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Durante los últimos meses hemos asistido a un incremento de tensiones entre Corea del Norte y su vecina del sur y los EEUU. Repetidas pruebas de misiles, amenazas balísticas, de artillería o incluso de ataques nucleares contra Corea del Sur, Japón, Hawaii o la isla Guam han ocupado el centro de la retórica guerrera norcoreana. Corea del Sur, los EEUU y Japón han declarado por su parte su determinación a atacar militarmente a Corea del Norte. Una vez más, las clases dominantes de estos países se muestran dispuestas a poner en peligro la vida de millones de personas si con ello pueden defender sus sórdidos intereses nacionales.
Frente a la amenaza de guerra es una responsabilidad fundamental de aquellos que luchan por los intereses de los explotados y la clase trabajadora:
- el afirmar claramente la posición internacionalista contra todas las fuerzas capitalistas que tratan de empujar a los explotados a una masacre;
- el analizar los elementos e intereses reales que se esconden detrás de las cortinas de humo de los discursos de los líderes de la clase dominante.
La posición internacionalista
En octubre de 2006, tras el ensayo nuclear norcoreano, un encuentro de internacionalistas de Corea del Sur y otros países lanzaban el siguiente comunicado:
“Ante la noticia de las pruebas nucleares en Corea del Norte, nosotros, comunistas internacionalistas reunidos en Seúl y Ulsan:“Denunciamos el desarrollo de nuevas armas nucleares en manos de otro Estado Capitalista: la bomba nuclear es la expresión máxima de la guerra, su única función es el exterminio masivo de la población civil en general y de la clase obrera en particular.“Denunciamos sin reservas este nuevo paso hacia la guerra tomado por el Estado capitalista de Corea del Norte que demuestra de ese modo una vez más (sí ello fuera necesario) que no tiene absolutamente nada que ver con la clase obrera y el comunismo y que no es otra cosa que una de las más extremas y grotescas versiones de la tendencia general del capitalismo decadente hacia la barbarie militarista.“Denunciamos sin reservas la hipócrita campaña de Estados Unidos y sus aliados contra su enemigo norcoreano, lo que no es otra cosa que su preparación ideológica para lanzar –cuando tenga capacidad para ello- sus propias acciones preventivas de las cuales la clase trabajadora sería la principal víctima, como lo está siendo ahora en Irak. No debemos olvidar que Estados Unidos es la única potencia que ha utilizado armas nucleares en la guerra, cuando fueron aniquiladas las poblaciones de Hiroshima y Nagasaki“Denunciamos sin reservas las supuestas “iniciativas de paz” que aparecen bajo el patronazgo de otros gángsteres imperialistas como China. Su preocupación no es la paz sino la defensa de sus propios intereses en la región. Los trabajadores no debemos tener ninguna confianza en la “intención de paz” de ningún Estado capitalista.“Denunciamos sin reservas todo intento de la burguesía de Corea del Sur de tomar medidas represivas contra la clase obrera o contra activistas en su defensa de los principios internacionalistas so pretexto de proteger la libertad nacional o la democracia“Declaramos nuestra completa solidaridad con los trabajadores de Corea del Sur y Corea del Norte, China, Japón o Rusia, que van a ser los primeros en sufrir las consecuencias si se producen acciones militares“Declaramos que sólo la lucha de los trabajadores a escala mundial puede detener la constante amenaza de barbarie, guerra imperialista y destrucción nuclear que pende sobre la humanidad bajo el capitalismo.”“Los trabajadores no tenemos patria que defender. ¡Obreros de todas partes, uníos!”[1]
"Declaración internacionalista contra la amenaza de guerra en Corea".
En el contexto actual, la declaración de octubre de 2006 mantiene plena validez.
Comprender las crecientes tensiones militares
Para analizar la reciente escalada de tensión entre Corea del Norte y sus rivales, y las perspectivas que de ahí se derivan, debemos enmarcar el conflicto en un contexto histórico e internacional más amplio.
