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1) A lo largo de toda su historia, el movimiento obrero ha tenido que enfrentarse a la penetración en sus filas de ideologías ajenas procedentes tanto de la clase dominante como de la pequeña burguesía. Esa penetración se ha expresado en formas múltiples en las organizaciones obreras. Entre las más conocidas y extendidas pueden citarse, entre otras:
- el sectarismo,
- el individualismo,
- el oportunismo,
- el aventurismo-golpismo.
2) El sectarismo es una expresión típica de una visión pequeño burguesa de la organización. Se parece a la mentalidad del tendero, de «cada uno en su casa» y se expresa en la tendencia a hacer predominar los intereses e ideas propias de su organización en menoscabo del movimiento y su conjunto. En la visión sectaria, la organización «es única en el mundo» y practica un altanero desprecio hacia las demás organizaciones del campo proletario, a las cuales ve como «competidoras», cuando no «enemigas». Al sentirse amenazada por éstas, la organización sectaria se niega en general a entablar debates y polémicas políticas con ellas. Prefiere parapetarse en un «digno aislamiento» haciendo como si los demás no existieran, o, también, se dedica con obstinado empeño en insistir en lo que la distingue de las demás, dejando de lado lo que las acerca.
3) El individualismo está influenciado tanto por la pequeña burguesía como, directamente, por la burguesía a secas. De la clase dominante le viene esa ideología oficial de que los individuos son los sujetos de la historia, la ideología que valora al «self made man» y justifica la «lucha de todos contra todos».
Sin embargo, penetra en las organizaciones del proletariado por transmisión directa de la pequeña burguesía, especialmente a través de elementos recién proletarizados, procedentes de capas como el campesinado o los artesanos (esto ocurría sobre todo en el siglo pasado) o el ámbito intelectual y estudiantil, (como así ha sido especialmente desde la reanudación histórica de la clase obrera a finales de los años 60). El individualismo se expresa sobre todo en la tendencia a:
- concebir la organización no como un todo colectivo sino como una suma de individuos en la que las relaciones entre personas tienen la primacía sobre las relaciones políticas y estatutarias;
- hacer valer, frente a las necesidades de la organización, sus propios «antojos» e «intereses»;
- resistir, por lo tanto, a la necesaria disciplina en su seno;
- buscar en la actividad militante, una «realización personal»;
- adoptar una actitud contestataria respecto a unos órganos centrales, cuya única función sería la de «aplastar a los individuos», actitud que se completa con la de la búsqueda de un «ascenso» para llegar a esos órganos centrales;
- y, en general, adoptar unas ideas elitistas sobre la organización en la que se aspira a formar parte de los «militantes de primera clase» que desprecian a quienes consideran como «militantes de segunda».
4) El oportunismo, que históricamente ha sido el peligro más grave para las organizaciones del proletariado, es otra expresión de la penetración de ideologías que le son ajenas, la de la burguesía y sobre todo de la pequeña burguesía. Uno de sus motores es la impaciencia, sentimiento resultante de la visión de una capa de la sociedad condenada a la impotencia en ésta y que no tiene el menor porvenir a escala de la historia. Su otro motor es la tendencia a querer conciliar los intereses y las posiciones de las dos clases principales de la sociedad, la burguesía y el proletariado, entre las que se encuentra arrinconada.
Por eso, lo que distingue al oportunismo es la tendencia a sacrificar los intereses generales e históricos del proletariado en aras de ilusorios y circunstanciales «éxitos». Pero al no haber para la clase obrera oposición entre su lucha en el capitalismo y su lucha histórica por la abolición de éste, la política del oportunismo significa en fin de cuentas, sacrificar también los intereses inmediatos del proletariado al animarlo a contemporizar con los intereses y las posiciones de la burguesía. En fin de cuentas, en momentos históricos cruciales, como la guerra imperialista y la revolución proletaria, las corrientes políticas oportunistas acaban por irse al campo de la clase enemiga como así ocurrió con la mayoría de los partidos socialistas durante la Primera Guerra mundial y de los partidos comunistas en vísperas de la Segunda.
5) El golpismo ([1]) –igualmente llamado aventurismo ([2])– aparece como lo opuesto al oportunismo. So pretexto de «intransigencia» o de «radicalismo» se declara siempre dispuesto a lanzarse al asalto de la burguesía en combates «decisivos» aún cuando las condiciones para un combate así no existan en el proletariado. Puede incluso que llegue a tildar de oportunista, conciliadora y hasta de traidora a la corriente auténticamente proletaria y marxista que procura evitar que la clase obrera entable un combate perdido de antemano. En realidad, surgido de las mismas fuentes que el oportunismo (la impaciencia pequeño burguesa) ocurre a menudo que acaben convergiendo. La historia está llena de ejemplos de corrientes oportunistas que apoyaron a corrientes golpistas o se convirtieron al radicalismo golpista. Por ejemplo, a principios de siglo, la derecha de la socialdemocracia alemana daba su apoyo, en contra de su oposición de izquierdas representada, entre otros, por Rosa Luxemburgo, a los socialistas revolucionarios rusos adeptos del terrorismo. De igual modo, en enero de 1919, mientras que Rosa Luxemburgo se pronuncia en contra de la insurrección de los obreros de Berlín, tras la provocación del gobierno socialdemócrata, los independientes, que justo acababan de dejar ese gobierno, se lanzan a una insurrección que acabó en matanza de miles de obreros y de los principales dirigentes comunistas.
6) El combate contra la penetración de la ideología burguesa y pequeño burguesa en la organización de clase, al igual que contra las diferentes manifestaciones de esa penetración, es una responsabilidad permanente de los revolucionarios. De hecho es incluso el combate principal que haya debido llevar a cabo la corriente auténticamente proletaria y revolucionaria en el seno de las organizaciones de clase, pues es mucho más difícil que el combate directo contra las fuerzas oficiales y declaradas de la burguesía. El combate contra las sectas y el sectarismo fue uno de los primeros que tuvieron que entablar Marx y Engels, sobre todo en el seno de la AIT. De igual modo, el combate contra el individualismo, especialmente el anarquismo, movilizó tanto a aquéllos como a los marxistas de la IIª Internacional (Rosa Luxemburgo y Lenin, en particular). El combate contra el oportunismo fue sin duda el más constante y sistemático llevado a cabo por la corriente revolucionaria desde sus orígenes:
- contra el «socialismo de Estado» de los lassalianos en los años 1860 y 1870;
- contra todos los revisionistas y reformistas del estilo de Bernstein o de Jaurès al final del siglo;
- contra el menchevismo;
- contra el centrismo al modo de Kautsky en vísperas, durante y tras la Primera Guerra mundial;
- contra la degeneración de la IC y de los partidos comunistas todo a lo largo de los años 20 y principios de los 30;
- contra la de la corriente trotskista durante los años 30.
La lucha contra el aventurismo-golpismo no se impuso con la misma constancia que la anterior. Sin embargo, se llevó a cabo desde los primeros pasos del movimiento obrero (contra la tendencia inmediatista Willch-Schapper en la Liga de los comunistas, contra las aventuras bakuninistas en la «Comuna» de Lyón en 1870 y la insurrección cantonal de 1873 en España). Fue también importante durante la oleada revolucionaria de 1917-23; por ejemplo, fue gracias a la capacidad de los bolcheviques para llevar a cabo ese combate en julio de 1917 lo que hizo que la revolución de Octubre pudiese realizarse.
