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Debate entre grupos «bordiguistas»
Marxismo y misticismo
Como planteamos en la Revista internacional nº 93, la reciente apertura de debates entre grupos «bordiguistas» representa una evolución importante para todo el medio político proletario. Destacamos en particular el número de mayo 97 de Programa comunista (PC) ([1]) como una ilustración clara de ello, y de que ese grupo es de los que más se está moviendo hoy en este sentido. El virulento ataque de la burguesía contra las tradiciones comunistas de la clase obrera (contra la Revolución rusa, contra el partido bolchevique, y contra sus más consistentes defensores, las organizaciones de la Izquierda comunista) está forzando a éstas a reconocer, aunque sea provisionalmente, que son parte de un campo político proletario que tiene intereses comunes frente a la ofensiva del enemigo. Una expresión obvia de la existencia de ese campo proletario ha sido el trabajo conjunto muy fructífero que han llevado a cabo la CCI y la CWO ([2]). Pero el hecho de que algunos de los grupos bordiguistas hayan empezado, no sólo a reconocer la existencia de los otros grupos, sino a polemizar entre ellos, e incluso a reconocer el carácter proletario de otras corrientes en la tradición de la Izquierda comunista, es también muy significativo, teniendo en cuenta que hasta ahora, una de las características que distinguían a esa rama de la Izquierda italiana era su aislamiento sectario casi total.
PC nº 95 contiene una seria polémica con el grupo Programma comunista/Internationalist Papers sobre la cuestión kurda, criticándolo por hacer graves concesiones al nacionalismo; y lo que es particularmente notorio, el artículo argumenta que fueron errores exactamente del mismo tipo los que llevaron a la explosión del PCI a comienzos de los 80. Esta voluntad de discutir la crisis de la principal organización bordiguista en ese periodo supone un desarrollo nuevo y potencialmente fértil. El mismo ejemplar también contiene una respuesta a la reseña del libro sobre la Izquierda italiana de la CCI que publica el periódico trotskista Revolutionary History. Aquí PC muestra una conciencia de que el ataque a la CCI que contiene esta reseña, es también un ataque a toda la tradición de la Izquierda comunista de Italia.
Remitimos a nuestros lectores al artículo de la Revista internacional nº 93 para más comentarios sobre estos artículos. En este número queremos responder a otro texto en PC nº 95, una polémica con el grupo Il Partito comunista, de Florencia, que critica a éste último por caer en el misticismo.
Marxismo contra misticismo
A primera vista este podría parecer un tema extraño para una polémica entre grupos revolucionarios, pero sería un error pensar que las fracciones más avanzadas del movimiento proletario son inmunes a la influencia de las ideologías religiosas y místicas. En la lucha para fundar la Liga de los comunistas, Marx y Engels tuvieron que combatir las visiones sectarias y semireligiosas del comunismo que profesaban Weitling y otros. En el periodo de la Primera internacional, la fracción marxista tuvo que confrontar la ideología masónica de sectas como los Filadelfianos, y sobre todo la «Fraternidad internacional» de Bakunin.
Pero sobre todo fue cuando la burguesía dejó de ser una clase revolucionaria, y aún más cuando el capitalismo entró en su época de decadencia, cuando esta clase abandonó cada vez más la visión materialista de su juventud para revolcarse en visiones irracionales y semimísticas del mundo: el caso del nazismo es un ejemplo concentrado de ello. Y la fase final de la decadencia capitalista (la actual fase de descomposición) ha exacerbado esas tendencias todavía más, como demuestra, por ejemplo, el auge del fundamentalismo islámico y la proliferación de cultos suicidas. Estas ideologías cada vez son más omnipresentes y los proletarios no son inmunes a ellas por principio.