La agudización de tensiones entre las dos Coreas y otros actores forma parte de una agudización más general en Asia Oriental. Los últimos meses hemos visto a los dos mayores rivales de esta región, China y Japón, reclamar su soberanía sobre las islas Senkaku/Diayo y desarrollar una serie de campañas nacionalistas. Los últimos años China y varios Estados que rodean el Mar de China se han visto enfrentados por reclamaciones territoriales. Corea del Sur y Japón se han disputado de forma regular la isla Takeshima/Dokdo. La escalada creciente viene a cristalizar una tendencia global de agudización de tensiones imperialistas en la región. Al mismo tiempo, la disputa entre las dos Coreas forma parte de uno de los conflictos permanentes en Asia Oriental[2].
Las raíces del conflicto
En la I Guerra Mundial la región escapó a las atrocidades guerreras. Sin embargo en la II Guerra Mundial Asia Oriental devino uno de los mayores campos de batalla de todas las potencias imperialistas: más de 20 millones de personas murieron en la región durante el conflicto. Tan pronto como la Alemania nazi fue derrotada y Europa dividida por los vencedores en mayo de 1945, la URSS y los EEUU chocaron al disputarse el control de varias zonas de Asia. Determinados a evitar que Rusia se llevara pedazos de Japón, los EEUU lanzaron las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, tras haber reducido a cenizas Tokio con bombas incendiarias durante el invierto de 1944/45. En China, Rusia apoyó al Ejército Rojo de Mao y los USA a Chiang Kai-shek. China fue el primer país dividido en una zona pro-rusa (la República Popular de China) y otra pro-americana (Taiwán), resultando de esto una mortal división que aún se mantiene hoy, con las dos partes apuntándose mutuamente. En 1945, tras la derrota de Japón, mientras tropas rusas se preparaban para tomar toda la Península de Corea, los EEUU forzaron a las URSS a aceptar su ocupación conjunta, lo que llevó a la división de las dos Coreas a lo largo del paralelo 38 en 1945. Por tanto desde 1945 Asia Oriental ha estado marcada de forma constante por la confrontación entre los USA y sus aliados por un lado, y China y Rusia y los suyos por el otro. No es por casualidad que la Guerra de Corea en 1950-53 fuera la primera, y una de las más sangrientas, fases de la Guerra Fría entre los dos bloques, enfrentando una coalición liderada por EEUU contra las fuerzas norcoreanas apoyadas por tropas chinas y rusas. Más de 3 millones de personas murieron en esta guerra en masacres perpetradas por ambos bandos, dejando un país destrozado, con Seúl y Pyongyang sufriendo fuertes bombardeos. El país continuó dividido e intensamente militarizado: era de las zonas del mundo “mejor defendidas”, con ambos ejércitos apuntándose mutuamente durante más de 60 años.
La presente escalada es pues expresión de la continuidad e intensificación de la serie de conflictos que han golpeado Asia Oriental desde el final de la II Guerra Mundial. Sus raíces se encuentran en la división imperialista, en la fragmentación del mundo en naciones enzarzadas en luchas mortales por su supervivencia, con la consiguiente amenaza mutua de aniquilación. Corea no es una excepción. Toda Europa fue divida desde 1945 en dos bloques, con Alemania partida hasta 1989; el sub.-continente indio fue fragmentado entre Pakistán, Bangla Desh e India; Vietnam fue dividida; y en los años 90 la antigua Yugoslavia se hundió en una serie de guerras secesionistas. Los territorios del antiguo Imperio Otomano en Oriente Medio fueron repartidos en una serie de pequeñas naciones en constante tensión guerrera, con el factor añadido de la fundación de Israel en medio de ese contexto, creando una nueva zona en guerra permanente. Todo esto lo que muestra es que la creación de nuevas naciones ha dejado de ofrecer ningún progreso para la humanidad[3]. Se trata de trampas mortales; un cementerio para la clase proletaria.
De la misma manera que la guerra de Corea en los años 50 implicó la confrontación directa entre los EEUU y China, la presente escalada también opone a los mismos “defensores incondicionales” de sus respectivos aliados.
El tablero imperialista
El régimen norcoreano ha contado con el apoyo incondicional de China desde el primer día de su existencia. La posición geoestratégica de Corea implica que el país es a la vez un blanco para todos sus vecinos rivales y un preciado Estado tapón, especialmente para China, que la considera tapón entre ella misma y Japón y los EEUU.