7) Los ejemplos mencionados ponen de relieve que el impacto de esas diferentes manifestaciones de la penetración de ideologías ajenas al proletariado depende estrechamente:
- de los períodos históricos;
- del momento de desarrollo de la clase obrera;
- de las responsabilidades que le incumben en tal o cual circunstancia.
Por ejemplo, una de las manifestaciones más importantes y explícitamente combatidas de la penetración de ideologías ajenas al proletariado, el oportunismo, aunque se haya manifestado durante toda la historia del movimiento obrero, encuentra su terreno más idóneo en los partidos de la IIª Internacional, en un período:
- propicio para las ilusiones de una posible conciliación con la burguesía, a causa de la prosperidad del capitalismo y de los avances reales en las condiciones de vida de la clase obrera;
- en el que la existencia de partidos de masas favorece la idea de que la simple presión de esos partidos podría transformar progresivamente el capitalismo para desembocar en el socialismo.
También, la penetración del oportunismo en los partidos de la IIIª Internacional está muy determinada por el reflujo de la oleada revolucionaria. Este reflujo hace favorecer la idea de que es posible ampliar la audiencia en las masas obreras haciendo concesiones a las ilusiones que ésta alberga sobre cuestiones como el parlamentarismo, el sindicalismo o la naturaleza de los partidos socialistas.
La importancia del momento histórico sobre los diferentes tipos de expresiones de la penetración de ideologías ajenas a la clase obrera aparece todavía más claramente en lo que a sectarismo se refiere. Este está, en efecto, muy presente en los inicios mismos del movimiento obrero, cuando los proletarios apenas si estaban separándose del artesanado y de las sociedades gremiales y sus rituales y secretos corporativos. De igual modo, el sectarismo vuelve a surgir en lo más profundo de la contrarrevolución con la corriente bordiguista, la cual encuentra en el repliegue en sí misma un medio, erróneo evidentemente, para protegerse de la amenaza del oportunismo.
8) El fenómeno del parasitismo político, que es también esencialmente resultado de la penetración de ideologías ajenas en el seno de la clase obrera, no ha sido objeto, a lo largo de la historia del movimiento obrero, de la misma atención que otros fenómenos como el oportunismo. Y esto es así porque el parasitismo no afecta significativamente a las organizaciones proletarias más que en momentos muy específicos de la historia. El oportunismo es, por ejemplo, una amenaza constante para las organizaciones proletarias y se expresa especialmente en los momentos en los que tienen su mayor desarrollo. En cambio, el parasitismo no encuentra su sitio en los momentos más importantes del movimiento de la clase. Al contrario, es en un período de inmadurez relativa del movimiento en el que las organizaciones del proletariado tienen todavía un impacto débil y pocas tradiciones cuando el parasitismo encuentra en ellas su terreno más favorable. Esto está relacionado con la naturaleza misma del parasitismo, el cual, para ser eficaz, debe tener frente a sí a elementos en búsqueda de las posiciones de clase, a los que les cuesta diferenciar a las verdaderas organizaciones de clase de las corrientes cuya única razón de ser es vivir a expensas de aquéllas, sabotear su acción e incluso destruirlas. Al mismo tiempo, el fenómeno del parasitismo, también por naturaleza, no aparece en el momento en que empieza el desarrollo de las organizaciones de la clase, sino cuando éstas ya están formadas y ya han dado la prueba de que defienden de verdad los intereses proletarios.
Ésos son los factores presentes en la primera manifestación histórica del parasitismo político, o sea en la Alianza de la democracia socialista, la cual intentó minar el combate de la Iª Internacional (AIT) y destruirla.
9) Incumbió a Marx y Engels el haber identificado los primeros la amenaza que representa el parasitismo para las organizaciones revolucionarias:
«Ya ha llegado la hora, de una vez por todas, de acabar con las luchas internas provocadas día tras día en nuestra Asociación por la presencia de ese cuerpo parásito. Esas peleas sólo sirven para malgastar la energía que debería utilizarse para combatir el régimen de la burguesía. Al paralizar la actividad de la Internacional contra los enemigos de la clase obrera, la Alianza sirve admirablemente a la burguesía y a los gobiernos» (Engels, El Consejo general a todos los miembros de la Internacional, advertencia contra la Alianza de Bakunin).
La noción de parasitismo no es pues ni mucho menos una «invención de la CCI». Fue la AIT la primera en tener que enfrentarse a esa amenaza contra el movimiento proletario, una AIT que la identificó y la combatió. Fue la AIT, empezando por Marx y Engels, la que ya definió como parásitos a esos elementos politizados que, aun pretendiendo adherirse al programa y a las organizaciones del proletariado, concentraron todos sus esfuerzos en combatir, no contra la clase dominante, sino contra las organizaciones de la clase revolucionaria. Lo esencial de su actividad fue denigrar y maniobrar contra el campo comunista, por mucho que pretendieran pertenecer a él y estar a su servicio ([3]).
«Por primera vez en la historia de la lucha de clase, nos vemos enfrentados a una conspiración secreta en el corazón mismo de la clase obrera, una conspiración destinada a sabotear no ya el régimen de explotación existente, sino la Asociación misma, que es el enemigo más acérrimo de ese régimen» (Engels, Informe al Congreso de La Haya sobre la Alianza).
10) En la medida en que el movimiento obrero dispone con la AIT de una rica experiencia de lucha contra el parasitismo, es de la mayor importancia, para hacer frente a las ofensivas parásitas de hoy y armarse contra ellas, recordar las enseñanzas principales de esa lucha del pasado. Estas enseñanzas se refieren a varios aspectos:
- el momento de surgimiento del parasitismo;
- sus especificidades en relación con otros peligros a los que se enfrentan las organizaciones revolucionarias;
- sur terreno de reclutamiento;
- sus métodos;
- los medios de una lucha eficaz contra él.
Como hemos de ver, existen en todos esos aspectos, una similitud sorprendente entre la situación que hoy tiene que encarar el medio proletario y la de la AIT.
11) Incluso si afectaba a una clase obrera todavía inexperimentada, el parasitismo, como ya hemos visto, sólo apareció históricamente como enemigo del movimiento obrero cuando éste alcanzó cierto grado de madurez, superando su fase infantil del sectarismo. «La primera fase en la lucha del proletariado contra la burguesía se caracterizó por el movimiento de las sectas. Se justificaba en el tiempo en el que el proletariado no estaba lo suficientemente desarrollado para actuar como clase» (Marx/Engels).
Fueron la aparición del marxismo, la maduración de la conciencia de clase proletaria y la capacidad de la clase y de su vanguardia para organizar su lucha lo que dio bases sanas al movimiento obrero.
«A partir de ese momento, cuando el movimiento de la clase obrera se hizo realidad, las utopías fantásticas desaparecieron (...) pues el lugar de esas utopías había sido ocupado por la compresión real de las condiciones históricas de ese movimiento, y porque las fuerzas de una organización de combate de la clase obrera empezaban reunirse cada día más» (Marx, La Guerra civil en Francia, primer proyecto).
