Entre pugnas y divisiones internas, la burguesía mexicana intenta reforzar el mito democrático y su aparato político

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Después del ruido sobre el desafuero del Jefe del Gobierno del Distrito Federal (AMLO) al que claramente denunciamos como una trampa para involucrar a la clase obrera en la defensa de alguno de los bandos burgueses en disputa, pero que además de la trampa expresaba una pugna real, el repentino giro de timón de Fox a favor de AMLO tiene repercusiones que es necesario analizar para orientarse por dónde van las pugnas internas dentro del Estado.

La “solución” del conflicto AMLO-FOX, fue en realidad un cambio de estrategia inducido por los EUA como fuerza dominante de la región quienes presionaron por varios medios (prensa, actividades diplomáticas como la visita de Condoleza a México), haciendo entrar en “razón” al conjunto de la burguesía sobre algunos puntos. Ante la fractura visible de la burguesía de México, las estructuras mistificadoras de la democracia corren el riesgo de debilitarse, por lo que se acuerda dar marcha atrás, disminuyendo así la división en sus filas y afinando la careta democrática y “civilizada”, se permite así a AMLO competir en las elecciones, pero con un perfil más moderado. Hay hasta el momento, un acuerdo relativo para que el resto de las fracciones burguesas aglutinadas al menos formalmente alrededor de los principales partidos (PRI, PAN) busquen también impulsar sus propias propuestas. El aparente juego equitativo busca limitar lo más posible los efectos de la tendencia a la pérdida de control que hemos evidenciado como parte del fenómeno de la descomposición social generalizada que está afectando al sistema capitalista en su conjunto, aunque también, lleva consigo un objetivo más preciso, es decir, aislar a la fracción menos apta para cumplir con las tareas de la burguesía, y aparentemente hay acuerdo en rechazar a la fracción burguesa que encabeza Roberto Madrazo, en tanto que estos, obnubilados por la búsqueda inmediatista e irracional del beneficio individualista de sus intereses de grupo, están siendo incapaces de apreciar el beneficio estratégico no sólo de mediano plazo (digamos el siguiente sexenio) sino en términos históricos de los intereses de clase de la burguesía a la cual pertenecen.


¿Cuál es el juego de la burguesía mexicana?

La búsqueda del personaje político más idóneo para integrar la próxima administración federal con el propósito de hacer más eficiente el aparato Estatal fundamentalmente en lo que se refiere a los mecanismos de dominación y explotación de la clase trabajadora, se está expresando en los siguientes términos. Para la burguesía mexicana es necesario continuar con el proyecto económico y político marcado desde inicios de los 80, que consiste en consolidar el proceso de adecuación del aparato económico y político, por lo tanto, su apuesta va orientada necesariamente hacia un equipo de gobierno diferente de aquellos sectores más rancios y desacreditados como, por ejemplo, los que en este momento dominan en el PRI (Madrazo y compañía); tampoco le convendría mucho una continuidad del PAN por el desgaste que ha sufrido en estos últimos seis años y sobre todo por las dificultades que ha demostrado este partido para lograr acuerdos mínimos para avanzar aunque sea en los ejes esenciales del proyecto de la burguesía en su conjunto. El PRD, al ser un partido que nació fundamentalmente a finales de la década de los 80 para proporcionar al vetusto sistema político mexicano un elemento nuevo, un partido “creíble” construido con retazos de sectores de la izquierda del capital, aglutinados en torno a la figura mítica del “hijo del General Cárdenas”, este intento de la burguesía hasta ahora ha sido un fracaso. Sin embargo, la burguesía es especialista en lograr la utilidad a toda costa y pareciera que se empeña en sacar el mayor provecho a este partido, por ejemplo, al parecer la burguesía busca aprovechar el activo político de AMLO tratando ahora de consolidar, en su favor, los llamados comités de apoyo en ausencia de una verdadera estructura política nacional del PRD, en suma, crear un “gran frente ciudadano” al estilo de los que se han formado en varios países de América Latina en los últimos años, para poder competir, por ejemplo, con la fuerza del aparato priísta.

