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De frente a los resultados de la crisis capitalista, traducidos en más penurias a todos los niveles para la clase trabajadora: desde el desempleo hasta la guerra, los ideólogos de la izquierda de la burguesía e izquierdistas se lanzan a proponer “formas de resistencia o de lucha” que muestran el intento deliberado de ignorar o de modificar la historia, al producir una cortina de humo que trata de ocultar la necesidad de destruir al capitalismo. Entre esas formas falsas de “resistencia” se encuentra la propuesta de la Autogestión, la cual, no es sino una variante de la ideología que valida, abierta o veladamente, la existencia de este sistema de explotación. La Autogestión se erigen como alternativa que según los anarquistas y sus apologistas puede llevarse a cabo en los marcos democráticos, en tanto que, al igual que en el feudalismo se construyó la estructura económica del capitalismo, así pretenden que las “comunidades libertarias” o las cooperativas, irán extendiéndose gradualmente hasta transformar el mundo. Esta idea es muy socorrida y fomentada porque no representa ningún peligro para la clase dominante, por el contrario, es otro pozo sin fondo al que pueden ir a parar las aspiraciones, las energías y las ansias de luchar de varias generaciones.
La idea de la Autogestión no es original, ni es nueva. Ya la historia ha recorrido sus caminos y mostrado sus resultados de manera práctica, ejemplo de ello es España 1936, que se busca presentar como argumento que valida los mecanismos autogestionarios, sin embargo, la realidad es otra: las colectividades del 36 no fueron un medio de la revolución proletaria, sino un instrumento de la contrarrevolución burguesa; no fueron la organización de la nueva sociedad, sino la tabla de salvación de la vieja que se mantuvo con todo su salvajismo; esta reflexión expone la solidez teórica y la fuerza para defender los principios de clase por parte de la Izquierda Comunista: “... la clave del fracaso proletario y de su aislamiento y alistamiento a la barbarie de la guerra civil estuvo en que las fuerzas republicanas –Catalanistas, Frente Popular y sobre todo la CNT y POUM- consiguieron impedir a los obreros dar el paso decisivo –DESTRUIR EL ESTADO CAPITALISTA- encerrando a los obreros en la simple expropiación de las empresas convirtiéndolas en ‘COLECTIVIDADES REVOLUCIONARIAS’ las cuales al mantenerse dentro del Estado Capitalista, dejándolo intacto, no sólo se vuelven inútiles para los obreros sino que se convierten en un medio de sobreexplotación y control por el capital...
Por ello las expropiaciones obreras quedaban integradas en el marco del capitalismo de estado” (Bilan)
Los “logros” que esas colectividades alcanzaron no fueron otros que la disminución de los salarios, aumento de los precios, desempleo, incremento de la jornada laboral y aceleración de los ritmos de trabajo, en suma, aumento brutal de la explotación, que además era reconocido y avalado por el mismo Estado capitalista, mediante el Decreto de colectivizaciones (24/10/36).
La emancipación de la clase obrera, no pasa por la autogestión
En la actualidad, esos llamados a la “autogestión” como una vía al cambio revolucionario, son veneno potenciado por las condiciones actuales del capitalismo. La falta de esperanza ante un futuro desolador hace víctimas de este discurso a jóvenes y trabajadores de todas las edades que esperan aún tener una respuesta inmediata en estas formas de “organización” que se concretan en dos vertientes fundamentales: las empresas capitalistas disfrazadas de colectividades o cooperativas, como las que han surgido en Argentina (y son pintadas como grandes logros), y las comunidades anarquistas o anarquizantes, que son formaciones anacrónicas que pretenden evadir las leyes del capital, tal como lo pregona el EZLN en sus “zonas productoras” (o en su “plan” Tijuana-realidad, en el que promueven la “resistencia” mediante el consumo).
Es indudable que cualquier manera en que se exprese, tales formas de producción no son sino empresas capitalistas disfrazadas. Estas formas de producción de mercancías reproducen el mismo principio de la explotación capitalista...
Por eso insistimos, no basta con cambiar la forma de producción, hay que transformar las relaciones sociales de producción. Por ello en nuestra Plataforma afirmamos: “... la autogestión o sea la gestión de la empresa por los obreros en el seno de una sociedad que continúa siendo capitalista, si en el siglo pasado era ya una utopía pequeño burguesa, hoy constituye una mistificación claramente capitalista... tiene como fin hacer aceptar a los obreros las dificultades de las empresas golpeadas por la crisis y hacerles organizar las modalidades de su propia explotación”. Pero además, tal autogestión conduce a la división de la clase obrera, “... encerrándola y aislándola fábrica a fábrica, barrio a barrio, ramo a ramo, ata a los obreros a las preocupaciones por la economía capitalista que ellos tienen como tarea destruir, desvía al proletariado de la primera tarea que hace posible su emancipación: la destrucción del aparato político del capital y la implantación de la dictadura a escala mundial”.
Cualquier experiencia que cooperativista que analicemos, desde Euskal Herria de España, de Pascual y Euskady en México, de Venepal en Venezuela, hasta Zanon en Argentina, no deja de expresar un proceso de explotación, y por tanto la manifestación de las leyes capitalistas.