De hecho, el parasitismo apareció históricamente como respuesta a la fundación de la Primera internacional, a la que Engels definía como «el medio de ir disolviendo y absorbiendo progresivamente a todas las pequeñas sectas» (Engels, Carta a Kelly/Vischnevertsky)
En otras palabras, la Internacional era un instrumento que obligaba a los diferentes componentes del movimiento obrero a entrar en un proceso colectivo y público de clarificación, y a someterse a una disciplina unificada, impersonal, proletaria, organizativa. Al principio, la declaración de guerra del parasitismo al movimiento revolucionario se expresó en esa resistencia a la «disolución y absorción» internacional de todas las particularidades y autonomías programáticas y organizativas no proletarias.
«Las sectas, que al principio habían sido palancas del movimiento, han acabado convirtiéndose en una traba al no estar ya al orden del día, volviéndose así reaccionarias. La prueba de ello son las sectas en Francia y en Gran Bretaña y últimamente los lassallianos en Alemania, los cuales, después de años de apoyo a la organización del proletariado, se han convertido sencillamente en armas de la policía» (Marx/Engels: Las Pretendidas escisiones en la Internacional).
12) Es ese análisis dinámico desarrollado por la Primera internacional lo que explica por qué el período actual, los años 80 y sobre todo los 90, ha sido testigo de un desarrollo del parasitismo sin precedentes desde los tiempos de la Alianza y de la corriente lassaliana. En efecto, estamos hoy confrontados a cantidad de agrupamientos informales, que actúan a menudo en la sombra, que pretenden pertenecer a la Izquierda comunista, pero que dedican toda su energía a combatir a las organizaciones marxistas existentes más que al régimen burgués. Como en los tiempos de Marx y Engels, esta oleada parasitaria reaccionaria tiene la función de sabotear el desarrollo del debate abierto y de la clarificación proletaria, impidiendo que se establezcan reglas de comportamiento que vinculen a todos los miembros del campo proletario. La existencia:
- de una corriente internacional marxista como la CCI, que rechaza el sectarismo y el monolitismo;
- de polémicas públicas entre organizaciones revolucionarias;
- del debate actual sobre los principios organizativos marxistas y la defensa del medio revolucionario;
- de nuevos elementos revolucionarios en búsqueda de verdaderas tradiciones marxistas, organizativas y programáticas;
están entre los elementos más importantes que suscitan actualmente el odio y la ofensiva del parasitismo político.
Como lo hemos visto con la experiencia de la AIT, sólo es en los períodos en los que el movimiento obrero pasa de un estadio de inmadurez fundamental a un nivel cualitativamente superior, específicamente comunista, cuando el parasitismo se convierte en su principal adversario. En el período actual, esa inmadurez no es el producto de la juventud del movimiento obrero en su conjunto, como en tiempos de la AIT, sino ante todo, el resultado de los 50 años de contrarrevolución que siguieron a la oleada revolucionaria de los años 1917-23. Hoy, esa ruptura de la continuidad orgánica con las tradiciones de las generaciones pasadas de revolucionarios es lo que explica, ante todo, el peso de los reflejos y de los comportamientos antiorganizativos de pequeño burgués de muchos elementos que se reivindican del marxismo y de la Izquierda comunista.
13) Junto a toda una serie de semejanzas entre las condiciones y características del surgimiento del parasitismo en tiempos de la AIT y del parasitismo de nuestros días, cabe señalar una diferencia notable entre dos épocas: en el siglo pasado, el parasitismo había tomado sobre todo la forma de una organización estructurada y centralizada Dentro de la organización de la clase, mientras que hoy toma sobre todo la forma de pequeños grupos, e incluso de elementos «no organizados» (aunque a menudo trabajan juntos). Esa diferencia no cambia la naturaleza básicamente idéntica del fenómeno del parasitismo en esos dos períodos. Se explica por los hechos siguientes:
- uno de los campos abonados en que se desarrolla la Alianza es el de los restos de las sectas del período precedente. La Alianza recuperó incluso de las sectas su estructura estrechamente centralizada en torno a un «profeta» y su gusto por la organización clandestina; en cambio, uno de los elementos en los que se apoya el parasitismo actual son los restos de la «contestación» estudiantil que fue uno de los lastres de la reanudación histórica del combate proletario de finales de los años 60, especialmente en 1968, con toda su parafernalia de individualismo, de cuestionamiento de la organización o de la centralización, presuntas «negadoras del individuo» ([4]);
- en el momento de la AIT, sólo existía una organización agrupadora del movimiento proletario, de modo que las corrientes cuya vocación era destruirla, por mucho que se reivindicaran de su combate contra la burguesía, estaban obligadas a actuar en su seno; en cambio, en una época histórica en la que quienes representan el combate revolucionario están dispersos entre las diferentes organizaciones del medio político proletario, cada grupo del ámbito parásito puede presentarse como perteneciente a ese medio del que sería un «componente» más junto a los demás grupos.
A ese respecto, debemos afirmar claramente que la dispersión actual del medio político proletario y todos los métodos sectarios que impiden o entorpecen el esfuerzo hacia un agrupamiento o el debate fraterno entre sus diferentes componentes, hacen el juego del parasitismo.
14) El marxismo, tras la experiencia de la AIT, puso de relieve las diferencias entre el parasitismo y las demás manifestaciones de la penetración de ideologías ajenas en las organizaciones de la clase. Por ejemplo, el oportunismo, aunque pueda manifestarse en un primer tiempo organizativamente (como ocurrió con los mencheviques en 1903), combate sobre todo el programa de la organización proletaria. En cambio, el parasitismo, para poder desempeñar su papel, no combate en principio el programa. Su acción la ejerce sobre todo en el plano organizativo, aunque, a veces, para poder «reclutar» se vea llevado a poner en entredicho algunos aspectos del programa. Así pudo verse a Bakunin aferrarse a la idea de la «abolición del derecho de herencia» en el Congreso de Basilea de 1869, porque sabía que podía reunir a bastantes delegados en torno a esa vacua y demagógica reivindicación, teniendo en cuenta la cantidad de ilusiones que sobre ese tema había entonces en la Internacional. Pero lo que pretendía, en realidad, era echar abajo al Consejo general influenciado por Marx, Consejo que combatía esa reivindicación, para así formar un Consejo general a su servicio ([5]).
Al combatir directamente la estructura organizativa de las formaciones proletarias, el parasitismo es, cuando las condiciones históricas permiten su aparición, un peligro mucho mayor que el oportunismo. Esas dos manifestaciones de la penetración de ideologías que les son ajenas, son un peligro mortal para las organizaciones proletarias. El oportunismo conduce a su muerte como instrumentos de la clase obrera al ponerse al servicio de la burguesía. Pero, como combate ante todo el programa, solo puede alcanzar ese resultado tras un proceso durante el cual la corriente revolucionaria, la Izquierda, puede, por su parte, desarrollar en el seno de la organización un combate por la defensa del programa ([6]).