- China es una potencia emergente que constantemente trata de desafiar a los EEUU y extender su influencia a nivel internacional. El país ha modernizado su ejército y tratado de establecer una serie de bases en toda Asia para expandir su posición, a expensas de EEUU. Estos últimos, conscientes del peligro que este nuevo rival plantea a largo plazo, han manifestado su intención de movilizar la mayor parte de sus tropas en Asia Oriental con el fin de contener a China, tratando de congregar tras de sí a tantos países como pueda. Por lo tanto cualquier conflicto en Asia Oriental se transforma de forma más o menos directa en parte de la lucha de poder a nivel global entre EEUU y la creciente China. China no puede tolerar el colapso del régimen de Pionyang porque su actitud belicosa polariza las tensiones con Japón y Corea del Sur, y sobre todo mantiene ocupado a EEUU contra Corea del Norte, que de otro modo estaría apuntando aún más a China. La idea de una reunificación de Corea (bajo preponderancia surcoreana) y la perspectiva de bases norteamericanas junto a la frontera de China sólo puede aumentar la determinación de esta a defender a Corea del Norte. Aunque es imposible determinar el grado de influencia y control de China sobre Pionyang, una derrota militar norcoreana frente a EEUU implicaría un debilitamiento significativo de China, que trata de contener a Pionyang, mientras al mismo tiempo Corea del Norte “mantiene ocupadas” a las tropas norteamericanas.
- Rusia, como en otras zonas en conflicto desde 1989, ha manifestado una posición contradictoria. Por un lado Rusia y China han sido rivales desde los años 1960, tras su alianza al inicio de la Guerra Fría, pero desde la aparición china como “potencia emergente” en la década pasada, la tendencia rusa ha sido situarse junto a China en oposición a los EEUU. Por otro lado, Rusia no desea una China demasiado agresiva. En lo referente a Corea del Norte, Rusia no tiene ningún interés en un aumento de la presencia estadounidense en la zona.
- Los EEUU nunca han aceptado la posibilidad de que la península coreana cayera en manos de China o Rusia. En la actual confrontación se presentan de nuevo como defensores incondicionales de Corea del Sur y Japón. Por supuesto su principal motivación es la contención de China. Hasta cierto punto las amenazas norcoreanas son bienvenidas por los EEUU en tanto que justificación para incrementar su arsenal armamentístico en el Pacífico (ya han hecho movimientos en ese sentido en la isla de Guam, en Alaska y en la propia Corea). Es evidente que estas armas podrían utilizarse no sólo contra Corea del Norte, sino también contra China. A su vez, cualquier país que amenace directamente las bases americanas en Guam o Alaska, o el territorio de aliados de EEUU, es una amenaza para la dominación americana. Por tanto, aparte ya del debilitamiento norteamericano provocado por China, los EEUU no pueden tolerar las amenazas nucleares norcoreanas. La política estadounidense de contención hacia China contribuye en cambio de forma significativa a avivar las tensiones con Pionyang.
- Japón, viejo enemigo de China, se siente especialmente amenazado por esta y su aliado norcoreano. Al mismo tiempo, Japón mantiene el conflicto con Corea del Sur sobre la soberanía de las islas Dokdo/Takeshima. Desde la desaparición del bloque ruso en 1989 Japón ha deseado aflojar el control regional de los EEUU. Al mismo tiempo, provocado por la emergencia de China y la escalada de conflictos con Corea del Norte, Japón no ha sido capaz de reducir su dependencia del poder militar de EEUU. Y en el caso de que se produjera la reunificación coreana, los intereses nipones tendrían que hacer frente a otro importante rival regional. Japón, que ocupó la península de Corea durante más de tres décadas, paradójicamente lamentaría la desaparición del tapón norcoreano. La reciente escalada de tensiones con China y Corea del Norte ha servido de esperado pretexto japonés para incrementar su gasto militar.
Por tanto, 60 años tras el fin de la Guerra de Corea en 1953, no sólo encontramos a las mismas fuerzas opuestas, sino que ahora además están las amenazas de ataques nucleares, con misiles balísticos o con artillería desde Corea del Norte, y viceversa, contra algunas de las metrópolis más pobladas del mundo (Seúl, Tokio, Pyongyang). Con la creciente polarización entre China y EEUU, las dos mayores potencias económicas, Asia Oriental se ha convertido en otra zona de conflicto permanente, con consecuencias a nivel mundial.