Esta situación tiene que ver con lo que pasa en la mayoría de los países de A.L. donde prevalece el escepticismo con relación a los liderazgos políticos de la burguesía; lo que ha llevado a la clase dominante a ofrecer alternativas novedosas a los explotados so pena de correr el riesgo de que estos últimos retomen su propia reflexión política en la búsqueda de una alternativa propia para oponerse al capital. Esta es la principal razón de la llegada al poder de gobiernos de izquierda o de coalición para responder a las frustraciones sociales repetidas por décadas. Estas opciones se han concretado lo mismo de centro moderado (Bolivia), de centro izquierda (Argentina, Chile, Brasil y Uruguay), de centro derecha (Colombia y la mayoría de los países de Centroamérica), de izquierda radical (Venezuela), aunque más bien este caso es disonante en medio del esquema generalizado… En fin, toda una gama de posibilidades que ostentan un lenguaje populista que sirve de imán ante las aspiraciones sociales de la clase obrera quien todavía no distingue precisamente entre la trampa de la burguesía y sus propias formas de organización política. Esta actuación del Estado en A.L. se debe a las condiciones que impone la debilidad política congénita e histórica de la burguesía de la región la cual, a diferencia, de sus congéneres de clase de los países más avanzados, no logró consolidar (y ya no lo hará) un aparato político sólido para su desempeño democrático electoral y ha tenido que arreglárselas, por ejemplo, desde hace ya 25 años que es lo que ha durado la llamada “transición democrática”, y sobre todo en la última década, con formaciones “plurales” y “democráticas”, en una palabra con “coaliciones” o “alianzas” que pretenden ofrecer plataformas más sólidas y responsables frente a las debilidades de los partidos políticos tradicionales ya sea de derecha o de izquierda.


¿Cuál es la opción más viable para la burguesía mexicana?

Aprovechando el capital político de AMLO ha logrado imponer a su grupo al propio PRD por encima incluso de los cardenistas y el resto de grupos que no han podido ofrecer hasta ahora ofertas serias como era de esperarse después de 17 años de haberse creado. El que esta hegemonía se logre amalgamando hasta a salinistas como el grupo de Manuel Camacho Solís no representa ningún problema, lo que cuenta es, en efecto, armar una propuesta fuerte alrededor de la cual se aglutine la burguesía nacional. AMLO ya ha avanzado mucho en este camino, por ejemplo, declarándose abiertamente de “centro” y no de “izquierda”, defendiendo tesis económicas conservadoras y prudentes; sus famosos 20 puntos de su “Programa “Alternativo de Nación” es un catálogo técnico de su propuesta y aunque en nada se diferencia de la política económica en los últimos años, lo que cuenta es además la propuesta política ideológica que trae consigo para lograr la anhelada estabilidad social tan necesaria para hacer pasar entre los explotados las medidas anticrisis que la burguesía está obligada a implementar. Ya desde 1997 AMLO dio a conocer una propuesta muy atractiva a la burguesía en estos términos: “los amarres del sistema político se han desatado, ya no funcionan las alianzas y consensos al interior del régimen, la lucha de facciones por controlar el poder divide y desestabiliza al país; el reformismo tecnocrático no sólo produjo desajustes económicos, sino que desarticuló el aparato de poder y no supo sustiturlo por otro más democrático, más generador de progreso y más equitativo”. Un diagnóstico que remató con una propuesta estratégica, “construir para México un nuevo pacto político, económico y social, y reformar, de fondo, los tres ámbitos para darle nueva viabilidad a la nación. En suma, propuso la renovación republicana que se sustentaría en tres ejes: la reforma democrática, la reforma de la política económica y la reforma social… rechazando tanto los dogmatismos estatistas como los fanatismos neoliberales” (Proceso 1485, 17.04.2005). Sin comentarios.


En cuanto a la llamada “geometría política” de la que tanto se habla ahora hay que volver al esquema con el que se ha jugado en la mayoría de los países de América Latina donde una propuesta de este tipo ha sido llevada al poder. En Brasil, por ejemplo, la burguesía encumbró a Lula pero se cuidó de apuntalar al ala “radical” “crítica” y “contestataria” a la izquierda del PT precisamente para dividir el trabajo: en el gobierno, Lula llamando a mayores sacrificios por la necesidad de implementar los mismos ataques antiobreros que se habían hecho con los anteriores gobiernos y en la “oposición” sus críticos (que ya despuntan) chillando muy fuerte contra él precisamente para administrar el descontento de las masas obreras y, sobre todo, para prever cualquier intento de que los trabajadores busquen sus propias alternativas de lucha. En cuanto a los grandes temas pendientes como las reformas estructurales la burguesía ha venido avanzando en algunas estrategias y no serían impedimento para integrar un tal gobierno. Con este tipo de jugada no sólo apuesta a que sus planes económicos caminen mejor, sino que también la campaña democrática sea renovada como nunca, incluso más que en el 2000, por la llegada al poder de una propuesta de izquierda o de centro izquierda. Es decir, una oportunidad nada desdeñable para aportar al vetusto sistema político mexicano una oxigenación de este calibre donde urge una institucionalidad política de nuevo cuño frente a la rigidez institucional del régimen actual.


Estos parecen ser los planes de la clase dominante, sin embargo, hay que estar muy atentos al comportamiento de sus diferentes fracciones pues el factor de la descomposición social generalizada es un poderoso elemento que frecuentemente trastoca, como lo hemos visto en los últimos años, sus intenciones más “racionales” Para el proletariado es importante reflexionar sobre este tipo de jugadas políticas de su enemigo de clase no por un ejercicio morboso sino para poder clarificar acerca de las condiciones en las que debe desarrollar su lucha de clases.

Junio del 2005/RR


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