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Durante tres semanas del mes de Julio, el mundo ha temblado ante la oleada de atentados que, con una intensidad sin precedentes, ha sacudido el mundo desde Londres a Egipto, o Turquía. A este horror, debemos añadir la brutalidad de las bombas que a diario estallan en Irak, Afganistán, Líbano o Bangladesh. Los Estados y sus Gobiernos quieren hacernos creer que combaten el terrorismo y que son capaces de proteger a la población civil de los atentados. ¡Que cinismo y que gran mentira!
El terrorismo es una expresión de la barbarie guerrera del capitalismo
Los Estados no combaten el terrorismo. Son ellos los que lo generan y lo hacen prosperar. Cada vez es más evidente que todos los Estados, grandes o pequeños, encargan, infiltran, manipulan y utilizan a todas las fracciones, grupos y nebulosas terroristas en todo el mundo para hacer valer sus sórdidos intereses. El terrorismo se ha convertido hoy en un arma, cada vez más utilizada, en la guerra abierta o larvada que se libra entre las burguesías del mundo entero. Debemos recordar que Bin Laden y el grupo Al Qaeda fueron formados por la CIA a lo largo de los años 90 para organizar la resistencia contra la ocupación de las tropas rusas en Afganistán. Numerosos dirigentes políticos tratados hoy como muy “respetables señores”, de Begin a Arafat pasando por Gerry Adams, fueron antiguos jefes terroristas.
Este fenómeno constituye un puro producto del capitalismo en putrefacción, una de las manifestaciones más clamorosas de la barbarie de la sociedad capitalista. El Estado burgués aprovecha el sentimiento de inseguridad permanente, de miedo e impotencia suscitados por esos actos de barbarie en la población para presentarse como la única defensa posible contra el aumento del terrorismo. ¡Nada es más falso!
La clase obrera debe sentirse indignada e interpelada por estos atentados porque muy a menudo, como en Nueva York en 2001, a Madrid en 2004 o en Londres este año, han sido obreros que se dirigían al trabajo las principales víctimas de estos actos de barbarie. Pero la solidaridad con las víctimas de estos atentados por parte de sus hermanos de clase ante la brutalidad del terrorismo no pasa, en modo alguno, por la unión nacional con la burguesía. Al contrario, es ante todo el rechazo categórico de esta unión sagrada.
El Estado nos pide que nos impliquemos cada vez más en su defensa con la excusa de defender la democracia al mismo nivel que la defensa de la unión nacional. Pero la realidad demuestra, cada vez más, que no podemos tener la más mínima confianza en este discurso para protegernos de la barbarie terrorista. Son los Gobiernos, en tanto que factores activos del desarrollo de la guerra, los responsables últimos del desencadenamiento de estos horrores que cada vez les son más impotentes de detener.
Cuantas más declaraciones hacen los Estados contra el terrorismo, cuanto más le declaran la guerra abierta, este más se desarrolla, más se multiplican los atentados y, más y más se hunden las grandes potencias imperialistas en la sangre y el lodo que precipitan a la población a un engranaje de violencia sin límite, de guerra y de represalias. Las únicas medidas concretas que pueden adoptar los Gobiernos en nombre del anti-terrorismo, es la adopción y puesta en práctica de diferentes planes “anti-terroristas”, destinados a hacer aceptar un brutal reforzamiento del aparato represivo que permite ante todo y , sobre todo, la multiplicación de los medios de control y vigilancia de la población.
¿Para que sirven las campañas anti-terroristas de la burguesía?
Las campañas anti-terroristas actuales han permitido justificar ante todo un reforzamiento sin precedentes del aparato represivo. La situación en Gran Bretaña constituye una ilustración muy evidente. El ejemplo más flagrante ha sido el asesinato de un joven brasileño en el metro londinense con la cobertura para la policía de disparar a matar a todo aquel que parezca sospechoso. La burguesía inglesa ha comprendido rápidamente que la clase obrera no está dispuesta a dejarse llevar tras los intereses del Estado burgués en nombre del “anti-terrorismo”. Se ha cuidado muy mucho de llamar a esas manifestaciones monstruo, como las que organizo en Abril del 2004 contra el terrorismo en las calles de Madrid y en toda España tras los atentados de la estación de Atocha. Es muy probable que haya sido ella misma la que haya organizado una segunda “serie fallida” de atentados, que ha tenido un claro carácter de simulacro, precisamente con el objetivo de relanzar el mensaje de la necesaria movilización nacional y para hacer pasar mejor ante los ojos de la clase obrera todos esos métodos de encuadramiento y control policial.
A pesar de ello, la clase obrera ha demostrado que no está dispuesta a dejarse intimidar. La huelga de un millar de obreros en el aeropuerto de Heatrow en Gran Bretaña en solidaridad con 670 de sus hermanos de clase brutalmente atacados y amenazados de despido, luchando al lado de ellos, es una prueba irrefutable. A pesar de la presión policial existente, esta lucha ha demostrado claramente que lo que esta en juego para la clase obrera no es el mantenimiento del orden burgués y su terror, sino la defensa de sus intereses de clase ante los ataques que sin cesar sufre. Y es justamente el desarrollo de estas luchas lo que esta a la orden del día. Este desarrollo de las luchas en el momento en el que se está desarrollando la aplicación de las medidas policiales muestra precisamente cual es el verdadero objetivo de todo el desarrollo de los planes represivos.
La preocupación esencial de la burguesía no es, de ningún modo, la caza de los terroristas. Sabe muy bien que con la agravación de la crisis económica mundial, va a debe imponer una serie de ataques cada vez más feroces al proletariado y que deberá hacer frente a un desarrollo, a escala internacional, de las luchas de resistencia de la clase obrera ante tales ataques.
La lucha de clases es el único medio para combatir el terror capitalista
No existe ninguna solución milagro inmediata, que permita de un día al otro impedir los atentados terroristas, ni tampoco la guerra imperialista que se desarrolla a lo largo y ancho del planeta. Sólo una clase tiene puede oponerse a largo plazo al aumento del terrorismo, de la guerra y la barbarie, y es el proletariado a través del desarrollo de sus luchas de resistencia ante los ataques de la burguesía en su terreno de clase. El verdadero dilema que amenaza al orden burgués, es que a través del desarrollo de la lucha de clases, la clase obrera puede llegar a tomar conciencia de la relación que existe entre la guerra y el terrorismo y, por tanto, puede llevarla a comprender la necesidad de poner en cuestión el sistema capitalista y plantearse la necesidad de su destrucción.
Únicamente a través de la destrucción del sistema capitalista y de sus relaciones de explotación la clase obrera podrá conseguir sus objetivos. Los métodos y los medios de acción del proletariado que se basan en su conciencia y en su solidaridad de clase, sobre el carácter colectivo, unitario e internacionalista de sus luchas son radicalmente opuestos y antagónicos a los del terrorismo.
La clase obrera en Gran Bretaña ha demostrado la capacidad de la clase obrera, de los proletarios, para afirmar su respuesta al chantaje de la burguesía a través de su solidaridad en un terreno de clase ante los despidos y los ataques del capitalismo. Es un ejemplo en el que todos los proletarios deben inspirarse. Desarrollando su combate de clase, sobre un terreno de resistencia y solidaridad ante los ataques económicos que sufre, los obreros podrán oponer una alternativa y una perspectiva al estancamiento y la barbarie guerrera del mundo capitalista que amenaza la supervivencia de toda la humanidad.
¡No a la unión nacional, si a la solidaridad de clase!
Artículo traducido de Revolution Internationale nº 360, publicación en Francia de la Corriente Comunista Internacional.