Luchas Obreras en Polonia

Printer-friendly version
AdjuntoTamaño
Icono PDF luchas_obreras_en_polonia.pdf80.43 KB

Una vez más, el proletariado de Polonia, frente a la insoportable degradación de su existir, vuelve a caminar por los senderos delos combates de clase: las luchas de la segunda quincena de Agosto de este año, que suceden a las de primavera, son las más importantes desde las del verano de 1980. Una vez más, la burguesía ha demostrado su virtuosismo para meter en un callejón sin salida y destrozar la combatividad obrera, mediante el notable reparto de tareas entre el gobierno y las fuerzas de “oposición” y, en primera fila de estas, Solidarnosc. Estas luchas son un llamamiento a los obreros de todos los países, y, en especial, a los de los más desarrollados, pues sólo el proletariado de estos países, y en particular de Europa occidental, gracias a su cantidad, determinación u combatividad, pero sobre todo gracias a la experiencia histórica, puede hoy mostrar el camino de la lucha contra las trampas y las mentiras que han conseguido doblegar a los obreros de Polonia.

 

POLONIA: 31 de Agosto de 1980 -31 de Agosto de 1988

A ocho años de distancia, dos encuentros entre autoridades gubernamentales y «representantes de la clase obrera» simbolizan la evolución de la situación social y de las relaciones de fuerza entre las clases en ese país.

Del lado gubernamental, los actores han cambiado: el ministro del Interior del 88, Kiszczak, ha sustituido al viceprimer ministro del 80, Jagielski; el mandante, sin embargo, sigue siendo el mismo, o sea, el representante supremo del capital nacional polaco. En frente, en cambio, sigue siendo el mismo interlocutor: Lech Walesa; sin embargo, en Agosto de 1980 era mandatario del órgano que se había dado la clase obrera durante las huelgas, el MKS (Comité de huelga Inter empresas); en cambio, hoy, no es a la clase obrera a quien Walesa representa ; hoy, también él es mandatario del capital nacional.

En Agosto del 80, la clase obrera, en un combate que sigue siendo hasta el día de hoy el más importante habido desde que el proletariado mundial realizó su retorno a la historia, a finales de los años 60, había logrado hacer retroceder de verdad, aunque momentáneamente, al estado burgués. Hoy, la fantástica combatividad demostrada por la clase obrera polaca desde hace varios meses, y más aún en este mes de Agosto, ha sido desviada y liquidada por sórdidas maniobras entre sus enemigos notorios, el gobierno y el partido en el poder (que por cierto se autodenomina «Partido Obrero ») y la organización que, pese a (o más bien, gracias a) su no existencia legal, goza de la confianza de aquélla : el sindicato “Solidaridad”.

El 31 de Agosto de 1980, Lech Walesa no era sino el portavoz de los obreros en lucha, quienes podían en cada momento controlar las negociaciones que aquél estaba llevando a cabo con los representantes del gobierno, que habían estado forzados a acudir al baluarte obrero de los astilleros Lenin. El 31 de agosto del 88, el mismo Lech Walesa acudía a un finca del gobierno de los barrios finos de Varsovia a entrevistarse a puerta cerrada, con el ministro del Interior, o sea, con el especialista gubernamental del “mantenimiento del orden” capitalista; con un único objetivo : encontrar el mejor medio para restablecer ese “orden” que las huelgas obreras cuestionan.

El 31 de Agosto del 80, Walesa llamó a la vuelta al trabajo porque el poder había satisfecho las 21 reivindicaciones elaboradas por los huelguistas. El 31 de Agosto del 88, se aprovecha de la popularidad que sigue teniendo entre los obreros para pedirles que acaben con su movimiento, a cambio de vagas promesas sobre el orden del día de una “mesa redonda” en la que se abordaría la cuestión del “pluralismo sindical”, o, dicho de otro modo, del pluralismo de los órganos destinados a encuadrar a la clase obrera y a reventar sus luchas. Es por eso por lo que esta vez, al contrario de 1980 en que los huelguistas volvieron al trabajo con la idea de que habían ganado, a Walesa le costó una buena parte de la noche para convencer al comité de huelga Inter empresas de Gdansk para que llamara a la vuelta al trabajo, y una mañana suplementaria para conseguir que los obreros de los Astilleros Lenin aceptaran poner fin a la huelga, mientras proseguía la huelga en otras poblaciones hasta la llegada del “bombero volante”.

