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El domingo 11 de noviembre en un vagón del metro en Madrid un individuo perteneciente a bandas neonazis asesinó a Carlos, un joven de 16 años, e hirió a otro. El crimen se cometió en el marco de una convocatoria de un oscuro grupúsculo fascista –Democracia Nacional- a la que respondió una manifestación antifascista de unos 200 jóvenes.
Expresamos nuestro dolor ante la muerte de este joven. Sentimos una profunda solidaridad por su familia, destrozada por el crimen. Nos indigna este cobarde asesinato. Las ideologías fascistas y racistas, que han puesto en la mano del asesino el machete que ha segado la vida del joven Carlos, son un agregado de las ideologías más reaccionarias que ha ido segregando el capitalismo en sus casi 500 años de historia. Se han erigido en el catalizador de los sentimientos más irracionales de odio y búsqueda de chivos expiatorios.
En los 30 y 40, en regimenes como el de Franco, el fascismo recibió del capital un mandato de gobierno y lo ejerció con un terror y una barbarie que sus rivales demócratas y estalinistas se encargan a todas horas de recordar. Hoy, el fascismo, alejado del gobierno, sirve de cauce para respuestas irracionales y xenófobas a contradicciones del capitalismo tales como el desempleo, la emigración o la inseguridad. Frente a estas, esa ideología propugna el racismo, el encierro en lo identitario y el nacionalismo más extremo… Las ideologías fascistas, neo nazis, populistas, expresan de manera brutal y descarada el proceso de descomposición del capitalismo:
- «el aumento constante de la criminalidad, de la inseguridad, de la violencia urbana ;
- el aumento del nihilismo, del suicidio de los jóvenes, de la desesperanza, como así lo expresaba el "no future" de las revueltas urbanas en Gran Bretaña, del odio y de la xenofobia que animan a "skinheads" y "hooligans", para quienes los encuentros deportivos son una ocasión de desahogarse y sembrar el terror ;
- la imparable marea de la drogadicción, fenómeno hoy de masas, poderosa causa de la corrupción de los Estados y de los organismos financieros, que afecta a todas las partes del mundo y, en especial, a la juventud, un fenómeno que expresa cada vez menos la huida hacia mundos quiméricos, que se parece cada día más a la locura y al suicidio ;
- la profusión de sectas, el resurgir del espíritu religioso, incluidos algunos países avanzados, el rechazo hacia un pensamiento racional, coherente, construido, incluso en algunos ámbitos "científicos", y que ocupa en los media un lugar preponderante gracias a la embrutecedora publicidad y a sus emisiones estúpidas ;
- la invasión en esos mismos media del espectáculo de la violencia, del horror, de la sangre y de las matanzas, incluso en programas para niños ;
- la nulidad y la venalidad de la mayoría de las producciones "artísticas", literarias, musicales, de pintura y arquitectura, que no saben sino expresar la angustia, la desesperación, el estallido del pensamiento, la nada ;
- el "cada cual a lo suyo", la marginalización, la atomización de los individuos, la destrucción de las relaciones familiares, la exclusión de los ancianos, la aniquilación de lo afectivo y su sustitución por la pornografía, el deporte comercializado y mediatizado, las concentraciones de masas de jóvenes en plena histeria colectiva a modo de canción y baile, sustituto siniestro de una solidaridad y de unos lazos sociales totalmente ausentes.
Todas esas manifestaciones de la putrefacción social que, hoy, a una escala desconocida en la historia, invaden por todos sus poros a la sociedad humana, expresan no sólo la dislocación de la sociedad burguesa, sino y sobre todo la destrucción de todo principio de vida colectiva en el seno de una sociedad sin el menor proyecto, la menor perspectiva, incluso a corto plazo, incluso la más ilusoria» (Tesis sobre la descomposición del capitalismo[1])
La raíz del odio, de la xenofobia, de la exaltación nacional, no está en ideología fascista –ni tampoco en cualquier otra ideología- sino que pertenece enteramente al sistema capitalista en su conjunto y a todas las fuerzas políticas que lo defienden –sean fascistas, de derechas, de izquierda o de extrema izquierda-. Todas ellas fomentan esas expresiones de barbarie y crimen, unos de forma descarada –el fascismo-, otros de forma hipócrita y taimada –los que se presentan como demócratas y antifascistas.
El nacionalismo patrimonio común de todas las fracciones e ideologías del Capital
Se suele atribuir a los fascistas el monopolio del nacionalismo. Es una falacia total. Los demócratas y antifascistas del PSOE son quienes han organizado la histeria nacionalista, auténtica provocación al capital marroquí, desatada con la visita real a Ceuta y Melilla. Son ellos quienes desarrollan una campaña ensordecedora de exaltación nacional con toda la propaganda que tiene como coletilla “Gobierno de España”. Los dos grandes partidos democráticos – PP y PSOE-, apoyados discretamente por todos los demás, desarrollan una sobrepuja nacionalista sin precedentes intentando enrolarnos en la defensa de España. Los cachorros fascistas encuentran en ellos su fuente de inspiración. ¿No es acaso Rajoy quién azuza los miedos y los odios “a lo extranjero” cuando dice que «hay por ahí gentes que quieren el mal de los españoles»?
