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En la primera parte de este artículo (RM 86), examinamos el contexto internacional y el marco general de la revolución de 1905 en Rusia. Cuando se delinean las más importantes lecciones de esta experiencia para la clase obrera.
En la segunda parte de este artículo, queremos regresar al carácter proletario de esos acontecimientos y a la dinámica de la huelga de masas que dio origen a nuevas formas de organización de la clase: los soviets. Debemos ver que, al principio del periodo del declive del capitalismo, la inmensa creatividad de la clase obrera debió casi nada a los sindicatos o al parlamento. La capacidad de la clase obrera de tomar el control de su destino, sobre la base de su experiencia acumulada, ya prefiguraba las nuevas responsabilidades y tareas que enfrentaba el proletariado y sus organizaciones políticas en la época de decadencia capitalista.
Los principales elementos históricos fueron delineados en la primera parte de este artículo, y solamente queremos enfatizar un punto: la revolución de 1905 tuvo un protagonista fundamental, el proletariado ruso, y toda su dinámica siguió estrictamente a la lógica de la clase proletaria. Lenin mismo fue suficientemente claro sobre esto cuando recuerda que aparte de su carácter “democrático burgués”debido a su “contenido social, la revolución rusa fue también una revolución proletaria, no solamente en el sentido en que el proletariado era la fuerza dirigente, la vanguardia del movimiento, sino también en el sentido de que una arma específicamente proletaria de lucha -la huelga- fue el principal de poner a las masas en movimiento y el fenómeno más característico del desarrollo, en la oleada de eventos decisivos”[1]. Pero cuando Lenin habla de la huelga, no debemos verla como las acciones de 4, 8, o 24 horas propuestas por los sindicatos actuales en cada país en el mundo. En realidad, lo que se desarrolló en 1905 es lo que luego se llamó huelga de masas, este “océano de fenómenos”-como Rosa Luxemburgo la definió- la extensión espontánea y de autoorganización de la lucha proletaria que van a ser características de los grandes momentos de lucha del siglo XX. El ala izquierda que incluía a los bolcheviques, Rosa Luxemburgo y Pannekoek, vieron en Rusia de 1905 la confirmación de sus posiciones (contra el revisionismo de Bernstein[2] y el cretinismo parlamentario), pero tuvo que emprender un profundo trabajo teórico para comprender completamente las cambiantes condiciones en la vida del capitalismo –el nacimiento de la fase del imperialismo y decadencia- que determinaron el cambio en los objetivos y los medios de la lucha de clases. Pero Luxemburgo también delineó las premisas: “La huelga de masas aparece no como un producto específicamente ruso, surgiendo del absolutismo sino una forma universal de lucha de clases del proletariado determinada por la actual fase del desarrollo capitalista y las relaciones de clase (...)la actual revolución rusa permanece en un punto de la evolución histórica que está ya en su cumbre, que es por otro lado la del punto culminante de la sociedad capitalista.”[3].
La huelga de masas no es solamente un movimiento de las masas, una especie de revuelta popular abarcando a “todos los oprimidos” y que como tal sería positivo si tomáramos la palabra de los ideólogos izquierdistas y anarquistas. En 1905 Pannekoek escribía: “si se considera a las masas de una forma completamente general, todo el pueblo, parece que, en tanto que diferentes concepciones y deseos se neutralizan entre sí, lo que queda no es más que una masa sin voluntad, separada, entregada al desorden, versátil, pasiva, oscilando entre diversos impulsos, entre movimientos incontrolados y apática indiferencia- en pocas palabras lo que los escritores liberales describen del pueblo (...) Ellos no saben nada de clases. Por el contrario, la fuerza de la doctrina socialista es que ha traído orden y un marco de interpretación a la infinita variedad de individualidades humanas introduciendo el principio de la división de la sociedad en clases[4]”
Mientras la burguesía y el oportunismo del movimiento obrero, dan la espalda con disgusto al “incomprensible” movimiento de 1905 en Rusia, la izquierda revolucionaria sacaría las lecciones de la nueva situación: “...las acciones de masas son una consecuencia natural del desarrollo del capitalismo moderno hacia el imperialismo, son cada vez más la forma del combate que se impone[5]”.