Que el propio medio político proletario actual tiene que estar en guardia contra estas ideologías se ha demostrado claramente en el periodo reciente. Podemos citar el caso de la London Psychogeographical Association (LPA) y el de otros «grupos» similares, que han confeccionado una infame pócima de comunismo y ocultismo que han intentado vender al medio político. En la CCI, hemos visto las actividades del aventurero JJ, expulsado por intentar crear una red clandestina de «interesados» por las ideas de la francmasonería.
Además, la CCI ya ha criticado brevemente los esfuerzos de Il Partito por crear un «Misticismo comunista» ([3]) y las críticas más detalladas de Programme communiste están perfectamente justificadas. Las citas de la prensa de Il Partito que contiene el artículo de PC, muestran que el deslizamiento de aquel hacia el misticismo llega a ser bastante claro. Para Il Partito, «la única sociedad capaz de misticismo es el comunismo» en el sentido de que «la especie es mística porque sabe cómo verse a sí misma sin contradicción entre el aquí y ahora... y su futuro». Más aún, puesto que el misticismo, en su significado original griego, se define aquí como «capacidad de ver sin ojos», el partido también «tiene su mística, en el sentido de que es capaz de ver... con los ojos cerrados, porque es capaz de ver más que los ojos individuales de sus miembros» (...) «la única realidad que puede vivir este modo de vida (místico) durante la dominación de la sociedad de clases es el partido». Y finalmente, «es únicamente en el comunismo donde la Gran filosofía coincide con el ser en un circuito orgánico entre la acción de comer (considerada hoy como trivial e indigna del espíritu) y la acción de respirar en el Espíritu, concebido y sublimado como verdaderamente digno del ser completo, es decir, Dios».
PC también es consciente de que la lucha del marxismo contra la penetración de las ideologías místicas no es nueva. Citan el libro de Lenin, Materialismo y empiriocriticismo, que libró un combate contra el desarrollo de la filosofía idealista en el Partido bolchevique en los años siguientes a 1900, y en particular contra los intentos de hacer del socialismo una nueva religión (la tendencia de los «Constructores de Dios» de Lunacharsky). El libro de Lenin –a pesar de ciertas debilidades importantes ([4])– trazó una línea divisoria, no sólo contra las recaídas en la religiosidad que acompañaron el retroceso en la lucha de clases tras la revolución de 1905, sino también contra el peligro concomitante de liquidar el partido, de su fractura en clanes.
Las críticas de PC a los errores de Il Partito están en continuidad con las luchas pasadas del movimiento obrero y son relevantes para la lucha contra los peligros reales que enfrenta el campo político proletario hoy. El gusto de Il Partito por el misticismo no es su única debilidad: su profunda confusión sobre los sindicatos, sus interpretaciones aberrantes sobre un pretendido «levantamiento proletario» en Albania, su extremo sectarismo, lo señalan como el grupo bordiguista con mayor riesgo de sucumbir a la ideología burguesa actualmente. La polémica de PC (que advierte explícitamente a Il Partito del peligro de «pasarse al otro lado de la barricada») debe verse como parte de la lucha por defender el medio político proletario, una lucha en la que la CCI está plenamente comprometida.
Raíces de la mística bordiguista
Para que una crítica sea radical sin embargo, tiene que ir a las raíces. Y una notable debilidad de la polémica de PC es su incapacidad para ir a las raíces de los errores de Il Partito. Cierto que se trata de una tarea difícil, puesto que esas raíces, en mayor o menor medida, son comunes a todas las ramas del árbol familiar bordiguista.
No hace mucho que PC censuraba a Il Partito porque éste se proclamaba «único verdadero continuador del partido». Pero si Il Partito es el más sectario de los grupos bordiguistas, el retiro sectario, la práctica de ignorar y apartar de sí a todas las demás expresiones de la Izquierda comunista ha sido siempre un rasgo distintivo de la corriente bordiguista, y ciertamente bastante antes de la aparición de Il Partito en la década de 1970. E incluso si podemos comprender los orígenes de ese sectarismo como una reacción defensiva frente a la profunda contrarrevolución que prevaleció en la época del nacimiento del bordiguismo en las décadas de 1940 y 50, eso no quita para que sea aún hoy una debilidad fundamental de esta corriente, que ha causado daños perdurables al medio político proletario. El mismo hecho de que estemos en presencia de tres grupos que proclaman ser cada uno el «Partido comunista internacional», es prueba más que suficiente de lo que decimos, puesto que tiende a desprestigiar la noción misma de organización comunista.