En cambio, al estar la organización misma, como estructura, amenazada por el parasitismo, a la corriente proletaria le queda menos tiempo para organizar su defensa. El ejemplo de la AIT es significativo a ese respecto: la totalidad del combate en su seno contra la Alianza sólo dura cuatro años, entre 1868, cuando Bakunin entra en la Internacional, y 1872, cuando es excluido por el Congreso de La Haya. Esto pone de relieve la necesidad para la corriente proletaria de replicar rápidamente al parasitismo, de no esperar a que haya causado estragos antes de entablar el combate contra él.
15) Como ya hemos visto, debe distinguirse el parasitismo de las demás manifestaciones de la penetración en el seno de la clase de ideologías que le son ajenas. Sin embargo, utilizar esos otros tipos de manifestaciones es una de las características del parasitismo. Esto se debe a los orígenes del parasitismo, que es resultado de esa penetración de influencias ajenas al proletariado, pero también al hecho de que sus métodos, que lo que intentan en última instancia es destruir las organizaciones proletarias, hacen caso omiso del menor principio y de cualquier escrúpulo. Así, en el seno de la AIT y del movimiento obrero de la época, la Alianza se distinguió, como ya hemos dicho, por su capacidad por sacar provecho de los vestigios del sectarismo, empleando métodos oportunistas (como en el tema del derecho de herencia, por ejemplo) o lanzándose en movimientos totalmente aventuristas («Comuna» de Lyón e insurrección cantonalista de 1873 en España).
De igual modo, se apoyó fuertemente en el individualismo de un proletariado que estaba saliendo del artesanado y del campesinado (especialmente en España y en el Jura suizo). Las mismas características se encuentran en el parasitismo de hoy. El papel del individualismo en la formación del parasitismo actual ya ha sido puesto de relieve, pero vale la pena señalar también que todas las escisiones de la CCI que acabaron formando grupos parásitos (GCI, CBG, FECCI) se apoyaron en métodos sectarios al romper prematuramente y negarse a llevar hasta el final el debate por el esclarecimiento de las cosas. De igual modo, el oportunismo fue una de las marcas del GCI, el cual, tras haber acusado a la CCI, cuando sólo era una «tendencia» en su seno, de no imponer suficientes exigencias a los nuevos candidatos, se dedicó a la «pesca» sin principios, modificando su programa en el sentido de las patrañas izquierdistas de moda, como el tercermundismo, por ejemplo. Ese mismo oportunismo fue puesto en práctica por el CBG y la FECCI, quienes, a principios de los años 90, se metieron en un innoble regateo en un intento de agrupamiento. Y en fin, en lo que se refiere al aventurismo-golpismo, es de notar que, por no hablar de las serviles complacencias del GCI para con el terrorismo, todos esos grupos, sistemáticamente, se han metido de pies juntillas en todas las trampas que tiende la burguesía a la clase obrera, llamado a ésta a desarrollar sus luchas cuando el terreno había sido previamente minado por la clase dominante y sus sindicatos, como así ocurrió, en particular, en el otoño de 1995 en Francia.
16) La experiencia de la AIT puso de relieve la diferencia que podía existir entre el parasitismo y el «pantano», aunque esta palabra no se usara en aquella época. El marxismo define el pantano como una zona política en la que se encuentran posiciones de la clase obrera y posiciones de la pequeña burguesía. Esas zonas pueden aparecer como una primera etapa en un proceso de toma de conciencia de sectores del proletariado o de ruptura con posiciones burguesas. Pueden también ser vestigios de corrientes que, en un momento dado, expresaron un esfuerzo auténtico de toma de conciencia pero que han sido incapaces de evolucionar en función de las nuevas condiciones de la lucha proletaria y de la experiencia de dicha lucha. Esas zonas pantanosas no pueden, en general, mantenerse estables. La tirantez a que están sometidas entre las posiciones proletarias y las de las demás clases las hace desembocar o plenamente en posiciones revolucionarias o a unirse a las posiciones de la burguesía, o, también, a desgarrarse entre ambas tendencias. Este proceso de decantación está impulsado y acelerado generalmente por los grandes acontecimientos a que se ve enfrentada la clase obrera. En el siglo XX han sido sobre todo la guerra imperialista y la revolución proletaria. El sentido general de esa decantación depende en gran medida de la evolución de la relación de fuerzas entre burguesía y proletariado. Ante esas corrientes, la Izquierda en el movimiento obrero siempre ha tenido la actitud de no considerarlas como perdidas en bloque para el combate proletario, sino impulsar en su seno hacia una clarificación que permita a los elementos más sanos unirse plenamente a ese combate, pero denunciando con la mayor firmeza a quienes toman el camino de la clase enemiga.
17) En la AIT, existían, junto a la corriente marxista, que era su vanguardia, corrientes que podrían definirse con ese término de «pantano». Así era con algunas corrientes proudhonianas, por ejemplo, las cuales habían sido, en la primera parte del siglo XIX, una vanguardia auténtica del proletariado en Francia. En el momento del combate contra el cuerpo parásito que era la Alianza, esas corrientes habían dejado de ser esa vanguardia. Sin embargo, a pesar de todas sus confusiones, fueron capaces de participar en el combate por salvar la Internacional, especialmente en el Congreso de La Haya. La corriente marxista tuvo para con ellos una actitud muy diferente de la que tuvo con la Alianza. En ningún momento se planteó el excluirlos. Al contrario, debían ser asociados al combate de la AIT contra sus enemigos, no sólo por el peso que seguían teniendo en la Internacional, sino también porque ese combate era una experiencia que iba a permitir esclarecerse a esas corrientes. En la práctica, ese combate permitió verificar la diferencia fundamental entre el pantano y el parasitismo. Mientras que el pantano está animado de una vida proletaria que le permite, o a sus mejores elementos, unirse a la corriente revolucionaria, el parasitismo, en cambio, al ser su función la de destruir la organización de clase, nunca podrá evolucionar en ese sentido, aunque haya ciertos elementos que conscientes de haber sido engañados por el parasitismo, podrían seguir ese camino.
Es hoy importante seguir haciendo esa diferencia entre corrientes del pantano ([7]) y corrientes parásitas. Por un lado, los grupos del medio proletario deben hacerlo todo por hacer evolucionar a aquéllos hacia posiciones marxistas provocando en su seno la clarificación política, y, por otro, deben ser lo más intransigentes hacia el parasitismo, denunciando el sórdido papel que desempeñan en beneficio de la burguesía. Y esto es tanto más importante porque las corrientes del pantano, por sus confusiones (especialmente sus reticencias hacia la organización, como así ocurría con quienes se reivindicaban del consejismo), son muy vulnerables a los ataques del parasitismo.
