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Con ocasión de la próxima celebración en Barcelona de unas Jornadas de Debate sobre el problema de la Precariedad Laboral, queremos contribuir con algunas respuestas a las cuestiones más frecuentes que se plantean los trabajadores sobre este tema:
1ª) ¿A qué se debe la escalada del empleo precario?
Desde finales de los años 60, el capitalismo mundial vive una crisis permanente una de cuyas manifestaciones más flagrantes es un desempleo masivo, con oleadas sucesivas de despidos y con una total incapacidad para integrar a las nuevas generaciones obreras al proceso productivo. Para enmascarar ese descomunal desempleo y evitar que alcance proporciones explosivas haciendo ver la quiebra del capitalismo, los explotadores cubren un puesto de trabajo con cinco, diez o veinte contratos precarios de diversa índole. Sólo en el mes de Octubre y en España se han registrado en las oficinas de empleo cerca de ¡un millón y medio de contratos!, y aún así el número de parados ha subido en 30 mil trabajadores más.
2ª) La precariedad ¿es característica únicamente de algunos países o de ciertos gobiernos?
La respuesta es NO. Por mucho que los partidos de “izquierda” o los movimientos “antiglobalización” quieran inculcarnos que la culpa de la precariedad la tiene el gobierno del PP, o el “neoliberalismo”, lo cierto es que en países de tan afamada “sensibilidad social” como Francia o Alemania también se ha ido extendiendo con nombres tan rimbombantes como “contratos de inserción”, “contratos de sustitución”, etc.... En España, el iniciador de la precariedad fue el gobierno “socialista” de González con toda una serie de medidas que empezaron en 1984. El campeón de la precariedad en España es el propio sector público. Comunidades y Ayuntamientos gobernadas por la “Izquierda” la practican a mansalva.
3ª) ¿Es el trabajador precario el “nuevo proletariado”?
Desde sindicalistas a sesudos sociólogos quieren trasmitirnos la idea de que en realidad “la clase obrera ya no es lo que era” pues existiría una escisión entre, por una parte, los obreros “privilegiados” con contrato “fijo”, indemnizaciones por despido, salarios más elevados; y por otro lado los trabajadores con contrato precario sin ningún tipo de “garantía”. El objetivo de toda esta ideología de la “nueva composición” del proletariado es sembrar la división y el enfrentamiento en sus filas para gran regocijo de los capitalistas.
La proliferación de “contratos precarios” es una expresión, más aguda si se quiere, de la precariedad que es la quintaesencia del trabajo asalariado. Si por precariedad entendemos inseguridad sobre su propia existencia y porvenir, entonces el proletariado es la clase de la precariedad. Los obreros están totalmente separados de los medios de vida y de producción. Sí quieren comer deben pasar por las horcas caudinas del trabajo asalariado. Pero obtener un puesto de trabajo no depende de su voluntad, ni siquiera de la voluntad individual del capitalista, sino de las leyes del mercado. Sí este se expande, más trabajadores tendrán el “privilegio” de comer a cambio de una explotación creciente, pero sí se reduce, como ocurre desde hace más de 30 años, la explotación seguirá aumentando pero menos trabajadores podrán ganarse la vida o lo harán de forma cada vez más precaria.
A diferencia de las clases explotadas de anteriores modos de producción como el esclavo o el siervo que tenían, por miserable que fuera, su existencia asegurada al pertenecer personalmente al amo o al señor feudal, el proletariado no pertenece a ningún patrón particular sino a la clase capitalista en su conjunto. Los obreros tienen “libertad de trabajo”, es decir, ningún capitalista individual tiene el compromiso de garantizarles la existencia de por vida. Esa supuesta libertad, tan cacareada por la propaganda de la burguesía, es, por el contrario, la peor esclavitud, pues supone la más terrible inseguridad y precariedad.
4ª) ¿Entonces la precariedad no es algo reciente, producto de no se sabe qué “nuevo” capitalismo?
Desde luego que no. La precariedad ha acompañado siempre la existencia de los trabajadores. La existencia de una capa importante de la población falta de ocupación y por tanto de medios de procurarse su existencia (lo que Marx y Engels llamaron el “ejército industrial de reserva”), no es sólo una consecuencia sino sobre todo una necesidad, una precondición, de la propia economía capitalista. La precariedad masiva actual no es la expresión de una “nueva vía” encontrada por el capitalismo para “renovarse” y tener cuerda para rato, sino, muy por el contrario, la manifestación más patente de su crisis sin salida.