Pero incluso sobre la cuestión del misticismo y la religión, hay que admitir que Il Partito no saca sus ideas de la nada. De hecho podemos encontrar algunas raíces del «misticismo florentino» en el propio Bordiga... El siguiente pasaje es de los «Comentarios sobre los manuscritos de 1844» de Bordiga, un texto que apareció primero en Il Programma comunista en 1959 y se volvió a publicar en Bordiga et la passion du communisme, editado por Jacques Camatte en 1972:
«Cuando, en cierto momento, nuestro banal contradictor (...) nos diga que nosotros construimos nuestra propia mística, presentándose él, pobrecito, como el espíritu que ha superado todas las fes y las místicas, se burlará de nosotros tratándonos de adoradores de las tablas de Moisés o talmúdicas, de la Biblia o el Corán, los evangelios y catecismos, le respondemos que... no consideramos una ofensa la afirmación de que podemos atribuir a nuestro movimiento, mientras no haya triunfado en la realidad (lo que en nuestro método precede la conquista ulterior de la conciencia humana), el carácter de una mística, o si se quiere, un mito.
El mito, en sus innumerables formas, no era el delirio de mentes que tenían los ojos cerrados a la realidad –natural y humana de forma inseparable como en Marx– sino una etapa irreemplazable en la única vía de la conquista de la conciencia...»
Antes de seguir, es preciso poner este pasaje en su contexto.
En primer lugar, no pretendemos poner a Bordiga al mismo nivel que sus epígonos de Il Partito, y aún menos al de los ocultistas «comunistas» de hoy como la LPA. En tanto que marxista, Bordiga se cuida de situar estas afirmaciones en un contexto histórico; así en el párrafo siguiente, continúa explicando por qué los marxistas hemos de tener respeto y admiración por los movimientos de los explotados en las sociedades de clases anteriores, movimientos que no podían llegar a una comprensión científica de sus fines, y que se representaban sus aspiraciones de abolición de la explotación en términos de mitos y misticismos. Nosotros también hemos hecho notar ([5]), que la descripción de Bordiga de la conciencia humana en una sociedad comunista –una conciencia que va más allá del ego atomizado que se ve a sí mismo fuera de la naturaleza– se parece a las descripciones de la experiencia de iluminación de algunas de las más desarrolladas tradiciones místicas. Pensamos que Bordiga era lo suficientemente culto para haber tenido conciencia de estas conexiones; y, una vez más, es válido para los marxistas hacer esas conexiones, a condición de que no pierdan de vista el método histórico, que muestra que cualquiera de esas anticipaciones, inevitablemente, está limitada por las condiciones materiales y sociales en que emerge. Consecuentemente, la sociedad comunista las trascenderá. Il Partito ha perdido de vista claramente el método, y como muestran los extraños y embrollados pasajes citados antes, ha caído de cabeza en el misticismo – no sólo por la oscuridad de su prosa, sino sobre todo porque en lugar de ver el comunismo como la realización material y racional de las aspiraciones humanas pasadas, tiende a subordinar el futuro comunista a un gran proyecto místico.