18) Todas las manifestaciones de la penetración de ideologías ajenas en el seno de las organizaciones proletarias hacen el juego de la clase enemiga. Eso es especialmente evidente en lo que se refiera al parasitismo cuya finalidad es la destrucción de esas organizaciones, lo reconozcan o no. A este respecto, la AIT lo dejó muy claro al afirmar que incluso si no era un agente del Estado capitalista, Bakunin servía sus intereses mejor que si lo hubiera sido. Esto no significa, sin embargo, que el parasitismo sea de por sí un sector del aparato político de la clase dominante a imagen de las corrientes burguesas de extrema izquierda tales como el trotskismo hoy. De hecho, Marx y Engels no consideraban, ni siquiera a los parásitos mejor conocidos de la época como Bakunin o Lasalle, como representantes políticos de la clase burguesa. Este análisis es resultado de la comprensión de que el parasitismo no es como tal una fracción de la burguesía, al no tener ni programa ni orientación específica para el capital nacional, ni ocupar un lugar particular en los órganos estatales de control de la lucha de la clase obrera. Sin embargo, a causa de los servicios que el parasitismo hace a la clase capitalista, se beneficia de una solicitud muy especial por parte de ésta. Esta solicitud se expresa principalmente de tres maneras:
- apoyo político a las maniobras del parasitismo. La prensa burguesa, por ejemplo, tomó la defensa de la Alianza y de Bakunin en su conflicto con el Consejo general;
- infiltraciones y maniobras de agentes del Estado dentro de las corrientes parasitarias; la sección de Lyón de la Alianza estaba, por ejemplo, directamente dirigida por dos agentes bonapartistas, Richard y Blanc.
- la creación directa por sectores de la burguesía de corrientes políticas con la función de hacer de parásito de la organización proletaria. Por ejemplo, se creó la Liga por la paz y la libertad (dirigida por Vogt, agente bonapartista), la cual, según dijo el propio Marx, «ha sido fundada en oposición a la Internacional» y que intentó, en 1868, «aliarse» con ésta.
A ese respecto, hay que decir que, aunque la mayoría de las corrientes parásitas hacen alarde de un programa proletario, éste no es indispensable para que una organización pueda llevar a cabo una función de parasitismo político, pues ésa no se define por las posiciones que proclama sino por su actitud destructora para con las organizaciones de la clase obrera.
19) En el período actual, ahora que las organizaciones proletarias no tienen ni mucho menos la notoriedad que tenía la AIT en su época, la propaganda burguesa oficial no se preocupa de aportar un apoyo a los grupos y elementos parásitos (lo cual tendría, además, la desventaja de desprestigiarlos ante quienes se acercan a las posiciones comunistas). Cabe señalar, sin embargo, que en las campañas burguesas específicamente dirigidas contra la Izquierda comunista, las que se refieren al «negacionismo» dejan un lugar importante a grupos como el ex Mouvement communiste, la Banquise, etc., presentados como representantes de la Izquierda comunista, cuando, en realidad, tenían más bien un comportamiento parásito.
Quien sí era un agente del Estado fue el denominado Chenier ([8]), el cual desempeñó un papel motor en la creación en 1981, en la CCI, de una «tendencia secreta», la cual, tras haber logrado hacer que desapareciera la mitad de la sección en Gran Bretaña, engendró a uno de los grupúsculos parásitos más típicos, el CBG.
En fin, los intentos de las corrientes burguesas por infiltrar el medio proletario y asumir en él una función parásita pueden observarse perfectamente con la acción del grupo izquierdista español Hilo rojo, el cual hizo toda clase de zalamerías durante años para atraerse las simpatías del medio proletario antes de lanzarse a un ataque en regla contra él. Otro ejemplo de ello es la OCI, grupo izquierdista italiano del que algunos elementos pasaron por el bordiguismo, presentándose hoy como el «auténtico heredero» de esa corriente.
20) La vocación fundamental de los círculos parásitos, que es luchar contra las verdaderas organizaciones proletarias, facilita evidentemente la penetración de agentes del Estado en ellos. De hecho, lo que abre las puertas del medio parásito de par en par a esa infiltración es el reclutamiento mismo de ese medio: son elementos que rechazan la disciplina de una organización de clase, desprecian su funcionamiento estatutario, se complacen en el informalismo, en las lealtades personales antes que la lealtad a la organización. Las puertas se abren también de par en par a esos auxiliares involuntarios del Estado capitalista que son los aventureros, elementos desclasados que intentan poner el movimiento obrero al servicio de sus ambiciones y de una notoriedad y de un poder que les niega la sociedad burguesa. En la AIT, el ejemplo de Bakunin es, evidentemente, el más conocido. Marx y sus camaradas nunca pretendieron que Bakunin fuera un agente directo del Estado. De lo que sí fueron capaces fue no sólo de identificar, sino también denunciar los servicios que estaba involuntariamente haciendo a la clase dominante, y también el método y los orígenes de clase de los aventureros en el seno de las organizaciones proletarias y el papel que desempeñaron como dirigentes del parasitismo. Así, respecto a las maniobras de Bakunin en la AIT, escribían que los «elementos desclasados» habían sido capaces «de infiltrarse y establecer, en su centro mismo, organizaciones secretas». Esta misma idea es recogida por Bebel respecto a Schweitzer, líder de la corriente lassaliana (la cual, además de su oportunismo, tenía un componente parásito importante): «Se unió al movimiento en cuanto vio que para él no había porvenir en la burguesía, que para él, cuyo modo de vida había desclasado muy pronto, la única esperanza era desempeñar un papel en el movimiento obrero, al que su ambición y sus capacidades le predestinaban» (Bebel, Autobiografía).
21) Dicho lo cual, aunque las corrientes parásitas están a menudo dirigidas por aventureros desclasados (eso cuando no son agentes directos del Estado), no reclutan únicamente en esa categoría. Hay también en ellas elementos que pueden estar al principio animados por una voluntad revolucionaria y cuyo objetivo no es destruir la organización, pero que:
- impregnados de ideología pequeño burguesa, impaciente, individualista, afinitaria, elitista;
- «decepcionados» por una clase obrera que no avanza lo bastante rápido a su gusto;
- que soportan mal la disciplina organizativa, frustrados de no encontrar en la actividad militante las «gratificaciones» que de ella esperaban o de no alcanzar las «plazas» a que aspiraban;
- acaban desarrollando una hostilidad básica contra la organización proletaria, por mucho que se disfrace esa hostilidad de pretensiones «militantes».
En la AIT pudo comprobarse ese comportamiento en algunos elementos del Consejo general como Eccarius, Jung y Hales.
Por otra parte, el parasitismo es capaz de reclutar elementos proletarios sinceros y militantes, pero que, con el lastre de las debilidades pequeño burguesas o la falta de experiencia, se dejan arrastrar, engañar y hasta manipular por elementos claramente antiproletarios. Esto fue lo que ocurrió, en la AIT, con la mayoría de los obreros que formaron parte de la Alianza en España.
