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La gravedad del cambio climático ligado a la emisión de gases con efecto invernadero es una «verdad que incomoda». Al menos esto es lo que nos dice Al Gore, el ex vicepresidente de USA, que tras su fracaso electoral del año 2000, vuela de conferencia en conferencia (en USA, Japón, China, Alemania…), para revelar al mundo, como un pájaro de mal agüero, esta «inconveniente» verdad. El realizador pro-demócrata Davis Guggenheim, ha filmado una de esas innumerables conferencias en un documental titulado precisamente «Una verdad inconveniente».
La cosa es hasta tal punto «inconveniente», que nos la sirve un alto dignatario de la burguesía americana en un curso magistral a escala planetaria con pantalla gigante… ¡Al Gore se cae del guindo! Hace ya más de 30 años que la comunidad científica se ha volcado sobre este problema y más de 10 que es unánime sobre la constatación de la agravación del calentamiento de la Tierra ligado a la contaminación industrial. Al cabo, la única revelación que contiene este documental, es la del propio Al Gore y su talento innato para la comedia. En efecto, quien se presenta hoy como el campeón de todas las categorías de defensa del Medio Ambiente desde sus años de estudiante en Harvard, cuando asistía asiduamente a los cursos del profesor Roger Revelle (pionero de la teoría del calentamiento global), es el mismo que, años después, con Clinton, «autorizó el vertido de dioxina al océano y permitió que se llevara a cabo la mayor deforestación de toda la historia de Estados Unidos» (The Independent, publicado en Courrier Internationale del 15 Junio 2006).
Albert Gore, como una esponja embebida de hipocresía, es un espécimen muy representativo de su clase social. Todos los Estados son conscientes de los problemas climáticos. Todos proclaman a voz en grito su voluntad de actuar para preservar el medio natural de la especie humana y garantizar el porvenir de las próximas generaciones. Sin embargo, a pesar de las brillantes declaraciones de la Cumbre de la Tierra en Río (1992) o de las bienintencionadas resoluciones del protocolo de Kyoto (1998), la polución va in crescendo y las amenazas relacionadas con el cambio climático se amplían. A fin de cuentas, la verdad que más incomoda y que la burguesía esconde detrás de todas esas conferencias y ahora de sus documentales, es que el mundo capitalista es absolutamente impotente para encontrar una solución a los peligros climáticos…tanto más cuanto que él es el principal responsable.
El calentamiento climático es un peligro para el porvenir de la especie humana
El sistema capitalista, en quiebra desde hace cerca de un siglo, ya no representa ningún progreso para la humanidad. Su supervivencia trascurre sobre una base enferma y destructiva. Las consecuencias ecológicas desastrosas, que comienzan a sufrirse desde los años 50, son una demostración suplementaria de esto.
¡Los cascotes de hielo no mienten! Al quedar retenidos en la Antártida, permiten estudiar la composición de la atmósfera desde hace cientos de miles de años. Y lo que indican claramente es que las tasas de CO2 nunca han sido tan elevadas como desde la mitad del siglo XX en adelante. Las emisiones de gases con efecto invernadero, características del modo de producción capitalista, no han parado de aumentar y la temperatura media crece a un ritmo regular, «El planeta es hoy más cálido que nunca desde hace dos milenios, y si prosigue la tendencia actual, será probablemente de aquí a final del siglo 21 más cálido que los dos últimos millones de años» (The New Yorker, publicado en Courier Internationale de Octubre 2006).
Este aumento de calor se puede percibir además “a ojo” en los dos polos del globo. El deshielo del Ártico está tan avanzado que su desaparición se prevé de aquí al 2080. Todos los grandes glaciares menguan y los océanos se calientan.
En 1975, James Hansen, director del Instituto Goddard de estudios espaciales (GISS) se interesó por los cambios climáticos, «En su tesis consagrada al clima de Venus, avanza la hipótesis de que, si este planeta presenta una temperatura media en su superficie de 464ºC, es porque está envuelta por una niebla de gas carbónico responsable de un efecto invernadero considerable. Algún tiempo después, una sonda espacial aporta la prueba de que Venus está efectivamente aislado por una atmósfera compuesta en un 96% de dióxido de carbono» (The New Yorker). He aquí un ejemplo de a qué podría parecerse la Tierra bajo el efecto de la acumulación continua de CO2 en un futuro lejano y sus consecuencias… la erradicación de toda forma de vida. Dicho esto, no es necesario ir tan lejos para darse cuenta del potencial devastador del calentamiento climático. Mucho antes de que el efecto invernadero haya transformado la tierra en un inmenso horno a más de 400ºC, los signos precursores del cambio climático ya bastan para provocar verdaderas masacres en la especie humana: inundaciones, enfermedades, huracanes
El director del British Antarctic Survey, Chris Rapley, ya hizo notar a principios de 2005, que la calota glaciar de la Antártida Oeste estaba a punto de fundirse. Este territorio (como Groenlandia) contiene suficiente agua para aumentar hasta 7 metros el nivel del mar, lo que significaría a medio plazo la inmersión de vastas extensiones de tierra habitada en Tailandia, India, Holanda, USA…
Otro director, el del INSERM (Instituto nacional francés de Sanidad e Investigación médica), planteó el año 2000 que «la capacidad reproductiva e infecciosa de numerosos insectos y roedores, vectores de parásitos o de virus, está en función de la temperatura y la humedad del medio. Dicho de otra manera, un aumento de la temperatura, incluso modesta, da luz verde a la expansión de numerosos agentes patógenos para el hombre y los animales. Así enfermedades parasitarias como el paludismo (…) o infecciones virales como el dengue, ciertas encefalitis y fiebres hemorrágicas han ganado terreno estos últimos años. Sea porque han reaparecido en sectores donde habían desaparecido, o porque actualmente afectan a regiones que hasta ahora no estaban expuestas…»
Última ilustración, la frecuencia y la potencia de los huracanes aumenta igualmente con el calentamiento global. En efecto, la columna de aire húmedo que los origina sólo se forma cuando la temperatura de la superficie del mar es superior a 26º. Si los océanos se calientan, aumentará el número de zonas en las que este umbral se sobrepase. Cuando Katrina alcanzó la categoría 5 de la clasificación de los huracanes, la temperatura rondaba los 30ºC en la superficie del golfo de México. También según Kerry Emmanuel del Massachussets Institute of Technology, «Si continua al calentamiento global, hay el riesgo de que aumente el potencial destructor de los ciclones tropicales, y con el aumento de las poblaciones costeras, de que aumente substancialmente el número de víctimas de los huracanes en el siglo XXI». Así, después de haber escrutado las estadísticas sobre la intensidad de los huracanes los 50 últimos años, K. Emmanuel llega a la conclusión de que los últimos huracanes son, por término medio, más duraderos y la velocidad de sus vientos ha aumentado un 15% mayor, lo que aumenta un 50% su capacidad de destrucción.
