta.
Que la criatura represente a Napoleón, visto por la burguesía inglesa, creo que no es algo con lo que podamos estar de acuerdo. Arrancando nabos, viviendo con los campesinos, aprendiendo a leer a escondidas..., estas no son cosas fácilmente asociados con Bony [3], aunque por supuesto, fuera también, una “criatura” fabricada de cabo a rabo por la misma burguesía.
Fred
[1] Un poco de investigación en Internet confirma que esta interpretación “marxista” del cuento ha estado circulando por la Web ya por algún tiempo.
[2] Tal vez lo que realmente necesitaba era un Edward, si lo hubiera conocido. Pero esto es una complicación que no vamos a considerar aquí.
[3] Bony era el nombre despectivo que los ingleses daban a Napoleón.