22) En cuanto a la CCI, las escisiones que desembocaron en la formación de grupos parásitos se debieron en la mayoría de los casos a elementos animados por las mismas ideas pequeño burguesas descritas arriba. El impulso dado por intelectuales dolidos por la falta de «reconocimiento», la impaciencia por no lograr convencer a los demás militantes de la «exactitud» de sus posiciones o a causa de la lentitud en el desarrollo de la lucha de clases, las susceptibilidades contrariadas por la crítica a las posiciones defendidas o al comportamiento, el rechazo a una centralización vivida como «estalinismo», todo eso han sido los motores de la constitución de «tendencias» que han terminado en la formación de grupos parásitos más o menos efímeros y en deserciones que han acabado alimentando el parasitismo informal. Sucesivamente, la «tendencia» de 1979, que iba a acabar en la formación del «Groupe communiste internationaliste», la tendencia Chénier, uno de cuyos vástagos fue el difunto «Communist Bulletin Group», la «tendencia» McIntosh-ML-JA (formada, en gran parte, por miembros del órgano central de la CCI) que originó la FECCI (transformada más tarde en Perspective internationaliste) fueron ejemplos típicos de ese fenómeno. En esos episodios pudimos ver a elementos con preocupaciones proletarias indiscutibles dejarse arrastrar por fidelidad personal hacia los jefes de esas «tendencias» que no formaban parte de ellas pero sí de los «clanes» tal como la CCI los ha definido. El que todas las escisiones parásitas de nuestra organización aparecieran primero con la forma de clanes internos, no es casual. En realidad, hay un gran parecido entre los comportamientos organizativos en que se forman los clanes y los que alimentan el parasitismo: individualismo, marco estatutario vivido como una coacción, frustraciones hacia la actividad militante, lealtad hacia las personas en detrimento de la lealtad a la organización, influencia de «gurús» y demás personajes en búsqueda de un poder personal sobre otros militantes.
De hecho, lo que ya es la formación de clanes, o sea la destrucción del tejido organizativo, tiene en el parasitismo su expresión última: la voluntad de destruir las organizaciones proletarias mismas ([9]).
23) La heterogeneidad (marca del parasitismo, pues cuenta en sus filas tanto a elementos relativamente sinceros como a elementos impulsados por el odio a la organización proletaria y hasta aventureros políticos o agentes directos del Estado), es el terreno por excelencia de las políticas secretas que permiten a los elementos más hostiles a las preocupaciones proletarias arrastrar a aquéllos tras sí. La presencia de elementos «sinceros», sobre todo quienes han hecho esfuerzos auténticos por la construcción de la organización, es para el parasitismo una de las condiciones de su éxito pues puede así acreditar su etiqueta «proletaria» fraudulenta, del mismo modo que el sindicalismo necesita militantes «sinceros y entregados» para cumplir su función. Y, al mismo tiempo, el parasitismo y sus elementos más en punta no pueden ejercer su control sobre sus tropas si no es ocultando sus verdaderos fines. La Alianza en la AIT, por ejemplo, constaba de varios círculos en torno al «ciudadano B» y había estatutos secretos reservados a los «iniciados». «La Alianza divide a sus miembros en dos castas, iniciados y no iniciados, aristócratas y plebeyos, estando éstos condenados a ser dirigidos por aquellos por medio de una organización cuya existencia ignoran» (Engels, Informe sobre la Alianza) Hoy, el parasitismo actúa de la misma manera y es rarísimo que los grupos parásitos, especialmente los aventureros o intelectuales frustrados que los animan, anuncien claramente su programa. En esto, cabe decir que el llamado Mouvement communiste ([10]), que dice claramente que hay que destruir el medio de la Izquierda comunista, es a la vez una caricatura y el portavoz más patente de la naturaleza profunda del parasitismo.
24) Los métodos empleados por la Primera internacional y los eisenachianos contra el parasitismo son perfectamente comparables con los usados por la CCI hoy en día. Las maniobras del parasitismo fueron denunciadas en los documentos públicos de los congresos, en la prensa, en las reuniones obreras, incluso en el Parlamento. Se demostró con creces que eran las clases dominantes mismas las que estaban detrás de unos ataques cuya finalidad era acabar con el marxismo. Los trabajos del Congreso de La Haya así como los célebres discursos de Bebel contra la política secreta de Bismarck y Schweitzer pusieron de relieve la capacidad del movimiento obrero para dar una explicación global a la vez que denunciaban esas maniobras de un modo muy concreto. Entre las razones más importantes dadas por la Primera Internacional para explicar la publicación de las revelaciones sobre las maniobras de Bakunin, encontramos, ante todo, las siguientes:
- desenmascararlas abiertamente era el único medio para acabar de una vez con esos métodos en el movimiento obrero; sólo la toma de conciencia por todos sus miembros de la importancia de esas cuestiones podía impedir que se repitieran en el futuro;
- era necesario denunciar públicamente la Alianza de Bakunin para disuadir a quienes usaban los mismos métodos; Marx y Engels sabían perfectamente que seguía habiendo otros parásitos que estaban llevando a cabo una política secreta dentro y fuera de la organización (como los adeptos de Pyatt, por ejemplo);
- solo un debate público podría quebrar el control de Bakunin sobre muchas de sus víctimas, animándolas a dar testimonio; por eso fueron puestos a la luz del día los métodos de manipulación de Bakunin, especialmente con la publicación del Catecismo revolucionario;
- una denuncia pública era indispensable para impedir que se asociara a la Internacional con semejantes prácticas; así, la decisión de excluir a Bakunin de la Internacional se tomó tras haber tenido conocimiento de todo lo relativo al asunto Nechaiev y la comprensión del peligro de que este asunto fuera utilizado contra la Asociación;
- las lecciones de esta lucha tenían una importancia histórica, no sólo para la Internacional, sino para el porvenir del movimiento obrero; con ese mismo estado de ánimo, Bebel dedicaría, años después, casi ochenta páginas de su autobiografía a la lucha contra Lassalle y Schweitzer.
En fin, en el centro de esta política estaba la necesidad de desenmascarar a los aventureros políticos, tales como Bakunin y Schwitzer.
No diremos bastante hasta qué punto esa actitud caracterizó toda la vida política de Marx, como puede verse en su denuncia de los secuaces de Lord Palmerston y de Herr Vogt. Comprendía perfectamente que ocultar ese tipo de asuntos bajo la alfombra sólo podía beneficiar a la clase dominante.
25) Es esa misma tradición del movimiento obrero la que hoy prosigue la CCI con sus artículos sobre su propia lucha interna, sus polémicas contra el parasitismo, el anuncio público de la exclusión unánime de uno de sus miembros por el XIº Congreso internacional, la publicación de artículos sobre la francmasonería, etc. La defensa de la CCI, en particular, de los tribunales de honor en casos de individuos que han perdido la confianza de las organizaciones revolucionarias, para defender al medio político como un todo, se inspira en el mismo método que el Congreso de La Haya y de las comisiones de encuesta de los partidos obreros en Rusia sobre personas de quienes se sospechaba que eran agentes provocadores.
La lluvia de protestas y de acusaciones, continuada por la prensa burguesa, tras la publicación de los principales resultados de la encuesta sobre la Alianza pusieron en evidencia que es ese riguroso método de denuncia pública lo que más molesta a la burguesía. De igual modo, la manera con la que la dirección oportunista de la IIª Internacional ignoró sistemáticamente, en los años antes de 1914), el famoso capítulo «Marx contra Bakunin» en la historia del movimiento obrero es muestra del mismo miedo por parte de todos los defensores de las ideas organizativas pequeño burguesas.
26) Hacia la infanteria pequeño burguesa del parasitismo, la política del movimiento obrero ha sido la de hacerla desaparecer del escenario político. En esto, la denuncia de las posiciones políticas absurdas y de las actividades políticas de los parásitos es de la mayor importancia. Engels en su célebre artículo «Los bakuninistas en acción», durante la sublevación de 1873 en España, apoyó y completó las revelaciones sobre el comportamiento organizativo de la Alianza. Hoy la CCI ha adoptado la misma política combatiendo la existencia de los adeptos de los variados centros organizados o «inorganizados» del medio parásito.