La huelga general no es tampoco una receta acabada como la “huelga general” propuesta por los anarquistas[6], sino el modo de expresión de la clase obrera, una forma de reagrupar sus fuerzas para desarrollar su lucha revolucionaria. “En una palabra, la huelga de masas, como nos muestra la Revolución rusa, no es un medio ingenioso, inventado para reforzar el efecto de la lucha proletaria, sino el movimiento mismo de las masas proletarias, la fenomenal forma de la lucha proletaria en la revolución[7]”. Hoy no tenemos idea directa o concreta de lo que es la huelga de masas, con la excepción, para quienes no son tan jóvenes, de la lucha de los trabajadores polacos en 1980[8]. Volvamos una vez más a Luxemburgo, quien da un lúcido y sólido marco: ”desde la primera gran huelga reivindicativa de los obreros textiles de San Petersburgo en 1896-97 hasta la última gran huelga de diciembre de 1905,se pasó imperceptiblemente del dominio de las reivindicaciones económicas al de la política, aunque es casi imposible trazar fronteras entre unas y otras. Sin embargo, cada una de las grandes huelgas de masas vuelve a trazar, en miniatura por así decirlo, la historia general de las huelgas en Rusia, comenzando por un conflicto sindical puramente reivindicativo o al menos parcial, recorriendo luego todos los grados hasta la manifestación política (...) La huelga de masas de 1905 se inició con un conflicto en el interior de las fábricas Putilov, la huelga de octubre con reivindicaciones de los ferroviarios por su caja de jubilaciones, la huelga de diciembre, finalmente con la lucha de los empleados de correos y telégrafos para obtener el derecho de asociación. El progreso del movimiento no se manifiesta por el hecho de que el elemento económico desaparece, sino más bien por la rapidez con la que se recorren todas las etapas hasta la manifestación política y por la posición más o menos extrema del punto final alcanzado por la huelga de masas.(...)el factor político y económico en una huelga de masas lejos de separarse o excluirse mutuamente (...) son dos aspectos complementarios en la lucha de clases en Rusia[9]”. Aquí, Rosa Luxemburgo aborda un aspecto central de la lucha revolucionaria del proletariado: la inseparable unidad entre lucha económica y lucha política. En contraste a los que en ese tiempo decían que la lucha política significaba la cumbre, el aspecto noble (por decirlo así) de la confrontación del proletariado con la burguesía, Luxemburgo explica claramente por el contrario como la lucha económica se desarrolla desde el terreno económico al político, regresando después con severidad al terreno de la lucha reivindicativa. Todo esto queda muy claro cuando volvemos a leer los textos sobre la revolución de 1905 y sobre el periodo de la primavera y verano. De hecho vemos como el proletariado comenzó el domingo sangriento con una manifestación política pidiendo humildemente derechos democráticos; y entonces no solamente no retrocedió después de la fuerte represión sino volvió con renovada energía y fuerza, a desarrollar una lucha por la defensa de sus condiciones de vida y de trabajo. Es por lo que en los siguientes meses hubo un incremento en las luchas. Este periodo fue también de gran importancia porque, como Rosa Luxemburgo subraya, dio al proletariado la posibilidad de interiorizar, a prostreori todas las lecciones del prólogo de enero y clarificar sus ideas para el futuro.
Un aspecto particularmente importante del proceso revolucionario en Rusia en1905 fue su carácter marcadamente espontáneo. Las luchas surgieron, desarrollaron y reforzaron. Dieron nacimiento a nuevos instrumentos de luchas tales como la huelga de masas los soviets sin los partidos revolucionarios del periodo manejando con los eventos o aún al principio, de comprender completamente las implicaciones de lo que estaba sucediendo. La fuerza del proletariado en el movimiento en defensa de sus propios intereses es formidable y contiene en ella una extraordinaria creatividad. Lenin reconoció esto en la evaluación que hace de la revolución de 1905 un año más tarde, “De la huelga y de las manifestaciones se pasa a la construcción de barricadas aisladas. De barricadas aisladas a la construcción de barricadas en masa y luchas callejeras contra las tropas. Pasando por encima de la cabeza de las organizaciones, la lucha proletaria de masas fue de la huelga a la insurrección. Esta es la más grande adquisición histórica de la revolución rusa, adquisición debida a los acontecimientos de diciembre de 1905 y realizada, como todas las precedentes al precio de enormes sacrificios. El movimiento fue elevado de una huelga política general a una etapa más alta. Ello obligó a la reacción a ir al límite en su resistencia, y ha sido así como el movimiento ha acercado extraordinariamente el momento en que la revolución también irá hasta el final en el empleo de sus medios ofensivos. La reacción no puede ir más allá del bombardeo de las barricadas, edificios y multitudes. Pero la revolución puede ir mucho más allá que las unidades de combate voluntarios de Moscú, puede ir mucho, mucho más allá en amplitud y profundidad (...) Le proletariado percibió mucho más rápido que sus líderes el cambio en las condiciones objetivas de la lucha y la necesidad de una transición de la huelga a la insurrección. Como siempre sucede, la práctica marcha delante de la teoría.[10]”