Pero aún si suponemos que al inicio de la formación de una estructura autegestionaria es motivada por “buenos deseos” por dar una respuesta a la explotación capitalista, estas se engranan a un sistema que es movido por la competencia, que les exige cumplir las exigencias del mercado, lo cual hace que abandonen pronto sus utópicos sueños de construir una forma de producción diferente... Por eso los promotores de estas pretendidas formas de resistencia lo único que buscan esos sirvientes fieles al capital es desviar la combatividad de los trabajadores a terrenos estériles y atarlos nuevamente a la cadena de la defensa de la empresa, es decir, de su propia explotación. Lo que buscan, es desviar el camino de jóvenes que están en la búsqueda de una alternativa a la destrucción de la humanidad hacia pozos sin fondo impidiendo así que se unan a la única clase y perspectiva revolucionaria.
RM, junio-2005
Como parte de esta discusión reproducimos extractos muy grandes de una toma de posición del Circulo “Comunismo o Barbarie”:
Ni cooperativas, ni autogestión, ni coparticipación empresarial
La tarea de los explotados es destruir el capitalismo
El cooperativismo es una falsa alternativa frente a la explotación capitalista.
Frente al aparente triunfo de los trabajadores de Euzkadi, nos atrevemos a afirmar que el resultado obtenido está lejos de ser un triunfo, pues persiste la idea de que la coparticipación en la empresa ha solucionado el problema que persiste sobre los trabajadores: el empeoramiento de sus condiciones de vida.
La planta ha sido reabierta, solo la mitad de los trabajadores despedidos ha vuelto a la planta (...) 50 % de las acciones quedarán en manos de los trabajadores y la otra mitad tendrán que compartirla con la empresa Llanti Systems (...) El negocio contará con la asistencia técnica de Continental Tire y además se convertirán en compradores de materias primas de esta empresa. Estas son las medidas que el sindicato e izquierdistas pregonan como “solución”. Pero tal negociación no es un triunfo. Puede paliar momentáneamente los efectos de más de dos años sin salario, pero como ya se intuye “habrá que trabajar el doble”, es decir, la explotación que pesa sobre los trabajadores se tendrá que intensificar para salvar la empresa en la que hoy se presentan como co-accionistas (...)
No deba extrañar que empresas cooperativas como Boing, sean hoy en día verdaderas copias en escala menor de las empresas refresqueras con las que compite. Es notoria la gran desigualdad que hay entre los “socios” y los “empleados” de esta empresa, donde existe en realidad una relación de patronos y explotados, y donde muchos de los “no socios” son echados a la calle, despedidos, como en cualquier otra empresa capitalista.
Las cooperativas y empresas “autogestionadas” se someten, aun contra su voluntad, a las leyes del capital
No basta la buena disposición de los trabajadores para que desaparezca la explotación dentro de las nuevas condiciones de la empresa. Las empresas, aún bajo “control obrero” dentro del capitalismo, se ven obligadas a someterse a las leyes económicas, esto es, a las leyes del capitalismo, a la ley del salario y al resto de los males que pesan sobre los trabajadores.
En 1900, Rosa Luxemburgo advertía que: “en la economía capitalista la producción depende en una gran extensión de las posibilidades del mercado. Como resultado de la competencia, el control completo del proceso de producción por los intereses del capital, es decir, la explotación despiadada, llega a ser una condición para la supervivencia de cada empresa. El dominio del capital sobre el proceso de la producción se expresa de las siguiente maneras. El trabajo es intensificado. La jornada diaria se prolonga o acorta según la situación del mercado. Y dependiendo el mismo trabajo de las exigencias de éste, en ocasiones se le emplea y en otras se le arroja a la calle. Dicho de otro modo, todos los métodos se ponen en práctica para capacitar a una empresa en la lucha contra sus competidores en el mercado. Los trabajadores organizados en cooperativas en el campo de la producción se enfrentan así con la necesidad contradictoria de gobernarse a sí mismos con el mayor absolutismo. Están obligados a tomar para sí el papel de empresarios capitalistas, contradicción que ocasiona el fracaso de las cooperativas de producción, las cuales devienen en empresas capitalistas puras o terminan por disolverse, si sigue el predominio de los intereses de los trabajadores.” (Rosa Luxemburgo, Reforma o revolución. Subrayado nuestro).
Hay además un sector fuertemente interesado en presentar a las cooperativas como alternativa: la burguesía. Nos parece que no es gratuito que haya sido un funcionario de la Secretaría del Trabajo, Mario Rechy, quien haya propuesto esta vía como “solución”, y que a través de los intelectuales se generen tantas expectativas a esta vía como medida para ocultar la causa de que haya millones de trabajadores echados a la calle y que, a través de esta mistificación se presente al capitalismo como alternativa a la miseria creciente a la que nos hunde el capitalismo: “el cooperativismo no está muerto en México y [...] mediante él, el país puede intentar atender con energía la tarea de crear empleos, que es uno de los lastres del proceso actual de la economía [...] Sólo por el hecho de que el cooperativismo puede sostener el empleo actual, aunque nada indica que no pueda crear nuevos empleos, vale la pena incurrir en este tipo de soluciones. Con lo ocurrido en la llantera Euzkadi se demuestra que la cooperativa es viable en México, como modelo de empresa social, incluso aliado a la empresa privada, pese a los ramalazos que en su contra le han atizado las fuerzas del capitalismo salvaje y el "mercado libre", así como la desatención y el olvido oficiales (...)
(...) Palabras más, palabras menos, lo que buscan es el sostenimiento del capitalismo, su supuesta “humanización”, pero ante todo, evitar que se vea que el problema fundamental está en la explotación capitalista.
¡Desmitificar los falsos triunfos!
El avance más inmediato está en la continuidad, extensión y generalización de las luchas obreras y su convergencia en un objetivo: la destrucción del capitalismo.
Comunismo o Barbarie
Junio-2005