Resumiendo, en Agosto del 80, la clase obrera obtuvo una victoria (provisional, cierto es, pero sólo así pueden ser las victorias obreras en nuestros tiempos) ; en Agosto de 1988, ha sufrido una derrota.

De esa realidad, ¿cabe sacar la conclusión de que se está produciendo un retroceso general de la clase obrera en todos los países? Los recientes acontecimientos de Polonia, ¿ son significativos de la evolución de las relaciones de fuerza entre las clases a nivel mundial? Ni mucho menos. En realidad, las últimas luchas del proletariado son una demostración patente de la perspectiva que presenta nuestra organización desde hace 20 años: más que nunca, es la hora del despliegue, de la intensificación del combate de clase, por la razón misma de que las condiciones de ese combate se han ido desarrollando desde que se inició su renovación histórica hace dos décadas.

La agravación inexorable de la crisis económica y la intensificación de los ataques capitalistas

El origen de las luchas obreras que han zarandeado Polonia en estos últimos meses han sido los ataques de una violencia desmedida contra el nivel de vida de la clase obrera. A principios de año, el gobierno decidió que para cada primero de los meses siguientes, febrero, marzo, abril, iba a haber una serie de alzas masivas en alimentos, transportes, servicios...; la inflación para ese período alcanza el 60 %. A pesar de los aumentos de sueldo que acompañan a esas subidas, la pérdida de poder adquisitivo para la población es del 20 %. En un año, algunos precios han dado brincos impresionantes : los alquileres han duplicado, el precio del carbón ha triplicado, el de las peras cuadriplicado, el de los zapatos de tela para los críos se ha multiplicado por cinco, y esos son sólo algunos ejemplos entre otros muchos. Y lo que es peor, habida cuenta de la penuria reinante (por ejemplo, de la carne, la leche para niños, del papel higiénico), muchos bienes de consumo elementales han de comprarse en el mercado negro o en los “Pewex”, en los que hay que pagar en divisas fuertes cuyas tasas de cambio en el mercado negro (que es el único sitio en donde puede un obrero hacerse con ellas) están tan por las nubes que hacen que el salario medio mensual sea de 23 dólares. Ante tal situación no es de extrañar que las autoridades mismas reconozcan que el 60 % de la población vive por debajo del nivel de pobreza.

Son los obreros jóvenes, que forman los batallones más decididos de los combates actuales, quienes peor y más duramente viven esa miseria cotidiana. Según Tygodnik Mazowsze, semanario clandestino de Solidarnosc, los obreros jóvenes forman “una generación sin perspectivas”: “La vida que están viviendo es una pesadilla. Sus posibilidades de encontrar una vivienda propia son prácticamente nulas. La mayoría de ellos viven en autodenominados hogares que proporciona la empresa. A menudo se amontonan 6 en dos habitaciones. Una pareja con tres niños vive en un cuartito con cocina de 4 metros cuadrados con agua fría únicamente”.

Esa increíble degradación de las condiciones de vida de la clase obrera, a pesar, o más bien, a causa de todas las “reformas económicas” sucesivas, instauradas por el régimen desde hace cantidad de años, no es, claro está, ni una excepción, ni una “especialidad” polaca, ni siquiera de los países llamados “socialistas”. Aunque en esos países esa degradación alcanza extremos siniestramente caricaturescos a causa de la intensidad de la crisis económica (la deuda externa de Polonia anda por los 50 000 millones de dólares, 39 000 de los cuales a los países occidentales), existe tanto en Europa del Este como en los países más avanzados. En la URSS, por ejemplo, las penurias nunca habían sido tan catastróficas, a pesar de las subidas de precios que, por lo visto, iban a hacerlas desaparecer. La tan manida reestructuración (“perestroika”) de la economía está totalmente ausente de las neveras, como así lo comprueban con humor los habitantes de la “patria del socialismo”; en cuanto a la transparencia (“glasnost”) debe ser más que nada la de las estanterías de los almacenes, desesperadamente vacías. Lo que ante todo ponen de relieve las huelgas en Polonia, y la catástrofe económica que las nutre, es la quiebra de la política de la perestroika tan encomiada por Gorbachov. En todo esto no hay misterio ninguno :cuando ya la economía de los países más adelantados es incapaz de dar la menor ilusión de una mínima estabilidad, sino es a costa de una huida ciega hacia el abismo de una deuda gigantesca, a las economías más débiles, como las de Europa del Este, y en especial la de Polonia, les toca ser las primeras en pagar las consecuencias del hundimiento mundial del capitalismo. Ninguna “reestructuración” será capaz de corregir esa tendencia. Como por todas las demás partes del mundo, la “reforma económica” sólo puede tener una única consecuencia: ataques más duros todavía contra las condiciones de vida de la clase obrera.