Dos regímenes: dos enemigos mortales de la clase trabajadora
El régimen norcoreano, que se dice socialista, fue creado, no tras una insurrección obrera, sino gracias a la ayuda militar de Rusia y China. Enteramente dependiente de sus padrinos estalinistas, el régimen ha focalizado sus recursos en el mantenimiento y crecimiento de su aparato militar. Como resultado de una gigantesca militarización, de una población de 24 millones y medio el país afirma contar con un ejército regular de más de un millón de hombres y mujeres, y de hasta 4,7 millones en la reserva. De forma similar a los antiguos regímenes estalinistas de Europa del Este, la economía norcoreana no posee productos civiles competitivos que ofrecer en el mercado mundial. La hipertrofia del aparato militar ha implicado durante estas últimas seis décadas la existencia de un frecuente, si no permanente, racionamiento de comida y otros productos de consumo. Desde el colapso del bloque ruso en 1989 la producción industrial ha caído más de un 50 %. La población fue diezmada por una hambruna a mediados de los 90, que parece que únicamente pudo ser parada con suministros de alimentos desde China. Incluso hoy, Corea del Norte importa de China el 90 % de su energía, el 80 % de sus bienes de consumo y alrededor del 45 % de alimentos.
Si una clase dominante no tiene nada que ofrecer a su población salvo escasez, hambre, represión y militarización permanente, y si sus empresas no pueden competir en el mercado internacional con ningún producto el régimen tan sólo puede ganar “reconocimiento” por medio de su capacidad militar de amenazar y chantajear. Un comportamiento tal es la típica expresión de una clase en bancarrota, que no tiene nada que ofrecer a la humanidad salvo violencia, extorsión y terror. La postura de amenaza hacia sus rivales con toda clase de ataques militares muestra cuán impredecible y lunática se ha vuelto la situación. Enfrentada a un callejón sin salida en materia económica, el régimen ha tratado durante años de introducir algunas limitadas medidas de “liberalización”, esperando mejorar el suministro de productos. Algunos piensan que el actual ruido de sables es una mera maniobra de distracción de los problemas económicos y una acción del joven sucesor Kim Jong-un para impresionar al ejército. Aunque no podemos especular sobre la estabilidad política del régimen, pensamos que sería un error infravalorar el peligro real de entrada en una escalada peligrosa. El incremento de tensiones imperialistas nunca es un “bluff”, una fanfarronada o una mera distracción o representación teatral. Todos los gobiernos del mundo se ven obligados a avivar la espiral militarista, incluso si pudiera parecer que va en contra de sus intereses. La clase dominante no posee un control real en relación al cáncer del militarismo.
Aunque es evidente que un ataque norcoreano a Corea del Sur o EEUU llevaría a un debilitamiento considerable si no a la desaparición del régimen, debemos subrayar que la clase dominante no conoce límites en su política de tierra quemada. Por todo el mundo se suceden los ataques suicidas, con gente dispuesta a matar y herir al máximo número de personas sin importarles que implique su propia inmolación. El caso norcoreano nos muestra a un Estado que amenaza con cometer una masacre y que está preparado para “suicidarse”. Y pese a que Corea del Norte depende enormemente de China, esta última no puede asegurarse el control absoluto sobre Pyongyang, que muestra una creciente locura. Durante la Guerra de Corea tanto China como Pyongyang estuvieron dispuestos a sacrificar su “propia” carne de cañón y a aniquilar tantas vidas del enemigo como fuera posible. El régimen norcoreano muestra claramente lo que realmente implica la defensa de los intereses nacionales. Como resultado, el tablero imperialista se ve aún más sometido al caos. La política de amenazas y chantajes de Corea del Norte no es una excepción sino una triste caricatura de la perspectiva del sistema capitalista como un todo, que empuja a la humanidad a una barbarie creciente.
Ante las amenazas abiertas norcoreanas hacia Seúl, Japón o EEUU, Corea del Sur puede presentarse como una “víctima inocente”. Pero la clase dominante surcoreana no es ni mejor ni menos feroz que la del norte.