A la exaltación nacionalista española le corresponde la histeria nacionalista pro-catalana y pro-vasca desatada por partidos como Esquerra, Convergencia, PNV, Batasuna etc. Unos propiciando el nacionalismo gran español, otros lanzando el nacionalismo vasco y catalán, todos quieren atarnos a un clima de encierro en la “comunidad nacional”, de defensa de “lo nuestro”, de exclusión de “los otros”, de temor y odio a “lo extranjero”. Se pretende distinguir entre un nacionalismo “democrático” y “abierto” y un nacionalismo cerrado y excluyente. Es una diferencia falsa y demagógica. Todo nacionalismo lleva en sí mismo y por si mismo a la exclusión, al odio hacia el extranjero, a los sentimientos irracionales de victimismo y de buscar en “los otros” el chivo expiatorio a quien atribuir las propias desgracias.
Todas las ideologías y fracciones del Capital llevan al racismo y la xenofobia
Los grupúsculos nazis dirigen su odio a los emigrantes. Sobre ellos descargan los peores actos de barbarie como pudo verse con el video protagonizado sádicamente por un descerebrado catalán con una emigrante ecuatoriana.
Las autoridades y partidos democráticos “se indignan” con esas crueles gamberradas pero son precisamente ellas las que tratan a los emigrantes como ganado devolviéndolos a sus países de origen en inmundos aviones de carga. Fue precisamente el demócrata y antifascista ZP quien en 2005 organizó el asesinato de 5 emigrantes en las fronteras de Ceuta y Melilla. Es el gobierno del “diálogo” de ZP quien encarga el trabajo sucio de perseguir a los emigrantes a gobiernos como el de Marruecos o Senegal. Son los demócratas y antifascistas del PSOE y de IU los que desde las autonomías o ayuntamientos que gobiernan consienten en que se contraten a emigrantes sin contrato legal, obligados a trabajar de sol a sol por sueldos miserables y hacinados en chabolas, casas abandonados o, sencillamente, a la intemperie.
Los fascistas protagonizan los insultos y las agresiones a los emigrantes, los demócratas de izquierda y de derecha organizan su selección y explotación feroz encargando a terceros –entre ellos las propias bandas de matones fascistas- los trabajos sucios y sórdidos. Los fascistas vociferan, los demócratas actúan.
Todas las fracciones del capital tienen las manos manchadas de sangre
Se suele atribuir únicamente al fascismo la represión o la guerra. Se resalta barbarie represiva del franquismo o se hace hincapié en las peores expresiones de la barbarie guerrera de los nazis. Sin embargo, se echa un tupido velo sobre la salvaje represión ejercida por los demócratas y sobre las atrocidades protagonizadas por éstos en las innumerables guerras que golpean a la humanidad.
Con esta hábil manipulación se falsea la verdad histórica ofreciéndonos a cambio una “memoria histórica” selectiva y deformada. Pero, al mismo tiempo, se oculta la comprensión de la cuestión esencial: es todo el capitalismo, en todas sus fracciones, quien es culpable de la represión y la guerra. Es el Estado Capitalista en todas sus formas –tanto dictatoriales como democráticas- quien tiene la responsabilidad de los más horrendos crímenes contra la humanidad.
Respecto a la represión ¿hay que recordar que la “muy democrática” y “muy antifascista” República española solamente en su primer año, entre abril y diciembre de 1931, asesinó a más de 500 obreros en la represión de las luchas de trabajadores, jornaleros y campesinos? ¿Hay que recordar que el gobierno socialdemócrata alemán ahogó en sangre la tentativa revolucionaria del proletariado entre 1918-23 causando más de 100 mil muertos? ¿Hay que recordar que numerosos jerarcas del nazismo empezaron su carrera dentro de los Cuerpos Francos organizados por la socialdemocracia y los sindicatos para reprimir la revolución proletaria? ¿Hay que recordar que Franco fue uno de los encargados por la República para reprimir la insurrección obrera de Asturias en octubre de 1934? ¿Es preciso señalar que Pinochet fue un servidor del gobierno democrático de Allende y que éste hizo que fuera aplaudido por las masas en una concentración delante del Palacio de la Moneda?
En cuanto a las guerras, sí los nazis tienen sus campos de concentración, los demócratas tienen en su haber el cruel bombardeo de Dresde que causó en una sola noche 250 mil víctimas inocentes o el lanzamiento de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. ¡No hablemos de las hazañas bélicas de represión y barbarie en Irak, en Afganistán y tantos y tantos lugares!
En nombre del antifascismo nos imponen la explotación y la represión.