En segundo lugar hemos de comprender el momento histórico en que Bordiga escribió estos pasajes. En efecto, polemizaba contra una versión de la ideología del «fin del marxismo» que estuvo muy presente en el periodo de reconstrucción de posguerra, en que el capitalismo daba la impresión de haber superado sus crisis y de negar así los fundamentos de la teoría marxista. Este ataque al marxismo como caduco, como si se hubiera convertido en una especie de dogma religioso, era muy similar a las risas tontas que se pueden oír hoy respecto a los comunistas tildados de «jurásicos», respecto a quienes seguimos defendiendo la revolución de Octubre y la tradición marxista. No sólo el inveterado sectarismo del bordiguismo, sino las concepciones de la «invariación», y del partido monolítico, íntimamente vinculadas a lo anterior, eran reacciones defensivas contra las presiones sobre la vanguardia proletaria en aquel entonces – presiones muy reales, como podemos comprobar en el destino de un grupo como Socialisme ou Barbarie, que sucumbió completamente a la ideología «modernista» del capitalismo. La defensa que hizo Bordiga del marxismo como de una especie de mística, la defensa del programa comunista como una especie de ley de Moisés, ha de verse en esta óptica.
Pero comprender no es excusar. Y a pesar del profundo arraigo de Bordiga en el marxismo, el hecho es que sobrepasó la línea que separa claramente el marxismo de cualquier otra clase de ideología religiosa mística. El concepto de invariación –«... La teoría marxista es un bloque “invariable”, desde sus orígenes hasta su victoria final. Lo único que espera de la historia es encontrarse a sí misma aplicada de modo cada vez más estricto y por consiguiente cada vez más profundamente arraigado con sus características “invariables” en el programa del partido de clase» (Programma comunista nº 2, marzo 1978)– es realmente una concesión a una idea ahistórica y semireligiosa del marxismo. Si es cierto que el programa comunista contiene un verdadero núcleo de principios generales invariables como son la lucha de clases, la naturaleza transitoria de la sociedad de clases, la necesidad de la dictadura del proletariado y del comunismo, el programa comunista dista mucho de ser «un bloque invariable» desde su elaboración. Efectivamente se ha desarrollado, concretado y elaborado por la experiencia viva de la clase obrera y las reflexiones de la vanguardia comunista; y el cambio de época que significó el período de decadencia del capitalismo (un concepto ampliamente ignorado e incluso rechazado en la teoría bordiguista), acarreó profundas modificaciones de las posiciones programáticas defendidas por los comunistas. Cuando la burguesía o la pequeña burguesía se burlan del marxismo comparándolo a la Biblia o el Corán, considerados como la palabra de Dios, precisamente porque no se puede cambiar ni un punto ni una coma, no es ni muy atinado y ni mucho menos marxista, contestar «Bueno, ¿y qué?». El concepto de «invariación» es el producto de una línea de pensamiento que ha perdido de vista el lazo dialéctico entre cambio y continuidad, y que por eso, tiende a hacer del marxismo, que es un método dinámico, una doctrina inmutable. En una polémica en la Revista internacional nº 14 «Una caricatura de partido: el partido bordiguista», la CCI subrayaba las similitudes entre la posición bordiguista y la actitud islámica de sumisión a una doctrina inmutable. Como señalamos igualmente en otra polémica, no menos «espiritual», ahistórica y no materialista es la distinción bordiguista básica entre el partido «formal» y el «histórico», inventada para explicar el hecho de que en la historia del movimiento obrero sólo han existido verdaderos partidos comunistas durante periodos de tiempo limitados. «Según esta “teoría”, el cuerpo formal, exterior, y por lo tanto material y visible del partido, puede desaparecer, mientras que el partido real vive, nadie sabe dónde, puro espíritu invisible» ([6]). Las corrientes de la Izquierda comunista no bordiguistas también criticaron las nociones de monolitismo interno y del «jefe genial» ([7]), y el uso de la teoría del «centralismo orgánico» para justificar prácticas elitistas dentro del partido ([8]) que aquellas desarrollaron en el periodo de posguerra y que están relacionadas con lo anterior. Estas concepciones son todas coherentes con la noción semireligiosa del partido como guardián de la revelación única, accesible sólo a una minoría selecta; con estas bases no es sorprendente que Il Partito plantee actualmente que la única forma de llevar una vida mística hoy es ¡adherirse al partido bordiguista! Finalmente, también queremos señalar, que todas esas concepciones del funcionamiento interno del partido están profundamente vinculadas al artículo de fe bordiguista de que la tarea del partido es ejercer la dictadura del proletariado en nombre, e incluso en contra, de la masa del proletariado. Y la Izquierda comunista –particularmente la rama italiana, a través de Bilan, pero también la tendencia de Damen, y la Gauche communiste de France– ha criticado ampliamente esta visión.