En mayo de 1948 el gobierno surcoreano de Rhee, apoyado por EEUU, organizó una masacre de alrededor de 60.000 personas en Cheju (un quinto de la población de la isla). Durante la guerra el gobierno surcoreano llevó a cabo igual número de masacres que Nor-Corea. Durante el periodo de reconstrucción, el país fue dirigido de forma dictatorial, ya fuera indirectamente bajo Rhee o directamente como con Park Chung-Hee, durante más de cuatro décadas. Cualquier protesta obrera o estudiantil se encontraba con la represión del régimen. En 1980 un levantamiento popular con un fuerte componente obrero en Gwangju fue aplastado a sangre y fuego. Sin embargo, gracias a una dura explotación de su fuerza de trabajo, el capital surcoreano fue capaz de acceder al mercado mundial a través de sus bajos precios. Corea del Sur presenta uno de los porcentajes más altos de precariedad y temporalidad laboral. Sin embargo, con o sin forma dictatorial, todos los gobiernos han mantenido su política de represión. La Ley de Seguridad Nacional otorga al gobierno la libertad de acallar cualquier voz crítica con el régimen, acusándola de estar al servicio de Corea del Norte. Y en muchas huelgas y protestas obreras o estudiantiles, o incluso de carácter “ciudadano” (como las “protestas de las velas” contra la importación de carne estadounidense posiblemente contaminada en 2008), el Estado surcoreano utiliza constantemente la represión, especialmente contra la clase trabajadora. Mientras los medios ridiculizan la forma en que las distintas generaciones de la dinastía Kim en Nor-Corea se suceden en el poder, la elección reciente de Park Geun-hye, hija del antiguo dictador Park Chung-Hee, muestra la evidente continuidad de poder bajo la “democracia”. Además, la explotación común de mano de obra norcoreana en la zona industrial de Kaesong pone en evidencia que los capitalistas surcoreanos son perfectamente capaces de cooperar con cualquier camarilla de Corea del Norte. Y la camarilla surcoreana se encuentra determinada a utilizar cualquier medio militar contra su vecino del norte, ya que recientemente Seúl ha expresado la posibilidad de desarrollar ella misma armas nucleares.
Guerra de clases contra guerra imperialista
La historia nos ha mostrado que los dos tipos de regímenes son en lo esencial lo mismo: enemigos de la clase obrera. Los trabajadores no pueden tomar partido por ninguno de ellos. La reciente acentuación de tensiones en Asia Oriental es un ejemplo concentrado de la tendencia destructiva del capitalismo. Pero el reciente conflicto no es una mera repetición: los peligros se han convertido en mucho mayores para la humanidad. Se trata aquí de un enfrentamiento entre potencias mayores: EEUU y China, Japón y China; todos fuertemente armados y determinados en acelerar la carrera armamentística. En la época de la Guerra de Corea y la Guerra Fría la clase obrera se encontraba derrotada e incapaz de levantar la cabeza. Sólo un pequeño número de revolucionarios de la Izquierda Comunista defendieron posiciones internacionalistas durante la Guerra de Corea. Hoy el proletariado en Extremo Oriente no se muestra dispuesto a sacrificar su vida en la espiral mortal capitalista. Únicamente la clase obrera puede salvar a la humanidad de hundirse en una barbarie cada vez mayor. Para hacerlo, el proletariado debe rechazar el patriotismo y la espiral militarista.
¡No al “frente unido con el gobierno”! La única solución para la clase trabajadora pasa por una lucha firme contra su propia burguesía, tanto en una Corea como en otra. Para los revolucionarios de hoy esto significa la necesidad de defender la tradición internacionalista de Lenin, Luxemburg y Liebknecht durante la Primera Guerra Mundial, de la Izquierda Comunista durante la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra de Corea, una tradición que fue defendida de nuevo en la declaración internacional contra la amenaza de guerra en 2006.
CCI, 8-4-2013
[1] Ver también en inglés “Imperialism in the Far East, past and present” https://en.internationalism.org/internationalreview/2012/5305/november/international-review-special-issue-imperialism-far-east-past-
[2] Ver también en inglés “The 'Asian Dragons' run out of steam” https://en.internationalism.org/ir/89/dragons
[3] Ver Balance de 70 años de “liberación nacional” https://es.internationalism.org/series/500