Lo que ante todo pone de manifiesto la situación actual en Polonia es que la crisis del capitalismo es incurable. La ruina económica de ese país, la miseria resultante para la clase obrera, no hacen sino indicar el camino al que también se dirigen los países más avanzados, que hasta ahora han sido menos golpea-dos por la crisis.

Ante la clase obrera un sólo camino, el del desarrollo de sus luchas

La segunda lección que hay que sacar de la situación es que, frente al hundimiento irreversible de la economía mundial, frente a los ataques capitalistas cada día más duros, no le queda a la clase obrera de todos los países más que una salida : la de la reanudación y el desarrollo de sus combates. Las luchas obreras de Polonia son la prueba, una vez más, de que el proletariado mundial está tomando conciencia de esa realidad.

A ese respecto, las luchas actuales en Polonia son muy significativas. En ese país, los obreros sufrieron, tras su fantástico combate y su primera victoria de 1980, una amarga derrota, que se concretó sobre todo en la instauración del estado de guerra en diciembre de 1981. Fueron encarcelados por millares, su resistencia fue doblegada por la fuerza, a base de matar a decenas de entre ellos; han tenido que aguantar apaleamientos, vejaciones y torturas; han tenido que enfrentarse durante estos años al terror policiaco, viviendo constantemente con la preocupación, si se les ocurría resistir a los ataques capitalistas, de perder el empleo, la vivienda, cuando no de ir a pudrirse a la cárcel. Pese a la enorme presión, pese a la desmoralización pegada al cuerpo de muchos de ellos desde 1981, han vuelto a la lucha en la primavera pasada, en cuanto empezaron a llover las agresiones económicas del poder. Nada desarmados por el fracaso de esa primera tentativa (para el que fue necesaria toda la habilidad de Walesa para convencer a los obreros jóvenes de Gdansk a que volvieran al trabajo)1, volvieron a entrar en el combate de clase durante el verano, en un movimiento mucho más amplio que el anterior, lo cual es una evidente ilustración de una de las características principales del período actual : la aceleración de la historia sometida a la presión de una crisis económica en empeoramiento constante, aceleración que se plasma, en el plano de los combates de clase, en una tendencia a oleadas de lucha cada vez más seguidas.

El movimiento se había iniciado el 16 de Agosto, espontáneamente, en el cogollo obrero de Polonia, la cuenca minera de Silesia. Este hecho es muy significativo, pues el movimiento concernía a uno de los sectores más antiguos y experimentados de la clase obrera y, además, de los tradicional-mente más «mimados» por el gobierno (salarios y raciones más altas), debido sobre todo a la importancia económica del carbón, que es la materia prima y fuente de energía más importante del país y la 1/4 parte de sus exportaciones ; lo cual no impidió que los mineros exigieran aumentos de sueldo de hasta 100 %, lo nunca visto hasta ahora en las luchas obreras en Europa. Día tras día, el movimiento se fue extendiendo a nuevas minas y a otras regiones, Szczecin en particular, en donde puerto y transportes quedaron paralizados por la huelga. Por todas partes, la presión por la huelga es muy fuerte, sobre todo entre los obreros jóvenes. En Gdansk, en los Astilleros Lenin, empresa faro para todos los obreros del país, los obreros jóvenes quieren volver a la lucha, a pesar del fracaso del mes de mayo. Y Walesa, una vez más, se dedica a contemporizar; el lunes 22 de Agosto, sin embargo, no le que queda más remedio que convocar una huelga él mismo, huelga que va a paralizar los astilleros. La huelga se extiende en unas cuantas horas a Varsovia (fundiciones de Huta Warszawa, factoría de tractores de Ursus), a Poznan, a Stalowa Wola y a otras empresas de Gdansk. Hay entonces entre 50 y 70 mil obreros en huelga. El martes 23 de Agosto, la huelga sigue extendiéndose en Gdansk, a otros astilleros, y a nuevas minas de Alta Silesia. La clase obrera parece haber vuelto a encontrar la dinámica del verano de 1980 ; en realidad, el movimiento ha alcanzado su auge y empezará a retroceder en los días siguientes, pues, esta vez, la burguesía está mucho mejor preparada que hace ocho años.