Por lo que se refiere a los elementos más o menos proletarios que se dejan más o menos engañar por el parasitismo, la política del marxismo ha sido siempre muy diferente. Esta ha consistido en meter una cuña entre esos elementos y la dirección parásita orientada o animada por la burguesía, demostrando que son víctimas de ella. La meta de esta política es la de aislar la dirección parásita alejando a sus víctimas de su zona de influencia. Hacia esas «víctimas», el marxismo siempre ha denunciado su actitud y sus actividades a la vez que lucha para reavivar su confianza en la organización y en el medio proletario. El trabajo de Lafargue y de Engels hacia la sección española de la Primera internacional es una perfecta plasmación de esa política.
La CCI prosigue también esa tradición, organizando confrontaciones con el parasitismo para volver a ganarse a los elementos manipulados. La denuncia de Bebel y Liebknecht a Schweitzer como agente de Bismark en un mitin de masas del partido lassaliano en Wuppertal es un ejemplo bien conocido de esa actitud.
27) En el movimiento obrero, la tradición de lucha contra el parasitismo se perdió después de los grandes combates en la AIT. Por las razones siguientes:
- el parasitismo no fue un peligro importante para las organizaciones proletarias después de la AIT;
- la largo duración y profundidad de la contrarrevolución.
Ese es un factor de debilidad muy importante del medio político proletario frente a la ofensiva del parasitismo. Ese peligro es tanto más grave porque la presión ideológica de la descomposición del capitalismo, presión que, como la CCI ha evidenciado, facilita la penetración de la ideología pequeño burguesa con sus características más extremas([11]), crea permanentemente un campo abonado para el desarrollo del parasitismo. Es pues una responsabilidad muy importante la que incumbe al medio proletario la de entablar una lucha determinada contra ese peligro. En cierto modo, la capacidad de las corrientes revolucionarias para identificar y combatir el parasitismo, será una señal de su capacidad para combatir las demás amenazas que pesan sobre las organizaciones del proletariado, especialmente la amenaza más permanente, la del oportunismo.
De hecho, en la medida en que el oportunismo y el parasitismo tienen ambos el mismo origen (la penetración de la ideología pequeño burguesa) y son un ataque contra los principios de la organización proletaria (principios programáticos aquél y principios organizativos éste), es de lo más natural que se toleren mutuamente y acaben convergiendo. Por eso no es ninguna paradoja si en la AIT se encontraron juntos los bakuninistas «anti-Estado» y los lassalianos «pro-Estado» (una variante del oportunismo). Una de las consecuencias de eso es que es a las corrientes de Izquierda de las organizaciones proletarias a las que incumbe llevar a cabo lo esencial de la lucha contra el parasitismo. En la AIT fueron directamente Marx y Engels y su tendencia quienes asumieron el combate contra la Alianza. No es por casualidad si los principales documentos redactados durante ese combate llevan su firma: la circular del 5 de marzo de 1872 «Las pretendidas escisiones en la Internacional» fue redactada por Marx y Engels, el informe sobre «la Alianza de la democracia socialista y la Asociación internacional de los trabajadores» es fruto del trabajo de Marx, Engels, Lafargue y Utin.
Lo que era válido en tiempos de la AIT, lo sigue siendo hoy. La lucha contra el parasitismo es una de las responsabilidades esenciales de la Izquierda comunista. Se entronca plenamente con la tradición de sus empecinados combates contra el oportunismo. Es hoy uno de los componentes básicos en la preparación del partido de mañana y por ello mismo condiciona, en parte, tanto el momento en que podrá surgir como su capacidad para desempeñar su función en las luchas decisivas del proletariado.
[1] El término usado en el movimiento obrero es el de «putsch» que, en alemán, significa «intentona golpista». En castellano usamos los términos «golpe »-« golpismo», aunque estos términos parezcan evocar únicamente, en los ajustes de cuentas interburgueses de algunas regiones del mundo, la tradición de cambiar el curso de las cosas mediante la acción militar.
[2] Es necesario distinguir los dos sentidos que pueden atribuirse al término «aventurismo». Por un lado, existe el aventurismo de algunos elementos desclasados, los aventureros políticos, quienes, al no poder desempeñar un papel en la clase dominante y haber comprendido que el proletariado estaba destinado a ocupar el primer plano en la vida de la sociedad y en la historia, intentan conquistar su reconocimiento o el de sus organizaciones, un reconocimiento que les permitiría hacer ese papel que la burguesía les niega. Al volverse del lado de la lucha de la clase obrera, el objetivo de esos individuos no es ponerse al servicio de ella sino ponerla al servicio de sus ambiciones. Buscan la fama «yendo al proletariado» como otros la buscan recorriendo el mundo. Aventurismo también es la actitud política que consiste en lanzarse en acciones irreflexivas cuando no hay las mínimas condiciones para su éxito, o sea, la madurez suficiente de la clase. Una actitud así, aunque puede también deberse a aventureros políticos en busca de emociones fuertes, puede también ser la de obreros y militantes totalmente sinceros, entregados y desinteresados, pero que adolecen de juicio político o están cegados por la impaciencia.
[3] Marx y Engels no fueron los únicos en identificar y caracterizar el parasitismo político. A finales del siglo XIX, un gran teórico marxista como Antonio Labriola recogía el mismo análisis del parasitismo: «En este primer tipo de nuestros partidos actuales [se trata de la Liga de los comunistas], en esta célula primera, por decirlo así, de nuestro complejo organismo, elástico y muy desarrollado, no sólo había la conciencia de la misión que cumplir como precursor, sino también la forma y el método de asociación que convienen a los primeros iniciadores de la revolución proletaria. Ya no era una secta: esta forma ya había sido superada. La dominación inmediata y fantástica del individuo había sido eliminada. Lo que predominaba era una disciplina que tenía su origen en la experiencia de la necesidad y en la doctrina que debe ser precisamente la conciencia reflejo de esa necesidad. Lo mismo ocurrió con la Internacional, la cual sólo pareció autoritaria a quienes no pudieron imponer su propia autoridad. Debe ser lo mismo y deberá serlo así en todos los partidos obreros; y allí donde ese carácter no es fuerte, o no puede todavía serlo, la agitación proletaria todavía elemental y confusa, engendra únicamente ilusiones y sólo es un pretexto a las intrigas. Y cuando no es así, es entonces un cenáculo en el que el iluminado se codea con el loco o el espía; será una vez más la Sociedad de hermanos internacionales la que se agarró como un parásito a la Internacional y la desprestigió; (...) o, en fin, un agrupamiento de descontentos en su mayoría desclasados y pequeño burgueses que se ponen a especular sobre el socialismo como se pondrían a hacerlo sobre cualquier frase de la moda política» (Ensayo sobre la concepción materialista de la historia).
[4] Ese fenómeno se refuerza con el peso del consejismo, el cual es, como la CCI lo evidenció, uno de los precios que ha pagado y pagará el movimiento obrero renaciente a la influencia del estalinismo durante todo el período de la contrarrevolución.
