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Una pregunta recorre el mundo, si el capitalismo está en serios problemas y dando verdaderas patadas de ahogado… ¿por qué es tan difícil luchar por su derrocamiento? Nadie en su sano juicio se atrevería a defender este mundo como una “aspiración humana”, en todas las discusiones, sean académicas o en las calles, nadie duda de la inviabilidad de este sistema, en su quiebra histórica y que vamos hacia la catástrofe. Si bien todos podemos confirmar la decadencia de este sistema la necesidad de su superación no se plantea así de clara. ¿Por qué?, ¿queremos en el fondo defender este sistema de explotación? ¿Los trabajadores somos incapaces de pensar por nosotros mismos? ¿Hay un mundo donde unos mandan y el resto obedece y los que obedecen están incapacitados para tomar el mundo en sus manos? ¿Son los patrones los únicos pensantes? Que haya un puñado de ricos y miles de millones de pobres ¿es “natural”? ¿Necesitamos acaso un nuevo mesías, un líder que nos arrastre y conduzca a la liberación de la humanidad? De este tamaño son las dudas y preguntas que flotan en el mundo actual. Sin pretender cerrar y concluir una discusión, pensamos que es importante que todos discutamos cómo enfrentar estos dilemas, cómo construir juntos una respuesta. A ese esfuerzo intentamos aportar desde la CCI.
La austeridad, los recortes presupuestales, el desempleo, el aumento de cargas fiscales, aumentos de artículos de consumo básico, aumentos en los años de jubilación, pensiones ínfimas (¡ahí donde todavía existen!), juventud sin trabajo ni futuro, suicidios en aumento… ¡este mundo no va al “progreso” sino a la barbarie! Y es justamente a esta decadencia abierta a la que debemos oponer una perspectiva de clase, una perspectiva revolucionaria del proletariado. Muchos pensarán… ¿proletariado? ¡Ni siquiera existe y si existe está escondido y es incapaz de responder a la crisis económica del capitalismo!
Tenemos que reconocer que la crisis no conoce tregua, menos en los países centrales del capitalismo. Todas las medidas que la burguesía mundial nos vende como “medidas anticrisis” son en realidad ataques brutales contra los trabajadores y sus familias. Los recortes en salud en España se viven dramáticamente en todas las familias, en EUA el desempleo no cede (más del 10%), el “Medicare” aumenta deducciones y reduce beneficios y los pronósticos son pesimistas respecto al desempeño de la economía americana, en Gran Bretaña hay un nuevo impuesto por cada habitación extra de la casa, ¡solo falta que nos cobren un impuesto por el aire que respiramos! Todos estos ataques brutales no son una particularidad de tal o cual país, es la realidad de un capitalismo mundial en plena decadencia. Cada vez que nos hablan de la “defensa de la economía nacional”, cada vez que nos dicen que los culpables son los Estados vecinos (en Europa se induce a pensar que la culpa la tienen los alemanes), en realidad nos hacen creer que debemos seguir sacrificándonos por la nación, y siempre es lo mismo: los trabajadores deben vivir cada vez en peores condiciones para que “nuestras” burguesías nos exploten con ventajas que les permitan enfrentar a sus rivales en el mercado mundial. Cada burguesía se presenta ante sus trabajadores como víctima y nos vende el cuento que si no estamos bien es por culpa de los otros.
Una cosa es clara, las condiciones de vida y de trabajo de toda la clase trabajadora a nivel mundial están empeorando. Hace algunos años nos podían engañar con la existencia de supuestos “paraísos obreros”, los mal llamados “países socialistas”, terminado ese mito nos siguieron insistiendo en la existencia de países donde la clase obrera no existe, está integrada o simplemente tiene materialmente todo resuelto al grado que no piensa en protestas y menos en revoluciones (el “sueño americano” por ejemplo). Hoy no existe un solo país en el mundo que sirva como “modelo” de engaño para los trabajadores, ¡se acabaron los ejemplos de “bienestar”! Ahora todo funciona sobre la base de una promesa en negativo: si no te sacrificas hoy el futuro será peor. Las actuales protestas en Brasil, las más importantes en los últimos 30 años de ese país otrora modelo de los países emergentes (BRICS), ejemplifican cómo un aumento de precios en las tarifas de transporte puede desencadenar algo mucho más profundo. El problema no es el transporte en sí mismo, como tampoco lo es la construcción de un centro comercial en una plaza tradicionalmente dedicada a las protestas en Turquía, el problema de fondo es la acumulación de un descontento social que sigue creciendo pero que aún no encuentra una respuesta capaz de guiar esa energía hacia la unificación frente a todos esos ataques que se van acumulando y que, a la postre, nos llevarán a una miseria más allá de lo material, es decir, aceptar tantos ataques sin reaccionar nos puede llevar a una miseria moral de culpabilización, de sentir que no hacemos nada por las nuevas generaciones y que simplemente aceptamos lo irracional de la explotación capitalista sin decir nada.
Mientras haya capitalismo habrá plusvalía, mientras haya plusvalía habrá trabajo asalariado, mientras haya trabajo asalariado habrá proletariado, es decir, una clase trabajadora explotada que lleva en su seno el germen de una nueva sociedad, una sociedad sin clases, sin dinero, sin explotación, sin fronteras, sin hambre, sin discriminación. Esa clase revolucionaria capaz de hacer eso existe, vive, tiene un rostro, está no solo bajo los overoles o los jeans sino también bajo las corbatas de millones de servidores públicos y privados, bajos las batas blancas de millones de médicos y enfermeras del sector público y privado, en los atuendos de los millones de desempleados, en todo aquél que no tiene otra cosa que vender sino su fuerza de trabajo (manual o intelectual)…Es por eso que cuando cuestionamos ¿dónde está la clase obrera? tal vez hay que romper con el viejo esquema del obrero con overol lleno de grasa y con enormes manos callosas…la clase obrera actual tiene manos delicadas y nuevas vestimentas (como corbatas) pero su esencia, su ser, sigue siendo explotada y revolucionaria: la clase que porta en su seno el germen de una nueva sociedad, el comunismo.
Una de las cuestiones más difíciles del periodo actual para el proletariado es que todo aparece mezclado, sin pies ni cabeza, todo parece como un mundo inconexo, cada problema parece encapsulado y parece no haber una respuesta amplia que englobe toda la problemática desde su raíz, es decir, de manera radical. La destrucción del medio ambiente nos la presentan como un problema de “personas y países verdes”, la crisis como un galimatías solo capaz de ser resuelta por un gurú economicista salido de Harvard o Yale, el futuro de la humanidad descansaría sobre políticos preclaros que trabajarían por el bien común, la guerra sería un consecuencia de líderes deschavetados o sátrapas sin control y, para rematar, la pobreza y la desesperanza sería el fruto de una abstracta “falta de iniciativa personal”. Para salir de este mundo absurdo bastaría con un curso de superación personal, del “microcosmos” y la “felicidad interior”… ¡no, el hombre es un ser social, su existencia está ligada a los demás! Entender que tenemos un “destino común”, que los trabajadores del mundo entero luchamos por un mismo objetivo, que las diferencias de lenguas y costumbres no nos oponen sino que nos hacen reconocer que somos una “unidad diversa”, reconocernos como una clase explotada bajo este sistema es el primer paso hacia la emancipación… ¡Ese camino aún tenemos que recorrerlo y de él depende que podamos hacer frente a los ataques actuales!
RM, 20 de junio 2013