La derrota del movimiento: gobierno y oposición se reparten la faena

Es posible que el gobierno se haya dejado sorprender por la amplitud de las luchas. Sin embargo, su comportamiento durante esas luchas demuestra lo mucho que ha aprendido desde el verano de 1980 : en ningún momento ha estado desbordado por los acontecimientos. Procuró el gobierno en especial, cada vez que una nueva empresa entraba en lucha, rodearla con un cordón de « zomos » (unidades especiales antidisturbios). De este modo, cada ocupación del lugar de trabajo se cerraba en sí misma cual trampa para los obreros en lucha, impidiéndoles entrar en contacto con sus hermanos de clase y por tanto, unificar su combate, unirse en un único frente de lucha. Pero no sólo a eso se limitan la represión y la intimidación. El 22 de Agosto, día en que más se extiende el movimiento, el ministro del Interior, el general Kiszczak, aparece de uniforme en la televisión para anunciar una serie de medidas destinadas a quebrar la extensión : instauración del toque de queda en las tres regiones más afectadas por las huelgas: Katowice, Szczecin y Gdansk; toda persona ajena a la empresa en huelga será evacuada, con posibilidad de ser encarcelada ; el ministro acusa a los huelguistas de estar armados y amenaza con una “efusión de sangre”. Al mismo tiempo, la televisión soviética vino en apoyo de la intervención del ministro, difundiendo imágenes de empresas en huelga, tratando a los huelguistas de «extremistas que ejercen presiones y amenazas contra sus compañeros con huelgas ilegales». Los instrumentos de esas «amenazas contra los compañeros» serían, según la televisión soviética las barras de hierro que los obreros empuñan para hacer frente a una posible intervención policiaca. O sea que cuando se trata de hacer frente a un movimiento de la clase obrera, Gorbachov esconde su “glasnost” y habla con la clásica lengua viperina del terror estalinista: que no se les ocurra a los obreros de Rusia imitar a sus hermanos de clase de Polonia; que éstos sepan que no hay nada que esperar de la «liberalización», de la cual pocas ilusiones se hacen, por cierto, desde la venida de Gorbachov a Polonia, a principios de Julio, cuando éste les dijo que “podían estar orgullosos de tener un líder como Jaruzelski”, al cual presentó como su “amigo personal”.

Las amenazas no quedan, sin embargo, en meras palabras. Los actos vienen a “darles crédito”: Silesia queda cortada del resto del país por controles de la policía y del ejército; cada día, los zomos intervienen en nuevas empresas para desalojar a los obreros (sobre todo en Silesia, en donde a los obreros les empiezan a faltar, en el fondo de las minas, alimentos, medicamentos y mantas); se multiplican las detenciones, las cuales afectan tanto a los huelguistas como a miembros de la oposición y, en especial, a dirigentes de Solidarnosc como Frasyniuk, jefe del sindicato de Wroclaw y miembro de la dirección nacional del mismo. Para con aquéllos se trata de presionarlos para que vuelvan al trabajo y disuadir a los demás obreros a que se unan con ellos en la lucha. Las detenciones de sindicalistas tienen, en cambio, otra función: la de prestigiar a Solidarnosc para que esta organización pueda desempeñar su papel de revienta huelgas. Ya que, una vez más, la derrota obrera es resultado, ante todo, de la acción del sindicalismo.

Los objetivos anti obreros de Solidarnosc sin el menor pudor y ya en el mes de mayo, nos los describe Kuron, uno de los principales «peritos» de Solidarnosc, fundador también del ex-KOR: “sólo un gobierno que tenga la confianza social podrá detener el curso de los acontecimientos, hacer un llamamiento a la austeridad en un marco de reformas. Lo que de verdad está en juego en la batalla actual es la formación de un gobierno así” (entrevista dada al diario francés Liberation del5 de mayo de 1988). Es difícil dejarlo más claro : el objetivo de Solidarnosc es el mismo que el del gobierno: hacer que los obreros acepten la austeridad.