Al lado de esto las diez plagas de Egipto o el diluvio bíblico parecen atracciones de feria.
La burguesía británica, famosa por su empirismo, ha preferido abordar las consecuencias del cambio climático desde el punto de vista de los costes y las alteraciones de la actividad económica. El Informe Stern, encargado por el gobierno, advierte que si no se toma ninguna medida, «se podrían crear riesgos de interrupción de la actividad económica y social durante este siglo y el siguiente a escala similar a la de los asociados con las grandes guerras y la depresión económica de la primera mitad del sigloXX».
Una verdad inconveniente: el sistema capitalista es el responsable de la amenaza climática
Si en Venus el clima ha evolucionado de forma natural hasta alcanzar temperaturas infernales, el calentamiento global actual de la Tierra tiene un origen distinto…la actividad industrial de los hombres. Esto no es ninguna primicia, puesto que buen número de climatólogos (y también la propia burguesía) lo dicen abiertamente. El cartel del documental de Al Gore es aún más explícito; muestra una chimenea de la que sale una columna de humo que toma la forma de un ciclón. ¡«La industria es culpable»! nos dicen, encontrando un chivo expiatorio al que achacar cómodamente las consecuencias climáticas; puesto que en el fondo no es la industria lo que está en cuestión, sino su modo de funcionamiento, el modo de producción capitalista. El capitalismo ha polucionado siempre el ambiente, desde el siglo XIX cuando aún era un factor de progreso. En realidad le tiene completamente sin cuidado el medio ambiente. «Acumular por acumular, producir por producir, esa es la consigna de la economía política que proclama la misión histórica del periodo burgués. Y ni por un instante se ha hecho ninguna ilusión sobre los dolores de alumbramiento de la riqueza: ¿para qué sirven los lloriqueos que no cambian nada de las fatalidades históricas?» (Karl Marx, El Capital, libro I). La acumulación del capital es el fin supremo de la producción capitalista y no importa en absoluto la suerte reservada a la humanidad o al medio ambiente… ¡si es rentable, es bueno! Lo demás es, al fin y al cabo, despreciable.
Pero cuando este sistema entra en su fase de declive histórico desde principios del siglo XX, la destrucción del medio ambiente toma otra dimensión, se hace implacable, a imagen del combate sin piedad que libran entre sí las ratas capitalistas para mantenerse en el mercado mundial. Reducir los costes de producción a su mínima expresión para ser lo más competitivo posible se ha convertido ahora en una regla de supervivencia inevitable. En ese contexto, las medidas para limitar la contaminación industrial son evidentemente un gasto insoportable.
Igualmente esa necesidad económica permanente de buscar el menor costo explica la amplitud de los daños materiales y humanos cuando se desbocan las fuerzas naturales. Construcciones de cartón piedra, diques mal conservados, sistemas de emergencia que fallan…el capitalismo no es ni siquiera capaz de asegurar un mínimo de protección contra los cataclismos, las epidemias y otras plagas que él mismo contribuye a propagar.
El documental del Sr. Gore termina diciéndonos que, a pesar de todo, tenemos el poder de cambiar las cosas, de reparar el mal que se ha hecho y de alejar la amenaza del calentamiento global, si nos aplicamos a ser perfectos… «ciudadanos ecologistas». Por esta razón, nos plantifica una larga lista de recomendaciones: «cambiad el termostato», «plantad un árbol»…, «votad por un candidato que se comprometa a defender el medio ambiente… y si no hay, ¡presentaros vosotros!». Y para acabar, «si sois creyentes, rezad para que los otros cambien de comportamiento». Finalmente puede que sea el único consejo sensato digno de ese nombre que un burgués puede dar: «antes de que el sol se obscurezca y las estrellas caigan del cielo, arrodillaos y rezad». ¡Valiente confesión de impotencia de la burguesía y de su mundo!
La clase obrera no puede permitirse dejar por más tiempo la suerte del planeta en manos de esta gente y de su sistema. La crisis ecológica es una prueba más de que hay que destruir el capitalismo antes de que arrastre el mundo al abismo.
Hoy es una necesidad imperiosa construir una sociedad donde el ser humano y su devenir sean el centro de todas las cosas. El comunismo será ese mundo necesario y la revolución proletaria el camino que lleve a la humanidad hasta él.
Jude, 20 Octubre 2006
(tomado de Révolution Internationale, publicación de la CCI en Francia)