[5] Fue, además, por esa razón por la que en ese Congreso, los amigos de Bakunin apoyaron la decisión de fortalecer muy sensiblemente los poderes del Consejo general, mientras que, después, van a exigir que su función no vaya más allá de la de un «buzón de correos».
[6] La historia del movimiento obrero es rica de esos largos combates llevados a cabo por la Izquierda. Podemos citar entre ellos:
- el de Rosa Luxemburg contra el revisionismo de Bernstein a finales del siglo XIX;
- el de Lenin contra los mencheviques a partir de 1903;
- el de Rosa Luxemburg y Pannekoek contra Kautsky sobre la cuestión de la huelga de masas (1908-1911);
- Pannakoek, Gorter, Bordiga y el conjunto de militantes de la Izquierda de la Internacional comunista (sin olvidar a Trotski, en cierta medida) contra la degeneración de ésta.
[7] En nuestros tiempos, el pantano puede, por ejemplo, estar representado por variantes de la corriente consejista (como las que la reanudación histórica de finales de los 60 hizo surgir y que, sin duda, volverán a aparecer en futuros combates de clase), por vestigios del pasado como los leonistas presentes en el ámbito anglosajón, o por elementos en ruptura con las organizaciones izquierdistas.
[8] No hay pruebas de que Chénier fuera un agente de los servicios de seguridad del Estado. En cambio, su rápida carrera, inmediatamente después de su exclusión de la CCI, en la administración del Estado y, sobre todo, en el aparato del Partido socialista, (que entonces dirigía el gobierno) demuestra que ya debía estar trabajando para ese aparato de la burguesía cuando se presentaba como un «revolucionario».
[9] A los análisis y preocupaciones de la CCI sobre el parasitismo, se le ha opuesto que ese fenómeno sólo concierne a nuestra organización, ya sea como diana ya como «abastecedor» de los círculos parásitos a través de sus escisiones. Es cierto que la CCI es hoy el blanco principal del parasitismo, lo cual se explica porque es la organización más importante y extendida del medio proletario. Por ello, es ella la que provoca más odio por parte de los enemigos de ese medio y no pierden una ocasión de intentar que las demás organizaciones proletarias le sean hostiles. Otra causa de ese «privilegio» que posee la CCI ante el parasitismo está en que nuestra organización es precisamente aquélla de la que han salido más escisiones que han acabado en grupos parásitos. Podemos dar varias explicaciones a ese fenómeno:
Primero, entre las organizaciones del medio político proletario que se han mantenido durante los treinta años que nos separan de 1968, la CCI es la única nueva, mientras que las demás ya existían entonces. De ahí que hubiera en nuestra organización un peso mayor del espíritu de círculo, campo abonado para los clanes y el parasitismo. En las demás organizaciones había, por otro parte, incluso antes de la reanudación histórica de la clase, una como «selección natural» que eliminaba a los aventureros o semiaventureros así como a los intelectuales en busca de público que no tenían la paciencia de llevar a cabo una labor oscura en las pequeñas organizaciones en un momento en que tenían un impacto mínimo en la clase a causa de la contrarrevolución. En el momento de la reanudación proletaria, los elementos de ese tipo juzgaron que podían «ocupar plazas» más fácilmente en una organización nueva, en vías de constitución, que en una organización antigua en la que «las plazas ya estaban ocupadas».
En segundo lugar, existe generalmente una diferencia fundamental entre las escisiones (igualmente numerosas) que han afectado a la corriente bordiguista (que era la más desarrollada internacionalmente hasta los años 70) y las escisiones que han afectado a la CCI. En las organizaciones bordiguistas, que se reivindican oficialmente del monolitismo, las escisiones son esencialmente la consecuencia de la imposibilidad de desarrollar en su seno desacuerdos políticos, lo cual significa que esas escisiones no tienen necesariamente una dinámica parásita. En cambio, las de la CCI no eran resultado del monolitismo o del sectarismo, pues nuestra organización no sólo permite sino que anima al debate y a la confrontación en su seno: las deserciones colectivas fueron el resultado necesariamente de la impaciencia, de frustraciones individualistas, de un comportamiento clánico, y por lo tanto estaban animadas por un espíritu y una dinámica parásitas.
Dicho esto, hay que subrayar que la CCI no es el único blanco del parasitismo, ni mucho menos. Por ejemplo, las denigraciones de Hilo Rojo, así como las del llamado Mouvement communiste van contra toda la Izquierda comunista. De igual modo, el blanco privilegiado de la OCI es la corriente bordiguista. En fin, incluso cuando los grupos parásitos concentran sus ataques contra la CCI, evitando, cuando no bailándoles el agua, a los demás grupos del medio político proletario (como así fue con CBG o como lo hace sistemáticamente Echanges et Mouvement) es en general con el objetivo de aumentar las divisiones y la dispersión entre esos grupos, debilidades que la CCI ha sido siempre la primera en combatir.
[10] Grupo animado por ex miembros de la CCI que después pertenecieron al GCI y por antiguos tránsfugas del izquierdismo, y al que no hay que confundir con el Mouvement communiste de los años 70 que fue uno de los predicadores del modernismo.
[11] «Al principio, la descomposición ideológica afecta evidentemente a la clase capitalista misma y, de rechazo, a las capas pequeño burguesas, que no tienen ninguna autonomía. Puede incluso decirse que éstas se identifican muy bien con la descomposición pues su situación específica, la ausencia de todo porvenir, es reflejo de la causa más importante de la descomposición ideológica: la ausencia de la menor perspectiva inmediata para el conjunto de la sociedad. Sólo el proletariado lleva en sí una perspectiva para la humanidad, y, por ello, es en sus filas donde existen las mayores capacidades contra la descomposición. Sin embargo, ni siquiera él puede evitarla, sobre todo porque la pequeña burguesía, con la que se mezcla, es precisamente su principal vehículo. Los diferentes elementos que son la fuerza del proletariado chocan directamente con las diferentes facetas de la descomposición ideológica:
- la acción colectiva, la solidaridad, encuentran frente a ellas la atomización, la tendencia a “cada uno para sí”, al “arreglo individual”;
- la necesidad de organización se enfrenta a la descomposición social, a la destrucción de las relaciones en que se basa toda vida en sociedad;
- la confianza en el porvenir y en sus propias fuerzas es permanentemente minada por la desesperación general que invade la sociedad, el nihilismo, el “no future”; la conciencia, la lucidez, la coherencia y la unidad de pensamiento, el gusto por la teoría, deben abrirse un camino difícil en medio de la huida hacia quimeras, la droga, las sectas, el misticismo, el rechazo de la reflexión, la destrucción del pensamiento, características de nuestra época" (Revista internacional nº 62, «La descomposición, fase última de la decadencia del capitalismo», punto 13).
La mezquindad, la falsa solidaridad de los clanes, el odio a la organización, la desconfianza, la calumnia, que son actitudes y comportamientos en los que se complace el parasitismo, encuentran en la descomposición social hoy un alimento de primera. El refrán dice que las flores más hermosas crecen en el estiércol. La ciencia nos enseña que muchos organismos parásitos se sustentan también en él. Y el parasitismo político, en su ámbito, respeta las leyes de la biología, al alimentarse de la putrefacción de la sociedad.