Por eso, ya desde el principio del movimiento, el sindicato se dedicó a desplegar su acción saboteadora. Uno de los elementos esenciales de su estrategia fue meter en un callejón sin salida el descontento obrero. Aun cuando el movimiento se inició por reivindicaciones salariales, Solidarnosc echa el resto de su influencia para que no permanezca más que “una sola reivindicación: la legalización del sindicato”. Y es así como Walesa convoca a la huelga en los talleres de los Astilleros Lenin el 22 de agosto, con la consigna: “¡Basta ya de bromas. Lo que ahora queremos es Solidarnosc!». ¡Como si la defensa de las condiciones de vida más elementales, la resistencia contra la miseria fuera solo...bromas! El presidente del comité de huelga de los Astilleros Lenin, conocido como “radical”, afirmaba por su parte: “la única reivindicación es que se restablezca Solidarnosc”.

Solidarnosc hace sus llamamientos a la huelga de manera muy selectiva. Por un lado, en muchos lugares en donde la presión por la lucha es muy fuerte, Solidarnosc evita a toda costa hacer llamamientos a parar el trabajo, prefiriendo decretar, para que se «desahogue» la combatividad obrera, el «estado de preparación de la huelga», o amenazando con convocarla si las autoridades desencadenaran una represión en masa, cosa que éstas evitaron como es natural. Por otra parte, el llamamiento directo a la huelga en los astilleros Lenin de Gdansk, que son desde el verano del 80 un símbolo para toda la clase obrera de Polonia, es también una maniobra. Es ésa una de las empresas en las que Solidarnosc está mejor implantada ,sobre todo porque es allí donde trabaja Walesa ; será pues más fácil que en otro lugar hacer volver al trabajo, reanudación que servirá a su vez de acto simbólico, pues en el resto del país, los obreros tendrán la impresión de que no les queda más remedio que imitar a sus camaradas de Gdansk. Además, en los astilleros Lenin, Walesa, para facilitar la vuelta al trabajo, había echado el resto desde el principio para presentar la huelga como una calamidad, inevitable a causa de la mala voluntad del gobierno, el cual no ha querido escuchar sus repetidos llamamientos a la negociación: «Yo quería evitar las huelgas. No deberíamos estar en huelga, deberíamos estar trabajando. Pero no nos queda otra alternativa...Seguimos esperando discusiones serias» (22 de Agosto). Y de hecho, para cansar más y mejor a los obreros, el gobierno y Solidarnosc se ponen a jugar al ratón y al gato durante más de una semana, dando pruebas uno y otro de la mayor «intransigencia» sobre la cuestión del pluralismo sindical, polarizando a los obreros sobre un problema falso, hasta el día en que ambas partes «aceptan» el encuentro para discutir «sin tabús» (sic)... sobre la agenda de una hipotética «mesa redonda», la cual sólo podrá verificarse, naturalmente, cuando se haya reanudado el trabajo.

La total complicidad entre las autoridades y Solidarnosc es patente. Es todavía más patente cuando se sabe que uno de los deportes favoritos de los dirigentes de Solidarnosc es franquear impunemente los controles policiacos que aíslan a empresas y regiones en lucha para juntarse a los huelguistas, como Jan Litynski, fundador del KOR y responsable de Solidarnosc de Varsovia, que consiguió llegar al comité de huelga de las minas de Silesia para convertirse en su principal «perito», o el propio Lech Walesa que entra en los astilleros Lenin «saltando la tapia». No hay duda, la policía polaca es de las más nulas del mundo...

En ese reparto de tareas participa, como siempre en Polonia, la Iglesia, que incluso se permite el lujo de echar dos estilos diferentes de sermón: el sermón moderado como el del capellán de los astilleros Lenin, quien, la víspera de la huelga, toma postura en contra de ella afirmando que «la huelga iba a prender fuego a toda Polonia» y el sermón «radical» que da su apoyo entero a los huelguistas y a su reivindicación de «pluralismo sindical». Hasta las propias fuerzas del poder hacen alarde de sus «desacuerdos» para así desorientar mejor a los obreros. El 24 de Agosto, por ejemplo, los sindicatos oficiales (OPZZ), cuyo presidente es miembro del Buró político del Partido, lanzan una advertencia al gobierno para que «oiga su opinión» y «amenazan» con convocar huelga general. ¡Huy qué miedo debió pasar Jaruzelski!