5ª) ¿Pero habría sectores obreros a resguardo de la precariedad?
En absoluto. El trabajo fijo lleva camino de convertirse en un objeto de museo. En Japón y Alemania el mito del “trabajo de por vida” se desmorona. En China –que antaño presentaron como “revolución proletaria” y hoy venden como “milagro capitalista”- no sólo el desempleo no para de aumentar sino que las condiciones de trabajo de los “afortunados” con un puesto en la “nueva industria” son espantosas. ¡No hablemos de los países del Tercer Mundo donde el trabajo fijo nunca llegó a ser una realidad masiva! Ni los trabajadores de las industrias de “tecnología punta”, ni los de los sectores más tradicionales, ningún trabajador tiene garantizado su medio de subsistencia.
Se argumenta muy frecuentemente para oponer la situación de los “precarios” a la de los trabajadores con empleo “fijo” que éstos, al menos, cuentan con la salvaguarda de las indemnizaciones por despido o de los subsidios de paro. La verdad es que tales subsidios tienden a reducirse progresivamente como ha ocurrido recientemente en Alemania con las medidas contra los parados adoptadas por el gobierno “progresista” de socialdemócratas y verdes. En cuanto a las indemnizaciones por despido o las prejubilaciones, no son más que un salario diferido para que el trabajador agote en unas condiciones miserables el resto de su existencia. Conviene además recordar que esos trabajadores prejubilados o jubilados tienen que mantener, o al menos ayudar, a hijos o nietos a los que el capitalismo condena al desempleo, la precariedad y niega el acceso a la vivienda.
En la historia del proletariado sólo puede hablarse de un breve lapso de tiempo (desde 1945 hasta finales de los años 70) en que efectivamente pareció verdad eso del “empleo asegurado”. Ese paréntesis, debido en realidad a la reconstrucción económica que siguió a la 2ª Carnicería Imperialista Mundial, es una excepción en la existencia de las sucesivas generaciones obreras.
6ª) ¿Tienen entonces el mismo interés de clase los fijos y los precarios?
Por supuesto que SI. Ser “de plantilla”, subcontratado o precario; estar en activo o jubilado, trabajar en las grandes fábricas de las metrópolis capitalistas o en talleres inmundos en los arrabales del tercer mundo, son todas ellas condiciones que la explotación capitalista impone a los trabajadores. Por ello activos, parados, jubilados, precarizados, emigrantes, proletarios de los países más adelantados o de los más subdesarrollados, todos somos una misma clase obrera.
Los explotadores y sus ideólogos tratan de quebrar esa identidad de clase creando todo tipo de enfrentamientos y contradicciones entre unos trabajadores y otros. A los obreros con contratos precarios se les dice que su condición es provocada por los “privilegios” de los obreros con contrato “fijo”. A estos, en cambio, se les presenta a los precarios como unos “competidores” que abaratarían las condiciones laborales y presionarían a la baja sus propios salarios. Como quiera además que los contratos “precarios” abundan más entre los trabajadores más jóvenes, la propaganda capitalista recurre a sus manidas consideraciones “sociológicas” para crear una fractura generacional, un enfrentamiento entre obreros jóvenes y obreros veteranos.¡No hablemos del enfrentamiento que se quiere crear entre los obreros de un país y sus hermanos que vienen de la emigración!
Toda la clase obrera sufre la misma esclavitud e inseguridad llamada trabajo asalariado, toda la clase obrera es la productora colectiva de la inmensa mayoría de la riqueza social de la que sin embargo se apropian los capitalistas, nuestro verdadero enemigo común. Ningún sector de trabajadores vive a costa de otro.
7ª) ¿No es cierto que los sindicatos “pasan” de los precarios porque solo defienden a los fijos?