Pensamos pues que las críticas de Programma comunista a Il Partito tienen que ir más lejos, a las verdaderas raíces de sus errores, y al hacer esto, entroncarse así con la rica herencia de toda la Izquierda comunista. Estamos convencidos de que no predicamos en el desierto, como lo demuestra el nuevo espíritu de apertura en el medio bordiguista. Y PC además da algunas pistas de que algo se está moviendo sobre la cuestión del partido, porque al final del artículo, aunque mantienen su idea del partido como «estado mayor» de la clase, insisten en que «no hay lugar en el funcionamiento y la vida interna para el idealismo, el misticismo, el culto a jefes y autoridades superiores, como así ha ocurrido con los partidos que están a punto de degenerar y pasarse a la contrarrevolución». Sólo podemos estar de acuerdo con esas afirmaciones, y esperamos que los actuales debates en el medio bordiguista, permitan a sus componentes llevar estas reflexiones a su conclusión lógica.
Amos
[1] Revista teórica del Partido comunista internacional que publica Il Comunista en Italia y le Prolétaire en Francia.
[2] Ver « Réunion publique commune de la Gauche communiste. En défense de la Révolution d'octobre», en Révolution internationale nº 275, publicación de la CCI en Francia y World Revolution nº210, publicación de la CCI en Gran Bretaña. Véase también la publicación de la CWO, Revolutionary Perspectives nº 9.
[3] Sobre el comunismo como superación de la alienación, véase « El comunismo, verdadero comienzo de la sociedad humana » en Revista internacional nº 71.
[4] Programme communiste olvida mencionar que la Izquierda comunista histórica hizo críticas muy serias de ciertos argumentos «filosóficos» que contiene el libro de Lenin. En su Lenin filósofo, escrito durante la década de 1930, Pannekoek mostró que en sus esfuerzos por afirmar los fundamentos del materialismo, Lenin ignora la distinción entre materialismo burgués (que tiende a reducir la conciencia a un reflejo pasivo del mundo exterior) y la posición dialéctica marxista, que afirma la primacía de lo material, pero también insiste en lo activo de la conciencia humana, su capacidad para transformar el mundo exterior. A comienzos de la década de 1950, la Gauche communiste de France escribió una serie de artículos que reconocían la validez de estas críticas, pero a su vez, mostraban que el propio Pannekoek caía en una especie de materialismo mecánico cuando intentó probar que los errores del Lenin filósofo demostraban que los bolcheviques no eran mas que los representantes de la revolución burguesa en la atrasada Rusia. Ver al respecto: « Crítica de Lenin filósofo de Pannekoek (Internationalisme, 1948) » Revista internacional nos 25, 27, 28 y 30, (1981-82) y también nuestro libro sobre la Izquierda germano-holandesa, capítulo 7, 5ª parte.
[5] « El comunismo, verdadero comienzo de la sociedad humana », en Revista internacional nº 71.
[6] «El partido desfigurado: la concepción bordiguista», Revista Internacional nº 23.
[7] Ver la reedición de textos de la GCF (Internationalisme, agosto de 1947) en Revista internacional nos 33 y 34 « Contra el concepto del jefe genial » y « Contra el concepto de la disciplina en el PCInt ».
[8] Ver « Un chiarimento. Fra le ombre del bordighismo e dei suoi epigoni », suplemento a Battaglia comunista nº 11, 1997.