Durante el siglo XX, un siglo considerado como el más bárbaro de la historia, el capitalismo ha conseguido mantenerse y sobrevivir encerrando al proletariado en toda clase de falsos dilemas: mundo “libre” versus “comunismo” soviético; democracia o dictadura; izquierda o derecha; nacionalismo gran español o nacionalismo vasco o catalán… Su política ha consistido en hacerle elegir entre morir en la horca o morir fusilado, hacerle escoger plato en un menú envenenado, hacerle ir de Herodes a Pilatos.
Durante más de un siglo el capital, especialmente a través de sus fuerzas de “izquierda” ha empujado al proletariado a elegir el “mal menor”: la cantinela ha sido siempre la misma, es cierto que los demócratas no son de fiar pero el mal supremo, el demonio en persona, son los fascistas. En nombre de esta demagogia han hecho tragar las peores barbaries, la más salvaje explotación, las guerras más crueles.
Con estas elecciones trucadas, el Capital ha conseguido que el proletariado perdiera su autonomía de clase, convertirlo en juguete de sus contiendas políticas, transformarlo en carne de cañón de sus guerras.
El dilema más mortal, el que más daño ha hecho al proletariado a lo largo del siglo XX ha sido elegir entre fascismo y antifascismo. En nombre de esa trampa mortal la humanidad entera fue llevada al terrible holocausto constituido por los más de 60 millones de muertos de la 2ª Guerra Mundial. En nombre de ese dilema trucado un millón de muertos fueron inmolados en la bárbara contienda de 1936.
Cada vez que el proletariado toma partido por una de las fracciones del capital (extrema derecha, derecha, izquierda y extrema izquierda), cada vez que pierde su identidad de clase disuelto en la masa interclasista del “pueblo” o del “ciudadano”, el Capital consigue prolongar los sufrimientos, la explotación, la barbarie, que causa su sistema de explotación.
La razón es muy sencilla: sí el proletariado elige campo, sí desaparece como clase en la amalgama del “pueblo” o de la “ciudadanía”, entonces tanto los obreros como el conjunto de la población se convierten en rehenes de las guerras de familia a la que se libran los explotadores. Con ello el capital logra crear un clima social donde toda la población se transforma en una suma de autómatas que vocifera contra el chivo expiatorio que el Capital les señala; se convierten en soldados dispuestos a matar o morir por la Patria, por la democracia, por causas que siempre son las de la explotación capitalista.
El fascismo aspira a disponer de una masa embrutecida, incapaz de pensar, que actúa mediante impulsos irracionales, que atribuye sus males a individuos o categorías sociales convertidas en entes diabólicos. Sin embargo, quien consigue de verdad esos siniestros objetivos son sus compadres demócratas que, envueltos en frases bonitas de tolerancia, democracia y derechos humanos, inoculan de forma taimada y a traición los venenos que agitan de forma descarada sus rivales fascistas.
Solo la lucha independiente del proletariado puede sacarnos del atolladero histórico que representa el capitalismo
La única manera de luchar eficazmente contra el capital es la AUTONOMIA POLITICA del proletariado. Sólo sí este lucha por sus propios intereses, en su propio terreno, podrá crear una relación de fuerzas favorable contra el capital, sólo así podrá unir tras su combate liberador a todas las capas sociales oprimidas y explotadas.
La sociedad capitalista representa la división en naciones mientras que el proletariado representa la unión de toda la humanidad en una comunidad mundial donde las distinciones por raza, religión u origen social sean abolidas. Al nacionalismo –cualquiera que sea la envoltura que se presente- hay que oponer el internacionalismo.
La sociedad capitalista segrega el odio y la exclusión hacia el extranjero, el que es diferente. Solo el proletariado puede establecer una comunidad de seres humanos libres e iguales que trabajan colectivamente para sí mismos. A la división y el enfrentamiento entre seres humanos hay que oponer la fraternidad universal que expresa embrionariamente la lucha de clase del proletariado.
La sociedad capitalista está basada en la competencia entre empresas y naciones lo cual provoca necesariamente el cada uno para si, el quítate tú para que me ponga yo, el que cada hombre sea un lobo para los demás. Sólo el proletariado al unificar a la humanidad en una comunidad donde cada cual aporta lo mejor de si mismo recibiendo la plena satisfacción de sus necesidades, puede abolir las raíces de la barbarie del hombre sobre el hombre. A la competencia y al corporativismo, fuerzas destructoras y disgregadoras, hay que oponer la solidaridad y la unidad que encierran las luchas genuinas del proletariado.
El asesinato de Carlos tiene como raíz el capitalismo y su proceso de descomposición. No hay que mirar el brazo que lo ha ejecutado sino el sistema que lo ha engendrado. Solo la lucha de clase independiente del proletariado contra todas las fracciones del capital, contra el Estado en su conjunto, contra el capital en todas sus expresiones nacionales e ideológicas, podrá extirpar las condiciones que provocan junto con la explotación, la guerra y la barbarie cotidiana, actos como el crimen del metro en Madrid.
Corriente Comunista Internacional 12-11-07