Ese es otro gran embuste con el que tratan de crear nuevamente divisiones entre los trabajadores, al mismo tiempo que le lavan la cara a los sindicatos que “al menos” defenderían a un sector de los trabajadores. Desde hace décadas, desde que el capitalismo es incapaz de otorgar mejoras y reformas a los trabajadores, los sindicatos se han convertido en un instrumento del Estado burgués destinado a cogestionar la explotación y a sabotear las luchas obreras: por un lado, son cómplices con Patronos y Estado en la firma de toda clase de acuerdos que destrozan nuestras condiciones de vida y trabajo; por otro lado, sus “convocatorias de lucha” y sus “acciones” sean pacíficas o “radicales”, tienen como fin sabotear la unidad y la combatividad de los obreros. Las dos caras de la acción sindical las hemos podido comprobar una vez más en Astilleros.
Sólo las verdaderas luchas obreras pueden defender los intereses de los trabajadores, fijos o precarios. Reclamar que los sindicatos se ocupen de los precarios es llamar al lobo para que guarde el gallinero. Un “Sindicato de Precarios” acabaría integrado en el mismo engranaje que los demás, y ahondaría aún más la oposición con los fijos. Los sindicatos han avalado las medidas contra los fijos y el desarrollo de la precariedad. Cuando vierten lágrimas de cocodrilo sobre la “alta tasa de temporalidad” están haciendo demostración del cinismo característico de la clase a la que sirven: la burguesía.
8ª) ¿Cómo luchar entonces contra los estragos de la precariedad?
Parece que a sindicalistas, políticos, y hasta a los propios capitalistas les “preocupa” la precariedad. En Cataluña hay negociaciones entre sindicatos, Gobierno tripartito y Patronal para alcanzar un pacto en el que a cambio de “estabilidad” en el empleo, los sindicatos han ofrecido “flexibilidad laboral”. Tampoco es que se trate de una invención “made in Cataluña”, puesto que eso mismo recoge el reciente convenio de la Volkswagen alemana y, además, esa política de “estabilidad a cambio de flexibilidad” está actualmente muy de moda en el capitalismo alemán o francés.
En realidad la propia burguesía sabe que la precariedad, al provocar la sustitución de trabajadores expertos por precarios que están entrando y saliendo continuamente del proceso productivo, acaba dañando a la productividad. Por eso los sectores más inteligentes de la burguesía comprenden que hay que dar una nueva vuelta de tuerca a la explotación: imponer más horario con menos salario. Para hacernos tragar esa cruel medida, ofrecen el regalo engañoso de la “estabilidad en el empleo”.
¡Sólo hay una forma de acabar con el desempleo, la precariedad o la guerra! ¡Acabar con el capitalismo!
9ª) ¿Pero como acabar con el capitalismo?.
Lo que permite sobrevivir al capitalismo, un sistema social condenado por la historia y que no cesa de provocar sufrimientos sin límite a toda la humanidad, es la división, la confusión y la desorganización de la clase obrera. Esta tiene que librar una dura lucha para superar esos factores que la mantienen atada de pies y manos a la explotación.
Para luchar contra la división de la clase obrera hay que romper un planteamiento de las luchas que impulsan siempre los sindicatos: luchar por “salvar la empresa”, “salvar el sector”, “salvar la economía nacional”. La Empresa, el Sector, la Nación, son el marco a través del cual las distintas fracciones de la burguesía compiten a muerte por el reparto del mundo. Defender esas entidades es aceptar los sacrificios que requieren sus intereses y convertirse en juguete de la competencia capitalista que tantos estragos provoca en la humanidad. El primer objetivo de la lucha debe ser ganar la máxima solidaridad y unidad de la clase obrera enfrentando las divisiones de sector, nación, nacionalidad, raza, precariedad etc. Solo así todos tendremos fuerza.
Para luchar contra la confusión hay que desenmascarar los falsos amigos y las falsas alternativas. El Gobierno tripartito de Cataluña y el Gobierno de Zapatero son tan enemigos de los trabajadores como el PP. La cuestión no es presionarles para que “cumplan lo que prometen” o para que “asuman la defensa de los trabajadores” sino imponerles una relación de fuerzas como agentes que son del sistema capitalista. La solución no es cambiar de gobierno sino luchar de forma intransigente contra la explotación capitalista para lograr acabar con ella.
Para luchar contra la desorganización de los obreros estos tienen que tomar las luchas en sus propias manos rompiendo con los sindicatos y el sindicalismo. Sólo a través de Asambleas Generales y de Comités elegidos y revocables que respondan ante el colectivo de los obreros, éstos podrán desarrollar la unidad y la fuerza necesarias para combatir con éxito la explotación y acabar con ella.
1/12/2004.
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