En fin de cuentas, gracias a tanta maniobra, la burguesía logró sus objetivos: el retorno al trabajo sin que los obreros obtuvieran nada. Ha sido una derrota obrera que va a dejar huellas. Y es tanto más derrota por cuanto Solidarnosc ha conseguido hacer su labor de sabotaje sin desenmascararse como organización, dejándole a Walesa, siempre voluntario para esas faenas, el papel de «vende huelgas». Su popularidad va a bajar varios enteros, pero son los riesgos del oficio. Lo esencial es que la mayoría de los obreros conserve sus ilusiones sobre el sindicalismo «libre». Con su negativa a legalizar a Solidarnosc (cuando en realidad esa organización tiene «placa en fachada» con sus numerosos semanarios, colectas y cuotas, reuniones regulares de sus miembros y de sus dirigentes, todo ello tolerado), con sus «persecuciones» a los dirigentes, el poder aportará lo que le corresponde para mantener aquellas ilusiones.

En Polonia como en el mundo entero, la perspectiva es, más que nunca, la de los enfrentamientos de clase

Agosto del 80-Agosto del 88: la comparación de los resultados de las huelgas entre esas dos fechas parece despejar un retroceso muy sensible de la fuerza de la clase obrera. Un examen superficial podría llevar a esas conclusiones, pues es cierto que hace 8 años la clase obrera fue capaz de llevar a cabo combates mucho más masivos, determinados; es cierto, sobre todo, que en 1980, consiguió dotarse de una organización de su lucha que le permitió controlarla desde el principio de punta a cabo hasta la victoria. Pero no podemos limitarnos a esos aspectos. En realidad, la debilidad actual de la clase obrera en Polonia es básicamente la expresión del reforzamiento político de la burguesía en ese país, del mismo modo que su fuerza en Agosto del 80 le venía en parte de la debilidad de la clase dominante. Y ese fortalecimiento de la burguesía se debe no tanto a una mayor habilidad por parte de los dirigentes del país, sino más bien a la existencia de una estructura de encuadramiento de la clase obrera ausente en 1980 : el sindicato Solidarnosc. Eso lo ha expresado muy bien Kuron : “Contrariamente a julio-agosto del 80, la oposición dispone hoy de estructuras organizadas capaces de controlar los acontecimientos”(Ídem).

De hecho, la clase obrera en Polonia se encuentra hoy confrontada al mismo tipo de trampas que los obreros de los países más avanzados han tenido que enfrentar desde hace décadas. Es precisamente porque no había vivido esa experiencia por lo que aquélla ha acabado por dejarse entrampar de tal modo por las maniobras del sindicalismo, después de haber vivido una lucha tan notable como la del verano del 80. En cambio, toda la experiencia acumulada por el proletariado de las grandes metrópolis capitalistas, sobre todo el de Europa Occidental, le permite hoy ir librándose progresivamente del control sindical (como pudo verse cuando la huelga en los ferrocarriles franceses a finales de 1986, e en Italia, durante 1987, en el sector escolar), ir apoderándose de sus luchas, unificándolas, como la hicieran los obreros polacos en 1980. Pero cuando logre con plenitud todo eso, la burguesía ya no podrá hacerlo retroceder como lo había hecho con el proletariado de Polonia. Son los sectores más avanzados del proletariado mundial los que podrán entonces mostrar el camino a sus hermanos de clase, y en particular a los de Polonia y de Europa del Este.

Las luchas de este verano en Polonia no expresan en absoluto ningún retroceso de la clase obrera a escala internacional. Antes al contrario, son la prueba de las enormes reservas de combatividad del proletariado de hoy, al que las derrotas parciales no logran agotar, sino que le sirven de acicate con la intensificación de los ataques capitalistas. Asimismo, la fuerza de las ilusiones sindicalistas, democráticas e incluso nacionalistas, que pesan sobre el proletariado en Polonia pone de relieve los pasos realizados por el proletariado de los centros decisivos, las grandes concentraciones obreras de Europa occidental, y, por lo tanto, del proletariado mundial como un todo; pone en evidencia su avance hacia combates cada día más autónomos, más fuertes y más conscientes.

FM

4/9/1988

1 Respecto a las huelgas de esta primavera en Polonia y su sabotaje por Solidarnosc, puede leerse la Revista Internacional, n° 54.

Geografía: 

Herencia de la Izquierda Comunista: 

Rubric: 

Polonia