Este pasaje de Lenin es particularmente importante hoy dado que muchas dudas experimentadas por elementos politizados, y hasta cierto punto, en las organizaciones proletarias, están ligadas a la idea de que el proletariado nunca logrará emerger de la apatía en la cual muchas veces parece haber caído. Lo que sucedió en 1905 da la orientación a esta idea en una forma muy sorprendente; y el asombro que sentimos cuando vimos que la lucha de clases fue espontánea simplemente expresa una subestimación del profundo proceso que toma lugar en la clase, la maduración subterránea de la conciencia, de lo que Marx hablaba cuando del “viejo topo”. Confianza en la clase obrera, en su capacidad de dar una respuesta política a los problemas que afligen a la sociedad, es una cuestión primordial en el periodo presente. Luego de la caída del muro de Berlín y la campaña burguesa que le siguió alrededor de la derrota del comunismo, erróneamente asimilada al infame régimen estalinista, la clase obrera está experimentando difícilmente reconocerse así misma como una clase y consecuentemente en identificarse con un objetivo, una perspectiva, un ideal por el cual luchar. Esta falta de perspectiva automáticamente produce un descenso de la combatividad, un debilitamiento de la convicción de que es necesario batirse, porque no se lucha por algo sino cuando hay un objetivo que alcanzar. Por eso es por lo que hoy, la ausencia de claridad sobre la perspectiva y la falta de confianza en sí misma por parte de la clase obrera están fuertemente relacionadas. Pero sobre todo es en la práctica donde puede superarse una situación así, a través de la experiencia directa que la clase obrera realizará de sus posibilidades y de la necesidad de luchar por una perspectiva. Esto es lo que se produjo precisamente en Rusia en 1905 cuando: “En unos cuantos meses cambiaron las cosas de arriba abajo. Los pocos cientos de revolucionarios socialdemócratas fueron “de repente” miles y esos miles se volvieron dirigentes de dos o tres millones de proletarios. La lucha proletaria suscitó una gran efervescencia e incluso, en parte, un movimiento revolucionario en lo más profundo de la masa de los cincuenta a cien millones de campesinos; el movimiento campesino tuvo repercusiones en los ejércitos lo cual llevó a revueltas militares y oposiciones armadas entre las tropas[11]”
Y eso no sólo era una necesidad para el proletariado en Rusia, sino para el proletariado mundial, incluido el más desarrollado, el proletariado alemán:
En la Revolución, en donde la masa misma aparece en el ruedo político, la conciencia de clase se hace concreta y activa. Y es así como un año de revolución ha dado al proletariado ruso esa “educación” que treinta años de luchas parlamentarias y sindicales no han podido dar artificialmente al proletariado alemán (...) Pero, a la inversa, también es cierto que en Alemania, en un periodo de acciones políticas enérgicas, se apoderará de las capas más amplias y profundas del proletariado un vivo instinto de clase revolucionario, deseoso de actuar, y esto se realizará tanto más rápidamente cuanto más fuerte haya sido la influencia educadora de la socialdemocracia[12]”.
Hoy podemos decir, parafraseando a Rosa Luxemburgo, que también es cierto que hoy en el mundo, en un periodo de crisis económica profunda y ante la incapacidad patente de la burguesía para hacer frente a la quiebra de todo el sistema capitalista, un sentimiento revolucionario activo y vivo se apoderará de los sectores más maduros del proletariado mundial. Y así será sobre todo en los países de capitalismo avanzado, en los cuales la experiencia de la clase ha sido más rica y arraigada y en las que están más presentes unas fuerzas revolucionarias, eso sí, todavía débiles. Esta confianza en la clase obrera que hoy expresamos no es un acto de fe, ni procede de una especie de ceguera mística, sino que se basa precisamente en la historia de nuestra clase y en su capacidad de reanudación, a veces sorprendente, en medio de un aparente letargo. La dinámica con la que se produce la maduración de la conciencia proletaria es a veces oscura y difícil de comprender. Pero también es cierto que la clase obrera estará históricamente obligada, por el lugar que ocupa en la sociedad de clase explotada y a la vez revolucionaria a levantarse contra la clase que la oprime, la burguesía, y en la experiencia de ese combate volverá a encontrar esa confianza en sí misma que hoy le falta:
“antes, teníamos una masa impotente, dócil, inerte como un cadáver, frente a la fuerza dominante, la cual sí está bien organizada, sabe lo que quiere, y manipula a la masa a su conveniencia; y resulta que esa masa se transforma en humanidad organizada, capaz de decidir su propio destino ejerciendo su voluntad conciente, capaz de hacer frente con empecinamiento al viejo poder dominante. Era pasiva y se vuelve masa activa, organismo dotado de vida propia, cimentado y estructurado para sí mismo, dotado de su propia conciencia, de sus propios órganos[13]”
Paralelamente a la confianza de la clase obrera en sí misma, aparece necesariamente otro factor crucial de la lucha del proletariado: la solidaridad en sus filas. La clase obrera es la única clase verdaderamente solidaria por su propia esencia, porque en su seno no hay intereses económicos divergentes, contrariamente a la burguesía, clase de la competencia y cuya solidaridad sólo llega hasta los límites nacionales o, también, contra su enemigo histórico, el proletariado. La competencia en el seno del proletariado le viene impuesta por el capitalismo, pero la sociedad de la que es portador es una sociedad que acabará con todas las divisiones, una verdadera comunidad humana. La solidaridad proletaria es un arma fundamental de la lucha del proletariado; fue una de las bases del impresionante cambio que se produjo en 1905 en Rusia: “la chispa que provocó el incendio fue un conflicto corriente entre capital y trabajo: la huelga en una fábrica. Pero cabe señalar que la huelga de los 12 000 obreros de Putilov, desencadenada el lunes 3 de enero, fue ante todo una huelga proclamada en nombre de la solidaridad proletaria. La causa de ella fue el despido de 4 obreros. “Cuando fue rechazada la petición de readmisión –escribe un camarada de Petesburgo el 7 de enero- la fábrica se paró de inmediato, por unanimidad total[14]”.
No es por casualidad si hoy la burguesía hace todo por degradar la noción de solidaridad presentándola como “humanitaria” o con los adornos de “la economía solidaria”, última moda del “nuevo movimiento” altermundista, que hace todo por desviar la toma de conciencia que se está fraguando en las entrañas de la sociedad sobre el callejón sin salida que es el capitalismo para la humanidad. Si la clase obrera en su conjunto no es hoy todavía conciente de la fuerza de la solidaridad, la burguesía, en cambio, no ha olvidado las lecciones que el proletariado le ha infligido en la historia.
“En la tempestad revolucionaria, el proletario, el padre de familia prudente, preocupado por asegura su asistencia, se transforma en “revolucionario romántico” para el que el bien supremo mismo –la vida- y menos todavía el bienestar material tienen poco valor en comparación con el ideal de la lucha. Si es pues verdad que la dirección de la huelga le corresponde al periodo revolucionario en el sentido de la iniciativa de su desencadenamiento y de los problemas de mantenimiento, también es cierto que en un sentido muy diferente, la dirección en las huelgas de masas le incumbe a la socialdemocracia y a sus órganos directivos.(...)La socialdemocracia está llamada, en un periodo revolucionario, a tomar la dirección política. La tarea más importante de “dirección” en el periodo de huelga de masas, consiste en dar la consigna de la lucha, orientarla, ajustar la táctica de la lucha política de manera que en cada fase, en cada instante del combate se haga realidad y se ponga en actividad la potencia total del proletariado ya comprometido y lanzado a la batalla[15]”. Durante 1905, los revolucionarios a menudo (llamados en aquella época socialdemócratas) fueron sorprendidos, rebasados, superados por el ímpetu del movimiento, su novedad, su imaginación creativa y no siempre supieron darle consignas de las que habla Luxemburgo, “en cada fase, en cada instante”, e incluso cometieron errores importantes.
Sin embargo, la labor revolucionaria de fondo que llevaron a cabo antes y durante el movimiento, la agitación socialista, la participación activa en la lucha de su clase fueron factores indispensables en la Revolución de 1905; su capacidad, después, para sacar las lecciones de esos acontecimientos preparó el terreno de la victoria de 1917.
Ezechiele, 5 de dic, 2004.
[1]V. I. Lenin: “Las lecciones sobre la revolución de 1905”.
[2]En la Socialdemocracia alemana, Bernstein promovió la idea de una transición pacífica al socialismo. Su corriente fue calificada de revisionista. Rosa Luxemburgo luchó contra esta como expresión de una peligrosa desviación oportunista afectando al partido en su folleto Reforma o Revolución.
[3]Rosa Luxemburgo: “Huelga de masas, partido y sindicatos”.
[4]Marxismo y Teología, publicado en la Neue Zeit en 1912.
[5]A. Pannekoek: “Acción de masas y Revolución”, en Neue Zeit, 1912.
[6]Ver nuestro artículo: “Las condiciones para la generalización de la lucha de la clase obrera” en la Revista Internacional No. 26, tercer trimestre de 1981.
[7]R. Luxemburgo: “Huelga de masas...”
[8]Ver nuestro artículo sobre Polonia en 1980 en la Revista Internacional.
[9]R. Luxemburgo: Huelga de masas...”
[10]V: I. Lenin: “Lecciones sobre la insurrección de Moscú”. 1906.
[11]V. I. Lenin: “Balance sobre la revolución de 1905”.
[12]R. Luxemburgo: “Huelga de masas...”
[13]A. Pannekoek: “Acción de masas y Revolución”.
[14]V. I. Lenin: “Huelga económica y huelga política”.
[15]R. Luxemburgo: “Huelga de masas...”